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Fantasías patentadas


Rory Despard
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Folleto sin autor, leído por ahí ~


Es otro día más que la calle neblinosa facilita, que a esas horas en que el sol comienza a ocultarse, un floreciente comercio empiece a desenvolverse justo en las esquinas de los más populares locales que empiezan a cerrar sus puertas. Quizá usted, vecino de Ottery, lo conoce directamente, o tal vez solo ha escuchado hablar de él, pero ya para nadie es un secreto, que un producto se empieza a ofrecer en los callejones Diagon y Knocturn. Uno que se ha erigido como el mejor paliativo para mucha de la gente en tiempos de guerra.

Fantasías patentadas.

Después de todo ¿para qué tener que escuchar cada día las aciagas noticias de El Profeta si puede tenerse en su lugar, por un puñado de galeones, un vívido intercambio sexual con la colega de trabajo a la que en la realidad apenas se le habla? Según los clientes más asiduos, con independencia a las fantasías desarrolladas, es la discreción de los vendedores el principal motivo de que se prefiera adquirir el producto por esos canales abiertamente ilegales.

Y a todo esto ¿sabe quiénes son estos vendedores? No, no son magos o brujas de cuidados trajes y elegantes sombreros, son más bien la clase de magos que no salen en las declaraciones públicas, ni tienen apellidos compuestos o rimbombantes. Esos a los que lo que más les preocupa de la guerra es que les limita la posibilidad de garantizar un pan sobre su mesa al día siguiente. Los insignificantes.

Tal vez sea por esa insignificancia, que no existe todavía explicación a porqué muchos de ellos, antes o después de sus horas de "trabajo" se reúnen, fugazmente, con sujetos que apenas superan el metro veinte de estatura, y cuyos tatuajes y diversas joyas de cuidada manufactura, revelan su condición de duendes de los suburbios de Londres. Las explicaciones dadas por los representantes de la Plataforma Única de Duendes Independientes (PUDIN) siguen siendo vanas y confusas, para quienes poco o nada sepan de las principales demandas de las minorías mágicas.

Nadie admitirá, por supuesto, que el bajo precio y la ilimitada cantidad de pociones que puede adquirirse influye también en que se opte por comprar allí, y no en tiendas oficiales, donde incluso dichas fantasías han sido cuestionadas, tanto por no tenerse un completo conocimiento de los métodos de fabricación, como de sus efectos secundarios. Otros, más avezados, han llegado a acusar al propio gobierno de permitir ese comercio callejero para "adormecer las conciencias" de la gente, y de esa manera, permitir que los líderes actuales se perpetúen en el poder, sin cuestionar sus polémicas decisiones.

Las élites de Ottery tampoco han movido un dedo por el tema ¿qué les puede preocupar a ellos las minorías o los magos pobres, mientras se mantengan lejos de sus cuidadas propiedades?. Ah, he olvidado mencionar que, además, es otra persona la que está causando furor en esos selectos círculos. Si usted pertenece a ellos, es un hecho que ha tenido que escuchar sobre Madam Zulema, y su extraordinario catálogo de dulces especiales, con entregas rápidas únicamente a zonas residenciales de Ottery. ¿Pero ha escuchado las insinuaciones sobre que dichos dulces han logrado sintetizar las fantasías patentadas en grageas de todos los sabores, meigas fritas y hasta bollos de calabaza? Cuando se trata de las clases altas, el manto de su poder y dinero lo encubre todo, así que es más difícil saber si tan siquiera hay alguien interesado en investigar sobre ello.

Como puede notar querido lector, al final del día nadie tiene la verdad sobre este asunto, y muchas preguntas se quedan en el tintero. Dejo sobre estas líneas algunas de ellas...

¿Generan adicción estos productos? ¿Que tan cierto es que se están comercializando lotes con fechas de vencimiento adulteradas? ¿Qué de verdad hay en que todos estos comercios son solo la cortina de humo del gobierno? ¿y qué con los informes independientes que señalan que viejos capos de mafias duendiles, desarticuladas en el pasado, están atrás de todo esto?

Y la más importante de todas...

