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Libro de la Fortaleza — Mayo 2020


Khufu
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Los desiertos traen a Khufu recuerdos de hazañas y enseñanzas por montones, no siempre buenas, no todas victoriosas, pero si memorables. De ellas ha aprendido tanto como de los libros y antiquísimos pergaminos que guardaba en Alejandría. Él está formado de todo eso, de todo ese conocimiento que ahora guarda en su cabeza como recuerdos propios. Hoy en día, sabe que no son más que libros guardados en las bibliotecas de los colegios, olvidados por los mismos que ahora vienen a aprender de ellos, y eso, de algún modo, hace creer a Khufu que su servicio no es muy diferente al de antes de la universidad y a la entonces viceministra de magia británica. Por otro lado las generaciones de hechiceros han cambiado tanto, que en realidad las brujas y magos apenas reconocen el verdadero valor de la magia guerrera de los pueblos uzza.

 

Es por eso que nuevamente está ahí, en la cima de una de las altas montañas que rodean el Uagadou, casi con gusto, esperando por los aprendices para la vinculación con el libro de la fortaleza. Un paso tan esencial para la formación de un guerrero que solo por ello se ha convencido a sí mismo de que debe hacerlo él, a pesar de estar acostumbrado a enseñar algunos niveles mas arriba. Después de todo, el libro de la fortaleza es el primer vínculo con la magia guerrera donde los estudiantes de estas artes tienen que verdaderamente esforzarse por ella, eso a través de las pruebas que, si no se acercaban a las que la gente del pueblo uzza utilizaba para formar a sus guerreros, si exigían toda la capacidad de quienes se presentaban ante él.

 

Es por eso que no cualquiera podría estar ahí hoy, y por supuesto, no cualquiera conseguía vincularse con la magia guerrera.

 

Hoy era el día para poner a prueba aquello una vez más.

 

Hoy el cielo sobre el colegio africano está despejado, a pesar de lo alto de las montañas que suelen rebasar las nubes mas bajas, el calor también se hace evidente, es húmedo por la altura y Khufu está convencido de que subir hasta ahí por cuenta propia, si no son tan ágiles de mente, les va a costar su primer gran esfuerzo. A pesar de eso, las últimas horas de la noche, reconfortan a los usuarios que merodean por las Montañas de la Luna, con ligeras corrientes de fresco viento que vienen desde el suroeste. Sin embargo, ese tranquilo lugar, rodeado de las mejores vistas que Uagadou es capaz de ofrecer, es tan solo el punto de partida, algo tan solo para hacer un reconocimiento antes de comenzar los desafíos, por que a pesar de todo, el guerrero sabe que no importa que tan diestro sea un hechicero en la adversidad, siempre se necesitaba de una buena instrucción para que al final del día las cosas resultaran mejor.

 

Para eso es que ellos venían hasta aquí después de todo.

 

Y sobre una rama torcida, que parece olvidada por la naturaleza misma, descansa el delgado cuerpo del guerrero, esperando por ellos, las ropas que habitualmente viste lo hacen parecer un nativo que espera ahí desde hace mucho tiempo, la única señal de vida es el sonido que hace la pesada cadena que descansa sobre el torso desnudo del hombre, y que tintinea al compás de su respiración pausada y los temblores que de tanto en tanto estremecen su cuerpo. En cambio, la pálida mirada de Khufu está ahora perdida en el horizonte, allá donde el satélite apunta, y que a pesar de que el amanecer está por llegar tiñendo la bóveda celeste de un rosa anaranjado, se resiste a abandonar la noche, como si quisiera ser espectadora del camino que los aprendices van a tomar a partir de hoy.

 

¿Quienes son ellos, tan importantes, que prefieres esperar hasta el final para admirarlos?

 

@@Kraven Von Alexandros

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Editado por Niko Uzumaki
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Había olvidado lo frías que eran las noches en el desierto. La primavera estaba en pleno apogeo en Europa y aunque ésta no era la primera vez que visitaba Egipto, olvidó por completo que el calor aplastante que distinguía al desierto era reemplazado en la noche por un frío que congelaba hasta los huesos. Lo único que podía hacer para mitigar su incomodidad era seguir caminando.

 

Scavenger alzó la vista hacia el cielo, la luz de la luna le llenó la cara al tiempo que una corriente de aire frío se estrellaba contra su espalda. Conteniendo un escalofrío, se detuvo un par de momentos. Con un par de leggins oscuros, una sudadera deportiva y una mochila en los hombros parecía una muggle normal que iba de excursión. Tuvo cuidado de elegir ropa que le cubriera los anillos mágicos o cualquier otra cosa que pudiera develar su verdadera identidad, tenía la certeza de que quién fuera a recibirla en la cima de la montaña sabría quién era y a qué iba.

 

Después de darle un sorbo a su botella de agua y asegurase que iba en la dirección correcta, emprendió el paso de nuevo, lo más deprisa que su cuerpo le permitía sin agotarse. Esta era la primera vez que ponía pie cerca Uagadou, la curiosidad y anticipación se mezclaban en su estómago ante lo que tendría que enfrentar. El peso de los libros en su mochila era un recordatorio de lo que la estaría esperando una vez llegara a su destino.

 

Odiaba las especulaciones, así que evito hacerse las suyas mientras avanzaba por la montaña. La lechuza que había recibido un par de días antes ofrecía sólo la información necesaria para llegar a la última prueba, nada más en términos de preparación. Scavenger había leído el libro de la fortaleza de pies a cabeza más de una vez en los días anteriores, la teoría de la magia nunca había sido un problema para ella, pero en este caso la teoría no era suficiente. Pensó en todas las razones que la habían orillado a tomar la decisión de estudiar los libros: la guerra, amenazando su país y todo lo que amaba; los mortífagos, que jamás desaparecerían sin importar lo que hiciera. Sabía que venían momentos difíciles, lo único que ella quería era estar preparada para poder proteger a los suyos.

