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El Día de la Ira


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Frank Cooper


No entiende el actuar de Atenea pero, por alguna razón, le sigue el juego. No le sorprende que sepa el nombre del elfo ya que la bruja había trabajado en el negocio de Goderic una larga temporada, incluso cuando estaba embarazada de Nicholas. Se acerca a Sebastian para entregarle una tarjeta de presentación y despedirse del mago, quizás en un futuro cercano hagan negocios juntos ahora que saben un poco más sobre la identidad del otro. No pierde mucho tiempo con la despedida, ya que no quiere interrumpir el interrogatorio del piloto. Desaparece junto al elfo y su familia.

A pesar del polvo en su vestimenta y rostro, su presencia en la sala es fuerte. Sus ojos se posan sobre la bruja que había tomado la iniciativa de hablar, preguntándose si utilizar sus habilidades de legeremancia para leer lo que planean aunque se decide por no hacerlo. Un atisbo de desprecio se distingue claramente en su rostro ¿un enemigo le pedía su ayuda? Eso no lo había visto venir. Observa su reloj, mostrando más interés en la hora actual que en prestar ayuda gratuita, gesto que Goderic supo interpretar.

No te preocupes, no será gratis.— escucha decir al mago.— Siempre que no pidas nada extravagante, podemos conseguirlo.

Realmente el Cooper no tiene ninguna recompensa en mente, tampoco tenía motivos en mente para ayudar como tampoco para negarse. Sin embargo, al observar sus manos sucias recuerda las imágenes de Hogwarts, sus escombros, sus alumnos heridos y muertos, el miedo que sintió por no saber de Nicholas, el terror de saber que no podría ver más a su hijo... Sí, tiene motivos para apoyar su misión de infiltración y acabar con los muggles. Sabe que la otra parte no estará de acuerdo con un plan que implique matar y vengarse de los muggles, por lo que mantiene sus intenciones ocultas.

Pues bien, creo que estos muggles no sospecharán al ver que un empresario exitoso quiera convertirse en nuevo inversionista luego del ataque a Hogwarts y resto del mundo, podría solicitar una reunión y visita a las instalaciones hoy mismo.

Guarda unos segundos de silencio mientras piensa en sus siguientes palabras.

Yo lo haría gratis pero ya que insisten en ponerme un precio pues entonces tengo tres exigencias.

»Primero, quiero que aseguren la protección de mi familia. Sé que tendrán algunos lugares seguros donde poder resguardar a mi esposa e hijo.

Segundo, ya que formaremos una especie de alianza quiero que toda información que se encuentre en el laboratorio me sea transmitida, incluyendo información que tengan sobre “El Inquisidor” quizás les pueda seguir ayudando desde el lado muggle si me siguen informando ¿no?

Y por último... si algo sale mal deben hacerse cargo de las consecuencias. No creo estar pidiendo nada exagerado ¿no lo creen?


Hace años, quizás habría pedido algo más cruel como que Goderic se cortase un dedo o se sacara un ojo pero dudaba que esas condiciones estuvieran en discusión, además, en estos momentos lo más importante era la seguridad de su familia y en una guerra como la que planteaba El Inquisidor, habrían muchos riesgos que él no puede asumir. Espera unos minutos, dando espacio para que Goderic y la bruja conversen sobre las condiciones. Atenea y su hijo hace tiempo habían dejado de manifestar sus opiniones, ambos se preocupaban por el Cooper pero lo conocen lo suficiente para saber que no cambiaría de opinión.

El silencio se ve interrumpido por una frase que agrada a un empresario como Frank.

Bien, es un trato entonces.

¡Genial! Dime cuantos me acompañarán para agendar la visita.


@ @@Ellie Moody @@Emily Karkarov

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El Refugio

Tinworth, Cornwall

—Me encargaré de la logística —declara Ellie, posando con determinación las manos sobre la mesa frente a ella. Quizás no tenga material de agente de campo, pero tiene ciertos talentos y recursos que desea poner a disposición de la Orden del Fénix. Con un asentimiento de la cabeza, se despide de Goderic y Emily cuando se marchan para tener su reunión con el empresario. En cuanto a Kaori, ella permanece en el salón del El Refugio, todavía con los recuerdos de Valkyria en el Pensadero. No puede evitar preguntarse si tiene planes de explorarlos más a fondo, pero decide no tocar el tema en voz alta. A todos les afectó bastante lo que vieron, razón por la cual su determinación con aquella misión de infiltración ha crecido.

 

En la cocina del Refugio, Ellie improvisa una estación de alquimia, haciendo uso de los implementos de pociones que suele cargar consigo y los que encuentra en el ático de la casa. Por fortuna, la alacena está provista de los ingredientes que necesita: jugo de horklump, muco de gusarajo, madrágoras, aguamiel, esencia de díctamo, sangre de salamandra... No tiene mucho tiempo, pero confía en su habilidad para preparar por lo menos una docena de botellitas de poción herbovitalizante y de cerebro de mermelada en un rato. También debería preparar algunos frascos con esencia de díctamo, por si acaso... En cuanto a las pociones más difíciles, como el veritaserum o la miltijugos, evidentemente no podría hacerlas en sólo un par de horas, pero por fortuna tiene algunas botellas de su reserva personal.

 

Mientras está mezclando el moco de gusarajo en el caldero, provocando que el contenido de éste se haga de un llamativo color naranja —y que debe agitar hasta que se haga amarillo—, un caballo irrumpe en la cocina. No reconoce aquel patronus, sin embargo.

 

—Estamos un grupo en Grimmauld Place Nº12 esperando órdenes. Tenemos información importante para compartir. Sugiero que nos reunamos y armemos una estrategia común frente a los terribles acontecimientos.