¿A cuántos les interesa que este misterio sea resuelto? ¿Le interesa a usted?

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Madam Zulema~

 

La mujer tiene bastantes pendientes.

 

No es solo la entrega de las cajas que lleva en el sidecar de la moto voladora, es también aquello que hace que tenga apuro por volver a casa: el nuevo episodio de "No te lo pongas". La verdad es que, en cuanto a entretenimiento, bueno, los muggles iban bastante más adelantados. Los magos tendían a ser algo más estrechitos y rígidos...

 

La reja se abre ante ella cuando llega a esa mansión que parece sacada de una de esas películas sobre multimillonarios, solo que en lugar de carros de lujo y fuentes en el jardín con estatuas de mármol hay una serie de poderosos encantamientos anti muggles, una larga lista de criaturas mágicas vagabundeando y un elfo doméstico que la conduce a través del camino cubierto de grava para que no sea devorada en medio de esa fastuosidad. Zulema mastica un poco de chicle y se pregunta quien será el niño o niña rica del pedido. Solo espera que sea mayor de dieciséis o si no tendrá que volver a soportar de quejas de algún padre alarmado por el babeo incontrolable de su adicto adolescente.

 

Revisa el celular en su bolso y nota que lleva ya diez minutos de retraso. Con un poco de suerte quizá pueda hacer una entrega rápida. Quizá no llegue a ver el programa pero todavía le alcance el tiempo para ver el show bomboox de la fiesta de Bladvak. Con un poco de suerte, si se vestía de rojo la dejarían pasar a la fiesta de tres días y entonces sí que podría juntar el dinero que necesitaba para pagarle a su hermano su bar mitzváh. Total, una vez dentro de casa el dinero seguía siendo dinero y ellos seguían creyendo que el idi*** de su marido vivía y dirigía un exitoso emprendimiento.

 

Fue así justamente. Entrega rápida, producto con encantamiento modificado para adherirse a pociones o incluso dulces y luego... decir adiós, recibir las cantidades ingentes de oro, partir a la siguiente entrega. Sencillo y rápido, discreto, para evitar que los aurores o los magos del FBI mágico te dieran la lata. Fácil.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Matt Ironwood.

 

Waikiki, Honolulú.

 

-Los ricos son siempre los peores - susurró el castaño mientras estacionaba el chevrolet camarano completamente negro y lustroso en la entrada de un conocido y topisimo club en el topisimo barrio de Waikiki.

 

-No peores que la manera de manejar que tienes - exclamó visiblemente molesto su compañero y amigo Alan Bay, en el asiento contiguo.

 

-¿Que pasa? Nos dijeron que teníamos que llegar rápido y aquí estamos - comentó con sorna el ojiazul mientras soltaba el volante y observaba como su acompañante ya se soltaba el cinturón y con presteza se empeñaba en abrir la puerta.

 

-Si, dos minutos después de que nos avisaron - fue lo último que dijo el rubio que no pudo contener una carcajada mientras salía del auto.

 

Ambos policías se acercaron a la larga fila de nomajs que aguardaban por entrar a "Happy Pineapple", jóvenes y no tan jóvenes charlaban alegremente mientras aguardaban mostrar su entrada a los guardias que celaban con miradas duras la entrada al club.

 

Pero ambos magos tomaron otro rumbo, se alejaron de la concurrida entrada y discurrieron por un pequeño y abandonado callejón, algunos botes de basura y pancartas sucias por el pasar del tiempo con mensajes indescifrables pegadas en las paredes eran la única decoración de aquel pasaje.

 

Pero si uno sabia ciertas cosas como decir las palabras justas frente a un graffiti negro que representaba una palmera cocotera, una entrada se abría ante el visitante.

 

-FBI: División de Asuntos Mágicos - dijo Ironwood mientras mostraba la placa que lo identificaba como miembro de aquella institución y su compañero al lado hacía lo mismo.

 

Una haz de luz fino cruzó la pared verticalmente en toda su extensión frente a ellos, el castaño entrecerró los ojos mientras la extensión del haz se extendía hasta alcanzar el ancho de una puerta y el sonido de la fiesta que se estaba desarrollando tras ella lo envolvió.

