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Fantasías patentadas


Rory Despard
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Madam Zulema~

La mujer no ha tenido tiempo ni para respirar, así que es un alivio sumergirse en ese jacuzzi lleno de burbujas. Lleva un traje de baño bonito de dos piezas y un daikiri en la mano; la música suena a todo volumen. Es el segundo día de la fiesta de cumpleaños de Bladvak y todo mundo anda curándose la resaca con más alcohol. Hacía apenas unos minutos, había pasado por encima de un par de personas inconscientes en el salón, poniendo cuidado de aplastar la fea mano de Sasha, su principal contendor en número de ventas, con la punta del tacón.

 

Sabía que había tenido suerte, porque casi casi que no había podido entrar. La seguridad del círculo más próximo a Bladvak se estaba restringiendo. Los vendedores como ella y Sasha jamás habrían tenido oportunidad de acudir allí de no haber sido por Gené, que era el que los había contactado y contratado. Gené los detestaba pero sabía reconocer un buen vendedor cuando conocía a uno. Zulema tenía que admitir que con un poco de suerte y con Gené cuidándole las espaldas, quizá podría juntar lo suficiente como para pagar las deudas de juego de su est****o padre en unos meses y largarse para siempre de Inglaterra. Había esperado tener suerte durante esa fiesta en acortar ese período más, si eso era posible pero no había tenido ninguna.

 

Al menos, eso creyó, hasta que oyó una voz a sus espaldas:

 

—Eh, tu, chica ¿quieres pararte y hacer una cosa?

 

Zul se volvió dispuesta a encarar al tipo que la llamaba así con las peores ínfulas pero se quedó de piedra al notar que el que le hablaba así era ni más ni menos que Bladvak. Se incorporó enseguida, saliendo del agua y volcando un poco de su daikiri. El duende lanzó un bufido de burla y se alejó doblando el recodo de la casa en donde se encontraba el jacuzzi con pasos cortos y desiguales. Zulema lo siguió intrigada y exultante hasta una diana gigantesca.

 

—Quédate quieta ¿entiendes?

 

Zulema ya no estaba tan segura de querer quedarse. La sonrisa se borró de su rostro pero estaba demasiado aterrada para desobedecer. Se quedó quieta frente a la diana y el duende se alejó otra vez hasta otro de su especie que parecía demasiado ebrio para el gusto de Zul, especialmente cuando ella era el objetivo dispuesto para lo que sea que andaban planeando. Bladvak se volvió entonces hacia ella y le susurró algo al duende. Éste último rió con estrépito y extrajo (para gran asombro de Zulema) un arma. Era negra y sencilla; ella no sabía lo suficiente de armas como para estar segura de medidas pero se veía que había sido adaptada específicamente para manos de duendes. El duende pareció medir la distancia y antes de que Zul pudiese desear que hubiese apuntado bien, ya había disparado. La bala pasó de largo cerca de su oreja derecha, directo al centro del blanco, que pareció encogerse... se dio cuenta que el duende le había mandado quedarse allí a propósito, con esa intención.

 

—Cien por ciento de precisión. Ochenta por ciento de efectividad. Ese maldito león todavía tiene las marcas de la diana, voy a mandar a encerrar el idi*** que calibró eso...

 

Un par de magos habían aturdido al león transfigurado que poco antes fuera la diana, antes que pudiera saltar sobre Zulema. El duende susurró algo adicional al oído de Bladvak y éste estalló en carcajadas. Cuando se volvió hacia ella, Zul sintió otra vez el miedo subir por su garganta.

 

—Dice Okvya que tienes suerte de que los porcentajes no estuvieran al revés —Zulema no quería siquiera imaginar eso y se echó a temblar sin poder evitarlo ¿a qué demonios había ido a esa fiesta? ¿Cómo había podido ser tan est****a? ¿Y qué era esa arma por todos los infiernos?— y que él aprecia la suerte.

 

Bladvak lanzó entonces un saco pequeño hacia Zulema, que ésta se apresuró a atrapar en el aire. Le bastó tan solo sopesarlo para saber que debía contener por lo menos mil galeones. El sueldo de tres meses, cuanto menos. No supo qué decir y antes de que pudiera hablar, los duendes ya se habían ido, dejándola sola. Las miradas que le lanzaron fueron suficientes para hacerla reaccionar. Tenía que entregar ese dinero cuanto antes al usurero, si no quería que le rebanaran la garganta cualquiera de sus "compañeros" en esa maldita casa. Subió al segundo piso, tomó una ropa cualquiera de uno de los armarios y salió presurosa luego de guardar el dinero encogido en uno de sus bolsillos ¿había tenido suerte de verdad o era solo una idi*** que iba a morir pronto?

