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Prueba Libro de los Ancestros.


Runihura
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El viaje se había hecho un tanto más lento de lo que ella creía que iba a hacer, las primeras gotas de sudor, gracias a los rayos solares que llevaban varios minutos golpeando su cuerpo, se hicieron presentes deslizándose por su abdomen. A mitad del viaje había perdido al caballero que las acompañaba, eso le creaba un gran problema, ahora debería entrar con la mujer de cabellera rojiza para recuperar uno de los pergaminos que tenía en mente obtener para seguir aprendiendo de Hermes, aunque su alumna no necesitaba conocer esa información así que trato de omitirlo.

 

Varios metros antes de llegar a las ruinas de La Biblioteca de Alejandría se detuvo para mirar a Macnair, era momento de explicarle lo que iban a hacer dentro de aquel lugar.

 

Aquellos hombres que custodian las ruinas son magos egipcios, para poder entrar debemos tratar de desarmarlos. —le dijo señalando a cuatro hombres que paseaban por el lugar —Trata de no tener piedad con ellos, de otra manera hay altas posibilidades que no logremos nuestro cometido. Ellos no lo tendrían contigo —le explicó mientras trenzaba su cabello preparándose para la pelea.

 

Gracias al anillo de presencia, tenían imágenes en tiempo real del interior de la Biblioteca, imágenes donde se podía ver claramente que al interior había otros guardias, Runihura contó alrededor de otros tres guardias por zona hasta antes de llegar al pergamino que quería. Confiaba en la bruja que estaba a su derecha, le habría gustado tener al joven mago que se había quedado muy atrás en el recorrido.

 

¿Estás lista?

 

No espero a que Arya le dijera que lo estaba, debían ser ellas las que lanzaran el primer ataque antes de que los guardias las vieran, así que lo primero que hizo fue invocar una daga de acero con empuñadura de plata con orfebrería en oros blancos y dorados, con diamantes y esmeraldas incrustadas mientras pensaba Kansho. Casi al tiempo que la daga se materializaba, murmuró por lo bajo:

 

Vara de Cristal… Desmaius.

 

El primer guardia cayó al suelo haciendo que los otros guardias presentes comenzaran con el ataque. El primer guardia en atacar era moreno, alto, como de casi dos metros. Apuntaba su varita en dirección de la pelirroja, de esa misma salió un rayo en color púrpura.

 

Furúnculos. —lo habían escuchado decir previamente a que el rayo púrpura saliera en dirección a Macnair.

 

 

************

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • Duración del duelo: Del 16 al 25 de Abril.
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta el Libro de los Ancestros. (Con especial énfasis en este último).
  • Están prohibidos los Off y las ediciones. Consultas, dudas o sugerencias, al topic Consultas Libro de los Ancestros
@@Arya Macnair Editado por Niko Uzumaki
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Sentía cierta pena por haber dejado atrás a Keaton más no quería perder rastro de su mentora. La guerrera Uzza se movía ávida por el desierto como si de una serpiente cascabel se tratase, los pocos objetos que Macnair portaba tintineaban en sus muñecas, hechizados para simular bellos dijes de una pulsera platinada. Arya llevaba una trenza en su corto cabello, similar a la que Runihura solía hacerse, con el pequeño detalle de que a ella no le quedaba tan bien como a la otra mujer.


Ésta le explicó hacia dónde iban y lo que se encontrarían al llegar. Tenía el rostro cubierto por el pañuelo así que no le sería difícil esconder su identidad a la hora de arribar. La biblioteca de Alejandría les esperaba, al igual que unos cuantos guardias dispuestos a volarles la cabeza con tal de proteger vaya Merlin a saber qué.


—Estoy lista, si.


Respondió casi al segundo de la pregunta, pero Runihura no aguardó a que le contestaste y enfiló sus pasos directo al grupo de hombres que ya les habían divisado. Kansho pensó, imitando el accionar de la guerrero, aunque no pretendía copiarle, sino más bien saber manipular la exótica daga.


Cuando ésta se materializó en su diestra la posicionó directamente entre su primer rival y el suelo que pisaba. Casi instintivamente, la daga absorbió el rayo que deformaría su rostro totalmente y lo devolvió de golpe; el hombre cayó de espalda, gritando horrorizado mientras su rostro se hinchaba y casi no podía respirar.


