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Adivinación - Aritmancia


Jeremy Triviani
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Profesor: Jeremy Askar Triviani.

Alumnos: @@Anne Gaunt M. y @@Eobard Thawne

 

 

 

El día despejado sin tomenta de nieve acompañaba en la montaña para dar una clase. Jeremy había elegido ese lugar por el basto paisaje que podía ver desde la cima. La nieve cubría toda la arboledas que descendía como un manto blanco, hasta un río congelado que reflejaba el cielo gris como si fuera un espejo. La pendiente en la que monto el campamento de clases, tenía lo justo en su anchura para que todos cabieran cómodamente sin estar apretujados. Hizo un círculo con cojines mullidos y delante de cada uno de ellos puso un pequeño taburete que contenía una bola de cristal y un libro de Aritmancia, de aspecto envejecido en la cubierta.
El suelo, donde reposaban los cojines estaba alfombrado y en sus cabezas tenían un techo de carpa sin paredes. No quería perderse la vista. Pero a su vez, tampoco quería que sufrieran congelamiento en el proceso de enseñanza. Dentro de la carpa sin paredes, el clima era templado, por lo que el rubio vestía la túnica con la que solía dar clases de un color negro con ribetes dorados que formaban la estrella de Ishtar en su pecho. Emblema de la extinta familia Askar, que solía usar para dar clases. Una costumbre difícil de erradicar desde que se había enterado que su linaje distaba de aquel apellido.
El vampiro tenia abierto un portal que daba hacia el aula en Castelobruxo, por donde debían pasar los alumnos. No estaba impaciente por enseñar, y extrañamente, aquel paisaje lo relajaba. Se encendió un cigarrillo mientras los minutos pasaban. La clase no iba a tardar en comenzar por lo que debía concentrarse, dejando sus vicios a un lado.
Editado por Niko Uzumaki

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Su llegada a Castelobruxo había sido de lo más accidentada. Había aprovechado el viaje hasta allí para visitar a una antigua compañera de estudios, y luego se había dirigido a la escuela volando. Lo que no había imaginado es que otra ave autóctona se sintiera molesta con su presencia y hubiera pasado parte del camino intentando picotearla y arrancarle las plumas con sus poderosas garras. Si bien su primer impulso había sido tomar la varita para hacerla explotar en el aire, pronto se había dado cuenta de que las águilas no podían hacer magia, por lo que no le había quedado más remedio que continuar su camino esquivando cada golpe hasta que había conseguido tomar tierra en los terrenos de Castelobruxo, había recuperado su forma humana y había transformado al otro pájaro en una piedra.

 

Después del instante de satisfacción, había escuchado risillas a su espalda que la habían hecho girar en redondo para encontrarse frente a varios alumnos de la institución, estando ella completamente desnuda. No se había sentido cohibida, por supuesto, pero había alzado su varita contra ellos mientras bramaba maldiciones y palabras malsonantes en un portugués muy acentuado, pero no lo suficiente como para que no entendieran sus palabras.

 

Tras aquel episodio, se había vestido y había emprendido el camino hacia el aula donde le habían indicado que aprendería adivinación, aunque no sabía quién sería su profesor. No se había sorprendido al llegar a la estancia y encontrar un portal: ella misma usaba ese recurso en sus tiempos como profesora. Simplemente lo atravesó y apareció en un paraje mucho más frío, y con ropa poco adecuada para el lugar. Con un movimiento de varita, un jersey oscuro cubrió su camisa blanca y las zapatillas de deporte mutaron en unas botas altas, de cordones y suelas de goma que evitarían que se escurriera en la nieve.

 

Al alzar sus ojos grises hacia una especie de carpa descubierta por los laterales, descubrió la figura de quien seguramente impartiría la clase. Sonrió ampliamente y avanzó a toda velocidad para saltar a los brazos del hombre.

 

Esto sí que es una sorpresa —susurró un instante antes de besarle con cariño en los labios. Luego recobró la compostura, pero sin alejarse del Triviani—. Lo siento, señor profesor. No volveré a extralimitarme.

 

Sonrió de forma coqueta y se separó de él, ocupando uno de los lugares que había preparado.

