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ஃ Estudios Muggles ஃ


Matthew Black Triviani
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La magia también existía en el mundo muggle, solo que no eran capaces de utilizarla y perseguían a aquellos magos y brujas que se habían renegado de su lugar, para vivir como ellos, entre ellos, adaptándose a sus costumbres y formas de coexistir. En los siglos pasados, muchos fueron quemados, ahorcados y asesinados de formas indescriptibles, solo por practicarla, algunos de forma correcta, y otros tan solo para dañar. La llamaban brujería.

 

Hubiera preferido que sus alumnos dejasen sus varitas en un cajón resguardado con magia para que nadie más que ellos pudieran retirarlas, pero seria divertido ver como se manejaban en un lugar completamente desconocido, claro, seguramente ellos habían tenido la oportunidad de viajar hacia otros países, conociendo sus costumbres, pero ahora tenia pensado un viaje al pasado, donde la magia era algo tabú y completamente desconocido, hasta prohibido. ¿Serian descubiertos y destinados a la horca? podría ser, eso era lo que le daba más emoción al viaje, lo interesante de todo eso era el jugar con la navaja de doble filo.

 

Termidor. pronuncio en un tono lacónico, y le entrego tres sobres.

 

Cuando el alumno tocase el sobre, éste se transformaría en un objeto, el que su mente decidiera rápidamente... Aquel seria una pieza sumamente importante para ellos, los ayudaría a descifrar un enigmático problema del pasado, que, del cual seguramente sus vidas dependieran.

 

Haz que éstos tres sobres lleguen a los alumnos de ocasión, una vez que encuentres a los tres, tráelos contigo hacia mí. le ordeno a su elfo personal, el cual detestaba por cierto.

 

El gitano se encontraba sentado sobre una roca a las afueras de Castelobruxo. Nada agraciado a decir verdad, simplemente le gustaba el sonido del silencio.

 

 

@@Hessenordwood Crouch

@

@@Rory Despard

Editado por Niko Uzumaki

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Benjamin Whisper


Estudios Muggles.

Para todo el que conociese, incluso superficialmente a Benjamin, era un tanto extraño que se decidiese a cursar ese conocimiento. Sin embargo, como casi todo en su vida, la decisión no era nada impulsiva, sino el resultado de sucesivas reflexiones los últimos días.

El caos que reinaba en Inglaterra por la imprudencia del ministro de magia de romper el estatuto del secreto no cesaba, y más metidos en líos políticos, eran en realidad pocos los funcionarios con un perfil más técnico que supiesen que medidas aplicar para evitar que siguiese encendiéndose la pradera (eso por no contar que buena parte de ellos, favorable a las acciones del ministro, prefiriese precisamente que aquella situación se mantuviese así todo el tiempo posible). No era el caso de Ben, que como parte de la delegación diplomática, estaba sometido a un entorno de constante estrés, preocupación, y a menudo caminando sobre un hilo muy fino que podía romperse en cualquier momento.

Su astucia lo había mantenido a salvo de exabruptos hasta el momento ¿pero cuánto más podría durar así? Necesitaba ampliar su círculo, establecer nuevas alianzas, y visto como estaban de extremadas las posiciones en la comunidad mágica, la verdadera oportunidad estaba en el mundo muggle, al que tantos precisamente le rehuían, ya sea por un desprecio devenido de sus prejuicios hacia todo ello, o de compasión, era admirable que tantos tuviesen una visión tan ingenua de las cosas.

Era por eso que se había inscrito, con la esperanza de poder profundizar sus conocimientos sobre las dinámicas del mundo muggle. Ya en su estadía en Estados Unidos, había tenido un primer acercamiento al tema, aprendiendo sobre medios de transporte, hobbies habituales y zonas de esparcimiento, pero Nueva York guardaba sus diferencias con Londres, y de todas formas, fuera de eso, había todavía muchas cosas en las que se mantenía ignorante.

