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El Día de la Ira


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Castillo Ravenclaw. Ottery St. Catchpole.

 

Lechuzas llegaban por doquier. Un ataque en Hogwarts, un ataque en San Mungo, los hospitales mágicos de todo el mundo siendo atacados... Keaton de verdad no entendía nada, ¿en qué momento los muggles habían obtenido tanto poder? La verdad es que no lo entendía, aquel había sido el problema de dejar de convivir con ellos, cuando antaño, seguro que lo hacía bastante más seguido cuando trataba de sacar información para sus investigaciones, pero ahora, ahora no entendía nada. Estaba completamente perplejo, no sabía cómo actuar, no sabía qué pasaría, pero el hecho de saber destruido Hogwarts... vaya, que de verdad le dolía muchísimo.

 

—¡Lancy! —Llamó entonces el ojiverde a su elfo doméstico —De inmediato, trae a todos los integrantes de la familia, a los elfos también y ve haciendo hechizos de protección a los establos y a las hábitats de todas las criaturas mágicas que poseemos —Dijo con fuerza pero con una notable quebradez de voz.

 

De inmediato, sacó a Santa Teresa y comenzó a proteger cada rincón de los terrenos de la familia; lanzó hechizos antimuggles, fuertes encantamientos de ocultamiento y, de hecho, pensaba hacer el encantamiento fidelio al Castillo para que solo unos pocos supieran de su ubicación. Aquello era una guerra como ninguna otra, no era como las anteriores de muggles vs. muggles en donde los "quemaban" en las hogueras, no, aquello era mil veces peor por las armas que estos hijos de satanás tenían gracias a los avances de lo que ellos llamaban "tecnología".

 

Ya se vería, ya se vería, de momento, era hora de actuar y de informarse, el Ravenclaw no se iba a quedar con los brazos cruzados, invertiría cada neurona en dar con algo que pudiera salvarlo a él y a sus seres queridos, ya después seguiría el resto del mundo mágico.

 

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Matt Ironwood.

 

Día de la Ira; Nueva York, Nueva York.

 

-No es algo que se comente abiertamente, la Orden del Fénix es una organización que cuenta con muchos enemigos que se ocultan de igual manera que nosotros lo hacemos, mientras más personas sepan que pertenezco a la Orden mayor posibilidad de que se vuelvan targets de la Marca Tenebrosa y no pienso poner en peligro a la gente que me importa por una decisión personal - concluyó su justificación el castaño mirando a sus compañeros.

 

Tanto su padre como Alan parecían no tener problema con el hecho de que formara parte de aquella legendaria organización, después de todo la Orden del Fénix representaba y defendía los ideales que ambos creían, lo que les molestaba era que les hubiera ocultado aquella información pero como acaba de expresar, el mago jamás pondría en riesgo a su familia y amigos.

 

Llevaban un par de minutos aguardando por una respuesta, el polvo y las cenizas continuaban cayendo sobre ellos, enrareciendo cada vez más el aire, el sonido de sirenas de camiones, ambulancias y patrulleros evitaba que la espera fuera silenciosa, pero el pequeño grupo se estaba impacientando.

 

El castaño se sacudió la fina capa de polvo y cenizas que comenzaba acumularse sobre los hombros y el cabello, el uniforme de colores entre negro y azul oscuro se comenzaba a manchar de gris y cada vez se volvía más dificultoso respirar.

 

-No podemos esperar eternamente una respuesta - expresó en voz alta John Ironwood el pensamiento que los tres compartían, el mago se había levantado del banco donde aguardaba y se sacudió el polvo del chaleco de cuero de dragón.

 

-Si la Orden no responde tendremos que buscar las pistas por nuestra cuenta, hay que ir hasta el Woolworth Building, dar una mano, buscar información, de seguro hay sobrevivientes dispuestos a colaborar con lo que sepan, pero esperar sentados mientras nos cubrimos de cenizas no es una opción - el capitán de bomberos de la Isla de Hawaii era tajante y decidido y no por ello estaba errado.

 

Pero ante de que alguno de los agentes del FBI pudieran abrir la boca un destello de luz se manifestó en la cima de la escalinata de mármol blanco que conducía al City Hall. El destello comenzó a tomar forma hasta que un oso panda formado enteramente de cálida luz blanca apareció. El mensaje que emergió de su boca fue corto y contundente.

