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Atardecer en el bosque


Sherlyn Stark
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* * *

Sobre el cielo ligeramente despejado comenzaban a aparecer las primeras nubes del atardecer; las cuales conforme iba pasando los segundos tomaban una tonalidad rojiza intensa. Darse cuenta de esos detalles era uno de sus pasatiempos favoritos, amaba ver cómo cambiaban los colores con respecto al momento del día y la época del año, así como también las diferentes especies de plantas y criaturas podía encontrar; aunque claro, existían otros factores que podían interferir cómo la localización geográfica.

Desconocía en qué parte del bosque se encontraba a pesar de que estaba especificado en la carta que había escrito junto con el traslador y, posteriormente, dejado en el emporio de lechuzas del Callejón Diagon. Tenía intensiones de enfrentarse a un duelo con cualquier mago o bruja que encontrase la carta, con la intensión de mejorar sus habilidades duelísticas. No recordaba cuánto tiempo había pasado desde su último enfrentamiento pero estimaba que se trataban de un poco más de seis meses; quizás desde su prueba para el libro de hechizos.

Sin embargo habían conocimientos que no desaparecían como los hechizos más comunes, las estrategias más sencillas, encontrar el escenario adecuado para el enfrentamiento y la manera en la que debía presentarse. A pesar que se trataba de las primeras semanas de primavera y que a medida que el sol bajaba la temperatura descendía, hizo caso omiso y llevó un vestido de tejido de algodón y color neón. Como era una de sus costumbres, no llevaba zapatos ni otros artículos que pudieran perjudicar su desempeño; de tal manera que también llevaba su cabello sin recoger.

En un radio de diez metros no había presencia de árboles. El terreno era como cualquier parte del bosque, plano pero uniforme, había diferencias de niveles en el suelo pero no de escalas considerables; por otra parte, también había ramas, hojas secas y rocas de diferentes tamaños, sin embargo, ninguna que pudiera superar los quince kilogramos. Desde su posición veía un paisaje apreciable, cada movimiento que producían las ramas y cada detalle de escenario no debía dejarlo pasar. Debía prestar atención a la llegada de cualquier ser humano (o licántropo) que acudiera su petición.

Había llegado la hora exacta cuando escuchó la llegada de alguien a ocho metros de donde se encontraba, la tonalidad castaña del cabello de su oponente podía distinguirse con facilidad, aún así la vista de ella no era la mejor para concluir detalles. Podía tratarse de Adrián Wild. Frunció el ceño cuando aparecieron recuerdos de la época de cuando trabajaban juntos. No precisamente por el departamento de Accidentes Mágicos, si no por la persona que estaba delante de ella.

— ¿Adrián?

No dudó en erguirse tomando una postura para dar comienzo al duelo, apuntando su varita hacía él. Desde aquella época había pasado tiempo y algunas cosas habían cambiaron, así cómo la manera que ella tenía para enfrentar sus miedos. Sin esperar respuestas de su conocido, decidió hacer el primer movimiento con un hechizo ofensivo.

— Sectumsempra.

El rayo iba dirigido a su oponente que, si no se defendía a tiempo, podía sufrir consecuencias graves tales como grietas en diferentes partes del cuerpo que lo llevaría a hemorragias externas y posteriormente a la pérdida de conocimiento.

 

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  • 2 semanas más tarde...

PV: 100

PP: 6

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- No me lo puedo creer.

 

Aquellas fueron las únicas palabras que salieron de mi boca al descubrir a la artífice de todo aquello. Por unos segundos estuve completamente convencido de que no se trataba de un producto del azar, sino que había sido víctima de algún plan cuidadosamente elaborado. Sin embargo, la sorpresa de la chica al reconocerme desarmó aquella teoría. Ella tampoco me esperaba a mí, o se había convertido en una gran actriz en todo aquel tiempo; había sido todo una inesperada casualidad. Tan inesperada como que ya no llegaría a mi último compromiso de aquel día.

 

Había ido al Emporio de la Lechuza a por comida para Nix y allí, en el mostrador sin atender, al lado de una nota, me había encontrado un tarro vacío. Maldita la hora en la que decidí tocar el tarro antes de leer la nota. En cuanto sentí la atracción que ejerció el objeto me percaté de que era un traslador y ya era demasiado tarde para poder soltarlo, así que me aparecí en aquel claro de un bosque que no reconocía. ¿Cómo iba a hacerlo? Probablemente en la nota hubiera apuntado la dirección a la que eras trasladado y había perdido aquella oportunidad. No parecía haber nada cercano que pudiese asociar a ningún lugar conocido. Estábamos rodeados de árboles que por lo menos comenzaban su espesura a veinte metros de nosotros, y lo único que se veía sobre nuestras cabezas era un cielo ambarino de nubes arreboladas.