Lo que le inquietaba, sin embargo, era que Constanza, la empleada más antigua de la casa calendario de los Avery, hubiese encontrado un objeto que él creía perdido para siempre en la enormidad de aquella casa. Su estupor había sido tan grande, que la mujer había tenido la osadía de repreguntar ante su orden de destruirlo, si realmente quería hacer tal cosa. Él entonces había hecho arder aquel libro ante los espantados ojos de la mujer.

Lejos ya de aquel lugar, apoyado en el alfeizar de la ventana de su habitación en el Pink Palace y terminando de fumar un carísimo puro, estaba considerando que se había extralimitado con ese acto, lo que por otra parte, solo significaba que incluso con la clase reciente de Oclumancia, todo lo que tenía que ver con...ese sujeto, conseguía sacarlo de sus casillas con demasiada facilidad, hasta que de repente, un elfo apareció frente a él, con un sobre que tenía el sello de Castelobruxo. Preguntándose por qué no habían podido simplemente emplear una lechuza, Ben tomó con la mano que tenía libre el sobre, y enseguida, sus ojos se abrieron de consternación al ver como este se convertía en el libro que había quemado apenas hace unas horas.

No tuvo tiempo siquiera de decir o hacer algo más, porque de un chasquido el elfo lo trasladó, hasta donde suponía, tendría lugar su clase. Recuperado del leve mareo provocado por la aparición, sus ojos se fijaron en el jovencito sentado sobre una roca, cuyo perfil recortado lucía especialmente dramático en contraste con la edificación de Castelobruxo de fondo.

— Las personas normales mandan una misiva con antelación para que la persona pueda alistarse adecuadamente— increpó al que intuía que sería su profesor en esa clase, mientras se acomodaba el blazer azul oscuro— pero bueno ¿quiere explicarme qué maldito hechizo le hizo a los sobres?

En su mano, sujetaba el libro como si se tratase de una bomba a punto de explotar. Editado por Rory Despard

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Quintel Guillam

 

"Querido George;

 

Hoy tendré una clase avanzada. Me han dejado tomarla antes de concluir los estudios solo por mis antecedentes. Eso es algo bueno ¿no? Si, creo que tu me dirías algo como eso mientras yo me preocupo por algo más superficial como intentar no llamar la atención por entrar a medio curso a un colegio diferente, aun cuando vivo más tranquilamente en el mundo de los mágicos que entre los nomag. La verdad es que ya no me pasa eso. Y quisiera que estuvieras aquí para compartirlo. Yo sé que siempre están ustedes dos aquí conmigo, pero últimamente se siente como si no, al menos desde que me mudé a Inglaterra. Hess sugiere que debe ser por el cambio, pero he cambiado anteriormente y nunca antes me sentí tan... lejos de ustedes...

 

En fin, no me olviden, por favor. Los amo, a ti y a mamá"

 

Las ruedas del skate sobre la piedra del suelo es lo único que se escucha a lo largo de ese pasillo más que solitario de Castelobruxo, seguramente por que las clases ahí ya han comenzado. Avanza aun así a un ritmo lento pero constante y se desplaza sobre el patín empujándose con el pie de tanto en tanto, sólo cuando considera que ha perdido velocidad. La reacción es tan automática como si fuera algo tan instintivo como lo es caminar, por lo tanto, no tiene problemas tampoco cuando se encuentra con algún obstáculo en su camino, con el mismo letargo de sus movimientos los esquiva sin el mayor esfuerzo, después de todo, ha hecho esto por mucho tiempo, y aun cuando volar en escoba le resulta muy vivificador, hablando de distancias cortas, para Quintel no hay como rodar sobre el concreto.

 

Parece él alguien tan joven aún como para merodear por Castelobruxo, aunque Quintel siempre va a diferir esa y opinará que dentro del mundo de la magia, al menos en el que él ha vivido, pocos magos parecen viejos en realidad. Él solo es uno más del montón, de esos que han vivido muchos años, pero no lo parecen, la diferencia con Guillam era solo tal vez, que a pesar de sus años, realmente bien vividos han sido tan pocos como la joven edad que aparenta. Por otro lado, están todas esas cosas atrapadas dentro de él, escondidas otras veces como hoy en sus gestos más tranquilos, como el rostro taciturno que ensombrece su habitual sonrisa y el espeso gris de su mirada con los recuerdos del pasado.