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  • 2 semanas más tarde...

Matt Ironwood.

 

 

El impresionante atrio del Ministerio Británico recibió al par de magos una vez estos emergieron de la dorada chimenea. Una ancho y extenso pasillo de madera oscura y pulida se extendía tanto hacia la izquierda como hacia la derecha hasta casi perderse de vista, parecía no tener fin.

 

Matt si giró para observar a su compañero Alan, sabía que era la primera vez del mago en aquel lugar y quería corroborar si su primer impresión del mismo se correspondía con la que había tenido él en su primera visita al Ministerio. Y por la enmudecia expresión de asombro en el rostro del oriundo de Nueva Jersey, no era muy distinta.

 

El cielo de un brillante color azul actuaba como una especie de pantalla de anuncios, letras y símbolos dorados aparecían dibujados en él cambiando constantemente mientras anunciaban las noticias e informes de interés para la población británica. Pero uno no tenía mucho tiempo para dedicarle a la lectura en el techo, el Atrio era un caudal de magos y brujas constante y el riesgo de ser llevado por delante por un apresurado trabajador ministerial era muy elevado.

 

-Señor Bay, Señor Ironwood - una mujer de cabello cobrizo y ojos grises, impecablemente vestida aguardaba junto a ellos con las manos entrelazadas sobre el abdomen.

 

-Un gusto…. - comenzó diciendo el ojiazul mientra estiraba la diestra para estrechar la mano de la bruja.

 

-Señorita Miller - se apresuró a contestar la mujer mientras les sonreía con unos labios de intenso color rojo.

 

-Un placer - replicó Matt mientras se apartaba para que Alan pudiera saludar. La mujer les explicó que trabajaba para un tal Benjamin Whisper, hombre que se encargaba del canal de comunicación entre el Ministerio de Magia Británico y el MACUSA y que sería aquel sujeto el que los recibiría.

 

Mientras pasaban junto a la fuente dorada de "Los Hermanos Mágicos", Matt lamentaba el complicado trabajo que aquel hombre llevaba a cabo, como era bien sabido, las relaciones entre los gobiernos de ambos países no estaban en su mejor momento, pese a no estar confrontados abiertamente, tanto las acciones del Ministro Black como las del Presidente O'Brien demostraban que claramente tenían ideologías muy distintas sobre la situación actual del mundo. Por eso era también una sorpresa, que Whisper tuviera tiempo para recibir la visita de dos Agentes Especiales del FBI en un caso que poco tenía que ver con el juego diplomático.

 

Siguiendo a la señorita Miller, llegaron a la habitación contigua donde se encontraban los ascensores dorados que permitían movilizar a magos y brujas por todo el Ministerio, montaron a uno y tras diez movidos minutos llegaron a destino.

 

Cruzaron una elegante recepción, un igualmente elegante pasillo hasta desembocar en una aún más elegante oficina. - Pónganse cómodos, iré por el señor Whisper - les sonrió la mujer antes de dejarlos en aquella habitación.

 

Alan silbó como muestra de admiración por el lugar - ¿Donde están los paneles de yeso? ¿o el ventilador de techo que deja de funcionar cada dos por tres?... ¿Brandy? - el rubio se detuvo junto a una mesa baja de ebano entre dos enormes sofás.

 

-Extrañó el ir caminando hasta la recepción por el café de supermecado - sonrió el castaño mientras se acercaba hasta la mesa donde su amigo ya estaba sirviendo dos vasos con la bebida.

 

-Te tomas muy a pecho el pedido de la Señorita Miller - bromeó el castaño.

 

-Hay que aprovechar las ocasiones - replicó Bay mientras le tendía un vaso - ¡Por Inglaterra y el brandy del Señor Whisper! -

 

@@Rory Despard

 

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Lëna



Lugluk. Un solo nombre pronunciado, que en su interior resuena solo para traerle recuerdos de días aciagos. Lëna permanece inmóvil, sabe que quizá ha perdido la oportunidad de poder ahondar en esa escabrosa red, pero al menos ha confirmado para mal sus sospechas.

— Si tiene otra cosa que hacer, supongo que iré por otro vendedor.

A medida que se aleja, su mente está trabajando más y más rápido respecto a lo que conoce de Lugluk: Que había sido la mano derecha de Bladvak, hasta antes del episodio de su caída, y que era bastante más sanguinario que él (y eso era ya decir bastante). De todos modos, a tan solo un par de cuadras, consigue de otro hombre la tan ansiada fantasía patentada. No tiene mucho más por hacer, excepto pasar por unos dulces a una conocida pastelería en Diagon, y es esa circunstancia fortuita que termna cruzándose con el muchachito pelirrojo, que si mal no recuerda, se llama Rory Despard.

