Jump to content

El Día de la Ira


 Compartir

Publicaciones recomendadas

En las Cloacas:

 

Durante unos instantes, pataleé con rabia ante el agarre de Sean. ¡No podíamos dejar a Sagitas allá, en el suelo! Me resistí pero él me hizo bajar por un agujero en el suelo. Sólo mucho más tarde, cuando asumí lo sucedido, me di cuenta que eran las Cloacas que discurrían bajo las calles de Londres. Estaba muy aturdida pero tuve que frenar el ímpetu de besar a Sean porque nos había salvado a todos, incluida a la tía.

 

- ¡Gracias, gracias, gracias...! ¡Estamos bien, gracias a ti!

 

Hubiera ayudado con Sagis pero Babi la tomó y la llevaba de forma más cómoda que con un Ennervate. Sean nos dijo que fuéramos a la mansión, pues él iba a la Iglesia de a cumplir el mandato de ver al Padre Andrew.

 

- Dejo a la tía en la mansión y voy a... - No podía decirlo en voz alta. La Misión de la Orden era secreta, por mucho que amara a mi primo. - A una cosita.

 

Le dije adiós con la mano y caminé tras Babila. Un kilómetro estaba cerca pero se me hizo eterno pues se puso a hablar con el espejo, caminando a grandes zancadas. Pronto le dejé de ver pero ya habíamos recorrido el kilómetro así que subí en la primera cloaca que encontré. Me costó moverla pero con la varita se abrió fácilmente. Eso debiera haberme hecho comprender que Babi no había salido por allá.

 

Llegué a la Potter Black enseguida pues me aparecí en la misma entrada, aprovechando que no había nadie cerca. En el interior de la mansión sólo había dos elfos desconocidos cuidando a Ithilion y a la bebita de Matt. Se alegraron muchísimo de verme porque los niños estaban muy revoltosos. Pero no habían visto a Babila ni a la tía Sagitas.

 

Aquí me asusté. ¿Dónde se había metido nuestro Babi? ¿Se habrían perdido? No sabía qué hacer, si seguir en la casa o volver a Grimmault Place. Yo no sabía ir a la cita del Hospital de Polonia pero estaba segura que en el Cuartel, el primo Elvis había dejado una nota de cómo ir. Como iba con la tía Sagis y ella sabe hacer esa magia tan especial de abrir portales, no me había preocupado de saber llegar.

 

Menos mal que recibí una lechuza. Era de Babila . Una letra horrible y llena de faltas en la que explicaban que habían llegado al Circo y que la tía estaba siendo atendida por el Staff veterinario. Me puse a reír. Eso era una buena noticia. Así que dejé la nota encima de la mesa para que la familia pudiera leerla, si venía a casa. Seguro que al primo @@Matt Blackner le gustaría saber dónde estaba su madre.

 

Después me fui rumbo a Grimmault Place. Pero debería ir con mucho cuidado porque aquella plaza no parecía segura ahora.

YyV85FY.jpg

7sfPjxW.gif NiqQIUZ.gifidFgtQA.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

En el exterior de Hospital Hindenburg

Lucia Riddle


La vampiresa había fracasado en su misión, algo que al Lobo no le gustaría en lo absoluto. En ello recibí la visita de un fantasma, confirmando así el medio que usa el demonio para comunicarse con sus agentes. Este ser espectral era un monje que rezaba con unas cuentas, la vestimenta parecía ser hindú y su voz era lenta.


-El tiempo ha llegado.


Indico y se marcha. La transmisión televisiva había concluido, la bruja camina y observa a los Redentis y le intenta ayudar a salir de ese pantano, quizás ya no había nadie o eso pensaba ella, ya que no todos se habían marchado. Esto era por ese soldado (@ ) dejado atrás por @ , quizás era un peón en su estrategia.


-Al parecer deberé ayudar a estos inútiles.


En el interior de Hospital Hindenburg

Eigno Stark

Iluminados (ver trama y clanes)


-Al parecer ya andamos por nuestra cuenta. – comenta maliciosamente y observa su tauaje de un galeón completo. –quizás sea hora de acabar con esos seres e intrusos.- en ello observa a su colega. –maestro de la sombra, podrías aniquilar a la Malfoy.- en ello ese hombre se maneja entre cada sombra, por lo que va en la caza de @@Mackenzie Malfoy , en cierta medida el poder del bien y el mal al fin se encontraría en disputa.


-Ustedes dos. – Ordena. –comience a incendiar el hospital. – dice maliciosamente. –Yo me ocupare de los otros, nadie sale vivo ante uno de mis ataques mentales. – suelta una carcajada. – en verdad fue útil infiltrarnos en los diferentes clanes.- hace pausa. –incluso el mago oscuro. – refriendo al Luxure. – nos sirve por ahora, a pesar que no confió en este.


Este era uno de los secretos de conspiración que se había sumergido el egipcio al intentar de cambiar la sociedad, esas lealtades se ponían en juego y todo parecía indicar que los Redentis dominan algunos artes, por ello la Malfoy no pudo bloquear que los Redentis leyeran su mente, pues ese no era el enfoque sino el alma. Al parecer, otro indicio indicaba que algunos traidores de la Orden Avalon, Oscura y Sacerdotisa pudiera sumar entre la filas de esa organización, para algunos eran los Iluminados (conocimiento que manejan los maestros de la marca tenebrosa), para otros (los integrantes de la orden del fénix y el mismo Luxure, como los Redentis), pero eran los mismos, seres con bastante poder y leales algo más. Y así inicio el fuego, la cuenta contra reloj de salvar a los bebes, mientras que los salvadores eran atacados por hábiles magos y brujas, los cuales no tenían miedo a morir, ellos eran capaces de sacrificarse por un bien mayor.

