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El Día de la Ira


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Bangor, Maine

Hace varias semanas

 

Joan recorre el borde de la taza con el dedo índice, donde el café se enfría sin que haya tomado un sólo sorbo. Mientras su madre solloza, su padre le toma las manos a John, intentando aplacarlo. En la televisión del salón, una reportera narra la masacre de Guernsey. «Todas las transmisiones en vivo desde el Canal de la Mancha se interrumpieron al mismo tiempo. Hasta los momentos, ha sido imposible el contacto con el crucero, incluyendo a su personal y pasajeros. Sin embargo, parece ser evidente que el crucero Encanto del Mar fue el objetivo de un ataque de naturaleza mágica. Como saben nuestros espectadores, los últimos días han salido a la luz testimonios...». Su hermano observa fijamente las imágenes que aparecen en la pantalla plana, ignorando los ruegos de su madre de apagar el equipo y dejarles hablar e incluso la voz firme de su padre, exigiéndole que les muestre un poco de respeto.

 

—¿Por qué tendría que hacerlo? —masculla él, sacudiéndose del agarre de su padre y levantándose de la mesa— ¿Porque ustedes me mostraron mucho respeto, cuando me mintieron todos estos años? ¿Porque ustedes, brujos, están respetando demasiado a los míos?

 

—¡Oh, por favor! —su madre pierde la paciencia y golpea la mesa con un puño— Estás hablando como si fuéramos... una especie de secta, u otra especie, o algo por el estilo... ¡Todos somos personas! Tu padre ni siquiera es un mago, por el amor al cielo.

 

»Somos una familia, John. Yo sólo... Nosotros... no queríamos...

 

—No querían que estuviera celoso —el muchacho recoge su chaqueta de la silla y toma las llaves del auto—. No querían que me sintiera inferior, porque ustedes se creen superiores. Y probablemente lo sean —añade por lo bajo, dándole un vistazo al televisor—. Son un peligro para la sociedad.

 

—Joan, ¿puedes hablar con tu hermano? Por favor, dile que está exagerando —interviene su padre.

 

Pero ¿qué se supone que debe decir? «Lamentamos que te sientas así, lo que pasa es que creíamos que nos llevaríamos el Secreto a la tumba. No imaginamos que habría un mago lo suficientemente loco como para exponernos». Como Joan lo ve, aquel plan, aquella mentira que mantuvo durante tanto años en complicidad con su madre y su padre, no podía tener otro final que no fuera ese. Durante años pensó en lo que pasaría si... no, cuando John descubriera que ella y su madre eran brujas. Pensó en un montón de explicaciones, de excusas, de disculpas. Se imaginó muchísimos escenarios. Pero la verdad es que nunca estaría preparada para confrontarlo. Y ahora, cuando es justo lo que está sucediendo, lo confirma: no puede hacer ni decir nada. El daño está hecho, lo estuvo desde hace muchos años. Le gustaría echarle la culpa a sus padres, que la convencieron de mentirle a su hermano, pero ¿acaso le pusieron un arma en la cabeza? No. Ella fue cómplice... porque, en el fondo, sentía lástima. No culpa, como intentó convencerse, ¡sino lástima!

 

Durante años ha pregonado la idea de que los magos y los no mágicos son iguales, pero durante años le ha mentido a John y le ha servido al MACUSA desmemorizando nomajs. Es una grandísima hipócrita.

 

Cuando levanta la vista, se da cuenta de que sus padres y su hermano la observan, expectante. Sus padres, con desesperación; y su hermano... esperanzado. Pero no puede darle la respuesta que quiere oír. No más mentiras.

 

—No tengo nada para decir —musita, clavando la mirada en su taza de café ya frío.

 

Y John sale por la puerta. Y no regresa.

 

Washington Heights, Nueva York

El Día de la Ira

 

—¡Es un maldito psicópata!

 

—De ésos hay en todos lados. Pero no nos define a todos. Somos individuos, algunos buenos, otros malos... Tu nos conoces, John. Somos tu familia. Conoces a Joan. Sabes que ella nunca, nunca...

 

—Lo sé.

 

—Ahora más que nunca, tenemos que permanecer juntos. Sin más secretos. Nunca más.

 

—Joan... ¿ella estará bien?

 

—Aún en su estado, logró huir del Woolworth Building antes de que entrar a terminar el trabajo. Pero no puedo decir lo mismo por todas las personas que estaban en el edificio. Además, teniendo en cuenta que el Ala de Asuntos Mágicos del Hospital Presbiteriano fue atacado... bueno...

 

—Pero tenemos suerte de que seas medimaga, mamá. Lo siento.

 

—Shh... creo que está despertando...

 

Tiene la esperanza de que los recuerdos del ataque al Magicongreso no sean más que un mal sueño. Sin embargo, cuando siente el ardor de las quemaduras y el dolor de los golpes, la realidad la aplasta. Lentamente, abre los ojos. Le cuesta reconocer que aquella se trata de su dormitorio, en su apartamento. Sin embargo, al verse súbitamente rodeada por su familia reunida, una sonrisa intenta asomarse en sus labios. Sabe que está en casa.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Black Lestrange se encontraba sentado sobre una silla de madera mientras miraba hacia la puerta, rara vez giraba su cabeza para ver a la persona que se encontraba en aquel lugar, pero podía sentir su ansiedad, parecía querer comunicarse con todos los que conformaban la Orden del Fénix, pero había recibido respuesta de muy pocos. Él no había llegado ahí en modo de respuesta, si le hubiesen dado a elegir, estaría buscando a cada miembro de su familia que después de los ataques había perdido la pista de todos ellos. Suspiró. Tampoco había tenido noticias de Kaori, sólo aquel patronus pidiéndole que se encontrarán en aquel lugar, pero ya llevaba cuatro horas en aquel sitio y de Kaori ni un solo mensaje, se comenzaba a poner ansioso por el paradero de su esposa, ¿en qué momento había aceptado que ella regresará a trabajar sola? Debió haber insistido en acompañarla, pero ella le había dicho que ella ya había cargado con Sammael 9 meses, que era su turno de cuidar al niño y no pudo contradecirle.

