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Crisis en Ballycastle


Ky.
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Desde que el Estatuto Secreto de los magos había caído, gracias al Ministro Yaxley, las noches se habían vuelto aún más complicadas cada vez y es que nadie le había advertido al Black Lestrange que la vida de padre de familia era tan complicada con un bebé en casa, a eso había que sumarle el hecho de que se encontraban en el apogeo de la crisis mágica más grande. La noche anterior, al inicio de sus clases de maestría de escobas y primeros auxilios, se había dedicado a recorrer las calles de Londres con su esposa para verificar que aquella decisión no afectara a las personas que más querían ya que hasta aquel matrimonio habían llegado rumores que los muggles habían comenzado a atacar a familias de magos.

A la mañana siguiente, Aries preparaba los materiales que iba a necesitar para sus clases en Castelobruxo, para primeros auxilios tenía dos maletines llenos de plantas medicinales y pociones que su alumno Anthony iba a tener que decirle los usos de cada cosa y después ponerlos en práctica. Por otro lado, trataría de llevar todas las escobas que utilizaba cada que daba la clase para que sus alumnos pudieran decirle sus características de estas. Cuando tuvo todo listo, envío cuatro memorándums, uno para cada uno de sus alumnos para indicarles el lugar donde los verían para dictar clase.

Ballycastle, era un pequeño poblado a la costa norte de Irlanda, era el hogar del afamado equipo de Quidditch, Los Murcielagos de Ballycastle. Uno de los equipos donde Aries conocía a personas que le podían echar una mano para conseguir más cosas para su clase de maestría en escobas, por lo que había decidido ir a aquel lugar a hacer uso del pequeño estadio de prácticas del equipo.

Todo estaba perfectamente diseñado en su cabeza, seguro en aquel lugar algún jugador necesitaría de vendajes por las practicas tan duras que realizaban, pero al llegar, lo que sucedía jamás lo había previsto. Ballycastle había sufrido el primer ataque orquestado por muggles llenos de ira y rencor, porque después de que el estatuto había caído, magos se habían jactado de todas las veces que se les había borrado la memoria, de cómo magos sin escrúpulos mataban a personas sin deberla ni temerla y lo hacían parecer una grave enfermedad.

La mitad de las casas en aquel poblado habían sido incendiadas mientras los magos dormían, el estadio de prácticas del equipo de quidditch, ahora era cenizas, por donde quiera que mirara había heridos con quemaduras, en algunos casos había magos que producto de explosiones ahora se encontraban con la perdida de alguna extremidad. Era esto a lo que se había llegado con la irresponsabilidad de alguien como Yaxley.

Para cuando sus alumnos llegaron a aquel sitio, la clase había dado un giro tremendo, esperaba que Moody, Evans McGonagall y Gryffindor, comprendieran que esta clase no iba a ser tanto de conocer escobas, pero sí de volar sobre ellas.

Al fin llegan. —no fue un saludo cordial, porque no estaba para dar grandes bienvenidas, quizás en otra ocasión hubiese hecho bromas, pero estaba muy angustiado por todo lo que pasaba que empezó a dar instrucciones al primero de sus alumnos. —Anthony, ayúdame a curar a la gente, si tienes dudas, pregúntame, trataré de orientarte lo más que pueda. Chicos, necesito que vayan a recorrer el perímetro en busca de gente que necesite ayuda. Puede que piensen que no tiene que ver con maestría de escobas, pero van a elegir una de las siguientes escobas.

Al primero de sus alumnos le entregó uno de los maletines con pociones y plantas medicinales, a los otros tres chicos les señaló la gran cantidad de escobas que había llevado entre las que estaba una saeta de fuego, Oakshaft 79, nimbus 3000, 2000 y 2001, y barredora 6.

 

 

@@Jank Dayne

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@

@@Anthony Ryvak Dracony

Editado por Niko Uzumaki

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Ryvak estrujaba en su mano diestra aquel memorandum que le fue enviado para avisarle de su clase de primeros auxilios, avanzaba con precipitada emoción de su suit a la de su amigo Asrael, ambos se alojan en el Hotel del que son dueños y sus habitaciones se hallan en el mismo piso, el cuarto y último del edificio, pensó que el pelinegro estaría dormido, pero al abrir la puerta lo vio ya vestido son su usual indumentaria negra y en su brazo colgaba su bata blanca, aquella que usa para ejercer su labor como aprendiz de sanador en el Hospital San Mungo. Ryvak esbozo una sonrisa -- Que bueno que estás alerta, será mejor si nos marchamos ya, me agrada llegar de los primeros. -- Menciono colocando su mano sobre el hombro de su amigo.

