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Libro del Equilibrio


Asenath
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El equilibrio era algo que Asenath había tenido que aprender a tener a lo largo de toda su vida. Desde que había nacido, las pruebas habían sido un desfile de responsabilidades para ella y su familia y para todos los que pertenecían a su pueblo. Pero esas pruebas la habían hecho quien era hoy en día: una mujer fuerte, poderosa, diestra en la batalla, sanguinaria si se lo precisaba pero, por sobre todas las cosas, una mujer equilibrada y era algo que la enorgullecía.

 

A veces miraba a los discípulos de otros Uzza practicar, mover la varita como si no fuera más que un simple pedazo de madera y pensaba en todos los magos, como ella, que alguna vez habían esgrimido su arma de aquella manera tan burda y falta de gracia pero, sobre todo, falta de conocimiento y destreza duelística. Se había entrenado duro para poder llegar a donde estaba y quería que sus alumnos también lo vieran pero en ellos mismos, esa fortaleza que bien serían capaces de poseer para alcanzar lo que se propusieran. No sin antes tener que sufrir un poco por ello, claro estaba.

 

La guerrera les había enviado notas gemelas a sus dos alumnos, invitándolos esta vez no ha la arena de combate de Uagadou que les habían cedido para su clases, o al Osasis en el desierto en el que había dado sus últimas dos clases, sino a las montañas nubosas donde se encontraba oculto Mahoutokoro, la escuela de magia de Japón. Sabía que allí estaban los Arcanos, por años enemistados con los Uzza, pero de todos modos quería que sus alumnos tuvieran la experiencia de combatir en uno de los lugares más hermosos que conocía y, además, cuna de artes marciales milenarias que poseían tanta fortaleza y espíritu como las magias que se enseñaban en los libros de los Uzza.

 

Era una zona de claro bosque en la montaña nubosa, donde la niebla los cubriría de la vista no sólo del resto sino, por momentos, de su contrincante. Aunque en primera instancia quería que ellos aprendiesen la teoría de cada hechizo que iban a utilizar, cuando llegase el momento del combate, la arena que había elegido iba a ser un verdadero desafío para sus pupilos.

 

@@Adrian Wild

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Editado por Niko Uzumaki
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El mago obviamente buscaba revancha y dios sabe que el mago en efecto buscaba revancha, era un error... un simple error que le habia arruinado todo el trabajo realizado... el haber despertado en ese sitio con la noticia de su fracaso habia sido lo mas frustrante que le habia pasado en su estadía en esas tierras lejanas, es por eso que en busca de revancha se había inscrito nuevamente a la clase, pero ahora el panorama habia cambiado completamente.

 

--Es hermoso... espero no sea ninguna ilusión...--

 

Era bueno salir del desierto para varias, pero a decir verdad no esperaba que en esa ocasión fueran las montañas nubosas según había leído en la biblioteca de hogwarts por ahí cerca se encontraba oculto Mahoutokoro, la escuela de magia de Japón. El cual decia que ese era uno de los lugares más hermosos que se conocía en el mundo y, además, cuna de artes marciales milenarias que poseían tanta fortaleza y espíritu así como disciplina y compromiso.
--El oxigeno es algo escaso aquí... pero al fin llegue...
El mago siguió su recorrido hasta llegar a la zona de claro bosque en la montaña nubosa, donde la niebla lo comenzaba a cubrir todo, por lo que suspirando comenzó a irse lentamente... sacando la varita en su mano... y su -- Anillo Detector de Enemigos-- comenzó a adentrarse en el bosque buscando a la que seria su maestra...
--HOLA!!, Soy Dick Grayson... vengo a la clase del libro...--

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- Oh.