Se puso de pie para dirigirse a la habitación donde su Demiguise cuidaba del pequeño demonio, pero antes de avanzar a la habitación, aquel compañero que no se había dirigido a él en todo el rato le estaba haciendo una pregunta.

«¿Qué, Qué opinaba?» pensó tratando de que sus palabras no fueran tomadas de mala manera. El tenía diferentes opiniones, desde que había gente que se subían a un ladrillo y se mareaban con tan poco poder y que todo aquello era consecuencia a los actos antes cometido por Malfoy, más bien por la ausencia de aquel personaje en las acciones de su pueblo. Abrió la boca tratando de darle su opinión, pero la volvió a cerrar al escuchar el nombre de la ex Vice-ministra para soltar una carcajada sonora. ¿Qué esperaba que hiciera Malfoy ahora siendo parte de la Confederación Internacional, cuando como Vice-ministra no había hecho nada por su pueblo? Era obvio que al menos él, no era muy fan de la srita Malfoy.

—En cierta manera todos estamos aquí, —comenzó a decir —quizás no físicamente, pero al menos de espíritu y de corazón, si la gente no ha llegado es quizá, por que ya estén ayudando.

Sonrió a boca cerrada y levantó los hombros como restándole importancia a sus palabras. Fabiano, su elfo doméstico y el Demiguise que cuidaba de Sammael, salieron de la habitación en la que estaban. Aries tomó en brazos a su pequeño hijo y logrando ponérselo como canguro miró al Gryffindor.

—Tienes razón, es momento de dejar de esperar por los demás, quizás más tarde nos podamos encontrar de nuevo con ellos, ahora, ¿Dónde crees que debamos ir a brindar nuestra ayuda?

Pero al parecer los pensamientos de cada uno estaban en diferentes frecuencias, por que mientras él trataba de ir a algún lugar para ayudar, él caballero presente, quería la cabeza de Yaxley. Y en ese momento, el también quería su cabeza, hacía tiempo que no asesinaba a nadie a sangre fría que de solo imaginar el emboscar a Aaron Black para matarlo le habían hecho sonreír. Lo malo era que su compañero había hecho una referencia a su cabeza política y no a la de él como ser humano, pero él tenía un dicho presente en su cabeza. «Muerto el perro…»

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Torre de Ravenclaw

Instantes previos al bombardeo



Kalevi no había querido ir hasta allá, no tenían permiso, si sus prefectos los descubrían iban a ser castigados pero jamás pudo decirle que no a su hermana. Ámbar Delacour, estudiante de primer año, era un torbellino de malas ideas e intelecto, la perfecta combinación entre sus padres, y la devoción del muchacho. En el monasterio, junto a los sacerdotes que los protegieron,hasta hacía pocos meses atrás, se dieron a conocer como "hermanos" aunque bien se sabía que no habían compartido vientre, ni progenitor.


Las ganas que tenía la muchacha de ver a los gemelos Snegovik la cegaban desde su ingreso a Hogwarts, por lo que ante el primer exámen de transformaciones encontró la excusa perfecta para visitar la torre de Ravenclaw, casa a donde pertenecían Baleiro e Insomnia, aunque sus madres fuesen Slytherin en la juventud.


—Delacour, si nos pillan por aquí perderemos puntos y el grupo nos matará.


Kalevi era igual de alocado que ella, pero con una leve voz de moralidad y diplomacia.


—No seas llorón, será solo un momento, ellos van más avanzados, estoy segura de que nos podrán ayudar.


Aunque no era aquel el deseo de Ámbar, sino más bien, conversar con Insomnia. Su madre no hablaba mucho de ella, tampoco de su hermano, pero sabía que les guardaba cariño. Hacía años ya que no mencionaba nada relativo a Oniria, y eso incluía a sus hijos; era por las visitas a Leah, su mentora, que les conoció, y aunque la mayor de los gemelos le llevase varios años, la traía loca de atar.


Unos metros más allá se encontraban las escaleras para subir a la torre, la pelirroja parecía decidida pero algo le hizo detenerse. Su primo, de pronto, comenzó a comportarse extraño. Tieso como una estatua de mármol se aferró a la manga holgada de su túnica con bordes verde y plata, tenía las pupilas dilatadas y el rostro pálido. Kalevi tenía muchos parecidos a su madre, aunque ésta solo alegase que era la viva imagen de su padre. Su instinto de lobo le decía que algo en el ambiente había cambiado, en el aire, el mismo instinto que siempre los mantuvo a salvo en el monasterio.


—¡Cúbrete!— gritó.


Ámbar no entendía el por qué de su desesperada reacción,más antes de poder alegar nada, el castaño se lanzó sobre ella y algo explotó. Parecía como si medio Hogwarts se hubiese venido abajo.


Estaba sorda, aunque podía oír que él le llamaba, que la tocaba para preguntarle si estaba bien. Tenía un insoportable pitido en la cabeza que confundía las palabras ¿Qué había pasado? Kalev jalaba de ella para que se pusiera en pie, gritaba histérico y señalaba el pasillo que parecía estar a punto de desplomarse también. Delacour oía pedidos de auxilio, personas que tosían y lloraban. Entró en pánico.


—¡Ámbar, tenemos que irnos, debemos ponernos a resguardo en el gran salón!


Kalevi intentaba hacerla entrar en razón. Pero la más joven de los Macnair, una vez consiguió ponerse en pie, además de notar que le faltaba un zapato supo que aquello era solo el comienzo del desastre. Miraba fijamente la escalera obstruida de la torre y pensaba que necesitaban ayuda, que tenía que actuar, que Insomnia estaba ahí… hubo una segunda explosión,pero esta vez en su cabeza.


¡Insomnia! Casi se desmaya. Librandose del agarre del muchacho intentó, en vano, quitar los pesados escombros con las manos pero no puedo hacer más que herirse las palmas, ma piedra estaba caliente. Volteó, con el rostro desencajado y lleno de polvo, casi al borde de las lágrimas, comprendiendo el peligro en que les había puesto.


—Ellos están ahí— Alegó, sus labios se fruncieron como una niña que acaba de ser regañada


—Con sus prefectos, Ámbar, debemos irnos ya, demonios


El lycan comenzaba a perder la paciencia por temor a otro ataque aéreo. Aún podía oír el chirrido de los motores y las turbinas muggles sobrevolando el castillo.