 

4JLNn9h.jpg Asrael, aprendiz de sanador

 

El pelinegro llevaba todo un mes aguardando con impaciencia aquella misiva... era algo que definitivamente le ayudaría mucho, sobre todo porque ya era más de cuatro meses que no contaba con la ayuda de su mentora: Bodrik, la ex- Directora del Hospital San Mungo. Le alegro mucho que su amigo y socio le ayudará para inscribirse para certificar aquel conocimiento mágico, de no ser por su ayuda, seguramente que le hubiese sido imposible avanzar más, pero ya era un hecho, sobre la mesa de noche se encontraba el memorandum y ni tardo ni perezoso alisto aquel cuaderno donde tiene apuntes de la expedición que hizo con aquel mago herbolario... le iba a ser útil, seguro, también buscaba su varita cuando a su cuarto se introdujo su amigo Anthony, el pelinegro sonrió y respondió mirando al peliverde:

 

--¿Acaso esperas una recompensa? vamos, pero concuerdo contigo, el tiempo es primordial y espero que tengas "estomago" para afrontar cualquier situación, veamos... ah si! aquí está, bien, con esto estoy listo-- Menciono tomando la varita y guardandola en el bolsillo de su chamarra, por consejo del propio Ryvak, es que Asrael se prevenía llevando la varita... "uno nunca sabe y mejor si contaba con ella". Asrael ya se preguntaba sobre que transporte iban a utilizar para llegar a la clase, pero no hubo necesidad de preguntar, su amigo le tomo del hombro diciendo-- Y yo espero que tu estomago resista esto Asrael-- Era una aparición conjunta, algo que Asrael aborrecía porque tardaba en reponerse de aquel jalón...

 

En cuanto aparecieron en aquel poblado, la vista no era nada halagüeña, las casas o estaban derribadas o quemadas, muchas personas se veían afectadas por aquel desastre provocado, los heridos eran numerosos, algunos desmayados y otros pedían ayuda como podían, el cuadro era alarmante. Escucharon aquel mago decir-- Al fin llegan. -- Aquel mago les ofreció un maletín a cada uno, Ryvak movió la cabeza afirmativamente cuando el mago se dirigió a él --Anthony, ayúdame a curar a la gente, si tienes dudas, pregúntame, trataré de orientarte lo más que pueda. -- Paso saliva y aunque sentía que la cabeza le punzaba cerca de la sien, se encaminó a uno de los heridos con graves quemaduras, se agacho junto a el y abrió su maletín para buscar lo que le sirviera para atender al hombre.

 

Asrael, tomó aquel maletín, no se detuvo a presentarse, era más prioritario atender a los heridos, corrió hacia un mago que había perdido la pierna, sangraba profusamente por lo que el pelinegro tomo el cinto del mago y con él hizo un torniquete en el muñón para detenerlo, luego extrajo su varita y con un aguamentí lavo la extremidad, solo entonces abrió el maletín, tenía muchas hierbas, pomadas, ungüentos y algunas útiles pociones, rebusco entre ellas, necesitaba agua destilada o la llamada agua oxigenada, así como yodo y vendas... al menos para iniciar.

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La luz apareció en un puntito y de repente explotó. La oscuridad cedió ante eso y pude ver como todo dejaba de girar, para dejar de hacerlo, mientras todo alrededor se acomodaba. Mis pies se afirmaron en el suelo mientras aquella campana caía al suelo. El traslador luego de haber cumplido con su objetivo, desapareció tras una voluta de humo rojizo.

 

Respiré. Automáticamente pude sentir la tensión en el ambiente, la ceniza en el suelo y un olor desagradable. Había rastro de sangre, quizás. Había humo asciendo en el aire aún. Pude sacar mi varita en tan solo un tirón, porque mi alerta se había encendido sin casi pensarlo. Desde Castelobruxo, nos habían dicho que el lugar indicado para la clase sería en un pueblito de Ballycastle. Pero jamás nos habían comentado de la peligrosidad.

