Jump to content

Prueba de Habilidad: Metamorfomagia


Amara Majlis
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Amara se había distraído con lo que sucedía dentro de la prueba de Hayame, que no había puesto toda la atención en la pequeña chiquilla que estaba expectante a que se le entregará un anillo que le había dado al inicio de la prueba, lo bueno es que no había necesidad de recordarle aquel momento, por que la misma Potter Black lo había recordado. Así que sin agregar alguna palabra más, la dejo adentrarse al portal para que empezará a realizar su prueba.


Todo indicaba que aquella prueba iba a ser más normal que la de la señorita Snape, al menos eso parecía en primera instancia. Dejó que Xell se empapara en lo que sucedía en su prueba para hacerse con la vinculación del anillo y miró que pasaba con Hayame. Al parecer todo marchaba de acuerdo a lo que su alumna había planeado para salir de aquel lugar con ayuda de la habilidad. No tardaría en verla aparecer por el portal, de eso estaba segura.


Varios minutos más tarde, Hayame se hacía presente frente a ella, el anillo que llevaba en su mano había adquirido la forma similar al que Amara tenía con ella, eso indicaba que había logrado vincularse con la habilidad y que a partir de ese momento, la Arcana y la mujer de cabellos rojizos iban a tener una conexión entre ambas gracias a los anillos.


—Bienvenida, felicidades por tu vinculación con la Metamorfomagia. —le regreso sus pertenencias —Si bien quieres, puedes ir a casa a descansar o esperar a que Xell salga de su prueba. —le dijo mientras ella se enfocaba en lo que sucedía con Xell.


Las cosas parecían haberse complicado para ella, pero en ningún momento sintió que Vladimir pidiera su ayuda, por lo que imaginaba que ella se encargaría de aquellas personas que la jugaban por su color de piel, pero, ¿por qué no cambió su color de piel y aspecto, cuando los vio aproximarse? Se preguntar sin apartar su mirada, si la vida de ella corriera peligro, el portal la cambiaría de escenario, así que seguro ella encontraría la forma.

ySe9y8A.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El calor de la fogata aceleró que me encontraba mejor. Tal vez un poco de agua me vendría bien pero parecía que se habían olvidado de mí. Reconozco que me podría haber escapado por facilidad varias veces pero la curiosidad es un deseo peligroso que me ató a aquel tronco seco en el que me habían sentado. El tiempo transcurría en aquel círculo llano en medio de un bosque oscuro, apenas vigilada. Aquel grupito de piel oscura que me había secuestrado parecía más interesado en la salud de la chiquilla que había conocido horas antes. Me toqué el pelo, extendí las manos para calentarlas cerca del fuego e, incluso, me levanté un par de veces para estirar las piernas.

 

Después, me acerqué a aquella especie de cobertizo. Alargué el oído, literalmente, para escuchar lo que allá hablaban. Volví a sentir la mención del túmulo, la piedra prohibida y el Pueblo. Este último vocablo era fácil. Ellos, los chicos de piel oscura, eran el Pueblo. Los de piel blanca, el enemigo. El resto, no lo entendí.

 

- Tenemos que huir, aún tenemos tiempo. - Este era el que me ató las manos.

 

- ¿Podría intentarlo Suzzanne? - preguntó otro.

 

- Si no se tiene en pie - contestó el primero, el que me ató las manos.

 

- ¡Estamos muertos!

 

- Ella es la única que pasaría, por su peso, por sus pies y por los dedos de sus manos.

 

Fruncí el ceño, ¿Por qué era tan importante aquella chiquilla?

 

- Es la única cambia pieles del Pueblo, la única que puede llegar hasta la Piedra Prohibida, y lo sabes. Ahora ellos la cogerán y seremos sus esclavos.

 

Lo sé, no debo meterme en problemas ajenos. Bastante tengo con los míos. Pero... Soy muy manipulable bajo tensión y aquella gente parecía hundida. Carraspeé, sin quitar la oreja de la puerta. La larga, quiero decir.

 

- Yo podría ayudaros, si me explicáis porqué.