 

Ingresaron rápidamente antes de que la entrada se cerrara y se sumergieron a un mundo muy distinto que el del callejon. La música y la luces llenaban el espacio, la multitud de personas que se contorneaban en la pista o se movían por las distintas barras y zonas VIP podía llegar a ser abrumadora.

 

-¿Como vamos a encontrarlo? - preguntó el oriundo de Nueva Jersey mientras el par de magos se mantenía frente a la puerta observando la fiesta que se desarrollaba debajo.

 

-Las zonas VIP que tienen las cortinas corridas - señaló Matt mientras las indicaba con la mano.

 

-Eso nos deja unas… una, dos, tres…. Diez por revisar e interrumpir la intimidad - se rascó un hombro - No creo que nos reciban muy bien Matt -

 

-No sería la primera vez - bromeó el mago mientras apartaba una de aquellas burbujas que flotaban por toda la sala con una pequeña y colorida hada en su interior.

 

Siete situaciones incómodas después, el Ironwood creía que había visto suficiente por una noche y Alan a su lado parecía ser de la misma opinión.

 

-No entiendo qué era lo que estaba sucediendo en la última habitación… dios - deslizó una mano por el rostro el rubio - ¿Como pueden dejar entrar gente así? -

 

-No lo se, pero no voy a ver a las licuadoras de la misma forma nunca más - se lamentó el ojiazul mientras subían un nuevo tramos de peldaños.

 

-Matt, allí - señaló Alan mientras sacaba su varita. El ojiazul siguió la mano de su amigo hasta el próximo rellano y encontró al motivo de su visita a aquel lugar.

 

El contrabandista salía de una de las zonas VIP y contaba los dragots de su última venta

 

-FBI, alto - gritó el agente Bay.

 

Y como siempre la respuesta a la orden fue la contraria. El contrabandista emprendió un salvaje escape por el rellano y los dos magos no tuvieron otra opción que correr tras el.

 

Un incarcerous después y ya con el contrabandista maniatado y en el suelo, el ojiazul observaba la pequeña cápsula que guardaba el hombre en uno de los bolsillos de su pantalón.

 

Alan se encontraba ocupado manteniendo la decenas de ojos curiosos que se amontonaban en torno a la escena cuando el castaño abrió la pequeña cápsula y deslizó una de las diminutas pastillas blancas que contenía.

 

Observó claramente sobre la palma de su mano bajo las luces del club, la letra "F" marcada en la superficie de la droga.

 

-Son las fantasías de nuevo - levantó la vista hacia al otro policía.

 

Alan escuchó lo que le dijo y sacudió la cabeza en negación.

 

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Rory se ha quedado con aquel folleto en la mano, meditabundo.

Hace apenas un par de semanas, todo el tema de las fantasías patentadas le había estallado en la cara de una forma inesperada. En aquella insólita (y secreta) aventura la había acompañado la heredera Ollivander, Hannity, pero el asunto, aunque había arribado a una conclusión, estaba lejos de cerrar del todo.

Viendo aquel folleto sentía ahora más bien que era la punta de un iceberg del que nadie tenía idea exacta de su tamaño.

Como sea, Inglaterra era en los tiempos actuales, un escenario difícil para cualquier clase de cruzada. No era solo esa guerra en que estaba sumida, sino lo que Rory consideraba el egoísmo de su primer ministro, lo que tenía a las mayorías de las gentes expuestas a cosas como esas, que prometían un escape a la dura, pesada y cargante realidad. No importaba cuanto tiempo llevasen en conflicto, o que ahora incluso el problema del estatuto del secreto se hubiese sumado: Ninguna de esas situaciones, al parecer, hacía entrar al ministro o a las grandes familias con dinero y poder de Ottery en la conciencia de que los ciudadanos tenían otros intereses, y que cuantos más alejados los viesen de ellos, menos les iba importar que el país fuera a la deriva.

Todo eso, a ojos del predicador, era una retorcida forma de un "ganar-ganar" para las partes,que en el fondo, solo arruinaba al colectivo.