—Tengo que ayudarlos, Kalev, están atrapados.


— Mírame— le dijo tomándola por las mejillas, su hermana era bellísima aún con un profundo corte en la cien — No podemos hacer nada por ellos más que confiar en que sus prefectos les sacarán sanos y salvos, quizás ya usaron las chimeneas y somos los únicos a descubierto, tenemos que irnos… Ámbar, por favor.


La familia era lo primordial, ya lo había expuesto demasiado como para negarse así que apoyada en su brazo emprendieron la marcha hacia el gran salón. Kalevi tenía algunos rasguños, nada que su sangre de licantropo no regenerase rápidamente. En cambio ella, al caer se había doblado un tobillo que poco a poco empezaba a inflamarse por la exigencia al caminar, estaba, al igual que él, cubierta de polvillo grisáceo, y tenía un horrible corte a un costado de la frente.


—¿Crees que Rohana esté bien?


Le preguntó el chico reparando en que habían olvidado por completo la estadía de su prima mayor en Hogwarts. Con el tiempo que la joven bruja llevaba ignorandolos desde su arribo, no sería para menos. Aún así, los ojos color caramelo de Delacour se abrieron desmesuradamente. Podrían ignorarse en la escuela, pero ella amaba a Hana. Enseguida un nudo se asentó en la boca de su estómago cuando estaban llegando a la zona de las mazmorras. Si acudían al comedor sin sus prefectos deberían dar demasiadas explicaciones.


"¡Kalevi, Ámbar!"


La pelirroja buscó desesperada esos gritos. Nada se comparaba, en el universo, con un Macnair vociferando; aunque todos fueran trozos de diferentes familias, la herencia había sido legada.


—¡¡Hana!!


Las mazmorras estaban aún peor que la torre de Ravenclaw, cosa que preocupó al dúo por igual. La bruja alzó una mano antes de soltar a Kalev, quién le ayudaba a caminar, y atravesar cojeando el resto del tramo hasta estrechar a la morena entre sus brazos. Ambas estaban cubiertas de sangre, sudor y polvo.


—¿Estás bien, te has hecho daño?


Preguntó examinando su cuerpo con detenimiento mientras las paredes volvían a estremecerse y un perfecto aparecía en escena exigiendo su presencia en el gran salón. No podía dejar de verla, estaba algo magullada aunque completa. Pensaba en el peligro que estaban corriendo, en los Snegovik. En sus propios amigos.


Tomó la mano de Kalevi y se aferró con fuerza a ella. Estaba asustada





San Mungo

Instantes después del ataque simultáneo.


Arya, como antiguo profesor de duelos, miembro activo de la comunidad docente y madre, además de médico, recibió el memo en sus instalaciones "privadas". Había prometido colaborar con San Mungo por el enorme respeto que profesaba hacia la institución pero aún no se le había ofrecido una oficina dentro del lugar. La clínica quirúrgica dónde trabajaba se sumió de repente en el más profundo de los silencios mientras ella leía "Hogwarts ha sido atacado".


El corazón le huyó del pecho con tanta rapidez que perdió el aire, el habla y casi la conciencia ¿Qué monstruo sería capaz de atacar un sitio que alberga niños inofensivos? Que claro, los muggles no perdonaban a un solo mago o bruja, así se tratase sólo de un bebé; eran amenazas en el radar. Casi por instinto presionó, con exagerada fuerza, el botón de su intercomunicador mágico y vociferó:


—¡Comuníquense inmediatamente con el Director de San Mungo!


Por inercia saltó de la silla antes de recibir la respuesta de Laura llevando consigo un abrigo que no necesitaría más tenía que aferrarse a algo para no caer. Atravesó la puerta como un rayo y desapareció sin más, a pie, pues estaba claro que las redes de transporte mágico se encontraban no solo colapsadas, sino bloqueadas por el Departamento de seguridad mágica. Tenía que llegar a San Mungo, aunque su cerebro le pedía a gritos que corriese a Hogwarts; no había forma de llegar en un parpadeo al colegio.


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El chacal empujó la puerta de emergencias con ambas patas y antes de que éstas, pesadas, se volvieran contra él, ingresó. Tenía la lengua afuera y se le notaba fatigado por la carrera. Algunos enfermeros residentes se asombraron al verle allí dentro, un animal tan salvaje en la sala de urgencias de un inmenso hospital mágico. Fue como una ruptura de asombro entre tanto pánico. Pero quienes ya le conocían, los viejos empleados del lugar, se acercaron con presura portando una simple bata blanca en la mano que le tendieron a la animago.


Arya abandonó su cuerpo canino para recuperar la perfecta silueta de una mujer adulta que escondía la desnudes tras una bata abotonada y ordenaba que fueran a llamar al Director.


—El señor Ragnarok está por acá, señora Macnair— Respondió cuan soldado un enfermero.


Ella lo miró terminando de abotonar la bata y transformándola con un morphos en un enterizo azul claro. Quería decirle que la próxima vez que le llamase "señora" iba a arrancarle la lengua con las manos pero lo que vio detrás de él le quitó las palabras. Era tanta la necesidad que tenía de hablar con Hades que no fue capaz de ver más allá. El hospital había sido atacado, igual Hogwarts y se rumoreaba entre los pasillos que el MACUSA corría la misma suerte, o desgracia. El mundo mágico de un momento a otro se había puesto de cabeza.


Arya lo empujó, con delicadeza, como si los techos caídos y las personas llorando fuesen más importantes —que lo eran— enfilando sus pasos a donde sus oídos oían la voz del mortífago, llegando justo a tiempo para oír que los atacantes se habían llevado a todos los bebés del ala de maternidad. Tragó en seco, lo vivido resultaba una pesadilla.


—Ragnarok— Lo llamó colocando una mano en su hombro y dando rápidamente un paso atrás para que, si lo tomaba por sorpresa, al voltear Hades no golpeara su abultado vientre.


—He venido en cuanto supe lo de Hogwarts, han sido atacados... pero no tenía idea que aquí estaba sucediendo lo mismo ¿En qué puedo ayudar? he enviado a mis mejores médicos al Ministerio, en escobas, pero no tengo forma de llegar al colegio, si seguridad es máxima y los hechizos no funcionan.