 

Al parecer aquello sobre el Estatuto se estaba saliendo de control.

 

Caminé unos cuantos metros, para ver qué sucedía. Había destrozos, y cada vez aumentaba mientras llegaba a aquel estadio. No tardé en encontrar a la persona a cargo de la clase y a los otros alumnos. Pero al parecer, aquello había tomado de sorpresa a todos por igual, porque parecía igual de consternados que yo. Pero el profesor no perdió mucho tiempo y eso tenía que decir que me agradaba.

 

Tomaré esa. Voy al norte, si les parece bien —¿Hacia falta más? Claro que no.

 

Por un segundo habría dado una especie de salto y me habría convertido en un búho. Era muchísimo más fácil y rápido que volar en escobas. Aparte que no era muy amigo de ellas, estaba seguro que remontaba vuelo en ése objeto una o dos veces por año. Me parecía totalmente inútil al lado de lo que solía saber hacer. Pero estando en aquellas materias, sabía muy bien que no podía hacer lo que quería y cuánto más me amoldara, mejor era.

 

Tampoco tenía que dar explicaciones ni preguntar por procedimientos sobre qué hacer si encontraba a alguien que necesitaba de ayuda. Ya sabía sobre eso y estaba seguro que lo haría a la perfección. Tomé la Barredora 6, que había señalado al profesor y me senté sobre ella con una pierna a cada lado. Era incómoda, pero me ayudaría a reconocer el terreno. Con un empuje, empecé a levitar (y bambolear un poco a cada lado) y automáticamente me lancé hacia adelante para que la escoba hiciera lo mismo.

 

Mi cabello se revoloteó a medida que tomaba altura. En tan solo diez segundos ya estaba lo suficientemente alto para hacer pasado las gradas de aquel estadio (totalmente destruido). Observé detenidamente. Por momentos desaceleraba y por otros daba algunas volteretas o picadas, pero tardé unos minutos en ver algo que me llamara la atención. Incluso en dos ocasiones tuve que apagar algunas llamas que de no hacerlo, se hubieran extendido.

 

Eso es… —vi algo. Fui hacia allí.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Asrael al rebuscar en aquel maletín, percibió que sus manos temblaban, por un momento cerró los ojos..."Calma... necesito ayudar a esos magos y debo estar en mejor estado" así se mantuvo por unos segundos, cuando volvió abrir los ojos, siguió con la búsqueda del medicamento que requería para ayudar al mago que perdió una de sus piernas tras el estallido en la acera donde caminaba tranquilamente, fue tan repentino que no pudo apartarse a tiempo (según le refería el propio mago, mientras el identificaba los medicamentos que contiene el maletín que le proporcionaron, al estar más calmado y concentrado, pudo darse cuenta de una poción para heridas color purpura, la tomo y vertió con cuidado haciendo uso de una pinza médica y algodón, la poción hacia espuma al contacto con la piel, era ideal para limpiar la herida abierta, cuando concluyo de limpiar, tomo el frasco con la esencia de Murtlap, al aplicarla, ayudaba con eficacia a que cicatrizara la herida, luego con vendas anchas, vendo el muñón, el mago expreso agradecimiento con el pelinegro, pues la esencia de Murtlap, también le alivio considerablemente el dolor. Por último le dio al hombre un poco de poción reabastecedora de sangre y Asrael fue con su amigo Anthony para mencionarle lo que tenía en mente:

 

-- Oye Anthony, he terminado de darle atención a uno de los magos pero sabes, considero que sería mejor si lo trasladaran a San Mungo, tal vez que improvisaran una camilla y lo llevaran entre dos magos de los que poseen escobas...¿crees que acepten apoyar? -- Pregunto al peliverde que después de escuchar al pelinegro, asintió y le aseguro que cuando terminara con el paciente que estaba atendiendo, iría a comunicarle aquella idea al profesor @

 

 

Anthony veía que la propuesta de Asrael tenía algo de lógica, era más seguro que usar la aparición, pues la mayoría estaba débil y podrían no resistir ese modo de transportarlos, aunque tenía sus propios inconvenientes el usar camillas y las escobas, pero por ahora era lo que había. Siguió con lo que tenía en manos, al fin había encontrado la pasta naranja que vio usar aquella vez del caso del ataque de Dragón, convenientemente primero limpio la herida con la poción púrpura para heridas, ya después aplico con sumo cuidado la pasta naranja, le pareció oportuno vendar y alentó al mago de que todo iría bien.

