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Elvis vs Rory


Jank Dayne
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¡Bienvenidos a la primera edición de los Duelos Relámpago!

 

En este duelo se enfrentarán Elvis F. Gryffindor vs Rory Shepard

 

Recompensas a obtener:

 

4000 G por participar, siempre que el duelo haya sido activo (*)
+ 2000 G por ganar el duelo.
+ 10000 G a los dos participantes del mejor duelo. Este premio será entregado por la Comisión de Jueces.
(*) Un duelo activo implica que el participante tenga al menos 6 rondas de duelo, (6 posteos por cada participante). Nos reservamos el modificar el premio de actividad en cada duelo, es decir, que en caso de que no se cumpla con las 6 rondas analizaremos el duelo y definiremos el premio de actividad. Quien abandone un duelo no llevará premio.
Reglas:
  • El duelo tendrá una duración de dos semanas, a partir de la apertura del topic.
  • El primer jugador en postear en el topic podrá describir el escenario en donde se llevará a cabo el duelo. El otro jugador podrá complementar la descripción del escenario, pero sin contradecir el rol previo.
  • En al menos uno de los roles de cada oponente debe hacerse mención de un relámpago (solo como detalle rolistico, no interfiere en el duelo).
  • En caso de existir una duda o error durante el duelo, éste debe presentarse en el Tablón de Dudas de la Sala de Duelos Mágicos o usarse dentro del rol. No se aceptarán reclamos acerca de errores en el duelo que fueron aceptados por el oponente.
  • Solo los miembros de la Comisión de Jueces podrán atender dichas dudas.
  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • No está permitido el uso de objetos consumibles.
  • Pueden hacer uso de sus libros de hechizos excepto los de Libro del Caos y/o el Libro de las Auras.
  • Pueden detallarse los Puntos de Poder y Puntos de Vida durante los posteos para ir practicando, aunque no es obligatorio.
  • Los hechizos que podrán usar serán los conformes al rango del rival cuyo nivel sea más bajo.
Editado por Jank Dayne

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PV: 100

PP: 8

 

Abroché mi capa y tomé aquella moneda que nos habían enviado para poder trasladarnos donde quisiéramos. La magia era increíble, ya que el primero que apareciera en ese lugar de los dos rivales, guiaría al otro a aparecerse. Asentí con la cabeza tomando mi varita y guardándola entre los pliegues de mi capa. Me encontraba en mi mansión, aunque al momento de aferrarme a aquella moneda, una luz azulada iluminó el cuarto y desaparecí.

 

El cambio climático fue realmente brusco. Pasó de ser un día soleado con una leve brisa primaveral a un atardecer frío, que se escurría la baja temperatura en cada centímetro del cuerpo. Llevaba unos zapatos gruesos, un pantalón negro y una camisa con un chaleco de cuero. En él, había depositado un broche de oro con forma de león. Caminé unos pasos mientras que el sol se escondía y me obligaba a encender mi varita.

 

La débil luz me permitió ver un poco más allá. Parecía un depósito abandonado: la fachada era alta, con unas paredes grises de piedra que parecían impenetrables. Las ventanas estaban en el punto más alto y casi todas estaban rotas. Caminé traspasando las rejas oxidadas, avancé por una especie de camino y traspasé la entrada. Desde la puerta, atravesando el vestíbulo y llegando al cuarto principal, todo era polvo, cajas, objetos quemados y extraños ruidos que seguramente emitían las criaturas nocturnas que ahora eran dueñas de aquel sitio abandonado.

 

Corrí un objeto que obstaculizaba la entrada y pude llegar al lugar indicado. Las luces (amarillentas y sucias como todo el resto) se prendieron y dejaron ver un enorme depósito de unos treinta metros cuadrados. Casi todo estaba despejado, aunque cerca de las paredes había cajas, muebles viejos, altas estanterías vacías y más polvo.

 

Increíble. Aquí nadie nos interrumpirá —comenté, escuchando un ruido en la parte superior. Pero no dentro de allí. Sino afuera. Miré hacia los cristales y aunque todo era negro. Avancé hasta llegar al punto contrario a la puerta. Me posicioné a algunos metros de allí y lo suficiente para darle lugar a mi rival de ponerse donde quisiera. Saqué mi varita a la par que la noche se iluminó de un fogonazo. Un relámpago. Y a los cinco segundos el cielo tronó fuerte. Una tormenta se acercaba.