Quería decirle que sus hijos estaban allí pero tenía que confiar en los Profesores. Ser profesional, actuar en frío, pensar.


—He oído decir a tus enfermos que armaron hospitales móviles en sitios seguros, puedo llevar a algunos pacientes a través del haz de la noche.


Agregó, se le notaba cansada, pero no se detendría.




HABITACIÓN 507

PACIENTE: EILON RICE


Tenía la boca pastosa, los ojos hinchados y el estómago cerrado. Habían cerrado las persianas para que no le molestara la luz, oía a las enfermeras que le visitaban decir que debía descansar, reponer fuerzas, que pronto despertaría. Lo cierto era que llevaba varios días despierta, yendo y viniendo de la inconsciencia. Recordaba haber ido al cine con James, haber pasado una velada encantadora ¿pero luego? gritos, sangre, todo se ponía borroso, confuso.


Cuando el primer proyectil impactó en el hospital la luz ingresó de golpe. Nuevamente se oyeron gritos pero no se parecían demasiado a los de sus sueños. Veía a algunas personas corriendo, el suelo bajo la bata corta de paciente estaba frío. Se hacía caído de la cama, el suero que llevaba en el brazo se le cortó, la aguja lastimó la piel, se había golpeado un poco la cabeza pero nada grave. Estaba aturdida más que herida.


Con cuidado se arrastró hasta la silla donde alguien había tenido la amabilidad de colgar sus pertenencias, de soslayo veía hombres uniformados con grandes armas marchando en dirección uniforme. El ala de pacientes en recuperación no estaba muy lejos de la nursery.


¿Qué estaba pasando?


Re buscó en su bolso hasta encontrar el móvil, 5% de batería ¿por qué no había llevado el cargador consigo? siempre acababa por reprocharse lo mismo. Intentó marcarle a alguien pero no recordaba ningún número. Abrió el registro de llamadas, nada. Las manos comenzaron a temblarle cuando oyó algunos disparos lejanos.


"Usted tiene un mensaje de texto" El cartel casi le hace llorar. Con letras negras, chillonas, en medio de la pantalla.


"¿Dónde estás?

Karla ha hablado con James, dice que tuvieron un accidente de coche.

Que estás en el hospital ¿Qué coche Rice? Tú no tienes ningún coche"


Por un momento olvidó lo asustada que estaba o que los músculos no le respondían por llevar tantos días acostada. Quillan cuando se molestaba era encantador, como un peluche asesino. Desde que lo conoció en la Universidad de Oxford habían cuadrado, casi como si fueran familia. Muchos bromeaban con que eran la pareja perfecta más él tenía sus asuntos y ella salía con James, un nerd demasiado aburrido para sus amigas.


"Estoy en San Mungo.

Pero no tengo idea de qué fue lo que pasó.

Quillan, tienes que sacarme de aquí, están atacando

el hospital.

Apresúrate, tengo miedo"


2% de batería. Estaba acabada


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Kaori M.

 

Las ultimas semanas habían sido un completo caos. Cuando al fin pensaron que todo mejoraría y tendrían un descanso se dieron los ataques a muggles en donde perdió la vida demasiada gente. El enemigo al que se enfrentaban era grande y poderoso, tanto que cualquier esfuerzo que hacían por traer tiempos de paz una vez más, se veían inútiles. La represalia que había surgido a partir de esos ataques había sido desoladora.

 

Habían atacado a la comunidad mágica en donde más les dolía, los más jóvenes, los más indefensos. Aun no podía recuperarse del shock inicial cuando supo lo sucedido y el dolor tan inmenso que estaban sufriendo muchas de las familias mágicas en ese momento, la sola idea de que algo malo le pudiera llegar a pasar a su hijo le resulto aterradora. Hasta ese momento había Kaori había contenido las ganas de ir corriendo a ver a su familia y es que aun tenían cosas importantes que hacer.

 

—Los bebés son los más vulnerables —le respondió a Ellie quien estaba sentada frente a la chimenea —Sus padres deben estar devastados y en esas circunstancias en lugar de ser un apoyo a la comunidad mágica, son una carga. No sabes en que momento producto de la tristeza o desesperación vayan a hacer alguna estupidez —Le respondió mientras abría una tercera nota.

 

En cada una de las misivas que le envían, las noticias eran las mismas, había demasiadas bajas y el éxodo de magos que vivían en zonas muggles hacía pueblos o lugares mágicos era cada vez más grande, así también las desapariciones eran más seguidas, en una de ellas incluso mencionaban campos de concentración en donde estaban aprisionando a magos y brujas. ¿Cómo es que iban a salir de esa situación? No tenía ni idea.

 

— ¿A dónde va? ***** que mal momento escogió para irse así sin mas —se quejó la bruja al ver como Graves salía de la cabaña y metros más allá desaparecía. Aun miraba por la ventana cuando un sonoro crack la hizo girarse de inmediato ya con su varita en la mano. La bajó apenas reconoció a la elfina.

 

—Mi ama Valkyria le envía esto. Dijo que era importante —la criatura tenía el semblante preocupado mientras le entregaba un frasquito con los recuerdos de la bruja.

 

—¿Dónde está ella? — Preguntó confundida mientras buscaba un antiguo pensadero en forma de concha de mar que en alguna otra ocasión ya había usado

 

—No lo sé, pero había muchas sirenas y gente intentando atraparla—les contó.

 

La respuesta de la elfina la preocupó, así que sin perder tiempo vertió los recuerdos en aquel liquido parecido al mercurio y luego metió la cabeza, no supo cuanto tiempo tardó en observar todo lo que Valkyria le quería enseñar, pero cuando levantó la cabeza su rostro lucía pálido y tenía nauseas.

 

—Debes verlo...—Dijo en un susurro, mientras buscaba la moneda del simposio entre su ropa y llamaba a Goderic y Emily.

 

 

@@Ellie Moody @@Emily Karkarov @@Goderic Slithering

Editado por Roxanne W.

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DIA DE LA IRA

HADES RAGNAROK DIRECTOR DE SAN MUNGO

DESPUES DEL ATAQUE…

 

La religión, la demencia, el fanatismo, el extremismo

Y muchas cosas más ocupan territorios contiguos

En la mente. Históricamente los cultos han

Transitado entre todas.

