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Londres bajo la luna llena


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Calles de Londres

12 de marzo

11:05 pm

 

 

 

LICAN...

 

 

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En la obscuridad de la noche el ambiente en la ciudad de Londres era de incertidumbre tras las reveladora noticia del ministro de magia, los magos no se ocultarian mas. Por un lado estaban los muggles, alguno de ellos habian observado algo que en sus vidas parecia imposible, insoñable. Cosas tan extraordinarias como para ser descritas, no cabía duda de que era algo extraordinario, era magia. Pero para el mundo mágico el levantamiento del estatuto del secreto solo generaba una cosa; caos. Muchas personas con poderes magicos protegian a los muggles inconsientemente, como un deber no escrito de preservar sus vidas ante seres oscuros de la magia, otros solo deseaban la supremacia del los magos, unos de esos seres eran los licantropos, o mejor conocidos como hombres lobo, que solo deseaban sangre.

 

 

Habian esperado tanto esta noticia, la preveían ante la guerra magica de Inglaterra y Bulgaria como un método de guerra. Habían reunido en secreto a docenas de seres crueles y despiadados que podian transformarse a su antojo en hombres lobo. Algunos eran magos otros simples muggles contagiados con esta maldición. Pero este grupo era conformado por miembros de la secta de Fenrir Greyback, un licantropo mágico sanguinario que había muerto hace mucho, deseosos de solo convertir a jóvenes magos y muggles con esta maldicion. No habia lideres, solo personas llenas de odio y crueldad hambrientos de sangre, que tras estar ocultos por temor al ministerio de magia ahora tenian via libre para saciar sus mas oscuros deseos.

 

 

 

Detrás de algunos arboles que rodeaban lo que era un bosque, estaba un hombre mirando la luz de cientos de casas y edificios en la distancia, en las afueras de Londres. Miraba con deseo oscuro a los pocos muggles transeuntes en la obscura noche.

 

 

-- Es hora... Pueden hacer lo que quieran-- Decía la voz de un hombre alto, con un tono de diversion. Tenia vello en todo su cuerpo mas e lo normal, barba abundante en su rostro vestido con ropas viejas y sucias, parecía un vagabundo a simple vista, solo por la diferencia de llevar manchas de sangre en todo su ropaje. Esas palabras surtieron un terrible efecto a un grupo de bestias detras de aquel hombre. Como sombras emergieron de la noche de entre los arboles. Eran al menos de dos metros de altura y rugian hambrientos detrás del hombre. No dudaron mas, se abalanzaron sobre todo lo que era humano y con velocidad corrian a galope en cuatro patas. No hubo que esperar mucho tiempo, tras unos segundos se escucharon por esas calles gritos de agonia y desesperación, gritos de ayuda a la vez de fuertes gruñidos, los muggles londinenes estaban siendo asesinados o para su fortuna tan solo convertidos en hombres lobo.

 

 

El hombre similar a un vagabundo empezó a gruñir por lo bajo, sintiendo en su piel y cuerpo el calor alto de su temperatura, incremento en estatura y gruñia mas alto por el sentir en su piel el cambio de metamorfocis. De la nada emergió una bestia con garras filosas y hambrienta de sangre. Un par de personas huian gritando aterrorizadas de lo que sucedia. Eran su siguiente bocadillo, y sin dudarlo se lanzó contra ellas encajando sus dientes y garras en su piel suave y delicada ante sus gritos de agonia.

 

 

La luna llena se elevaba sobre la ciudad de londres, mientras gritos ahogados de muggles se escuchaban en una ciudad dormida y desprevenida de este ataque. La magia tan solo era el menor de los problemas en esa enorme ciudad. Los aullidos como estruendos inundaron el ambiente... Los hombres lobos estaban cazando a sus presas...

Editado por Kritzai

 

 

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Emiliano Black.

 

El vampiro deambulaba por las calles de un poblado inglés, había salido a dar una vuelta apenas supo de la desencajonada noticia- el velo del secreto mágico ya no cubría más los terrenos del Reino Unido-. Con ambas manos en los bolsillos de una chaqueta de cuero negra, se detuvo a varios metros de una casa de muggles, donde se podía dilucidar a una familia pegada a lo que ellos llamaban "televisión"; una mujer se tomaba la cabeza con ambas manos, mientras que los demás (un hijo y su padre) comentaban la situación acaloradamente... no era difícil agudizar los sentidos...

 

-¡Es magia! ¡es magia papá!...

 

-La magia no existe, ¡ésto tiene que ser obra de los chinos!...Sophie, toma todo lo que puedas, nos iremos de aquí al amanecer...

 

-¡Eddy deja ese celular!, ayúdame a empacar...

 

...Black elevó la vista al cielo, un par de magos surcaron el cielo con gran velocidad arriba de sus escobas, a los pocos segundos, un trío de estelas oscuras pasaban en igual dirección (Inquisidores del ministro de magia intentando atrapar a quienes veían en todo ésto un libre albedrío). De pronto se oyó un ligero crack sobre la copa de unos árboles de aquella villa... un par de ramas quebrándose y finalmente un elfo cayendo de bruces al césped. El oído del vampiro, que estaba atento a varios de los hogares distinguió el quejido de lo que un día, hace ya 280 años, había sido su criatura.

 

-¡Nius!- exclamó Emiliano. Apoyó una rodilla al suelo y abrió ambos brazos- creí que me habías olvidado amigo...

 

-Se...señor...- titubeó el elfo, poniéndose de pie y sacudiéndose algunas hojas y ramillas. Corrió para abalanzarse sobre el mago pero éste le detuvo con la varita que rápidamente sacó de la caña de su botín. La criatura quedó desconcertada.