 

No pude dejar de mirar a la muchacha, que apenas aparentaba algunos años menos de aquellos en los que yo me había estancado hacía dos siglos. ¿Cuánto tiempo llevaba sin verla? ¿Cuándo había sido la última vez que habíamos coincidido en el Ministerio? Me di cuenta que ya casi no llevaba la cuenta de los años que pasaban. Puse los ojos en blanco. Ya me había fastidiado con su pasión por los animales tiempo atrás lo suficiente y ahora me alejaba de la cita pendiente que tenía para cenar aquella noche. No, no era una cita romántica; era una cita de negocios, y tendría que dar explicaciones por mi ausencia.

 

Hubiera podido aparecerme de nuevo en el Emporio, pero por lo visto ella, que no sabía que había sido trasladado en contra de mi voluntad, pretendía batirse en duelo y seguramente aquella era la invitación que había dejado sobre el mostrador para quién tuviera el mismo propósito, y no me dio tiempo a hacer nada más que defenderme del hechizo que me envió sin seguir apenas el protocolo.

 

- Protego.

 

El escudo mágico absorvió el rayo que se apresuraba a formar profundas heridas en mi cuerpo. Tuve una reacción tan rápida e instintiva que había resbalado ligeramente en la hierba, algo húmeda. Entonces vi que iba descalza. Sonreí, valorando positivamente su preparación para la situación; yo también elegía ir descalzo cuando me presentaba a algún duelo. No dejé que el imprevisto nublara mi capacidad de improvisación. Me descalcé de aquellos zapatos de punta redonda marrones y los lancé lejos, haciéndolos desaparecer en el aire. ¿Por qué tanto espectáculo en lugar de hacerlos desvanecerse sin más? Porque tenía que distraer la atención de la muchacha.

 

- ¿Así que un duelo, eh? --Con otra floritura de mi varita me deshice de la capa que cubría mi camisa de cuello ahumado abierto, dejando visibles los amuletos de los libros de hechizos en los que me había instruido--. No puedo culparte, porque toqué el tarro antes de leer la nota, pero parece ser que tu vida consiste en meterse en la mía y me acabas de privar de un compromiso importante. --Un nuevo movimiento de varita y mis pantalones se remangaron hasta las pantorrillas--. Quién sabe, quizá termine rápido contigo y te encandile lo suficiente para llegar a tiempo y que me acompañes... Si es que no acabas indispuesta.

 

Afiancé mis pies al suelo, disfrutando de la sensación de la tierra mojada. Había llovido antes de que llegásemos, quizá por la mañana, porque tampoco estaba demasiado encharcado el lugar. Las nubes que flotaban sobre nuestras cabezas serían el ratro dejado. Sentí a Dror chocar con los anillos de poder; al menos había hecho de ellos parte de mi atuendo habitual. "Disparo de Flechas", pensé entonces, enviando a gran velocidad doce flechas que imactarían en diferentes puntos de la chica creando serias heridas.

 

- Yo también me alegro de verte de nuevo, compañera.

 

 

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OFF ROL:

 

Hemos decidido que usaremos el nuevo sistema de duelos indicando PV y PP al principio de cada post a partir de ahora. Al usar Sectumsempra, Sherlyn tiene un PP menos. (Lo indicará en su siguiente post).

 

Usaremos, igualmente, el listado de hechizos actualizado: http://www.harrylatino.org/topic/114056-listas-de-hechizos/

Niveles de hechizos pactados: Neutrales a partir del nivel 10 -- Hasta Libro de la Sangre.

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  • 1 mes más tarde...

PV: 100
PP: 5

Al ver que su oponente se defendía del sectusempra utilizando efectivamente un escudo mágico, provocó que esbozara una leve sonrisa, tan sólo porque había sido una acción que sabía que podía tener lugar. Su mirada siguió fija en dirección de Adrián, tratando de escuchar o en mejor caso, leer a través de los movimientos de sus labios, lo que quería decir.

A simple vista parecía que el mago no había sido trasladado a ese lugar con intención propia y quizás había llegado por equivocación, pero había aceptado el duelo y eso era lo que importaba. — No sabía que serías tu quien respondería —trató de explicar con el ceño ligeramente fruncido, aunque claro, no sabía si su voz llegaría hasta la posición donde se encontraba Wild.

Se desconcertó al observar como la trayectoria de una docena de flechas se dirigía a ella, claro, al ser un hechizo que no necesitaba ser pronunciado era fácil que la tomara por sorpresa.Aún así su estado de alerta hizo que actuara rápido y trató de pensar en alguna forma con la que era posible defenderse. En tan sólo unos segundos se cruzó por su mente una gran variedad de hechizos que podía intercalar la invocación y al final se decidió por elegir por la forma más simple y menos arriesgado. Después de todo, el duelo acababa de comenzar.