 

Cuando al fin alcanzó la cumbre de la montaña -un par de horas después de haber iniciado su viaje, le dolían las piernas un poco y le faltaba el aliento. La luna, majestuosa en el cielo, había empezado a ser eclipsada por el naranja de un nuevo amanecer. Un nuevo comienzo, reflexionó mientras respiraba hondo para calmar a su corazón, igual que el que tendría ella si lograba pasar la prueba y se mostraba digna de aprender la magia de los Uzza.

 

Ahí, a unos 20 metros de ella, se encontraba una figura sentada en una rama caída. Llevaba ropas casi nativas, pero la cadena pesada que rodeaba su cuello y caía sobre su pecho, al igual que la mirada fija sobre el horizonte, casi como si la atravesara, le dejaban en claro que este hombre era todo menos un local común y corriente.

 

—Hola, —se acercó hacia él, hasta poder sentarse en una roca no muy lejos del susodicho. —Mi nombre es Scavenger. He venido a sellar mi vínculo con el libro de la fortaleza.

 

No sabía si era el ambiente o la simple presencia del hombre frente a ella, pero no pudo evitar verse invadida por un sentido de solemnidad. Desconocía si llegaría alguien más a parte de ella, pero ya que la figura apenas había reaccionado al verla, suponía que sí.

 

De cualquier modo, Scavenger agradecía el momento para recuperarse de la subida a la cima de la montaña.

 

@Khufu

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Adquirir poder, conocimiento y fuerza eran algunos de los objetivos del castaño. Ansiaba el poder sobre todo y todos, desde que había obtenido la marca tenebrosa en su antebrazo no dejaba de pensar en ello y como obtenerlo. Por ende estaba convencido y seguro que lo obtendría pase lo que pase y a cualquier precio, a cualquiera. Una de las metas para obtener aquel poder tan ansiado era el conocimiento de un libro de hechizos muy poderoso, el libro de la Fortaleza mágica. Kraven deseaba seguir los pasos del señor oscuro sin cometer también sus errores. Por ello no dudaba que Lord Voldermort hubiese obtenido aquel conocimiento del libro también. Así que cuando recibió aquella lechuza con una carta de los Uzza su corazón se acelero como nunca, por fin estaba encaminado para ello.

 

Jamas había estado en Uagadou, pero claramente aquello no era impedimento para aventurarse al conocimiento de magia poderosa, la fecha y hora estaba escritas sobre el pergamino. Solicitaban su presencia ante uno de los Uzza de nombre Khufu, el Von Alexandros jamas había escuchado de el en conversaciones, pero debía ser una persona poderosa para enseñar aquella magia ancestral. Tomo su gabardina negra sobre su ropa implacablemente ordenada para así salir de la mansión de su familia Von Alexandros. Con varita mágica lista en su mano desapareció del lugar para llegar a la ubicación de su traslador, que lo llevaria hasta las montañas donde recidia Uagadou. Tras unos momentos de viajes mágicos por fin había llegado a su destino. El clima era asfixiante en el ambiente, aunque estuviera a punto de anochecer el calor se sentía aun sobre su rostro, el cielo estaba despejado dejando en claro que estaba en otro país, en otro continente.

 

No tardo mucho en dar con el lugar donde se llevaría acabo la prueba del conocimiento del libro, las montañas de la luna eran fáciles de ubicar, pero difíciles de cruzar. Como medida de seguridad su traslador lo había dejado en las faldas de la montaña, donde Kraven debía ascender por su cuenta, como si fuera una prueba mas de su fortaleza ahora física. El mago alemán se sentía ansioso por comenzar ya, aunque en su rostro no se notara. Cuando por fin su cuerpo había alcanzado la cima de la montaña, con el amanecer a punto de salir entendiendo al castaño que le habia tomado toda la noche subir la montaña. Estaba claro en su mirada furiosa y cansada que el viaje no había sido de su agrado, diviso a una bruja cercana a una rama torcida, donde descansaba un hombre sin mas,. Por la vestimenta de ambos tan diferente estaba claro que había dado con el lugar correcto. Se acerco a la bruja y al guerrero Uzza que debía ser Khufu para presentarse.

 

La bruja estaba presentándose ante aquel Uzza para cuando Kraven llego hasta ellos, estaba claro que la prueba había comenzado puesto que el guerrero parecía estar mas enfocado en comenzar apesar de su mirada perdida, que en hacerle caso a la bruja de nombre Scavenger, así lo había escuchado el castaño.

 

 

--Sin rodeos ni contratiempos, respondiendo a tu pregunta lo que esperaría al final si es que hablaras sobre la noche creo que serian las estrellas... Aunque espero que aquella pregunta sea dirigía a nosotros. -- Dijo kraven con un tono de malhumor, casi tan ansioso por iniciar con la prueba que no podía esperar mas.

 

 

-- Buenas noches a los dos, mi nombre es Kraven Von Alexandros y vengo a adquirir el conocimiento del libro de la fortaleza, ¿Cuando iniciamos?-- Pregunto Kraven dirigiendo la mirada a Scavenger y sobre todo a Khufu.