 

Ryvak caminaba hacia el estadio buscando al profesor, cuando una bruja le llamo insistentemente, la varita de la mujer estaba a centímetros de su mano pero mover el brazo le producía mucho dolor, no se veía lesión externa, así que Ryvak dedujo que era una herida interna, probablemente una fractura, por lo que uso su varita -- Ferula -- el cabestrillo quedo colocado en el brazo de la bruja que trataba de soportar el dolor estoicamente-- Episkey-- pronuncio el peliverde, pero era necesario que también se le trasladará al Hospital, ya que el episkey era para heridas relativamente leves así como pequeños huesos rotos.

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Mel tuvo suerte de llegar temprano ese día. Había sido informada tardíamente de que la clase se llevaría a cabo en Ballycastle pero había podido llegar rápido allí gracias al uso de los portales Uzza. De hecho, en el morral con hechizo de extensión indetectable y capacidad expandida, tenía los libros aún cuando no había acudido allí para practicarlos. Había estado decidida también a llevar su saeta de fuego pero Richard la había prevenido contra ello, asegurándole de que le proporcionarían una escoba sin duda.

 

Así, fue que se encontró frente al profesor Aries y la crisis de la que nada había sabido. Ver el lugar chamuscado, las personas sufrientes y la expresión seria del profesor fue demasiado para ella. Se quedo quieta pero preocupada como rara vez estaba; de hecho, sentía que últimamente había sentido muchísima más tensión que en varios años de vida juntos. De cualquier forma, su instinto le dijo que no era momento de preocupaciones y charlas si no de acción. El primero de los alumnos en pasar a ello fue un hombre apuesto que Mel no había visto antes. Así que, siguiendo su ejemplo, Mel se aproximó hacia la saeta de fuego. Había también otro muchacho allí, con quien Mel solo intercambió un asentimiento, más informal que el que había dirigido a Aries a modo de saludo y montó en la escoba. De una fuerte patada se encontró ya en el aire, explorando el perímetro opuesto que el primer alumno había tomado.

 

Honestamente, no envidiaba la labor que había visto ejercer a Ryvak, antes de partir pero la suya tampoco era del todo sencilla. Transportar a los heridos probó ser una labor agotadora aún con hechizos que volvían a los pacientes livianos como plumas, mientras los llevaba sostenidos a través de largas sábanas de tela. Muchos de ellos tenían las extremidades superiores heridas, o las inferiores, y dependiendo de ello la forma de llevarlos con el profesor Black Lestrange y Anthony cambiaba pero fue luego de llevar a unos diez pacientes que Mel empezó a preguntarse si sería buena idea reunirlos allí.

 

Si, como creía haber entendido por los cuchicheos de los afectados, las cosas se habían disparado a causa de la pérdida del estatuto del secreto y un grupo de muggles que buscaba contraatacar a una oleada de abusos de magos a muggles, entonces eso significaba que no era buena idea juntarlos a todos en un solo sitio y así se lo manifestó a Black Lestrange apenas hubo dejado al décimo de los pacientes en tierra y se hubo aproximado a donde él y Anthony se encontraban.

 

De hecho, tampoco le había parecido buena idea llevarlos en escobas, temiendo empeorar su situación por moverlos de forma desconsiderada. Ella misma había aplicado algunos hechizos curativos antes de hacerlo, solo por si acaso, entablillando miembros o dando una u otra poción. Extrañaba su moto voladora con sidecar para una situación como esa y, aunque entendía que se trataba de volar sobre escobas (la clase, por supuesto), sentía que era un tanto egoísta intentar enfocarse en eso cuando habían personas padeciendo alrededor. Se sentía un tanto sucia a causa de ello.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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- Lo que me faltaba - Tendría que acudir a Ballycastle porque estaba ocurriendo algo muy grave y de paso tendría que tomar la clase de Primeros Auxilios y Maestría con escobas que se estaba ocurriendo en dicho lugar. Le habían informado que había muchos heridos y que tendrían que hacer algo rápidamente para poder solucionar el tema.