 

-¿Qué creías? ¡elfo est.úpi.do! ¿que te abrazaría luego de que me hayas dejado por ese engreído que tenemos de ministro?- cuestionó el mago poniéndose de pie mientras el elfo quedaba temblando de miedo. Acercó su mano hasta la oreja que traía quebrada a la mitad y la levantó con desgano, viendo como volvía caer. Nius recordaría la vez que Aaron le había fracturado una de aquél par de puntiagudas- éstas cosas no pasaban conmigo... ¿qué haces aquí?- volvió a preguntar mientras retomaba su rumbo por la acera. El elfo le siguió al instante.

 

-Ni...Nius si...siempre vigila a...a....a...

 

-A...a....a...- le remedó el Black con una ironía innata.

 

- A Emiliano... Nius siempre vigila al am... a Emiliano Black, señor- concretó la criatura al tiempo que cerraba sus ojos esperando algún golpe de regreso. Al no recibir nada, abrió un ojo a duras penas observando al Black quien le miraba recíprocamente.

 

-Vaya, ese chico si que te tiene traumado...-sostuvo el vampiro mientras sacaba sus propias conclusiones-... que quede claro que no me gustan los de tu clase, Nius, pero yo jamás te toqué un pelo ¡eh!...-la mirada verde opaca del Black se conectó con el sentimentalismo de la criatura-...bueno, una vez te hice bailar tres horas con un par de amigos a punta de chispazos, pero jamás te golpee. ¿Cómo sabías que vivo aquí?...¡Ah! ya sé. Aaron te ordenado seguirme ¿verdad?- preguntó, ante lo que la criatura asintió- por lo tanto el muchacho sabe que vivo como un muggle ¿verdad?- el elfo volvió a asentir-y ¿él te ha enviado a por mí?...

 

Nius no supo responder, no por no saber, sino porque Emiliano era un tipo totalmente impredecible; tanto así, que si se le ocurría arrancarle la cabeza lo haría sin pensarlo siquiera un poco. Lo cierto era que el vampiro había decidido desligarse del mundo mágico para vivir entre los muggles, vistiendo y viviendo como ellos, pero todo ello tenía un vil y autovalente propósito: alimentarse de los sin magia. Lo virtuoso de todo ésto era que el tipo cazaba a muggles que no serían extrañados por muchos o a su vez, por nadie. Drogadictos, prostitutas, gente de calle; los embaucaba, les seducía, los acondicionaba a una confianza sin igual y en el momento menos esperado, los asesinaba sin piedad. Qué curiosa redención la de aquél mago que en sus tiempos de oro (1800 aprox.) no hubiese perdonado nada ni nadie.

 

De pronto unos aullidos se oyeron a lo lejos, no era en aquella villa pero al ser Emiliano un vampiro, supuso que era en un lugar no muy lejano, quizás unas cuantas cuadras, desde un bosque aledaño a un condominio inglés cuyos terrenos pertenecían a la milicia muggle.

 

-Perros, como odio a esos perros...- entrecerró la esmeraldina mirada y bajó la vista hasta el elfo-...¿estás aquí porque quieres que los detenga? ¡¿Aaron te ha pedido eso?!...

 

-No no no... Nius solo está aquí para advertirle señor, Nius no quiere que Em...Emiliano sea atacado por una ma...manda de lycans...

 

El vampiro se largó a reír. La disputa entre hombres lobo y los vampiros era conocida desde tiempos inmemoriales, ambos seres muy territoriales, se podrían oler a kilómetros de distancia.

 

-Ven, vamos a jugar un poco Nius...- el elfo tocó los jeans del vampiro y juntos desaparecieron de allí al mismo tiempo en que un corte eléctrico desataba el griterío de los muggles.

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Calles de Londres
13 de marzo
12:21 am

 

Rovan

 

 

 

Aminoro la velocidad de su corrida deteniéndose de a poco. Su olfato estaba mas alerta ante cualquiera de los olores mientras corría por un callejón obscuro. Todos creían que al ser transformado en un hombre lobo sus pensamientos quedarían reducidos a instintos salvajes, que la mente de un humano era sustraída por una bestia terrorífica pero eso no era del todo verdad. A lo largo de los años habían desarrollado la habilidad de la razón apesar de estar en esa transformación, una evolución que los hacia altamente peligrosos. Se comunicaban a base de sentimientos y telepatía en algunos casos.

 

 

Aquel hombre lobo se había detenido al percibir un olor peculiar. Era amargo pero detectable, si mas recordaba ese olor pertenecía a un vampiro. Alzaba su nariz en busca de mas olores, midiendo a la vez la distancia y la cantidad de estos. Por el momento solo eran dos olores distintos, de un vampiro y un elfo domestico. Rovan era uno de esos Lycans en sentido militar con alto rango, manejaba a su cargo a otros tres Lycans. Tras la orden de sus líderes en dejarlos hacer lo que mas deseaban sin repercusiones habían hecho cosas de lo mas atroces. No contaba sus victimas, su mente solo deseaba carne y sangre pero si hubiera estado como humano contaría almenos una docena de muggles muertos en sus garras.

 

 

En las calles a las afueras de la gran ciudad de Londres los gritos ahogados y llenos de agonía inundaban por todos lados. Sumados a los aullidos de los suyos, de los Lycans. Habia perseguido a una chica muggle por aquel callejon hasta que ese aroma a vampiro lo habia hecho detenerse en seco. ¿Que hacer? ¿Informar a su lider ? Sobre las cuestiones contra los vampiros eran escazas ya que desde hacia cien años que no se enfrentaban ambas razas. Cada cual con su territorio designado por cautela. Pero ahora con una ciudad libre para ser atacada por los Lycans defender este derecho era parte de ellos.