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Se quedó en el despacho de su colega, mientras éste acudía a la clase que le tocaba impartir. La ocasión anterior, le había tocado a él, por lo que le correspondía descansar. Sin embargo, en cuanto su mirada reposó en una nota sobre el escritorio del Black Lestrange, supo que algo se le había olvidado. ¡La clase de Aritmancia! Ante la indisposición del castaño, Wells debía tomar su lugar. Ya le contaría al otro, lo que había aprendido en su lugar.

 

Bajó varios pisos con toda la calma del mundo, una mano en el bolsillo pantalones de cargo que solía llevar en sus expediciones, hasta que dio con el aula. Vacía, salvo por un portal que reconoció como obra del encantamiento Fulgura Nox. Cerciorándose de que llevaba su varita entre sus pertenencias, cruzó la distorsión espacio-temporal.

 

Va a ser divertido.

 

Una ligera brisa montañosa, producto de la ubicación en la que habían montado la carpa, hizo que el cabello cano se le esponjara, como una melena de león, a pesar de no tener mucho. Buscó entre los bolsillos de su chamarra de piel caqui, la que llevaba desde que era magigeólogo, hasta encontrar el recipiente. Sacó dos píldoras para la jaqueca y se las tragó sin más, esperando que la afección no volviera más tarde. Habría usado una poción, pero éstas ya no le ayudaban mucho.

 

Buen día, profesor. asintió con suavidad, ocupando el único espacio que había quedado libre, aquel acompañado de un libro de Aritmancia. Asumió que el rubio que presidía la estancia, era el profesor, porque era la única persona de pie. Hubo un cambio de planes, pero sea como sea, tendrá un alumno para aprender la magia detrás de los números.

 

Era todo, por el momento. Se acomodó en el cojín con cierta dificultad, debido a que la posición de loto y su calzado de montañismo, no eran la mejor combinación. Depositó la varita de arce sobre el taburete, a un costado del libro de texto. Parecía tener los años, a juzgar por la cubierta, pero el explorador había aprendido a base de experiencia, que nunca se debía hacer ese tipo de juicios tan tempranos.

 

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Jeremy fumo todo el cigarrillo mirando el impresionante paisaje y sin sentir el frío que hacia volar de vez en cuando algunos copos de nieve. Limpio los restos de colilla y cenizas con magia, antes de ver que alguien cruzaba el portal. Anne. Su Anne. La reconoció al instante y abrió los brazos para recibirla entre ellos. La abrazo fuerte antes de recibir su beso.


-La mejor sorpresa es verte aquí -Agregó con una sonrisa acariciando el brazo la bruja con ternura- Podemos arreglarnos entres los almohadones, hay espacio de sobra... -La invitación era muy tentadora -Pero lo dejaremos para después de la clase. No quiero que nos encuentren en una situación comprometida que pueda levantar rumores.


Aunque la Gaunt solía pasearse desnuda, sin pudor por el Castillo Triviani, toda su familia ya se había acostumbrado a ello, y no se sobresaltaban al verla. Era lo menos raro que tenía por costumbre, un miembro de la familia. El vampiro acompaño a la Gaunt hasta su almohadón para que pudiera acomodarse mientras él hacía lo mismo a su izquierda. Él estaba por hacer lo mismo a su izquierda, hasta que un nuevo alumno apareció por el portal. El vampiro lo evalúo con la mirada unos segundos mientras escuchaba el saludo. No conocía al hombre o por lo menos, no recordaba haberlo visto, aunque estaba noventa por ciento seguro que la primera opción era la correcta.


-Buenos días, y por supuesto, no te preocupes. Siempre es grato enseñar a quien esté dispuesto -Señalo uno de los cojines vacíos -Ponte cómodo. Ya estamos por comenzar.


Mientras el hombre se acomodaba, Jeremy hacía lo propio, sentándose en forma india. Tomo el libro para abrirlo en la página indicada, y a su vez, los libros hermanos copiaron el movimiento sin que nadie los tocará.


-Empezaremos aprendiendo lo que es la Adivinación que es lo primero que haremos usando el cristal de las bolas mágicas -Empezó - Bueno, la adivinación es un arte inexacto en su mayoría del tiempo, consiste en ver con la mente sucesos que esta por venir, o que nos pasaron en algún momento de nuestra historia de vida. Tenemos tres características principales que se pueden hacer con ella: La Adivinación Simple, La predicción y La Profecía -Enumeró con los dedos - Nosotros nos basaremos en la Adivinación simple que es a corto plazo y no supone un riesgo -Dió un pequeño golpe con la varita en la bola de cristal - Ahora nos concentraremos y despejaremos la mente de absolutamente todo pensamiento... luego golpearan con su varita la bola e intentaran descubrir que pueden ver a través del cristal. Antes que eso... ¿Tienen dudas?