Quizá fuera el temor que le despertaba eso último, o la suma de esas reflexiones, pero terminó por tomar su pluma, y haciendo el folleto a un lado, escribió un escueto mensaje en un trozo de pergamino, al que adhirió el curioso folleto. Las calles de Diagon a media mañana, desbordaban actividad legal, y no le fue difícil dar con el correo público, y pagar para que una lechuza partiese en vuelo presurosa a entregar su mensaje.

El destinatario era nada menos que Matt Ironwood, el investigador del otro lado del mundo, que no obstante en esos difíciles tiempos se había convertido en una de las pocas personas de su confianza. Había pasado por su mente escribirle también a Hannity Jane, pero se había arrepentido a último momento, no muy seguro de que le hiciese bien a la joven seguir vinculado a un tema que había pegado tanto en su entorno familiar más cercano.

Con un poco de suerte, en una semana, podría tener una respuesta del mago a su consulta. Y él aprovecharía ese tiempo, para poder averiguar un poco más en los refugios, de quienes conociesen a qué nivel, realmente, esa mafia seguía operando.

Con esa idea en la cabeza, avanzaba poco consciente de su entorno inmediato, y terminó chocando con una mujer que mascaba chicle de una forma casi compulsiva. La mujer se tambaleó y por un momento Rory pensó que caería al suelo, pero en lugar de que eso ocurriese, unos dulces con envoltorios brillantes cayeron del bolsillo de su casaca de cuero.

El gesto en el rostro que le dirigió mientras se inclinaba para recogerlos era de un desdén absoluto.

Perdone, no fue mi intención — terció Rory e hizo el ademán de ayudarla pero el manotazo brusco con que fue apartado le produjo un estupor solo superado por las groserías que la mujer acababa de soltarle. Se obligó a pensar que había escuchado mal — Disculpe ¿cómo acaba de llamarme?

@@Syrius McGonagall @

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CLEMENTINE BLACK

Callejón Knockturn, 10:13am

La menuda bruja pasa desapercibida entre la marea de magos y brujas, que hacen compras y diligencias ante del desastre que, se rumorea, pronto golpeará a la comunidad mágica de Gran Bretaña. La mayoría de las personas camina cargando altas pilas de cajas, llevando múltiples bolsas en los brazos, guardando con recelo las pesadas bolsas de oro en sus monederos de piel de moke. Desde hace años, Clementine los ha observado prepararse para lo que viene cuando un extraño suceso ocurre: cuando un dragón ataca el Atrio del Ministerio de Magia, cuando el Ministerio de Magia anuncia la reapertura de Azkabán con todo y dementores, cuando los mortífagos anuncian que tienen un nuevo plan malvado para dominar el mundo mágico. Pero "lo que viene" nunca llega: se queda en las bocas de las personas, en las conjeturas de El Profeta, en las advertencias del gobierno. Lo que llega, es una nueva razón para sentir pánico y sucumbir a la desesperación.

 

Salvo para ella. Las cosas terribles que vendrán, es lo que ella ya ha vivido. El temor a salir de casa, la falta de comida en la alacena, la impotencia. En lugar de alterarse, encuentra la situación divertida: pueden tener una probadita de lo que es vivir como ella. Además, es bueno para el nuevo negocio. Con todo lo que está sucediendo, las fantasías han ganado una gran popularidad. Hace un par de semanas, Clementine descubrió que su producto habitual estaba siendo rechazado, por ser soso. Al parecer, el adormecimiento ya no era suficiente: los consumidores, tanto ocasionales como habituales, querían un verdadero viaje. A sus oídos no tardó en llegar el rumor de las fantasías y su aguda mente no tardó mucho en hacerse con un buen lote.

 

Nunca tuvo nada en contra de los duendes, como los magos con los que justamente ellos hacen negocios, pero cuando encontró a un enanito solo sacando mercancía de su escondite en la calle contigua a Borgin & Burkes, tuvo que aprovechar el momento. ¿Cómo es que se dice? Carpe diem. Quizás alguien opinaría que debería estar preocupada, pero ¿para qué? ¿Para perder el sueño y el apetito? Como de costumbre, mantendrá un perfil bajo.