 

" W. O. está aquí"

 

El presidente estaba vivo.

 

-Vamos - fue lo único que replicó Matt al ver desvanecerse al Patronus. No podían perder más tiempo, no sabía en qué estado se encontraba O'Brien pero tenía en claro que necesitaría protección, además la nación necesitaba de aquel mago y más en aquellos momentos. Pero apenas intentó desaparecer se dio cuenta de que algo iba mal, no estaba funcionando.

 

-No puedo desaparecerme - escuchó a su padre a sus espaldas, no era el único.

 

-Deben de haber activado encantamientos anti-aparición- dedujo Alan y Matt estuvo de acuerdo.

 

-Pero si los terroristas son nomajs, ellos no pueden aparecer - replicó John.

 

-Los atacantes de hoy son nomajs - Matt remarcó el termino "hoy" con intensidad- Pero los enemigos del MACUSA son varios y como buitres podrían aprovechar esta oportunidad para perpetrar sus intenciones ¿No se acuerdan el atentando del año pasado? Más de un grupo de magos, organizaciones ilegales y gobiernos hostiles aprovecharon la confusión para darse una vuelta por Manhattan, debe de haber un radio de influencia… quizás de un par de manzanas, tendremos que avanzar a pie -

 

-Broadway debe de estar cerrada, pero podemos subir por Park Row hasta Bowery, Rivington comienza allí - Alan sugirió y Matt asintió en silencio, no había tiempo por perder.

 

Manhattan era un caos. Alan tenía razón, Broadway había sido cortada al público, pero no era la única, los desvíos del tráfico creaban embotellamientos en varios puntos de la parte sur de la isla, más las evacuaciones que se estaban llevando a cabo volvían casi imposible el avance de los magos hacia el refugio de la Orden.

 

El miedo y el pánico se palpa a en al aire junto con las cenizas y el polvo que no paraban de caer sobre la ciudad, la enorme columna que se alzaba desde donde antes se encontraba el Woolworth Building tapaba el sol de aquella mañana primaveral cubriendo de sombras la parte más meridional de la Gran Manzana.

 

Todos los edificios, museos, restaurantes, bares, escuelas y viviendas estaban siendo evacuados por las fuerzas del orden público no mágico. Pese a que el ataque fue declarado abierta y exclusivamente contra la población mágica la preocupación de que los ataques se repitieron sobre otras construcciones y causarán mas muerte se había extendido por entre los nomajs, después de todo el Woolworth Building era un símbolo para todo Nueva York, ya sea para el sector magico como para el que no.

 

El pequeño grupo de magos uniformados avanzaban con lentitud entre ríos de neoyorquinos asustados, algunos lloraban, otros se reian y bromeaban nerviosamente, algunos parecian mas calmados y de vez en cuando se toparon con pequeñas confrontaciones entre vecinos tensos, pero al ver al trío de magos con aquel uniforme tan similar a los de la fuerza de seguridad no mágica decidian finalizar la reyerta.

 

-Los están llevando hacia el Central Park y Washington Heights - comentó John Ironwood mientras cruzaba una avenida al ver como policias de transito detenían a los vehículos y habilitaban el pasaje de los evacuados por grupos.

 

-Los quieren alejar lo máximo posible del sur, quizás hasta extiendan la evacuación a todo Manhattan - Matt levantó el tono de su voz para hacerse oír por sobre los bocinazos de los conductores molestos que esperaban que el cruce de personas terminara.

 

Ya se encontraban a tan solo dos cuadras de Rivington cuando un grito se escuchó por sobre la multitud.

 

-¡Ellos son nuestros enemigos! ¡Nos declararon abiertamente la guerra! ¡Atentaron contra nuestro gobierno! ¡Nos odian! ¡Nos temen! -

 

El hombre que gritaba era un sujeto en sus treinta, vestía una larga capa raída color ocre y se encontraba cubierto por cenizas de los pies a la cabeza. Vociferaba y gesticulaba agresivamente parado sobre el techo de un taxi aparcado y en su mano llevaba una varita.

