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El Día de la Ira


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Hogwarts – Bosque Prohibido
La mañana del día de la ira
La mañana era fresca y el bosque parecía estar ocultando secretos de una noche ajetreada. El eco de pasos de criaturas, hombres y mujeres en dirección a Hogwarts era notorio, algunas criaturas eran capturadas y otras se escondían. Los centauros corrían veloces preparado para una guerra ¿acaso ellos conocían algo que pudieran ignorar los que habitaban el castillo? O era que otra vez el Ministerio de Magia y Hechicería cortaba su territorio, solo era evidente su preocupación en sus rostros con mirada penetrante. En cambio los hombres lobos se encontraban reunidos con sus mandas, ellos temían de algo que comenzó habitar su territorio una bestia sedienta de sangre.
Flashback
Día de la paz
El fin de la disputa internacional llegaba a su fin, algunas sociedades secretas comenzaban a conspirar un nuevo plan para lograr el nuevo orden mundial, otros en cambio como el Luxure lograba desaparecer del mapa, de los diarios y todo contacto social, sus propiedades pasaron a otras manos y sus bóvedas no se volvieron abrir. El cambio de esta nueva era dio oportunidad a los muggles fortalecerse, inclusive realizaron grandes avances tecnológicos y esto pudiera amenazar a la sociedad mágica, no obstante el MACUSA aseguraba que ello no era un peligro.
El OJO DE HORUS
EL DIARIO DEL MAGO SOÑADOR
El mundo festeja el primer nacimiento de gemelos después de este conflicto bélico, el cual ocurre en el país vasco del continente europeo, el dulce nacimiento ocurre en el Hospital de Santa Iisis (bruja medieval y fundadora de las Hnas. Del Servicio Eterno, una comunidad religiosa de brujas dedicada al servicio de hospitales, ancianatos y orfanatos) la casa de los Atruan. La feliz pareja organiza para las fechas cercanas su fiesta de bautizo, los infantes poseen una marca peculiar con forma de corazón en su pie izquierdo.

 

La guerra termino, era lo que muchos expresaban en los diarios, algunos festejaban y otro seguían llorando a sus muertos, era difícil saber el nuevo destino de la humanidad, el peligro a veces no era tan notorio y un mal nuevo pudiera emerger, quizás la paz cegó a muchos, pero no a todos, dentro la Fortaleza Oscura la marca tenebrosa se disputaba aun en su constante formación, su líder guiaba con mano dura y marcaba el sendero, quizás lo mismo pudiera ocurrir en la Orden del Fénix pero era difícil de saber, aunque como todo estaba con tanta armonía era posible ver como el declive de los ejércitos de eterna lucha bajaban.
Y quizás fue un error del Luxure no avisar de su ausencia a Hogwarts, a su líder de ideales y sus amigos, pero el tiempo le fue apremiante cundo opto a borrar todo rastro de si, dado que algo le hacía suponer que este nuevo clima su estilo de vida no pudiera seguir, por ello se marchó al único lugar que pensó que nadie le pudiera buscar, dado que estaría a simple vista y oculto por el temor de muchos, solo el Guardián del Bosque podría sospechar de su ubicación.
Fin del Flashback
El caos y estruendo llego, inclusive el desastre que ocurría en la institución académica se llegó a ver, pero el bosque ardió y el humo oculto la sangre de las inocentes criaturas, pero esto solo provoco que el intruso de bosque saliera de su guarida.
-Al parecer llego la hora.
El demonio uso con habilidad su magia y los secretos de los Uzzas, pero su poder solo le dio tiempo y nada más, los peligros le asechan, su vida corría peligro, el zumbido de los aviones seguían retumbando y las explosiones no se dejaron de escuchar, el llanto y gritos desespero le acompañaba en el ambiente.
-Te encontre.
Menciono una bruja que aparece entre el fuego, quizás corría de esa institución, pero ese uniforme no era el académico, su mirada de odio era familiar para el nigromante, pero aun en ese caos, otra tragedia pudiera ocurrir si no estaba el alerta.
-¿Por qué debo salir de mi retiro?
-Luxure.- Musita la bruja. –Ella nunca te perdió del radar, posee la marca y te rehusaste a responder, quizás no te perdone, pero aun eres útil a sus filas.
-Lástima que no digas la verdad. La Gaunt no sabe dónde estoy.- En eso el Luxure lanza una maldición mental, ata a la bruja y la pone a levitar, mientras algunas arañas suben por aquel cuerpo. –Y si ese ser quiere que me una a sus planes, traicionando a la comunidad mágica, no tiene que pedirlo dos veces, pero yo sabré cuando actuar.- finalizo lanzándole la maldición asesina y se marchó antes que el fuego le quitara su vida.
Editado por Demian Luxure

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Shelle Ricklaud de la Hoya

Oficinas de Magisk Politiken, Copenhaguen

 

El establecimiento del diario Magisk Politiken estaba abarrotado de reporteros que no paraban de golpear la puerta de mi oficina para hacerme preguntas al respecto de lo que estaba sucediendo. Pero la puerta estaba cerrada y en mi compañía solo se encontraba Ulrik Von Andersen quien caminaba de un lado a otro frente a mi escritorio donde estaban acomodadas las portadas de principales diarios del mundo, incluyendo el Magisk Politiken.

 

Mis ojos las recorrían una a una con un dejo de incertidumbre, pensado, buscando la respuesta a tantas incógnitas.

-Tengo en mi poder dos cartas, Ulrik- dije colocando dos pergaminos sobre la mesa -una de ellas es un pedido directo de la ministra, la siguiente es de un viejo amigo de Londres que me está contando horrorosos sucesos en su capital. Ambas convergen en lo mismo, debo partir.

 

-¿Y qué sucederá con el Magisk Politiken?- preguntó mi colega -¿Escuchas esa puerta? Hay una revolución allí afuera y tus reporteros te necesitan.

Negué con la cabeza y le dediqué una sonrisa.

 

-Has estado a mi lado, has sido mi consejero y amigo, Ulrik- me puse de pié y tomé su mano derecha con las mías -No me necesitan a mí, necesitan a alguien que los guíe, alguien que entienda la línea de pensamiento del diario y sepa tomar decisiones. Ese eres tú.

-¿Estás diciendo que me dejas a cargo Shelle?

Saqué una pequeña llave de mi bolsillo.

 

-Es la llave de mi escritorio, allí tienes todo lo que necesitas para establecer contacto con los ministros, recuerda mantenerme informada de todo lo que pase. Reportaré todas las noticias que consiga de Londres pero por ahora lee esta carta y saca una buena portada, omite las partes personales por supuesto, solo tienes que enfocarte en la noticia.

Le entregué la carta que Elvis me había escrito y me acerqué a la puerta.

-El traslador me espera, en una hora estaré en Londres, nuestros caminos volverán a cruzarse algún día querido Ulrik.

Dicho eso dí media vuelta y me marché directo al traslador que me esperaba en el patio trasero del edificio, una pequeña lata oxidada.


Hospital de San Mungo, Londres

Mis ordenes habían sido específicas, el Ministro de la Magia danés me había pedido que reportara personalmente los sucesos en Inglaterra y que investigara al Ministro de la Magia inglés para averiguar el trasfondo de su decisión respecto de revelar el Estatuto Internacional del Secreto. Si bien las políticas del gobierno de Dinamarca estaban a favor de esta decisión, el hecho de haberse realizado sin previa consulta al Comité Internacional de la Magia hizo que tanto el Ministerio de la Magia como El Parlamento muggle, quienes mantienen una buena relación, se mantengan en una posición neutral y defensiva respecto a este hecho. Sin embargo la carta de Elvis Griffindor me había alertado respecto a los más recientes sucesos y uno de ellos era el ataque a diferentes hospitales incluidos el hospital San Mungo donde habían secuestrado a bebes recién nacidos quién sabe por qué razón.