 

«Esperando órdenes...». Ellie frunce el ceño. ¿Qué órdenes puede emitir ella? ¿Qué autoridad tiene? Sospecha que Kaori y Hobb recibieron mensajes similares, pero sabe que ambos están bastante ocupados. Hobb con... cual sea el embrollo en el que se haya metido ahora, y Kaori está bastante involucrada con la misión de infiltración y rescate. No quiere hacerlo y la verdad es que no tiene la menor idea de qué hacer, pero tendrá que atender aquel asunto.

 

Cuando el patronus desaparece por la ventana, se dispone a terminar lo más rápido posible con los preparativos.

 

—Tendré que ir al Grimmauld Place, parece que algunos compañeros han conseguido información que podemos usar —le dice Ellie a Kaori, al regresar de la cocina con una bandeja llena de botellitas, frascos y potes de cristal—. De todas formas no tenía pensado ir con ustedes, creo que sería más un estorbo que otra cosa —murmura, mientras acomoda en la mesa las pociones herbovitalizantes, las pócimas de cerebro de mermelada, los extractos de díctamo y, en una cantidad mucho más reducida, el veritaserum y la poción multijugos. Finalmente, alza la mirada hacia su compañera y habla un poco más fuerte—. Espero que sea suficiente, no quise montar otro caldero porque Goderic y Emily deberían llegar en cualquier momento, y, bueno...

 

»Oh, casi lo olvido. Le comenté a Madeleine (¿conoces a Madeleine Moody? Es una prima, creo que las he visto juntas). En fin, le comenté que necesitaba su ayuda en una misión; dijo que se uniría y que "traería algo de utilidad". No sé a qué se refería —añade por lo bajo.

 

Ellie se quita el delantal manchado de sangre de salamandra.

 

—Bien, iré al Grimmauld Place —pero vacila un poco, sabiendo que debería decirle algo más, aunque no está segura de qué. Luego de unos momentos, sólo es capaz de decir con torpeza—: Suerte... y tengan cuidado.

 

Grimmauld Place #12

Islington, Londres

Una lechuza blanca en el pórtico del número doce de Grimmauld Place, todavía protegido por el encantamiento fidelio. A pesar de que confía en la seguridad del cuartel, no puede evitar sentir cierto nerviosismo. Las calles de Londres están siendo ocupadas por el miedo y el odio y, aunque no parece llamar la atención, se siente perseguida. Lo poco que ha visto y oído en las últimas horas ha calado profundamente en ella, haciéndole entender que el Inquisidor es más que un personaje vagamente descrito en las noticias y que los sucesos del Día de la Ira son más que una historia de terror. Todo es real, todo está pasando... La preocupación por los compañeros que dejó en El Refugio aumenta, pero confía en sus habilidades para completar la misión que ellos mismos se encomendaron. «Y ahora, debo hacer mi parte».

 

La lechuza se cubre el cuerpo con las alas y parece intentar encogerse sobre sí misma. Pero entonces, vuelve a extender las alas; algo negro sale de ellas, y la arropa por completo. Es una capa negra, que se estira a medida que una mujer regordeta se levanta del suelo. Ya no queda ni el más mínimo rastro del plumaje blanco, aunque su cabellera platinada podría tener cierta similitud con este. Luego de echar un vistazo sobre su hombro y asegurarse de que no hay nada fuera de lugar, acciona la aldaba con forma de serpiente para abrir la puerta.

 

En el vestíbulo no parece haber nadie, pero hay voces que vienen el sótano, donde está ubicada la cocina y suelen transcurrir la mayoría de las reuniones allí. Decide seguirlas, con la varita de sicomoro en la mano.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Grimmauld Place Nº 12

 

Sí, he de reconocerlo,me gustaba hablar por aquel medio mágico con el muggle. Pero eso no debía olvidarlo, muggle, alguien de un medio social que nos estaba persiguiendo y, según las últimas noticias, masacrando. Respiré con fuerza para tomarme un tiempo de disipar la ira que crecía y recordarme que el enemigo no eran los muggles sino el desconocimiento, el odio a lo diferente, el miedo. Ese era el enemigo, en realidad, y debía reconocer que ampliar el equivalente de "malo" a todos los muggles era lo mismo que ellos podrían aplicar al decir "mago peligroso" a todos los magos.

 

Alguien debía cortar la cadena y ese alguien podría ser él como podríamos ser nosotros.

 

Pero, ante todo, cautela. Porque el enemigo no es el primero que nos ofrece ayuda pero también podría serlo. Este mundo estaba realmente loco y amigos podían resultar enemigos dañinos como encontrar piedad en el extraño más inusitado. En mi mente se posó la idea de establecer vínculos con la sociedad muggle pero también estaba segura que esa decisión no era mía, ni de Xell. Ella había cometido un gran error y habría que subsanarlo, antes de que tuviera consecuencias para la muchacha; para todos.

 

-- ¿Qué es eso? -- Le pregunté a Elvis, y tuve la precaución de pegar el espejo a mi pecho para que el intruso no viera nada y oyera lo mismo.

 

Asentí al ver las cartas que nos enseñaba aunque no estaba segura de quien era Shelle; miembro de la Orden, no, seguro, pero la familiaridad del diminutivo me hizo suponer que alguien a quien él creía necesario avisar. Nada que objetar; confiaba totalmente en él. Ahora, que citara a Demian Luxure, un conocidos mago retorcido que difundía mentiras por la radio española que tenía... Eso me desconcertaba y, seguía confiando en él pero yo no lo tendría como aliado. ¿A dónde saldría ahora? ¿Necesitaría ayuda?

 

Señalé con el dedo de la mano libre a mi primo e hice un gesto de pregunta muda a Xell y a Mackenzie Malfoy, preguntando qué me había perdido mientras hablaba por el espejo. Mackenzie explicaba cómo había ido su desaparición, desde que fueron hechos prisioneros en los calabozos de BuckyPalace por las tropas de Aaron hasta que Mathilda, de la Confederación Mágica Internacional la llevó con aquel supremacista de El Inquisidor. Volví a sentir rabia por dentro y aferré el mango del espejo con mucha más fuerza.

