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El Día de la Ira


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CBIknc8.png ¡¡Señà Sagita, Señà Sagita!! ¡Ola! ¡Míe! ¡La Señà Lucresia quié ablá conusté!

 

¿Cómo habíamos llegado a esta situación, en la que Babila saludó a Sagitas en medio de la Grimmault Place, cerca del lugar seguro en el que se situaba el Cuartel? Pues, a veces, las situaciones son más esperpénticas y lentas contadas que vivirlas en el momento. Todo se debía a la insistencia que Sean había ejercido ante el negrito para ver a Sagitas. La idea de usar de forma digamos original aquel rastreador de lechuzas había salido de aquella cabezota bastante cabal si no la comparamos con la rígida sociedad londinense. @@Sean -Ojo Loco- Linmer había accedido e incluso había escrito una nota para ella que habían puesto en la lechuza. Después... La soltaron.

 

El animal salió volando con aquel collar molesto en el cuello. Encontrar a la mujer a la que iba destinada le costó al principio y se reflejó en los puntos discontinuos que se movían en círculos en el mapa que tanto Babila como Sean ojeaban desde la mansión. Después... la encontró. Que nadie pregunte como lo hizo. Las Lechuzas Mensajeras saben exactamente cual es su cometido y están preparadas para cumplirlo pase lo que pase, sea el tiempo que sea y haya los peligros y amenazas por encima, por debajo o por los lados. Las lechuzas siempre llegan a su destino.

 

Antes, sin embargo, tuvieron que hacer frente al ataque de los dos elfos que para Babila eran conocidos. Estaba tan contento de la idea que había tenido para encontrar a la Señà Sagitas que no le importó que tiraran la puerta abajo. Eso sí, como castigo por venir en el momento justo, obligó a los dos elfitos Gusteu y Elfito a arreglarla y a quedarse a vigilar la casa, cuidando que los dos niños no la rompieran demasiado. Por mucho que ellos dijeron que traían una noticia importante para la dueña, Babila le pidió a un elfo que llevara a los animales a la cuadra, les diera de comer y que los cuidaran hasta que regresaran. Babila no estaba para demasiadas cosas en su cabeza. Tenía que perseguir una lechuza.

 

Babila no se lo pensó dos veces y salió con el mapa en la mano, agitándolo con fuerza y gritando al aire, mientras saltaba feliz por los jardines de la mansión y tomaba su moto, la que le había regalado la ama Sagitas, circulando sin mirar por las calles de Ottery, encauzando su camino hacia el lugar que se veía el movimiento de la lechuza en aquel mapa. Si Sean quería llegar hasta la mujer, tuvo que sentarse en aquella máquina y temblar porque el negrito miraba más al cielo y al mapa que a las señales de la carretera.

 

Cuando la lechuza llegó a destino, la marca del mapa desapareció. Babila frenó en seco la moto y bajó de ella, mirando alrededor. En el mapa estaba claro: la lechuza no estaba, se había perdido el rastro en aquella plaza, la llamada Grimmault Place. Babila cargó la máquina sobre el hombro y se acercó a un banco desvencijado, sorprendido que la idea hubiera ido bien hasta aquel momento. Claro que el pobre negrito no sabía que el lugar donde se encontraba Sagitas permanecía inmarcable y, por ello, ya no aparecía en el mapa.

 

-- Pos notá... Emo perdío la lexuza i no emo encontrao a la Señà Sagitas.

 

Había algo de decepción en su voz. Él quería demostrar al Señó Sian que tenía ideas buenas y había fallado. Y fue entonces cuando todo sucedió, así, como suceden las cosas, de golpe: una mujer que parecía borracha, empezó a golpear una puerta y a gritar el nombre de Xell Vladimir. Babila levantó la cabeza, sorprendido porque una desconocida gritara un nombre conocido. ¿Quién era aquella beoda?

 

Una voz salió del bolsillo de Babila y el negrito gritó ante la sorpresa. Metió la mano y encontró el espejo, aquel espejo roto porque se había perdido el compañeros y que Sagitas le había dado había tiempo, cuando se rompió el palacio de bukinjam con toos dentro. En él, la imagen de una mujer medio conocida hasta que se dio cuenta que si no se fijaba en el pelo, era la Italiana amiga de l'amito Thiago.

 

-- ¿Quié hablá conmigo? ¿É usté la señá Medici? Ah, quié ablá con la Señà Sagita, klaro. Pué no, no lankontramo, el Señó sian i llo. Emos llegao a Grimault Place pero emo perdío la pista dondestá, en el mapa no sale.