 

Apareció debido a uno de los portales que había aprendido con los poderes de los uzzas - Melrose y Elvis por favor necesito que nos protejan - Melrose tenía razón en que no era una gran idea reunir tantos magos en el mismo lugar y menos en vista de lo que estaba ocurriendo en el mundo. Tendría que volar en sus escobas para convocar un escudo protector anti muggles y en general que les pudiera advertir de la presencia de peligros. Lo típico que habían aprendido en Hogwarts durante sus estudios así que sabía que estaban perfectamente capacitados para convocar ese tipo de hechizos.

 

Niko llevaba todos su amuletos con él y aunque sabía que no serviría de mucho les daría un poco de tiempo. Activo su anillo contra miradas indiscretas al menos para proteger la zona en donde mayor cantidad de heridos había mientras Elvis y Melrose lograban crear un escudo mágico en sus escobas. Tendrían que demostrar gran habilidad para volar y hacerlo en condiciones como esas, una situación llena de presión y que les haría dominar habilidades más avanzadas sobre la escoba.

 

- No podemos volar a los heridos hasta San Mungo. Es demasiado peligroso así que por favor sigue curando tanto como puedas y si puedes ayúdame con portales a San Mungo - Niko abrió un portal entre su ubicación y San Mungo. Pocas veces podía usar la magia uzza y sus hechizos pero cuando tenía que hacerlo era muy feliz - Anthony, por favor junto con tu aprendiz sigan curando a las personas y las van pasando por el portal a San Mungo. Intentaré tenerlo abierto tanto como pueda.

 

- Brent informa en San Mungo que necesitamos un par de manos adicionales - Su elfo también tenía trabajo. No sabía si estaba dando una clase o si estaba actuando como Canciller en busca de solucionar la crisis. Sin embargo, era lo que les tocaba esa vez y esperaba que aprendieran algo bajo presión y pudieran mejorar sus habilidades.

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Anthony Ryvak Dracony * Asrael

 

Ryvak tomo la varita de aquella bruja, luego la coloco sobre ella pues tan solo unos minutos antes, la mujer pugnaba por alcanzarla. La mujer musito un leve gracias, coloco su mano izquierda sobre ella oprimiendola contra su cuerpo, era... como si estuviese aliviada de tenerla con ella aunque parecía que no tenía modo de ocuparla. Anthony recordó de su intención de ir a buscar al profesor, así que aseguro a la mujer que pronto regresaría y siguió su marcha en búsca de Aries, no había visto al mago en verdad, pero un nuevo hombre le hablo sobre lo peligroso de llevar volando a los heridos, sugirió utilizar un portal mágico... abrió los ojos ante la sorpresa... ¡era cierto!... y pensar que no se me ocurrió a mi... se llevo la mano derecha a la frente, no estaba pensando con claridad y eso podría afectar a los que estaba tratando de auxiliar... tenía que centrarse...

 

--Si, si, claro, gracias. -- Respondió, aunque se sentía un poco avergonzado por siquiera haber supuesto, que era una buena ida llevarlos volando...en eso me tomaron del brazo, me giré a ver, era mi amigo Asrael, su gesto mostraba extrañeza, me miro directamente a los ojos. -- ¿No van a ayudarnos a trasladar a los heridos?-- La cantidad de gente herida era mucha, y si no nos apresurabamos, podrían ocurrir algunos decesos...-- No...no es eso Asrael, me han informado de un mejor medio para hacerlo. Veras, han abierto un portal mágico... es..... como una puerta, atravesando la desde aquí, llegaremos a San Mungo, debemos llevarlos...-- Asrael me miraba fijamente, quería zarandearlo para que reaccionará, nunca antes le hable y menos le mostré un portal mágico... era mi culpa que no supiera...busque sus manos y las tome entre las mías-- Asrael...-- De un tirón se soltó, miro alrededor, camino hasta donde aquel hombre abrió el portal, se paro justo enfrente, la oscuridad era evidente aunque una luz azul se movía en su centro, mi amigo hablo en voz alta -- Es este ¿no? ¡Yo iré por una camilla! -- Y sin más palabra, lo vi atravesar el portal sin duda alguna, no era momento de preocuparme por estar tan alejado de mi amigo, no le había confiado antes del día de hoy, todo lo que he hecho o de mis logros... era, como si fuesemos extraños... no merecía eso, ya tendré que arreglarlo. Tome mi varita, me ayudaría de ella para acercar a los pacientes que ya atendimos, con un mobilicorpus los coloque a un lado del portal mágico, entonces vi regresar a Asrael, en cuanto se detuvo, le ayude a colocar al primer paciente. -- Encarga te de atender a los demás y yo me encargaré de llevarlos a San Mungo, hay un elfo que también ayudará para que sea más rápido instalarlos-- Tomo la camilla y empujando la, atravesó el portal mágico, yo solo podía hacer lo que me había dicho, no solo porque era lo correcto y lo que esperaban de nosotros, sino también, porque Asrael cuenta conmigo.