 

 

Llamo a los suyos con una aullido, mas que nada a su grupo que de inmediato llegaron hasta él, incluso uno de ellos llevaba un cuerpo de un muggle hombre muerto entre su hocico y garras, dejándolo en el suelo. No basto mas que señalar el olor y un par de pensamientos sobre que hacer. Se movieron juntos en dirección del olor, pero tras moverse por unos momentos ante los gritos de terror de los muggles ese olor se desvaneció por un momento, para así reaparecer mas cerca de ellos ante su desconcierto. Ahora estaba a unos metros entre las casas sin energía eléctrica, Rovan dudo en que hacer si atacar era sensato puesto que llevaba superioridad numérica, pero desconocía las intenciones del vampiro. Tras dudar un momento uno de su grupo de cuatro arremetió gruñendo y ladrando contra el vampiro desobedeciendo a Rovan.

 

 

¿Seria el inicio de una guerra antigua, por el derecho de poseer las almas de los muggles a su merced?

 

 

 

 

 

@

 

 

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Sebastian Crowld

 

 

 

Las luces del Lamborghini parpadearon dos veces en cuanto Sebastian Crowld accionó el mando a distancia de su coche, todavía en la puerta de la villa propiedad del Presidente de Genetics Corporation, Ltd. con quien había disfrutado de una copiosa cena y una agradable velada. Vestía un tradicional smoking negro con pajarita del mismo color, sobre una camisa color plata y fajín del mismo color y, por una vez, había tenido que sacrificar las botas de montaña por unos elegantes sebagos de impoluto charol.

 

Mientras se dirigía a su coche, se volvió para saludar a Laura, que se había quedado en el jardín despidiendo a Sebastian. Ella había sido, sin duda, lo mejor de la velada. Aquellos ojos marrones hacía meses que le tenían sorbido el seso. Era plenamente consciente de ello. Y, aunque todavía no tenía intención de atarse a ninguna mujer, Laura era sin duda una deliciosa tentación. Lástima que su padre hubiera decidido continuar con aquel proyecto sobre la categorización de diversidades en el genoma humano. Tarde o temprano, Sebastian tendría que tirar de ciertos hilos para impedir que se llevara a cabo, lo que sin duda era un acto reprobable que Sebastian nunca se perdonaría lo suficiente ni tendría la conciencia tranquila como para cortejar a la hija de aquel a quien iba a perjudicar, por más que él no llegara jamás a enterarse. Su propia conciencia -bien entrenada, a pesar de todo- y su sentido de culpa, convertirían a Laura en alguien a quien no podría mirar directamente a la cara sin bajar los ojos. Y, aunque no le gustaba, sabía que habría que hacerlo. Por el bien mayor, por la paz de un mundo que últimamente se desmoronaba con mucha facilidad.

 

Abrió la portezuela del Lamborghini y se introdujo en su interior, dedicándole a Laura un últimmo saludo con la mano y la mejor de las sonrisas todavía pintada en su rostro. ¡Qué hermosa era! Una vez en el interior de su coche, resguardado por los cristales tintados del lujoso deportivo, aprovechó para alargar sus cabellos y eliminar cualquier rastro de la ligera barba que había lucido durante la velada. Era muy hábil con la metamorfomagia y conocía bien las preferencias de Laura por los tipos con barba de un par de días, al igual que había estudiado la manía de su padre por no querer saber nada de los tipos que llevaban el pelo demasiado largo. Procuraba, no obstante, no cambiar demasiado su imagen cuando se relacionaba con muggles como en aquella ocasión. Los muggles se extrañaban demasiado cuando alguien cambiaba a menudo su aspecto.

 

Además, ahora que aquel Ministro, Aaron Black Yaxley, había decidido levantar la ley del Estatuto para el Secreto de la Magia, lo último que necesitaba Sebastian era levantar sospechas de los muggles acerca de sí mismo. Llevaba toda la vida conviviendo con ellos, manteniendo la doble fachada que ya iniciara en su adolescencia, cuando estudiaba a la vez en Eaton y en Hogwarts. Habían sido dos años muy duros y si no hubiera sido por el giratiempos que le prestaron ocasionalmente en Hogwarts y el encantamiento de doble presencia que su madre había conseguido que le hiciera un encantador chino, no habría podido lograrlo. Pero el esfuerzo había valido la pena. Ahora era capaz de mantener dos vidas paralelas sin el menor esfuerzo.

 

Para los muggles, era el rico heredero de Barnard Crowld, un magnate muggle de la industria tecnológica a quien le había ido muy bien en los primeros años de siglo, cuando la revolución tecnológica había estallado y llevado al mundo muggle a avances sorprendentes en todos los campos de la ciencia. Además, los muggles lo conocían también por su afición a la alta montaña y sus publicaciones, sobre todo en redes sociales, de lugares recónditos y exóticos.

 

Para los magos, en cambio, era un simple profesor e investigador de magia antigua, amigo de Mackenzie Malfoy y aficionado al extraño deporte de la escalada muggle. Ciertamente, Sebastian era mucho más en el mundo mágico, pero sus mejores logros solían ser secretos. Poderoso arqueomago, era miembro del Consejo de Doce de la Orden de Arqueomagos, además de secreto asesor e informante de muchos gobiernos mágicos.