 

Vi miedo en ellos. ¿Por qué era blanca o porque les había escuchado o porque tenía una oreja en forma de trompetilla o porque me había desatado las manos?

 

- Soy amiga. También me daban miedo esos señores que iban a caballo. Yo... puedo...

 

Respiré fuerte y en el espacio de tiempo que iba entre la entrada de aire pase de mi imagen de joven rubia y larquirucha a la de una niña de pelo negro, ensortijado, piel del mismo color aunque algo pálida, de manos pequeñas y mirada triste. En ese breve instante, me convertí en Suzzanne.

 

- Soy algo parecido a un... cambiapieles.

 

No tan así, ni siquiera había conseguido vincularme con el anillo de Metamorfomagia.

 

- Si queréis... Yo puedo... ser ella y...

 

No supe qué más decir. Así que esperé sus movimientos.

  • Me gusta 1
  • Love 1

YyV85FY.jpg

7sfPjxW.gif NiqQIUZ.gifidFgtQA.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Con la Arcana

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::


No podía creerlo

En verdad no podía creerlo

Sus ojos se iluminaron con fuerza mientras que veía su mano y la forma que había tomado aquel anillo que ahora se sentía tranquilo y llameante sobre su dedo; otro arcano alguna vez le había dicho que los anillos no daban un poder sino que solamente representaban que se habían llevado a cabo todas las pruebas y que legalmente, estaban permitidos a utilizar sus poderes puesto que ahora estarían formando parte del registro.

Suspiró con alivio y un poco de gracia ya que nunca había sido fan de estar en el interior de algún catálogo de magia pero si eso significaba que iba a poder hacer aquello...

Incluso le parecía sentir que sus otras personalidades o criaturas coloridas asentían complacidas ya que no iba a tener que depender de estas para todo lo que requiriese; observó a la arcana y el ofrecimiento que le hacía, ya que podría retirarse a casa y preparar una celebración para antes de que llegara Xell, sin embargo...

Sonrió

-Esperaré a que mi sobrina salga, si no le incordia -dijo con un gesto por demás animado -las dos hemos venido juntas a la prueba, me parece que lo correcto es que también volvamos juntas a casa -dijo sonriendo mientras que cerraba los ojos

B9rYupA.png



http://i.imgur.com/7WhajUW.gif


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Apenas tuve que esperar para que reaccionaran. La cosa se puso agresiva así que retrocedí un par de pasitos para guardar la distancia y enseñé las palmas de la manos para que vieran que no era peligrosa. Casi no lo era; a pesar de mi aspecto juvenil, sabía manejar una varita, aunque no la había traído al Portal.

 

- No hace falta que me atéis de nuevo. Volveré a desatarme.

 

Supongo que soy algo inocente para pensar que sólo pensaban en algo tan simple como atarme. Sus cara, algunos con perplejidad, otros con odio, muchos con miedo, anunciaban algo más violento que atadura de manos. Miré a los lados, pensando si correr podría ser una solución. No sé qué hubiera pasado si la voz de la niña no hubiera sonado en aquel momento.

 

- ¿Eres idéntica a mí?

 

Me encogí un poco de hombros.

 

- En lo que veo, sí. Si tienes alguna mancha, peca, señal que tengas tapada, no la llevo encima.

 

- ¿Puedes cambiar de forma rápidamente?

 

Me acerqué un poco a ella. Me dejaron pasar.

 

- ¿A qué formas te refieres? - Creía que me estaba metiendo en un grave embrollo pero, a la vez, me sentía muy curiosa. - ¿Cambiar de pelo, de color de ojos, de...?

 

- ¿Puedes ser él? - Miré al chico más alto y, al instante, era un jovenzuelo de piel muy oscura con pelo afro, muy rizado, de ojos claros. - ¿O él? - Mi cara ahora se aclaró un poco a color café y de ojos marrones, de cejas pobladas. - ¿O esa chica? - Mis cejas se hicieron más pequeñas y cercanas a una nariz que se afiló hasta quedar idéntica a la chica. Los pechos se inflaron un poco y la blusa que llevaba puesta se estiró como si fuera a romperse. - ¿Y un gunar?