 

El grupo de magos se detuvo junto a la muchedumbre que frenó el avance frente a la situación que se estaba desarrollando. Matt calibró al agitador ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar? La mirada del hombre era desquiciada y había cierta determinación en sus palabras, solo bastó con que apuntará con su varita al grupo de personas mas cercano cuando tres cuerdas salieron de la varita del hawaiiano.

 

Las tres sogas de cáñamo impactaron en el cuerpo del agitador, una sujetó sus piernas provocándole perder el equilibrio, otro ató sus brazos al torso y la última silenció sus palabras -Bomb… - y no pudo continuar.

 

El hombre cayó sobre el techo del vehículo y el caos explotó a su alrededor. Matt y sus compañeros se lanzaron directamente sobre el otro mago atravesando una decena de metros de gente enloquecida que gritaba consignas como "enemigos entre nosotros" y "piedad".

 

Los policías trataban de mantener el orden, pero era imposible, la histeria se había desatado entre los presentes. Alan y John lograron bajar al hombre del techo del vehículo y lo dejaron en la calle resguardado entre ellos. Un grupo de nomajs los había rodeados y gritaban insultos y amenazas contra los cuatro magos, Matt tenía la varita lista para defenderse, no iba a dejar que los lincharan.

 

El primer botellazo salió de la nada e impactó contra el vidrio trasero del taxi, el estallido del cristal fue acompañado por una lluvia de pequeños fragmentos que cayó sobre los magos.

 

-¡Amenazas! ¡Enemigos! ¡Matenlos! ¡Demonios! - la intensidad de los insultos iba en aumento y una segunda botella impactó a pocos centímetros del Ironwood. Tenían que irse, debían intentar desaparecer, ya se encontraban lejos de la posible área de anti-aparición, no saldrían bien parados si continuaban alli, la situación era ya muy tensa e insostenible y el mago estaba muy preocupado.

 

-Hay que desaparecer - gritó a sus compañeros, su padre asintió mientras sujetaba en alto su varita y a su lado Alan sujetó al mago maniatado. Matt giró y se sumergió en la oscuridad.

 

Sus pesadas botas impactaron la pequeña escalinata de material que conducía a la entrada de una vivienda apretada entre dos altos edificios, detrás de si pudo sentir la llegada de su padre y su amigo, delante junto a la puerta de madera brillaba una placa que rezaba "443 Rivington Street".

 

Llegaron, los tres magos y el cautivo ingresaron al Refugio de la Orden del Fénix.

 

 

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Castillo Ravenclaw. Ottery St. Catchpole.

 

Las páginas del profeta se habían arrugado entre sus puños, mientras su boca se abría dejando escapar un profundo grito de frustración, provocando que los cristales de los embudos se rompieran esparciendo la sustancia verdosa sobre el mesón. Alargó uno de sus brazos arrastrando consigo todo lo que tenía encima, hasta aquel pesado caldero de hierro que al estrellarse contra el suelo provocó un fuerte estruendo.

 

Nada, absolutamente nada de lo que había intentado hacer para erradicar aquella escoria había funcionado. Había sido tan despiadada y cruel como sólo ella podía serlo, pero en vez de inculcarles pavor lo único que les provocó, ella como otros magos con sus mismos ideales, fue el desasosiego de comprobar que la magia existía y era letalmente peligrosa para la gente no la poseía.

 

Una gota de sudor frío se recurrió por su columna vertebral dejándola paralizada en medio de las Mazmorras del Castillo Ravenclaw. Aún no podía entender como tan pronto aquellos miserables seres sin magia habían tenido la inteligencia suficiente como para intentar destruir por completo el mundo mágico ¡Hasta habían osado con querer arrebatarles la magia! Insólito sin duda alguna.

 

Su pecho aun subía y bajaba de forma acelerada al mismo tiempo en el que pensaba en cómo se encontraría el Laboratorio del cual estaba a cargo, en sus compañeros muertos pero lo que más le dolía era saber que todos aquellos archivos secretos pudieron ser destruidos, desperdiciando años de arduo trabajo y noches en vela. Por el momento el único consuelo que tenía era que Becan aún no asistía a Hogwarts y que podía estar a salvo junto a los elfos y las salvaguardas mágicas que abarcaban todos los terrenos ocultando el Castillo de su vista.