 

Corrí hasta donde deje el maletín, lo tomé y me encamine a la victima siguiente, era un joven con una herida en la cabeza, lo revise, era por fortuna una cortada poco profunda, el fuerte golpe en la cabeza lo había desmayado, pero no fue una contusión, creí más prudente limpiar la sangre y tomar su pulso, revise que su respiración fuese normal y que sus pupilas estuviesen normales, al tocarle la frente pude ver que no está sudoroso ni frío, podía ser que no tardara en recobrar la consciencia, así que opte por usar el Amuleto de curación. Impuse mis manos sobre su pecho, me concentré y mi amuleto brillo, poco a poco, el joven abrió los ojos y pregunto que en donde estaba y que había pasado, lo ayude a incorporarse y le ayude a caminar hacia el portal, le calme y ahí le pedi al elfo que le ayudara a llegar a San Mungo.

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Había recorrido casi toda la zona norte con aquella escoba. Era realmente triste lo que estaba ocurriendo en aquel sitio con el Estatuto y la verdad es que no era nada bueno. Había llegado en el momento justo, porque me daba terror pensar qué hubiera pasado con mi familia al verla destrozada. Pero estaba seguro también, que los muggles le tenían miedo a lo desconocido y de vez en cuando tomarían represalias. Todo hasta que alguno de nosotros se revelara.

 

¿Qué ocurriría, si por ejemplo, veía que alguno de mi familia era atacado por muggles? Claramente que no iba a dudar en tomar cartas en el asunto. Un par de hechizos, unos tantos maleficios y los muggles se alejarían. No era tan dramático. Pero la cuestión estaba cuando éstas personas sin magia tomaban acciones en cuanto a su miedo. ¿Qué había pasado?

 

Un pensamiento fugaz había pasado por mi cabeza: ¿Y si los mismos magos se estaban aprovechando de la situación para que pensáramos que eran los muggles?

 

Todo podía pasar, pero mientras tanto, era momento de continuar con mis estudios. Aquel certificado de Castelobruxo era importante. Y aunque estaba seguro que usaría la escoba una vez al año, lo necesitaba. La verdad era que me dolía la entrepierna y la espalda. Era desagradable volar asi. Pero de alguna manera nos habían pedido algo importante.

 

Pasé por encima de aquellas gradas y decidí alejarme dos o tres cuadras nomás. Algunas edificaciones parecían marcadas pero no estaba seguro de cómo los muggles habían logrado aquello. Bajé un poco la altura, esquivando algunas volutas de humo que ascendían al cielo. Con mi varita en mano, traté de ayudarme un poco, porque no podía tardar tanto para volver con el grupo. Moví la varita para un lado. Luego para el otro. Seguía con otra dirección. Entre cada sacudida, salía despedida una estela de luz que salía disparada. Eran solamente encantamientos de detección simples.

 

Una de ellas regresó y me alertó.

 

Regresé un par de metros por donde estaba viniendo. En una esquina, había unas tres figuras encapuchadas. Y parecían alteradas. Claramente que no podía verles el rostro pero algo raro estaba sucediendo. Estaban arrastrando a otra persona, asi que sin dudarlo, descendí al suelo. Tal vez si me veían, no podría seguir averiguando qué estaba sucediendo. ¿Era una chica? No estaba seguro. Llevaba el cabello largo y unos jeans. Pero aquello no era importante, sino que abría la boca como gritando pero no emitía voz. La habían silenciado.