 

 

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La única razón por la que decide abandonar la tiesa forma que ha estado manteniendo todo este tiempo es porque finalmente la tranquilidad de la madrugada se ve perturbada por la llegada de los aprendices, y ciertamente Khufu no pretende retrasar su aprendizaje solo por un momento de nostalgia. Frente a él hay dos personas completamente diferentes, parte del trabajo del guerrero hacia con Uagadou es saber de los estudiantes antes de que ellos se presenten ante él, de esa manera puede elaborar un mejor desarrollo del aprendizaje, sin embargo, hay mucha información traspapelada entre los expedientes de los usuarios inscritos para aprender la magia guerrera, por lo que hay aspectos en los magos y brujas, cualidades, que solo pueden verse en persona.

 

Esta vez no es una excepción, y se siente motivado aún más ante personalidades superficialmente opuestas. Por otro lado, sus vagas presentaciones no hablan del todo por ellos, y habría que seguir observando su desarrollo a lo largo de su preparación.

 

Paciencia, señor Von Alexandros, o podría perderse de algo-, se reacomodó aún sentado sobre la rama seca para tener una mejor vista de ambos aprendices. El sonido de la cadena que cuelga en su pecho se siente como el susurro de una persona, tal vez su amada, recordandole que también debe ser paciente con las jóvenes personas que a él vienen hoy en busca de aprendizaje. —Yo soy Khufu, guerrero Uzza de los Ancestros, y seré su guía en este viaje hacia la búsqueda de su vinculación con la magia guerrera de la Fortaleza-, parte de la sobre exigencia que muchas veces Khufu solicita por parte de los estudiantes se debe a lo poco común que es que él enseñe a niveles tan abajo de lo que es consabido, por lo que normalmente es inflexible ante los descuidos de sus estudiantes.

 

No obstante, para Khufu es tan importante la teoría como la praxis, el entendimiento y no solo el conocimiento facilita siempre el aprendizaje en la práctica, sobre todo a los iniciados en la magia guerrera, por lo tanto, aunque está casi deseoso de verlos enfrentarse a las pruebas, sabe que anteriormente debe orientar.

 

Espero que trajeran los libros con ustedes. Si lo han notado ya, hace unos días que los textos se han revelado a ustedes-, en los contratos de Khufu, los aprendices suelen tener acceso a los escritos del libro no al momento de la adquisición de estos, si no hasta que se sienten capaces de comprender sus páginas, esto para motivarlos a finalmente vincularse con el libro. Es parte de la confidencialidad que existe en el acuerdo entre los uzza y el ministerio británico. —Deben entender entonces, que la fortaleza es una capacidad que permite a los usuarios enfrentar, soportar y vencer los obstáculos que van en contra de su parte espiritual-, comenzó la explicación. — La fortaleza es una fuerza física y moral que permite a los individuos ser fuertes, perseverantes y vencer el temor ante las adversidades.

 

La pausa y el ademán desdeñoso es solo para apurarlos a buscar en sus libros, él no se imagina que han tenido el descaro de venir a encararlo sin haber hojeado el libro, tan siquiera espera que hubiesen avanzado en el previo a este; el libro de aprendiz de brujo. Después de todo, hoy finalmente tienen la oportunidad de hacer uso de las gemas y hechizos descritos por los antiguos pueblos mágicos.

 

Es una virtud, que si bien no se nace con ella, es posible trabajarla, aunque evidentemente no es fácil-, no quiere ser tan lacónico con las explicaciones, pero a este punto de su vida Scavenger y Kraven ya debieron al menos sopesar el significado de su propia fortaleza. No estarían delante de Khufu hoy si fuera de otra manera. —¿Entienden entonces por que la fortaleza es uno de los primeros libros con los que deben aprender a vincularse si quieren seguir el camino y aprender de la magia guerrera? Los volúmenes que han obtenido hasta ahora son un refuerzo, un respaldo.

 

Por lo bajo, el guerrero estiró su brazo desnudo para que el tatuaje que envuelve su antebrazo diera paso a la varita de árbol de fuego conjurada por Khufu, el mango azul retorcido es familiar bajo el tacto calloso del guerrero, por lo que conjurar el destello de luz que luego alumbra sobre ellos no requiere nada de esfuerzo por parte de Khufu.

 

Expliquen por favor, dos y dos de los elementos de sus libros; aprendiz de brujo y la fortaleza. Intenten hacer una buena explicación, entre más ahonden en ellos descubrirán su comprensión o surgirán las dudas escondidas que tengan sobre ellos-, intercaló la mirada entre los estudiantes y luego la regresó hacia el horizonte, confirmando que la mañana estaba más cerca a cada minuto, que las pruebas en práctica serían insanas continuando con el ardiente sol africano sobre sus cabezas. —Asegúrense también de armar un escenario, donde puedan utilizar aunque sea uno de los elementos explicados-, ese es un extra, un preámbulo de lo que en realidad les espera más adelante. —¿Y bien? ¿Quien va primero?

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Su breve momento de tranquilidad fue interrumpido por la llegada del que ella asumía era su compañero de clase. Había leído la invitación y sabía que no iría sola en este viaje, y aunque no conocía a la persona, el no tener que pasar por la prueba sola le daba un poco de consuelo.

 

Kraven, si la memoria no le fallaba, llegó con ropas elegantes y finas, y Scavenger se abstuvo de comentar que al final del día probablemente terminarían rotas o sucias. Lo escuchó preguntar a qué hora iban a dar inicio con la prueba y vio también a su tutor, Khufu, levantarse de la rama en donde se encontraba (sus movimientos eran calculados y por un momento el tintineo de la cadena en su pecho fue el único ruido en la montaña) y presentarse a ellos.