 

El traslador me dejó en los suburbios Ottery, mi capa de viaje estaba polvorienta, por lo que utilicé mi varita de nogal para dejarla como nueva. Primero realicé unos asuntos pendientes en mi hogar y luego me aparecí a unas calles del hospital al cual me dirigí tan rápido como pude, ya calles antes podía ver los disturbios en las calles, personas desesperadas yendo de un lugar a otro, hombres y mujeres gritando y personal de salud por todos lados.

-Es una locura- dije al tiempo que aceleraba el paso, llevaba puesta mis botas más cómodas, pantalón ajustado al igual que la camiseta, vestía de negro para pasar desapercibida.

 

Ya en el hospital podía oír el grito de mujeres por sus hijos. El ataque había pegado donde más duele, El Inquisidor, el misterioso sujeto que Elvis mencionaba en su carta, debía pagar por esto. Al ver aquella situación comprendí que no estaba allí como reportera, estaba allí como aliada de aquellas personas que sufrían. Vi que una mujer buscaba el pulso de una adolescente, me acerqué rápidamente a ella y coloqué mi cabeza en el pecho de la muchacha.

-Se ha ido- dije al tiempo que una lágrima caía por mi mejilla -Deberíamos buscar a los bebes que quedan en el establecimiento y llevarlos a un lugar seguro.

 

@Zahill Aranel Granger

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Lo sabia desde el momento que la vio en el suelo y no escucho su corazón latir o la sangre correr por sus venas pero el poco sentido humano que le quedaba la habían impelido a buscarle el pulso aun sabiendo que no lo encontraría. Una bruja apareció junto a ella y le busco los latidos en el pecho de manera infructuosa.

 

- lo se, es la fuerza de la costumbre, murió antes de que yo llegara - dijo mientras la arrastraba al centro de la recepción y la colocaba en una posición mas digna. Hizo lo mismo con diez o mas cadáveres. - no te molestes, aquí no hay bebes, se los llevaron todos, lo vi en la TV muggle. Lo mejor es buscar sobrevivientes

 

Se acerco a la recepción y miro en el suelo al personal que había atendido ese fatídico turno, muertos. Los coloco en el suelo y busco un trapo para taparles la cara. No podía verles la cara, era un recordatorio de haberle fallado al mundo mágico en proteger a los suyos.

 

- No creo que encontremos a nadie vivo aquí, son los que recibieron a los terroristas y no tuvieron tiempo de nada, las otras plantas es otro cantar, seguro alcanzaron a huir o esconderse cuando se dieron cuenta que algo pasaba acá.

 

Paso su mano por la cara como signo de desesperación, derrota y confusión. Como había pasado todo esto, en que momento los muggles habían descubierto como tirar las defensas de San Mungo o Hogwarts, era simplemente una pesadilla. Se recargo en la pared mientras trataba de ordenar sus ideas y calmarse, quería romper todo, tirar todo y matar a cualquiera que hubiese participado en aquella masacre. Pero eso no ayudaría en nada, tenían que sacar a los sobrevivientes y ayudar a llevarlos a algún emplazamiento seguro, porque seguro pronto comenzarían a aparecer los estudiantes heridos y ahi no se podía atender a nadie, no así y con la grieta de seguridad que había permitido que los no magicos entraran.

 

- por cierto, mi nombre es Zahil Granger - dijo estirando la mano para saludar a la desconocida

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MANSION RAGNAVENTUS

HADES RAGNAROK DIRECTOR DE SAN MUNGO.

DIA DE LA IRA

El sol se volvió negro como un pelo de cabra, y la

Luna se torno toda como sangre, y las estrellas del cielo

Cayeron sobre la tierra como la higuera deja caer sus higos

Sacudida por un viento fuerte.

 

El vampiro tenía un mal presentimiento. Desde que se había “levantado” no podía dejar de pensar en que algo no estaba bien. Hasta su propio reflejo en el espejo le devolvía una mirada muy extraña. Sentía un peso en su pecho. Odiaba aquel sentimiento, pero para él, era un presagio. Siempre que sentía aquel peso era signo de que algo iba a pasar o estaba pasando. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo sintió, pero aquella mañana era mucho más potente y desesperante que antes.

 

Se vistió en silencio. Se movió de manera ágil. Sonrió al ver a sus dos grandes amores dormidas. Beso la frente de la pequeña Kore y luego rozo sutilmente los labios de la Macnair. No deseaba salir de casa pero tenía que volver a san Mungo. Se había tomado unos días por paternidad pero al menos, por unas horas debía ver que todo estaba bien. Asdala, su ayudante y mano derecha le había informado que todo estaba tranquilo, que su ahijada Alessandra lo estaba haciendo bien mientras el no estaba. ¿Quién iba a pensar que la joven come chocolates aparte de ser madre de quintillizos y volverse una mujer responsable, iba a tomar su viejo puesto?, aun así, tenía que asistir.

 

-Regresare antes de que te des cuenta –susurro saliendo de la habitación sin saber que aquello quizás no podría cumplirlo.

 

SAN MUNGO

DIA DE LA IRA

MOMENTO DEL ATAQUE…

Y había oscuridad y se hizo la luz….

 

¿Qué demonios estaba pasando? Aquel ataque los había tomado por sorpresa. No había dado tiempo a nada. En un segundo había paz y al otro el apocalipsis había estallado por todo el mundo mágico (aunque él no lo sabía). Estaba más preocupado de aquella intromisión a su lugar de trabajo que de otra cosa.

 

Las fuerzas muggles habían actuado con precisión, tanto así que en un abrir y cerrar de ojos el hall de entrada de la institución mágica se había vuelto zona de guerra. Habían demasiados muggles y su fuerza de asalto estaba superando a los magos (más que nada sanadores y enfermeras) que intentaban proteger a toda costa su lugar de trabajo y a los paciente que cuidaban

 

-Maldición Asdala cúbrete –dijo el vampiro moviendo la varita provocando que un par de atacantes cayeran inconscientes- vete a mi oficina, envía una alerta diciendo que estamos siendo atacados y escóndete, yo iré después a buscarte… vamos corre, lárgate de una vez –dijo en tono molesto y preocupado.

 

El hijo de la noche esperaba que la chica llegará con bien hasta la dirección del hospital donde podría esconderse gracias a las protecciones que había allí o podía si era necesario tomar la red flu hasta un lugar mucho más seguro. Volvió a mover la varita mientras algunas balas pasaban rozándole pero ninguna logro darle.

 

Eran demasiados y él vampiro lo sabía. No podía estar en todos los lugares a la vez, aunque quisiera, el Ragnarok no podía estarse movilizando a cada una de las salas para ayudar, debía confiar en que sus sanadores pudieran aguantar lo suficiente hasta que llegará apoyo. ¿Dónde estaban los malditos speudo defensores de la ley, amantes de los sangre sucias y muggles cuando él los necesitaba?, ¿Dónde estaban los est****os aurores cuando el caos se había formado en su institución mágica?

 

Escuchaba los gritos a lo lejos y peor aún, no podía ir a ayudar, debía seguir defendiendo la entrada y ahuyentando a los atacantes.

 

DESPUES DEL ATAQUE…

 

El cainita no podía creer lo que estaba viviendo. Nadie había muerto (al menos), pero si algunos habían resultado heridos. Uno que otro sanador estaba en shock pero lo que peor le hacía sentir no era la humillación sufrida por el ataque, lo que más dolor le daba y estaba desgarrando su alma era lo que descubrió minutos después.

 

-¿Cómo que se llevaron a todos los recién nacidos? –Pregunto perplejo- ¿Cómo puedes decirme que la fuerza de ataque muggle que entro, se llevo a todos nuestros recién nacidos?

 

Aquello aprecia una pesadilla. Debía estar soñando, sí. En cualquier momento despertaría o saldría del trance en que había caído a causa de su habilidad de videncia. No podía ser cierto.

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"Sabes lo que tienes que hacer" decía la carta del ministro ¿Hasta qué punto lo sabía? En Dinamarca había una postura socialdemócrata más enfocada en la unión que en la destrucción. Los mandatarios tanto del lado muggle como del lado mágico habían entablado cordiales relaciones políticas y actualmente se encontraban realizando acuerdos para mantener la paz entre la sociedad mágica y la no-mágica.