 

-- ¿Qué has perdido qué...? -- Mis ojos se abrieron con fuerza y con ¿miedo? al pensar en las consecuencias de que ella ya no fuera la dueña de la Varita de Saúco. Vale, que no lo sabía que le perteneciera pero estaba mucho más tranquila si la tenía alguien que entendiera la responsabilidad de tener una reliquia de poder que no por una insensata Redentis. -- Pues tendremos que devolvértela.

 

Xell seguía siendo tan ingenua como siempre. Supongo que no se daba cuenta del lugar en el que estábamos y que la conversación que manteníamos era demasiado privada y se acercó a mí para saludar al tipo del espejo. También puede ser que confiara tanto en nosotros cuatro que no le importaba mostrarse abiertamente cordial con todo el mundo, sin tapujos y sin pensar en lo malo. Esta sobrina mía merece tener más chascos en la vida para que su nivel de prudencia y malicia crezca a marchas forzadas.

 

-- Sí, Xell, gracias por decirle mi nombre. Le estoy muy agradecida por lo que hizo en la iglesia. Xell ya me ha contado que les dio cobijo durante la algarabía de la plaza y que no les lincharon gracias a usted. Le estaré eternamente agradecida por salvar a mi hijo. Pero espero que entienda que no podemos seguir manteniendo conversaciones de este forma. Contactaremos con usted. Opino lo mismo. Espere nuestra visita y... -- ahora me sabía mal cortar la comunicación pero Mackenzie Malfoy empezaba a recobrar su fuerza y, con ella, su capacidad para ordenar la situación y tomar decisiones, algo que siempre había sabido hacer desde su papel de ViceMinistra. Además, era una Malfoy y la predisposición para sobreponerse a todo es algo innato en esa familia. Su opinión sobre llamar a los compañeros era, en realidad, una decisión pues ella misma se encargó de hacer un patronus y avisar a la Orden del punto de encuentro. -- Contactaremos con usted de alguna manera, alguien vendrá a verle. Gracias por su ayuda.

 

Y, sin darle tiempo a Xell a reaccionar, golpeé el espejo contra el borde de la mesa que había servido de camilla a la enferma un rato antes.

 

-- ¿Qué...? No me mires así. Cuando quieras te compro otro par en el Magic Mall. Pero no podíamos mantener abierto este canal de escucha en medio del Cuartel. Has de vaciarte los bolsillos en el felpudo, ¿de acuerdo? Anda, ayúdame a limpiar la cocina de gasas, sangre y pociones. En breve habrá gente por aquí y no hace falta que vean que esto se convirtió en un quirófano improvisado.

 

Y mientras movía la varita, fregoteando manchas oscuras, y bauleando pociones dentro del maletín de primeros auxilios, mi cabeza le daba vueltas a varios datos. El primero y más acuciante, ¿en qué se había metido mi sobrino Dick Grayson para que su nombre apareciera en los labios del aquel párroco? Dudo que fuera él aunque... Lo siguiente es que necesitaba la ayuda de un intermediario para trata con el Padre Brown (vale, era Andrew) y comprobar su fiabilidad. En mi cabeza apareció, sin dudar, el nombre de @Sean -Ojo Loco- Linmer. Mi yerno era la persona que más odiaba por casarse con mi pequeñina y no pasaba día que le recordara que le iba a ballestear por tal atrevimiento, un ladrón con tratos en los bajos fondos y de reputación claramente manchada por el contrabando y más historias que me negaba a oír. Sin embargo, todo eso era fachada; era la persona a quien confiaría mi vida sin dudar y a quien le pediría que investigara las acciones de ese apoyo muggle y si podríamos confiar en él.

 

-- Venga, mujer, que no tardarán en llegar y aquí debieran encontrar té y café, no muestras de una escabechina. Con perdón -- miré a Mackenzie.

Editado por Sagitas Potter Blue

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Mackenzie Malfoy

Grimmauld Place Nº12


Sintió pura desazón ante la resignada aceptación de Xell. Sus propios sentimientos y la presencia del Padre Andrew le recordaron cierta novela muggle que Sebastian le había hecho leer una vez, de un escritor español, Miguel de Unamuno, sobre un sacerdote descreído que, a pesar de no tener fe, realiza su trabajo como predicador con la mayor de las devociones, pues está convencido de que la inocencia y la fe hacen felices a las personas. Mackenzie hubiera querido ser en aquel momento como aquel sacerdote, capaz de alimentar la fe de Xell, hacerla feliz nutriendo su inocencia. Pero la Malfoy no era como aquel predicador y su inocencia se había perdido hacía mucho, perdida en los entresijos de la política mágica.

—Xell, podemos hablar con el Padre Andrew más tarde, pero no creo que sea apropiado que esté en una de nuestras reuniones, igual que él tampoco consideraría apropiado que uno de nosotros estuviera en una reunión del arzobispado donde se hablan cuestiones meramente de la incumbencia de los religiosos. —Rezó a San Manuel, Bueno y Martir, para que sus palabras no desilusionaran a la joven.

Mackenzie no creía que la convivencia pacífica entre magos y muggles fuera posible, pero se cuidó muy mucho de insinuarlo siquiera. La historia demostraba la necesidad del Estatuto para el Secreto de la Magia y había que volverlo a levantar, fuera como fuese. Era la única solución posible al conflicto que se había desatado. Vivir sin el Estatuto del Secreto, implicaría volver a las persecuciones medievales y, con ellas, volvería entre los magos la misma desconfianza que había quebrado la amistad de Godric Gryffindor y Salazar Slytherin en el pasado. Después de los guerras mágicas provocadas por Tom Ryddle, muy a menudo los magos olvidaban que la pureza de sangre que tanto defendió Salazar Slytherin no fue otra cosa que la reacción al miedo de que los mestizos pudieran alertar a los muggles sobre los magos, en aquella época de persecuciones constantes. Vivir sin el Secreto llevaba a la desunión y desconfianza entre los propios magos.