 

Mientras Khufu hablaba, ella aprovechó para meter la mano en su mochila y sacar los dos tomos que traía con ella; el libro del aprendiz, y ahora también, el de la fortaleza. Al final de su discurso, su instructor les había hecho un par de preguntas, esperó un momento para ver si Kraven decidía empezar, pero al notar el silencio de su compañero, empezó:

 

—Entiendo el objetivo de la fortaleza. Entiendo que es la base sobre la que nosotros vamos a empezar, si somos dignos, a recorrer el camino de los Uzzas. La espina dorsal que nos permitirá aprender, y, sobre todo sobrevivir a esta nueva magia.

 

Recordó su tiempo en la academia, los meses que pasó como auror, su estadía en la orden. La muchacha que era al llegar a Inglaterra por primera vez no tenía mucho que ver con la mujer que era ahora, y cada uno de esos lugares había contribuido en cambiarla, adaptarla a este nuevo mundo en el que vivía ahora.

 

—En cuanto a los elementos de nuestros libros, para el libro del aprendiz tienes el amuleto volador, — aquí aprovecho para sacar el dije del escondite entre su ropa y lo mostró a su guía. — Aunque lo diga en el nombre, no te permite volar per sé, pero sí puede ser útil cuando se tiene que bajar de algún lugar moderadamente alto. ¿Una montaña tan alta como esta? Probablemente no serviría de mucho si no se calculan bien las distancias. Pero lo uso con frecuencia cuando tengo que bajar de árboles o algo así. También, por supuesto, si alguien cae —hizo énfasis en la palabra, porque los magos no caen de muchos lugares, pero sí son lanzados — puede salvarse de una muerte segura.

 

>>El libro del aprendiz también te da esto —apuntó con el dedo su mano derecha, decorada por un par de anillos. Éste en particular era una tira plateada, simple en presentación pero no en poder. — El Orbis Beastiarum te la oportunidad de entenderte, de controlar algún animal o criatura tan poderosa como un Hipogrifo o un Ashwinder, pero también tiene sus limitaciones. Me parece que sólo funciona con las criaturas que el departamento de criaturas mágicas ha catalogado como XXX. Para un mago que recién empieza su formación, esto puede ser una ventaja también. Volviendo al ejemplo del bosque, me ha librado de varios animales con los cuales preferiría no pelear, y me permite andar por esos lugares tranquila.

 

Aquí hizo una pausa. Conocía el libro del aprendiz bien, había tenido el privilegio de usar sus poderes en más de una ocasión y los consideraba muy útiles, así que explicarlos no era complicado para ella. El libro de la fortaleza le era nuevo, así que aquí es donde podría cometer errores.

 

Después de sonar la garganta un par de veces continuó, —El libro de la fortaleza viene con muchos más poderes, pero mi favorito es la curación. Aplicado a ti o a alguien más te permite curar lo mismo que un Episkey. Creo que en tiempos como este, con la guerra tan cercana como la tenemos, este será un hechizo vital. Se puede utilizar una vez por enfrentamiento, eso es lo máximo que nuestros cuerpos permiten, en estos momentos. Claro, que también puede usarse para curar alguna herida obtenida en el transcurso de la vida diaria, pero creo que es en batalla cuando en realidad resulta útil.

 

>>Por último, el libro de la fortaleza te da acceso a la salvaguarda mágica. —pensó en su último duelo. En como si tan sólo hubiese tenido ese poder disponible se podría haber librado de las cuerdas gruesas del incarcerus que su oponente le lanzó. — Esta básicamente vuelve al mago o bruja intangible por unos segundos. No es mucho tiempo, no. Pero es lo suficiente para cruzar una pared en caso de ser necesario, o de evitar un hechizo o maldición. No requiere el poder hablar para ser usado, y puedo imaginar decenas de maneras en que podría ser usado, escapando de algún lugar que no tenga protecciones mágicas contra eso. Evitando algún rayo o invocación en el calor de batalla. Su única debilidad son los efectos, ya que al ser inmediatos, no puede hacer mucho para evitarlos.

 

Aquí se detuvo. Después de la larga caminata que había hecho hacia la montaña, a solas, el hablar tanto le secó la garganta. Esperó a que su compañero respondiera al tiempo que daba un trago más a su botella de agua.

 

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La luna en el cielo se movía rápidamente a su alrededor, e iluminaba sobre ellos mucho más de lo que lo hacía la luz invocada por el guerrero, haciéndola casi inútil ante los ojos de los magos. El plateado color cubrió la alta superficie de las montañas e iluminó mejor los rostros de las personas ahí reunidas, teniendo una mejor vista de cada uno de ellos. Como el guerrero que es, Khufu no es naturalmente superficial, y aunque encuentra evidentes las diferencias entre los aprendices, se fija en ellos clavando su pálida mirada en cada uno, buscando algo más allá de su fachada. Delante de él tiene rostros jóvenes en apariencia, con escasez de marcas, cicatrices o arrugas en ellos, aunque tal ves si conservan las suficientes como para justificarle su aspiración a la magia de los Uzza. No obstante, su larga vida, y el pasado tiempo de observar y aprender de sus hermanos, le advierten a Khufu que lo último que debe hacer es subestimar a un aprendiz, sobre todo a aquellos que se iniciaban en las enseñanzas de la magia guerrera.


Khufu asiente de vez en cuando a las palabras de la bruja Scavenger, quien fue la primera de dos en comenzar su exposición, no por eso tiene la simpatía del guerrero, pero si esto fuera una batalla, ella entonces llevaría la delantera. Sus explicaciones además, sobre los elementos del libro del aprendiz del brujo, son precisas y atinadas, era evidente que más que comprensión, era la experiencia misma la que hablaba por ella, era alguien que más que en la cotidianidad del día a día ha puesto en práctica los amuletos y los hechizos ya aprendidos bajo la adversidad, y Khufu le sabe reconocerle esto. Por otro lado, tratándose del libro de la fortaleza, sus definiciones se entienden más como aprendidas, memorizadas, sin embargo, existe también un grado alto de entendimiento sobre los hechizos de los que ella habla. Por supuesto que habría que verlo.