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Saludó con un sencillo gesto con la cabeza al recién llegado, que supuso sería otro alumno, y continuó observando al atractivo profesor mientras su mente divagaba en asuntos que poco tenían que ver con la Adivinación y mucho más con otras materias más viscerales. Venciendo la idea de utilizar la Legilimancia para desconcentrar al Triviani, decidió portarse lo mejor posible y dejar que el rubio desarrollara tranquilamente su trabajo.

 

Observó cómo el libro que tenía frente a ella se movió solo y se colocó en la página que Jeremy designó para iniciar la clase. Le echó un vistazo a la bola de cristal que tenía enfrente y frunció el ceño. Siempre había considerado aquellos objetos como algo inútil... y dudaba de que pudiera ver algo útil en ella. Aún así, atendió a las palabras de su prometido y luego sacó su varita mientras intentaba vaciar su mente. Mientras intentaba hacerlo, iba sustituyendo cada pensamiento por un recuerdo o idea que desechaba y cambiaba por otra. Tras unos segundos en bucle, parpadeó fuertemente y sacudió la cabeza mientras lanzaba un gruñido y sin preocuparse lo más mínimo por lo que pudieran pensar los dos hombres que la acompañaban en aquel lugar.

 

Volvió a intentarlo con un poco más de éxito y luego golpeó la bola de cristal con su varita. Y observó.

 

Y no vio nada.

 

Puso los ojos en blanco y miró al Triviani.

 

Jamás pensé que fuera funcionar a la primera... y así ha sido, señor profesor —le dijo, sin molestarse en ocultar el tono de hastío en su voz—. Digamos que mis capacidades en esta disciplina son... más bien escasas. Necesito que me tenga paciencia, lo siento. Volveré a intentarlo.

 

Y así lo hizo. Volvió a concentrarse en despejar su mente de cualquier pensamiento que pudiera alterar aquella actividad y observó la bola de cristal en busca de cualquier vestigio de magia. Le pareció ver que algo se movía en el interior y pestañeó un par de veces, atenta. Luego alzó la mirada, con el ceño fruncido.

 

¿Qué significa si he visto un cuatro sobre unas llamas? Qué cosa más rara.

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Jeremy estaba intentando ver alguna cosa en la neblina, pero se distraía viendo el perfil de la Gaunt. La mujer no dejaba que se concentrara y dio por terminado sus tercer intento cuando sus ojos se desviaron una vez mas. Definitivamente se tendria que contentar con enseñar con los ejemplos que pudieran rescatar los alumnos. Se rio en voz alta al ver la contradiccion en el rostro de Anne por no llegar a ver nada en su bola de cristal. Era muy pausible que los primeros intentos no arrojaran ningun resultado. Mas cuando los pensamientos evitaban despejar la mente.

 

-No te preocupes, sigue intentando -La animo - Muchas personas tardan muchísimo tiempo en llegar a ver algo dentro de la bola de cristal. Es una de las herramientas mas difícil que tiene la materia en si. Intenta despejar la mente y no pensar en nada, como cuando apenas te despiertas y estas relajada con la mente en blanco.

 

El vampiro no quiso dar mas ejemplo sobre despejar la mente, porque sabia que se enredaría y terminaría siendo muy especifico con la situaciones. Se concentro en mirar a la bruja y ver su próximo intento. Apenas desvió la vista al otro alumno, que parecía estar muy concentrado por lo que estaba viendo, o bueno, tal vez intentaba descifrar que veía para poder decirlo en palabras. Lo que era bastante complejo muchas veces.

 

-Un cuatro sobre una llama...-El vampiro intento contener la risa, pero fue imposible, lanzo tres carcajadas antes de ponerse serio y poder responder - Bien, el cuatro podemos fijarnos en la lista de números Aritmanticos que justamente la gran parte de esa materia se encarga del arte de adivinar las cosas por parte de los números... Lo otro lo buscaremos en la parte de animales... ¿O habla de llamas de fuego? -Preguntó de repente. Estaba asombrado por que hubiera visto algo.