 

La guerra entre naciones había terminado pero Dinamarca decidió mantenerse al margen ¿La razón? ¿Por qué destruir una sociedad que funciona dejándose influenciar por figuras como El Inquisidor o como el Ministro de Magia de Inglaterra? Sin embargo esa guerra nos afectó a todos, en Dinamarca empezaron a aparecer refugiados en busca de un lugar pacífico donde vivir y las calles empezaron a llenarse de personas sin techo, los hospitales empezaron a estar abarrotados de heridos de guerra que buscaban un lugar donde descansar de tanto mal. Y ahora, nuestros hospitales habían sido atacados sin razón alguna por estos asesinos que buscaban erradicar la magia ¿A razón de qué, y con bebés?

 

Zahill era la bruja quien estiró su mano a la espera de ser estrechad, podía ver la ira resplandecer en su ojos, desearía que el responsable estuviera en ese momento allí frente a esas azuladas esferas llenas de furia, y ver cómo acababa con ese malnacido.

 

-Shelle Ricklaud Griffindor- dije sin más dándole la mano, luego acomodé mi largo cabello en una cola de caballo -Sé que se los llevaron a todos, pero al menos tenía la esperanza de que los muggles no fueran tan eficaces en su trabajo- sonreí derrotada -creo que los hemos subestimado.

 

Entonces reconocí al director del hospital quien estaba allí en medio de los heridos, lo reconocí por su imagen en los periódicos aunque nunca nos habíamos presentado personalmente.

 

-Quizás deberíamos ponernos a su disposición, seguramente sabe qué es lo mejor para el hospital en este momento ante la posible llegada de más heridos del ataque al colegio- en mi mente se dibujó el hospital mágico Hirshchfeld donde trabajaba Sofía, mi amiga danesa que era enfermera en aquél sitio.

"Espero que estés bien, querida mía" pensé.

 

Me acerqué a Hades Ragnarok quien parecía estar en un estado de shock debido a lo que sucedía. Por Merlín, que esta guerra acabe.

 

-Director- dije con firmeza -Hay que preparar al hospital para la llegada de más heridos, Hogwarts no resistió los ataques muggles. Usted conoce este lugar mejor que nadie, solo díganos que hacer.

 

@@Hades Ragnarok @Zahill Aranel Granger

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Grimmauld Place Nº12

Estaba que explotaba de rabia. Desde hacía meses que me encontraba así y no parecía que fuera a calmarme nunca. Claramente que el paso del tiempo me había cambiado la personalidad, porque antes era mucho más frío y me gustaba pensar en la mejor manera de actuar, siempre colocando aquel manto de piedad y paciencia sobre todo y todos.

 

Pero ahora no. Cada pensamiento que se me cruzaba por la cabeza era lo único que parecía resultar como opción. Y tras los planes frustrados, ya casi nada salía como quería. Los pocos que habían respondido ante el llamado del salvataje de Mackenzie me habían empezado a servir como una diminuta luz de esperanza, pero de nada había servido. No sólo que no habíamos llegado, sino que otros habían llegado primero. Y otros habían llegado primero también a Hogwarts, Macusa y algunos hospitales.

 

Debía admitir que cualquiera que escuchara mis pensamientos, me encerraría en Azkaban. Pero lo que me dejaba tranquilo es que nadie de la familia Gryffindor había sufrido aquellas catástrofes que el desgraciado había provocado. Era un genocidio y si de algo estaba seguro, era que el odio generaba más odio. Algunos magos se habían pasado de listo con los muggles y ahora toda la comunidad mágica sufría las consecuencias.

 

@@Sagitas Potter Blue tenía razón. @ era el culpable de todo aquello, de la mayoría. Pero en un podio más arriba se encontraba el Inquisidor.

 

¿Tenía que disculparme con mi prima? Tal vez si, porque luego de haberles pedido (casi exigido) ir a buscar a Mackenzie al Palacio y habernos encontrado con la muchacha del CMI, me fui sin despedirme ni decir palabra. Pero tal vez la pelivioleta me había entendido y no se había ofendido. Habían pasado muchas cosas malas y ninguna ayudaba.

 

Ayuda. Eso necesitaba.

 

Entre mis contactos, lo más factible había sido escribirle a una muchacha que era como mi hija. Hacía demasiados años que nos conocíamos y prácticamente la había criado en todo sentido. Pero el permanecer a miles de kilómetros de distancia, me había llevado a tener que escribirle una carta con todos los detalles. Lo último que sabía de ella era que trabajaba en un diario conocido y si de algo estaba seguro, era que necesitábamos una fuente confiable de información.

 

Y así fue como le escribí una carta a @. Explicándole todo desde la guerra contra Bulgaria, el ascenso de Aaron al ministerio, la caída del estatuto, la confrontación con los italianos, la pelea entre muggles y magos y los últimos horribles sucesos. ¿Eso alcanzaba?

 

Levanté la vista y miré a @ No me contestó en ése momento.

 

¿Y? ¿Qué opinas, muchacho? No creo que tengamos otra opción. La Orden del Fénix va a tardar milenios en juntarse, tenemos que actuar —le dije mostrándole un pergamino con algunos nombres y direcciones—. Esto no puede empeorar más. ¡Tenemos que buscar respuestas! ¡Alguien tiene que dar la cara! ¿Pero dónde encontramos a @@Mackenzie Malfoy? Tiene que hacer algo con esto, la Confederación Internacional impuso el fin de la guerra. ¡Y mira!

 

Me levanté de la silla donde me encontraba. En la misma mesa estaba Aries, habíamos intentado recopilar la mayor cantidad posible de información, pero era demasiado. Había caos miráramos donde miráramos. La magia estaba siendo prohibida ante los ojos de cualquiera por la ONU. Teníamos un ministro que había provocado todo aquello. El país era lo peor y era protagonista de un escenario que podía aniquilarte en cualquier lado que pusieras un pie.

 

Debemos pedir la cabeza del Inquisidor. Ya —“Y luego la de Aaron”, pensé, preguntándome dónde estaría en ese momento la ex viceministra. Era sabido que los escenarios destruidos, como Hogwarts y MACUSA, ya eran visitados por cualquiera que pudiera dar una mano, tenía que ir donde nadie iba.

Editado por Elvis F. Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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En el bosque prohibido

Día de la ira


El demonio se habría paso como le era posible por el infierno, sin embargo no tenía fuerzas para desaparecer o crear portales.


-Creo que estoy cerca.


Comentaba una y otra vez, este tenía claro un mapa de donde se encontraba y de las fuentes de agua cercanas a él, pero humo sofocaba su respiración y los efectos de su protección Uzza contra el fuego no dudaría mucho. En ese momento un recuerdo le vino a la mente.


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Recuerdo del Luxure

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-Profesor.- Pregunta alguien de la casa de Ravenclaw. –es cierto que el rio que se encuentra cercano al estadio pasa por el Bosque Prohibido.-


En ello el Tempestad le mire fijamente y camina a su lado, mientras responde.


–Sí- Expresa tajantemente. -pero esa un camino fluvial que emerge del Lago negro, existe el rumor que es el hogar de criaturas marítimas, poco se ha estudiado y es por eso que en esta clase solicite el permiso a los director de Hogwarts para explorar.- Se dibuja en él una sonrisa. –Y solo espero que pudieras traer todo lo que te solicite para la clase de Cuidado de Criaturas Magicas.


El joven afirmo con la cabeza, mientras que llegan al Campo de Quidditch. Allí se sumergen y comienza a cambiar, el profesor por medio de un hechizo su cabeza cambia por una serpiente y su estudiante por un tiburón.


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Fin del Recuerdo del Luxure

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En el rio


Luego corrió un poco más y cae de bruces al suelo, su cuerpo cae entre las piedras y su rostro toca el agua, al parecer se encontraba en el territorio de los unicornios con frontera a donde andaban los centauros al iniciarse el incendio. Este traga un poco de agua y con debilidad se arrastra a esa fuente fluvial.