 

Avanzó dando grandes zancadas hasta llegar a las escaleras, necesitaba encontrar al patriarca de la familia lo antes posible. — ¡Apártate de mi camino, criatura inútil! — Bramó contra un elfo, haciendo un movimiento con la mano en la que empuñaba su varita de ébano, provocando que la esquelética figura se estrellara contra la pared.

 

Su figura volvió a materializarse justo en frente de su padre, el cual con una sola mirada le reveló la angustia que sentía por los recientes acontecimientos, en cambio ella mantenía aquel semblante inexpresivo y la mandíbula tensa, como el resto de los músculos de su cuerpo. — No voy a descansar hasta todos y cada uno de ellos paguen por cada gota de sangre derramada —. Masculló por la bajo, en un tenue susurro apretando con más fuerza la varita que tenía en la zurda.

 

 

 

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Editado por Isabella Hawthorne

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Castillo Ravenclaw. Ottery St. Catchpole.

 

Isabella entró entonces en la habitación y tan solo con escuchar sus palabras sintió el odio en ellas mezcladas con el desasosiego y la ira. Estaban en la misma sinfonía. ¿Qué dirían ahora los integrantes de la Orden del Fénix que tanto habían defendido a los muggles? Eran seres aberrantes, tan solo con imaginárselos podía escuchar sus palabras diciendo que sus poderes venían del maligno, que de seguro habían hecho un pacto con el que ellos llamaban "el diablo", que destruirían al mundo y que eran aberraciones contra natura, si, ya se los imaginaba. Si, sin duda alguna aquella era tan solo una de las razones por las cuales el vampiro había dado su lealtad a la Marca Tenebrosa.

 

—Lo pagarán, lo van apagar, Isabella, tenlo por seguro. Esta escoria no nos debe de parar, somo mejor que ellos, somos una raza superior, aquí los que deberían de arrodillarse ante nosotros son ellos y no al revés... Mira que declarar la magia ilegal en todo el planeta... Ganas me dan de ir a matar a cada uno de aquellos malparidos de su, ¿como era? ¿NONU? Da igual... De cualquier manera, antes de entrar al quite debemos de proteger a la familia —Dijo a modo de respuesta el ojiverde a la mujer.

 

Keaton deseaba poder aparecerse en cada uno de los palacios ministeriales, presidenciales, o como fuera que le llamaran, de cada uno de los gobernantes de todas las naciones muggles y matarlos, usar como nunca lo había usado, el Avada Kedavra, y ahora, por muy tonto que pareciera, proteger a cada mago o bruja que así lo necesitara, y si así se requería, estaba dispuesto a ceder cada galeón de su fortuna para reconstruir todo lo destruido, que no era ya solo la infraestructura, sino la de huérfanos que habían quedado, la de padres desconsolados que habían quedado sin sus hijos cuando los robaron de todos los hospitales mágicos...

 

—Comienzo a pensar que no fue para nada una buena idea la de levantar el Estatuto del Secreto, Aaron exageró con ello, jamás le perdonaré que por su culpa esto se haya dado, o bueno, en parte, porque sin duda alguna los muggles son el verdadero problema... —Masculló —Isabella, debemos de cerciorarnos de que todos estén a salvo ¿qué sabes de Franko, de Etoile? ¡*****, MATTHEW! —Hasta ese momento recordó a su marido —Más le vale que él y los Triviani estén bien, sino, me encargo de matarlo por ser tan débil —Aseguró —De momento, ¿tu hijo está bien? Debemos de comenzar a colocar el encantamiento Fidelio al Castillo, pero para ello necesito que todos estemos aquí y pueda darles la ubicación exacta —Le comentó a su hija.

 

Tenían que actuar rápido, protegerse por todos los medios que la magia les permitiera, aún y cuando fuera magia de luz o de oscuridad. Además, desde luego que iría a por sus criaturas más mortales y las liberaría en algún poblado cercano de muggles, entre más murieran...

 

—¿Sabes si en El Profeta ya se pronunció Aaron? ¡Necesito información! Aquí no podre obtenerla. Debemos apresurarnos, no podemos quedarnos aquí sin hacer nada —Añadió.

 

No lograba estar en sí, aquel vampiro que llevaba dentro se estaba descontrolando, y por muy asquerosa que le pareciera la Sangre Muggle, iba a matar a cuanto pelele se le pusiera en el camino.