 

Un ruido procedente de la entrada me alertó sabiendo que mi rival estaba a punto de llegar. Claramente lo recibí con una sonrisa, unas palabras de bienvenida y una reverencia. Mi varita ya estaba lista en mi mano incluso desde el día de mi nacimiento. Y estaba allí para ganar. Me quité mi capa y la tiré a un costado. “Buen duelo” comenté, observando que estaba a unos ocho metros de mí. Lo apunté pensando claramente en un Flechas de Fuego.

 

Aquellos filamentos salieron en fila, uno a tras otro como balas dispuestas a impactar en su pecho y claramente incendiar su ropa y provocarle heridas que si permitía, se irían agravando cada vez más. No iba a subestimar a ningún rival, jamás. Pero si de algo estaba seguro es que la mejor manera de llevar aquello era dando el primer golpe y concentrándose en los detalles.

 

PP: 7

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PP: 8


El dinero había empujado a Rory a involucrarse en aquella competencia. Tener una buena bolsa de galeones, a cambio de unas horas intercambiando hechizos, en principio, no le había parecido una mala idea. Pero tras inscribirse, con el paso de los días, había ido cayendo en cuenta de su error.


Él estaba lejos de ser un mago experto en duelos. Y aunque habían prometido que los emparejarían con personas "en su mismo nivel mágico" ¿cuáles eran exactamente los criterios que definían eso? No le habían alcanzado ningún pergamino explicativo del asunto, y ahora, nervioso, todo lo que tenía firmemente sujeto en su mano izquierda, era la brillante moneda, que esperaba lo llevase a donde su rival decidiese presentarse. Casi había rogado, porque de hecho, su rival prefiriese tener mejores cosas en qué invertir su tiempo, pero cuando desapareció, supo que lo hacía para batirse con ese perfecto desconocido al que acababa de dar una ligera ventaja.


Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad que reinaba en ese espacio, recién traspuso la reja de la entrada, y empezó, con la tenue luz de la punta de su varita iluminando el espacio inmediato a su alrededor, a observar ese espacio lúgubre, repleto de cajas polvorientas, libros quemados (¿quién podía haber cometido semejante atrocidad?) y en general un sumido en un completo abandono. Al dar un paso más, un crujido bajo su pie derecho, hizo que lo levantase solo para comprobar que una sustancia viscosa proveniente del interior de una cucaracha había quedado pegada a la suela de goma de su mocasín de piel sin encurtir.



Apenas contuvo las arcadas del asco, y siguió adelante, apremiado por un relámpago, cuyo brillo se coló entre las rendijas del techo, y el ensordecedor sonido del trueno que vino apenas segundos después.



Las luces mortecinas que provenían de una habitación más al fondo llamaron su atención y hacia allí se dirigió. El espacio que encontró era mucho más despejado que los anteriores, aun cuando arrimadas a las paredes, hubiesen también cajas almacenadas (algunas que eran de su misma altura), unas estanterías ruinosas de madera acabada por las polillas, y pesados muebles de varios cuerpos, con el relleno tan desgastado, que los resortes estaban a plena vista.


Podía ser por causa de sus nervios, pero sentía el clima más frío que antes, así que agradeció su idea de último momento de colocarse la chaqueta por encima de la camisa de algodón a cuadros. Los bolsillos de la prenda no solo le servían para transportar, compactos, los libros de hechizos uzzas (la magia "de moda" en Inglaterra que había estado aprendiendo desde su llegada), sino que ahora le proporcionaban un eficaz abrigo. Y por sobretodo, le daban toda la comodidad que las fruslerías uzzas que debía llevar consigo para usar dicha magia, le habían quitado.


Correspondió a la venia de ese hombre, sin dejar de observarlo a detalle, y ese fue todo su saludo. No podía asegurarlo, estando a ocho metros de distancia, equidistante a las paredes del recinto, pero él parecía especialmente entusiasmado con el encuentro, mientras para Rory era nada más que un trámite que esperaba concluir lo más pronto posible. Tomando su crucifijo un momento, elevó una plegaria al arcángel San miguel, patrono de los guerreros, y sujetando con fuerza su varita en la mano izquierda, se preparó para encarar el desafío.


No vio que el hombre pronunciase palabras, pero una serie de filamentos de fuego fueron lanzados, uno tras otro en su dirección. Lo bueno era que la distancia le daba el tiempo suficiente para protegerse, así que sin pensarlo demasiado, masculló detritus, y de inmediato, una fina capa de magia, de consistencia gaseosa y tono grisáceo lo rodeó, protegiéndolo del ataque de las flechas de fuego lanzadas, consiguiendo que saliese indemne.