“Casco de bruja”


Su cuerpo comienza hundirse y comienza a sentir una sensación de escalofríos, con varita en mano ilumina su entorno, aunque su cuerpo comienza a derramar sangre y este apenas logra emitir unos pensamientos de sanación por medio de su amuleto.


-¡Intruso!- Manifiesta una criatura de las profundidades. –Atrápenlo.


Su cuerpo pronto fue inmovilizado, ya que no tenía fuerza suficiente para oponerse. Él fue conducido hasta la ciudadela de las sirenas.


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Recuerdo del Luxure

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La clase continúo y el Luxure fue atrapado por las sirenas, hermosas criaturas que vivían en el Lago Negro. En verdad era un camino fluvial que conducía a contra voluntad a ese destino, el estudiante se petrifico al ver que su profesor no colocaba oposición a ello ¿acaso era parte de la prueba?


El Ravenclaw opto por salvar la vida a su mentor, nado contra corriente y fue a dar a esa edificación submarina, la cual parecía estar en ruinas, era hermosa pero secreta, a lo lejos pudo observar el cuerpo del demonio suspendido y rodeado por aquellas criaturas, las mismas parecían estar dispuestas a matarlo.


“Debo buscar una solución.” Pensó el estudiante. “¿Qué fue lo que me expreso el profesor de esas criaturas?” Intento evocar, pero solo le vino referencia sobre su belleza, el hermoso canto y los hechizos que estos producían.


Las sirenas emitían sus cantos y todas parecían apuntar sus tridentes a ese cuerpo del hombre intruso.


-Hermanas.- Menciono una sirena. –No estamos solas.


Y fue que un grupo de esas criaturas fue contra el estudiante.


“¿Qué hago?” pensó el estudiante. “Creo que lo mejor es luchar.”


En eso comenzó a conjurar encantamientos para aturdir, ya que recordó la advertencia de su maestro de no lastimar a ninguna criatura. Al momento de llegar con gran esfuerzo con su mentor, noto que él se encontraba hablando con las criaturas, al finalizar le pidió que le siguiera a un sitio.


“¿A dónde vamos?”


Se cuestionó el estudiante al pasar por una extraña formación rocosa, en su interior se encontraba un pasadizo oscuro y largo, apenas si deja ver a la lejanía un brillo carmesí, al parecer ese iba a ser su destino, luego de mucho nadar salen del agua, y terminan dentro de una caverna que se puede respirar aire fresco, ambos regresan a la normalidad.


-¿Dónde estamos?- Pregunta el estudiante. -¿Qué son esas criaturas?- Estas parecían luciérnagas.


-Es muy poco del conocimiento de los profesores de Hogwarts este lugar, espero que me guardes el secreto…- Expreso el demonio. –Es una caverna que habita la rara criatura que vive en este ecosistema, además se produce en estas plantas mágicas frutas únicas.- Bajando la mirada y recostándose contra pared. –es mi sitio de descanso, un lugar oculto y a la vista de todos, como herbolario cree una alianza con las sirenas para proteger a esas criaturas.


El estudiante seguía tomado nota y maravillándose del lugar.


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Fin del Recuerdo del Luxure

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El Lago Negro

Ciudad de las Sirenas


-Luxure.- Menciona una sirena. –el tiempo te ha jugado en tu contra, el único que cuido de nosotras y ahora tenemos la oportunidad de regresarte el favor.- Una sonrisa se dibujó en aquel rostro. –llévenlo a la cueva.


Ordeno y el nigromante fue llevado a la caverna, en la misma se encontraba sumergida por el agua y se respiraba en su interior aire fresco. En aquel sitio comenzó a recuperar fuerzas, inclusive a sanar sus heridas desde su conocimiento relacionado con la medimagia

Editado por Demian Luxure

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El Refugio, Tinworth

 

Las gruesas cortinas de color borgoña restringen la entrada de la luz del exterior, manteniendo la habitación sombría y fría. Mientras se incorpora, Ellie siente los estragos en su cuerpo ocasionados por haber dormido en aquel viejo sofá: tiene la espalda adolorida, el cuerpo entumecido y la trama de los cojines plasmada en su mejilla derecha. «Estás muy vieja para estas cosas», se regaña a sí misma, mientras se estira para poder levantarse. Cuando sus pies alcanzan el suelo, se da cuenta de que ni siquiera se quitó las botas de charol para dormir. La verdad es que ni siquiera recuerda haberse acostado, en primer lugar. Lentamente, camina hacia la ventana y aparta las cortinas. Entrecierra los ojos, cuando la luz del día le golpea el rostro. Entonces, se revela el caos de la habitación: los pergaminos desenrollados sin el menor escrúpulo sobre la mesa principal, los periódicos mágicos y muggles acumulados en altas pilas desde el suelo, los platos de la cena intactos en la mesa ratona frente a la chimenea. En el suelo hay una capa extendida, donde recuerda a Hobb acostado, hablando con ella y con Kaori prácticamente entre sueños; probablemente, durmió allí un par de horas antes de abandonar el Cuartel General. En el otro sillón, hay una marca en los cojines que le indica que otra persona pasó la noche allí. Kaori, por supuesto, aunque ya no está ahí.

 

Mientras atraviesa la habitación hasta la mesa principal, gruñe por lo bajo. Les pidió que no la dejaran dormir más de un par de horas y, por la luz que hay en la habitación, es evidente que la mañana está avanzando. No recuerda la última vez que comió, aunque cuando observa los platos fríos y llenos de hormigas, pierde el poco apetito que llegó a sentir.

 

Los últimos meses han sido una verdadera pesadilla.

 

Desde el primer pronunciamiento de Aaron Yaxley, la situación empeoró rápidamente y, de repente, estaban llenos de mi**** hasta la cintura. No sólo en la comunidad mágica, sino en absolutamente todos lados comenzaron a ocurrir los más terribles sucesos: masacres provocadas por licántropos seguidores de Fenrir Greyback, donde las principales víctimas son muggles; ataques a la población muggle, auspiciados por los grupos de magos supremacistas respaldados por el mismísimo Ministro de Magia; el atentado al Palacio de Buckingham por parte de Italia. Pero lo peor, lo que de verdad marcó el punto sin retorno, fue el ataque a Guernsey. En todo el mundo, la masacre fue transmitida en vivo por internet, radio y televisión. En todo el mundo, se vio la peor cara de la comunidad mágica y las cosas más terribles que podían hacer. A partir de entonces, Londres se convirtió en una ciudad devastada por las guerras mágicas, con muchísimas bajas mágicas y muggles. En mayo, la Confederación logró retirar a los ejércitos de Italia y Bulgaria de Gran Bretaña... pero ya era muy tarde.

 

Durante aquel tiempo, Ellie vio de primera mano la frustración en Hobb. Antes de Guernsey, cuando se reunión con el líder de la Orden del Fénix, sus palabras la dejaron helada. «Si lo tuviera delante mio en este momento, sería capaz de vender mi alma al diablo si así logro verlo muerto». En aquel momento, protestó e hizo énfasis en que no podían convertirse en asesinos. Subestimó demasiado la locura del Ministro de Magia y el odio que había hacia él. Pero no es que sus palabras hubieran calado mucho en Hobb; aunque probablemente entendía su postura, no le fue difícil hacerla a un lado en lo concerniente al tema de Yaxley. Y así fue. Luego de un par de semanas, descubrió de la forma más desafortunada posible no sólo que Hobb se alió temporalmente con el Simposio de Ladrones, sino que habían estado intentando asesinarlo. Para entonces, ya había ocurrido Guernsey y Londres estaba bajo ataque. Pero en aquella ocasión, no fue capaz de confrontarlo. ¿Y si... y si de haberlo matado antes, hubieran prevenido tanta masacre, tanta muerte, tanta guerra?