 

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El Refugio

Tinworth, Cornwall

Al observar el pensativo rostro de Slithering, Ellie se da cuenta de que es muy fácil sugerir una infiltración, pero no lo es organizarla y llevarla a cabo. Éso es algo muy diferente. A pesar de que no tiene mucha experiencia en el tema, es capaz de hacerse la idea de que no es algo que puedan hacer así como así. Necesitan excelente planificación, logística y ejecución. Todo debe ser perfecto. Aunque está segura de que ella no formará parte de aquel escuadrón, siente miedo. Sabe que estos magos y brujas pondrán en riesgo su bienestar por hacer lo que creen que es correcto. Parte de ella desearía tener la valentía y las habilidades necesarias para formar parte de la misión, pero sabe que sería más un estorbo que alguien de utilidad. Sin embargo, conoce a una persona que es la indicada para aquella misión. De cualquier forma, de momento, no puede hacer nada más que aguardar por lo que sus compañeros tengan que decir.

 

Cuando el mago vuelve a hablar, gira el rostro hacia él y escucha lo que dice. La verdad es que no le agrada demasiado la idea de endeudar a la Orden del Fénix con una persona desconocida y ajena a la organización. Pero ¿qué otra opción? Tienen que infiltrarse de forma segura, no pueden simplemente aparecerse allá. Además, en los tiempos que corren no sería malo tejer lazos con personas no mágicas. Aunque sean lazos de oro y papel moneda...

 

—No creo que el dinero sea un problema —dice Ellie. A pesar de que ella no es precisamente una persona adinerada, sabe que en la Orden del Fénix hay magos y brujas con una muy buena situación económica y también está segura de que no se negarían a ayudar. Entre más benefactores, mejor sería el golpe del precio a pagar—. Porque... ¿estamos hablando de dinero, verdad? —inquiere, frunciendo ligeramente el ceño, al advertir la ambigüedad en sus palabras.

 

«No. Él dijo que es un empresario adinerado. No es eso...». Si bien no lo dice en voz alta, en su rostro poco a poco se reflejan aquel entendimiento.

 

—Oh...

 

De repente, la idea no es tan sencilla ni tan agradable. Pero sabe que no tienen muchas opciones, por no decir que aquella es la única de la que disponen y lo mejor en poner en marcha los preparativos de la misión cuanto antes.

 

@@Goderic Slithering @@Emily Karkarov @

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Hogwarts - Puerta Mazmorras de Slytherin.

Día de la Furia.



El vampiro cerro el portal cuando el pasillo en el que estaba quedo vacío de chicos. Podía sentir que las bombas seguían rompiendo las estructura del colegio, y la situación era delicada. Por mas hechizos protectores que lanzaran al cielo, no eran suficientes para un ataque sorpresivo. Hogwarts estaba vulnerable. Utilizo sus propias manos para arrastrar los cadáveres de niños indefensos para dejarlos en un sitio seguro. El olor a sangre predominaba por todos los ambientes que recorría.


-¿Viste a Zoella Triviani? -Le pregunto a un niño asustado que choco contra èl. Le soltó los hombros al notar que temblaba de miedo.


-Los Slytherin estan sepultados bajo tierra y ella esta ahí-Respondió el niño, el cual Jeremy no recordaba el nombre.


-¿Donde estas yendo? -Pregunto sin querer sonar muy rudo ni molesto. Su paciencia se estaba acabando, mientras que la preocupación aumentaba dentro de él.


-Me dijeron que había un portal en la torre de astronomía...


-No, no -Lo interrumpió Jeremy recordando el nombre al fin - Ven conmigo, Stuar.


Sin saber si el niño quería ir con èl, el vampiro lo obligo a correr a su lado. Iba en camino a las mazmorras de Slytherin, a medida que el camino se acortaba no dejaba de gritarles a los alumnos que se cruzaba que se pusieran a resguardo. Al llegar a su destino, vio que había un conglomerado de alumnos intentando abrir la puerta de acceso. Reparando todo lo que podian. Zoella estaba entre ellos. Su aspecto era de preocupación extrema. Jeremy podía notarlo...¿O es que estaba sintiendo algo raro? Esperaba que no. Esa conexión no podía renacer por el bien de todos.