 

Seguía sin poder creer lo que acababa de ocurrir en su hospital. ¿Cómo había sido posible aquella humillación y para colmo aquel sucio ataque?, siempre había jurado que San Mungo era un lugar seguro y mucho más una vez que había tomado el control del hospital. Ahora, allí se encontraba observando con sus propios ojos el desastre que había quedado una vez que los muggles se habían retirado.

 

-jamás debí confiarme –se repitió una y otra vez- Maldición, ¿Cómo pude dejar que pasara esto?

 

Si bien había terminado la guerra, el hijo de la noche sabia que aunque había paz la situación seguía tensa a causa de los extremistas de ambos lados. El había estado en la reunión de los sagrados 28 pero jamás pensó que la situación llegaría a tal punto que atacaran a los más indefensos, a los niños recién nacidos.

 

-¿Qué es lo que ha dicho sobre Hogwarts? –pregunto volviéndose rápidamente mirando inquisidoramente a @ quien había llamado su atención.

 

En realidad, el vampiro no sabía nada de lo que estaba sucediendo a las afueras, no se había enterado aun del ataque al colegio mágico y al Macusa. Seguramente en lo que entrara a su oficina encontraría innumerable pergaminos dirigidos a él con todas las informaciones.

 

-¿Cómo que han atacado a Hogwarts? –pregunto nuevamente- por todos los dioses, ¿Qué demonios ha pasado? –la interrogo.

 

Sin embargo, aunque la joven no había dicho nada aun en su cerebro ya se estaban formando algunos planes. Si en verdad habían atacado otro lugar a parte de san Mungo quería decir que las cosas eran mas graves de la que suponía, mas cuando al fin entendió lo que la chica le estaba pidiendo. Un lugar donde atender heridos.

 

-Por allí –dijo el cainita señalando un ala completa de la institución- allí podemos atender los heridos, vayan preparando todo, pociones, ingredientes, si es necesario traer más camillas pues háganlo –comento en tono apremiante- Si necesitan algo mas solo tienen que pedirlo –dijo- hay que actuar rápido, hay que colocar hospitales móviles en sitios seguros donde nadie pueda interrumpir y atacarnos nuevamente.

 

Una hora después…

 

El cainita escucho una voz que nos e esperaba, más aun, no muchos se atrevían a llamarlo por su apellido de aquella forma. Cuando sintió el toque en su brazo se volteo rápidamente para encontrarse cara a cara con aquel rostro.

 

-Así que es cierto y no es una pesadilla –dijo el vampiro al escuchar lo del colegio mágico, si Arya se lo estaba diciendo no había más que decir, aquello estaba confirmado- aquí el ataque fue certero, hay heridos pero nada grave, pero hay algo mucho peor en todo esto –miro a la mujer a los ojos- se han llevado a todos los niños recién nacidos.

 

Aquello si hubiera podido sentir dolor de estomago seguramente le hubiera causado uno. Sentía como su pecho amenazaba con explotar de la ira contenida, solo que debía controlarse, aunque deseaba eliminar a todo muggle que se cruzara poro su camino debía ser “profesional” y actuar como era debido.

 

-Si, se están preparando hospitales móviles en lugares estratégicos, muchos de los sanadores han partido a los diferentes lugares, otros se han quedado aquí, es necesario atender a los que lleguen, si lo que me han contado es cierto estoy seguro que llegaran muchos más –comento.

 

Justo en aquel momento cayó en cuenta de algo realmente importante y que se le había pasado por alto. Esperaba que no fiera así, pero de una u otra forma la imagen llego a su cabeza como una centella y un trueno segundos después rompiendo el silencio.

 

-Macnair –dijo a Arya- ¿Cissy ya sabe de esto? –le pregunto sabiendo que habían familiares de las Macnair en Hogwarts- si no lo sabe se volverá loca cuando se entere –dijo para luego darse cuenta de algo mas- tu también tienes personas allí ¿cierto? –le pregunto- podemos… -pensó un segundo- las defensas de Hogwarts deben haber caído, podemos enviar un grupo hasta allá, al menos intentar llegar lo más cerca posible para atender a los niños heridos –dijo hablando rápidamente- hay que preparar eso ya, no podemos perder un segundo, si lo deseas te puedes encargar de ello, supongo que puedo confiar en ti para esa misión

 

El Ragnarok pensó en todo aquello y supo que de una u otra forma era lo que debían hacer, había niños en peligro y quién sabe ¿Cuántos muertos?

 

-También hay que salir a buscar a los recién nacidos secuestrados –dijo.

 