 

Aquellas semanas, era poco lo que podía hacerse frente a un ejército tan poderoso. Por tal motivo, trabajaban principalmente en las sombras. Con el apoyo y los recursos de Kaori, pusieron a disposición múltiples casas de seguridad para los miembros de la Orden del Fénix y sus familias, ejecutaron varias misiones de rescate y pudieron frustrar unos cuantos ataques, tanto dirigidos a magos como a muggles, pero la situación los superaba. Llegó a enterarse de misiones efectuadas por otros miembros de la Orden del Fénix, entre una de ellas el intento de rescate a la capturada Mackenzie Malfoy. Era esperanzador que los miembros de la organización actuaran por su cuenta, organizándose de forma independiente; después de todo, tenían el mismo objetivo. Ayudar y proteger. Sin embargo, con la situación en la que estaban, comunicarse era prácticamente imposible, incluso ir a los cuarteles era demasiado riesgoso. Sabía que habrían quiénes pensaran que la Orden no existía, pero confiaba en las motivaciones de sus compañeros para actuar a pesar de todo. Cuando el tiempo fuera oportuno, se reunirían. Pero, mientras tanto...

 

Mientras tanto, debían seguir adelante.

 

ϟ ϟ ϟ

La luz de la mitad de la mañana entra violentamente por la ventana, pero a Ellie el ambiente le parece lúgubre y frío. Le da la espalda a Kaori y a Hobb; está sentada con las piernas cruzadas frente a la chimenea apagada. Luego de que Hobb terminara de contarles lo que ha ocurrido en Hogwarts, el MACUSA, el Hospital San Mungo y muchos otros lugares mágicos de importancia, ninguno de los tres ha sido capaz de decir nada más. Al principio, había traído una cinta de la transmisión del ataque, pero no fueron capaz de reproducirla. Ellie cree que debería sentir lástima, tristeza, pero simplemente no puede. No, lo que la invade es una terrible ira. La comunidad mágica está siendo despedazada, la comunidad muggle está llena de terror y está escuchando a cualquier lunático, y ella... ella está ahí, queriendo ayudar, pero sin saber qué hacer. Al cerrar los ojos, sólo puede imaginarse lo relatado por su compañero, mezclado con sus propios recuerdos infantiles del ataque a Hogwarts en la Segunda Guerra Mágica.

 

—No tiene sentido —siente la garganta reseca, como cuando tiene ganas de llorar. No obstante, se esfuerza por contenerse—. S-si... si quieren matarnos... ¿por qué se llevaron a los bebés de los hospitales? —susurra, con un hilo de voz.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Genetics Corporation, Ltd.

 

Valkyria Karkarov.

Varios meses atrás.



—Diablos Matt, me citas aquí tan solo para hacerme perder el tiempo — se quejó la bruja.

Valkyria había cambiado su aspecto mediante el uso de la metamorfomagia para esa reunión, su cabello era rubio con raíces castañas, ojos de un verde oscuro, un rostro nada agraciado, no media más de metro sesenta, su piel lucia maltratada, como si tuviera algún tipo de adicción. Bebió del líquido de su copa para luego alejar una carpeta con varios documentos que previamente había leído sin mucho interés. Desapariciones que aparentemente no tenían nada en común, muchas de ellas ni siquiera se podía comprobar que sean reales.

—No es una pérdida de tiempo, créeme hay algo detrás de todo esto... —Dijo el hombre de cabello rizado negro. —lo presiento, lo haría yo, pero ya sabes... yo no puedo...cambiar, así como tú— dijo la última parte en un susurro. —Además no confió en nadie... a veces creo que me vigilan —añadió, pero Valkyria no lo dejo terminar de hablar.

—¿Es otra de tus corazonadas? ***** Matt, la última vez casi me matan por tu culpa y resultó que al final no era nada. La respuesta es no. Ahora estoy ocupada con cosas más importantes —Dijo sacando dinero del bolsillo del pantalón que llevaba puesta y lo arrojaba sobre la mesa.

—Sin mi ahora estarías muerta. —al parecer el mago estaba dispuesto a no rendirse tan fácil —Si me ayudas no me deberás más favores... es más no me volverás a ver. —señalo nuevamente el asiento frente él.

La bruja volvió a sentarse de mala gana. Al final de aquella reunión con su amigo periodista, comprendió que quizá había tomado las cosas a la ligera, volvió a leer la información que había reunido el mago y aunque las víctimas no tenían nada en común que las pudiera ligar, era precisamente eso lo que le llamó la atención a la bruja, además de que Matt tenía razón, el nombre de cierta compañía se repetía varias veces y si el instinto del reportero estaba en lo correcto, esa compañía era la clave.

—Tú ganas. Pero luego de esto no te quiero volver a ver... te mantendré informado. — Tomó la carpeta con toda la información y la guardó, al salir de aquel bar de mala muerte y una vez se mezcló con los transeúntes, cambió nuevamente su apariencia, si es verdad que estaban siguiendo a Matt, seguramente harían el intento de seguirla a ella también.



Días antes del ataque.


Valkyria jamás se imaginó que un simple trabajo para obtener información de una compañía muggle le resultara tan difícil. Tenían una seguridad envidiable, conforme pasaban los días empezó a tener la certeza de que tenían conocimiento de que la magia existía. Cada uno de sus intentos fue en vano, no lograba pasar a un área importante de la empresa, sentía que estaba en la punta de un iceberg. Mientras tanto junto a Matt habían llenado una pared entera con fotos de las víctimas, eran muchas, todos magos y brujas de diferentes edades, características y habilidades. Lo preocupante es que parecía extenderse a más países del mundo.

—Mañana les realizan las pruebas al personal ¿verdad? —le preguntó y Matt tras mirar sus apuntes le respondió que sí. —Cada vez los hacen más seguido, pero bueno, tendré que aprovechar los días antes de la siguiente prueba. Tengo la sensación de que estamos a contra reloj. — dijo la morena.

Había estado siguiendo a uno de los jefes de seguridad por varias semanas, si lo iba a suplantar tenía que hacerlo perfecto para no levantar sospechas, tenía que tener alguna idea de lo que hacía dentro de la empresa para lograr mantener la farsa por la mayor cantidad de tiempo y ese sujeto era perfecto, tenía acceso a áreas a las que aún no había podido acceder—Lo haré mañana en la noche, cuando su turno terminé. Luego de eso no nos veremos en un par de días, espero que todo resulte bien. Cuídate —Dicho aquello giró sobre sí misma y desapareció.


El día de la Ira. Horas antes del ataque.

 

La noche siguiente a la de su reunión con Matt, fue un poco desastrosa, deshacerse de Peter fue más complicado de lo que imaginó y aunque en primera instancia no planeaba causarle mayor daño, las cosas se salieron un poco de control terminando con la muerte del muggle. Aquello como era de esperarse no detuvo a Karkarov quien llevaba suplantando al jefe de seguridad por varios días y al fin estaba dando sus frutos, ese día finalmente podría descubrir aquello que tanto estaban ocultando, esas áreas de los laboratorios que guardaban con tanto celo. Haciendo su mejor papel Valkyria consiguió, usando algunos turcos, que requirieran de su presencia. Absolutamente nada la podía preparar para lo que estaba a punto de presenciar.


Cuando las puertas del ascensor se abrieron, lo primero que vio fue un largo pasillo, a ambos lados del mismo había cuartos cada uno parecía ser un pequeño laboratorio privado, en donde hombres y mujeres envueltos en impecables batas blancas hacían pruebas. En algunos de esos mini laboratorios había camillas y sobre ellas personas que parecían estar siendo torturadas. Una idea descabellada cruzó por su cabeza, estuvo a punto de preguntarle a su colega quienes eran y porque les hacían eso, cuando recordó que no era la primera vez que bajaba a ese lugar.


—Sigue... te alcanzo enseguida — dijo fingiendo que la agujeta de su zapato de desató. Esperó a que el otro guardia desapareciera de su vista y solo entonces se puso nuevamente de pie.