— ¡Hey! ¿Todo bien contigo?

Al minuto está arrepentida de haberlo preguntado, pues el hombre se lanza un monólogo interminable de conjeturas disparatadas respecto al panfleto sobre las fantasías. Lëna casi no puede creer, que habiendo estado involucrado antes en el asunto, rezuma tanta ingenuidad. Pero se lo lleva a su casa, mitad para tranquilizarlo y mitad para que le explique mejor, quien es ese misterioso investigador extranjero al que le ha escrito, y cuando tiene el panorama más completo, es que recién lo despide, con la promesa de ayudarlo en el tema, solo porque ella también tiene interés.

Es así que al par de días están nuevamente en Knocturn. Lëna le ha exigido que permanezca en silencio, que será ella quien haga los tratos, y que fingirán ser mejores amigos con ganas de lanzarse un viajecito más. Su objetivo, evidentemente, es volver a ubicar a la mujer del primer día, y sonríe cuando finalmente la encuentra, en la misma calle que la primera vez. Se acerca con una sonrisa en la cara, pero se obliga a mantenerla, cuando, a pesar de los intentos de disimularlo, un moretón resalta en su pómulo derecho.

— Me vine con un amigo esta vez. ¿Tienes la mercancía entonces?

Sus ojos están fijos en el golpe de cualquier manera. Una sutil presión que espera, pueda servir de algo.

@@Ellie Moody



Benjamin Whisper


— Si el brandy consigue hacerlos sentir más a gusto, habrá cumplido su objetivo.

No es la frase más usual para dar la bienvenida, pero el gesto en el rostro de Benjamin, cordial y relajado, invita a los recién llegados a sentirse en confianza. Por supuesto, él no deja en esos primeros segundos de intercambio visual, de observar al detalle a los comisionados de MACUSA: Jóvenes, bastante animados, e intuye, lo suficientemente diligentes como para que los enviasen a tratar ese asunto hasta Inglaterra.

Y eso está bien para él, porque lo último que desea en estos momentos es lidiar con gente est****a.

Espero que el viaje no haya sido muy accidentado. Me disculpo en primer lugar porque llegar de seguro todo ha sido más complicado que la última vez que estuvieron aquí— las polémicas entre el presidente de MACUSA y el primer ministro inglés a raiz de las controvertidas decisiones del segundo no son un tema que pueda comentarse abiertamente, no al menos para Benjamin pero cree que ellos entienden bastante bien a qué se está refiriendo— hay temas que están captando la atención de todos, pero como verán, el asunto que nos compete a nosotros es un tanto "menor".

Ben lo sabe. No ha seguido en vano la pista a esos mercachifles de los duendes las últimas semanas, como para no notar, que aquel negocio prospera con el beneplácito de mucha gente en los entornos más altos del poder. Lo cierto es que a él ni siquiera le molesta tanto el negocio, como el hecho de que sus congéneres magos no sepan medir el real alcance de ese tipo de mafias.

¿Pero que podía esperar de magos tan retrógrados como para defender a los magos con base a ideas que ya habían probado su fracaso en las figuras de Voldemort y Grindelwald?

Así que tiene mucha fe puesta en que esos tipos puedan ser diferentes.

— Bien. Leí el informe preliminar que nos alcanzaron, es bastante claro, pero un tanto disperso, así que si pudieran explicarme mejor de qué manera lo que llevan investigando puede conectarse con el problema que tenemos aquí, estaré sumamente agradecido.

Sirviéndose también brandy, tomó asiento frente a los dos jóvenes, y alzó su vaso ante ellos, antes de llevarse un primer sorbo a la garganta.

@@Syrius McGonagall Editado por Rory Despard

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Kaori M.



Entregó una bolsa con galeones a un miembro del Simposio. Había concluido con éxito una misión lo que significaba un pago, esta vez había sido en metálico. Suspiró mientras ponía un sello en el expediente y tras mover la varita lo hacía levitar en dirección a un archivero. Abrió una nueva carpeta, la había tenido sobre el escritorio durante semanas, no porque no le pareciera importante, tan solo no tenía a nadie disponible para pedirle que investigara. Sin embargo, esa misma tarde su asistente le informó esa tarde de una actualización del mismo.