7VZGWBY.jpg

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

i7la9jS.pngHogwarts
El día de la Ira

Una pequeña murciélaga blanca asomó su cabecita en el bolsillo superior de la americana de Sebastian, envuelta todavía en el pañuelo de seda que el mago solía colocarse en aquel lugar. Miró a un lado y a otro, escrutando los alrededores y abrió los ojos como platos cuando sus pequeños ojos, poco más que dos cabezas de alfiler muy oscuras, se posaron en el piloto muggle que aún reposaba sentado y atado en el suelo, con la espalda apoyada contra una columna de hermoso capitel jónico, decorado con motivos florales.

—Nos han dejado solos, Elz. —Sebastian sonrió y acarició suavemente con un dedo el pequeño cogote de la criatura ancestral. —¿Alguna vez te imaginaste, cuando estudiábamos aquí, que llegaría un día en que tendríamos todo Hogwarts para nosotros solos?

—Está el muggle —respondió Elz en la cabeza de Sebastian, aunque tal y como movió la boca al hacerlo, para el mago sonó como si lo hubiera dicho de viva voz.

—Bueno, ese no cuenta.

—Mmmm... Grrrr... mm... ahm... —farfulló el piloto bajo la mordaza mágica que le impedía hablar.

—Bah, no te lo tomes a mal, hombre. —Se acercó al muggle y comprobó que las ataduras siguieran en su sitio. Se las había colocado apenas hacía unos minutos, pero era mejor asegurarse.

 

Lo cierto es que, antes de quedarse solos, habían sucedido unas cuantas cosas. Lo primero había sido la mujer que llegó de parte del Ministerio a organizar la evacuación. Todo orden y mando. Había llegado con tres enfermeros y en unos minutos Hogwarts había quedado diligentemente evacuado y alumnos y profesores habían sido llevados a lugares seguros. Sebastian esperaba que, con sus familias, pero eso era algo que la delegada del Gobierno mágico no se había molestado en aclarar. Luego, ella misma había curado al piloto capturado y, haciendo gala de una forma física increible, había cargado con él para atravesar el portal. Esperaba que todo hubiera ido bien, pues justo antes de cerrarse el portal, había visto a soldados muggles dirigirse contra la aguerrida joven y sus compañeros. Al menos, la mayoría de adolescentes habían logrado cruzar antes la brecha espacial, por lo que Sebastian confiaba en que realmente estuvieran a salvo y fuera de una lucha encarnizada entre muggles y magos.

 

Después, uno a uno, todos se habían ido yendo, hasta la guapa tutora que había estado al principio defendiendo Hogwarts a su lado. Pero cuando las voces se calmaron, cuando los sonidos humanos dejaron de ser un run run insistente, cuando Hogwarts quedó sumido en la placidez de la soledad de sus estructuras de piedra, un sordo gemido había llegado a oídos de Sebastian.

 

Aquel par de valientes chiquillos de Slytherin había capturado un caza y a su piloto, pero no habían caído en la cuenta, desconocedores del mundo muggle como eran, que los pilotos nunca van solos en un avión. Sebastian se maldijo a sí mismo, cuando escuchó el sonido lastimero procedente del avión capturado, pues sólo entonces comprendió que también él había pasado ese hecho por alto hasta aquel momento. Debajo del cazabombardero, había otro piloto atrapado entre los hierros de fuselaje. Los chicos no debían haberlo visto, pues el piloto se encontraba muy cerca de la trampilla de lanzamiento en paracaídas. Probablemente, había intentado escapar sin éxito. Y lo cierto es que el avión le había caído prácticamente encima. Se encontraba muy malherido.

 

Sebastian lo curó y lo dejó atado mientras se recuperaba, un tiempo precioso que aprovechó para inspeccionar bien lo que quedaba en pie del imponente colegio. Cuando volvió a su lado, lo encontró plenamente reestablecido y solo entonces le colocó la mordaza que le impedía hablar, dado que el hombre estaba tan poco dispuesto a hacerlo como lo había estado su compañero. Era mejor darle un tiempo para recapacitar sobre su situación.

 

Así que allí estaban, Elz, Sebastian y el piloto muggle. Diferente del anterior, pero ocupantes del mismo cazabombardero capturado. Probablemente éste sabría tan poco como el primero, pero cualquier información que pudiera aportar, sería oro puro para avanzar en la solución de los terribles problemas que acuciaban al mundo, mágico y muggle.

 

Elz salió volando del bolsillo de Sebastian y se posó en el muggle para inspeccionarlo a su manera, que solía ser bastante curiosa y atrevida. El muggle abrió los ojos como platos. —No es personal, ¿sabes? —continuó Sebastian. —Verás, cuentas todo lo que hay que contar, claro que sí. Pero los magos tenemos un bonito encantamiento que se llama.... ¿a ver si lo adivinas? —Sebastian le soltó un poco la mordaza, lo justo para que pudiera hablar.

—Grr... suel... suéltame, prometo que no diré nada, no haré nada, no voy a ser un incordio. Lo juro.

—¡Oh! ¡Pues claro que no vas a ser un incordio! Porque el encantamiento tan encantador que tenemos los magos se llama.... O - B - L - I - V - I - A - T - E. Venga, repítelo, apréndetelo antes de que te lo lance y lo olvides todo.

—Obli... ¿Olvidar? ¿A qué te refieres?

Sebastian movió la cabeza con gesto paciente, como si fuera un profesor de primer curso de Hogwarts, enseñando a sus alumnos a hacer un wingardium leviosa.

—Es simple, amigo. La vida es ya muy complicada viviendo en un solo mundo. Imagina como sería tener que vivir a la vez dos vidas en dos mundos distintos.

—Eso es lo que haces tu, básicamente —interrumpió Elz, mientras olisqueaba el pelo del piloto muggle.