Buscó algún cuarto que estuviera desocupado e ingresó en el con la esperanza de encontrar algo útil. «Paciente 309, edad 5 años, masculino. Prueba con componente X : Fallida. Observaciones: El gen sigue activo, no ha despertado luego de la última dosis.» leyó rápidamente y luego levantó la mirada, en la camilla reposaba el pequeño cuerpo inmóvil de un niño de cabello rubio. Se acercó para verlo mejor y solo entonces lo reconoció de una de las fotos que Matt le había enseñado. «Son magos y brujas... todos» pensó con genuino horror pues en el camino vio que a varios les estaban haciendo la autopsia. Sintió ganas de vomitar pues también creyó escuchar el llanto de un bebé.


—¿Qué haces Peter...? Es en la habitación 368 A, apresúrate que uno de esos engendros está dando problemas —La voz del hombre lo sobresaltó —Estas pálido ¿Te sientes bien? —Le preguntó.

 

—Si, como el estofado de Luci hoy en la tarde y no me siento bien. —Mintió mientras se tocaba el estómago. Tenía que salir de ahí, tenía que avisar lo que estaba sucediendo. —Debó ir al baño—se escuso y prácticamente salió corriendo.


—Cirinde... —Llamó la bruja a su leal elfina, mientras esperaba a que la criatura apareciera con la ayuda de su varita la pelinegra empezó a sacar los recuerdos de su cabeza, todo lo que había descubierto y visto hasta el momento, para luego guardarlos dentro de un frasquito. En ellos estaba claro lo que intentaban hacer en ese lugar y sospechaba que estaban cerca de lograrlo.

—Me llamó mi ama... —Dijo la criatura y al mismo tiempo el sonido de la alarma empezó a sonar.

—Entrégale esto a —Por un momento pensó en dárselo a Matt, pero aquello iba más allá que una simple historia con la cual ganar un est****o premio —A Kaori, ella sabrá que hacer, date prisa — Las alarmas no dejaban de sonar y sabía que se debían a ella, la habían descubierto.

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Sebastian Crowld

 

Hogwarts

En la mañana del Día de la Ira

 

 

Su móvil se quedó sin batería justo al acabar la emisión de aquel loco Inquisidor. Lo guardó en su bolsillo con pesar. Le hubiera gustado saber las reacción de las Naciones Unidas ante los ataques de aquel loco. Sebastian estaba bastante seguro de que El Inquisidor actuaba por su cuenta, sin el soporte de ningún país u organización. ¿Pero se atreverían las Naciones Unidas a condenar los ataques? El pueblo llano, que había sufrido las consecuencias de la guerra entre los magos, sus persecuciones y sus secuestros seguramente se mostraría proclive a celebrar aquella revancha cruel. Los habían empujado a una situación límite y ahora los muggles estaban ávidos de odio. ¿Serían capaces los gobiernos muggles de controlar aquel odio? ¿Se atreverían a enfrentarse abiertamente a El Inquisidor, sabiendo que aquello podría restarles votantes? Sebastian esperaba que los gobernantes muggles fueran capaces de conservar cierto grado de cordura. Al fin y al cabo, si controlaban aquel gen específico de la magia, si tal y como afirmaba Laura tenían la medicina para inutilizarlo, entonces no necesitaban al Inquisidor para controlar a los magos y tomar el control de la situación.

 

A su lado, una tutora de Hogwarts había estado abriendo portales durante los ataques para que los alumnos pudieran escapar de aquel horror. Sebastian había colaborado secretamente a hacerlos más amplios. Aquel lugar estaba lleno de magia antigua, no le había resultado difícil fortalecer unos cuantos Fulgura Nox. La mujer estaba enviando a una muchacha a avisar al resto de que había portales abiertos hacia Ottery y el Callejón Diagon. Pensando que tenía la situación controlada, Sebastian se alejó caminando sobre los escombros, buscando alumnos que pudieran haber quedado enterrados. Las imágenes eran dantescas. Por todas partes se veían cadáveres y cuerpos horriblemente destrozados y mutilados. Los restos humanos brillaban a la luz del sol matinal como una carnicería sanguinolenta. Pero también encontró heridos y cuerpos sepultados, aún con vida. Algunos se curaron con simples hechizos sanadores, con otros tubo que utilizar la regeneración, un antiguo hechizo de arqueomagia.

 

No muy lejos de donde se encontraba, alguien estaba buscando también entre los escombros. A Sebastian le pareció reconocer aquel rostro. Había salido últimamente bastante en las revistas de negocios, por haber convertido un imperio comercial ruinoso en un éxito empresarial. Creía recordar haber leído que la empresa había pertenecido a su padre tiempo atrás, pero cayó en malas manos y hubiera terminado quebrada de no haber sido por la inteligente gestión de Cooper, después de que éste volviera a tomar el control de la misma. El hombre abrazaba en aquel momento a un joven y Sebastian supuso que debía ser su hijo, a juzgar por la expresión de alivio que denotaba su rostro.

 

—¿Se encuentra bien? —Preguntó, señalando al chico. —Si necesitan mi ayuda... —Dejó sin terminar la frase, antes de añadir —mi nombre es Sebastian Crowld, no nos conocemos pero si no me equivoco, usted es ¿Frank Cooper?

 

Justo en aquel momento, alguien salió del colegio gritando y pidiendo ayuda.

 

—Los alumnos de Slytherin están enterrados en su sala común. La mazmorra ha quedado sepultada —gritaba desde la puerta una muchacha entre llantos y gemidos.

 

 

 

 

 

El Inquisidor

 

La Comandancia

Días antes de El Día de la Ira

 

Augus Rosenberg tenía esa cara de comadreja que le delataba siempre que pretendía apuntarse un tanto. Al Inquisidor no le molestaba, al contrario. Los tantos de aquel hombre eran avances en sus propios planes. Accionó el sintetizador de voz y le indicó a través del intercomunicador que se sentara. Aún no se fiaba de aquella harpía con ínfulas. Cuanto menos supiera de él, mejor. Era obvio que a August no le hacía ninguna gracia tener que entrevistarse con él desde una habitación vacía, sabiendo que era observado por el Inquisidor, sin que él pudiera verlo a su vez.

 

—Hable —le ordenó. —¿Qué ha descubierto?

 

Augus extrajo unos papeles de un portafolio y los tendió encima de una larga mesa de madera, por lo demás vacía. Carraspeó, incómodo, antes de responder al Inquisidor.

 

—Mi informante en Genetics Corporation está seguro de que han tenido éxito en el proyecto genético. El gen de la magia es una realidad. Piensan informar mañana del hallazgo al G-8.

 

El Inquisidor sopesó la información en silencio, mientras August Rosenberg se agitaba incómodo en su asiento, esperando algún comentario de su invisible interlocutor. Si habían logrado encontrar el gen que causa la magia, muy pronto comenzarían a fabricar alguna droga que lo contrarestara. Los gobernantes solían ser pusilánimes y cautos, aunque lo fueran de las naciones más poderosas del planeta. No habían hecho nada hasta entonces, por miedo a las represalias de los magos. Ahora, en cambio, sentirían que controlaban la situación. Y eso, sin duda alguna, les llevaría a actuar. Tendría que agilizar sus planes, ser más rápido que ellos. Los gobernantes no harían otra cosa que hablar y hablar, amenazar con aquella droga y perseguir a aquellos que realizaran magia. El Inquisidor tenía otros planes y el primero de ellos era la venganza.

 

—Cuénteme más. ¿Qué hay en los papeles que me ha traído?

 

—Mis hombres han conseguido esbozos de la secuencia genética —la comadreja sonrió, aquel era sin duda el tanto que quería remarcar. —No son completos, pero creo que sus investigadores podrán desentrañar la parte que falta sin problemas. También le traigo copias de los informes realizados sobre varios de los sujetos sometidos a prueba.

 

El Inquisidor accionó un botón y el tablero de la mesa comenzó a deslizarse como una cinta transportadora hasta una cavidad en el centro de la mesa. Instantes más tardes, los recogía el Inquisidor desde la estancia contigua. No se preocupó de August Rosenberg, esperando en la otra sala, hasta que terminó de leerlos.