 

Se recuesta en el muro del estrecho callejón donde suele hacer negocios. En un espejo clavado a la pared, se acomoda el rizado flequillo pelirrojo y se pelliza las mejillas para que adquieran color. Viste una raída túnica negra y se abriga el cuello con una bufanda de franjas verdes y plateadas, un recuerdo de su breve paso por Hogwarts. La mayoría de sus clientes saben donde encontrarla, aunque ella también debe hacer algo de trabajo. Observa a las personas que pasan, observándolas con ojo crítico y analítico; aunque sólo tiene un par de años en esto, es una experta reconociendo personas que comprarán su mercancía. Sólo es cuestión de ser paciente.

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Dick Grayson, Detective consultor Jr.

 

El mago sin decir nada más seguía recorriendo las calles de diagon miraba a las personas y sonriendoles iba entrando a determinadas tiendas sin buscar o comprar algo especial, pero en realidad buscaba información... Había oído algunos rumores... Una nueva droga mágica que los ricos ocupaban para vivir sus fantasías más secretas... Sexuales, revivir algún familiar o vivir algún sueño... Costaba una fortuna cada dosis, por lo que legalmente era algo que solo unos cuantos podían conseguir...

 

--Hey dame uno chico!!--

 

Le decía al niño de los periódicos mientras le pagaba el galeón... Y sin decir nada más se dispuso a leerlo... Otro fallecido... Y esa era la otra cara de la moneda una nueva droga... Adulterada para los bolsillos de los magos más desgraciados... Había visto los casos en primera mano haciendo sus rondines en San mungo... Al parecer esa droga causaba adicción... Freia el cerebro de las personas y los mataba lentamente... Fue entonces que suspirando llegó a su última parada... El callejón knockturn se hacía el despreocupado... Caminando y viendo su periódico... Cubriendo parcialmente su rostro... El resto lo cubría el sombrero...

 

--Buen día bella dama--

 

Decía el mago mientras pasaba al lado de esa señorita que se estaba arreglando sus ropas... llevaba días siguiéndola desde que coincidió uno de los informantws de Dick con ese nombre... Siempre estaba ahí... A ciencia cierta su producto había bajado la calidad... Pero en esa ocasión... Había algo raro... Su intuición de detective le hacía actuar...

 

--Buen día señorita...--

 

Fingía no saber... Ya en otra ocasiones había escuchado que la llamaban por su nombre, pero debía tener sumo cuidado... Sus ropas lo delataban como algún trabajador del ministerio... Pero nada más... Un abrigo gris. Camisa, corbata, pantalones... Podía ser un simple reportero o un gran autor... Sinceramente las ropas no decían mucho de el... Por lo que acercándose a ella sencillamente le sonrió

 

--Sabes... Últimamente me eh sentido algo abrumado... Ya sabe el trabajo... De casualidad no tendrá algo que me ayude con este stress que tengo? Y las parades me dijeron esa mujer te va a liberar de todos tus problemas...--

 

Le decía con una gran sonrisa boba... odiaba ese papel, pero tenía que fingir ser un tonto para no levantar sospechas y decir nada más le guiño el ojo y mientras sacaba el saco mediano... pero gordo de galeones listo para pagar para cualquier cosa que le diera... Sencillamente volvió a sonreir...

 

@@Ellie Moody

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Matt Ironwood.

 

Oficina Regional del FBI:División de Asuntos Mágicos, Honolulú, Oahu.

 

 

Los incidentes con aquella nueva droga se habían multiplicado las últimas semanas a lo largo del estado, la misma situación que en el resto del país. El castaño apartó la vista del décimo informe que leía aquella mañana sobre el tema, para levantarse de su escritorio y caminar hacia la pared izquierda de su cubículo, donde un mapa de las islas aguardaba con varios alfileres clavados señalando zonas donde su hubiera constatado el uso de la droga.