 

El mapa, sin embargo, ahora mostraba un punto quieto en círculos concéntricos que señalaba un punto. Babila dejó de mirar el espejo y miró hacia el lugar que indicaba. Una puerta se había abierto de la nada y una mujer conocida salió casi boqueando a la calle. A pesar de la distancia, si te fijabas, podrías ver furia en su cara. También miraba hacia la mujer que acababa de ser despedida con amenazas y que mencionaba a gritos el nombre de Xell Vladimir. Era Sagitas quien, desconcertada, daba un manotazo a una lechuza quien se empeñaba en darle un mensaje. Agachó la cabeza para leer lo que traía.

 

-- ¡A, si, míe...! Stá allá. -- El vozarrón de Babilá se dejó oír por toda la plaza al ponerse de pie y gritar, agitando el espejo hacia la mujer pelivioleta que se había quedado quieta, muy quieta, pensando en ese dicho de "tierra, trágame"-- ¡¡Señà Sagita, Señà Sagita!! ¡Ola! ¡Mié! ¡La Señà Lucresia quié ablá conusté!

 

Sagitas les miró, la miró, miró la carta y gruñó. TAl vez el gruñido sonó tan fuerte como el bozarrón del secretario de ministerial de Accidentes.

 

-- ¿Pero qué demonios estáis haciendo en Grimmault Place? ¿Y qué demonios es eso que te llevas a Ithilion a un parque de atracciones mug... de Londres?

Editado por Sagitas Potter Blue

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Grimmault Place, 12:

 

Aunque mi enfado seguía latiendo en la reunión, aquello dejó de tener importancia en cuanto la lugarteniente de la Orden entró en el Cuartel para escuchar lo que decía Mackenzie. Como estaba enfadada, no me percaté que había entrado diciendo que si era la reunión para compartir información y todo eso. Seguí cruzada de brazos y no pensé en eso hasta más tarde.

 

Mackenzie, a pesar de estar aún convaleciente, mantuvo el tipo y se quejó de que éramos pocos. Yo sonreí porque estaba segura que Ellie lo arreglaría, era la lugarteniente de la Orden; si ella mandaba un Patronus, a ella le harían más caso que a la viceministra, pues a su Pegasus sólo había acudido ella, de momento. Escuché por segunda vez su historia, tan horripilante como la primera vez que la habíamos escuchado. Era muy triste pensar que no podíamos confiar en nadie. Descrucé los brazos y me incliné un poquito hacia adelante para apoyar la frase de ella:

 

- Hay que rescatar a esos bebés. Necesitamos refuerzos.

 

En ningún momento se me pasó por la cabeza que Eillen dijera que no. Cuando Elvis volvió con nosotras acompañado de otra compañera, me alegré de tenerle pues él para mí se había convertido en un héroe al salvar a nuestra compañera y me daba cuenta que podía confiar en el primo porque, si me sucediera algo, él tardaría lo mínimo posible para conseguir rescatarme. También le sonreí. Teníamos una meta, en el Hospital Hindenburg en una hora, aunque no estaba segura la importancia de un periodista entre nosotros y un agente del MACUSA. Aunque cuantas más manos, mejor. Todo lo que contaba Mackenzie sobre el Redentis era horrible; ¿cómo alguien podría ser tan malvado para hacer eso?

 

- ¿Cuál es el "Plan B", primo Elvis? - me atreví a preguntar. Mi enojo había desaparecido hacía tiempo, sustituido por la urgencia de actuar, de estar preparando "un plan". - ¿Cómo vamos a ir de dos en dos? ¿Para ello no debiéramos conocer mejor el hospital?

 

Aquel estado de euforia no duró mucho. Las pocas palabras de Eileen no fueron nada prometedoras sino más bien lo contrario, desesperanzadoras. ¿Más reuniones? ¿Más misiones? ¿Des-unir el bando en varios lugares diferentes? ¡Pero si éramos poquísimas varitas!

 

Ahogué un gemido de sorpresa cuando ella dijo una promesa falsa y dijo que tenía que ocuparse de otra cosa. Sólo entonces recordé su frase inicial.

 

- Dijiste que esta reunión era para compartir información pero me da la sensación que sólo nosotros la hemos compartido contigo. No sabemos qué otras misiones hay ni porqué no las conocíamos nosotros. - Me había incluído cuando en realidad yo sólo había estado allá, la información era toda de Elvis y Mackenzie. - Nosotros llamamos pidiendo ayuda con un Patronus...