 

Jamás había estado en aquella isla. Hasta donde sabía, los magos y brujas británicos apenas acudían ahí para aprender las enseñanzas de los Arcanos, habilidades que algún día intentaría desarrollar. No sabía hasta que punto me estaba perdiendo un lugar tan bello y con unas energías tan amables y sinceras. No podría haber imaginado un lugar mejor para llevar a cabo las enseñanzas del Libro del Equilibrio. El verdor de la vegetación que cubría el relieve volcánico, las exóticas flores y los suaves colores que de ellas manaban, incitaban a la meditación profunda, a un largo paseo de sensaciones en el que, sin pensarlo, me aventuré.

 

Caminé durante unas horas, habiéndome anticipado con tiempo suficiente a la cita marcada por la Guerrera Uzza que iba a ayudarme en el vínculo con el libro. Era la primera vez que iba a conocer personalmente a un Guerrero Uzza y que me iba a poner en sus manos como discípulo. No estaba especialmente nervioso, pero sí alerta, cierta emoción que intenté sosegar. El paseo me ayudó, permitió que desfogara el exceso de energía jugando con el entorno, entre los árboles y consiguió que adquiriera un estado mental abierto, relajado y dispuesto. No era la primera vez que intentaba vincularme al libro, así que adelanté algo de trabajo, predisponiendo cuerpo y mente al equilibrio.

 

Había elegido unos pantalones y una camiseta grisáceos oscuros, ceñidos al cuerpo, cubiertos por un cárdigan abierto que me llegaba hasta las rodillas, ondeando a mi paso, verde oscuro. Había previsto el terreno irregular al que me enfrentaría así que me había calzado con unas botas minimalistas color tierra mojada que permitieran sentir el contacto con el suelo y la completa articulación de los pies. Llevaba al cuello, colgados de un cordón chocolate, todos los amuletos que poseía y en mis dedos los anillos adquiridos por todos los libros que poseía, conscientemente colocados en dedos asociados a cada uno para un rápido uso e identificación de los mismos. A mi cintura enganchado el monedero de piel de Moke y en el fino y discreto bolsillo lateral de mi pantalón, creado para ese fin, se alojaba mi varita, Dror. Sí, iba preparado. Como he advertido, no era la primera vez.

 

A medida que subía por las montañas, la altitud reveló una niebla que se iba espesando a mi alrededor. Apresuré el paso para no llegar tarde al encuentro con la Guerrera Uzza y en cuestión de minutos los terrenos de la escuela de magia japonesa se extendieron ante mis ojos. Tardé algo más de lo esperado en encontrar un acceso, pero llegué al punto exacto donde me había citado a la par que otro joven, bastante musculado, al que nunca había conocido.

 

Estábamos en un claro del bosque, dentro de los límites de la escuela, cercada por una muralla camuflada entre la vegetación (aparte de todos los hechizos anti-muggles y de protección con los que seguramente contaba). Casi no se podía distinguir dónde estaban esos límites, pues desde una perspectiva más alejada de la isla, uno no podría ver más que un increíble edificio de blancos destellos rodeado de naturaleza, aparentemente salvaje aunque perfilada. En aquel claro, esperaba ella, la imponente y calmada Guerrera Asenath. Sólo pude contemplar sus intensos ojos grises mientras el que iba a ser mi compañero se presentaba. Lejos de asustarme o tensarme, mi calma se extendió más allá de los poros de mi piel. Estaba tranquilo y sentía, en mucho tiempo, paz.

 

- Adrian Wild --dije inmediatamente detrás de él--. Preparado y dispuesto.

 

Casi reverencié a la mujer, pero me contuve. No conocía los códigos de aquel pueblo y no quería realizar ningún gesto equivocado. Tampoco había tiempo que perder; era cuestión de minutos tener que mancharnos las manos en las vicisitudes del libro.

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Asenath se encontraba sentada con las piernas cruzadas sobre el pasto verde que permanecía húmedo debido a las nubes bajas que solía haber en la montaña. La humedad era agradable un rato, pero para ella que había crecido y entrenado en un lugar seco y caliente como el desierto, debía mantenerse en movimiento para no sentir que sus pies se entumecían. Por supuesto, cuando comenzara realmente el entrenamiento con las varitas su sangre comenzaría a calentarse y no necesitaría desviar el calor a sus extremidades de forma consciente, ya que manejar el propio flujo de sangre por tanto tiempo lograba tornarse agotador.