—Padre Andrew, no se ofenda usted, pero deberíamos hablar más tarde. Estamos con usted, no lo dude. Dick Grayson no tiene el respaldo de las urnas, no tendrá fuerza ante la comunidad internacional mágica y muggle y dudo que su Golpe de Estado tenga el respaldo de su propio pueblo. Además, no está confirmado que el Primer Ministro —evitó añadir muggle, por no ofender al sacerdote— esté muerto. En cuanto a los bebés, sin duda hay que rescatarlos.

Mackenzie volvió a rezar a San Manuel Bueno y Martir para que el Padre Andrew tampoco se ofendiera. Fue entonces cuando escuchó pasos que se dirigían hacia la cocina. No podía ser nadie que no fuera del bando, Grimmauld Place estaba muy bien protegido. Por si acaso Xell insistía en mantener operativo el espejo comunicador, Mackenzie levantó dos salvaguardas. La primera, una salvaguarda contra oídos indiscretos, que impediría que nadie escuchara lo que se hablara en la sala, ni siquiera a través de espejos comunicadores. La segunda salvaguarda la hizo con magia antigua y evitaba que nadie fuera de la sala pudiera ver los verdaderos rostros de los allí presentes.

Sagitas no se había dado cuenta de las salvaguardas, no obstante, e hizo algo más contundente y juicioso que Mackenzie no se había atrevido a hacer por falta de confianza con Xell. San Manuel Bueno y Martir la estaba escuchando (xD sorry tuve que editar que estaba escribiendo antes de la última respuesta). Devolvió la mirada a Sagitas, levantando las manos con impotencia, nunca se le habían dado bien las actividades de cocina. Hizo un par de encantamientos ayudándola a recoger para no quedar mal, pero miró de reojo a Hamilton que enseguida entendió que eso era cosa suya. En un abrir y cerrar de ojos tenían café y té recién hechos, todo limpio y recogido, no había muggles a la vista y hasta Hamilton se desapareció discretamente. Genial.

Esperó mientras los pasos se acercaban.



@@Sagitas Potter Blue
@@Xell Vladimir Potter Black
@@Ellie Moody




Sebastian Crowld

Hogwarts
En la mañana del Día de la Ira



Una mujer acudió al lado de Nicholas y por la reacción de Cooper, Sebastian dedujo que era su mujer. Anotó mentalmente el dato y tampoco perdió el hilo de la conversación que siguió cuando un elfo se apareció ante ellos con un mensaje de alguien llamado Goderic. Curiosamente, la expresión de Cooper al escuchar tal nombre estaba cargada de despecho o algo peor.

Aceptó la tarjeta de presentación de Cooper y le entregó también la suya. Aquella relación podía ser beneficiosa para ambos. Cuando la familia Cooper se hubo marchado, volvió la vista hacia el muggle capturado y la mujer que acababa de llegar. Se sorprendió al recordarla. Sybilla Macnair, más conocida como Cissy, Era una arqueomaga, pero hacía muchos años que Sebastian no había vuelto a saber de ella. En cierta ocasión, durante una escalada muggle que había realizado con Mackenzie, ésta había acabado en problemas y fue siguiendo el rastro arqueomántico de Cissy como pudo llegar hasta el Templo romaní de los Roba-Almas, activar un campo de magia antigua y salvarle la vida a la Malfoy. Después, Mackenzie le había prestado a Cissy un talismán para conectar con Sebastian y fue entonces cuando él la conoció. Quizás ella no lo recordara o quizás no había sabido ver a través de aquella conexión. Sebastian iba a saludar a Cissy, pero está se dirigió directamente al muggle, con una daga en la mano, justo antes de que un tropel de chiquillos la abordaran.

Ante la avalancha de estudiantes que rodeó a la Macnair, su preocupación pasó del muggle a los planes de evacuación y un chiquillo propuso ir donde el tío Aaron, lo que ayudó a Sebastian a terminar de atar cabos. Cissy y aquellos muchachos eran muy cercanos al Ministro de Magia. Sin duda alguna, no necesitaban su ayuda y la propuesta de aquel estudiante era realmente buena. El Castillo Black sería un lugar muy seguro. O al menos, tan seguro como lo eran en aquel momento lugares tan emblemáticos como Hogwarts.

—Creo que el muchacho tiene razón —dijo Sebastian, disimulando la ironía de sus pensamientos y dejando claro que había escuchado el susurro de los chicos y el mensaje del patronus recibido por Cissy. —El Castillo Black es una buena opción para evacuar a los estudiantes.

La tutora triviani debía de haber encontrado un paso hacia el interior de la mazmorra pues en aquel momento apareció con el cuerpo de una joven bruja malherida. Sebastian realizó un encantamiento rápido de sanación, que devolvió algo de color a las mejillas de la muchacha, pero era necesario trasladarla a un hospital lo antes posible.

—No sé si me recuerdas, Cissy, pero nos conocimos hace mucho tiempo, aunque fuera en extrañas circunstancias. Quizás sería buena.... —Se interrumpió, al escuchar al muggle de pronto.

—No puedo decirles nada... no sé nada... no sé nada. —Alguien lo había estado interrogando y el veritaserum y la intimidante daga de Cissy le estaban haciendo hablar. No era esperable que supiera mucho, pero, por otro lado, ningún soldado recibe la orden de quitarse la vida en caso de ser capturado, si realmente todo lo que sabe es nada. Algo, aunque fuera una simple pista, tenía que saber.

—¿De dónde salieron los cazabombarderos? —Preguntó alguien.

—De Polonia... de una base en Polonia, cerca de un hospital.... Hin.. Hinber... no recuerdo el nombre.

—¿Quién les dio las órdenes? ¿Cuál es el nombre del Inquisidor?

—No conozco al inquisidor —respondió el piloto muggle con un hilo de voz. —Las órdenes... se recibieron por radio... no sé más, lo juró.