“...creo que en tiempos como este, con la guerra tan cercana como la tenemos…”-, las palabras de ella se quedan un rato más dándole vueltas a Khufu en la cabeza, le traen al guerrero cientos de tiempos pasados, muchas batallas ganadas, pero muchas pérdidas también, el valor del sacrificio, los amigos perdidos, los pueblos destruidos, cosas que ni con toda la magia del mundo pueden volver a sanar algún día. Es por eso que para la batalla se tenía que ser fuerte, y no necesariamente solo del cuerpo. “Hay muchos que son conscientes de ello, de la guerra y lo que hay que hacer... -, piensa el guerrero en la lejanía de sus pensamientos. “...pero son tan pocos los preparados para su realidad”-, por supuesto que Khufu comienza a creer que ese podría no ser el caso de Scavenger.



La cadena sobre su cuello volvió a emitir sonido antes que el guerrero lo hiciera nuevamente, después del silencio patrocinado por la espera a una respuesta que le falta y que por supuesto no obtuvo. No está seguro de por que el otro muchacho, aun con la energía con la que había llegado hasta la sima, se ha quedado sumergido en el silencio, atrapado entre las páginas de su libro de hechizos. Tal vez, en busca de la comprensión de toda esa nueva información, se ha sentido impreparado para continuar su aprendizaje, sin embargo, Khufu sabe que el brujo está listo para esto, de lo contrario los textos no se hubieran mostrado al muchacho para que aprendiera de ellos. Es posible que la persona solo necesitara algo más de motivación. No obstante, el trabajo de Khufu no se trataba de incitarlos, si no de orientarlos, por lo que con un gesto sutil de mano le da a entender al brujo que el tiempo se terminó y que detenga su explicación, si es que tiene la intención de dar una. Con suerte lo que venga después haga despertar al aprendiz.


No pueden esperar más tiempo tampoco dado que el amanecer está por alcanzarlos, lo confirma por la luz del sol que se cuela de apoco por el horizonte y que, aunque aún brilla con intensidad, va ensombreciendo la luz del astro que se mantenía sobre ellos. Aún no termina de suceder el amanecer y la temperatura a su alrededor ha comenzado también a elevarse, y si es que quieren aprovechar su día, y tan tormentoso tiempo, deben finalizar con las explicaciones y continuar.


En el calor de la batalla…-, repite las palabras anteriores de la bruja, que le han dado paso a una breve explicación más. —En el calor de una batalla es común dejarnos llevar por la euforia que provoca el momento, sin embargo, aunque se debe ser ágil de mente, se entiende que lanzar hechizos a diestra y siniestra no siempre nos garantiza la victoria-, reglas de oro para sobrevivir en un duelo o en una batalla mágica, pero que no esta de mas recordarle a los aprendices. —Es por eso que debemos no solo saber que existen estos elementos, saber que están ahí no es suficiente, sino también entender lo que significan, para así explotar de ellos sus múltiples usos-, para eso era la ejemplificación que había solicitado anteriormente. —Mientras más se comprenda la función, utilidad y duración de cada uno, más sencillo será para ustedes ejecutarlos y utilizarlos en el momento más oportuno de una batalla o circunstancia-, sobre su mano balanceó su varita y señaló, sobre la bruja, su collar. —Por ejemplo, se sabe que entre las joyas sobresalientes del libro del aprendiz del hechicero se encuentra el amuleto volador, pero tal cual como lo ha explicado puntualmente Scavenger, si nos dejamos guiar solo por lo que se sabe, no entendemos que en realidad no nos ayuda a “salir volando”.


Así mismo, los hechizos tienen un límite debido a que el uso de energía que se requiere para ejecutarlos es alto, por lo que hay que tener en cuenta que cada hechizo, salvo que el libro especifique lo contrario, podrá realizarse al rededor de tres veces por enfrentamiento-, el guerrero aclaró su voz cuando se da cuenta de que incluso para sus oídos se escucha muy técnico. —Es decir, un salvaguarda mágica utilizada por cuarta vez en una batalla no tendrá la fuerza necesaria para convertir su cuerpo intangible y el daño ocurrirá.


La próxima pausa que ocurre es un poco mas larga, para que tengan algo mas de tiempo ellos de ordenar sus ideas o dudas.


Explicado esto, el guerrero se puso de pie y se encaminó hasta la orilla del terreno, justo del lado opuesto donde ellos se han aparecido hay un acantilado pronunciado, posiblemente es ahí donde se arremolinan y se acurrucan las corrientes de aire que los han estado refrescando durante este tiempo. Khufu aún mantiene empuñada su varita cuando llega hasta el borde y la levanta por lo alto para trazar en medio del viento una delgada línea que se abre y da paso a un portal. Es eso algo de magia más avanzada, pero tal vez un incentivo para motivarlos a continuar su aprendizaje en la magia guerrera. El portal se abrió a casi dos metros de distancia de la orilla, para alcanzarlo hay que dar un largo salto hacia a él, lo que se ve del otro lado también es incierto, se ve borroso y los colores arena es lo único que se distingue entre otros más claros sobre ellos.


Luego de contemplarle por unos segundos Khufu se volvió hacia los aprendices, sus pálidos y fríos ojos grises escudriñaron a las jóvenes personas frente a él.