 

Pero si su vida ya era complicada y se sostenía a caballo de dos mundos, a cada cual más complicado y ambos dejados de la mano de su Creador, la decisión del Ministro de Magia ponía las cosas aún más difíciles. Todavía eran muchos los muggles que no creían como veraces las últimas informaciones en prensa sobre sucesos extraños y paranormales, sobre la existencia de la magia y todo lo que llevaba consigo e indudablemente que Sebastian hacía todo lo posible porque ningún muggle tomara por ciertas dichas informaciones, pero aún así, cada vez era más complicado parar los rumores y desacreditar a unos testigos a los que la mayoría de magos ya no se molestaban en desmemorizar. Todo estaba tomando un rumbo muy peligroso y sólo faltaba que el Presidente de Genetics Corporation, Ltd. y su familia empezaran a sospechar del hombre que se había colado en su vida desde hacía unos meses, compartiendo con ellos comida, charlas y secretos.

 

Sebastian aceleró el Lamborghini, en cuanto hubo salido de The Boltons, en Chelsea, dejando atrás la villa en la que había estado cenando y adentrándose en el barrio londinense de Belgravia, de camino hacia la city. No había recorrido aún dos avenidas, cuando escuchó los gritos de una joven corriendo en dirección al Lamborghini, que se encontraba parado en un semáforo, junto al callejón de donde acababa de salir la joven.

 

—¡Pare! ¡Pare, por favor! ¡Ayúdeme! —Era una hermosa joven de cabellos dorados y esbelta figura la que estaba aporreando los cristales tintados de la ventana de su coche.

 

Sebastian bajó la ventana de su coche y saludó a la joven con una sonrisa y gesto de tranquilidad.

 

—¿Qué ocurre señorita?

 

—¡Por favor, sáqueme de aquí! ¡Me persiguen! ¡Llame a la policía!

 

Sebastian abrió la puerta izquierda de su coche, mientras sus sentidos empezaban a percibir el peligro. Podía oír los inconfundibles aullidos e incluso notaba un viento pestilente procedente del callejón. Licántropos. Y no pocos. A juzgar por los ruidos de sus pezuñas y los aullidos de sus gargantas, debían de ser cientos. ¿Atacando a muggles? El mundo se volvía cada vez más loco.

 

—¡Suba y abróchese el cinturón! —Apremió, mientras pisaba ya el acelerador, dispuesto a quemar toda la rueda necesaria para salir de allí a toda velocidad.

 

—Me han robado el móvil —anunció la joven. —Quizás podría llamar a la policía con el suyo.

 

Sebastian enarcó una ceja. Desde luego que llamar a la policía muggle sería lo último que haría. Pero eso no podía decírselo a aquella preciosa jovencita.

 

—De acuerdo, ahora la llamo. Tranquilícese. —Introdujo la mano en su bolsillo, como si fuera a sacar su móvil, aunque lo que en verdad quedó a la vista de la chica durante un breve instante fue la varita de Sebastian, que la apuntaba directamente a los ojos. —Obliviate.

 

La joven se desplomó inconsciente en el asiento del copiloto, mientras Sebastian paró un momento el coche para buscar la dirección de la joven en algún documento que pudiera llevar en el bolso. Tenía que llevarla a su casa y dejarla en su casa durmiendo plácidamente. Al día siguiente pensaría que todo había sido un sueño.

 

Cuando por fin encontró el documento de identidad de la chica y levantó la vista de nuevo hacia la carretera, con el pie pulsando ya el acelerador, se quedó mudo de asombro. Docenas de hombres lobo estaban rodeando el auto en todo su perímetro. Intentó pisar fuerte el acelerador, pero una garra levantó la tapa del motor dispuesta a hacerlo trizas. Con la varita en una mano, lanzando hechizos en todas las direcciones, a duras penas consiguió acelerar el Lamborghini y alejarse unos metros, antes de escuchar los inconfundibles sonidos de las patas de aquellos seres golpeando contra el techo y la carrecería del deportivo. Debían ser al menos seis, los licántropos que habían conseguido subirse al coche antes de que éste acelerada.

 

Y, de pronto, el motor se paró. Con la luna llena rielando sobre un oscuro Támesis, una chica muggle inconsciente en el asiento del copiloto y la copiosa cena todavía apretando el cinturón a su estómago, Sebastian apuntó con su varita, mientras trataba de descubrir cual era la mejor forma de escapar de allí.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Rovan

 

 

 

Con su mente completamente libre de pensamiento, sin estar atado solamente a los instintos salvajes podían deducir las situaciones que se les avecinaban. en este caso la desobediencia por uno de los suyos. Rápidamente ordeno con la telepatía y el sentir de sus sentimientos que los demás a su cargo detuvieran al Lycan que los había desobedecido de atacar al vampiro. Al hacerlo no sabían que podrían desencadenar una guerra ademas de que aun no tenían líder definitivo, solo lideres de grupo con un mismo objetivo de tomar vidas en una ciudad desprotegida. Mientras perseguían al Lycan descontrolado llegaron a los limites de una carretera. pudieron olfatear que grupos diferentes de hombres lobo se acercaba hasta ellos. Al someter a su descontrolado compañero sintieron la presencia de sus camaradas. Ya eran docenas reuinidos alli.

 

<<Captaron el olor del vampiro>> Penso el lider de uno de ellos hacia Rovan y los demás.

 

<<Asi es, aun no sabemos cuales son sus intenciones o si solo es un espía observándonos, su aquelarre debe estar cerca>> Pensaba Rovan en telepatia hacia los demas. Antes de que pudieran reaccionar olfatearon el aroma de una chica muggle junto con el de un mago. se acercaba a velocidad hasta observar en la carretera el aparecer de un Lamborghini hasta su posición.

 

 

Era como si la comida se hubiera pedido a domicilio para los licantropos, que no dudaron y atacaron al auto desgarrando por todas partes al auto de aquellos dos humanos. De inmediato eran asediados por un grupo pequeño incluido Rovan.

 

<<Déjenme a la chica, deseo saborearla>> Pensaba uno de los hombres lobo gruñendo mientras intentaba desgarrar el techo del lamborghini.