—Imagina que tienes que trabajar en dos sitios a la vez —continuó Sebastian sin hacer caso de la interrupción de Elz— que tienes que pagar dobles impuestos, seguir las leyes de dos Ministros diferentes, usar dos sistemas de dinero para nada semejantes, ir a dos colegios a la vez, a estudiar los mismos cursos, pero en versiones distintas, atender los compromisos sociales de un lado y de otro... Créeme, amigo, no te conviene en absoluto. Así que voy a hacer tu vida más fácil y a hacer que olvides que existe otro mundo que te va a complicar la vida. Y será tan potente el encantamiento que incluso tardarás meses en creer lo que digan las noticias sobre los magos y la magia. Pero no te preocupes, no te volverás loco, reforzaré tus creencias y tu personalidad para que lo lleves lo mejor posible, hasta que el encantamiento se desvanezca del todo y acabes por comprender que existimos, aunque no recordarás nada del Inquisidor ni de tu participación en lo ocurrido. ¿Ves? Voy a hacerte un hombre feliz. Sin culpas. Sin remordimientos. Quizás, hasta tengamos suerte y para entonces ya se haya solucionado esta situación y el Secreto de la Magia se haya reestablecido. ¿Qué opinas?

—Yo sólo quiero volver con mi familia.

—Perfecto. Eso es también lo que yo quiero. Así que ahora nos vamos a sentar un ratito, aquí, sólos tu y yo —Sebastian se sentó en el suelo, junto al muggle, y aprovechó para colocar tabaco nuevo en su pipa y encenderla. —Y me vas a contar, punto por punto, todo lo que recuerdes. Da igual que no te parezca importante, me relatarás todos tus pasos en los últimos días. —Aspiró una agradable bocanada de tabaco y sacó un pequeño bloc de notas y una vuelapluma. —Vamos, empieza. ¿Quién te contactó? ¿Cuándo? ¿Cómo os organizaron? ¿Quién os daba las órdenes? Ya sabes, todo lo que recuerdes desde el momento cero en que comenzó esta historia para ti.

El piloto muggle suspiró resignado y empezó su relato.

—Todo empezó hace unos meses. Yo trabajaba en las fuerzas aéreas de norteamérica, cuando recibí una llamada de August Rosenberg, ya sabe, el famoso congresista. Al principio, pensé que sería una misión oficial del gobierno, hasta que las cosas empezaron a no encajar demasiado. No fue hasta hace dos semanas que nos enteramos que la misión la comandaba una empresa privada. No me pregunte el nombre, no lo recuerdo y ni siquiera puedo mirarlo en la nómina, nos pagaban siempre en efectivo. Era algo así como Resources and Plannings o algo parecido.

—¿Recibisteis entrenamiento especial? —El piloto asintió, sin añadir nada, por lo que Sebastian repreguntó. —¿Quién os entrenaba?

—¿Me creerás si te digo que eran magos como tu? —El muggle no pudo reprimir una risa amarga. —Para entonces ya se había descubierto la existencia de los magos, pero aún así fue algo impactante. Lo peor es que no parecían personas normales. Eran bien extraños, parecían más robots que personas.

—¿Robots?

—Bueno, no lo eran, realmente. Pero había algo extraño en ellos, una falta de profundidad en la mirada. Pensábamos que todos los magos serían así, extraños y ajenos, como si les faltara algo dentro de la cabeza, ya sabes. En una de las órdenes grabadas por el Inquisidor y remitida por radio, los llamaba sus Redentis.

Sebastian tomó buena nota de ese nombre en su libreta. Lo investigaría más tarde.

—Sigue. ¿Cómo os llegaban las órdenes? ¿Cómo fueron en concreto las órdenes para esta misión?

—Siempre por radio y nos prohibían guardar registro. Había que memorizarlas. Nos ordenaron reunirnos en una base de Polonia, muy cerca del Hospital Hindenburg. Una vez allí, nos dieron las órdenes concretas para el ataque. Las recibimos con alegria, los magos eran poco más que monstruos para nosotros, después de los ataques a Guernsey y Londres y teniendo en cuenta que los únicos que habíamos conocido, esos Redentis, estaban rematadamente locos. Allá en Polonia, fue el propio Inquisidor el que nos habló por radio. Su voz estaba filtrada por un sintetizador, así que ni siquiera su timbre y tono conocemos de él. —El muggle miró vagamente, sin fijar la vista en ninguna parte, parecía estar recordando algo que le causara cierta gracia, pues su sonrisa había aparecido en el rosto. Tras una breve pausa, ensimismado en sus pensamientos, añadió —casi prefiero no saber nada de él, debe tener un genio lamentable.

—¿Porqué dices eso? —Preguntó Sebastian, intrigado.

—Aquel día, cuando recibimos las órdenes en Polonia, su avioneta debía de haberse estropeado y tuvo que caminar varios kilómetros a pie, de noche y por la nieve. Tuvieron que improvisar una estación de radio en alguna parte. Le juro que no sé qué se oía más si la ventisca que debían estar soportando o los gritos a sus subordinados.

—¿Porqué tanta prisa?

—Ya sabe, los secretismos de este tipo de misiones. Las órdenes se reciben siempre a última hora. Para nosotros en Polonia eran las 22 horas y teníamos que salir hacia distintos destinos del mundo en un par de horas. Los ataques tenían que ser a las 8 de la mañana, hora de Londres.

Algo de lo que había dicho el piloto daba vueltas todavía en la cabeza de Sebastian, como queriendo formar una idea, que no terminaba de concretarse.

—¿Has dicho nieve? ¿Qué acento tenían esos subalternos a los que gritaba el Inquisidor? ¿Llegaste a oirlos?

—Muy poco. Pero sí, algo escuchamos. Indudablemente, eran americanos.

Nieve. 22 horas en Polonia. Ver horario en américa. De noche. Uso de avioneta en los desplazamientos. Apuntó todo ello con su vuelapluma, sabiendo que algo no terminaba de encajar. A esa hora, si el inquisidor hubiera estado en américa, hubiera sido de día. Además, hay que estar en zonas muy apartadas para tener que recorrer distancias kilométricas por la nieve o tener que desplazarse en avioneta. Si el muggle hubiera dicho que los hombres del inquisidor tenían acento nórdico o ruso, todo habría encajado mucho mejor. Lo anotó todo con cuidado para pensar sobre ello más tarde.