-¿Necesitan ayuda? -Preguntó Jeremy antes de darse cuenta que estaba, dentro del gentío que se había reunido, un hombre que no conocía. (Sebastian). Estaba por dirigirse a èl pero se intrrumpio cuando escucho el grito sobre la captura de un muggle.


-¡Buen trabajo, niños! -Los felicitó acercándose al paquete acordonado, que parecía estar desmayado o haciéndose el dormido - Con esto podremos saber unas cuantas cosas -Las ganas de patear al hombre para que reaccionaran eran tan grandes que Jeremy tuvo que contenerse recordando que era tutor y debía dar el ejemplo - Zoe gritales a los niños que se alejen de la puerta, y rompela con un Bombarda si ves que la estructura empieza a colapsar -Sugirió pensando si del otro lado habría muchos muertos. Hacer un portal no seria de ayuda a una sala derrumbada ¿O si? - Sino, abre un portal y saca de allí a los que puedas... yo me encargo de este -Agregó señalando al muggle, antes de agarrarlo y sentarlo contra una de las paredes, puso la varita en el cuello del piloto y exclamo - ¡Enervate! -El hombre empezó a reaccionar abriendo los ojos - Dinos... amigo, ¿Donde esta tu jefe?



@LosQueEstanAhi

Editado por Jeranne Triviani

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Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

La mañana del Día de la Ira.

En la entrada a Slytherin

Triviani realizaba florituras con su varita, moviendo uno que otro escombro de las puertas. La preocupación de su hermano estaba latente, y podía percibir ciertas emociones que hacía mucho no sentía, miedo, pesar, rencor ¿debería buscar venganza por todo lo sucedido? EL desespero amenazaba con hacerse dueño de la poca cordura que poseía la calva ese día. Más no esperó recibir ese llamado por parte del rubio.

 

- Calma, los sacaremos a todos de ahí. Ayuden a todo el que vean consciente y llevenlos por los portales que he abierto. No se si debería dirigir uno a San Mungo, luego de los ataques supongo que eso allá es un caos - expresó, desviando sus ojos a Rohana. El estruendo llegó de nuevo, la edificación amenazaba con colapsar sobre los cuerpos enterrados de Slytherin y ellos que justo estaban en la puerta.

 

Sin mucho preámbulo y pensarlo, envolvió sus brazos alrededor del fornido cuerpo del Triviani mayor, tras algunos segundos se separó y acercó su cuerpo al hombre que había venido a avisar del incidente (Sebastian) - Voy a entrar, usaré un fulgura. Veré que me encuentro dentro ¿Me acompaña? Realmente dudo que logremos sacar alguna vida y nos ponemos a mover los escombros que solo sostienen la estructura - expresión la Triviani, escuchando las palabras del rubio de su hermano a sus espaldas.

 

No esperó alguna contestación por parte del hombre y simplemente llevó su cuerpo a través de un portal que invocó a la sala común en ruinas del lugar, un llanto llegó a sus oidos y se alarmó, Arlet Malfoy estaba ahí y la Triviani no lograba ver el rojizo cabello de la semiveela - Arlet, hablame ¿Viste si había alguien más aquí? - expresó la calva, llevando sus pasos lentos y cuidadoso por sobre los restos de techo. Observó un tobillo en medio de unos escombros moverse y se acercó, con varita en mano, preparada para todo.

 

La debilidad con la que la Triviani usaba la magia Uzza se notó cuando el portal se cerró tras cruzarlo, dejándola sola bajo las ruinas del edificio. Los nervios se apoderaban de la bruja que temblaba con cada movimiento que hacía. Observó todo a su alrededor, y comenzó a levantar poco a poco los escombros sobre el cuerpo que frente a sus ojos estaba.

 

@ @ @ @@Arlet Malfoy @@Mackenzie Malfoy

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Grimmauld Place Nº12

 

Mi pregunta sobre qué hacer allí con una Mackenzie totalmente herida, había pasado desapercibida por Sagitas porque estaba claro que primero tenía que recomponerme un poco yo. Y tal vez no habíamos crecido dentro de la misma mansión con mi prima pero si de algo estaba seguro, era que la pelivioleta me conocía y se estaba asegurando de alguna manera que me tomara las pociones, que hasta el momento, no las había tenido en cuenta para mi.