 

Parpadeé muy confusa. ¿Un qué?

 

- No puedo ser animales. Partes de animales sí pero no enteros. Eso es animagia y eso, de momento, sólo puedo como golondrina.

 

- ¿Puedes copiar mis pies?

 

- ¡Claro! - repuse, muy segura de mí misma, hasta que vi que tenía 6 dedos. Los imité. No era un reto, sólo una curiosidad.

 

-¿Puedes tener esta cicatriz?

 

La chiquita se había incorporado. Una especie de trapo verdoso cubría una zona de su lateral y su mano llevaba un vendaje del mismo color. Ella señalada una fea señal que cruzaba desde uno de los pechos hasta casi el ombligo. Sentí vergüenza. Es decir, desabroché la blusita que llevaba encima y cerré un poco los ojos al desnudarme ante tantos ojos, pero cuando mis pechos quedaron al aire libre, yo era una doble de la niña con aquella espantosa cicatriz. No quería pensar en cómo se la habrían hecho.

 

- Si lo veo, puedo copiarlo, Suzanne.

 

- Si eres capaz de mantener mi cuerpo y poner las manos de un gunar, podrías ayudarnos.

 

Nos sentamos juntas, yo al lado de aquella especie de camastro. Estaba pálida pero no perdía sangre en aquellos vendajes. Estuvimos practicando un poco lo que ella llamaba un "gundar", un animal que parecía tener dedos larguiruchos con membranas. No sé, me pareció que sería como un pato y acabé haciendo reír a todos al poner cara con pico de pato. Pero Suzanne no estaba satisfecha.

 

- Allá te encontrarás muchos, si puedes imitarlos...

 

La convencí que sí, que en cuanto viera uno, sería pan comido pero creo que no entendieron la referencia. Al final, ella dio su aprobación para que me llevaran al túmulo ese del que tanto hablaban. El chico negro de pelo tan ensortijado era quien guiaba y quien controlaba que no me retrasara; por detrás, nos seguiría unos chicos demorados que traerían a Suzzanne. Por algún motivo, era importante que estuviera allá cuando tuvieran la piedra aquella que tanto anhelaban.

 

Intenté entablar conversación con el guía pero llegué a la conclusión que no hablaba con blancas. Así que mi aspecto original de rubita delgaducha duró poco entre ellos. Oscurecí la piel y el pelo para que no me vieran tan diferente. Tal vez así me tuvieran más confianza...

 

Tras muchas horas de camino (eso me parecía a mí, ellos siempre decían que estábamos "cerca") llegamos a una zona que parecía bien vigilada. ¿Por qué me había imaginado que sería algo abandonado. Era una muralla, con soldados apostados en las partes superiores. ¿Y cómo íbamos a entrar?

 

- ¿Batallando? ¡Por supuesto que no! Yo no sé batallar sin... - mi varita. - ¡Sin armas!

 

Después de una breve disputa entre todos ellos (yo sólo era la invitada), resulta que sólo se podía entrar de dos maneras, por la buenas o por las malas. Cuando descartaron la entrada por la fuerza, me miraron todos de forma fija. Levanté una ceja en un gesto de sorpresa. Sé que no me sale, se levantan las dos a la vez, así que seguro que hice un gesto cómico como pregunta ante sus miradas.

 

- ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? ¿Me dejé una ceja de otro color?

 

El plan, por supuesto, no me gustó, aunque era más fácil que matar o morir: me pasaría por uno de aquellos hombres y entraríamos por la puerta, llevándolos atados.

 

- Es un plan demasiado de novelas de príncipes y princesitas - dije en voz baja. A pesar de ello, creía que podía funcionar.