— Evanesco —dijo con voz fuerte y clara, el efecto provocaría que las flechas de Adrián desaparecieran.

Los hechizos de defensa eran sus favoritos, fáciles de emplear y en cierta forma le hacía sentir segura. Volvió a fijar su mirada en su contrincante. La rapidez era una de las cosas que más se destacaba en los duelos mágicos y por eso tenía que tener presente ideas básicas y los hechizos que podía utilizar sin pensarlo dos veces; hasta elaborar una estrategia que le diera ventaja.

Fue en ese momento cuando se percató que Adrián se había quitado los zapatos y suponía que debía ser una especie de respuesta al ver que ella no llevaba; o también podía ser como muestra de que aceptaba el desafió.

Su varita siguió apuntando hacía su antiguo compañero y no despegaba su mirada ni por un segundo de él:

— Seccionatus —pensó.

De su varita salieron doce medialunas de diez centímetros de diámetro, con los extremos afilados y con una velocidad muy alta. Iban en dirección de Adrián. Era claro que si no se defendía a tiempo podía sufrir graves heridas, incluso algunas que le hicieran perder el conocimiento si impactaban en zonas criticas como el cuello o el pecho. Era un hechizo que podía compararse con el anterior.

— También me alegro de verte, compañero —respondió, sintiéndose bien ya que siempre era mejor tener la última palabra.

Sólo esperaba que Adrián se defendiera de manera correcta ya que tenía intenciones de seguir con el desafío.

 

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  • 3 meses más tarde...

PV: 100

PP: 6

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- Floreus --musité nada más ver que las flechas que había enviado a la muchacha desaparecían casi a punto de llegar a su objetivo.

 

Sabía que trataría de devolvérmela, casi en la justa medida. Por eso actué todo lo rápido que pude, previniendo su próximo ataque, de forma que de su varita no pudiera salir ningún rayo o pudiera invocar más que un buen puñado de flores. Y así fue. No escuché palabra alguna salir de entre sus labios, que parecían serenos y confiados, pero ver aquella cantidad de claveles salir disparados en mi dirección me indicó que había acertado en mis suposiciones. Aunque, ¿qué se podía esperar de un duelo, por mucho que no hubiera sido esperado?

 

Observé a mi alrededor brevemente. Las lindes del claro se encontraban a los metros suficientes para no poder confundirnos entre los árboles. Aquello no me gustaba. Preferiría contar con lugares a los que poder subirme y por los que poder moverme, o por lo menos con algun animal que poder controlar para obligarle a lanzarse hacia Sherlyn y que tuviera que cometer una de esas atrocidades que siempre me atribuía. Algo en el fondo de mis pensamientos me decía que aquella muchacha conocía mi naturaleza y me detestaba por ello.

 

- Avis --pronuncié entonces, haciendo aparecer en el espacio a doce pájaros de picos ganchudos y rojos carmesí--. Picoteadle hasta las pestañas.

 

Las aves, sin serlo, volaron rapaces hacia el rostro de la chica. Aquella había sido la conclusión. Si no había animales cerca, habría que invocarlos.

 

- ¿No irás a dañar a esos pobres animalitos, verdad? --reté a la joven, con voz socarrona--. Sería una gran decepción...

 

No, desde luego aquella no sería una buena manera de intentar recomponer una amistad que nunca había llegado a buen puerto.

 

 

@@Sherlyn Stark

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  • 2 semanas más tarde...

PV: 90
PP: 5


A medida que avanzaba la tarde se daba cuenta del error que había cometido al convocarlo en ese lugar. El frío, especialmente, y las hojas de los árboles más cercanos y de mayor tamaño que cubrían los últimos rayos de sol eran los factores determinantes. Observó el cielo y pudo comprobar que aún seguía en las misma condiciones que instantes atrás, sin ningún pájaro ni insecto a la vista. Era conveniente y no precisamente por el peligro que podía significar que su compañero cumpliera con las características que ella creía sin ningún tipo de evidencia, sino porque podían correr riesgos al estar expuestos en un escenario de duelo.

Seguía en la misma posición, concentrada y atenta, ante cualquier movimiento de su rival. Sin embargo, aquel no era precisamente su actitud más frecuente ante las batallas y creía que la razón era porque le era imposible relajarse estando en esa situación. Quizás un posible triunfo podría significar algún punto de favor a sus argumentos con respecto a Adrián en lugar de simplemente hacer las pases con él e intentar mejorar sus habilidades duelísticas que era la razón principal por la cual lo había convocado de manera indirecta.

Su incomodidad por el clima quedó en segundo plano cuando notó que de su varita salían unas hermosas pero inoportunas flores en lugar de medialunas dispuestas a atacar a su rival y eso provocó que se diera cuenta, nuevamente, que seguía estando dentro de una batalla.