 

Busco la tabla de números en Arimancia para que pudieran verla. Los libros imitaron el pasar de paginas de Jeremy hasta dar con la tabla.

 

1 – Creatividad y Confianza en Si: En el numero 1 la energía fluye, si no se bloquea. La producción de trabajo se presenta creativo en todas las actividades y logros.
2 – Cooperación y Equilibrio: La energía del numero 2 muestra un servicio de cooperación, siempre estableciendo límites, buscando un equilibrio cooperativo.
3 – Expresión y Sensibilidad: El 3 nos trae al mundo una expresión emocional, sensibilidad y capacidad expresiva/comunicativa.
4 – Estabilidad y Proceso: La energía del 4 es la estabilidad y la solidez de una forma gradual y planificada.
5 – Libertad y Disciplina: El 5 nos muestra la verdadera libertad, con un mayor movimiento a través de las experiencias y disciplinas.
6 – Visión y Aceptación: el 6 nos muestra los altos ideales, la belleza y la pureza evitando la crítica a causa de un perfeccionismo exagerado.
7 – La Confianza y Apertura: El 7 lee las entre líneas, tiene capacidad de reflexión, mental y espiritual debiendo basarse en la sabiduría universal para compartir todo el contenido en su interior.
8 – Riqueza y Poder: Este número lidia con la energía de la abundancia usando la materia para un propósito superior y no como un fin en sí mismo.
9 – Integridad y Sabiduría: Tras haber vivido y experimentado todos los pasos anteriores, la energía del 9, este se conecta y se alinea con los más altos principios de la vida, ser integro, sabio y humanitario.

 

 

Editado por Jeranne Triviani

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  • 2 semanas más tarde...

Miró a Jeremy frunciendo el ceño, con gesto enfadado.

 

Evidentemente me refería a llama del fuego. Los números no pasean en llama, mi amor —masculló, haciendo serios esfuerzos para no echarse a reír. Quería mantener la compostura tanto como le fuera posible, para no desvirtuar la clase, ni ser una molestia para el hombre. Además, había un alumno más... aunque éste parecía sumido en sus pensamientos, y poco interesado en participar en la conversación.

 

Se asomó al libro para poder ver qué significaba lo que había visto en la bola de cristal. Frunció el ceño, ligeramente decepcionada.

 

Pues no lo entiendo, si te soy sincera. Estabilidad y solidez. ¿Se refiere a que el fuego tiene esas características? ¿O a que si le pego fuego a alguien alcanzaré un estado de solidez personal? Eso me encaja más —añadió, bajando la voz para evitar que el otro alumno escuchase aquella barbaridad, mientras dirigía una mirada cómplice al Triviani.

 

Se pasó la mano por la frente, como si aquel gesto bastase para eliminar de su mente aquellos pensamientos tan poco coherentes para la ocasión, y luego volvió a mirar la bola de cristal.

 

Esta bien, voy a despejarme y a intentarlo de nuevo.

 

Y así lo hizo, esta vez intentando verdaderamente concentrarse en lo que debía. Ni cuatros, ni llamas. Necesitaba conseguir algo verdaderamente útil... algo que le indicase que avanzaba aunque fuera un poco en aquella extraña disciplina que nunca había entendido. De repente, vio algo en la profundidad de la esfera de cristal. Como si algo se moviera. Se inclinó más hacia adelante hasta que la punta de su nariz casi rozaba la superficie.

 

Lo que parecía una mancha grisácea del centro del cristal pareció moverse, como si estallara, y todo se llenó de virutas blancas. Parecía nieve. Frunció más el ceño y escudriñó la bola con la mirada, prácticamente encima de ella. La nieve arreció y, de repente, una gran cantidad de precipitó por aquel monte y arrolló todo a su paso. El sobresalto hizo que la Gaunt diera un respingo y se echara hacia atrás involuntariamente, llevándose una mano al pecho.

 

Por Slytherin... qué susto. Ehm... Jeremy... —miró a su alrededor con cierta incomodidad. El tiempo parecía estable a pesar del frío. Pero ella había visto...—. No sé si lo he soñado o qué, pero... he visto un alud. Y... uhm... ¿crees que es posible? Te prometo que no me lo estoy inventando.