 

Xell y Sagitas estaban totalmente concentradas en la ex viceministra pero tenía razón y aproveché a tomarme de aquel vaso que me decía, de vigorizante y claramente para reabastecedora de sangre. No había sufrido tanto como Mackenzie pero la sangre que ya había perdido y la maldita herida que me partía el pecho en dos, no me ayudaban para nada. Tomé esas pociones y un poco de descanso y todo empezaba a volver a la normalidad, aunque no me recomponía tan rápido como antes.

 

Mackenzie Malfoy volvió en si de a poco. Pero como le pasó eso, también de golpe se acercó de todo lo que había ocurrido allí. Me acerqué un poco más donde estaba la Malfoy acostada en la mesa, con Sagitas que no dejaba (ni dejaría) que se moviera mucho. Me apoyé contra la pared y apoyé la cabeza en ella, como intentando sostener algo que era insostenible. Incluso ella sabía más que yo, pero ahora había que hacer algo.

 

Se refiere a los bebés que se llevaron del hospital al que encontré a Mackenzie. El Inquisidor —miré a mi prima Xell. Luego a mi prima Sagitas y luego a Mackenzie. Y luego al techo, mientras le comentaba todo lo que sabia: — Utilizan un sitio en la ciudad de Poznan, en Polonia. El Hospital Hindenburg claramente es muggle pero lo usa su grupo. Había unos cientos guardias, todos muggles. Fue fácil entrar. Ningún rastro de magia. ¿Creen eso? —miré a las chicas.

 

Era difícil de explicar como todos los magos y brujas estábamos siempre teniendo que evadir todo tipo de barreras mágicas. Y llegar como si nada, era algo de no creer. Carraspeé mi voz.

 

No tuve tiempo de recorrer el lugar, pero allí había bebés, lo pude sentir. Y cómo encontré a Mackenzie, fue peor que los mismísimos Mortífagos. Han hecho cosas desastrosas pero el Inquisidor está claro que es un cínico. ¿Sabe lo que hace? Si. ¿Trabaja solo? No —mi mente había pensado en todo eso. Toda mi vida me había acostumbrado a realizar ése tipo de investigaciones, rellenando huecos de poca información: — Lo que aún tengo dudas es con quién trabaja. Está en contra de la magia pero hay personas relacionadas a ella, sin dudarlo

 

Por algo habían atacado los sitios mágicos como Hogwarts, MACUSA y los hospitales. Miré a Mackenzie ésta vez.

 

¿Quién es Mathilda? Fue la que me entregó la carta de que te encontrabas con ellos. Pero me hizo mucho ruido, casi nos echó del Palacio ¿Te acuerdas, Sagis? Y luego de que la Confederación nos somete a un acuerdo de paz ¡Boom! El Inquisidor aparece. Si no conociera la situación, diría que una cosa llevo a la otra. ¿La Confederación tiene algo que ver? No voy a poner mis manos en el fuego por ellos

 

Levanté una ceja y aproveché ése instante a juguetear con la punta de mis dedos entre si. La única persona física que conocía de ésa institución, había sido Mackenzie. ¿Una pelea interna entre brujas? ¿Una guerra dentro de la Confederación? Pero si de algo estaba seguro, es que estaba retrasando lo más posible el siguiente problema que nos aparecía, luego de resolver el rescate de la Malfoy.

 

— Ahora lo que importa es una sola cosa: los bebés rehenes. ¿Qué vamos a hacer? Necesitamos prensa, mostrar al mundo qué están haciendo.

 

Y allí se me ocurrió que aún no había visto a mi hija Shelle, la cual trabajaba en un diario. Ella nos serviría para difundir las monstruosidades que estaba haciendo el Inquisidor. Pero no podía llevarla al Grimmauld Place.

 

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Shelle Ridcklaud de la Hoya Gryffindor

 

El atardecer azotaba Londres, el cielo se tornaba entre rojizo y anaranjado. Demasiado hermoso para un día tan oscuro, tan lleno de ira. Santos Lugares había sido víctima de un incidente más leve, al llegar solo encontramos heridos que estaban siendo asistidos y la preocupación corría como cuchillas por los presentes. Dos recién nacidos habían sido secuestrados, pero parecía más un acto al azar, como si quienes atacaron San Mungo se hubieran encontrado con ese pequeño hospital en el camino y aprovecharan la ocasión.