 

Decidí volver con el grupo. No me había cruzado con nadie que necesitara de mi ayuda, tal vez ellos si. Esquivé algunas paredes y calles y me acerqué nuevamente al estadio, donde tomé vuelo subiéndome a la Barredora 6. El aire nuevamente despeinaba mi flequillo y movía el cuello de mi camisa. Volé y cuando visualicé al grupo, descendí y caí con ambos pies. Me acerqué lo más que pude, dirigiéndome principalmente al profesor.

 

En la zona norte no encontré a nadie que necesitara ayuda —le dije con una especie de reverencia. Aunque no iba a esconder la información que había visto. Cuando él decía ayuda, no se había especificado con qué tipo—. Pero me llamó la atención algo. Había tres figuras encapuchadas arrastrando a alguien. Claramente sus gritos no se escuchaban porque habían silenciado a ésta persona. ¿Qué hacemos?

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- ¡Accio Nimbus 2001!

 

La escoba, de madera negra y detalles plateados, vibró de manera cómica hasta salir disparada hacia las manos de su invocador. Jank se mordió el labio hasta hacerlo sangrar a medida que ascendía por los cielos. Había llegado a través del Fulguria Nox, aunque tal hazaña tampoco garantizó, ni por una vez en su vida, que no llegase tarde al desastre. A su mente acudieron las atroces memorias de las batallas contra los mortífagos. No sabía si llamarlo suerte, pero al menos tenía el estómago para soportar tal escenario. Era como aprender a andar en escoba: pese al tiempo que se pasara sin volar, nunca se olvidaba. Debía adaptarse a las circunstancias. No le quedaba de otra.

 

Ascendió tan rápido como la escoba le permitió. Desde la distancia pudo detectar el vuelo de sus otros compañeros, quienes fungían como los rescatistas que posiblemente nunca llegarían. Jank se centró en las edificaciones. Viajó a toda prisa hacia el incendio más prominente, que a juzgar por la cantidad de personas que salían por las puertas chamuscadas murmurando hechizos acuáticos para sacarse las llamas, se trataba de una taberna o algún lugar parecido. Instó a los que estaban afuera a que se alejaran y movió la varita por encima de su cabeza, mientras su otra mano lo mantenía en equilibrio sujetándose con fuerza del mango. El humo negro, los gritos, el calor y la complejidad del movimiento le hicieron percatarse de lo complicado que podía llegar a ser afrontar una situación así desde las alturas. Aunque no hubiese preferido hacerlo de otra manera.

 

- ¡Semillas de Hielo! - terminó conjurando después de varios encantos para despejar el aire contaminado. La llovizna plateada cayó en forma de nieve por entre los huecos que había dejado el derrumbe, apagando las llamas de una vez por todas. Después, Jank descendió hasta el techo de la edificación, donde los dos niños, cubiertos de hollín, se encaramaron encima de la escoba sin siquiera dudarlo. No fue sencillo aterrizar con tanta carga, pero el efusivo agradecimiento de sus padres hizo que valiese la pena.

 

- ¿Ahora qué hacemos.. ? - se preguntaba una señora, cubriéndose la boca con las manos. La gente a su al rededor no tenía la respuesta -. Mi casa.. Mis cosas..

 

Jank apretó su garganta con la punta de su varita. De ésta desprendía los efectos del Sonoros. Volvió a ascender.

 

- A quien me oiga. Les recomiendo refugiarse en casa de sus parientes o amigos más cercanos, esta zona ya no es segura para ustedes. Sin embargo, para aquellos que no tengan adónde acudir... - un rayo morado surgió desde su varita. Cayó al suelo, éste vibró, y al cabo de unos segundos se materializó un arco de energía pura. La abertura por el Fulgaria Nox ofrecía la visión de un jardín espacioso, repleto de árboles y espacio suficiente para las personas que se asomaban curiosos, repletos de quemaduras y rasgaduras -. Al cruzar este portal llegarán a los terrenos del Castillo Evans McGonagall. Cuando los elfos les pregunten por su procedencia digan mi nombre. Pongo a su disposición todas mis posesiones y mi habitación, donde encontrarán varias tiendas de campaña. Es lo único que puedo hacer por ustedes, al menos ahora.