Ahora debía contraatacar. Y tenía que hacerlo rápido, puesto que cada segundo perdido contaba. Habían llamado su atención los pantalones del hombre, negros y de tupida tela pana, una tela que sabía, por el trabajo de su madre, que no era nada barata, por lo que solo pueden permitírsela personas de considerables recursos. ¿Estaba entonces enfrentando a alguno de esos importantes magos de Ottery? Como fuere, aunque esa tela es ideal para pantalones de invierno, es también considerablemente más pesada (al menos, comparada con los de su pantalón jean), así que mentalizándose en la imagen de su oponente, susurra, más para si mismo, morphos, y al instante, el hechizo hace efecto convirtiendo los pantalones de Elvis en una avispa marina adulta, casi translúcida, cuyo largos tentáculos se enroscaron en la pierna del mago, y al solo contacto con su piel, le inocularon su mortal veneno, directo al torrente sanguíneo.


La criatura, por supuesto, no viviría fuera del agua, pero el daño ya estaba hecho.


¡Lamento haberlo dejado sin pantalones! — exclamó Rory lo más fuerte que pudo, esperando que él alcanzase a oír su sincera disculpa— y que lo que suceda en el duelo se quede en el duelo.


Él lo había dicho en relación a que ningún ataque pudiese ser tomado a mal una vez terminado todo, y fue muy tarde cuando recordó como Lëna se había burlado de él, escuchándole decir aquello, pues en sus propias palabras "es una frase con muy malas connotaciones para que la suelte un predicador".


Francamente, comenzaba a dudar de cuánta tensión podría soportar.

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Entrecerré los ojos en aquella tormenta que iluminaba de vez en cuando el sitio cada vez que lanzaba un relámpago. Asentí al ver que se trataba del joven Rory, el cual solamente había escuchado su nombre. También pude ver que automáticamente se rodeó en defensas para que mi hechizo no lo impactara. No era mala manera de empezar pero si creía que iba a dejarlo tranquilo, estaba en equivocado.

 

Atisbé que se estaba arriesgando a utilizar la siguiente acción. Pero fui más rápido que Rory, claramente.

 

¡Cinaede! —exclamé apuntando la varita hacia él, solamente para darle un toque más teatral. El joven mago me estaba queriendo embrujar pero pude notar como mi hechizo elegido “explotó” a su alrededor. A pesar de que su Detritus lo protegía de ataques físicos, tenía un punto débil. Y me estaba aprovechando de eso. Aquel veneno gaseoso se metió en sus fosas nasales y no solo que lo envenenaba, sino que le producía aquellas heridas para llegar a su torrente sanguíneo. Sangre por sangre.

 

Pero aquello me costó claramente un daño, aunque muchísimo menor. La brisa fresca atravesó mis piernas y pude darme cuenta de dos cosas: la primera era que no llevaba pantalones. Y la segunda, era que una avispa marina había tomado su lugar y me estaba envenenando en ése preciso instante. No podía perder mucho tiempo. Le di un manotazo a la criatura marina que sirvió para despegarse de mi pierna y caer al suelo. Y sin dudarlo, la aplasté con un fuerte pisotón para matarla.

 

Morphos… —apunté a mi zapato izquiedo. Éste brilló, se achicó y se transformó en un bezoar, que me agaché para tomarlo, metérmelo en la boca y tragarlo. Asi de ésa manera, el veneno se disiparía de mi cuerpo. Con el pantalón en el suelo y sin un zapato, miré al Rory en apuros con una sonrisa: — Descuida. Nunca ningún hombre me quitó el pantalón tan rápido como tú —sonreí ante aquel comentario observando lo que hacia (a pensar de estar rodeado por el hechizo protector)

 

 

PV: 90

PP: 6

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Era aterrador. Sentir como la respiración se cortaba, por un gas que no podía ver u oler pero comenzaba a hacer estragos terribles en su cuerpo. Fue una reacción más instintiva que otra cosa, el tomar su varita y susurrar con dificultad anapneo, para volver a sentir el aire circular sin impedimentos por sus vías respiratorias. Mientras tanto, Elvis no había podido evitar la avispa marina, y esta lo había envenenando, aunque bastante rápidamente el mago había logrado controlar y revertir el daño.

 

Como lo había intuido el pelirrojo, estaba frente a un rival bastante experimentado, lo suficiente como para incluso bromear sobre sus pantalones, lo que era el doble de vergonzoso para Rory, que ahora tenía un problema adicional al del duelo en sí, que era tener que ver a ese hombre semidesnudo frente a él, algo que en cualquier otra circunstancia hubiese preferido evitar, pero que era justo lo que no podía hacer en esos momentos, porque tal y como le había indicado Lëna "perder de vista al oponente es garantía de muerte segura". Así que no puede detenerse, aun si se siente todavía debilitado por el misterioso ataque interior, no puede simplemente rendirse, no todavía, cuando el combate apenas está empezando.