Adelante esta la primera prueba. La meseta de guiza es una maravilla, pero un reto al final de cuentas para cualquiera que quiera atreverse a cruzarle sin conocer los engaños que protegen los antiguos tesoros enterrados entre montañas de arena y trampas mágicas y no mágicas-, de apoco, por la ventana que era el portal, la visión de la arena y el viento enterregado era más evidente. —La adversidad del contexto físico en el campo de batalla, sea cual sea, son una ventaja o una desventaja según qué tan rápido se adapten los contendientes al medio físico del escenario de pelea, de ese modo, pueden sacarle provecho, a su favor o darle la ventaja a su oponente-, el guerrero se hizo a un lado, una invitación indirecta a que se acercaran al portal y se animaran a dar ese gran salto que los terminaría arrojando a una altura de casi veinte metros de altura hacia la duna de arena más alta. —Cuidado con los cazadores de tesoros, algunos nativos suelen llamarlos “ratas del desierto” y no tendrán compasión de ustedes si creen que están intentando robar sus tesoros.


El recorrido era simple, al menos los primeros metros, pero cuando más se estuvieran acercando a la zona arqueológica, las maldiciones y las trampas que protegen la zona se irán activando. No sería extraño que de pronto se vieran acorralados por alguno de esos ladrones del desierto, o correteados por algún bicho raro invocado bajo alguna protección mágica. Lo sensato sería entonces evitar ser detectados.


La periferia de Abusir es el destino a alcanzar. Esperaré ahí por ustedes-, concluyó antes de él mismo desvanecerse como polvo en el viento. Sobre el portal, bueno, ese se cerraría luego de que el último de ellos decidiera cruzarle.

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Scavenger examinó el portal frente a ella con mucha atención. No era la primera vez que veía a alguien hacer uso de esa magia, tenía la fortuna de conocer magos con conocimientos muy avanzados en áreas de la magia que ella no podía ni siquiera nombrar aún. Se estaría mintiendo a sí misma si dijera que eso no había influido en su decisión de estudiar con los uzzas; el poder en sí nunca le había llamado la atención, pero el conocimiento, el saber simplemente por saber… eso era lo que la motivaba a actuar. No había misterio que su mente no disfrutara analizando.

 

Las instrucciones de su guía eran claras, debían cruzar la meseta de guiza y llegar hasta Abusir, pero claramente no sería fácil; empezando con el hecho de que el portal no estaba directamente en la montaña, sino a un par de metros del borde. Scavenger le lanzó una mirada a Kraven, quien después de presentarse había permanecido en silencio, y se preguntó en qué estaría pensando el mago, o que tan interesante estaría encontrando todo el asunto hasta ahora.

 

Se levantó del pedazo de tronco en el que estaba sentada y guardó sus libros con cuidado. No había estado sentada mucho rato, pero el descanso ocasionó que los músculos de sus piernas empezaran a entumirse por el esfuerzo de haber caminado hasta la cima de la montaña. Estiró las piernas y los brazos, tratando de reactivar su cuerpo, de alistarlo para la nueva aventura.

 

Al ver que Kraven seguía sin responder, Scavenger se acercó a la orilla de la montaña. Mirar hacia abajo fue una pésima idea, las rocas de la montaña decoraban el piso, afiladas y peligrosas. Si algo salía mal con el salto, tendría que lidiar con ellas. Trago saliva ante la idea.

 

—Gracias por la información, — le dijo a Khufu, al tiempo que regresaba un par de metros para tomar impulso. —Nos vemos en Abusir. — Lo dijo en el tono más confiable que pudo encontrar, aunque era una pésima mentirosa y estaba segura de que el uzza podría fácilmente ver que en realidad estaba muy nerviosa.

 

Miró en dirección a Kraven una vez más, estaba tentada a desearle suerte, pero algo en la energía del mago la desconcertaba. Se limitó a lanzarle una sonrisa que esperaba denotara simpatía y miró hacia el frente, empezó a correr hacia el borde y, cuidando de no mirar hacia abajo, saltó.

 

Le hubiese gustado cerrar los ojos, sentir el viento en la cara y el pelo, pero tenía que poner atención o si no terminaría activando el amuleto volador muy tarde y acabaría estrellándose en la arena. Por un momento pensó que no llegaría al portal, pero el impulso que había tomado le dio la potencia necesaria para alcanzarlo. Fue ahí cuando pudo observar al fin lo que le esperaba del otro lado: desierto, por supuesto, pero también muchas rocas, edificios a medio destruir se podían apreciar a la distancia. Scavenger apenas y tuvo tiempo para tocar su amuleto volador y activarlo, haciendo su caída hacia el piso más lenta, permitiéndole también mirar a su alrededor, a todas las ruinas que rodeaban el lugar. A la distancia, sin embargo, se podía ver la silueta de una ciudad. Abusir.

 

Una vez en el suelo, aseguró la mochila en su espalda y comenzó su camino, volvió la vista hacia atrás después de un par de pasos, pero ya no había señales del portal. Si Kraven había cruzado o no, ella no tenía idea. Recordó las palabras de Khufu acerca de las ratas del desierto y los otros peligros que llenaban la meseta, preguntándose cuál sería la mejor estrategia para llegar hasta su destino a salvo. Por un lado, la clara desventaja era su falta de conocimiento acerca del área; por el otro, la prueba estaba diseñada para probar exactamente sus habilidades contra los peligros desconocidos. Por el momento, más le valía ser discreta, cada ciertos metros se asegurada de borrar sus huellas de la arena para evitar que algo -o alguien- la siguiera.

 

Llevaba casi 15 minutos caminando cuando un sonido la hizo detenerse. Un silbido suave que apenas era perceptible provenía de un montículo de arena a su derecha. Khufu había hablado de tesoros escondidos entre las dunas, y de intrépidos buscadores que habían muerto buscándolos. Si Scavenger fuese más ambiciosa, a lo mejor podría sentirse tentada por ellos, pero en esos momentos no sentía deseo alguno de lidiar con la fuente de aquel sonido estremecedor.