 

<< Bel me matará.. >>

 

No se quedó para vigilar el traspaso. Por el contrario, voló a toda prisa hasta el Estadio, donde por suerte se encontraban sus compañeros. Podía reconocer a Elvis a kilómetros. A medida que se fue aproximando pudo notar que los años le empezaban a pasar factura. Se preguntó cuántos años tendría. Jank era solo un adolescente recién graduado cuando Gryffindor protagonizaba las batallas que lo convirtieron en el afamado guerrero que debía seguir siendo. Pese a que había pasado mucho tiempo desde que albergaba dependencia de alguien o algo, debía admitir que se sentía más seguro sabiendo que su amigo estaba involucrado en el asunto.

 

Esperó a que terminara para intervenir.

 

- Pues vayamos tras ellos. Si la llevaban a rastras no deben estar muy lejos, y menos para nosotros que vamos en escoba - tosió. Pecó de subestimar el humo del incendio. Supuso entonces que debía tener la cara repleta de hollín y sudor -. Podemos ir nosotros tres, creo que Niko seguirá necesitando la ayuda de Anthony - giró la vista hacia Melrose. No le sonaba de nada, - ¿Nos conocemos? Soy Jank - volvió a toser -. Como sea, ya habrá tiempo de presentaciones.. ¡Vamos!

 

@ @ @@Niko Uzumaki @@Anthony Ryvak Dracony

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Mel ni siquiera había tenido tiempo de tomar un respiro cuando un nuevo instructor empezó a darles las siguientes indicaciones. En lo que ella había ido a revisar un tumulto en el extremo del campo, las cosas habían cambiado y al volver había encontrado ya a Niko Uzumaki haciéndose cargo de todo o, al menos, ese fue el nombre que le dijo una de las escandalizadas brujas que solo tenía heridas leves y que la miraba como si fuese una loca por no reconocerlo.

 

—¿Es famoso o algo? —cuchicheó intrigada mientras veía su perfil al abrir el portal y darle rápidas instrucciones a Anthony también.

 

La bruja frunció el ceño como si creyese que Mel le tomaba el pelo y pasó a explicarle con voz monocorde que se trataba del director de la universidad y que por tanto hasta una bruja como ella en Ballycastle y en medio de una crisis había oído de él. Mel no supo muy bien qué decir, así que se limitó a asentir y apresurarse a cumplir lo dispuesto: al menos, aunque parecía más complejo y la drenaba más de magia, era más sencillo hechar encantamientos antimuggles en el amplio perímetro que podía alcanzar montada en su escoba y rodeando el campo, que transportar heridos.

 

Una vez más de vuelta, sin embargo, entendió que quizá eso también había sido un descuido. El mago que le había parecido apuesto (Elvis, era su nombre, recordó, pues Niko lo había mencionado) señaló que había visto una escena sospechosa y eso hizo que Mel se cuestionase mucho más allá, todo por entero. Ella no solía hacerlo, tenía esa tendencia a obedecer instrucciones y en general a no preguntarse mucho respecto al proceder de los demás pero ¿qué habría hecho Richard en su lugar? Desde luego preguntarse sobre esa nueva información. Si una escena así se estaba desarrollando ahí afuera ¿los muggles eran los culpables? O ¿Acaso había cometido un error al lanzar esos hechizos para repelerlos mientras ellos allá afuera necesitaban ayuda?

 

Justo estaba preguntándose qué hacer a continuación cuando el otro mago que había asistido a la clase estuvo de vuelta. Estaba hecho un desastre y parecía haberse mantenido bastante ocupado. Él a diferencia de Mel se decidió enseguida para ir a averiguar sobre el asunto mientras ella seguía preguntándose si no habría sido mejor sacar las defensas para poder aceptar todo tipo de enfermos y si en realidad era una buena idea reunirlos...

 

Al final, sin embargo, su lado práctico ganó y decidió seguir con lo que acababan de plantear. Si no averiguaban nada, siempre podía volver para apoyar a Niko, Anthony y el muchacho que también lo estaba secundando con los heridos y si sacaban algo en limpio de seguir el rastro que Elvis había encontrado tal vez pudieran descubrir cómo se había generado ese incidente. Sea como fuere, quedarse ahí parado no era la solución, así que asió su escoba para dejar una pregunta implícita:

 

"¿Partimos?"

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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