 

Clavó un nuevo alfiler en la isla de Molokai, en el pueblo de Maunaloa, el segundo caso en aquella isla. Se llevó una mano al cabello mientras pensaba qué hacer a continuación, Alan ya estaba haciendo unas indagaciones sobre un cartel polinesio que parecía estar involucrado en un setenta y siete por ciento de los casos, pero no era el único y por lo que se sabía la droga ni siquiera se fabricaba en el estado y había ciertas dudas de que se produjeran en algún lugar del país, la droga venía del exterior pero aparte de una serie de casos similares en Europa no existían muchas pistas.

 

El Ironwood volvió hasta su escritorio y tomó su bloc de notas que se encontraba junto a su placa, repasó una serie de apuntes que escribió sobre el caso tratando de dar con algo que podría haber pasado de largo, un factor no considerado, una conexión perdida, algo. Pero nada nuevo se manifestó de entre sus letras y anotaciones por lo que el ojiazul dejó nuevamente su libreta sobre el escritorio con un suspiro.

 

Se sentía cansado, hacía una semana que no tenía una noche completa de sueño y a ese cansancio físico se le agregaba el agotamiento mental de no estaban logrando llegar a una solución al problema, todos los caminos parecían llegar a callejones sin salida y la expansión de la droga era indetenible.

 

Estaba por salir en busca de un vaso de agua cuando alguien llamó a su puerta -¿Math, estas ahi? - la voz de Mia, la recepcionista llegó desde el otro lado.

 

-Ya voy - dijo mientras caminaba hacia la puerta y la abría donde del otro lado la pelirroja bruja aguardaba con un mensaje en su mano.

 

-Para ti, viene de Inglaterra - le sonrió mientras le tendía el pergamino con tranquilidad.

 

-Mahalo Mia - le agradeció mientras tomaba el mensaje y la mujer se retiraba. Cerro la puerta tras de sí y se dirigió hacia su escritorio, se sentó en su silla y rompió el sello de cera.

 

El mensaje era de Rory Despard, el religioso irlandés que conoció en una de las visitas el castillo Evans, no pudo más que sorprenderse de recibir una carta de aquel mago, no es que fueran amigos que mantuvieran una correspondencia continua por lo que aquel mensaje lo por lo que aquello era algo completamente nuevo.

 

Si el mensaje lo sorprendió, esta no hizo más que aumentar al leer el contenido de la carta, tuvo que releer una vez más para calmar la explosión de ideas y pensamientos que bullían en su cabeza. Parecía casi hasta una parodia, era impensable para el mago que aquella carta enviada por un conocido suyo en Inglaterra resultara ser una pieza clave en su investigación sobre las Fantasías.

 

Se obligó a levantarse sumido en la estupefacción generada por aquella misiva, era increíble, al fin tenían una pista y llegó de la forma que jamás hubiera imaginado.

 

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Lëna

No está en el callejón Knocturn por casualidad, oh no, ha venido a comprar del producto que todos no dejan de cuchichear como la más reciente, barata y poderosa droga mágica que ha podido inventarse. Y es precisamente saber, a ciencia cierta, quien está detrás de ese invento, lo que tiene a Lëna allí, mimetizada con el resto de fanáticos, esperando la oportunidad para acercarse y preguntar, como quien no quiere la cosa, por el asunto.

 

No es algo que se pueda permitir conversar con su nuevo círculo de amistades, pero Knocturn, a su modo de ver, es el rincón más fascinante de Inglaterra. Es verdad, toda clase de negocios inescrupulosos se planifican, ejecutan y cobran en dicho espacio, y la muerte, la estafa o el simple riesgo son el pan de todos los días entre las cuadras y negocios que lo componen ¿pero no era también, en un sentido, un espacio de libertad? Todo el que no ha nacido en cuna de oro en Ottery es capaz de notar, con pocos años de vid, las tremendas injusticias que sostienen los soportes del agrio Ministerio de Mágico y de la comunidad mágica en general. Que ellos eligieran un ministro de magia como Aaron Black Lestrange, es la prueba mismísima de sus conjeturas.