@@Arya Macnair

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El Lago Negro
Ciudad de las Sirenas
El demonio despertó, su cuerpo se encontraba maltratado y su varita se había quebrantado. Aquellas criaturas únicas semihumanas le recordaban, eran gentiles y hermosas.
-Sr. Luxure.
Comenta Silvestre un viejo duende, quien era el guardián y protector de ese paraje, además dirigía una comunidad de seres mágicos. Este vestía con traje corroído y unas gafas en el mismo estado, ya en su cabeza pintaba algunas canas en sus oídos y su cejas, esa nariz encorvada.
-siempre será bienvenido, pero temo que estos tiempos no es bueno que siga en este lugar.- Hace pausa larga. –pero sus heridas sanaron, por lo que pronto podrá disponer a marcharse.- en eso su esposa le interrumpe. –querido, no ves el estado en que esta tu viejo amigo.- la dama se llamaba Ingrid, antiguamente trabajo en el Banco Italiano de aquella gran familia. –es mejor darle cobijo.- en ello ambos se percatan como cae desmayado.
-¿Qué haremos con él?- pregunta el druida, un antiguo mago celta con más de mil años de edad. –Observa a Silvestre y a su esposa. –es un mago vinculado a los muertos…- esto lo decía porque cada acto nigromante deja huella en su practicante, ese vestigio de las artes oscura tiene un alto precio. –pero es verdad que su estado es crítico.- pensó un poco. –y presenta un gran peligro para nuestra comunidad.
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Recuerdo del druida
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Siete eran los conocedores del secreto de la fuente de la magia, luego paso a los veintiocho y grandes sabios de todas las épocas, este inmenso poder era custodiado por una sociedad que se denominó como arqueomagos, seres con grandes capacidades de la magia y un don natural más extraño que hablar con las serpientes, ver el futuro o hablar con los muertos. Este saber antiguo fue custodiado y guardado en secreto. Aunque, los manuscritos describen como en todo existe luz y oscuridad, que el origen se puede corromper y acabar, pero solo un gran maestre de esa sociedad podrá conocer ese ancestral conocimiento.
Ciudadela de los druidas
El vampiro no siempre fue inmortal y poseer una sed de sangre, en el año 1029 después del nacimiento de quien los muggles llamaron el Cristo, floreció en las hermosas colinas un varón de orbes celestes y piel albina, quien fue hijo de arqueomago Agamadriel y la druida Elizabeth la noble, quien muere al nacer su único hijo. El poblado se encontraba escondido a toda posibilidad de toparse de seres sin poder natural, de aquella energía que brota en todos los seres y es vital para el mundo.
Durante años posteriores al nacimiento el joven creció en sabiduría y amabilidad, creando amistades con las criaturas de este mundo y todo ser viviente, a la edad de doce años era experto en las artes que dominaba su padre, pero él fue el primero en vincularse a la oscuridad y realizar un camino vinculado a la muerte. Al notar Agamadriel una perturbación en el flujo natural de la magia, comenzó a buscar al responsable, ya que esto ocasionaba que la naturaleza muriera, era sin duda la obra de un ser tenebroso.
Y a los catorce años del joven logro abrir las puertas del infierno y libero a los demonios, uno de ellos se apodero del cuerpo de un arqueomago y se volvió el maestro del adolecente, enseñándole a conjurar el arte demoniaco y así envenenar más la corriente de la magia. Entonces fue como pronto el arte de hablar con los muertos o lo que se conocería como la nigromancia se encontraría prohibido, ya que muchos de sus estudios podían regesar de cierta forma a un criatura que parte de este mundo, pero otras en cambio llegan a ser espectros (sombras demoniacas a merced de un nigromante, no serían almas, sino es un despojo de lo que fue esa vida antes, una mera ilusión que busca la muerte.) y a pesar que no llego a ser experto en el tema, si pudo conocer de nombre del mago que incluso creo un anillo de ese arte.
Pero el engranaje del destino hizo caer en una oscuridad al gran Agamadriel al notar que su hijo era el responsable, por ello en una noche clava una daga con forma de dragón el corazón de su hijo, este acto lo lleva a locura y se quita la vida. Sin embargo, la muerte no reclamo al joven, este en cambio negocio con el demonio de su maestro y fue así como comenzó a caminar una nueva criatura maldita, que no podía realizar magia pero se alimentaba de sangre. Este nuevo ser comenzó un caminar por todo el mundo, dejando a su paso tragedia y muerte, el anhelaba recuperar su poder, tener nuevamente la capacidad de realizar lo imposible.
El vampiro encontró un objeto, el cual no le dio la capacidad de recuperar sus poderos y si de drenar a los demás, era una sortija con forma de serpiente, la cual respondía a un corazón perturbado y oscuro.
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Fin del recuerdo del druida
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El demonio despertó en una cómoda cama creada de hojas y flores, el sitio era calentado por una hoguera y a la cercanía se encontraba un anciano que fumaba una pipa, con cada respiro las sombras parecían ser absorbidas por él y al expirar salir buscando a quien devorar.
-¿Dónde estoy?- pregunta el tempestad al desconocido. –al lugar donde esperabas llegar.- responde el druida. –Soy a quien buscabas, pero el objeto que buscas ya no existe.
Esas palabras perturbaron al Luxure, pero siguió escuchando a ese hombre que nunca revelo su nombre.
-Soy quien te enseño en las sombras sobre la arqueomagia de la oscuridad, tu vínculo es fuerte y no es por tu naturaleza, pero dime ¿Por qué buscas la fuente? ¿Por qué quieres destruir la magia?- Indago y clavo la mirada en su aprendiz. –La oscuridad puede ser luz y la luz oscuridad.
El demonio bajo la mirada y respiro adoloridamente, en ello responde. –No comprendes…- Hizo pausa y se acomodó mejor. –el balance fue destruido y debe ser recuperado.- El druida se ríe. –debo poner fin a lo que inicie hace tiempo, no puedo permitir que el cumpla sus planes, eso altera mis fines.- el vampiro cierra sus ojos. –pero por ahora seré su aliado.
Pero nuevamente le interrumpe. –Pero tus acciones te definirán.- expresa el druida. – Igual este mi último momento, mi hora llego.-En eso le entrega una varita de roble con núcleo desconocido. –Nos vemos luego.-
El cuerpo de vampiro se volvió sombra y unió a la oscuridad que rodeaba el entorno. En aquel momento el nigromante se durmió, el fuego se extinguió y dejo entrar a la oscuridad en su interior. En ese instante aparece una carta en el bolsillo del Inquisidor (@@Mackenzie Malfoy )

Reciba un cordial saludo mi estimado amigo, creo que la suerte juega a nuestro favor y felicidades por el inicio de la guerra, pero los políticos son temerosos y el poder de esos seres monstruosos con magia son influyentes, pero tenemos aliados y es momento acudir ellos, que regrese la Santa y venerable Inquisición, los caballeros del templarios. Aunque, para este momento nuestros infiltrados en la ONU crean incertidumbre para comenzar el caos, los magos y brujas son un peligro latente.
Y si aun desconfías de mis intenciones samaritanas de doy las ubicaciones del Ministerio de Magia y Hechicería en todo el mundo, las sedes de los bancos que resguardan grandes cantidades oro de esos seres, es momento destruir la economía de la sociedades mágicas, las grandes empresas a tu orden podrán devastar y debilitar el poder de los grandes magnates de la magia, pero no confíes en todos, ya que muchos son infiltrados, pero ten presente que también tienes aliados en esta guerra.
Tu fiel seguidor anónimo, el Lobo.