—Sigue. Ahora me interesa la parte de las defensas. Este colegio estaba dotado de poderosos encantamientos de defensa, ¿cómo lograsteis soslayarlos?

—No se nada de eso, no nos dijeron que hubiera defensas especiales.

—Muy bien. Entonces es el turno de los cazabombarderos. Dime todo sobre ellos. Modelo, fecha de fabricación, número de efectivos, etc.



* * * * * * *



Horas después, Sebastian había llenado diez páginas de su libreta con notas de aquella conversación y se había fumado dos pipas enteras. Cuando estuvo convencido de que el piloto había vomitado hasta el último conocimiento que guardaba en su cabeza, se puso de pie y le tendió la mano al muggle, quitándole todas sus ataduras.

—Vamos, amigo, levanta. Hora de volver con los tuyos.

Una sonrisa se dibujó en los labios del piloto, mientras sus ojos temblaban de emoción. Sebastian conjuró un Fulgura Nox hacia la ciudad en la que vivía el piloto, ante los atónitos ojos de éste, que veía a través de la abertura las calles que tan bien conocía. El mago hizo pasar al muggle a través del portal y, justo antes de volverlo a cerrar, apuntó con su varita hacia la cabeza del piloto.

—¡Obliviate!

Lo prometido era deuda. Aquel hombre iba a ser feliz durante varios meses, viviendo una vida más sencilla y menos complicada. Sebastian se volvió hacia su guía ancestral.

—Ahora sí que estamos verdaderamente solos, Elz. Todo Hogwarts para nosotros.

—¿Y qué hacemos con todo este desastre? —La pequeña murciélaga blanca voló en círculos alrededor de las estructuras derrumbadas del castillo de Hogwarts y finalmente se posó delante de Sebastian, volviendo sus alas hacia abajo, en signo de interrogación.

—Podemos arreglar un poco esto, ¿no? Ya sabes, un par de encantamientos aquí y allá. No nos ve nadie, así que bien podemos utilizar algo interesante. —Sebastian sacó de uno de sus bolsillos un hermoso anillo, con un sello real en el centro, todo él de oro macizo, recubierto con diamantes, esmeraldas, zafiros y rubíes.

—Aunque este lugar está lleno de magia antigua, el Anillo del Rey Salomón no bastará para reconstruirlo y devolverle sus protecciones mágicas —sentenció, Elz.

—No pensaba hacerlo yo solo, Elz. ¿Recuerdas aquella historia que me contaste cuando nos conocimos?

—¿Cuál de todas? Eras un chiquillo muy curioso a tus 15 años, Sebastian.

—La primera de todas. Yo estaba frente al espejo de Oesed y entonces apareciste tu. Pensé que eras una proyección más del espejo. Pensé que había hecho algo extraño con mi magia...

—Y lo hiciste —Elz emitió un sonido parecido a una risa. —Brillabas como una antorcha encendida. No pude evitar acudir a ti.

—¡Exacto! Fue la primera vez que sincronizamos. ¿Recuerdas lo que me dijiste?

—Por supuesto. Me presenté a ti como lo que soy, una criatura ancestral de magia antigua. Te conté que llevaba años vinculada a Hogwarts por un encantamiento en el momento de su construcción. De alguna manera, yo era una parte más de esas defensas mágicas de Hogwarts de las que le has hablado al muggle. Hasta que te encontré, al menos.

—Lo que quiere decir, que conociste a los constructores.

—¿A los fundadores? Obvio que sí, pero no sé a donde quieres llegar.

—Me apuesto que los fundadores no hicieron esto solos —extendió una mano y señaló a su alrededor, al castillo de Hogwarts. —Seguro que tenían a los mejores ingenieros mágicos, orfebres, hechiceros, encantadores, forjadores, inventores de encantamientos, transformadores... Tuvieron que participar muchos magos para construir todo esto.

—Claro. Eran un ejército de ellos. ¿Qué vas a hacer Sebastian?

El mago sonrió, colocándose el Anillo de Salomón en el dedo y apuntando con su varita hacia las torres del castillo.

—Primero unos pocos encantamientos para adecentar todo esto y apuntalar la estructura. No queremos que se derrumbe nada más. —Giró la muñeca en un gracioso movimiento y los esombros comenzaron a apartarse y recomponerse en todas las direcciones. —Luego, otro par de encantamiento más para proteger este lugar. —Describió un amplio círculo en el aire con la varita, levantando de nuevo, parcialmente, algunas de las defensas de Hogwarts. —De momento, este lugar es lo suficiente seguro para que un grupo de expertos pueda trabajar tranquilamente en él. Los magos no entrarán pues les embargará la sensación de que las torres van a derrumbarse sobre sus cabezas. Y los muggles tampoco lo harán, pues en cuanto pongan un pie en las inmediaciones, les asaltará el convencimiento de estar en un lugar repleto de virus y agentes biológicos. Y mientras tanto, los antiguos constructores de Hogwarts podrán reconstruir el colegio y todas sus protecciones, sin que nadie les moleste.

Sebastian repasó sus conocimientos de Historia de la Magia y Runas Antiguas, recordando un antiguo encantamiento que podía asociarse a un Fulgura Nox. Con un seco movimiento de su varita, abrió un portal al pasado, justo al momento de la construcción de Hogwarts.

—Vamos, Elz. Busquemos a los mejores constructores. Tenemos que reconstruir Hogwarts, como si los ataques del Inquisidor jamás se hubieran producido.