Esta acción hizo que mantuviera su atención en lo que sucedería a continuación y por consecuencia fijo su contrincante, con la intención de leer sus labios y de alguna manera determinar cuál sería el próximo hechizo. Intuía que podía ser algo que involucrara alguna criatura mágica, animal o, incluso insectos, pero no podía visualizar ninguno al menos desde esa distancia.

Y tal como se lo había imaginado de la varita de Adrián salieron doce aves dispuestas a atacarla y dejar múltiples heridas leves. Quizás fue una acción imprudente permitir que el hechizo cumpliera su objetivo, incluso el de lastimar el párpado de su ojo izquierdo, pero temía que en caso de hacer daño a esos animales Adrián se burlara con comentarios irónicos.

Y luego, contradiciendo esta idea, pronunció:

— Serpensortia —el hechizo provocaría que apareciera de su varita una serpiente de aproximadamente cuarenta y siete centímetros dispuesta a atacar a Adrián.

La serpiente le inyectaría un veneno, al cabo de unos instantes le causaría daños graves e incluso la muerte si no lo eliminaba. Eso le provocó satisfacción al menos por unos segundos especialmente al escuchar sus comentarios posteriores. Claramente, sabía que no eran reales sino criaturas creadas con magia y eso lo supo mucho antes de conocer en profundidad sobre el área.

— Silencius—dijo, decidida y apuntando hacía Adrián.

El hechizo provocaría que Adrián quedara mudo al menos unos instantes y sin la posibilidad de realizar algún hechizo verbal.

Claramente a pesar del dolor que le habían dejado las heridas de las aves y la indiferencia sostenida hacía esta persona, ella no quería que muera. Creía que había sido una mala idea realizar ese hechizo, ¿y si no sabía curarse del veneno? En su mente se le cruzaban diferentes frases de disculpas y condolencias que debería decir a su familia y allegados. Sería terrible.

 

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  • 2 semanas más tarde...

PV: 100

PP: 6

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Tenía que admitir que me había sorprendido que Sherlyn no manchase su reputación permitiendo que aquelas avecillas le picotearan la cara, poniéndose claramente en desventaja. Aunque quizá la subestimaba; quizá lo había hecho porque tenía un as bajo la manga con el que dejarme atónito. ¿Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos? No, todavía no había despejado aquella duda. Tampoco tuve mucho tiempo para pensarlo: una serpiente salió disparada de su varita, recorriendo velozmente con su ondulante movimiento el terreno que nos separaba. Se estaba vengando. Ahora ella me ponía en la misma situación, debiendo elegir si dañar a la criatura o dejar que me atacase.

 

El duelo de destrezas mágicas acababa de convertirse en un duelo de moralidad.

 

¿Quieres jugar a ver quién es más moral, verdad? —musité, deslizando mis pies sobre la hierba húmeda un poco hacia atrás, siguiendo con la mirada y mi movimiento la trayectoria del animal, que parecía coger velocidad, centrado en el único propósito por el que existía: morderme— Orbis Bestiarum —murmuré una vez hube logrado compenetrar el movimiento de mi varita con su ondulación.

 

Un anillo dorado rodeó a la serpiente justo a la mitad de su cuerpo y esta se quedó parada unos instantes, cerca de mi, presa del desconcierto seguramente. Pude mirarla a los ojos directamente. No, no estaba desconcertada, la sentí tranquila. Sólo esperaba una nueva órden. «Muérdela, a ella». El reptil giró raudo y comenzó su movimiento en sentido contrario. Sonreí satisfecho.

 

Sólo tenías que decir que querías jugar a este juego, mujer —dije entonces en voz alta completamente audible mientras veía cómo la situación volvía a tornarse a mi favor—. ¡Estoy deseando ver cómo dejas que este animalit...! —no pude continuar; mi voz se había acabado.

 

Al principio me desocncertó, pero enseguida entendí lo que había ocurrido. Me había silenciado. Mal jugado. La serpiente iba en su dirección y yo todavía tenía algún que otro recurso del que tirar para poder continuar aun silenciado. «Zancadilla», pensé apuntando directamente a los tobillos de la muchacha, para ver inmediatamente cómo caía al suelo, servida en bandeja de hierba a la serpiente.

 

Me hubiera disculpado de no haber estado mudo. Sin embargo, estaba seguro de que tampoco hubiera escuchado mis disculpas. Tenía un gran problema que solventar. La serpiente había llegado a su cuerpo. Entonces mi revuelto temperamento pareció escabullirse entre los árboles. El veneno acabaría con ella pronto si no se curaba. Si es que podía. No, no lo permitiría, ¡no había ido allí a matar a nadie! «est****a... Por qué me envías una serpiente».

 

 

@@Sherlyn Stark

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