 

—Felicitaciones, Augus. Ha sido usted de gran ayuda.

 

—Gracias, mi señor. Espero ser merecedor de su confianza.

 

El Inquisidor sonrió con malicia desde la sala oculta en la que observaba a aquella comadreja. August Rosenberg haría lo que fuera con tal de pertenecer al círculo de unos pocos individuos que conocían la identidad del Inquisidor. Quería ganarse su confianza a toda costa. Pero lo cierto era que aún desconfiaba de aquella cara de comadreja.

 

—Hay algo que me sorprende en estos informes. Quizás deberías decirles a tus hombres que investiguen más sobre ello. Todos los historiales clínicos de los primeros sujetos en los que probaron el gen eran adultos. Sin embargo, en los informes de fechas más recientes, parece que Genetic Corporation ha estado experimentando con niños.

 

—Desconozco la razón —repuso Augus, —pero haré como me dice. Investigaremos ese particular. Muy pronto tendrá noticias.

 

—De acuerdo, Augus. Debe estar preparado, muy pronto tendrá noticias mías. Estos informes que me trae son la prueba de que nuestros planes no pueden seguir demorándose. Debemos actuar cuanto antes.

 

—A su servicio, mi señor. ¡Bendita sea nuestra gloriosa venganza!

 

El Inquisidor cortó la comunicación con la sala donde se encontraba Augus Rosenberg y dos de sus guardias acompañaron al hombre hasta la salida. No era conveniente que Augus supiera mucho acerca de él o de la Comandancia. Le vendarían los ojos y lo acompañarían de vuelta. Nunca sería capaz de localizar aquel lugar.

 

Cuando volvió a la sala de control, había una mujer esperándole. Con ella, no era necesario ocultar su rostro. Mathilda Grimblehawk le sería fiel hasta la muerte, literalmente hablando. Era una Redentis, brujos confesos y arrepentidos que habían abjurado de la magia, salvo para servir al Inquisidor. Su lealtad estaba vinculada a un juramento inquebrantable y se había molestado en ser muy preciso y minucioso en los términos del juramento que realizaban los Redentis. La mínima infidelidad a su causa, significaría la muerte para ellos. Sin duda alguna debía agradecerle a aquel demonio mago que conociera semanas atrás. La información que le había proporcionado sobre el mundo mágico, sus ubicaciones y sus hechizos había sido de indudable valor. Aún así, también con él había sido cauto. El Inquisidor no era proclive a fiarse de la gente. Los pocos que sabían sobre su identidad y localización se había asegurado muy bien que no pudieran traicionarlo. Y sin duda alguna, aquel mago demonio no se encontraba entre ellos todavía. Quizás algún día, si demostraba su valía.

 

—¿Algún avance, Mathilda?

 

—No, mi señor. Todos los sujetos han muerto, 10 magos y 10 no mágicos.

 

El inquisidor apretó los nudillos, tratando de no mostrar emoción alguna ante la mala noticia. Hasta el momento, había fracasado en cada intento de trasplantar el gen de un mago a un no mágico. Aunque sus Redentis eran muy útiles, estaba decidido a crear magos a su servicio, sin tener que depender de un juramento inquebrantable. Su plan era extraer el gen de un mago e implantarlo en un sujeto no mágico al que previamente hubiera sometido a control mental. De esa forma, sus magos no estarían a las órdenes del maligno, serían seres con la voluntad psíquicamente disminuida y capaces de utilizar la magia para un bien mayor, para servir a la justa causa de el Inquisidor.

 

—No importa. Hoy mismo hemos conseguido esbozos más precisos del gen. Los investigadores ya disponen de ellos. Volveremos a intentarlo muy pronto.

 

Mathilda Grimblehawk asintió, sin reflejar ninguna emoción en el rostro. Aquella mujer de la Confederación había resultado ser muy eficaz y poco problemática. Si el juramento inquebrantable que había realizado le causaba algún problema de conciencia, desde luego no lo demostraba. Gracias a ella, habían logrado un buen número de sujetos para sus experimentos y, aunque bien era cierto que habían muerto ya unos cuantos de los miles de magos y no magos que había capturado, todavía tenían cientos de ellos para continuar con las pruebas o, en caso necesario, podía utilizar a los magos como Redentis. Ya lo había intentando con varios y no era difícil quebrar la voluntad de la mayoría.

 

—¿Y qué novedades hay con esa mujer? —El Inquisidor remarcó el pronombre, sabiendo que sería indicativo suficiente de a quién se estaba refiriendo. Aquella mujer le daba aprensión. Estaba tocada por las garras del maligno más que ninguna otra bruja que hubiera conocido.

 

—No se doblega, mi señor —respondió Mathilda. —Le advertí que había que matarla. Mackenzie Malfoy es demasiado poderosa e influyente. Y por lo que puede ver, tiene una voluntad de hierro.

 

El Inquisidor rugió desconcertado y sin disimulo. Aquella mujer le enfermaba. Ciertamente, debería haber hecho caso a Mathilda. Pensó que tanto poder sería útil en una Redentis, que lograría quebrantar su voluntad. Al fin y al cabo, la tortura siempre es eficaz, todos tenemos un límite. Pero tras días de palizas y agresiones, incluso de control psíquico, la bruja seguía sin doblegarse. Tal vez hubiera sido mejor apartarla como sujeto experimental, pero ahora ya era demasiado tarde. La bruja estaba demasiado malherida para resultar eficaz en ningún experimento. Quizás aún estuviera a tiempo de hacer lo que Mathilda había sugerido cuando la trajo con aquellos prisioneros. Matarla.

 

—Ahora lo más importante es que nadie sospeche de su desaparición. Tenemos planes importantes que no deben ser obstaculizados. ¿Está segura de que no la buscarán?

 

—Mi señor, usted mismo fue testigo de la nota que escribió. Yo entregué aquella nota a los magos que la buscaban. Ninguno sospecha nada. no se preocupe, para el mundo mágico, Mackenzie Malfoy está sana y salva a cargo de la Confederación.

 

—Me tranquiliza, Mathilda. Sus servicios serán recompensados. Pero ahora mismo debe sacar a esa mujer de aquí. Y a todos los prisioneros tambén. Tome una cuadrilla de cien guardias y llévelos al Hospital Hindenbug. Ya sabe donde está. La Comandancia no es lugar ahora para experimentos ni ejecuciones. Tenemos planes importantes y nada debe interferir en ellos. Márchese, recibirá instrucciones mías en unos días. Mientras tanto, siga intentando doblegarla. Si no lo ha conseguido, en unos días, Mackenzie Malfoy será ejecutada.

 

—Si me permite, mi señor.... —Mathilda dudó antes de seguir hablando, sin duda alguna temía su ira. No le gustaba que nadie hablara una vez que él ya le había indicado que se marchara. —Esa bruja... Mackenzie Malfoy... dijo algo durante la última sesión de extracción psíquica de recuerdos.

 

La mujer calló esperando su aprobación para hablar.

 

—Continué.

 

—Ella dijo... espero que me disculpe, mi señor, si no lo considera importante, pero he pensado que quizás querría saberlo. —De nuevo, volvió a realizar una pequeña pausa y el Inquisidor empezó a impacientarse. — Dijo que la magia es más fuerte y pura cuánto más cerca está de las fuentes de la creación.

 

Si aquella mujer no hubiera sido una repugnante bruja, le habría dado un beso por aquellas palabras. Más fuerte y pura cuanto más cerca de las fuentes de la creación... ¡Claro! Eso explicaba que Genetics Corporation estuviera utilizando niños en sus experimentos. En ellos el gen se mostraría inalterado, sin interferencias, puro y fuerte. Eso les había valido el éxito de su proyecto. Y tal vez fuera la clave para lograr el éxito en los propios planes del Inquisidor. Si conseguía niños recién nacidos a los que pudiera extraerles el gen, quizás pudiera trasplantarlo con éxito a sus soldados. Crearía un ejército de magos a su servicio, magos controlados mentalmente que lucharían por su causa hasta la muerte. Si lo lograba, tendría el arma definitiva para acabar con los envidados del maligno.