 

Era una queja que fue haciéndose cada vez más débil, no sé cómo me atrevía a hablar así a Eileen si no fuera por lo confundida que estaba con aquella situación. Esperaba ayuda y encontraba promesas baldías. Sagitas también pareció tomarlo mal, ofreciendo todas sus pertenencias, que no eran pocas, para aquella misión en Polonia. Por eso, la predisposición de Elvis, de Mackenzie y de tía Sagitas de ir igualmente al Hospital me hizo dar el paso. Me levanté para dar énfasis al apoyo incondicional que tenía hacia los tres:

 

- Yo también voy a ese hospital.

 

A eso iba cuando reconocí la furia creciente de Sagitas. Reconocí el valor que suponía aquel intento de no ceder a su cabreo y violentarse con alguien presente al pedir que necesitaba un minuto para tomar aire fresco.

 

- ¡Espera tía! - Dudé porque Mackenzie acababa de irse, valiente, sola, hacia allá, a Polonía. Pero entendía que Sagitas quisiera un minuto para recomponerse. Busqué en el maletín viejo y encontré un frasquito de poción de Filtro de la Paz y la perseguí. Creo que las dos necesitábamos un trago.

 

Apenas me había entretenido unos segundos en buscar la poción. Cuando salía a la calle, aquello se había convertido en un caos.

 

Sagitas gritando a... ¡Babila y a Sean!, una lechuza revoloteando por su cabeza. Una mujer gritando mi nombre. Babila con la moto cargada en el hombro como si fuera un saco de patatas y un espejo... ¡Oh, sí!, eso me enfadó de nuevo.

 

- ¿Tú puedes usar un espejo para hablar con Lucrezia y yo no puedo conversar con el Padre Andrew? - le grité desde la acera.

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Grimmauld Place Nº12

 

Me obligué a quedarme en silencio por algunos segundos, porque pasaban miles de cosas por mi cabeza y no estaba preparado tal vez, para responder a algunas de ellas. La Orden del Fénix estaba cada vez más desintegradas y no quería enfocarme en algún motivo en particular, porque estaba seguro que era por la suma de varios. Y aquello lo corroboré cuando en lugar de sumar una varita nos prometían el envió de ayuda.

 

¿Qué estaba ocurriendo en el mundo mágico? ¿Por qué antes todo parecía más fácil? Tal vez porque los problemas eran mucho más chicos y ahora eran internaciones y enormes. Parecía que fueran pequeños vasos de agua ante un incendio forestal. Era frustrante. Pero lo único que estaba seguro, porque lo estaba, es que iba a darlo todo. No me importaba en aquel momento la Orden del Fénix, sino el mundo mágico. Corría riesgo aquellos tantos de bebés, que eran nuestro futuro. Dejarlos era como abandonar el futuro.

 

¿Y si fuera mi hijo Elros el que estaba en ése hospital?” Se me erizó la piel de tan solo pensarlo. Pero mantenía aquella imagen frente a mi, como cegándome de todo lo demás, para incentivarme a hacer lo que sea. Hacer lo que sea representaba un riesgo completamente para mi persona. Pero si la Orden del Fénix no era representada por sus líderes, entonces iba a representarla en mi propia manera de ser y de actuar. Era el más viejo. ¿Por qué no usar eso a mi favor.

 

Muy bien. No se diga más —ante la confirmación de las chicas presentes y la despedida de Ellie. Empecé a dejar algunos pensamientos de lados. Y otros delante de mi. Estaba decidido a hacerlo. La imagen que me había impactado de Mackenzie al encontrarla en ése estado, se convirtió en un bebé sin rostro. Podía ser de cualquiera, tenía que hacer algo—. Soy de las personas que creen que todos tenemos un plan B escondido. Cuando sientas que tengas que recurrir a él, solo haz lo que dicte tu corazón

 

Le dirigí una sonrisa a la muchacha. No podía decirle el posible escenario, porque eso iba a hacer que retrocediera. Y tal vez necesitaba incentivo, porque era una bruja demasiado capaz. Mackenzie podía decir que se fue corriendo. Y eso me entusiasmo.

 

¡Pero el resto de la Orden del Fénix no conocía el punto donde se encontraba el hospital! Moví tres veces mi varita. La primera extendió aquel pergamino, la segunda marco algunas cuantas líneas que claramente llevaban a Polonia. Y la tercera dibujo un círculo que bordeaba el hospital y sus alrededores. Dejó el mapa allí, ya les había avisado a todo el grupo, si no respondían era su problema.

 

Tú te vienes conmigo —le dije a Zahil, tomándola de la mano. Para ése entonces, Mackenzie y Ellie se habían ido, Sagitas y Xell estaban haciendo no se qué en la entrada y quedábamos nosotros dos— ¿Recuerdas nuestros trabajos de a dos? Esto es igual. Granger y Gryffindor cubriéndose la espalda, ¿Si? Aunque sospecho que cubriremos algunas cuántas más.