—*****—soltó una palabrota al leer la última hoja y más aún al ver las fotografías. En ella se veía a una mujer joven, de no más de 16 años botando espuma por la comisura de los labios. Aun no estaba clara la causa de la muerte, pero decía en proceso, eso significaba que el cuerpo aun estaba en su poder y era analizado.


Apartó la mirada y continuó leyendo, nuevamente saltaba a la vista el nombre de Madame Zulema, que hasta donde sabían era quien se encargaba de la distribución. Frunció el entrecejo pensando a quien encargarle ese trabajo, que más que pertenecer a sus labores dentro del Simposio, involucraba a la Orden del Fénix, que eran quienes velaban por el bienestar de la comunidad, aunque a veces esa misma comunidad era quien se lo ponía difícil.


—Bien, ya que están de regreso...—susurró sacando una moneda antigua y la tocaba con la varita. Estaba citando a Goderic y Emily a las oficinas del simposio. Específicamente al área de laboratorios en donde podría obtener información del cadáver, aunque no le gustaba del todo la idea.


Lanzó un suspiró cerrando nuevamente el expediente y dio un largo suspiró, a veces odiaba ese trabajo. Ese tipo de casos eran los que menos le gustaba atender, pero tenía que hacerlo. Se puso en pie y antes de salir conjuró un hermoso patronus en forma de serpiente y lo envió a Ellie, consideraba que tenía que saber lo que estaba pasando. Tal vez luego, viendo que tan mal va el asunto de las Fantasías Patentadas, quizá incluso sería bueno que Graves lo supiera.

 

@@Ellie Moody

@@Emily Karkarov

@@Goderic Slithering

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Matt Ironwood.

 

Las palabras de Whisper sonaron a sus espaldas. Ambos magos se incorporaron para saludar al anfitrión de aquella reunión, Whisper era un mago en sus treinta de aspecto impecable, totalmente acorde con la elegancia de aquella habitación pero con un rostro cordial y sonriente, aspecto que el castaño no pensaba encontrar en un empleado ministerial que trabajaba en relaciones diplomáticas dada la situación actual.


Después de las frases clásicas de rigor, el grupo de magos se puso a discutir la situación que los atañía. Benjamin les mostró la copia del informe que la Oficina Central del FBI en New York le envió al Ministerio de Magia británico, en Honolulu ellos habían recibido la misma. En aquel informe de más de treinta páginas de pergamino y tinta especial que no permitía la duplicación ilegal del mismo, se inventariaron con lujo de detalles todos los casos de utilización de la droga "Fantasía" en los Estados Unidos, las afectaciones que sufrieron sus usuarios que iban desde simples desvaríos mentales hasta casos extremos donde los consumidores tuvieron que pasar semanas al cuidado de sanadores para evitar su muerte.


Y por supuesto, las redes y agrupaciones que se sabían que traficaban con la drogas a lo largo del país.


-Con respecto al informe que el MACUSA les envió, nosotros también lo hemos recibido - comenzó diciendo Matt - Y estamos al tanto de los avances en cuanto a la investigación a lo largo del país, pero nosotros venimos en representación del Estado de Hawaii, no es el estado en cuanto a números, más afectado del país pero si fue el primero -


-Y podemos hablarle con lujo de detalles, de los métodos que nuestra oficina a utilizado en la investigación y lucha contra esta problemática - el ojiazul tenía claro de que la droga venía de afuera, de Europa, los primeros casos a nivel mundial sucedieron en aquel continente y las pistas sobre su origen conducían hasta la ciudad en la que se encontraba precisamente en aquel momento, Londres. Debían aprovechar aquella oportunidad al máximo para extraer toda la información posible, porque seguramente sus contrapartes británicos tenían entre sus manos una investigación mucho más avanzada.


-Mi compañero y yo, fuimos delegados por nuestra oficina para esta investigación - Alan a su lado tomó la palabra, por lo cual el Ironwood aprovechó para dar un nuevo sorbo a su vaso de brandy y dejar que su amigo continuara con la conversación.


-Hemos realizado dieciocho redadas a lo largo del estado, tenemos nueve detenidos y muy pocas pistas - se obligó a reconocer frente a su interlocutor, su compañero. Aquel aspecto era el que más molestaba a Matt sobre todo el asunto, la falta de pistas, de un camino que los condujera fuera del laberinto en el que se encontraba todo el FBI sumergido desde que se inició la investigación.