 

 

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Jeremy se rió de nuevo de la Gaunt, bueno. No de ella sino con ella, claro. Pero es que la estaba pasando en grande viendo sus expresiones intentando aclarar lo del cuatro y la llama. Ah no. Que era el cuatro y llamas en plural. Varias llamas. Calor. Si, podía significar eso mismo.


-La materia no es exacta, Anne. Tal vez allás visto que en cuatro...no, perdón, que el cuatro te quiera decir que sentirás estabilidad y las llamas que pasaras por un enojo grande hasta encontrarla -Explicó Jeremy intentando mantener la seriedad, pero sin mucho éxito. Estaba claro que ninguno de los dos basaría su vida en aquellos conocimientos tan inexactos. Las risa volvió a invadirlo con las preguntas sobre matar con fuego. Era interesante - No es mala idea, Gaunt. Tendremos que experimentar para encontrar la verdad.


El vampiro miro de reojo al hombre que había llegado a la clase, pero este parecía estar sumido en un profundo sopor. Que Jeremy hasta se preguntó si es que no estaría durmiendo la mona, mientras estaban en clase. No lo aprobaría, no podía hacerlo, pero lo intentaría despertar cuando todo acabará y lo invitarla a pasarse en otra fecha.


Volvió su atención a la bruja que miraba la esfera de cristal con pura concentración. Jeremy noto que los ojos grises de la Gaunt se iban abriendo de impresión a medida que intentaba formar alguna cosa entre la bruma que mostraba la bola. Lo consiguió, pero un alud no era lo que esperaba.


-¿Un alud? Vamos Anne no puedes estar viendo eso, mira mejor, preciosa. Estoy seguro que entre toda esa nieve puede haber un detalle que pasaste por alto -la invito a seguir intentándolo, mientras se acercaba más a su lado. Si iba a inventarselo, bien debía vigilarla de cerca.


En esos monentos, el suelo empezó a vibrar de a poco. Con movimientos pequeños. El aire, por su parte, parecía empezar a silbar de una forma extraña. ¿Que estaba pasando?



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Ni exacta ni aproximada. ¿De quién fue la idea de que me anotara a estudiar esto? —preguntó, más como una cuestión retórica que como una pregunta real. Se masajeó las sienes y luego frunció el ceño cuando él le indicó que volviera a mirar la bola de cristal—. ¿Me estás llamando torpe, Triviani? Sé distinguir una nevada de un alud. Hay claras diferencias, amor, y acabo de ver un al...

 

El suelo tembló. No fue lo suficientemente fuerte como para asustarla, pero sí que se sintió inquieta de repente, con los ojos muy abiertos. Además, instintivamente había extendido la mano para agarrar el brazo de su prometido.

 

¿Lo has sentido? Jeremy... tenemos que irnos. Venga, vámonos.

 

Se puso en pie casi de un salto, coincidiendo su movimiento con otro temblor que sentía nacer bajo sus pies. Sus ojos grises se abrieron al máximo y se clavaron en el Triviani.

 

¿Quieres que vuelva a mirar la bendita bola de cristal o ya confías en mí? —le dijo, poniendo los brazos en jarras. De repente, el temblor fue un poco más fuerte y la bola de cristal que había estado consultando hasta un segundo antes cayó—. Demonios, que estos trastos cuestan un ojo de la cara. Vamos, tenemos que salir de aquí. ¿Cómo ha podido desprenderse una parte de la nieve de la montaña, si hacía buen tiempo?

 

La pregunta murió en sus labios, pues un tremendo estruendo les indicó que los problemas ya habían iniciado. A no muchos metros de donde estaban, pudo ver cómo una enorme cantidad de nieve caía arrollando a su paso la poca vegetación que había y todo lo que encontraba a su paso. Pero fuera lo que fuese que había provocado el derrumbe, parecía dirigirse hacia donde se encontraban. La Gaunt tomó la bola de cristal y miró de reojo al otro alumno, que no había abierto la boca en todo el tiempo.

 

Habrá que llevarse a este tipo, ¿no? No quisiera que tuvieras problemas por dejar morir a un alumno. ¿Adónde vamos? A ver, que yo puedo salir volando de aquí. Pero no voy a dejarte atrás, así que vámonos juntos... a estudiar adivinación. O lo que sea —comentó, con gesto cómplice pero aún con la alerta brillando en sus ojos.

 

 

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