Sebastian miró alternativamente al interrogador, al muggle y a Cissy. Dudaba de que supiera mucho más, pero había que decidir qué hacer con el muggle y sacarle hasta el último dato que, consciente o inconscientemente, pudiera saber.


@ @ @@Zoella Triviani @

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Hospital San Mungo.

Salvoconducto hacia San Mungo.

Traslador hacia hospital móvil protegido.


No daba crédito a lo que me estaban diciendo. Hades me miró directamente a los ojos y las palabras que salieron por si boca fueron mudas ¿Quién se metería con los bebés? toqué mi vientre, la vida que allí se gestaba no emitió un solo movimiento, se sentía segura dentro de mi. En ese momento me habría gustado ser la muchacha frágil a la que todo mundo protegió siempre de las barbaridades que sucedían día tras día en el mundo, la que Aidan tanto aborrecía, poder llorar en el pecho de alguien que solucionaría todo en mi lugar. Pero no, aquella muchacha había muerto hacía algún tiempo y no existía ni la más remota posibilidad de que volviera a la vida.


—Si creamos un salvoconducto desde Hogwarts hasta aquí volverán a atacarnos.


Mi declaración se oyó segura, tan segura como que la predicción era certera. Buscaban vulnerarnos, sino no se explicaba un bombardeo simultáneo a la mayor institución mágica, Hogwarts, al hospital con más capacidad de Londres, San Mungo, y al propio MACUSA en Norteamérica, así como nuestro propio Ministerio de Magia.


—Debemos crear una distracción. Hacerles creer que vendremos aquí y desviar el transportador hacia las tiendas móviles, estoy segura de que a más de una Sybilla las escondió tras barreras mágicas


Volvía a repetir algo en lo que creía fuertemente. Mi tía era una bruja impecable. Más me preocupaba el como reaccionaria cuando supiera lo de los bebés. Arremangué con cierto nerviosismo la bata de sanadora y me hice una alta cola de caballo para que los mechones no se atravesaran en el campo de visión. Hades y yo no éramos más que compañeros de Bando, nada más nos unía por el momento, así que mi siguiente movimiento también fue extraño para mí. Toqué su hombro, busqué darle un poco de aliento pues sabía el peso que acababa de recaer sobre él y le informé que me haría cargo de la campaña al colegio con algunos pocos enfermeros e instrumento médico para hacer aguantar las heridas hasta que los niños y profesores estuvieran a salvo.


La idea era un tanto descabellada, pero todos los que me siguieron lo hicieron a propia voluntad. No obligaría a nadie jamás a poner su vida en riesgo.


Fueron cinco enfermeros los que desaparecieron dentro del haz de la noche, encabezados por Laura, mi personaje favorito, mi mano derecha en todo caos. Tres de ellos deberían reunir a los supervivientes del bombardeo en Hogwarts para traerlos consigo. Haríamos creer a cualquier escucha que nos dirigíamos a San Mungo cuando en realidad a mitad de camino, en una bodega que almacenaba la blanqueria del hospital, les estaría esperando un cuarto enfermero con trasladores. Estos trasladores los llevarían a mi, al quinto hospital móvil que Sybilla hubo alzado antes de meterse en la boca del lobo.


—Trae a mis hijos en una sola pieza, Laura, o no regreses.


Le susurré mientras la abrazaba. Nos queríamos como dos buenas amigas, o como amo-mascota. Más bien como quien siente remordimiento y quién tiene una deuda que saldar, pero nos queríamos.


La vi asentir antes de cruzar el portal oscuro junto a los tres enfermeros que le secundaban, el último de ellos debía correr en sentido contrario hacia las bodegas, esconderse y aguardar. Por mi parte, para no arruinar el plan en mi desespero por saber en peligro a Ámbar, partí en busca de Cissy al frente de la primera tienda de campaña, ella sabría cómo calmarme, o eso fue lo que pensé.


El primer hospital móvil fue localizado y amedrentado. Todos los allí presentes buscaron resistir hasta el último segundo y cuando se vieron superados en números fueron los médicos los primeros en desaparecer con varios pacientes hasta que solamente quedaron empleados del departamento de seguridad mágica, enfermeros y cadáveres. Parecía una broma de mal gusto, me acababan de arrojar al ojo de la tormenta, tuve que agacharme y casi lanzarme detrás de una camilla tumbada para no recibir un rayo perdido.


—¡Señorita Macnair!— entre tanto estruendo y griterío pude oír que me llamaban.


Me giré en varias direcciones. De pronto los gritos cesaron, los disparos callaron y solo se podía oír el temblor del suelo bajo nuestros cuerpos mientras el enemigo avanzaba buscando prisioneros. El muchacho que me llamó, no lo conocía pero al parece él a mí sí.


—Cissy— le dije, quería que me escuchara pero él hacía desesperadas señas para que callara —¿Dónde está Cissy?


Ésta vez no hablé, pero mis labios se movieron lo suficientemente lentos para que me entendiera. El mago hizo gestos, confusos gestos, no comprendía qué estaba tratando de decir ¿Mi tía había muerto, le habían capturado, había logrado salir de allí ilesa?


Pude oír las respiraciones agitadas, el tintineo de las armas a espaldas del enemigo. Salvaguarda mágica, pensé, justo cuando los soldados pasaban junto a mi. Contuve la respiración por miedo, escuchaba los latidos de mi corazón resonar en la cabeza, el bebé se movió inquieto en mi vientre avistando peligro, me hacía cosquillas en las entrañas, era extraño, la segunda vez que le sentía moverse.


Por su parte, el mago que me alertó había adoptado su forma animaga perdiéndose entre las botas militares como una diminuta cucaracha. ¿Qué diablos haría ahora? Si me capturaban sería mi fin o tal vez conseguiría así dar con aquel a quien llamaban "El inquisidor"



Hogwarts, Colegio de Magia y Hechicería.

Mazmorras.