* * * * * * *



Semanas más tarde, mientras se arreglaba la pajarita del smoking en su mansión de Manhattan para asistir a una cena, recibió el primer reporte de la reconstrucción de Hogwarts. Los trabajos progresan adecuadamente. Decía la nota.














xqgRgs3.pngHospital Hindenburg
Semanas después del Día de la Ira


La misión en el interior del hospital había resultado más difícil de lo previsto. Por más que oían el llanto de los bebés, no lograban dar con ellos. Afuera se oía el característico fragor de una batalla. Sin duda las distracciones habían hecho su trabajo, desviando toda la atención al exterior del Hospital Hindenburg, pero Elvis, Granger y los que se habían quedado afuera debían de estar esmerándose al máximo para evitar que todos aquellos Redentis les complicaran las cosas en la búsqueda de los bebés en el interior. Y, sin embargo, a pesar de que apenas se veía gente por los pasillos, les estaba resultando difícil llegar hasta los pequeños.

No fue hasta que llegaron a la zona de mantenimiento y Joan pensó en la posibilidad de una habitación secreta, cuando lograron por fin llegar hasta ellos. También fue entonces cuando las cosas se complicaron.

Supuso que Joan había realizado algún hechizo de protección, cuando una luz se esparció por el pasillo, cubriendo a los miembros de la Orden del Fénix que se arremolinaban frente a la puerta abierta de la sala en la que guardaban a los bebés, donde una figura imponente les estaba impidiendo el paso. Mackenzie apenas tuvo tiempo de observar aquella figura, pues Joan fue rápida y protegió a todos los miembros de la Orden del Fénix con una muralla de acero. Escuchó una puerta explotar y luego el sonido de varios hechizos cruzando el aire en diferentes direcciones, desatándose finalmente el caos más absoluto cuando la alarma del hospital se disparó y comenzó a pitar. Los Redentis que sus distracciones habían mantenido en el exterior no tardarían en volver al interior del hospital, tenían que ser rápidos.

Cuando finalmente los hechizos a su alrededor pararon, tomó buena nota de las palabras del hombre que tenían frente a ellos. Así que tenía otros planes. ¿Porqué había aturdido al personal médico? ¿Acaso pretendía defender a los bebés? ¿Pero de quién? ¿De ellos? No le quedó más remedio que dar fe de las palabras con las que se despidió aquel hombre: nada era lo que parecía. Sin duda alguna, Mackenzie pensaba tener cuidado. Demasiados hilos sueltos para una misión tan delicada. En cualquier caso, memorizó el rostro de aquel hombre que no podía decir si estaba a favor o en contra de los acompañantes del Gryffindor. Aquello sería algo que Mackenzie investigaría más tarde, de momento tenía que centrarse en los niños que aguardaban frente a ellos en sus pequeñas cunas.

Por si acaso despertaban antes de hora, Mackenzie ató los cuerpos inconscientes del personal médico con gruesas cuerdas y los movió hasta una habitación adyacente a la sala, cuya puerta cerró con llave. No verían nada de lo que hicieran los magos para rescatar a los niños.

—¿Cómo coordinamos el traslado? Deberíamos abrir todos los portales que podamos —propuso a sus compañeros de bando. —Quizás deberíamos traer a los compañeros que quedaron en el exterior para que nos ayuden con los portales. Después de todo, con la alarma sonando, no tardaremos en tener a los Redentis por aquí.

No sabía qué iban a hacer con tanto niño. En general, casi todos ellos eran recién nacidos, pero había algunos algo más creciditos, que probabablemente habían estado también hospitalizados. Iban a necesitar a los Sacerdotes para asegurarse de que todos estuvieran bien y curar a los que lo necesitaran. Tendrían que buscar alguna mansión segura o algún otro lugar para acogerlos, hasta que pudieran localizar a sus padres. Pero sobre todo, iban a necesitar manos que cuidaran de esos niños, no podían dejarlos solos, eran demasiado pequeños y requerían cuidados constantes, por no mencionar que todavía estaban en peligro, teniendo en cuenta que el Inquisidor se había tomado tantas molestias para capturarlos. Quién sabía si no volvería a intentarlo.

—¿Dónde vamos a meterlos? Necesitan cuidados y alguien que los cuide. Puedo tomar elfos de la Malfoy, pero no creo que mi hogar sea un lugar seguro para ellos —se lamentó Mackenzie.

Su mente estaba sumida en tales preocupaciones, cuando notó un característico picor en la nuca. Desde que formaba parte de los Paladines, era muy consciente de determinado tipo de magia.

Detritus —pronunció, apuntando con su varita a Joan y a sí misma, que quedaron cubiertas en el acto por una fina capa gaseosa, parecida a una niebla. Pocas cosas podían penetrarla. Acto seguido, conjuró Divine Intelect y escrutó a su alrededor. No tardó en percibir la extraña sombra que se les acercaba. Mackenzie invocó su Pole y miró hacia Joan y el resto del grupo de la Orden del Fénix, haciéndoles señas con la cabeza, para indicarles la amenaza. Ellos entenderían sin necesidad de palabras que alertaran a la sombra sigilosa que parecía acercarse hacia ellos.
yqvll1m.gifO3zbock.gif
firma
iRyEn.gif4ywIp1y.gifXuR0HEb.gifZmW4szS.gif
bfqucW5.gif
Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Hospital Hindenburg

Mi corazón latía lentamente. Como también lo iba haciendo mi decepción por mi mismo. No era lo mismo que antes. Parecía que me costaba admitir lo que realmente me estaba pasando. Tal vez en ése momento no lo entendía bien pero había algo que me estaba consumiendo de a poco y cada vez que necesitaba de mis habilidades, podía hacer uso de ellas pero me gastaba más energía de lo normal y además, nunca me terminaba de recuperar como correspondía.

Todo había empezado desde aquel momento que había perdido la mano. Y casi la vida.