 

Cuando Mathilda Grimblehawk se marchó, el Inquisidor escribió una nota y se la pasó a su más fiel colaborador: Hospitales Mágicos de todo el planeta. Tercer objetivo. Niños recién nacidos. Fuerzas de asalto.

 

Su plan acaba de quedar culminado. El día de la venganza se acercaba.

 

 

 

 

Mackenzie Malfoy

 

Hospital Hindenburg (en algún lugar secreto)

En la mañana del día de la Ira

 

Soñaba que la sacaban de aquella oscuridad en la que llevaba postrada varios días, pero el olor a humedad y excrementos la perseguía. No podía apartar aquel olor de ella. De pronto una luz blanca penetraba en sus ojos causando un dolor insoportable. Estaba de nuevo en aquella sala y recordó que le dolía todo el cuerpo. Sintió sus huesos rotos y las quemaduras en sus manos y pies. Pero era un dolor lejano, casi como si no lo sintiera ella misma, como si lo notara a través de otra persona. Pero dolía igual...

 

Despertó. Trató de abrir los ojos, pero los tenía hinchados y amoratados. Apenas pudo entornar el ojo izquierdo. El derecho no se despegaba de su párpado. No le hacía falta ver mucho para reconocer la sala blanca. Aquella luz.... Iban a torturarla de nuevo. O peor aún, le extraerían sus recuerdos a la fuerza, la meterían en aquella máquina que destrozaba los sentidos y el pensamiento, a merced de emociones inducidas. ¿Qué había dicho la última vez? Había podido notar la satisfacción en la voz de su captura. Sin duda debía de haberle dado alguna información valiosa. Mathilda Grimblehawk, aquella mosquita muerta que trabajaba en la Confederación era una maldita sádica. Cuánto la odiaba...

 

Volvió a caer en aquel sopor semi inconsciente en el que estaba sumida la mayor parte del tiempo. ¿Cuánto llevaba así? Parecía una eternidad. Soñó con su padre, Crazy Malfoy, leyendo junto a la chimenea, allá en casa. Vio en sus sueños los ojos verdes y la tierna sonrisa de su madre. ¡Qué felices habían sido entonces! Se oía lejano el llanto de los niños. La Mansión Malfoy siempre estaba plagada de niños en aquellos días. ¿Cuánto tiempo había pasado de aquello? Aquel llanto era reconfortante, le recordaba a su hogar, a su familia... ¿Dónde estaban los elfos? ¿Porque no se ocupaban de los niños?

 

Intentó abrir los ojos de nuevo y otra vez sólo consiguió entornar uno de ellos, que volvió a quedar cegado por aquella espantosa luz blanca. Olía a desinfectante, como las salas de un hospital. Odiaba aquel olor. Los niños seguían llorando sin parar. ¿Porqué lloraban tanto? ¿Porqué los elfos no los atendían? Tenía que ser por la magia. La magia es más pura cuanto más cercana a las fuentes de la creación... Aquello no tenía sentido, debía estar desvariando. Mathilda Grimblehawk le sonreía de nuevo en el fondo de su mente. ¡Fuera de mi cabeza! ¡No me doblegaré jamás! No, no lo haría. La matarían, eso era seguro, pero ya no tendría que aguantar mucho más. Notaba que apenas le quedaba un hilo de vida. ¡Aguanta Mackenzie! —Se dijo a sí misma, infundiéndose ánimos. —Pronto acabará todo.

 

Pero los niños.... los niños seguían llorando...

 

—Póngalos en las incubadoras y adminístrenles sedantes. —¿Aquella era la voz de Mathilda?

 

—Es peligroso, son recién nacidos. —Conocía aquella otra voz. Era uno de los investigadores. Recordó las máquinas de control psíquico al oír aquella voz y todo su cuerpo se estremeció.

 

¿Qué estaba ocurriendo? ¿No eran los niños de la familia los que estaban llorando? Trató de incorporarse en la camilla, pero estaba firmemente atada. El mínimo movimiento le provocó ganas de vomitar. ¿Cuántos huesos le habían roto? Giró la cabeza y, a través del único ojo que podía entornar, vio a Mathilda colocando un bebé en una especie de incubadora.

 

—¿Porqué lloran los niños? —Acertó a preguntar en un débil murmullo.

 

Mathilda se acercó hasta ella. Sonreía maliciosamente, cuando inclinó su rostro hacia el de ella.

 

—Porque la magia es más fuerte y pura cuanto más cerca de las fuentes de la creación —respondió la traidora, prorrumpiendo en una sonora carcajada, que siguió resonando en la mente de Mackenzie incluso cuando la bruja ya había salido de la habitación.

 

El dolor era insoportable, pero sabía que cuando era capaz de sentirlo, cuando su cuerpo reaccionaba normalmente a todos los golpes que había recibido, su mente se volvía más lúcida. Se concentró en el dolor, agarrándose a aquella lucidez que se le escapaba por momentos. Lo que había dicho Mathilda... era algo que había dicho ella misma días atrás. Uno de sus recuerdos extraído a la fuerza.

 

Observó a los niños en las incubadoras que ahora habían dejado de llorar. ¿De verdad aquello era su culpa? El Inquisidor había traído a todos aquellos niños para someterlos a sus crueles experimentos, por algo que ella había dicho. ¿Por eso reía Mathilda? No, no, no... ¡No podía ser! ¿Pero qué hacían allí? ¿Porqué los habían traído allí si no era para experimentar con ellos, torturarlos o matarlos o convertirlos en engendros como la propia Mathilda? Nunca sobrevivirían a los experimentos de aquel loco. Tenía que salvarlos. Tenía que hacer algo... Si consiguiera sacar fuerzas para levantarse al menos...

 

Volvió a caer en el sopor que endulzaba el dolor de su cuerpo. En ese estado inconsciente en el que los huesos rotos y las quemaduras y las palizas eran sólo un recuerdo lejano, que dolía... sí... dolía, como dolería en un sueño... de una forma vaga... indefinible. En medio de aquel sopor, aún pudo pensar en Elvis. Le había dejado una pista en aquella nota. ¿Sería capaz de encontrarla? ¿Qué le había escrito en aquella nota que se llevó Mathilda? Lo recordaba, sí... La Confederación Internacional de Magos nos ha rescatado. Estamos a salvo. Me pondré en contacto con vosotros en cuanto esté recuperada. No hace falta que me busquéis, dile a tus aurores que no pierdan el tiempo buscándome. Aunque estén acostumbrados a hacerlo, estoy completamente a salvo y Mathilda me cuida bien.

 

No era mucho, no había podido hacer gran cosa, sin varita, atada y malherida. Pero aún así era algo. Y esperaba que Elvis lo encontrara. Esperaba que se diera cuenta de las incongruencias de aquella nota, que seguramente pasarían desapercibidas para un extraño, pero no para él. Él sabía perfectamente que hacía tiempo que había dejado la dirección del departamento de aurores y, por supuesto, debía de constarle bastante bien que Mackenzie Malfoy había huido una vez sí y otra vez también del control de los aurores mientras había sido Viceministra de Magia. Si se daba cuenta de la falsedad de aquella parte, quizás cayera en la cuenta de que toda la nota era falsa y vería claro que Mathilda era la clave.

 

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que envió aquella nota, quizás hiciera semanas que Elvis la hubiera recibido y si no habían acudido ya... Volvió a sentir las agudas punzadas del dolor y se dio cuenta que de nuevo estaba lúcida. No sabía por cuanto tiempo. Tampoco sabía qué más hacer para que la encontraran. No sabía donde la tenían, no podía hacer magia, no tenía fuerzas para luchar. Estaba condenada. Notaba que la vida se le escapaba, pero tenía que hacer algo para salvar a aquellos bebés.

 

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, intentó transformarse en cobra real, su forma animaga. Eso le permitiría liberarse de sus ataduras, le permitiría escapar.... Lo intentó... lo intentó una y otra vez. Hasta caer inconsciente de nuevo.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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