 

Entonces sí, es verdad que allí la gente puede hacer daño a otras, pero es verdad también que todos en la medida de sus posibilidades, solo buscan sobrevivir. Ganarse unos cuantos knuts que le den para mantenerse en estos tiempos de guerra en que todos los alimentos se han encarecido, en que incluso los insumos mágicos para preparar las pociones más básicas salen una pequeña fortuna (imposible hablar de medicamentos listos, que esos directamente no pueden ni permitirse). No es extraño también que no todos puedan soportar condiciones semejantes, algunos por ser sensibles en extremo, otros por pura debilidad o porque algún incidente infame les haya arrebatado las ganas de seguir creyendo en otro mundo de posibilidades.

 

Ella misma, sin el rescate oportuno de los Evans McGonagall, jamás hubiese podido imaginar la vida que tiene ahora.

 

Entonces, pese a que faltan muchas horas para la noche, allí ya se esta expendiendo fantasías patentadas. El frasco de poción que conservó unos días, le permitió saber el color y consistencia de la poción, y eso es una pequeña ventaja respecto a las múltiples falsificaciones que se han estado vendiendo también aprovechando la bonanza, pero no es una garantía total de que no pueda terminar envenenada o algo peor.

 

Tiene que ser muy cuidadosa con la persona a quien decida acercarse, y aunque parezca tonto, es la bufanda de franjas verdes y plateadas, que destaca en el desharrapado atuendo de una mujer, lo que termina de convencerla de elegirla. Ella nunca fue a Hogwarts, pero está segura que de haber podido, su casa hubiese sido Slytherin. Se aproxima entonces, sus miradas se cruzan unos segundos, y Lëna está segura que la mujer ha entendido de sus intenciones, pero justo mientras ella revuelve en los pliegues de su traje, en busca quizá del producto, un sujeto de abrigo gris se interpuso entre ambas.

 

Por un mínimo de cortesía, debería respetar los turnos, señor— suelta fastidiada Lëna, preguntándose si el tipo será capaz de notar el sarcasmo con el que ha pronunciado la última palabra — me parece además que se confundió de cuadra, si cree que es ella, y no la mercancía que posee, lo que le liberará de sus problemas. Una cuadra más y encontrará la clase de ehm, servicio, que está buscando.

 

Le asqueaban los sujetos como él, fingidos y fuera de lugar, exhibiendo su dinero como prueba de su ¿virilidad? a las mujeres que reconocía en una posición inferior a la suya. Y ella quería ahorrarse problemas, pero no estaba dispuesta a tolerar esa clase de acoso en su presencia, conociendo de primera mano los alcances de ella. Así que permaneció allí, cruzada de brazos y con una ceja levantando esperando que el infeliz saliese pronto de su vista.

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Clementine Black

 

Clementine empuña la varita mágica con fuerza, preparada para aturdir al mago y salir corriendo; un movimiento que no aprendió en el club de duelos, sino en las calles. No tiene la menor idea de quien es aquel personaje, pero no forma parte de su clientela habitual y su vestimenta delata que no pertenece ahí. No está segura de lo que sucede, pero no le agrada para nada; despierta rechazo en ella esa actitud a la que está tan acostumbrada en hombres, que no es capaz de perdonar ni siquiera a cambio de dinero. Por otro lado, tiene la sospecha de que aquel mago está buscando otro tipo de servicios... Aunque, en verdad, no desea saberlo. Lo mejor será deshacerse de él antes de que alguien más les preste atención.

 

El hechizo aturdidor se ahoga en su garganta, cuando una mujer irrumpe en la escena. No simplemente una mujer, sino la mujer con quien apenas unos momentos atrás intercambió una mirada de interés: interés de Clementine por vender su mercancía, interés de la otra en obtener una fantasía. Es esa la forma de hacer negocios en el Knockturn, de modo que aunque nunca antes la había visto, había decidido confiar en ella antes de la irrupción del hombre.

 

Clementine pasa la mirada de uno al otro, mientras la mujer suelta sus apasionadas palabras. Ahora mismo, no puede darse de poner en su lugar al hombre y agradecer la sororidad de la desconocida. La supervivencia es más importante y sabe que un espectáculo no será bueno para su negocio, mucho menos estando en el Knockturn.

 

—Será mejor que yo...