 

No esperé ninguna aceptación de mi prima. Porque ella siempre estaba para mi (como yo para ella) la arrastré saliendo de la cocina y atravesando aquel pasillo. Cuando llegamos al umbral, pude ver que Sagitas y Xell aún estaban allí.

 

Había demasiado movimiento fuera del Grimmauld Place. Aunque el estatuto del secreto no estuviera vigente, el encantamiento Fidelio si. Y nadie que no supiera dónde estaba el edificio o que alguno de los miembros de la Orden le expresara explícitamente dónde estaba el cuartel, sería imposible verlo, ni entrar, mucho menos. Miré a Zahil.

 

Distracciones. Creo que a partir de ahora vamos a necesitar muchas de ellas Morphos, morphos, morphos…—le comenté, sacudiendo mi varita. Necesitaba sumar un poco más de adrenalina a mi cuerpo. Apunté en tres rincones: a un gran tacho de basura, a un banco de una plaza y a una columna. Se transformaron en un león, un lobo y un águila. Cada uno era un animal muggle que no llamaría la atención, pero que necesitaba que los presentes se alejaran de allí. Era nuestro cuartel. Atacarían a todos los que quisieran acercarse allí.

 

Aún aferrado a mi prima Zahil, abandonamos Grimmauld Place.

 

 

Hospital Hindenburg

 

Era la misma zona desolada que había visto hacía unas cuantas horas atrás. Miré el reloj y faltaban solo diez minutos para la hora que les había dicho a Shelle y a Eduard. Pero no podía quedarme de brazos cruzados mirando el reloj. Solté la mano de Zahil, porque necesitaba estar en una postura un poco más alerta. Le comenté, esperando que el resto llegara. O no. ¿Por qué esperar?

 

Realmente no tuve tiempo de ver si hay magia o magos/brujas aquí. Sólo encontré a Mackenzie y nos fuimos. Aunque creo que alguien tiene que haber, no puede estar totalmente desprotegido el sitio. ¿O si? —la miré por unos segundos—. Creo que lo primordial es encontrar a esos bebés y sacarlos de allí. Limitarnos a eso.

 

En aquel momento, habíamos aparecido al costado de una calle. Claramente era un barrio muggle, pero muy tranquilo. Solo había algunos autos estacionados pero las calles (que eran de tierra dura y compacta) parecían bastante solas. Solo algunas tenían en su fachada una luz encendida. El hospital a unos cuantos metros, también estaba silencioso. Pero desde allí, a unos 100 metros, se podían ver algunas figuras. Si eran policías o guardias no estaba seguro.

 

¿Dónde se habría aparecido Mackenzie?

 

Distracciones. Había funcionado una vez. Podía funcionar dos.

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Grimmauld Place #12

Islington, Londres

Lentamente, asiento al escuchar la respuesta de Mackenzie. No es la forma ideal de ejecutar aquella misión, pero últimamente nada es ideal... «Pero eso no significa que no podamos intentarlo». Por su parte, no tiene tiempo de preparar una gran cantidad de pociones pero algún lugar del cuartel general deben tener una despensa para los casos de emergencia. Le parece que, por los momentos, no hay nada que deba hacer en la cocina: sus compañeros están por partir, así que debe tener listas las cosas que podrían necesitar lo más pronto posible. Es una lástima que no cuente con las redes de información Hobbamock y Kaori, que podrían ser de utilidad para averiguar más acerca del hospital, pero no vale la pena apenarse por eso. Es perfectamente consciente de hasta donde puede apoyarlos y prefiere enfocarse en lo que sí puede hacer por ellos, que en todas las carencias que tiene como bruja y como miembro de la Orden del Fénix.

 

Sin embargo, por algún motivo la reunión se prolonga un poco más, a pesar de que las agujas del reloj no paran de moverse.

 

—Uhm... —Ellie frunce el ceño, confundida por el arrebato de aquella bruja, Sagitas. La verdad es que no sabe de qué circo habla y por qué se está golpeando el pecho, pero supone que lo mejor es seguir perdiendo el tiempo con tanta cháchara— Bien, puedes traer todas las cosas que puedas —pensaba que aquello estaba implícito, que todos los miembros de la Orden del Fénix aportan en la medida de lo posible a las misiones de la organización. No es que ella en lo personal pueda hacer mucho, siendo una bruja con poca popularidad y de clase media-baja, pero hace lo que se puede. Sin embargo, hay algo que quizás no están considerando y Ellie no quiere decir en voz alta, para no sonar pesimista. No son dos mil bultos: son dos mil seres humanos, con necesidades, incapaces de razonar como un adulto y muy delicados. No importa qué tantos recursos tengan ahora mismo, no pueden darse el lujo de dejar de buscar más.