Ámbar Delacour


Era osada, si. Era un alma rebelde, intrépida y aventurera, por supuesto. Pero nadie con once años estaba listo para ver lo que aquel día ví. Muchos de mis compañeros probablemente estarían muertos, profesores, prefectos, auxiliares. Miraba mis manos, repletas de ceniza, y en ellas escondía mi rostro para ocultar las lágrimas, había puesto en peligro a Kalevi una vez más, no solo a mi misma. Desde el accidente en el monasterio todo se repetía, era casi como un patrón maldito que no lograba corregir.


Él, tan bueno y noble como siempre, se acercaba a mi de vez en cuando y me preguntaba si estaba bien, si me dolía algo, a lo que yo respondía que no. Pero desde que Rohana me hubo ayudado a tomar asiento en un escombro sólido a la entrada de las mazmorras Slytherin, no me había movido de allí; al correr no me había doblado el tobillo, algo allí se había quebrado horriblemente y bajo la túnica el morado y la hinchazón comenzaban a resaltar.


Cuando la herida se enfriara iba a sufrir y maldecir, eso lo tenía bien claro.


—¿De dónde salieron los muggles?


Susurré, Hana era quien estaba más cerca de mi, aunque concentrada en lo que sucedía con el soldado capturado y aquel hombre que se presentó como Sebastian. Pero me escuchó y respondió algo que me dejó poco contenta ¿No lo sabes? Ella siempre sabía todo, me molestaba que hubiese dicho eso.


—Pienso que deberían guardar lo que sea que lleve dentro de la cabeza


Expresé, de pronto quería participar para acercarme un poco más a mi prima. Aunque luego de que lo dije tuve que sacar mi nueva varita y dar unos golpecitos secos con ella en mi sien, parecía que había insinuado que le extrajeran el cerebro, que risa. De hecho quería reírme pero todos estaban demasiado serios para bromear. No me gustaba ese nivel de tensión en el ambiente, me recordaba a cuando era bebé y Jank nos visitaba, mamá se ponía así, como todos los presentes en el pasillo, nerviosos, alertas, a la defensiva.


¡Entonces llegó mi salvadora!


Reconocería la voz de mi tía en cualquier sitio. Salté del escombro en dónde había estado sentada, una correntada eléctrica viajó desde mi tobillo por el resto de mi cuerpo hasta perderse en un alarido de dolor. Kalevi corrió justo a tiempo para sostenerme y que no cayera, él nunca me dejaba caer. Miré a Cissy mientras mis primos se pegaban a ella como sanguijuelas y lloriqueé como la niña que, a veces, era.


—Tia Cissy, quiero irme a casa.


Y casi como si hubiese frotado la lámpara del genio y pedido un deseo, un portal igual al de mi tía escupió cuatro enfermeros, uno de ellos Laura, la amiga de mi mamá.


San Mungo

Habitación N°507

Paciente: Eilon Dice


Lancé el pequeño celular contra la pared cuando la batería murió. Lo ví hacerse añicos, una lluvia de diminutos plásticos cayó sobre mi rostro pálido y maltrecho por las semanas de coma inducido. No sabía si el mensaje había sido enviado, si Quillan vendría por mi ¿Qué podía hacer, llamar a James? Claro que no, que tonta fui al involucrarme con un nomaj. Nunca se me cruzó por la mente el riesgo en que lo ponía hasta esa noche en que nos atacaron.


Quisiera borrar de su memoria todos los momentos bonitos que compartimos, para que no me quiera como me dijo que lo hacía al salir del cine. Deseaba no quererlo como lo quería. Pero más que nada en el mundo quería arrancar esas palabras que se me grabaron a fuego, "Traidora, sobre sucia". Yo sabía, estaba más que segura, que mi linaje era puro y reconocido, pero igual me había dolido en lo más profundo del orgullo.


La puerta se abrió. —¡Quillan!


Grité, como una colegiala ilusionada. Me impulsé de donde había estado oculta con los brazos abiertos y mis pupilas se contrajeron automáticamente. Frente a mi un hombre uniformado me apuntaba con un fusil inmenso. En sus ojos estaba más que claro que no dudaría en asesinarme a sangre fría si siquiera movía un dedo.


Lo que éste pobre hombre no sabía era que había buscado cobijo en la habitación equivocada.


Aborrecía quién era, mi naturaleza, el hambre que arañaba mi garganta y mis tripas cuando me negaba a beber sangre. Nunca lo había hecho, o bueno, si, pero una vez cada cinco años cuando sentía que estaba al borde del colapso o que moriría. Era la única vez en que Marius me visitaba, o ,a mí parecer, me vigilaba. Él sabía que lo detestaba, su modo de "salvarme la vida" para mí era una maldición. Entonces, allí encerrada, adormilada durante casi dos meses y siendo alimentada a base de pociones y bayas, mi apetito era voraz.


—No hagas nada de lo que más tarde te puedas arrepentir


Le dije. Él cargó su arma listo para atacar pero antes de acerca el dedo al gatillo mis manos ya estaban sobre sus hombros y mis incisivos incrustados en su yugular. El sonido que hacía al succionar me resultaba asqueroso pero tenía demasiada hambre, no lo noté hasta que la primer gota de sangre empapó mi lengua.


El soldado temblaba convulso entre mis fuertes manos, características de la raza, hasta que no tuvo más fuerzas para luchar y cayó como un saco de harina al suelo haciendo un ruido seco. Limpie mi boca con el dorso del camisón y levanté la vista, perpleja. Allí, algo magullado pero tan bello como siempre estaba mi amigo, de pie contemplando el horror que acababa de cometer, me sentía avergonzada.


—Quillan…


Musité caminando hacia él, pero me desvanecí a mitad de camino, el frenesí me dejó exhausta.


—Lo siento— me disculpé, tenía las mejillas enrojecidas por la pena, jamás había tenido público al hacer algo así y por mucho que lo pensara no se me habría ocurrido nunca que Atkins me viera.