 

Una voz rompió la paz y tranquilidad que había estado experimentando en tan bello lugar y tuvo que levantar la vista al ver acercarse a los alumnos. Dick Grayson se presentó el primero y Adrian Wild el segundo. Desde luego ella conocía los nombres pero ahora tenía rostros a los cuáles ponérselos. Su cabello negro trenzado que rozaba el pasto crecido estaba húmedo en la punta y cuando se levantó para encarar a los dos alumnos notó que éste le mojaba la parte baja de la espalda de una forma que le hizo sentir calosfríos, más no se movió para demostrar emoción alguna. Sus ojos escudriñaron a los dos jóvenes delante y decidió que les daría una oportunidad, pequeña y agotadora, de demostrarle que podían con aquello.

 

-Bienvenidos. Mi nombre es Asenath y seré quien los instruya en las magias del Libro del Equilibrio- pasó al vista de uno a otro y notó que ambos habían llevado sus anillos y amuletos. Bien, al menos estaban preparados. Quizá sus colegas Uzza habían hecho demasiada mella en esos chicos ya-. Comenzaremos estudiando los hechizos sin agitar nuestras varitas, para comprender mejor cómo es su funcionamiento y, si tienen alguna duda les pido que me la digan, porque cuando llegue el momento de la batalla no estaré allí para ayudarles sino para poner en práctica lo que se aprenda aquí y ahora- hizo una pausa-. Dick, quiero que me digas qué son y para qué sirven el Anillo Antiveneno y los Pétalos de Pensamiento. Adrian, a tí te toca decirme qué son y para qué sirven las Semillas de Hielo y el Amuleto de Resurrección. Luego pasaremos a algo más entretenido que la teoría- sonrió pero no de forma divertida, sino más bien con autosuficiencia. Una sonrisa que seguro helaba la sangre de sus adversarios.

 

@ @@Adrian Wild

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La Guerrera Uzza se puso en pie, mirándonos sucesivamente, impasible. ¿Era yo o parecía que todos sus movimientos eran medidos con extremada precisión? Transmitía calma y podría decirse que no implicaba en sus movimientos ningún músculo de más, sólo aquellos indispensables. Era como si hubiera aprendido el gran arte de la economía de movimientos con gran minucia y todo gesto, todo tambaleo, toda respiración, fueran completamente orgánicos y estuvieran exentos de boluptuosidades. Quizá toda aquella impresión recibida era causa del entorno en el que nos encontrábamos. ¿Tendrían algún efecto alucinógeno o relajante las esporas que emanaban de aquellos árboles?

 

Asenath habló. Definitivamente, aquella voz correspondía a alguien en cuya sabiduría residían artes y habilidades que todavía se me escapaban. Tal vez no fuera todo cuestión de las especiales fuerzas mágicas que emanaban del lugar donde nos hallábamos. Por lo pronto nos pedía conservar nuestras varitas a buen recaudo, para simplemente contestarle sobre lo que conocíamos acerca de los poderes que otorgaba el libro. Específicamente, me encomendaba a mí explicar mis conocimientos sobre las Semillas de Hielo y el Amuleto de Resurrección, ambas cosas colgadas de mi cuello. Aquel primer tramo de la lección iba a ser fácil. Desde mi último intento de vinculación, había revisado varias veces el libro y sus poderes, intentando familiarizarme mejor con ellos, y la noche anterior había hecho la última revisión, interiorizando bien cada concepto. Tras la sonrisa que dedicó al aire la mujer, ante la que intenté no perturbarme, miré a mi compañero, para indicarle con un simple gesto que, si no le importaba, procedería con mi explicación.