 

Una cosa si era obvia, si ella podía escuchar el ruido, lo más seguro es que algo también pudiera oírla también. Tocó el anillo de bronce en su mano izquierda, el de salvaguarda contra los oídos indiscretos, y se concentró. Las instrucciones del libro eran claras, tenía que visualizar un campo extendiéndose aproximadamente 50 metros con ella al centro, si se concentraba lo suficiente lograría aislar cualquier sonido proveniente de ella. Esperó un par de segundos, casi un minuto hasta que el silbido despareció por completo.

 

Poco a poco, continuó avanzando por la arena, más despacio de lo que le hubiese gustado, pero sin toparse con alguna sorpresa desagradable. A estas alturas el sol brillaba con fuerza en el cielo, y el calor comenzaba a ser asfixiante, ella se había quitado la sudadera y la había atado a su cintura. Se estaba acercando a Abusir, de eso no había duda, pero aún le faltaba un gran tramo por recorrer. Por el rabillo del ojo podía ver algo moverse, pero cada vez que volteaba no podía ver más que arena por todos lados.

 

Siguió así por casi una hora, hasta que la fuerza del sol se hizo casi insoportable. En busca de un descanso, se acercó a unas ruinas lo suficientemente altas para generar una sombra y apoyó la espalda contra ellas. Casi instantáneamente el silbido que había escuchado antes volvió a emerger, pero con mucha más fuerza. Apenas y le dio tiempo de sujetar la varita antes de que tres figuras, como serpientes escondidas bajo la arena se abalanzaran sobre ella.

 

Le tomó un par de segundos reaccionar, pero fue tiempo suficiente para que las criaturas impactaran contra ella, tirándola al piso con mucha fuerza. Sintió un ardor en el hombro, y una presión en el brazo con el que cargaba la varita, como si algo buscara inmovilizarla. —Vipera Evanesca, — dijo entre dientes, y un rayo salió disparado hacia su hombro, deshaciéndose de la serpiente que acababa de morderla.

 

—¡Basta! —habló con fuerza, concentrándose en su anillo de amistad con las bestias. Si bien las dos serpientes restantes no podían entenderla completamente, al menos podrían comprender sus intenciones. —No quiero su maldito tesoro, sólo estoy de paso.

 

Pasaron unos segundos, pero poco a poco sintió la presión en su brazo y pierna aligerarse, hasta que pudo ponerse de pie. El ardor en su hombro izquierdo empezaba a extenderse a través del brazo. Apuntando la varita hacia sí misma, pensó, episkey, hasta que el ardor desapareció, sólo quedo una mancha de sangre como prueba de lo que había pasado. Con un suspiro, se alejó de las ruinas, las serpientes ocultas bajo la arena de nuevo. Hasta ahí había llegado su factor sorpresa.

 

No volvió a acercarse a las ruinas, aunque eso implicase quedarse bajo los rayos directos del sol. Mantuvo el ritmo constante y el anillo contra los oídos indiscretos activo todo el trayecto, se aseguró también de borrar sus huellas sobre la arena. Con la mirada fija en su destino, siguió adelante.

 

Cuando faltaba menos de un kilómetro para llegar a su destino y la ciudad de Abisur se alzaba frente a ella, se tomó una pausa. Concentrándose en otro anillo de su mano izquierda, centró su atención sobre las ruinas. El detector de enemigos podría decirle si lo que la esperaba en Abisur quería dañarla, o al menos debería. Scavenger cerró los ojos y enfocó toda su atención, pero no pudo percibir nada fuera de lo común. Con un suspiro cansado avanzó hacia adelante. Las ruinas que la rodeaban todo el camino se habían vuelto más cercanas conforme avanzaba, y con cada paso era más difícil evitar tocar alguna.

 

Con extremo cuidado, intentó recorrer esos últimos metros lo más discretamente posible, pero debió de haber activado algo porque un par de pasos más adelante el ruido de roca cayendo la alertó de inmediato. Mirando hacia sus pies, la fuente del sonido, se dio cuenta de que había pisado un pedazo de concreto en el piso, y de los dos pilares que se encontraban a sus lados salieron disparadas un par de flechas.

 

Era como si alguien hubiese lanzado un disparo de flechas en su dirección, y aunque pudiese deshacerse del par que venían de un lado con un simple evanesco, las del otro lado impactarían contra ella. Cerró los ojos y encogió los hombros, se imaginó a si misma translúcida, como un fantasma. Incorpórea. Las instrucciones del libro de la fortaleza para la salvaguarda mágica eran un poco confusas para ella, pero indicaban que lo importante era la intención, y en ese momento su única intención era no ser dañada más de lo que ya había sido.

 

Abrió los ojos después de un par de segundos sin sentir ningún tipo de impacto y se alegró al comprobar que las flechas yacían sobre la arena, habían atravesado el espacio donde estaba su cuerpo como si ella no estuviese ahí.

 

Le hubiese gustado celebrar un poco su logro, pero a estas alturas sólo quería salir de esa meseta lo más pronto posible. Caminó los últimos metros hacia Abisur con la varita segura en su mano derecha y a paso veloz.

 

De pie, espaldas a las primeras ruinas que marcaban el inicio de Abisur, pudo distinguir la figura de Khufu. Su expresión seria e indescifrable.

 

—He llegado, —lo saludó, la voz rasposa por no haberla usado.

 

Estaba llena de arena, sudada y cansada de caminar bajo el sol tanto tiempo. Pero al fin había llegado a su destino.