—Los oí decir que se llevaron a los bebés, debemos avisar al Ministerio y al departamento de seguridad.

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Grimmault Place, 12:

 

Aunque entendía que no había hecho bien en llevar el espejo comunicador en el bolsillo, había sido sin querer. No entendía que ellas parecieran no querer la ayuda que el Padre Andrew podría brindarnos. Al ser magos, a veces olvidábamos que los muggles también son buenas personas y pueden estar a nuestro favor. Muchos los miraban como los primos pobres que habían que soportar, aún cuando no los odiaran directamente. Estaba cabizbaja aunque no dejaba de pensar en la cooperación mutua que podíamos conseguir. Aquel párroco había sido muy amable y estaba segura que muchos eran como él. Si teníamos que unirnos para luchar contra el Inquisidor, por mí apoyaría la propuesta.

 

No entendí el enfado de Sagitas al saber que Mackenzie Malfoy había perdido algo. Fuera lo que fuera, que yo no había prestado atención cuando lo dijo, había que restituirlo a su verdadera dueña. ¿Qué sería? Le preguntaría más adelante. Ahora, intentaba seguir el diálogo que mantenía con el Padre Andrew, ambas a la vez.

 

- ¿Vamos a ir a verle? - No entendía a Sagis, pues le decía que contactaríamos con él y ya teníamos forma de hacerlo. - ¿Qué hizo el primo Dick ahora? ¿Un golpe de Estado? - Eso era escandaloso, seguro que era un error. - ¡¡EEEh!

 

Sagitas acababa de romper el espejo y Mackenzie había hecho algo con su varita que, seguro, también iba dirigido a mejorar nuestras defensas pero... ¡Había roto el espejo! Lo recogí, pedacito a pedacito, con cuidado de cortarme. ¡Claro que me compraría otro! Aunque tal vez pudiera arreglar éste con un reparo. Al fin y al cabo, era una buena funcionaria de Accidentes. Seguro que tendría arreglo.

 

- No pienso ayudar a que tomes café y té recién hecho. Me has roto mi espejo - me senté en una de las sillas mientras veía que ella y aquel elfo que había aparecido de la nada ponían en orden la cocina y la dejaban toda limpia. Pronto, el olor a café inundó el lugar. No, no iba a tomar ni una taza, me crucé de brazos y esperé a que apareciera la persona que se acercaba a ella. Desde allá se oían los pasos.

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Plaza londinesa
cerca de Grimmauld Place.

Los minutos estaban transcurriendo y cada uno de ellos que pasaba era tiempo que perdíamos para lograr el sinfín de cosas que aún teníamos que hacer. La lista era cada vez más grande y no sabía muy bien cómo continuar. Muchas cosas dependían de personas individuales pero otras eran de a grupos. De reojo pude ver, a unos cuantos cientos de metros la fachada oscura del Grimmauld Place (aunque era la 11 y la 13)

Miré a ambos lados mientras rebuscaba el reloj en mi bolsillo. Tenía que terminar allí cuanto antes. Volví a mirar a ver si veía algún rostro conocido. Estaba seguro que no se podía complicar la situación, porque hasta el momento parecíamos 3 personas normales hablando pero me recorrio un escalofrío por la espalda. Era una sensación.

Les pedí que me perdonaran por un segundo. Sólo era un movimiento con la varita.

Una onda totalmente invisible se extendió a nuestro alrededor. Aquel encantamiento lo que facilitaba era saber si había alguien más. Y regresó la onda a mi con un fuerte golpe. Mi corazón palpitó rápidamente pero no podía ser tan malo porque ya estaríamos, al menos, siendo atacado. Les hice una seña a Shelle y a Eduard y corrí. Si. De un par de zancadas llegué ante aquel árbol con mi varita apuntando a la figura escondida.

¡Zahil! ¡¿Qué demonios haces aqui?! Casi te arranco la cabeza —le dije con una media sonrisa bajando mi varita. No sabía porqué estaba allí pero si estaba presente era mejor porque significaba que era una varita más. Recordé la reunión que se estaba llevando a cabo dentro del cuartel—. Escucha. Nos esperan allí —le susurré e hice una seña. Estaba a unos metros de Shelle y Eduard pero no podía pronunciar el nombre del bando, Zahil sabría a que me refería— ¿Vienes?

Le hice un gesto con mi cabeza y regresé al punto que había abandonado a ambos invitados. Tenía que arreglar con ellos y volver al Grimmauld Place.

@ @ @

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Grimmauld Place #12

Islington, Londres

Para Ellie, aquel ha sido un día bastante largo y todavía está lejos de terminar. Todavía lleva consigo el olor de la improvisada estación de alquimia, que dejó apenas unos minutos atrás, y su cabello, aunque recogido en un improvisado moño en la nuca, está esponjado por los vapores del caldero. No puede evitar recordar sus primeros años de adultez, cuando, tras haber terminado sus estudios en Hogwarts, se mudó a un apartamento en Edimburgo y comenzó a trabajar en una fábrica de pociones. Pero claro, aquellos fueron tiempos más sencillos. Había paz. Mientras baja las escaleras para dirigirse a la cocina, sacude la cabeza, en un intento de apartar la sensación de nostalgia que la embargó de repente.

 

El cálido olor a café recién colado inunda sus fosas nasales y, por algún motivo, le humedece los ojos. Piensa en las tardes en casa, con Melrose y Richard, tomando café y acompañándolo con pastas secas o panecillos dulces, mientras charlan o simplemente se sientan en el porche y ven a los vecinos muggles pasar por la calle. Se siente culpable por no estar con su familia y también es terrible que aquel recuerdo parezca tratarse de una realidad muy lejana. «Y mientras me preocupo por tonterías, hay personas sufriendo. Mis compañeros están a punto de arriesgar sus vidas y yo... ¿qué estoy haciendo yo? ¿Se supone que vine a tomar café para escuchar una historia?». Sabe que está siendo muy dura, por supuesto. Los mensajes enviados mediante el encantamiento patronus, no son para tomarse a la ligera.