 

<<Un grupo vayan y vigilen al vampiro, los demás vuelvan a la ciudad y cazen lo que puedan, adviertan a los demás y ustedes...>> Pensaba otro de los lideres al ver que seis de los hombres lobo acorralaban al coche. <<No tarden >> Pensaba refiriéndose a la chica y al mago atrapados en ese coche,

 

Los demás se alejaron con velocidad a las ordenes dadas mientras Rovan gruñia hacia el mago que había sacado su varita para defenderse, habían atestiguado que un mago podría contra un par de hombres lobo solo con su varita pero en ese momentos eran seis. No había hacia donde escapar, tendrían la cena servida para luego ir a ayudar a vigilar al vampiro con los demás, todo estaba a su favor. Desgarraría la garganta del mago mientras su sangre correria por sus labios, sin poder ocultar sus deseos gruño y ladro fuertemente Rovan saboreando la carne de aquellos dos humanos.

 

 

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La luna se erguía ante los terrenos de la mansión Black Lestrange iluminando sus grandes prados, el balcón de la peli violeta estaba abierto de par en par mas que para que la brisa nocturna inundara sus aposentos era para ver tan magnificencia que el astro nocturno proporcionaba. La chica estaba sentada en el sillón que había acomodado en el balcón apoyando sus pies en el barandal, una botella de cerveza descansaba en su mano izquierda mientras que la derecha tenia un libro que ya estaba olvidado, pues la mujer solo se deleitaba con la vista que tenia al frente. Nunca se arrepentiría de haber paliado con uñas y dientes esa habitación, pues daba justo la entrada, los jardines y prácticamente se veía todo el terreno desde esa ubicación,

 

una noche perfecta para cazar pensó la Black sin intensión, solo fue un pensamiento que cruzo su mente sin proponérselo, como si eso hubiese detenido un conteo regresivo en alguna parte, cientos de aullidos se escucharon, tanto en el bosque que tenia la frente, como en los alrededores, parecía que cientos y cientos de lobos se congregaban, se reunieran. Ella no era muy diestra en animales, es mas no tenia mascotas, ni siquiera una planta pues de seguro se olvidaría de regarla.

 

Ya con el insomnio en su mejor apogeo, decidió caminar un poco en Ottery para ver si recuperaba algo de su sueño, se vistió sin su chaqueta, dejando ver la remera blanca y salió de la mansión sin ser vista por nadie, posiblemente todos estuviesen en sus habitaciones o tal vez, y era más factible, no hubiera nadie en casa. Camino cerca de media hora hasta que llego al poblado muggle pero tenia la sensación que la vigilaban a pesar de haber volteado a ver y no encontrar nada, de repente los gritos rompieron el silencio de la noche, y una jauría de lobos gigantescos salió del callejón cercano persiguiendo a personas, ahora los aullidos tenían sentido para la chica, sin pararse a pensarlo corrió en sentido inverso a los hombres lobos, pero ya no día regresar, estaba atrapada con muggles.

 

Genial Alegna, ¿ahora que diablos esperas? recriminándose mentalmente saco su varita y empezó a lanzar maldiciones y encantamientos a diestra y siniestra, apreciaba demasiado su humanidad, para morir o para contagiarse de licantropía, demasiado inteligentes fueron las bestias que se alejaban buscando las presas mas fáciles, la Black aprovechando ese instante de cobardía, salió corriendo, pero al salir del pueblo se topo con una bestia enorme, mas grande que la mayoría, no se había percatado de su presencia, estaba bastante ocupado, pero lastimosamente obstruia su paso, se escondió en un árbol, tratando de pensar, el camino más corto estaba interrumpido y rodear al animal por el bosque en estos momentos no era la mejor opción, ¿Por qué no desaparecía como una bruja haría? Pues su intuición le decia que no estaba bien, y ella siempre le hacia caso a su intuición.

 

Camino silenciosa para fijarse en que entretenía al animal, y el corazón le dio un vuelco, entre las fauces de la bestia estaba una chica, el cabello violeta le tapaba el rostro, sangraba de sus brazo y piernas, y parecía desmayada, Alegna pensó en su hermana Rose, y una ira desmedida se acumulo en su pequeño cuerpo, sintiéndose tremendamente imprudente, salió de su escondite y grito más con ira que con voz fuerte un EXPULSO el hechizo le dejo adormecido el brazo, pues sintió como si desde su pecho recorriendo su hombro desplegándose hasta al punta de su varita hubiese salido el hechizo pegando en la nuca del animal, que solo lanzo un gruñido confuso, ante tal acontecimiento, el hombre lobo salió despedido unos cuatro metros perdiéndose entre unas matas de pasto y no se volvió a levantar.

 

-Rose, Rose- susurro sin percatarse que sus lagrimas mojaban sus mejillas

 

Llego hasta la mujer ensangrentada, y con cuidado, la acomodo en la tierra, se arrodillo y con pánico despejo el cabello de la chica para ver su rostro, no era su hermana, no era Rose, una completa desconocida estaba en sus brazos, y Alegna se sintió entre aliviada y confusa, ¿ahora que debía hacer? Una de las opciones era dejarla n ese sitio y que el resto de la manada decidiera que hacer con ella, la otra llevarla hasta san mungo a que trataran sus heridas, Algena se planteo seriamente la primera opción, pues no era conocida de ella, es mas era una simple muggle, se levanto decidida a retirarse, pero algo la tomo del pantalón.

 

-A..ayuda- el corazón e la Black volvió a latir con fuerza, maldita conciencia

 

Sin dirigirle la palabra la tomo con mas fuerza de la necesaria de la mano y desapareció para adentrase en la oscuridad llevándose consigo a la chica que acababa de ayudar, apareciendo al instante en las puertas de San Mungo, conjuro un encantamiento para trasladarla y se metió en recepción, abarrotada como estaba tuvo que valerse de su cargo ministerial, para que la atendieran primera, parecía que lo que sucedió en Ottery sucedía en varias partes.