 

La carta fue escrita para que solo su destinatario la pudiera leer, mientras tanto su escritor recuperaba la fuerza, pero sus planes era aún secreto para su comunidad. Aunque, el gobierno Egipto se había pronunciado a favor de que se exterminara a los magos y brujas, ya que habían quebrantado relaciones con el gobierno mágico de esa nación.
Editado por Demian Luxure

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Se fue tras Shelle cuando esta escucho la voz del director y no estaba errada, el vampiro aun estaba con vida y bien pero parecía que apenas le estaban llegando las noticias, la ultima, la del Colegio comunicada por su nueva compañera. Cuantos mas estarían en la misma situación, sin saber de sus seres queridos y si estos aun vivían. Cuantos estudiantes del Colegio estarían aun con vida, a cuantos padres habría que darles la mala noticia de que el lugar mas seguro del mundo mágico había caído. Todo esto no estaría pasando si no fuera por el i****** del Ministro, parecía que aquel puesto era tomado por puro lunático.

 

Tras escuchar las noticias Hades les había mostrado un lugar para atender a los que fueran llegando aunque aun no llegaba nadie y eso le causaba temor. Había lanzado una alarma a la Orden y esperaba que algunos de ellos ya estuviesen en el Colegio. Solo quedaba esperar

 

- escucha Shelle, no se nada de primeros auxilios, me especialice solo en pociones, no se si seré de mucha ayuda, salvo que ocupes fuerza bruta, como vampiro tengo mucho de eso.- le dijo a la bruja mientras la seguía hacia el ala que les había asignado Hades y comenzaba a acomodar camillas y así estar listas si llegaba alguien

 

- En el Diagon hay una clínica, ¿alguien sabe si atacaron Santos Magos? el inquisidor parecía haber atacado todos los hospitales mágicos conocidos y aunque no es tan grande como aquí sigue siendo un Hospital

 

@ @@Hades Ragnarok

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Frank Cooper

Le resulta difícil hacerlo pero logra separarse del abrazo con su hijo. Se limpia los resto de lágrimas que quedaban en su rostro con las manos, ya que el único pañuelo limpio que llevaba se lo había pasado a su hijo. Lo observa de pies a cabeza buscando cualquier señal de herida, su brillante y cálida sonrisa -que él no había notado- desaparece cuando nota con preocupación las manchas de sangre de Nicholas aunque pronto nota que la sangre no es de él. Reaparece aquella reconfortante sonrisa de alivio.

Un rostro familiar se acerca. Lo reconoce del mundo muggle aunque nunca se lo ha topado en persona. No se esfuerza en ocultar el asombro al descubrir que aquel hombre era un mago al igual que él. Quizás se convertiría en un punto de unión que le permitiría en un futuro aumentar sus socios comerciales y formar una alianza. A pesar de lo interesado que se siente en inmiscuirse en los motivos del porqué el mago se encuentra inserto en el mundo muggle evita mencionarlo. Cada persona tiene sus secretos y sería muy indiscreto preguntar por éstos en su primera reunión.

Exactamente, mi nombre es Frank Cooper. Mucho gusto en conocerlo en persona aunque desearía que no fuera en circunstancias tan alarmantes como estas. Estos muggles si que se fueron por la borda...— su instinto asesino comienza a fluir cuando su hijo le pega con su codo para ser presentado.— Él es mi hijo, Nicholas. Se encuentra bien, le agradezco su preocupación.

Los llantos y gritos de una alumna interrumpen su conversación. Al Cooper poco podría importarle la situación de los enterrados en la sala común de Slytherin. No, no tenía nada que ver con su linaje ni lo que profesaban sino simplemente no era de su interés. Ahora que su hijo se encontraba a salvo ya no tenía nada que hacer ahí. Deben volver rápido a casa, tomar un descanso y planear qué harán en el futuro. Él debía pensar qué haría con aquellos muggles que de pronto se hicieron valientes. Además, seguramente Atenea estaría muy preocupada solo viendo a su hijo sano y salvo podría relajarse.

Cuando está a punto de despedirse de Sebastian, observa el rostro de Nicholas. No necesita utilizar legeremancia para saber los pensamientos de su hijo. Si no se equivoca (y no lo hacía) su pensamiento sería algo como «¿Es en serio papá? ¡Vamos a ayudar! Ni se te ocurra fingir demencia sobre esto». Resopla descortesmente. Sin embargo, avanza en dirección de la chica, no tenía grandes ideas sobre qué hacer para ayudar ya que no se consideraba el mago más poderoso de la historia pero sabe que sería de ayuda. Antes de seguir avanzando mira a Nicholas advirtiéndole que no se separe de su lado.
Editado por Goderic Slithering

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Las lámparas fluorescentes iluminan el largo pasillo con una luz pálida y fría. El color blanco debería transmitirle paz y tranquilidad, pero hay algo en el aire que no está bien. Algo está mal. Algo está muy mal... Quiere detenerse, pero no es dueña de sus pasos. A medida que avanza, se revela a sí misma las habitaciones que hay a ambos lados. Al principio piensa que está en un hospital o una clínica, pero basta un rápido vistazo para comprender que no es el caso. Las habitaciones quedan expuestas por amplios ventanales, a través de los cuales puede observar a los pacientes atados a las camillas y doctores atendiéndolos. La cuestión es, no obstante, que no los están atendiendo. Más bien pareciera que los están torturando. Hay jeringas, correas, bisturís y otras cosas que no distingue, pues sus pasos no se detienen demasiado frente a las recámaras individuales.

 

—Sigue... te alcanzo enseguida —dice, sin ser consciente de ello, con una voz que no es la suya.

 

Sus pasos apresurados la conducen a una habitación desocupada. En puerta está colgado un portapapeles, con una anotación escrita a mano en una hoja blanca. «Paciente 309, edad 5 años, masculino. Prueba con componente X : Fallida. Observaciones: El gen sigue activo, no ha despertado luego de la última dosis». Sabe lo que está a punto de encontrar y no quiere mirar, pero no es ella la que tiene control en aquella escena. Ella no es más que una simple espectadora. De modo que no tiene más opción que permitir que su cabeza se levante y sus ojos se enfoquen en el niño que duerme en la camilla de la habitación. Se acerca lentamente, mientras que el niño permanece inmóvil y pálido bajo las frías luces fluorescentes. No está conectado a ninguna de las máquinas que están en la habitación y su pecho no se mueve. No hay paz en su rostro, sólo dolor y desesperación y agotamiento.