-Más del setenta por ciento de los casos en el estado están relacionados con un cartel samoano, muy conocido en el tráfico de sustancia ilegales, criaturas mágicas e incluso personas y por lo que sabemos ha tenido varias operaciones aquí… en Europa, lo que nos hace pensar que la droga es exportada desde aquí - a su lado Alan guardó silencio y Matt observó a Benjamin ¿Compartiria algun dato de interés con ellos? El MACUSA había sido muy abierto en cuanto a la información que le brindo al Ministerio Inglés, pero hasta aquella reunión el gobierno británico se comportó muy hermético en cuanto a sus propias investigaciones. El ojiazul no creía que los hubiera citado hasta el otro lado del mundo para recibir información racionada, esperaba una investigación en conjunto sin secretos ni recelo.

 

 

@@Rory Despard

 

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Los árboles se mecen al ritmo del viento que no es ni muy fuerte ni muy tranquilo sino que mantenía una fuerza acogedora y equilibrada. Lleva a su boca sus dedos en forma de “O”, logrando que el aire expulsado generase resonancia produciendo un sonido agudo, firme y prolongado. Observa el cielo esperando que las criaturas acudan a su llamado, entrecierra los ojos para poder mitigar los cálidos rayos de sol.

Levanta uno de sus brazos al escuchar el sonido del aleteo de dos aves majestuosas. La hembra se posa en su antebrazo para recibir uno de sus alimentos para luego de un gesto del mago, ir a descansar sobre una rama de un árbol cercano. El segundo fénix, se posa en su hombro izquierdo completando la misma rutina antes de dirigirse a otra rama. Ambas criaturas miran expectantes la próxima orden del mago.

En el momento que Goderic obtuvo el grimorio de Gryffindor, había comenzado a entrenar a las criaturas que poseía para que fuera de apoyo en sus misiones. Siempre había presentado afinidad con las criaturas mágicas y no las veía como herramientas desechables, sino como sus compañeras de aventuras y, como tales, debían estar preparadas para comprender las circunstancias y, por ejemplo, saber si debían huir o no sin necesidad de la orden de su amo.

En la actualidad el mago se encuentra entrenando a dos fénix: Clove, un fénix hembra propiedad de Emily y, por otro lado, Norman el fénix de James. Hace mucho tiempo que el mago había entrenado a su propio fénix. Sin embargo, Goderic había decidido que ya era hora para que ambos magos tuviesen sus propios fénix entrenados para que lo acompañaran a sus aventuras y dejasen de pedirle prestado el suyo.

El mensaje de Kaori interrumpe los planes de continuar el entrenamiento de aquellas criaturas. Realiza el ritual típico antes de ir a una misión: se coloca en sus dedos los anillos obtenido de los Uzzas, coloca colgando en su cinturón su monedero de piel de Moke y se coloca una capa encima. Girando sobre su propio eje desaparece rumbo al laboratorio al cual había citado.

¡Qué agradable olor!— exclama al entrar en la habitación.

No era la primera vez, ni sería la última, que el mago se encontraba con un cadáver por lo que no se exaltó «Será una misión interesante al parecer»

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—Ahora debes revolver cuatro veces en el sentido de las agujas del reloj, despacio, de forma que los ingredientes se mezclen completamente y agitas la varita mágica— dijo Emily mientras miraba por encima del hombro de Lily el caldero frente a ella.

 

Habían pasado buena parte del día anterior recorriendo el Callejón Diagón y buscando entre las reservas de su tío para preparar una que otra poción que pudiera ser útil, llegando a la conclusión de que cuando tuviera algún ingreso en galeones debía comprar más calderos de mejor calidad

 

—¿Y luego? —le preguntó su prima adolescente, que no despegó los ojos de la mezcla.

 

—Luego esperamos por el tiempo que dice el libro —contestó Emily, abriendo el ejemplar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que preparó una poción multijugos y consideraba importante tener una pequeña reserva —. Asegúrate de tener los ingredientes restantes a la mano y...

 

Pero no logró culminar la frase. Kaori, la líder del simposio de ladrones, requería su presencia. No daba muchos detalles en su mensaje, lo cual generó una mezcla entre preocupación y emoción en Emily, pues las misiones en los ladrones podían ser o muy fáciles o muy demandantes. Dejó el libro que tenía en las manos sobre la mesa y buscó su bolso con el encantamiento de extensión indetectable.

 

—¿...y? —preguntó Lily, ya sabiendo la respuesta.

 

—Y ahora vas a tener que hacerlo sola, confío en ti —dijo, saliendo a la puerta para poder desaparecerse —los ingredientes no son baratos.

 

Girando sobre su propio eje, su siguiente escenario era el laboratorio. El olor rápidamente inundó su nariz, haciéndole ver que la misión era de esas muy demandantes. Un montón de preguntas inundaron sus pensamientos, pero se contuvo. Kaori sabría que detalles darles.