Si, claramente mi prima Sagitas me había salvado ambas cosas (la mano y la vida) y todo parecía que estaba bien. Pero no era asi. Me había alejado por un tiempo y aquella situación en la que me había metido, parecía que había activado lo que se había alojado en ésa guerra interclan. Había pensado que solo era una especie de depresión o de enojo pero estaba seguro (y había llegado a ésa conclusión con Annick) que todo lo mal que me sentía, era por eso que no sabía que tenía.

Oye. Que suerte que eres mi prima. ¿Viste como ése hombre corrió de ti? —le dije a modo de broma para aligerar la situación. Tenía que admitir que Zahil era tan buena ofensiva como curandera, porque me había restablecido lo necesario para dejar de doblarme sobre mi mismo. Aunque el dolor del costado se sentía mucho. La Redentis que había logrado atacarme se había lanzado como a unos 10 metros. Pero no tardaría en volver— Fortificum

Abrí los ojos al apuntar mi varita hacia delante y ver que un hombre venía a toda velocidad hacia nosotros. Tenía sus ojos enfurecidos pero como todo muggle tenía sus limitaciones. ¿Acaso éstas personas sin magia eran idi0tas que creían que podían contra los magos? La pared que invoqué en aquel momento nos separó del obvio objetivo de atacarnos. Una pared gruesa de hierro, de unos diez metros de largo y cuatro de alto, lo mantuvo a él y a la Redentis alejados.

Teníamos que irnos, era el momento.

Escuchen. No tenemos las fuerzas necesarias para combatir —miré especialmente a Zahil mientras ella confirmaba la idea de ir con Mackenzie—. Tenemos que entrar a ése sitio, llegar a los bebés para rescatarlos y llevarlos lejos —¿tenía que comentar la idea que no podíamos trasladarlos por aparición? Era peligroso. Y éramos muy pocos para usar las escobas—. Entramos, buscamos, los tomamos y nos vamos. ¿Si?

Miré a Lunática. Y a Zahil. No teníamos mucho tiempo, más que aquella muralla podía ser esquivada. Me tomé del torso mientras levantaba la varita. ¿Cuántas veces había viajado por ése medio en aquel mismo día? Dibujé una línea frente a mi, de arriba abajo mientras murmuraba las palabras necesarias para que se materializara la entrada del portal del Fulgura Nox. Ésta linea se abrió emitiendo una intensa estela color rojiza y se abrió como una puerta. Tomé del brazo a Luna y la hice ingresar por aquel portal. Luego le hice una seña a mi prima. Por la simple idea de que no se escapara a seguir manipulando a muggles. Y cuando ambas pasaron, pasé yo.

Lo último que vi por el portal cuando lo atravecé, fue a algunos Redentis intentar esquivar aquella muralla y otros que intentaban llegar a nosotros. ¿Qué tenía ése hombre en las manos? Esposas. El portal se cerró y nos llevó hacia el interior del hospital. (Aunque lo único que conocía era la terraza, por ende apareceríamos en el último piso)

De repente, empezó a sonar una sirena.

@ @

 

 

OFF: Sorry, intente hacer lo más objetivo posible pero a veces ignoran los roles de uno y bueno. Todo no se puede. Regla Nº1 No manejar personajes de otrxs

|| 1yqixEK.gif || Marca-1.gif.664cbd85ef4de2f10b959916cce5||
Chw3Ljs.png
GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Había visto a un hombre correr hacia ella para ayudarla(?) aunque claramente no necesitaba de ello, pero no le dio tiempo a este de hacerlo porque en segundos se había trasladado con su primo. Tambíen había visto a otro hombre intentar ponerle esposas a su primo pero al verla termino retrocediendo por lo que lo que dijo su primo la hizo reír a pesar de la situación

 

- creo que mi belleza lo deslumbro y no supo como reaccionar - dijo mientras su primo las protegía con una muralla mágica para después abrir un portal para salir de ahi. Aunque si por ella hubiese sido se quedaba ahi mismo a seguir deteniendo a aquellos magos. Pero esto no era cuestión de intereses personales, era cuestión de salvar miles de pequeñas vidas por lo que asintió a la indicación de su primo y entro en el portal que al terminar de atravesar los dejo en una terraza desde donde podían ver lo que pasaba afuera sin quedar como blanco fácil a los enemigos.

 

- Elvis, están entrando de regreso al hospital - le dijo, señalando hacia abajo. Pero aquello no era lo peor, de pronto el olor a quemado llego a sus sensibles fosas nasales, alguien le había prendido fuego al hospital poniendo en riesgo a todos ahi, no solo a los bebes, sino a sus compañeros que intentaban rescatarlos. Rápidamente busco el lugar de donde provenía el humo y pronto lo localizo un piso mas abajo de donde estaban.

 

- primo, ahi, alguien intenta quemar el hospital con los demás dentro, tenemos que hacer algo - dijo apuntando con el dedo hacia una ventana. - no puede ser coincidencia, si el humo esta ahi, ahi deben estar los bebes y los demas.

c3cuSMA.gif4dV4RuU.gif

adUnqJb.png

8qIYq5A.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

En Grimmault Place:

 

Tardé mucho en llegar a la zona del Cuartel de la Orden del Fénix. Había mucho movimiento en las calles y había controles en los alrededores de Grimmault Place, la cual estaba acordonada. Incluso estuvieron a punto de cachearme una vez pero un individuo echó a correr, rompiendo la fila, lo que hizo que todos le siguieran y nos dejaran avanzar. No supe si era un muggle o un mago pero sé que le pillaron más adelante. Seguramente un muggle raterillo pues un mago habría usado la Aparición para no dejarse pillar.

 

Cuando llegué lo más cerca posible, vi que aquellos miliitares seguían en la zona. Habían arrinconado a alguien pero no conseguí más información que los rumores de las marujas de balcón, que se chillaban unas a las otras señalando por un lado y por el otro. De reojo, busqué el número 12. Lógico, no se veía y nadie se daba cuenta que estaba allá, así que las protecciones seguían en pies, lo cual, era un gran alivio. Pero yo sólo sabía entrar por la escalerita y llamando a la puerta. Seguro que la tía Sagis hubiera sabido cómo aparecerse dentro pero yo no, así que permanecí fuera, escuchando y buscando un momento de despiste para entrar.