 

Jesse

 

Tiene un largo rato, de pie al final de la callejuela de la "famosa" Clementine Black. Si bien las capas de invisibilidad hechas con pelo de demiguise no son las mejores, hacen un buen trabajo cuando uno se está quieto, en las sombras. Y son muchísimo más efectivas de lo normal, cuando las personas no prestan atención y no toman las medidas necesarias. Cuando no protegen las callejuelas donde hacen negocios, cuando sus métodos son obvios y predecibles. Aunque no puede culpar a la muchacha: nunca terminó sus estudios en Hogwarts y, por su "profesión", no debe tener dinero para gastar en las clases de hechizos Uzza y magia arcana a la que acuden los más privilegiados. Sin embargo, Jesse no llega a sentir pena; el oro de los duendes es suficiente para aplacar la empatía. Sabe que Clementine lo entendería, no lo tomaría personal. Sólo son negocios.

 

Ahoga una carcajada, al ver la escena que se desarrolla. Pareciera que son novatos, en el tema de hacer negocios en el Callejón Knockturn. Casi le duele interrumpirlos.

 

—Será mejor que yo... —está diciendo Clementine.

 

Jesse se aclara la garganta, interrumpiéndola.

 

—¿Qué tal, Clem? —se retira la capucha de la capa de invisibilidad, mientras sale de las sombras. Su expresión sonriente es simpática, honesta, aunque es perturbador que prácticamente sea una cabeza flotante— Lugluk quiere verte. ¿Será por las buenas o por las malas?

Editado por Ellie Moody

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Matt Ironwood.

 

La mañana de la partida amaneció soleada y con una promesa de un día cálido y espectacular. Matt se encontraba pensando en aquello mientras terminaba de guardar objetos de su oficina en el maletín que aguardaba sobre su escritorio cuando sintió la puerta abrirse y la voz de Alan materializando sus pensamientos.

 

-Linda jornada para irse a la lluviosa y fría Inglaterra - bromeó mientras ocupaba la silla para invitados en un rincón.

 

-Pensé que no te gustaba el clima de aquí, que quizás un poco de gris,frío y humedad te recordaría un poco más a Nueva Jersey - le contestó a su tiempo el castaño mientras guardaba con sumo cuidado la libreta de anotaciones, no partiría sin ella, podria ser "old fashion" pero era su método para esclarecer su mente cuando lo necesitaba.

 

-Me voy de una isla a otra, las islas no son lo mío - se quejó el rubio, pero en el fondo el Ironwood sabía que aquello no era cierto, después de tanto tiempo viviendo en Hawaii el neojerseíta había terminado por apreciar aquel lugar aunque jamás lo admitiría.

 

-¿Y? ¿Viniste a corroborar que no me faltara nada? - Matt miró por sobre su hombro hacia donde su amigo se encontraba sentado jugueteando con su propia maleta.

 

-Jacksonpoint está muy nervioso, quiere que partamos cuanto antes, al parecer mantener una red flu internacional es más complicado - se encogió de hombros Alan.

 

-Pues no lo hagamos esperar más - cerró su maleta y el castaño encabezó la marcha hacia la oficina del director.

 

Mientras recorrían los pasillos del edificio los dos amigos mantenía una charla trivial sobre la vida.

 

-¿Que dice Amanda del viaje? - preguntó el ojiazul mientras saludaba distraídamente a Mia la recepcionista que volvía a su escritorio desde el comedor.

 

-Esta encantada - contestó Alan mientras movía la cabeza de lado a lado en gesto de fingida consternación - Tuve que recordarle que era trabajo, pero ya me dio una lista de lugares que visitar y comprobar, parece que mis próximas vacaciones serán en Londres -

 

-Al menos no serán en Atlantic City - replicó Matt y ambos magos rieron.

 

En la oficina principal los aguardaba el director regional Jacksonpoint, después de saludarles y darles una pequeña charla de adonde irían y que tramites deberia hacer al llegar a Inglaterra, los despidió mientras el fuego verde de su chimenea se tragaba las figuras de ambos magos.

 

-Señores Ironwood y Bay, bienvenidos al Ministerio de Magia Británico - la voz de una mujer recibió al par de magos que emergían de la elegante chimenea con hollín en los zapatos.

 

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