 

Nos acercamos todo lo que pude para ver bien a varios soldados. Eran de cabello muy distinto, la piel era blanca, los colores de los ojos eran variados... Muy fácil... Lo difícil sería ser tan rudos como ellos En un momento, me transformé en un alto hombre, de facciones duras y con una leve mancha en la cara de mal afeitado. Las cejas eran pobladas y mal peinadas, el pelo muy corto y lacio, un poco calvo o de frente ancha. Lo siguiente fue conseguir ropa y un arma para dar el pego. De eso se encargó el joven de pelo afro. No tardó en volver con la ropa apropiada y una extraña arma alargada que parecía una pistola pero mucho más alargada. La tomé con cuidado. No me gustan las armas.

 

Lo siguiente fue atarse entre ellos y ponerse delante de mí como si les llevara prisioneros. Imité varios gruñidos hasta que parecí convincente. Después nos pusimos a caminar. Yo sudaba. Saber cambiar tus rasgos no es nada difícil comparado con el miedo a que algo salga mal y te pillen haciendo algo malo. La funcionalidad divertida con la que había jugado con la tía Hayame en aquellos espejos en la casa de la Arcana se había perdido con el peligro de aquella misión que yo había aceptado sin más. No sé explicar porqué les creía. Es algo relacionado con el sacerdocio. Era una manera de ver que eran los buenos de la situación, con la visión de las auras que desprendían, una habilidad que conocía desde hacía mucho tiempo pero que no había acabado de perfeccionar del todo. Pero sentía en mi corazón que estaba haciendo lo correcto. Así que seguí el camino y atravesamos la entrada.

 

No fue tan fácil, sin embargo. Cuando habíamos cruzado el portal y avanzámos hacia el interior de aquella fortaleza, otro soldado con uniforme mucho más elegante y con más cositas brillantes en el hombro me paró. Fue un ramalazo de pánico en el que me esforcé con mucho ahínco para que el miedo no me hiciera cambiar de perfil de golpe. Lo dominé, estoy orgullosa de ello. Me recriminó algo, creo que el llevar pelo en la barba. ¡Maldita sea, yo había pensado que sería un detalle creíble y parece que en el ejército no está bien visto! Me puse más firme sin saber que decir y seguro que me hubieran pillado si fuera no hubiera empezado una reyerta. Creo que fueron nuestros compañeros que dejamos atrás pues atrajo la atención de los armados y nosotros nos encontramos con la vía libre.

 

- ¿Eso es el túmulo?

 

Ahora que lo veía, sí, entendía que lo llamaran así. Era una especie de montañita pequeña con una roca en lo alto, de forma muy rara, con agujeritos mínimos que parecían despedir rayitos de luz. Una serie de animales que sí, se parecían más a monitos de ledo largo y cola larga que a patos, correteaban por allá, Me acerqué a la zona, atraída por lo brillante cuando el muchacho me frenó.

 

- Sólo puede pasar Suzzanne. El resto, morirá.

 

Fruncí el ceño. ¿Esta era la prueba? ¿Llegar hasta la roca viva y buscar la Piedra Prohibida? Me volví a sentir avergonzada al desnudarme por completo pero otra vez, cuando me deshice de la ropa de aquel soldado, volvía a ser un niña chiquita de cabello oscuro y mirada triste, con una terrible cicatriz en el torso. Avancé despacio, poniendo los pies desnudos sobre las leves huellas de unos pies de seis dedos. Los Gunar se giraron todos en mi dirección y empezaron a gruñir. Me encogí un poco por el miedo. Detrás de mí, empezaron gritos y ruidos de peleas. Los soldados nos habían descubierto y había prisa.

 

Avancé y los animales como primates corrieron hacia mí. Estuve a punto de salir corriendo pero avancé. Para eso había venido, ¿no? Avancé un par de pasos hasta que me vi rodeada de los Gunar. Eran muy parecidos a los monos, con colita larga y muy curva, como la de los gatos, aunque no era peluda. Y sus manos... ¡Eran afiladísimas garras como las de un ave rapaz pero mucho más finas, como palillos.

 

Aquellas criaturas estuvieron a punto de atacarme pero se pararon delante de mi y... ¡me olieron! No sé si mi sudor les confundió o si pensaron realmente que era a quien doblaba pero sus actos cambiaron por completo y empezaron a corretear como antes, a perseguirse, a comer grano del sueño que pelaban con avidez. Miré hacia atrás. Había una pelea enorme entre los soldados y el Pueblo, ganando tiempo para que yo llegara hasta el final. Así que me apresuré.