 

—Parece que tenemos trabajo —comentó, haciendo saber que estaba lista para lo que fuera.

 

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Madame Zulema

 

Una muchacha de cabellos oscuros. Eso había sido su caída.

 

Zul no está segura de saber lo que ocurre en realidad. Al inicio todo había sido fácil: reírse un poco con los distribuidores, sentirse feliz por alguno si no aparecía más porque significaba un ascenso, pensar en el dinero que la libraría de deudas. A veces las transacciones eran rápidas, otras le traían réditos inesperados y unas pocas resultaban satisfactorias porque le permitían burlarse de los ricos y poderosos. Esa gente que no sabe lo que sucede para que el encantamiento dentro de esos dulces redondos llegue a sus manos.

 

El problema había sido que resultó demasiado buena en ello. La habían destacado y con más oro, también vinieron otras responsabilidades. Ya no se sentía feliz por esos pequeños distribuidores que dejaban de serlo: un ascenso podía significar subir en la escalera o la muerte y el propio ascenso podía llevarte también a situaciones inverosímiles y peligrosas. Como ella, haciendo de blanco para Bladvak en su fiesta de cumpleaños hacía más de un mes o Gregory, que había tenido que transfigurar su propio cuerpo para averiguar acerca de las drogas de mala calidad que había estado fabricando la competencia y que habían llamado la atención de las autoridades. Algo en todo ese proceso había salido mal y decían que Gregory vomitaba sangre y que a veces decía tonterías. Se habían deshecho de él por temor a que hablara con gente equivocada. Decían que era porque no contaban con algún animago no registrado y por eso también se habían fabricado las balas. Era una forma rápida de solucionar el problema, además de deshacerse de potenciales enemigos. En el corto tiempo que había pasado desde ese cumpleaños, se decía que las balas ya habían sido calibradas para humanos y también para otro tipo de criaturas. De los demás "proyectos" Zul no estaba enterada. Eran proyectos caros que desde luego, no estaban destinados para deshacerse de "trabajadores" defectuosos. Eso no era más que las últimas pruebas de algo que no alcanzaba a entender.

 

Zul también había oído otro tipo (y en realidad toda clase) de rumores. Por ejemplo, decían que Bladvak estaba deseoso de deshacerse de la competencia para no atraer más atención a sí mismos pero que debido a la "basura" de mala calidad que habían distribuido había alcanzado niveles problemáticos ya no podía hacerlo tan libremente. También decían que había acogido huérfanos de la guerra; para qué, Zul no quería ni saber. Todo eso estaba vinculado de alguna forma con los "despojos" que estaba dejando la guerra y también con el gobierno pero Zul no entendía cómo ni por qué.

 

Así que se había acostumbrado a sus nuevas ocupaciones y estaba a punto de cubrir la deuda. Una vez lo hiciera, estaba decidida a desaparecer. Antes, claro, que ellos la desaparecieran primero, por eso era una carrera contra el tiempo. Por eso, quizá, es que todo se desmoronó la noche antes del gran anuncio. En las zonas bajas se había construido un patíbulo durante la noche, actividad que los aurores ni tampoco el escuadrón para la aplicación de la Ley Mágica habían alcanzado a detectar. El patíbulo estaba fijado con magia desconocida y no se podía quitar. De todas formas las autoridades siempre llegaban a esas zonas tarde. Zul no llegó a saber de ese último suceso, porque para entonces ya no estaba...

 

Debajo del cuerpo irreconocible y colgado de una cuerda, había un mensaje corto y efectivo:

 

 

BOL no perdona a los traidores

Zul, mientras tanto, había creído morir. Despertó cómodamente arropada en una habitación desconocida y sin ventanas con un dolor de cabeza terrible y un corte en la frente. Un hombre de porte aristocrático, con capa gruesa y aire de perpetuo desdén le había dicho que tenía que quedarse allí por un tiempo. Que, para todos los registros, estaba muerta pero que si le era útil, viviría. Así que Zul se había convertido así -y sin intenciones de serlo- en la única informante (de momento) con que contaba el Ministerio de Magia, supervisada de cerca por Benjamin Whisper pero eso ella no lo sabía y no estaba atenta a eso de todas formas. Ni siquiera había abierto la boca, más que para comer. El resto del tiempo lo pasaba en una esquina, rehusando tomar una ducha e intentando figurarse la forma de escapar sin ser sometida a tortura. Estaba segura de que algo malo iba a sucederle y era imposible que el gobierno se hiciese cargo de los duendes. Si no moría en esa celda, moriría apenas pusiera un pie fuera, lo sabía, no quería ni imaginar si quiera el precio que los duendes pondrían para su cabeza.