 

Lo más probable es que sea todo el estrés acumulado. Ellie sabe muy bien que están viviendo una situación sin precedentes y hay personas capaces de mantenerse en sus cabales, otras no tanto... Aunque reconoce que le da curiosidad que aquella mujer mencione algo de un radio, justo cuando estaba pensando en eso y ni siquiera desarrolló en voz alta la vaga idea que se le ocurrió en un momento de desesperación. Esa idea se la guardó, al igual que su esperanza de encontrar una cura para la supuesta sustancia que inhibe la magia. No puede tratarse de legeremancia, pues ella misma es una oclumante. Quizás sólo fue una coincidencia.

 

—¿No escuchaste lo que dijo Mackenzie? Que la prioridad es rescatar a los bebés. No quiero retrasarlos y yo misma tengo que ir a enviar mensajes y preparar cosas, con la esperanza de que les sirvan en la misión. Ya habrá tiempo para ponerse al día y todo lo demás —le responde a la otra bruja, la que había estado enojado al principio aunque luego más emocionada por el rescate de los bebés, Xell. Frunce el ceño, la verdad es que no esperaba tanta hostilidad por... ¿por qué? ¿Por ofrecerse a apoyarlos en aquella misión?— Lo siento, pero no sé por quién o qué me toman. Todos somos miembros de la Orden del Fénix, todos estamos luchando por una causa justa. Y yo, en lo particular, sólo soy humana; por mucho que lo desee en ocasiones, no soy omnipotente y omnipresente. Pero sé que hago lo que puedo, al igual que los demás.

 

»Si... si acaso esta misión no llega a tener éxito... —añade por lo bajo— De mi no van a escuchar reclamos ni recriminaciones. Aunque seamos magos, al final del día sólo somos personas. Ahora más que nunca, es momento de recordarlo.

 

Con un suspiro, decide zanjar el tema y salir de la cocina. Tiene mucho que hacer, al igual que los demás, y perdió valioso tiempo.

 

Desde el salón del primer piso, conjura el encantamiento patronus. Hace mucho tiempo que no lo hace, pero su muñeca realiza el muñeco circular por inercia y las palabras salen de sus labios sin que apenas sea consciente de ello.

 

—Necesitamos apoyo —Ellie dice el mensaje en voz alta, para que sea reproducido a sus compañeros—. Una misión de rescate en el Hospital Hindenburg. Unos dos mil bebés secuestrados por el Inquisidor. Es urgente. Estas son las coordenadas...

 

Las lechuzas plateadas salen volando por la ventana y aunque normalmente se conformaría con ello, le prometió implícitamente a Mackenzie hacer todo lo posible. Así que saca el galón falso de su bolsillo, que poseen los miembros de la Orden del Fénix, y le da un golpe con su varita mágica. El número de serie de la moneda sería reemplazado por las coordenadas el lugar, que logró ver en el mapa de Elvis. En aquel momento, la habitación se ilumina por las llamas verdes de la chimenea y Ellie vuelve el rostro.

 

—Justo a tiempo —suspira, aliviada. A ella le envió un mensaje un poco más privado, para encomendarle una misión un poco más especial. Levanta una cartera de cuero que hace bastante ruido al moverse, y se la entrega a la bruja alta y morena—. Lleva esto contigo al Hospital, fue todo lo que pude reunir en tan poco tiempo. Lamento no ser de mayor ayuda, pero...

 

«¿A quién querría engañar? No soy precisamente una agente de campo. Estorbaría más de lo que podría ayudar».

 

Aunque, ahora que lo piensa, quizás debería preparar un lugar donde puedan guardar algunos niños. Y quizás conseguir comida, pañales, niñeras... Dos mil bebés, aquel no es un tema ligero.

Editado por Ellie Moody

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Ella dijo eso? Intenta parpadear para entender de que está hablando esa lechuza plateada, no es que sea lela o que su masa cerebral se desintegrara un tercio, es que no puede creer que dos mil bebés, seres indefensos como su hermano puedan ser secuestrados y ella quiere creer que es mentira, pero él patronus de lechuza no miente y se levanta de la mesa, tirando el pergamino y la tinta en la alfombra sin importarle en levantarla o limpiarla, tiene cosas más importantes que hacer ahora.