 

something amazing: a boy, falling out of the sky
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En su tan corto tiempo enseñando a los iniciados en las magias guerreras, el guerrero Khufu no cree haber visto un desarrollo tan impecable anteriormente, aun con los altos y bajos de su aventura Scavenger se había mantenido centrada, siempre con la mente despejada aún cuando el medio físico que la rodeaba exigía todo de ella de sobremanera. Parecía casi una pena que Von Alexandros no se sintiera lo suficientemente inspirado para también atravesar el portal y buscar Abusir junto con Scavenger, por un momento habría jurado haberlo visto saltar al portal antes de desvanecerse en el aire, y es que algunas veces no estar solo en el viaje te hace tomar otras decisiones, no siempre las mejores por supuesto, ya sea por que intentan ayudarse mutuamente o por diferencia de opinión, pero sea cual fuera el caso, esto, más que para el indeciso brujo, sería una prueba más que Scavenger hubiera tenido que enfrentar.


Por otro lado, Khufu, que se ha mantenido latente a las acciones de los brujos asegurándose de que en realidad no les hiciera falta pretextos para no recurrir a la magia recién aprendida, se adelanta hasta el final del recorrido para recibirles, pues la travesía hacia Abusir era ya tan naturalmente desafiante que realmente no necesitaba mas mano por parte del guerrero de la magia de los ancestros para hacerlo todo mas complicado.


Puede tomar un merecido descanso después-, es el intento más fallido en toda la larga vida del guerrero por felicitar el desempeño de la bruja cuando finalmente llega hasta él. Con tal recibimiento, él quiere reconocer que la aprendiz ha sabido dominar hasta ahora con sensatez los elementos de ambos libros de hechizos aprendidos hasta ahora bajo adversidades peligrosas, pero también la falta de entusiasmo es una advertencia, de que en una batalla real, una pelea, o una guerra, el descanso llegará solo hasta el final de estas y, para algunos otros, solo lo hará hasta después de su muerte. Aun así, Khufu le da el tiempo de otra explicación para que ella se recupere, física y tal vez anímicamente, antes de la última prueba.


Ha sido interesante seguir su travesía, Scavenger. Aunque corta, veo que ha comprendido en su mayoría las definiciones de los hechizos y amuletos de los libros y no solo eso, los ha ejecutado limpiamente-, la voz de Khufu es seca, casi ni siquiera parece que es sincero con ella. Por otro lado, la mirada gris del hombre, casi descolorida, contrasta con los vivos colores del desierto a casi mediodía, incluso con el mismo Khufu, por lo que no es fácil ocultar hacia dónde es que dirige la vista, puesta sobre el rastro de sangre que queda en la camisa de Scavenger.


Quizá deba extender un poco más su explicación.


Ha tenido solo “detalles”, sin embargo, en muchos casos esos “detalles”, podrían garantizarle la victoria, o costarle la vida. Esta vez no parece haber cobrado caro, pero es importante-, Khufu señaló la mancha de sangre, donde la ropa apenas rota por el ataque no deja mostrar rastros de lo sucedido. ―Es importante por ejemplo; que sane sus heridas completamente y en tiempo, Scavenger. Si bien algunos daños no son tan intensos y darán margen para defenderse, otras heridas deben ser atendidas inmediatamente, saber esto es algo que le servirá para toda la vida-, esta es una explicación un poco complicada, solo espera que ella pueda seguirle el hilo de pensamientos. ―Esa serpiente que la hirió ¿era realmente venenosa? yo digo que sí, entonces no le debe quedar mucho más tiempo de conciencia ¿cierto?-, se encogió de hombros. ―Es un ejemplo nada más-, se acercó apenas a la muchacha para entregarle un pequeño saco que cabe en la palma de su mano, en el interior solo queda un bezoar. ―Esos son los "detalles" que, en un duelo o una batalla, le salvan. Trágalo, por si acaso.


Tampoco cree que tenga que perder el tiempo con reglas básicas de combate, aun así hace la mención, solo por que es una cosa importante para terminar de comprender los usos de cada elemento de los libros de hechizos.


Hay que entender también que dentro de la magia guerrera muchos de estos elementos sólo serán útiles durante una batalla o un duelo; hechizos tales como la curación y el salvaguarda mágica serán tremendamente útiles, pero tal cómo lo dice el libro estos tienen un límite, que se relaciona a la energía que se necesita para ejecutarse, por lo que un salvaguarda mágica no se podrá usar más de tres veces y una curación, al requerir más energía, solo se podrá usar una vez en batalla-, la pausa que hace esta vez es breve, debe tener cuidado de no confundir a la aprendiz. —Por otro lado, los amuletos y joyas guerreras que ahora le pertenecen siempre les serán de utilidad, en sus características encontró usted el uso adecuado de cada uno para librarse de algún obstáculo allí afuera, sin embargo, en una batalla o en un duelo, no les serán de mucha ayuda.


¿Cuántos estudiantes no ha visto perder la ventaja o la victoria solo por detalles como estos?.


En todo caso, encontrará usted que también hay una relación entre los hechizos y sus amuletos, tal como el amuleto de curación y la curación o el anillo de amistad con las bestias y un orbis bestiarum.


Es casi una regla de oro, en el aprendizaje de la magia guerrera, que los iniciados entiendan la diferencia entre los hechizos para un duelo o batalla y el uso de los amuletos.


Vamos allá entonces-, con un gesto de la cabeza, Khufú le señaló un sendero que se extraviaba enterrado en la arena, pero que era evidente que llevaba hacia el interior de Abusir. —Hay que adentrarnos, ahí alguien nos espera, y si le quedan dudas sobre algo, será mejor que las saque ahora.

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