 

No sabía que todo el mundo creía que el cuerpo en el patíbulo en el suyo. Lo único distinguible en esos rasgos era un viejo cardenal en el pómulo derecho.

 

Por alguna razón, encerrada como estaba, no hacía más que pensar en Gregory ¿qué le había sucedido al final a Gregory? Estaba muerto ¿o estaría encerrado como ella, en alguna parte?

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Benjamin Whisper

Benjamin no perdía pista de lo que iban diciendo los investigadores. La máxima reacción que se permitió fue alzar levemente las cejas al escuchar el número de redadas que se habían llevado a cabo y el número de detenidos, mucho mayor que lo que ellos tenían a la fecha, por culpa del magro presupuesto asignado para la labor.

 

Reconozco que, es un esfuerzo mayúsculo el que han realizado ¡18 redadas! — tomó otro trago de brandy, antes de tender hacia ambos sendas carpetas iguales con la información del caso— el antecedente más antiguo que poseemos está relacionado a un caso en el departamento de transportes hace unos años. Detuvimos a Bladvak, un duende cabeza de un cartel de mafia en el este de Londres, que brindó cuantiosa información acerca de cómo robaban coches muggles para luego adaptar ciertas partes con magia y lucrar con apuestas en piques ilegales. Evidentemente, todo lo que se consumía en estos eventos era cualquier cosa menos legal, e incluía tanto el consumo de estupefacientes, como la trata de personas y el comercio de mercancía adulterada.

 

Aunque todo el suceso se había desarrollado en los tiempos en que Benjamin permanecía en Estados Unidos, la encargada del caso por aquel entonces, Bel Evans McGonagall, había dejado cuantiosa y minuciosa información respecto a las redes, tanto así que representaban más de la mitad del contenido del folder que acababa de tenderles a los visitantes.

 

Como ven, nadie de los que vieron el caso en ese entonces, permanece en el ministerio hoy en día. Bladvak fue dado por muerto, oficialmente se encontró un cuerpo con sus características mutilado y podrido a las orillas del Támesis, pero son crecientes los reportes que recibimos de que el duende sigue vivo, y que de alguna forma, burló a las autoridades simulando haber sido asesinado.

 

Era el momento para hablar de lo que componía casi "La otra mitad" del informe, que iba justo en la línea de lo que el mago había mencionado sobre indagar acerca de los proveedores de aquella poderosa droga.

 

Al asumir el caso y revisar el expediente, comprobé que tenía una tarea enorme por delante. Porque no teníamos pistas, la evidencia no era más que circunstancial, y tampoco había testigos. Pero lo hecho por Bladvak me dio una idea que pueden ver plasmada en la página 68— había una inocultable nota de orgullo en su voz, aun cuando la imagen que se apreciaba allí era un cuerpo colgado de forma grotesca con el simple mensaje de "BOL no perdona a los traidores"— son tiempos aciagos, así que quizá les parezcan cuestionables mis métodos, pero a mi favor diré que solo de esa manera conseguí hacerme con una testigo, una pieza reemplazable para ellos, pero útil para nosotros y que quisiera que conozcan, para decidir juntos, la mejor manera en que puede ayudarnos a llegar a las cabezas de esta red.

 

Les indicó entonces que saliesen de la oficina, y los condujo por un largo corredor, que desembocaba en otro ascensor, distinto al que les había hecho llegar hasta ese piso. A diferencia del general, que poseía un botón para llamar, este únicamente tenía un teclado para introducir la clave de acceso. Ben tecleó rápidamente la suya, y ya en el interior del ascensor, sus largos dedos volvieron a teclear una nueva clave para acceder a la mazmorra donde la mujer se encontraba.

 

El aspecto de ella era más que deplorable. La comida que le habían dejado en la mañana continuaba, intacta, a un lado suyo, aun cuando estaba casi en los huesos, lo que hacía que la cicatriz enorme que cruzaba su frente resaltase todavía más.

 

No se preocupen, observen y pregunten cuanto deseen, es bastante colaboradora— soltó Benjamin, todavía imperturbable ante el espectáculo que tenían delante— las paredes son traslúcidas de nuestro lado, pero opacas del lado de ella, así que no puede ver nuestros rostros, aunque sí escucharnos— de repente consideró necesario hacer una precisión sobre la mujer, que no dejase espacio para la conmiseración hacia ella— Tampoco sientan pena de su situación, pues déjenme decirles que Madam Zulema es la presunta responsable de medio centenar de muertes en los últimos dos meses en el país. Muchachitos muertos por sobredosis de la porquería que solía venderles.