 

- ¡Date prisa! - sí, sí, lo estaba haciendo...

 

Llegar a la piedra no fue difícil. Sin embargo, allá, comprendí porqué Suzzanne había insistido en que supiera copiar las manos de los animales. Aquellos guardianes de la Piedra tenían unas garras de un material muy afilado que les servía para atacar pero, a la vez, era lo único que podría entrar por aquellos agujeritos tan estrechos. Además, la luz quemaba. Intenté acercar mi mano a la piedra y sentí que el calor que emitía era abrasiva. La retiré a tiempo de que sólo me quedara una marca rojiza que, tal vez, se convertiría en una ampolla en un ratito.

 

- A ver, monito... Déjame ver tus manos...

 

No pensé, sólo actué y mis dedos se convirtieron en delgadísimos nudillos que acababan en una punta tan afiliada que casi parecían transparentes. Eran tan largos que fui metiendo uno a uno en los agujeritos, tapando la luz que despedían. Cinco agujeritos. Cinco dedos dentro soportando el calor intenso que me alcanzaba la muñeca, provocando una mueca de dolor en mi rostros pero aguanté hasta que la luz desapareció y pude poner la otra mano en la parte superior y coger aquella piedra, la que llamaban prohibida.

 

Un grito me hizo girarme. Un hombre blanco me llamaba por mi nombre (por el de la muchacha) y me pedía la piedra. Negué con la cabeza. Era todo un dilema. Si quitaba los dedos, la luz me daría de lleno y me dañaría, con lo que la piedra caería. Si no quitaba los dedos, aquel hombre estaba dispuesto a dispararme con aquella arma tan rara.

 

Tal vez no fuera lo más correcto pero tuve una idea un tanto improvisada y tal vez no funcionara pero... Tiré la piedra a lo alto, al aire, di un salto y me lancé tras ella. En el momento en que mis dedos dejaban libres los agujeros y se liberaba la luz abrasiva, yo ya me había transformado en una golondrina, gracias a la Animagia con la que me había vinculado en aquel mismo portal. Volé hacia la piedra y la agarré con las garras y planeé hacia la entrada de la fortaleza, en busca de la auténtica Suzzanne.

 

¡Lo conseguí!

 

¡Casi lo conseguí! Algo me hirió y tuve que hacer mucho esfuerzo para volar y traspasar aquellos muros antes de caer al suelo. justo ante los pies de la muchacha que me esperaba. Rodé por la hierba y la maleza hasta que conseguí pararme, con el puño apretado. Suzzanne corrió hacia mí, aún con su brazo inmovilizado.

 

- Así que eso era una golondrina - me saludó de una forma peculiar. Le sonreí.

 

- Así que aquello era un gunar - repliqué.

 

Le di la piedra y me miré la herida, me había alcanzado en un costado, justo en el mismo lugar que Suzzanne tenía su herida abierta.

 

- Ahora nos parecemos en eso también.

 

Enfrente de nosotros, una enorme luz empezaba a abrirse, como si fuera la de la roca que acababa de dejar atrás. Ella retrocedió, yo avancé un paso.

 

- He de irme. Es mi... mi Portal a casa.

 

Caminé hacia el Portal que, esperaba, me llevaría de nuevo al interior de la Pirámide, junto a la Arcana de Metamorfomagia. Alcancé el punto en el que debía cruzar y me volví. Le grité.

 

- He aprendido mucho de ti. Suzzane. ¡Muchas gracias!

 

- Nunca nos has dicho como te llamas.

 

Crucé de espaldas, para verla el máximo tiempo posible.

 

- ¡¡Me llamo Xell Vladimir Potter black!! - grité, antes de que el Portal me engullera y me dejara a los pies de la arcana y de la tía Hayame. - ¿Estoy herida?¿Esto es un sueño?

YyV85FY.jpg

7sfPjxW.gif NiqQIUZ.gifidFgtQA.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.