 

¿Usted lleva un registro de quienes le han quitado los pantalones?— pregunta, mitad por curiosidad y mitad por intentar alivianar la tensión que sigue generándole el enfrentamiento.

 

Se queda viendo un momento a Elvis, sopesando qué debe hacer ahora, pero en la medida que se siente todavía un tanto débil por el cinaede recibido antes (ahora recuerda que ese el nombre del hechizo) decide aplicase a si mismo una curación, un muy útil hechizo de la magia uzza, que instantáneamente le restituye casi toda la vitalidad perdida. Ya no está tan seguro como antes si la rapidez es lo mejor o tendría que pensar un poco más su siguiente movimiento ¿pero qué rango de tiempo tiene en realidad para hacerse esos cuestionamientos? Lo único que puede hacer es ganar tiempo para dar chance a su cuerpo de terminar de recuperarse del daño que carga todavía, así que repasa rápidamente su conocimiento de los libros uzza ¡claro, allí había un hechizo que actuaba sobre el siguiente hechizo de su rival!. Ya decidido a ejecutarlo, le toma apenas un par de segundos pensar una maldición, efecto que al instante produce que el siguiente hechizo de su oponente solo derive en una versión ridícula sin efecto real en el enfrentamiento, invalidando cualquier posible ataque o defensa que quisiese realizar.

 

Él mismo es consciente que no es el gran movimiento, y que de seguro, ese hombre debe tener en su historial enfrentamientos más fieros con oponentes osados y poderosos, pero lamentablemente él no es esa clase de persona, e incluso el solo ejercicio de imaginarse en un plano así, lanzando ataques mortales y de gran despliegue físico y mágico, se le hace imposible. Rory, cree que de hecho, él debe ser lo más alejado a una figura de acción o temeraria, porque de haber podido elegir, hubiese estado pasando ese mismo tiempo en un alegre recital del coro infantil de la Arquidiócesis de Denver, en lugar de pelear consigo mismo por el espectáculo de las piernas desnudas y bastante torneadas que su oponente posee, un detalle físico que intenta no lo distraiga de la comprobación de la acción inmediata de su maldición sobre la magia del hombre.

 

PP: 8

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Levanté la vista y pude ver a Rory que se estaba desenvolviendo con los efectos de aquel Cinaede. Sonreí ante el hecho de saber que le había provocado un daño considerado. Pero no quería que se limitara a sus acciones, sino que se demostrara tal cual era. Porque si íbamos al caso, aquel evento era simplemente por las dos razones de la fama y le dinero. Asentí y sonreí ante su comentario.

 

¿Tú no lo llevas? Por Merlín. Entonces tendré el honor de que comiences conmigo —le dije con una sonrisa y una reverencia con la cabeza—. ¡Vamos! Hagamos esto al mejor estilo, amigo. Dame lo que tengas —le dije aferrándome a mi varita. Y también los pies al suelo. Miré a un costado del joven y antes que hiciera nada más (ya había hecho mucho curándose con magia Uzza) apunté a un costado de aquel depósito—. ¡Vitae!

 

Exclamé, apuntando directamente a una de las estanterías que tal vez tendría dos metros de alto. Ésta empezó a temblar y sacudirse, transformándose en un extraño híbrido. Los estantes gruesos de madera se transformaron en cuatro patas. Y las guías de hierro se contorneaban formando el lomo de un animal adulto, al igual que su cabeza, con hebras de hierro más pequeñas formando una gran melena. ¡Un león!

 

Aunque no era un animal propiamente dicho, se comportaba como uno y en aquel momento, mientras Rory estaba decidiendo y realizando sus acciones contra mí, el vitae acató la orden que le estaba dando en aquel momento de lanzarse contra mi rival, tumbarlo en el suelo y desgarrarle un pedazo de carne como el torso, la pierna o el brazo, cualquiera.

 

Dejé soltar aire pensando que aquella acción iba a llevarme algún daño mayor pero no veía nada cambiado en mi ni nada que estuviera llegando en camino. Moví mi varita y claramente, si mis conocimientos no me fallaban, estaba maldito en aquel momento. Sin esperar a nada más, pensé en un Encantamiento Desecador, que se utilizaba para drenar agua pero que a causa de aquel poder Uzza, no salía nada. En ése momento, acababa con la maldición que Rory había decidido poner sobre mi.

 

 

PV: 90

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  • 2 semanas más tarde...