 

@ @@Syrius McGonagall

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Clementine Black

 

«Considérelo un favor, chiquilla —su voz era un susurro áspero y duro. La voz que traducía las palabras en duendigonza era, por el contrario, trémula. Pero lo que permanece en los recuerdos de Clem es lo que le pareció un idioma terrible, al cual asoció el dolor en su abdomen y el sabor a sangre en su boca. Respirar, toser, escuchar... no había nada que no le produjera dolor. Sin embargo, el peor dolor de todos es el vacío en sus bolsillos. Observa resplandecer las monedas de oro bajo la pálida luz de la luna y las estrellas—, por distribuir mi mercancía sin derecho a comisión. No quiero volver a saber de ti. ¿Está claro?». Otra patada, de una bota con punta metálica, le arranca un grito agudo que hace reír a Lugluk. El recuerdo de su risa áspera, de su hedor a tabaco y whisky de fuego, todavía le provoca náuseas. Aún bajo la luz del sol de la mañana y la compañía de los transeúntes del Callejón Knockturn, se lleva una mano al abdomen. Todavía le duelen las costillas, así como su pómulo derecho.

 

No está trabajando. Fue arrojada en su callejón durante la madrugada y allí ha permanecido los últimos días, sin saber qué hacer. Durante todo ese tiempo, ha sentido la mirada y la presencia de Jesse: la vigila desde los techos, desde la calle frontal, desde sus sueños. A veces se planta junto a ella, sin decir una palabra, sin ofrecerle un sorbo de agua ni un mordisco de pan, aunque observa su deterioro día a día. Clem sabe que no tiene otra opción. No tiene un lugar al cual ir donde no vaya a causar problemas, no tiene nada que hacer para sobrevivir que no la vaya a matar. Pero, quedarse sin hacer nada es morir. ¿Qué prefiere? ¿Morir lentamente, despertando la lástima —mas no la simpatía—, de quiénes pasan frente a ella...? ¿O seguir? En el fondo, sabía que ese momento llegaría y lo aceptó. Aún así, siguió, durante años.

 

«A veces se gana, a veces se pierde».

 

«Pero si te rindes, ni siquiera tienes la opción de ganar».

 

Clementine observa el ladrillo flojo. El escondite de emergencia. Allí no hay oro, pero todavía le queda esperanza.

 

Está echada en la callejuela, masticando un par de hojas de díctamo que arrancó de una herbolaria cercana, cuando vuelve a ver a la bruja de hace unos días. Quiere enojarse, pues se siente traicionada, pero no tiene fuerzas... y no la culpa. Escuchar el nombre de un duende, especialmente uno tan "famoso", no es precisamente algo muy cálido. Además, ni siquiera se conocen, no tiene ninguna deuda con ella. Allí, todos buscan la forma de sobrevivir por el mayor tiempo posible.

 

—Me vine con un amigo esta vez. ¿Tienes la mercancía entonces?

 

Ni siquiera le echa un vistazo al mago. No le importa y no quiere saberlo. Lo único que necesita es su oro. La idea de regresar a casa y llenar la alacena, de comprar las pociones para la abuela, de ofrecerle una merienda a sus hermanos. Aquella vaga esperanza es más que suficiente y ni siquiera la mirada de Jesse puede detenerla.

 

—Es lo único que tengo —Clem golpea el ladrillo con su varita mágica, haciéndolo estallar. Ya no tiene importancia. Entonces toma un humilde monedero de piel de moke y saca de él un único caramelo. Su última esperanza—. Toma y déjame en paz.

 

Aún viendo a Jesse acercarse a través de las personas, las monedas de Lëna la hacen sonreír. A veces se gana y a veces se pierde... Por lo menos, tuvo un papel activo en su destino. Éso jamás podrán quitárselo. La bruja y el mago se retiran, Clementine no sabe si es sólo porque ya saciaron su necesidad o porque saben que el peligro se acerca. No tiene importancia, tampoco.

 

—¿De verdad? ¿Por un mísero caramelo? —susurra Clem, cuando la sombra de Jessie la cubre por completo.

 

—Te lo advertí. No hay perdón para los traidores.

 

Su mano derecha encierra con fuerza las monedas, deseando poder llevárselas a donde sea que vaya a parar. Aunque en la noche estarán desparramadas bajo ella, en el suelo frío, resplandeciendo bajo la luz de la luna y las estrellas.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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