 

Un mago treintañero apareció al instante con una camilla, y la ayudo a depositar a la chica.

 

-¿Qué paso?

 

-Lo mismo que a la mayoría- dijo con ironía, pero al ver la cara de cansancio del mago decidió suavizar su sarcasmo-La mordieron, en Ottery supongo que hace media hora

 

-¿Cómo se llama?- el mago empezó a mover su varita limpiando a la chica, Alegna pudo ver las heridas en su esplendor, una gran mordida en su costado, arañazos en sus brazos, piernas, espalda, un golpe en su cabeza- oye estas bien

 

Se reprocho mentalmente el haberse quedado conjeturando como el animal la había atrapado y como se había hecho esas heridas, solo asintió para agregar que no la conocía y que era muggle, dio media vuelta y se dispuso a salir, pero el mago la detuvo.

 

-Necesito que te quedes con ella, yo no puedo y alguien tendrá que explicarle, por lo menos porque esta aquí- Alegna solo bufo

 

-Ok pero debo informar al ministerio

 

-El ministerio ya esta informado desde el -primer caso que llego, ahora necesito que me ayudes con esta chica

 

la Black rodo los ojos vencida, y se acerco de nuevo, cambiando los trapos que antes fueron un vestido por la bata del hospital, y buscándose un café luego para quedarse con la desconocida.

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Matt Ironwood.

 

Castillo Evans

 

 

Abrió los ojos. ¿Donde estaba? El castaño comenzó a recorrer con la mirada la habitación en la que se encontraba, aquellos muebles le resultaban muy familiares, al igual que el enorme ventanal con una esquina algo astillada, hasta reconoció libros de su propiedad en la conocida librería personal ¿Estaba en su habitación en el castillo Evans McGonagall? ¿Cómo es que había llegado hasta allí?

 

Intentó incorporarse de su cama pero apenas apoyó su codo derecho sobre el colchón un latigazo de dolor le recorrió el cuerpo partiendo desde su abdomen que le hizo apretar los dientes. El Ironwood se dejó caer nuevamente y levantó las sábanas para saber qué le pasaba y entonces fue cuando vio las vendas rodeando su torso inferior y recordó todo.

 

La caida del estatuto, su partida hacia Inglaterra, el incendio y el niño sosteniendo el arma, le habían disparado. Se llevó con cuidado la diestra a la zona de la herida y pudo sentir el calor húmedo y un ramalazo de dolor le hizo fruncir el ceño. Recordó de repente a Joe Jackson, el agente del FBI que estaba junto a él combatiendo el incendio, sin dudas él fue el responsable de llevarlo hasta allí, pero no recordaba haberle dado la dirección, tampoco es que aquella fuera una cuestión muy importante en aquel momento, tenía una misión que cumplir, el mundo era un caos y Joe debería estar de nuevo trabajando en Londres.

 

Al recordar su misión se percató de que no llevaba el reloj de muñeca y en una frenetica busqueda con los ojos lo encontró para su alivio en su mesa ratona junto a la cama y al lado de su brillante placa dorada. Con cierta incomodidad estiró su diestra y tomó el pequeño instrumento, buscó rastro de algún nuevo mensaje del MACUSA pero no encontró más que viejas noticias por lo que volvió a dejarlo en su lugar.

 

Tenía que levantarse, no podía seguir perdiendo el tiempo y por la luz rojiza que entraba por el amplio ventanal de su cuarto, había perdido prácticamente todo el dia, la noche se acercaba. Observó nuevamente su mesa ratona y se percató de que allí no estaba su varita, la varita, se había olvidado de la varita. El susto le hizo sentarse de golpe lo que le provocó que la cabeza comenzara a darle vueltas, trató de tranquilizarse y he inspirar profundamente.

 

No podía continuar su misión sin su varita, no podía haberla perdido, ¿se la habían llevado sin querer junto con su ropa? El castaño simplemente lucía un pantalón de pijama debajo de las mantas,de la ropa que llevaba aquella mañana no se encontraba en el cuarto.

 

-Accio - dijo con voz ronca, hasta hablar le costaba, sentía la boca completamente pastosa. Sintió un vidrio romperse un par de pisos más abajo y por unos segundo nada más, hasta que sintió un familiar chillido. ¡P-ko! La elfina.

 

La puerta de caoba de su cuarto se abrió con estrépito, golpeando la pared con violencia y del otro lado, viajando como una flecha cortando el aire se acercaba su varita. Matt aliviado no pudo más que sonreír mientras alzaba la diestra y tomaba con firmeza su fiel varita. La madera se sentía cálida al tacto y ese calor se extendió por todo su cuerpo despejando un poco las dudas y preocupaciones que se arremolinaban en el pecho del americano.

 

-P- ko - llamó a la elfina con un tono cada vez más parecido al suyo - ¿Estas ahi? - estaba seguro que el aquel chillido que había escuchado pertenecía a la elfina. Tenía que hablar con alguien, debía enterarse que estaba pasando.

 

@@Rory Despard @@Lillian Potter Evans @ @@Scavenger Weatherwax @@Helen Evans @@Jank Dayne

 

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Castillo Evans

 

El atardecer siempre se había visto de manera privilegiada desde las ventanas del pasillo del segundo piso. Me recargué sobre la pared con la cabeza apoyada al vidrio mientras tomaba un sorbo del café que tenía en la mano. Mis pensamientos no seguían un flujo normal, divagaba lentamente entre una idea y otra; generalmente sumida en recuerdos nostálgicos. La realidad era, que a pesar de haber vuelto a casa, sentía que había algo que me faltaba... pero aún no me decidía sobre qué era ese algo exactamente.