 

no quiero pensar quien podría ser tan desalmado, son bebés y no entienden nada, sea lo que sea lo averiguare - Pienso al instante mientras cruzo el umbral de la mansión Gryffindor dispuesta a desaparecer de allí cuanto antes -

 

Llegue al linde del permitido para desaparecer y antes de irme, miro atrás para cerciorarme que nadie me sigue o me ve, acto seguido desaparezco con un fogonazo de luz violeta hacia las inmediaciones del hospital Hinderburg, esperando llegar a tiempo allí y cuanto antes mejor, porque cuando hay bebés de por medio cada segundo cuenta para salvarlos y que estén bien.

 

Se tambalea ante el edificio del Hospital sintiéndose mareada y tarda en poder ponerse bien derecha y de pie, el saco violeta claro no la proteja del todo del viento, aunque al ser vampireza eso no le importe demasiado, su pantalón violeta está tan impoluto como siempre y sus zapatos violetas con taco parecen salido de revistas, pero hoy eso no le interesa en lo más mínimo y sus ojos azules normalmente calmados y alegres, lucen preocupados y apagados por igual, el rictus y la mueca en sus labios rojos, la hacen parecer triste y es que se siente mal por esos bebés y espera a sus compañeros para lograr hacer algo y poder rescatarlos cuanto antes mejor.

 

Ni si quiera sé porque lo hago, no pienso en que hacerlo sería peligroso, tampoco me importa, sólo pienso que sé quien quiero que esté ahí conmigo y pese a que presiento que alguien le avisará, levanto la varita mágica y conjuro el patronus esperando que le llegue.

 

- Misión de rescate en el hospital Hinderburg, ven en cuanto puedas papá, necesitaré tu ayuda, estas son las condenadas, yo ya estoy acá, te quiero, Lunita - Digo fuerte y claro y sonrío cuando un majestuoso perro San Bernardo sale de mi varita en la búsqueda de Elvis m, con sus patitas marrones bien definidas, su barril y su bello pelaje blanco y marrón claro, más notorio de lo habitual -

 

Suspiro lustrando con la punta de mi bota violeta mi otra bota, no lo hago porque esté sucia si no por los nervios de la misión de rescate, mientras tanto suspiro y sonrío pensando que todo saldrá bien y que mi nerviosismo no son fundados, hice otras misiones antes y esta no será la última así que solo debo esperar para entrar y ser paciente, mientras me pregunto si vendrá mi papá o no a la misión o si estarán alguno de mis familiares allí conmigo, sólo espero que así sea.

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Hospital Hindenburg

—Jo, ¿por qué no me dices a dónde vas? Dijiste que no habrían más secretos.

—...

Necesitas descansar un poco más. No te vayas.

Una punzada de dolor se extiende en su pecho, pero no se debe a las heridas que recibió en el ataque del Magicongreso. Conoce muy bien aquella sensación, pues vivió con ella durante la mayor parte de su vida, mientras ella y sus padres le ocultaban el mundo mágico a su propio hermano. Es cierto, hizo una promesa pero no se había dado cuenta de que no podía cumplirla. Aunque el Estatuto del Secreto Mágico haya caído, hay asuntos que no puede compartir con su madre bruja, mucho menos con su hermano squib y su padre nomaj. Y la Orden del Fénix es uno de esos asuntos. Ahora que no debe ocultar su naturaleza a John, más que nunca desea estar a su lado y acompañarlo en estos tiempos tan difíciles, pero lo cierto es que ahora mismo es incapaz de concebir la tranquilidad. Mucho menos, después de recibir el mensaje de Ellie Moody.

 

Joan camina por un callejón oscuro, atenta a los ruidos cercanos. Está vestida con un pantalón cargo negro, una camiseta negra de mangas largas y botas de combate negras, lo que considera la indumentaria adecuada para pasar desapercibida por sus pares no mágicos y a la vez involucrarse en una misión de aquel calibre. Es consciente de que su condición física no es la mejor. Las heridas que se ganó en el ataque al Magicongreso todavía están sanando y lo único que puede hacer es amortiguar el dolor con pociones, pero aquella es una situación que amerita que ponga en riesgo su integridad. ¿Qué importa su vida contra la de miles de bebés? No le interesa si son mágicos o no, lo que le parece horrible es que hayan sido separados de sus familias.

 

Al escuchar las voces se sobresalta, pero se tranquiliza para poder oírlas mejor.

 

Mientras se acerca con cautela, sostiene con fuerza la cartera de cuero que le proporcionó Ellie. No le explicó con muchos detalles lo que había allí, sólo que sería de ayuda para la misión. Supone que hay pociones, algún que otro artefacto mágico... No es eso lo que le preocupa, la verdad. Lo que le preocupa es en primer lugar, poder infiltrarse en el hospital. Y todavía queda pendiente el tema de movilizar a tantos bebés... ¿Cómo está segura de que es verdad? ¿De que no se trata de una broma? Ahora que lo piensa, es una maldita locura.