-Bárbaros- dije tras escupir al suelo. Me llevé un cigarrillo a la boca y contemplé nuevamente el cielo, buscando un panorama agradable entre tanta oscuridad.

-Debo revisar algo- dije a Zahill al tiempo que me acercaba lentamente a un puesto de diarios que estaba en la esquina, Ulrik lo había hecho bien, el Magisk Politike estaba en todo el mundo y mostraba lo que sucedía, debíamos incluir a Santos Lugares en la próxima entrada, pero apenas si tuve tiempo de mandarle una notificación con mis reportajes más recientes.

-Dame uno de esos- le dije al vendedor y le arrojé dos galeones a la mano, observé detenidamente la portada:

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Tras aquello aparecí directo en uno de mis hogares, mansión Ridcklaud donde me esperaba en la puerta principal uno de los elfos de la casa junto con una carta en sus manos.

-Señora Shelle, le llegó correspondencia- dijo y me entregó un pequeño sobre que tenía el nombre de Elvis Gryffindor.

Al leerlo una leve sonrisa se me dibujó en el rostro.

-Manda una lechuza con esto a Elvis- dije al tiempo que le entregaba el diario -Y escribe una nota que diga "Necesito hablar contigo, no he dado con el paradero de Aaron y estoy preocupada".

Dicho eso me fui directo a mi habitación, me quité la ropa y me dí una ducha, necesitaba aclarar mi mente antes de volver a la acción.

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Atenea Lygnus

Colegio Hogwarts

 

No haber estado antes en Hogwarts supone un reto adicional para Atenea. A pesar que su carta de aceptación llegó poco después de cumplir los 11 años, su educación se realizó enteramente en casa. Atenea imagina que su vida habría sido completamente diferente de haber asistido y su forma de ser definitivamente no sería igual. Tampoco habría conocido a Frank, ni formado la familia que tenían, pero una pequeña parte de su mente no puede evitar pensar en el “qué hubiera pasado si…”.

 

Aunque en ese instante y aunque no de forma coherente, su deseo de conocer el castillo se relaciona con encontrar a Nicholas más rápido. Su lógica le dice que a esa hora de la mañana debía estar en su sala común que, según lo que relataba el muchacho todo el tiempo que duraron sus vacaciones luego de su primer año, se encontraba en una de las torres con la entrada oculta por el retrato de «¡una dama gorda».

 

Y si tenía que revisar torre por torre, Atenea estaba dispuesta a hacerlo.

 

»Y si no sabemos la contraseña, tenemos que esperar a que llegue alguien más, algunos las anotan en sus cuadernos, pero yo tengo buena memoria. Hasta dicen que hay estudiantes que han esperado horas cuando hay partidos de quidditch porque todos están en el estadio ¿ya te conté sobre el quidditch? ...

Recordar aquello hace que le duela el pecho, no solo por la nostalgia que supone pensar en su hijo años atrás, cuando todavía tenía la apariencia de un niño pequeño, sino que la posibilidad de que no lo encontrara o de que lo encontrara sin vida comenzaban a inundar su cabeza. Y si la tristeza consumía Atenea, ésta solo se podía manifestar en el más básico de los desequilibrios en su comportamiento.

El ambiente polvoriento y más personas que llegan a ayudar le suponen una distracción. Lamentablemente, en su camino solo encuentra cuerpos que le arrancan más lágrimas al ver que son solo niños. Escucha unos quejidos de dolor bajo unos escombros y al notar que no es Nicholas piensa en seguir adelante. Pero debe ser su lado más humano el que no le permite avanzar. Regresa sobre sus pasos y comienza a quitar los escombros, que aplastaban a un adolorido estudiante de Hufflepuff. Quizás si hubiera ido más preparada tuviera a la mano una poción para curar sus heridas.

Mira hacia los lados para encontrar ayuda ¡maldita sea! pierde el tiempo con aquel muchacho en lugar de seguir buscando a Nicholas. Aunque el pensamiento de que también es el hijo que alguien más que lo debe estar buscando nuevamente la invade.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó una voz tras ella, devolviéndole la tranquilidad.

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