 

La luz rojiza indicaba que la noche se aproximaba, sentía una extraña sensación en mi estómago, como un presentimiento de que algo malo estaba a punto de pasar. Cerré los ojos intentando concentrarme, hace muchísimo tiempo que no practicaba el control del viento con el que había logrado avanzar prometedoramente. No, ahora la prueba de ello era que, sin sentir el viento del exterior, no era capaz de llamar ni a una insignificante brisa en el interior del castillo.

 

¿Debería salir a los terrenos? Tal vez allí fuera más fácil. Pero ese extraño frio que sentía en el estómago no me dejaba estar tranquila, era como si... como si... algo malo...

 

Un sonido de vidrio rompiéndose y el chillido de P-ko me sobresaltaron. Seguramente sería alguna copa que habían dejado caer, pero aún así sostuve mi varita firmemente. De pronto un objeto pasó volando muy cerca mio y con mucho alboroto entró en una habitación cercana, escuché que llamaban a la elfina y me apresuré hacía la puerta que había quedado abierta.

 

- ¿Quién eres tú? - pregunté apuntando con la varita, a una figura desconocida.

 

Sin embargo, al acercarme más pude distinguir a la luz del atardecer, un rostro conocido. La pregunta no estaba demás, ya que únicamente lo había visto en algunas reuniones familiares, pero no sabía realmente quien era. Lo que si pude percatarme es que no estaba nada bien. Me acerqué aún sin bajar la varita totalmente y pregunté:

 

- ¿Qué te pasó?

 

 

@@Syrius McGonagall

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Matt Ironwood.

 

Lo que jamás podría haber predicho era, que la figura que se coló a su habitación por la puerta entreabierta lo estuviera apuntando con una varita. Reconoció inmediatamente a la bruja, lo que aumentó aún más su desconcierto, ¿Por que Helen Evans entraba a su cuarto y lo apuntaba con la varita como si fuera un completo extraño?

 

El castaño aun sostenía su varita firmemente en la diestra, listo para usarlo en caso de que la mujer decidiera atacar, pero una sombra tímida de reconocimiento surcó el rostro de Helen y la tensión en el ambiente descendió sensiblemente.

 

-Me dispararon - se apresuró a responder - Helen, no hace falta que me estés apuntando con una varita, soy Matt, no te voy atacar - se sentó incomodo lo más erguido que podía sobre la cama.

 

-No creo que sepas quien me curó, pero se lo agradezco - se obligó a sonreír pese al latigazo de dolor que recorrió su cuerpo - ¿Sabes que está pasando afuera? ¿Que paso con el estatuto? ¿Están todos bien aquí? ¿Que está haciendo el Primer Ministro Black ? - una ametralladora de preguntas salió de la boca del Ironwood, suficiente para confundir a cualquier pero tenía que saber lo que sucedía afuera, tenía una misión y debía de cumplirla.

 

Pero para poder llevarlo a cabo tenía que poder ponerse de pie, y hasta ahora no podía mover un dedo sin apretar los dientes por el dolor. De seguro habría una poción calmante en algún lugar del castillo, grandes magos vivían en la Evans McGonagall, expertos en muchas ramas de la magia incluídas las pociones.

 

-¿Tendremos alguna poción para el dolor? - preguntó el ojiazul.

 

@@Helen Evans

 

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Incomoda, dolorida, con nauseas por el olor, así se despertó Alegna en ese cubículo, donde se encontraba junto a la muggle que rescataba, no era la primera vez que la peli violeta debía quedarse en San Mungo cuidando alguno de sus descuidos cordiales, pero lo mismo eso no se lo recomendaba a nadie, odiaba, los problemas y el papeleó que tendría luego de esto. Una tos la hizo abrir de ojos, la chica se removió en la cama, la Black tomo su varita por las dudas el instinto licántropo la hiciese saltar a atacarla, pero la mujer solo se removía en sueños, por lo menos aun tenia los ojos cerrados. Se sentó aunque se mantuvo alerta por cualquier movimiento.

 

El mago treintañero volvió a la habitación cada media hora para limpiarle las supuraciones o administrarle alguna poción, ella aprovechaba para salir al baño, o buscar algo en la cafetería, al volver, el hombre se iba. Sobre las cinco de la mañana sus ojos pesaban tanto como si le colgaran un par de bludger de cada parpado tironeándolos para que se cerraran al fin, bostezo estirando sus brazos por encima de su cabeza, le saco un colcha a la joven, total ardía en fiebre y tenia de más.

 

-Hola- una voz que no conocía se elevo en el silencio de la habitación -Hola- volvió a asentir con mas ahínco pero la Black se removió dándole la espalda-HOOOOLLAAAAA

 

El grito resonó en toda la estancia, como el rugido de un oso pardo enorme (una vez tuvo que pelear con uno) en un salto mitad atlético, mitad patético aterrizo en el suelo de bruces tratando de localizar a la fuente de semejante energía, el sol se filtraba por la ventana que tenían, dando paso a la luz que formaba tétricas sombras en los muebles. Se paro en cuanto vio la sombra elevada de una persona a sus pies, la chica atacada había despertado y se erguía ante ella, cosa que a Alegna le molesto pues se sintió intimidada.