 

- Las Semillas de Hielo, que aquí traigo --mostré el cristalino frasquito que las contenía, sujetándolo entre el pulgar y el dedo índice de mi mano izquierda. Conocía la naturaleza siempre desafiante de aquellas clases, por lo que quería tener la mano derecha libre para poder agarrar a Dror en cualquier momento--, tienen la capacidad de convertir en hielo cualquier superficie alrededor del mago o bruja que las emplee. Lanzadas mediante el hechizo y a través de la varita, también posibilitan congelar una criatura. Hay que ser cuidadoso en su uso, pues se agotan, pero la maravilla de este sortilegio --dije en referencia al frasco en el que venían-- es que permite que se regeneren con el tiempo.

 

Solté el frasco dejando que cayera sobre mi pecho de nuevo, no sin antes observar los destellos que emanaban de la arena plateada de su interior. Tintineó al chocar con el colgante del Amuleto de la Resurrección, que se dejaba ver por encima del Amuleto Volador. Un temor irracional que no supe bien de dónde venía me hizo esconder todo lo que llevaba colgado por dentro de mi camiseta impulsivamente.

 

- El Amuleto de Resurrección te permite volver a la vida en caso de ser portado en el momento de la muerte --Carraspeé. Aquello sí que era gracioso y, cuanto menos, curioso, para un vampiro. Llevaba años intentando comprender mi propia naturaleza, el hecho de estar vivo, sin estarlo y poder morir por ello, pero todavía debía consultar muchos tomos y grimorios acerca de los misterios de mi raza--. Usarlo consume al completo su energía, que del mismo modo, será recargada una vez la luna haya completado todo un ciclo desde el momento en el que se use.

 

Callé. No creía que debiera decir nada más, aunque había algo que me rondaba la cabeza desde que había revisado los poderes del Libro del Equilibrio la noche anterior. Sin embargo, esperé pacientemente a que Dick formulara su explicación y, una vez hubo terminado, decidí que era el momento apropiado para plantear mi duda.

 

- Maestra... --Confiaba en que no fuera irrespetuoso usar aquel calificativo--. Tengo una duda respecto al Anillo antiveneno. --Hice una pausa, esperando algún gesto que me permitiese continuar. Una vez recibido, planteé la pregunta--. ¿Sirve para cualquier tipo de veneno, sea líquido o gaseoso? Porque, en ese caso, el maleficio de Cinaede no surtiría efecto en caso de portarlo, ¿o no son antagónicos?

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Un segundo mago apareció al lado de el... Por sus comentarios parecía estar por el mismo motivo que el, así que sin decir mas el mago sencillamente sonrió mientras guardaba su varita por lo bajo y estrechando su mano inmediatamente vio como una mujer de considerable belleza se paraba enfrente de ellos... Cosa que puso nervioso al mago... Era su primera mujer maestra y eso era algo bastante preocupante... Fue entonces que sin perder el tiempo la maestra les había dado la primera misión... Era una pequeña prueba de conocimiento... Dos hechizos... Dos objetos para cada quien... El primero en responder había Sido el chico que había llegado se notaba un gran conocimiento en el tema... Por lo que guardó silencio espero a que se terminará...

 

--El anillo antiveneno... Tiene unas leves aleaciones de platinum los cuales son unos excelentes conductores de magia... No pesa más de 30gr debido a la piedra verde que traía en el centro, jade tal vez?... Sus principales cualidades son el volver al mago inmune ante ciertos venenos, los más comunes... Por desgracia es inútil ante venenos más fuerte como el de basilisco--

 

Decía el mago guardando un poco de silencio mientras admiraba su anillo, por lo cual sonriendo sin más saco de uno de sus bolsillos del chaleco un segundo frasco, los cuales tenían una pequeñas flores blancas algo raras... Pero bastante peligrosas...

 

Estos pequeños pétalos no son fáciles de encontrar debido a que sus flores son usados para la elaboración de perfumes caros y de buen gusto para la gente de la clase alta... Aunque en grandes focos tambien que pueden ser venenosos y los sometes a ah altas temperaturasdependiendo del concentrado pueden ser alucinógenos y en algunos casos dominar la mente... Esto por supuesto no sería eterno ya que los efectos del veneno seguirían y terminarían matando al afectado...--

 

Decía con una mueca en el rostro dónde admirando aquellas flores un segundo más, el mago escucho la duda que tenía el chico y mirando asombrado miro de reojo a su maestra para ver su respuesta por lo que esperando unos segundo él también volvió a levantar la mano...