 

Lo primero que nota, es que la cocina está sorprendentemente limpia. Y aquello la inquieta. Entonces, alza la mirada y reconoce a tres brujas pertenecientes a la Orden del Fénix, aunque la verdad es que no tiene cercanía con ellas. Una de ellas está sentada en una silla con los brazos cruzados sobre el pecho, evidentemente molesta por algo. Quizás alguien más perceptivo que ella, habría notado un poco de tensión en el ambiente.

 

Hiya —saluda Ellie, con su usual tono escocés—. Yo, uhm... un pegaso... —no está segura de cómo comenzar la conversación, pues usualmente está acompañada de alguien que sabe más de las maneras de la Orden que ella. Se queda de pie frente a la larga mesa, retorciéndose los dedos tras la espalda— ¿Ésta es la reunión? ¿Para compartir información y todo eso?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Lo siento, señor Smith, tengo este mal hábito para evadir mis ganas de prenderme a la yugular de quien se cruce en mi camino- dije escupiendo humo hacia un costado y arrojando el cigarrillo al suelo- pero si se siente más ameno...

 

Escuché atentamente las palabras de mi padre, mientras analizaba en mi cabeza la situación y las posibilidades que teníamos a nuestro alcance, estábamos en problemas si queríamos salir ilesos de esta.

 

-Sabes que mi pluma está a tu disposición- aunque a medias, pues me debía a Gladio, pero nada iba a negarme publicar lo que veía: la verdad. Respecto a la organización que mencionaba Elvis, tenía aunque poca, algo de información al respecto pero no sabía hasta qué punto podía confiar en la persona que nos acompañaba ¿Acaso estaba realmente de nuestro lado?- Sé que nos quieren arrebatar la magia y que utilizan a los bebes para experimentar en ellos, hay que rescatarlos antes de que logren desarrollar el gen- fije la mirada en el mago – Pero esta organización es demasiado grande y poderosa, no podrías ir solo, al menos no sin ningún tipo de respaldo.

 

En ello creí escuchar ruidos en la plaza y me limité a buscar algún aroma familiar, y lo encontré: la muchacha que había conocido en San Mungo se encontraba por allí, @Zahill Aranel Granger, quizás podría sernos de ayuda también.

 

Al parecer Elvis también notó la presencia de la bruja, pues en cuestión de segundos se disculpó y fue por ella.

 

-Qué bueno que estés bien, Zahill. Retomando, También escuché que el ministro muggle fué asesinado y que Dick Grayson -mi segundo padre -se auto declaró ministro, no sé en qué rayos piensa y no he podido localizarlo, al menos en la mansión no lo he visto y vengo de allí. Me preocupa que un mago ocupando un puesto muggle en una situación así avive aún más la llama en esta maldita guerra.

---

Off: Posteamos al mismo tiempo Elvis jaja ahí edité <3

Editado por Shelle Dumbledore B.L

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Eduard Smith
Agente del MACUSA
En la plaza con @Elvis F. Gryffindor

 

-Comprendo.- afirmo cuando este se disculpaba. -¿Estás seguro?- fue su reacción ante los ataques, mientras bajaba la mirada y se preocupaba por sus compañeros de trabajos, quizás no era alguien que sobresaliera del montón, pero si era uno que siempre se recordó de sus fechas de cumpleaños. Sin embargo, no podía creerlo ya que el MACUSA era una institución con altos protocolos de seguridad.

 

-¿Cuándo ocurrió esto? – Indaga a Elvis F. Gryffindor –espero que el presidente se encuentre bien, quizás deba regresar a mi país.- pero luego meditaba las palabras de la persona que lo había citado. –no se.- en ello observo que alguien más se reunía con ellos ( @ )

 

-no puedo negar que vuestro plan es ingenioso. – comenzó a tener dudas si era buena idea dividirse, además ¿Quién lo nombro jefe de planificaciones? Este sin duda no sabe nada del proceder de los aurores, ya que debería esperar órdenes y si toda su oficina había muerto ¿Acaso tendría autoridad para actuar en aquel país? –pero debo confirmar lo que has dicho. – refiriéndose al ataque del MACUSA.

 

Y con un sutil movimiento de varita crea un cuervo como Vociferador. Este comienza a volar y espera conseguir respuesta entre los Jefes de su país, quizás tardaría un tiempo, aunque el suficiente para actualizarlo sobre los hechos ocurridos. –Y les informo que no estamos solos.- le expreso ambos Gryffindor. Ya que se encontraba de espalda ante la nueva bruja, este se dirigió y le extendió la mano.

 

-Smith, Eduard.- Hace una larga pausa y la detalle. –supongo que eres una más que el Gryffindo invito a la reunión, al parecer tiene la elocuencia de citar a más de una persona en la plaza. – Y dando un sutil paso a la izquierda y dos hacia atrás, se ubicó en una posición que no le daría la espalda a nadie. –Sigo pensando que este lugar es muy poco seguro como para planificar algo, quizá debamos ir a otro lugar….- sugirió.

 

En ello llega un vociferador con la respuesta de la consulta del auror. –El MACUSA ha sido atacado, el presidente se encuentra a salvo, se le pide a todo el personal colaborar con las instituciones que han sido atacadas a nivel mundial.- En eso baja la mirada. “Entonces era verdad lo que decía el Gryffindor” pensaba. “¿Pero acaso debo seguir sus órdenes? ¿Por qué ese sujeto parece tener tanta organización y dirigir a las otras personas?” mira al Gryffindor.

 

-O bien sea momento de actuar, pero quizás sea mejor si vamos en grupo o crear una forma privada de comunicación.- Y luego evoco las palabras de la Gryffindor en su mente, quizás ella conocía que su padre arriesgara todo por sus seres queridos, pero imprudente.

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