 

«¿Por qué esto aquí?». Cierra los ojos con fuerza y los rostros de su hermano y sus padres aparecen. Es cierto...

 

Levanta el rostro y observa a un hombre y una mujer a lo lejos, a la cercanía del hospital. No puede acercarse, pues quizás sean nomajs o simplemente no sean parte de las personas con las que deben reunirse, así que decide seguir vigilando desde las sombras.

Editado por Ellie Moody

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Lo que paso después paso muy rápido o la rubia lo quiso dejar pasar sin ponerle atención. No solo la orden mostraba un claro desinterés en trabajar junta sino que ella misma también. Suponía sin temor a equivocarse que los años, aunque no le afectaran físicamente, si lo estaban haciendo mentalmente. Era un rasgo de los vampiros que ella había logrado atrasar pero que cada vez se acentuaba mas en su persona, la necesidad de estar en solitario sin otros a su alrededor, los vampiros viejos solían pasar sus días solos o con poca gente y sus compañeros eran multitud. Bueno, no en aquel momento que mas parecían un pollo descabezado corriendo por el patio pero normalmente si eran mas que ahora.

 

La vampiro se estaba planteando que aquella fuera su ultima misión en equipo y que tal vez seria una especie de asesor al cual llamar de vez en cuando pero que no estaría mas en el interior de la organización, pero aquello lo pensaría mas adelante si lograban salir enteros de aquella misión que se le antojaba un poco suicida. Estaba tan ensimismada cuando su primo la tomo de la mano pero lo siguió sin dudar hacia Polonia. No dirigió una sola mirada atrás, a sus compañeros, solo miro hacia la plaza cuando su primo creo la distracción al caos de la calle fuera del cuartel.

 

- los viejos tiempos eran mejores - dijo sonriendo en respuesta a el recuerdo de sus andanzas en el cuartel.

 

Miro a su alrededor en busca de Mackenzie y de alguien mas que los hubiera seguido pero el resto parecía ocupado con tonterías fuera del Grimmauld Place y cada minuto que pasaba podían ser menos bebes que rescatar. Iba a decirle que dudaba que no hubiese protecciones, mas a sabiendas que había magos traidores entre las filas del lunatico del Inquisidor cuando un perro San Bernardo apareció frente a ellos con un mensaje para Elvis, al parecer no era la única Gryffindor que se habia lanzado de cabeza al precipicio para salvar a los bebes.

 

- Lunita esta aquí, sera mejor que la encontremos rápido, es demasiado impulsiva y no queremos que termine con una de esas pastillas en el estomago y Mack seguro debe estar por aquí merodeando, seguro nos reconocerá en cuanto nos vea

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~Benjamin Karkarov

No muchoa saben que él forma parte de la Orden del Fénix pues se mantiene siempre que puede. No es que no le importen los ideales de la Orden, le importan de verdad. Solo que él no se siente preparado para estar siempre al pie del cañón. Tiene ya suficiente con que Hobbamock lo haga, tiene ya suficiente con verlo salir y no saber cuando volverá. Pero hay días, como ese, en que no tiene otra alternativa. El patronus de Ellie llega a la habitación y da un mensaje bastante claro. Que alguien lo contacte significa que se necesita toda la ayuda posible. Le gustaría que Hobb estuviese junto a él.

 

No está seguro si está -en ese momento- intentando mantener a salvo los secretos de los paladines o usando todos los contactos del Presidente del MACUSA para encontrar al inquisidor y desmotar su operación. Esos eran los dos planes que el líder de la orden tenía en su mesa de noche la última vez que se vieron. Benjamin ni siquiera conoce los detalles, sería peligro para los tres conoce esos detalles. No sabe, por tanto, que misión está llevando acabo.

 

Además de la varita mágica tiene en la cintura un cinturón de armas. Guarda ahí varios kunais y shurinkens forjados en acero sagrado usando magia de paladines. Benjamin entrena en el templo desde hace un tiempo. Desde niño fue criado en artes marciales y muchas de las técnicas de pelea cuerpo a cuerpo de los paladines coincide con su aprendizaje pasado.

Abre un portal que tiene como destino las coordenadas enviadas por Ellie.