 

-- si si... Yo también tengo una duda... El hechizó Cinaede tiene alguna debilidad? Es decir se puede evitar sin usar el anappeo? O si el mago lo usa contra uno es casi una muerte segura?--

 

Decía el mago recordando la manera en que había Sido derrotado la vez anterior y haciendo una mueca volvió a dirigir la mirada hacia su maestra ultra sexy...

 

--Si yo congelo por ejemplo el brazo de mi enemigo con. Las semillas del hielo, y rompo ese hielo mi enemigo también pierde el brazo? Mínimo queda inutilizado?--

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Escuché atento a las preguntas que también planteó mi compañero. Aquello me alivió un poco; siempre era bueno no ser el único que parecía participativo y más cuando se trataba de resolver dudas, pues los otros muchas veces planteaban cuestiones que a uno no se le habían ocurrido. Y así fue. Tanto su primera conjetura sobre el hechizo Cinaede como la segunda, sobre las Semillas de Hielo, me causaron la misma intriga. Aunque aquella segunda me sorprendió.

 

Aproveché el silencio de la maestra para intentar recordar bien todo lo leído la noche anterior sobre las Semillas de Hielo. Dick planteaba el ejemplo de congelar un brazo "del enemigo", que no de ninguna criatura, pero hasta donde yo había entendido, aquel hechizo no se podía usar directamente en seres humanos, ¿o sí?

 

- Pero... --murmuré interviniendo antes de que Asenath contestara--. Las Semillas de Hielo no pueden usarse para congelar el brazo del enemigo, ni ninguna parte de un ser humano, ¿no es así? ¿O si son partes pequeñas, que no la totalidad, sí es posible usar el hechizo para ello?

 

Sentí que había hecho bien en plantear la duda antes de que nos contestase a todo, para así poder reunir todas las preguntas en un mismo bloque y que fueran resueltas a la vez, permitiéndonos continuar con mayor rapidez en la lección.

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La mujer alzó ambas cejas cuando Adrian comenzó a hablar, sorprendiéndose de que fuera tan bueno para expresar los poderes que le había encomendado explicar. Aún así, ese fue el único gesto que hizo mientras hablaba y tampoco emitió opinión mientras Dick le seguía, pues se encontraba absorta en la forma en la que los dos chicos se iban desenvolviendo en aquella pequeña y simple parte de su clase. Cruzó, entonces, las manos frente a su pecho mientras Adrian pedía permiso para realizar su primera pregunta.

 

-Curioso que preguntes eso, Adrian, porque resulta que la utilización del anillo antiveneno siempre trae dificultades cuando se trata de comprender con el Cinaede- hizo una leve mueca con la comisura del labio, casi imperceptible, como si el haber nombrado aquellas dos cosas juntas le trajeran ciertos recuerdos que la molestaban-. La definición en realidad no dice mucho, excepto dos palabras que juntas pueden responder en parte tu pregunta. "Venenos comunes". Al ser el Cinaede un veneno no común, entonces el anillo no tendría efecto y el hechizo seguiría afectándote hasta que lo contrarrestes con un Anapneo, para liberar tus vías respiratorias- realizó una breve pausa mientras esperaba para ver si el alumno tenía más dudas al respecto, pero el que habló entonces fue Dick-. Todos los hechizos poseen una debilidad. El Anapneo no es un contrahechizo del Cinaede, sino más bien una solución rápida a una muerte segura por obstrucción de las vías respiratorias.

 

>>Verán, el Cinaede es un hechizo de tipo efecto, eso significa que afecta de forma instantánea. La única forma de contrarrestrar un efecto es lanzando un hechizo de tipo efecto que afecte las capacidades del contrincante, como un Confundus o un Silencius.