 

Fue imposible, acercarme a la puerta con tanta gente. Nadie parecía mirarme pero acercarme al número 12 estaba prohibidísimo. No sería yo quien enseñara a nadie dónde estaba el cuartel, pues ya bastante había hecho con el espejito y el Padre Andrew. Por cierto... ¿Cómo estaría Sean con él?

 

Necesitaba llegar hasta el Hospital de Polonia pero no sabía cómo; si no podía entrar... ¿Cómo podía saber dónde estaba? Al final, se me ocurrió algo. Me oculté poco a poco tras unos contenedores con tapa y, cuando comprobé mil veces que no me veíare nadie, , me metí dentro. ¡Olia fatal! Pero no tanto como las cloacas, así que tampoco me molestó mucho.

 

En la oscuridad del container, moví la varita e invoqué un patronus en forma de mariquita.

 

"Para el Primo Elvis y para Mackenzie Malfoy: Sagitas ha caído. Repito, ha caído. Esta a buen recaudo pero contamos con un efectivo menos. Con dos, no sé llegar hasta donde estáis. Grimmault Place no es un lugar seguro. Está ocupado por las fuerzas de seguridad del Inquisidor, creo, porque llevan uniformes. Darme instrucciones. Estoy escondida en... aquí"

 

Me dio mucha vergüenza decir que estaba en un container. Cuando pude salir, deseé volver a casa para lavarme de nuevo, por tercera vez aquel día, aunque debía esperar respuesta de alguien. Además, había visto la moto de Babila al lado del banco. Tal vez podría tomarla "prestada" para volver a la Potter Black. Seguro que si la devolvía, Babi no se enfadaría por haber conducido en ella.

 

 

 

@@elvis Gryffindor

@@Mackenzie Malfoy

YyV85FY.jpg

7sfPjxW.gif NiqQIUZ.gifidFgtQA.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Deje que papá me guiara y me hiciera pasar por el portal, tanto porque no sabía qué hacer como porque apenas me moví cuando vi la terraza, odiaba viajar por portales y de hecho no era mi medio favorito de viaje, prefería las escobas pero entendía que era una medida desesperada porque si no hubiéramos terminado muertos o algo peor, heridos, así que agradecí Estar allí internamente Y me propuse rescatar a los bebés a cómo diera lugar.

 

- Pa será que podremos entrar no?, espero poder lograr rescatar a esos bebés, no tiene la culpa de nada de esta guerra, son inocentes, bueno, por dónde entramos? - Les pregunté mientras miraba la terraza donde habíamos aparecido, buscando una salida rápida de allí -

 

Sonreí cuando vi la puerta blanca que parecía llamarme desde el otro lado, así que me acerqué a pasó firme, intentando girar la perilla pero no pude hacerlo, así que fruncí el entrecejo pensando que hacer a continuación.

 

- No toquemos nada, esto está lleno de explosivos, si tocamos la puerta volamos en pedazos, perfecto, alguna idea? Sé me están agotando las opciones - Pronuncie preocupada pensando que hacer y deseando encontrar una solución al problema que teníamos en puerta -

 

Un bombarda o un alohomora no iban a lograr que entráramos allí, había explosivos y eso podía hacer que voláramos en pedazos, así que teníamos que ver alguna otra idea de cómo entrar para rescatar a los bebés y salir victoriosos de esta peligrosa y rara misión.

Luna-Gryffindor-Delacour.png.2b76e3b40e3

LGDdef.gifLEdef.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

"Para que me llamastes???" En serio y me lanzaba eso de sopeton. Respire profundo y negue con la cabeza. Nada de "buenas Sean, que tal de tu vida"....o algo mas a mi gusto como "sabes, te he extrañado" pero nahh eso seria mucho pedir de Zoella, a fin de cuentas la ultima vez casi nos habian matado y aunque no lo reconociese le habia sacado las castañas del fuego...o al menos asi lo recordaba yo. Me encogi de hombros mientras por la ventanilla de confesion la vi mirar hacia abajo. Ahora tenia que ordenar bien las ideas para ofrecerle una oferta atractiva a la Triviani...y claro bromear siempre que se pudiera.

 

-Bien ya que ni saludas y es evidente que no me extrañas...iremos al grano. -dije algo desanimado mientras me acercaba ventanilla. -Bien, he aqui la cuestion: Sagitas a perdido a su elfo preferido Harpo, asi que pagara rescate de hasta la muy jugosa suma de 50000 galeones. Y realmente vi la oiportunidad para ganar unos galeones de esa situacion.

 

Bien, excelente introduccion eso podria llamar la atencion de alguien avaro, pero tenia que tener algo mas para que Zoella le entrara...algo de engaño tal vez.

 

-Basicamente no se trata de que hagamos un rescate y mas si Aaron es el que lo secuestro. No, este negocio va mas de engañar a Sagitas y asi robarle 25000 galeones. Basicamente la idea es simple, convence a Aaron de entregar a Harpo por la modica suma de 25000 galeones..mientras yo le digo a Sagitas que pidio 50000 para el rescate...y nos quedamos con la diferencia.

 

Una suma nada despreciable.

 

-Supongo que Aaron no tenga problemas ya que hace bastante lo tiene y de seguro ya lo torturo lo suficiente para saber de que color son los calzones de Sagitas...digo..si el elfo lo sabe. Asi que el ganaria 25000 galeones mas por un elfo que ya es desechable. Todo el mundo gana...menos Sagitas claro.

 

Sonrei y mire a Zoella.

 

-Que me dices?- justo en ese momento pasaba alguien cerca por lo que tuve que modificar el discurso -que Dios te vendida hija mia y que su fuerza te acompañe -en serio ahora era medio yoda?