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Sede de las autoridades Federales Mágicas de Suiza, Berna

 

 

En la oficina el Canciller y sus vicecancilleres habían empezado con el protocolo de la reunión, como era costumbre el intercambio de presentes propios de cada país no podia faltar, era bien sabido que las relaciones entre Suiza y Francia siempre eran cordiales. Con un gran sonrisa y palabras de agradecimiento recibí los presentes, los entregue a mi asesora y me disponía a hablar con los diplomáticos Suizos cuando nos vimos interrumpidos por un nuevo miembro. El Señor @ habia llegado a la reunión, la verdad no se esperaba su presencia y me sorprendió aún mas cuando mencionó que habia sido invitado por mí, mire a mi hermana @@Lady Luxure Grindelwald, quien acercandose a mi rápidamente me explico que le habia enviado un misiva informándole de la reunión y al parecer lo habia tomado como una invitación, pero bueno ya que estaba aquí podríamos adelantar temas que nos importaban a las tres naciones.

 

-Buenos días a todos, un caluroso saludo de parte del pueblo Francés a sus países, Suiza e Inglaterra. Como lo ha dicho el señor Canciller la situación que nos trae a esta reunión no es otra que formar una alianza para contrarrestar las acciones violentas que se están provocando, luego de la caida del secreto. Es algo oportuno que pongamos en marcha los recursos para lograr proteger a los ciudadanos de nuestras naciones.

 

Francia ha empezado mayor movimiento de aurores para la protección de la Población civil, pero hemos visto cortos nuestros esfuerzos. Es por ellos que quisiera hacer dos propuestas que podrían ser alternativas para ayudarnos a superar este conflicto.

 

Levantándome del asiento, tone mi varita con la mano izquierda e hice una floritura, en ella se mostraba el edificio de Genetics Corporation, Ltd.

 

-Sabemos por fuentes confiables del departamento de aurores que esta organización muggle ha hecho una investigación que como resultado a dado el aislar el gen que permite ser mago, tras esto han desarrollado un medicamento, una pildora con la que pretenden acabar con este gen.

 

La propuesta de Francia es que realizemos una estrategia conjunta para acabar con el medicamento y desaparecer la información de esa investigación, por ser algo que hace vulnerable a los magos y brujas

 

Con otro movimiento de varita mostre ahora una resolución de la ONU

 

Ante los últimos ataques de la sociedad mágica perpetrados contra civiles inocentes,

 

las Naciones Unidas DECLARAN

 

la Prohibición de la Magia en todo el planeta y la persecución de cualquier ser que la practique.

 

Se ha dado orden de capturar y aislar a todo mago o bruja del mundo

 

y aquellos que se resistan serán ejecutados.

 

Suspiré tras mostrarles las palabras, era algo que nos amenazaba de manera radical.

 

-Esta resolución de la ONU ha hecho que los magos y brujas seamos perseguidos para ser exterminados y es algo que debemos corregir de manera inmediata. El temor se ha esparcido tal y como en la epoca de la inquisición y debemos buscar la mejor forma de evitar daño a nuestra gente

 

Cerre entonces mi intervención dejando las palabras al viento, era momento decidir y debatir cuales serian las mejores opciones para solucionar la situación.

 

@ @ @@Lady Luxure Grindelwald @

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Seguía merodeando mientras lanzaba hechizos protectores a diestra y siniestra, sabía que quizás no debía hacer eso pero la necesidad de estar segura era más fuerte que nada, me pregunté cuanto tardarían en venir y sonreí cuando escuché la inconfundible voz de Zahil, preguntándome si papá, Made o incluso Ellie estarían con ella, feliz de tener ayuda para aquella difícil y peligrosa empresa.

 

- Zahil, estoy aquí en el otro lado, esperando para entrar, lamento si los asuste con mi patronus es que quería pedir refuerzos, no quería entrar sola, ahora si que estamos todos, como rescataremos a los bebés? Qué haremos? - Le pregunté al verla desde donde estaba y preguntándome cuál de todos esos magos y brujas serían Ellie y papá Elvis -

 

Sonreí cuando los divisé y los saludé con la mano, esperándolos allí y preguntándome si podríamos salvarlos a todos o no, mis ojos seguían escáneandolo todo y pude escuchar pasos de un hombre y una mujer y lo que parecía ser llanto, era de un bebé, un perro o un gato? Todos esos eran interrogantes mientras los esperaba y levantaba la varita mágica, preguntándome si podríamos salvarlos a todos o no y diciéndome que Unidos venceríamos de seguro.

 

-Escucho a los bebés llorar.. y como pasos, alguien camina y no sé quién sea, eso es todo cuanto escucho desde aquí, qué creen que sea? Algo me dice que tendremos más sorpresas así que preparemos las varitas si? - Les dije esperando que estuvieran todos preparados y pensando en la mejor forma de entrar -

 

Era temeraria e impulsiva, a veces ser así era una bendición pero en esa ocasión podría ser una catástrofe y máximo si no pensaba en un plan de acción y en algo por hacer.

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