 

Asenath movió su cabello trenzado cuando hizo además de girarse para emprender un camino de piedra por el que iba a guiar a sus alumnos, cuando Dick volvió a hablar para realizar otra pregunta. Ella se volvió nuevamente hacia sus alumnos y estaba por responder cuando Adrian la interrumpió. De nuevo, ambas cejas se elevaron en señal de sorpresa, pero dejó que Wild hablase antes de intervenir ella misma para aclarar las dudas.

 

-Bien dicho, señor Wild. Las Semillas de Hielo se utilizan sólo para dos propósitos: congelar una superficie alrededor del mago de unos cien metros cuadrados y, cuando se lanza como hechizo, paralizar una criatura. No afecta a las personas, aunque la idea de congelarle una extremidad a un enemigo sea tentadora, señor Grayson, quedará en grave desventaja cuando se encuentre habiendo desperdiciado un hechizo- sonrió con cierta malevolencia-. Si no tienen más preguntas, síganme- indicó, encarando nuevamente un camino pedregoso que había unos diez pasos detrás del lugar donde había estado sentada, meditando.

 

El camino se extendía primero por el resto del claro sobre la montaña y, luego, continuaba por el borde de ésta, creando un sendero peligroso que bordeaba un acantilado. No tenía ni siquiera que explicar que para avanzar por allí debían ir en fila, uno detrás del otro, pues el metro de ancho que tenía el camino sólo bastaba para dejar pasar una persona a la vez. Del lado derecho, la montaña de piedra casi totalmente lisa ofrecía una pared de la cual sostenerse de forma pobre, mientras que del lado izquierdo se extendían cientos de metros de caída hacia el vacío.

 

-Tómense con cuidado y tengan sus varitas listas, las van a necesitar- dijo, alzando la voz por sobre el sonido del viento que se arremolinaba en aquellos picos. La velocidad que llevaban era suficiente como para apartar las nubes bajas y dejar ver no sólo el cielo azul por encima de sus cabezas, sino también el extenso valle verde debajo de ellos, por el que discurrían algunos ríos que parecían simples grietas celestes que cortaban la tierra. Se detuvo al comienzo del camino angosto, antes de rozar la pared lisa y se giró hacia los chicos-. El viento aquí es traicionero, así que les aconsejo estar atentos y sostenerse bien. Una vez que comiencen a caminar, descubrirán que la arenisca que desprende la pared de la montaña es muy resbalosa, así que no intenten correr: si el viento no los derriba, sus propios pies lo harán y caerán ciento cincuenta metros al vacío... al menos el primer tramo- mostró una hilera de blancos dientes en una aterradoras sonrisa antes de seguir-. Descubrirán que hay algunas criaturas voladoras que se alimentan por esta zona y no le gustan los intrusos, así que intenten no molestarlas. Yo los esperaré justo del otro lado.

 

Y no les dijo más nada antes de desaparecer. Metros más adelante, en el otro claro que había cruzando el camino de la montaña, Asenath tomó asiento sobre una roca casi plana y comenzó a afilar su espada con parsimonia, esperando a sus alumnos. ¿Cuánto tardarían en darse cuenta de los peligros además del viento, la arenisca y los hipogrifos que habitaban, salvajes, aquellas montañas? Por supuesto, la pared estaba congelada con Semillas de Hielo y el viento arrastraría hasta sus ojos la Arena del Hechicero que había colocado estratégicamente para que se soltara apenas ellos comenzaran a transitar. Oh, si, y antes de terminar, unos Flechas de Fuego volarían hasta ellos desde arriba de la montaña, amenazando con quemarlos vivos. Sería divertido ver eso.

 

Y claro, si sobrevivían, entonces les tocaría el duelo.