 

@@Zoella Triviani.

MATADORES-FINAL.gifSean-y-Leslie.gif

T9wDvtJ.gif

XXBPo79.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

(Recuerdos). . .

[Géminis Sapphire (JOYA)]

 

1981 1era Guerra Mágica

 

El terror y el caos estaba apoderado por el mundo, brutalmente una guerra que devastaba y casi exterminaba a familias enteras por seres que sus identidades no se conocían.

 

Se veía envuelta en los brazos de una mujer que corría por las calles que parecían inglesas mientras en el tambaleo lograba notar las estructuras de aquella arquitectura que tenía.

 

Veía como luces que como meteoritos caían del firmamento, cruzando los aire sobre lo cuáles ambas estaban. Sintiendo como la apartaban del pecho tibio de aquella mujer y con mucho apuro la metían dentro de un orificio, aquel suficientemente grande para que ella pudiera caber en el, dejándola acurrucada dentro de ese hueco sin que se pueda mover, colocándole la mujer una piedra con sus manos las cuales ensangrentadas en su desesperación de querer proteger a su más preciado tesoro, dejando sin querer un pequeño espacio descubierto donde podía ver y respirar.

 

Cuando aparece un ser oscuro en forma gaseosa por su espalda de aquella mujer quien le da la cara lentamente sintiendo esa respiración tan intensa que pareciera no poder respirar bajo aquella máscaras que llevaba puesta.

 

Una luz violácea ilumina el lugar, gritando levemente y en forma corta cómo hueca, como si el aire se le escapara y se detuviese, cayendo al suelo dejando su cuerpo tendido en el piso con el rostro mirando en dirección al orificio con aquellos ojos perdidos y sin respiración.

 

La joven se despierta ven una cama de cuarto, con la luz apagada, rodeada de otras camas más tipo camarote muy similar a la suya, sus ojos hinchados le dolían por haber llorado en sueños.

                                     Mal-Et-ever.gif   

Sr7xBll.jpg

flia.gif famlux10.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Junio de 2020

En algún punto de Nueva York, Estados Unidos

 

Ver como el rostro de Nathan, iba cambiando segundo tras segundo, sin duda le agradó porque le dejaba en claro que su viejo y querido amigo estaba un poco más relajado. Entre eso y la bebida que estaban compartiendo, seguramente en esos instantes se sentía con un peso menos en su espalda. Por lo que pensando en eso, escuchó con atención sus palabras aceptando su propuesta y le regaló una sonrisa, se pondría en marcha de inmediato para comenzar con los preparativos para albergar en algunas de las bóvedas de la institución mágica que precedía las piezas que en cuestión de horas serían trasladadas.

 

—Entonces, comenzaremos con la selección y traslado de las piezas cuando así lo desees y yo misma, viajaré a Londres para ayudarte con eso y llevaré listo el dinero que necesitas. —soltó mirándolo y levantando su vaso en su dirección, en señal de brindis.

 

Sentirse envuelta nuevamente por los brazos del Weasley, ocasionó que algo en su interior se removiera. Irónicamente, se sentía seguirá y cómoda, sentimiento que no recordaba haber sentido durante los últimos meses, de tal manera que deseando que este no se terminará, aspiró su aroma y cerró sus ojos durante algunos segundos. Sintiéndose incluso un poco feliz, por estar cómoda y haber dado al menos un rayo de luz y esperanza a sus connacionales, aunque estos aún no lo supieran y que siendo honesta, esperaba y era mejor que jamás se enteraran o sino, Gringotts, terminaría perdiendo la fama y estabilidad que durante tantos años lo había precedido.

 

El sonido de una puerta golpeando, los sacó de aquella celebración improvisada que tenían. Sin quererlo, puso en alerta a la Black Lestrange, ¿qué estaba pasando? No esperaba ningún tipo de visita de algún diplomático y menos de algún empleado, porque solían utilizar otros medios de comunicación un poco más seguros. Así, que concentrando su atención y sacando su varita mágica de entre los pliegues de su falda, miró al castaño y negó con lentitud, respondiendo a su pregunta.

 

«No, ¿tu le revelaste a alguien dónde estarías?» se atrevió a preguntar usando la legilimancia. Pero, desafortunadamente su pregunta, no pudo ser resuelta porque en esos momentos la puerta que los protegía cayó y las alarmas de la oficina comenzaron a sonar sin control. Habían violado la seguridad de la oficina de la rubia. Estaban, en peligro y eso no fue algo que le gustó porque de inmediato a la mente de la bruja vinieron recuerdos de cuando fue secuestrada y capturada en Francia. En donde, ni todos sus conocimientos y sus habilidades, habían conseguido que estuviese a salvo, así que entrando un poco en pánico, respiró entrecortadamente y se colocó a lado de su amigo.

 

— ¿Quiénes son y qué quieren? —preguntó, mirando a los dos hombres que habían entrado seguidos de tres más… con primeramente armas, que parecían muggles y con algunas tecnologías que poco o nada entendía.

 

Los hombres, no respondieron únicamente se encargaron de entrar por completo en el espacio que ocupaba su oficina, dejando a los dos magos arrinconados contra la ventana y con la cara de estupefacción que tenían desde que todo aquello había iniciado.

 

—Mia Black Lestrange, se te acusa de ser una bruja y una traficante de obras de arte… —soltó uno de ellos, dando pasó hacía ella y ocasionando que en los labios de la matriarca apareciera una sonrisa.

 

¿Ella una bruja? Claro que lo era, pero no dejaría que ese par lo notaran.

 

—Eso es falso, y esto es invasión de propiedad privada. —añadió, justo antes de escuchar como las armas eran accionadas y perforaban el escritorio como muestra de que no estaban jugando, a lo que ella gimió sorprendida.

 

 

@

Editado por Alessia BL Crowley
5pBSVaz.jpeg

8kKbsCi.gif|| sgN2plD.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.