 

«¡BASTA! ¡BASTA! ¡DÉJAME SALIR DE AQUÍ!».

 

Ellie, con violencia, levanta el rostro del cuenco de roca tallado con forma de concha marina. Se sostiene con fuerza de la mesa, como si temiera ser arrastrada nuevamente hacia los recuerdos depositados en el pensadero. Cierra los ojos, pero no puede contener las lágrimas. Sin embargo, se siente como una est****a por llorar. Después de todo, ella está a salvo. No está atada en una camilla de hospital, con personas que no la ven como a un ser humano, haciéndole cortes e inyectándole quién sabe qué cosas. No fue separada de sus amigos y su familia. No fue despojada de su varita mágica y su dignidad.

 

Pero entiende que las cosas no se quedarán así. Cuando levanta la vista hacia Kaori, quien parece tan perturbada como ella —o probablemente más, considerando que hace poco se convirtió en madre—, entiende por qué le confió aquella información. Ella quiere hacer algo... y sabe que Ellie la apoyará. De repente, no tiene la más mínima importancia que Graves las haya dejado en el Refugio, quien sabe por qué razón. «Aunque de todas formas, más le vale que se trate de algo sumamente importante, si no va a acompañaros en ésto».

 

—Creo que eso responde mi pregunta —murmura por lo bajo, intentando no pensar en los llantos de bebés que escuchó. De repente, no tiene dudas del paradero de las personas, principalmente infantes y bebés, que han comenzado a reportarse como desaparecidos a unas pocas horas de los sucesos ocurridos simultáneamente en importantes lugares mágicos de todo el mundo.

 

»¿Qué...? ¿Qué se supone que haremos, Kaori? Quiero hacer algo, pero siento que esto nos supera.

 

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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»Vas a estar una situación que no has vivido antes. Los estruendos ensordecerán tus oídos y el polvo inundará tu nariz, estarás desorientado, preocupado y la adrenalina no te permitirá pensar con claridad. Tus latidos se acelerarán porque sabes que de ti depende no solo tu vida, sino la de otras personas. Vas a doblar una esquina, luego otra y encontrarás derrumbes, piedras que caerán sobre tu cabeza, amenazando con quitarte la vida de la forma que menos te esperas. Después de todo, solo eres un humano.

 

»O quizás el fuego producto de las explosiones te quiera alcanzar. Y lanzarás un hechizo para protegerte, pero también debes estar alerta a los que te quieren atacar. Seguirás corriendo, buscando ayudar a los que han caído. Y olvidarás en donde te encuentras ¿sabes? Estás enfrentándote a algo que no conoces porque rivales que no conoces, con armas de las que solo has escuchado hablar. Y cuando estés frente a tu enemigo ¿qué harás? ¿Lo has pensado? ¿Te das cuenta que en su mayoría son no magos, asustados ante tu poder? ¿Soldados que hacen su trabajo sin poder detenerse a pensar si lo que hacen está bien?

 

»Están asustados ante la forma en que la retorcida mente de los supremacistas ha aprovechado esta lamentable situación. Piensan que los todos los magos y brujas queremos lo mismo. No tienen ni idea que hemos estado en nuestra propia guerra… Esto es un desastre. No lo hagas más difícil.

 

Emily toma un respiro. No había esperado reaccionar de esa manera ante Fabián. Comprende al adolescente, es un buen mago y es una buena persona, lo cual hacen que se sienta preparado para salir a ayudar y hacer el mundo un poco menos malo. Pero, así mismo, es eso: un adolescente. Un adolescente que en ese momento estaba bajo su cuidado, junto a su hermana. Lily, por su parte, se mostraba callada, quizás abrumada por la situación. O quizás se debía a que ella no era tan expresiva como su gemelo.

 

Las noticias más preocupantes habían llegado de golpe hasta los 3 magos, que se encontraban en uno de los lugares seguros de la Orden del Fénix. Un aviso llegó hasta su ubicación: Hogwarts y San Mungo, atacados. No tenían muchos detalles, pero lo escueto del mensaje les daba a entender que las cosas eran graves. No dudaba que ya algunos miembros del bando estuvieran en alguno de esos lugares prestando ayuda. Emily intentaría contactar a un par de compañeros -quizás Kaori o Goderic - en su camino, pero la iniciativa de Fabíán de acompañarla la había detenido.

 

—Y no me digas que no lo entiendo… pero van a tener que quedarse aquí y ayudar desde aquí, a menos que su padre les diga lo contrario —añadió.

 

Después de todo, ella mismo se había unido a las filas del bando siendo un par de años mayor que ellos, aunque en comparación las cosas entonces no eran tan peligrosas. Recogió algunas pociones que podían ayudarla, anillos de protección y su varita mágica, escondida en su pantalón. La noticia de Hogwarts no salía de su cabeza. No solo había estado allí como estudiante, sino también como profesora y su instinto le decía que debía ir. Aunque aquella había sido su decisión inicial, el llamado de Kaori hizo que cambie de dirección hacia El Refugio.

 

Miró por unos segundos la moneda en su mano mientras un nuevo pensamiento comenzaba a atormentarla: si el simposio hubiera logrado con éxito su misión de matar a Aaron nada de eso estaría sucediendo. Cuando finalmente se encontró con Kaori en el Refugio, su rostro de derrota no era muy diferente al de la bruja. El estado de Ellie tampoco era esperanzador. Emily solo lo entendió cuando ella también se sumergió en el pensadero.

 

El nudo en su garganta ya era una fuerte presión en el pecho, que a penas le dejaba articular palabra. Se tomó unos segundos para procesar lo que había visto, que era pura crueldad. Aquello iba a ir más allá de una misión tradicional del Simposio de Ladrones. Y aunque la pequeña figura del niño de 5 años tumbado en la cama —identificado como el paciente 309— y las palabras Componente X seguían dándole vueltas a su cabeza, había algo más que le empezaba a preocupar.

 

—Kaori... ¿hace cuánto fue eso? —preguntó de repente, alarmada —¿Dónde está Valkyria? — añadió con la voz temblorosa — Necesitamos localizarla, tenemos que saber como está...

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