El muchacho abrió los ojos de forma desmedida, asombrado por aquel despliegue de poder del mago mayor que tenía delante. Ni en sus peores pesadillas había podido imaginar que un estante pudiese lucir así de aterrador, y el miedo fue tal que incluso detuvo la emoción avergonzante que las palabras con que el mago le había respondido en un inicio, le habían generado. Dado su tamaño, llegar hasta él había sido cosa fácil para la criatura y un primer ataque suyo le lastimó.

 

El dolor fue tal, que con pavor solo atinó a pensar en un obsistens, que de inmediato creó un cerco de materia luminosa de un intenso color azul, y no solo repelió los ataques de la criatura hacia él, sino que además terminó absorviéndola, haciendo que desapareciese del escenario.

 

Aquella cosa era enorme ¿cómo pudo crear monstruo semejante?— la pregunta podía parecer un reclamo, y en parte, si era verdad que Rory estaba pidiendo una explicación a su oponente, pero también era una pregunta que nacía de su curiosidad por saber que tanto poder necesitaba para conjurar algo de esas proporciones— usted me lanzó tan apabullante ataque, mientras yo no pude hacer más que maldecirlo.

 

Y Rory había alcanzado a ver vagamente los efectos de su maldición, como se había malogrado el hechizo del hombre, pero el problema era que no tenía ahora muchos más hechizos en mente para realizar. Podía ser por el miedo que aquella criatura le había infundido, y era un consuelo en cierto sentido atribuir la falta de hechizos de los que echar mano en su cabeza a ese miedo, y no a su ignorancia. Pero tenía que hacer algo para que al menos, retrasase el desenlace de ese enfrentamiento que empezaba a convencerse que perdería irremediablemente.

 

Uno de los libros en miniatura que llevaba había caído de su bolsillo, posiblemente al momento del ataque del vitae, pero apenas lo notaba ahora y reconoció su portada: El libro del equilibrio. Le había gustado, la primera vez que había tenido que practicarlo, la gran cantidad de hechizos que poseía y recordarlo, le dio una nueva idea sobre con qué atacar. A esas alturas, de seguro el hombre frente a él estaría cansado que casi no pronunciase sus hechizos, pero ¿qué más le quedaba? El efecto de la arena del hechicero, se hizo presente al instante que lo pensó y en el aire alrededor de Elvis se esparcieron los huesos cristalizados de algun infeliz muerto por fuego mágico, que lo cegarían y dejarían sin capacidad de realizar hechizos que requiriesen puntería.

 

Me va ganar, pero no se lo dejaré tan fácil ¿me oyó? — alcanzó a decirle, aunque él mismo no terminaba de creerse sus palabras.

 

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Asentí al ver la actitud de Rory. Claramente que estaba entrando en confianza tras haber lanzado algunos hechizos. Era obvio que no podía temerle todo el tiempo a aquel encuentro, más siendo que nadie lo había obligado. Luego de haberme quitado la maldición de encima, pude notar como Rory se había querido proteger de alguna manera del ataque del Vitae, aun estando a esos metros de distancia, sabía que la criatura híbrida lo había herido. Se había protegido demasiado tarde.

 

Ante aquella defensa que absorbió el Vitae sin dudar, estaba seguro que ÉSE era el momento. Hice una floritura con mi varita, todo teatral, ni bien el león híbrido desapareciera. Murmuré fuerte y claro “Vara de Cristal” invocando los poderes de aquel libro que tanto me había alegrado vincularme. Mi varita empezó a hacer cada vez más grande. Y conllevaba un gran poder.

 

¡Expelliarmus —grité. En lo que hubiera pasado en otras situaciones, sin la vara de cristal, hubiera sido que aquel rayo se habría salido disparado tras una estela de luz azulada. Pero aquella vez, inmerso en los poderes de la vara, lo convertía automáticamente en un efecto, que provocaría que Rory se vea afectado por los efectos del encantamiento de desarme. Como si hubiera sido por un shock, Rory se vería completamente desarmado.

 

Me hubiera gustado continuar con la charla, pero herido por el Vitae y desarmado, era un rival totalmente desprotegido y vulnerable ante el duelo. Aquel exacto movimiento me llevó a una cosa: mi oponente se encargo de cegarme. ¿Pero eso sería una barrera? Para nada, estaba cien por ciento seguro que mi rival ni siquiera se había movido. Y lo que planeaba hacer, lo cumplía a la perfección: saber dónde estaba la varita. Y aunque no la viera, por la ceguera de aquellas arenas, sabía que estaba caída por allí.

 

¡Accio varita! —no necesitaba apuntar. Aún asi, llevé mi varita hacia la dirección de Rory, y con la otra mano la extendí, para sentir como el arma volaba a mi mano y Rory, perdía aquel encuentro.

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