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Sin más preguntas que responder, al menos por el momento, la Guerrera Uzza nos indicó que la siguiéramos por un camino pedregoso que se perdía en la maraña, fuera del claro. Maraña que resultó desembocar, a su vez, al borde de la montaña. El camino se fue estrechando hasta llegar a un pequeño desfiladero, al inicio del cual nos encontrábamos apenas pudiendo estar uno al lado del otro y con la maestra por delante, imponente en todos sus gestos. Observé el vasto prado repleto de curiosos árboles inclinado que se extendía a nuestra izquierda, mientras escuchaba con atención las palabras de Asenath.

 

La sonrisa de la mujer, aquel paisaje empinado, el angosto camino que bordeaba la alisada pared de la montaña y el terrible aire que se arremolinaba allí arriba, podrían ser señales de mal augurio y de la creación de una impresión de inquietud en el ambiente, pero sin embargo, el lugar, con todas aquellas muestras de peligro, se mantenía calmo. Los suaves colores de la ladera incitaban a la quietud, el liso de sus paredes a la templanza y la estrechez del camino... Al equilibrio. Ahora lo entendía. Si queríamos atravesar aquel camino deberíamos contar con la fuerza mayor del equilibrio: la templanza. No sólo físicamente, sino mental y moralmente, así como aprender a trabajar entre ambos, por mucho que pudiéramos suponer una amenaza el uno para el otro.

 

Asentí callado, tras las últimas palabras de la Guerrera. Desapareció, dejándonos a nuestra suerte. Me giré hacia mi compañero, evaluando brevemente la situación.

 

- ¿Quién va primero?

 

Desde luego no esperaba que, en cuanto ambos pusiéramos nuetros pies en aquella resbaladiza superficie, una ráfaga de aire traería consigo Arena del Hechicero a nuestros ojos. Lo que sí entendí al apoyarme en la pared de la derecha para tantear con el pie cuán estables eran las piedras del camino, era que también suponía un riesgo.

 

- La pared de la montaña que sube está congelada, Dick. Debemos tener cuidado de no resbalar bajo ningún concepto y... --Empecé a sentir rigidez en los dedos apoyados, retirando la mano de inmediato--. Casi mejor si evitamos mantener en contacto la piel por mucho tiempo con ella.

 

Estuve a punto de aventurarme y tenderle la mano a mi compañero, pero esperé su respuesta. Debíamos colaborar, y era importante llegar a acuerdos rápidos y seguirlos. Quisiera ir él por delante o no, le dejaría elegir, intentando reforzar la relación y estableciendo un equilibrio desde el primer momento. Debíamos empezar con buen pie, literalmente.

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El mago sencillamente guardó silencio, estaba observando todos los movimientos de su maestra antes, durante y después de responder las preguntas ah decir verdad el también tenía otra duda, pero en algún momento ya la respondería, por lo que suspirando la siguió por el resto del bosque hasta llegar lo que parecía ser un sendero..

 

--Entonces moriremos aquí compañero--

 

Le decía con una clara sonrisa en el rostro... Veía hacia abajo y parecía una caída libre de más de 100 metros... Sentía el viento y una mala maniobra se iba hacia abajo... Escuchaba lo que decía su compañero con respecto a la pared y el suelo... Y sonriendo un poco tocó en el hombro a su compañero dejando la marca de sangre en ella solo por si acaso y sencillamente empezó a recolectar varias...

 

--Ok, el plan A? Un poco de alpinismo... El plan B? Tus claros conocimientos de los libros... Solo por curiosidad las semillas de hielo pueden crear una plataforma lo suficientemente fuerte como para soportar la caída de dos hombres a más de 300km por hora?--

 

Le decía mientras susurrando un -Morphos-- las dos varas comenzaron a convertirse en dos picos de alpinista a la par que sus botas cambiaban por unas de alpinismo con picas para caminar sobre el difícil terreno... Por lo que suspirando un poco le señalo aquella enredadera...

 

--seria bueno que la usarámos como línea de vida... Aproposito cómo te llamas?--

 

Le decía sonriendo mientras comenzaba a acercarse al inicio del sendero clavando las dos picas viendo como la arenisca caia más y más con cada paso...

 

--Espero estés listos para una muerte honorable compañero...--

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