Sin perder demasiado tiempo se volteó hacia la izquierda, estaban a punto de lanzarle un nuevo ataque más arrancó de su cuello un pequeño frasco, el cual destapó con el pulgar, y sopló su contenido rumbo al guardía. Las arenas del hechicero penetraron sus córneas dejándolo ciego casi de inmediato, pero ambas mujeres sabían que el efecto no duraría para siempre, que era mejor apresurarse.


—¿Dentro nos esperan tres más, cierto?


Preguntó, mientras la seguía hacia la puerta principal e ingresaban. Su siguiente movimiento,el que tanto ansiaba, la perfecta y precisa vara de cristal. Los ojos le brillaban con violencia bajo la luz artificial de la biblioteca.

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Al entrar a la biblioteca, dos felinos, de color negro de ojos grandes de color azul como el mar, mejor conocidos como matagot los estaba esperando. El primero flanqueo de lado derecho de la guerrera, con garras filosas que buscarían causarle el mayor de los daños rasgando la piel de Runihura. El segundo matagot, las estaría cazando sigilosamente, buscaría cualquier descuido para hacerles daño. Al parecer, no sólo debían cuidarse de los tres guardias que habían visto con ayuda del anillo de presencia, sino también de aquellas criaturas.

La mujer de cabellera negra se tomó un minuto antes de repeler el ataque de la criatura mágica, para observar toda aquella habitación. A nueve metros, justo a las dos en punto desde la perspectiva de la joven Macnair se encontraba uno de los guardias oculto detrás de una estantería. Se lo hizo saber casi al tiempo de que aquel felino negro se le iba encima tratando de arrancar parte de la piel de su cara con sus afilados dientes.

No te preocupes por mí, encárgate del guardia.

A los pocos minutos que ella había dejado de hablar, de su varita habían salido varios filamentos de fuego tras pensar «Flechas de Fuego» que empezaron a quemar a la criatura mágica la cual no era otra que un guardia de los que custodiaban aquel lugar. Lo que le hizo pensar que aquel otro gato que había visto por sombras no era otro que el tercer guardia. El cual para ese momento había dejado su forma animaga para lanzar un par de ataques, tanto a la Macnair, como la Uzza.

Sectusempra. —dijo en voz alta. El primer rayo salió directo al pecho de Arya, en dado caso de que este impactara le provocaría heridas profundas y sangrantes. En lo que él atacaba a la guerrera Uzza, el segundo guardia salió de su escondite y apunto a la mujer pelirroja.

Incarcerus. —dijo y tres cuerdas gruesas salieron de su varita, que al separarse buscarían amarrar a Macnair. La primera cuerda se amarraría en las pantorrillas para dejarles unidas, la segunda cuerda buscaría unir sus brazos a ambos lados del cuerpo de esta, para imposibilitar levantar la varita y apuntarle. La tercer y ultima cuerda, le imposibilitaría ver, ya que le taparía los ojos.

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Runihura y ella habían recibido una poco grata sorpresa al cruzar la entrada principal de la biblioteca, o del edificio que la custodiaba. Tres habían sido los guardias que el anillo les permitió ver, más solo se encontraron con dos inmensos felinos salvajes ¿Quién ponía tamaño animal a proteger algo tan codiciado como la biblioteca de Alejandría? Arya detuvo en seco sus zancadas, casi cayendo al suelo, aferrándose a su varita con violencia, cuando la Uzza dejó fuera de combate a uno. > pensó, y no estaba muy alejada de la realidad.


—¡Vara de cristal!


Gritó.


No sabía por qué lo había hecho, pero se dejó llevar por la emoción. En su diestra la varita vibró y comenzó a alargarse, cosa que tomó unos pocos segundos. Al parpadear ya no portaba un trozo de nogal negro trabajado, con importante núcleo; sostenía una larga vara de cristal, la misma había adoptado un color cian que parecía brillar bajo la luz artificial.


—salvaguarda mágica.


Pensó.


Su cuerpo entero se desmaterializó cuando el primer felino acabó por morir quemado. El Sectusempra fue a parar detrás de ella, atravesando su fisionomía intangible, destruyendo una pared no muy lejana. Luego, con gracia, apareció cuál estela apuntando con las fauces de lobo que conformaban la punta de su vara de cristal, al segundo atacante.


—….Desmaius


El rayo se proyectó en el pecho del centinela como un efecto, haciéndolo caer desplomado al suelo. Aireada, resopló un mechón de cabello que le hacía cosquillas en la nariz y fijó la vista en su primer atacante.


—¡Hey! Ten más cuidado, todo aquí es muy costoso.

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