 

-Perdona, pero no te despertabas- dijo la chica con voz ronca mientras tomaba de nuevo asiento en su cama y se recostaba en las almohadas quedando elevada

 

-Debe ser porque me quede en vela cuidando a una desconocida- el sarcasmo se sentía expulsado desde cada poro de su piel

 

-¿Dónde estoy?- pregunto curiosa, viendo el lugar que obviamente se parecía a una habitaciones hospital común y simple

 

-En San Mungo, te atacaron hace unas horas, logre traerte a los minutos de lo que paso- trato de no mirar a los ojos de la chica, y que estos se habían oscurecido, con la comprensión de lo que le había pasado- eh........¿Recuerdas que paso?- obviamente trato de preguntarle su nombre y ser mas amable pero quería saber que hacia en el bosque a esa hora

 

-Ehm algo, recuerdo que estábamos con unos amigos caminando por el bosque cerca de casa, hacia calor y decidimos ir a tomar algo de fresco, cuando cuando unos.. unos aullidos se escucharon, un.....una cosa nos ataco y me agarro del brazo, creo que me mordió, luego, creo, creo que me desgarro la ropa, y ya, na.... nada más- se la veía pensativa, como si estuviera decidiendo que si fue un sueño o en realidad le había pasado.

 

Alegna pensaba salir corriendo a buscar a algún sanador que la ayudara, un psicomago, cualquier persona que le pudiese dar las respuestas que esos ojos le reclamaban, camino dos pasos acercándose a la puerta tratando de gesticular lo que pasaba por su mente, pero la chica que antes la veía intrigada, ahora, tenia una suplica marcada en el rostro, si mi familia me viera tan empática me deshereda pensó la peli violeta volviendo a tomar asiento, unos centímetros más cerca de la mujer.

 

-Esto, creo que primero que tengo que empezar es presentarme, son Alegna Black, también soy de Ottery- la mujer asintió aunque pensaba jamás haberla visto, el color de su cabello llamaría la atención del poblado, tanto como el suyo

 

-Evangelin Castellan, pero me dicen Lin- sonrió la chica- ¿eres nueva? Nunca te había visto, digamos que no pasamos desapercibidas- señalo su cabello y el de la Black

 

-Bueno Lin, tu cabello te salvo, pensé que eras mi hermana y por eso intervine- se sonrojo, eso nunca pudo detenerlo- lo que te voy a decir espero que tengas mente abierta y trata de no interrumpirme mientras hablo así no se me va ningún detalle.

 

La chica asintió de nuevo y Alegna le conto todo lo que había pasado, desde el levantamiento del secreto, la verdad sobre los de su raza, las criaturas que aun merodeaban y que los muggles negaban y lo que en realidad ahora era ella, no le tomo mucho tiempo, pero por la blancura que se extendía en su rostro, Black supuso que en cualquier momento la mujer se desmayaría, termino de hablar y el silencio se volvió a hacer dueño del lugar, el sol ya iluminaba muy bien, por lo que en cualquier momento vendría alguien a ver a la chica y como Alegna ya se había encargado de informarla, no se sentía más en obligación con la mujer. Le dio su tiempo para que asimilara lo acontecido y trato de no mirarla, disimulando que limpiaba sus uñas.

 

-O sea que ahora seria una ¿mujer lobo? Y que cada noche me convertiré en ¿Cómo dijiste? Bestia sedienta de sangre

 

-mju, obvio sin ofender

 

-Claro ¿como me ofendería?- blanqueo los ojos y se largo a llorar

 

"No, no, no, no" repetía internamente, una de las cosas que no soportaba la Black era que las persona lagrimearan, se removió incomoda, cuando la chica se tapo el rostro con las manos ahí, la peli violeta se animo a verla, sus mangas se habían apretujado en el codo dejando ver las cicatrices casi cerradas, un hueco en el estomago se instauro y Alegna sabia que no se iría tan rápido como esperaba. Lo que le parecieron horas, la mujer al fin se calmo, justo cuando pasaba una mujer del servicio para dejarle el desayuno, tiernamente le dejo la bandeja en la mesa destinada y la miro expresándole que todo iría bien, aunque la Black no supo si era para la enferma o para ella.

 

-¿y que hare de ahora en más? Solo tengo veintiún años, no puedo esconderme en el bosque para siempre y dejar mi pueblo, mi familia, mi vida- y se largo a llorar nuevamente

 

-Oye no suelo dar palabras de animo ni siquiera a mi familia, pero el ser licántropo no te impedirá nada, salvo claro las noches de luna llena, yo tengo parientes con vampirismo y salvo por la asquerosa variedad al comer, son totalmente normales, bueno normales para mi mundo

 

-¿Y cuando me transforme y mate gente? Oh Dios seré una asesina, me iré a la cárcel

 

-Deja de conjeturar cosas que posiblemente no pasen- dijo con hastió la Black- ay una poción, una forma de hacerte inofensiva esas noches, yo la se hacer pero es mejor que te la den aquí

 

La chica asintió aun con ojos llorosos, la próxima luna llena seria su primera vez y estaba aterrada, Alegna le pidió que comiera algo y tratara de dormir mientras ella cazaba su desayuno, el chica sonrió ante ese bobo chiste y empezó a comer, la inefable salió al pasillo, se recargo contra la puerta y soltó un largo suspiro mitad aliviada, mitad frustrada, ¿habría un psicomago especializado en licantropía? O habría una reunión de hombres lobos, sonrió al pensar lo que dirían sus folletos, colmillos para abrir latas, y mas consejos ¿Que hacer con el pelo en el sillón? ¿Lobo domesticado? La verdad sobre la poción? sacudió la cabeza y salió del pasillo yendo una vez más hacia la cafetería para despabilarse y ver como seguiría a continuación.

 

 

 

Off rol: Alguno de los que son licántropos me podría responder ¿Cómo rolear adaptarla al nuevo mundo, o si puede entrar a Diagon? tal vez me la quede de mascota en el negocio, jajajaj

Editado por Alegna Black

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