 

Las instalaciones del colegio en Brasil le trae a Quintel un poco de viejos recuerdos, no del cómodo tiempo viviendo con el bueno de George, si no antes de eso, cuando los días eran todos iguales y la prioridad de su existencia era sobrevivir a un día mas atrapado en aquella fractura del tiempo causada por una maldición, o eso es lo que los sacerdotes de las tribus contaban en las leyendas de sus murales, en cambio Quintel, o mejor dicho Ehécatl, sabía de sobra que todo aquello estaba justificado por un verdadero acto de sacrificio, uno que no ha sido debidamente honrado y como castigo los Dioses han decidido mantenerlos ahí encerrados, a todos ellos, hombres de fe, mujeres trabajadores e incluso criaturas inocentes.

 

Solo el amor de madre había salvado a Ehécatl de sufrir el mismo destino que todos ellos.

 

Una media sonrisa joven revive un poco mas el habitual ánimo del brujo, aun tiene la mirada en algún punto perdido del interminable pasillo, abordando recuerdos involuntariamente, acompañado solo por el sonido de su patineta y el piar de las aves que se cuelan desde el exterior, que lo traen de vuelta como si despertara de un sueño. Esta decidido a dejar esos pensamientos atrás, concentrarse mas en lo que lo ha traído de vuelta a América mucho antes de lo que Quintel hubiera querido. La interrupción de una criatura que no reconoce a simple vista se encarga de eso, pues se a aparecido a tan solo un par de metros de distancia de él y ya el patín había comenzado a ganar velocidad luego de pasar por un aula ocupada con la puerta abierta.

 

—¡¡Cuidado!!-, el grito alarmado del muchacho es desagradable, y el elfo pega un brinco del susto tan alto como si se hubiera aparecido en la jaula de algún animal que pudiera comerlo.

 

Tratar de esquivarlo es todo un problema, aún para alguien tan acrobático como lo es Quintel; la orilla del skate se raspa sobre el duro suelo cuando inclina todo su peso hacia atrás y gira para no golpear al elfo. Naturalmente, frenar tan de pronto hace que el muchacho tenga que saltar casi hasta el otro lado para no lastimarse a si mismo con el patín.

 

Casi te golpeo”-, le dice al elfo con lenguaje a señas, pero la evidente confusión de la criatura le recuerda a Quintel que no está en casa. No hablar no habría sido un problema anteriormente, cuando aún vivía en California, pero a pesar de las ventajas que encontraba vivir en una comunidad mágica, ese ha sido hasta ahora su mayor traba. —Lo siento-, murmuró bajo, solo así su vieja voz gastada no se escucha tan mal. —¿Ah? ¿Esto es para mi? ¿Estás seguro?-, a pesar del susto, la criatura se repone más rápido y se acerca apuradamente a entregarle un sobre al brujo.

 

Aún en las manos del elfo Quintel inspecciona el sobre antes de finalmente decidirse a tomarlo. Sin embargo, no tiene más oportunidad de analizarlo cuando lo agarra, pues el sobre inmediatamente muta bajo su tacto, a una forma más alargada y doblado en cuatro partes iguales, el material, que sigue siendo de papel aunque más grueso, es visiblemente más viejo, algo comido en las orillas y manchado. Quintel no necesita desdoblarlo para saber de qué se trata, lo ha visto infinidad de veces, conoce lo que hay en su interior, y lo que le hace falta también. Es más por eso último que Quintel no se anima a abrirlo y se congela al leer la dedicatoria escrita con impecable caligrafía en una esquina del papel:

 

"Para: Quintel. De: George."

 

"Equivocado"-, le dice con señas, queriendo regresar al elfo el papel, pero aunque Quintel es paciente con las criaturas, la confusión del elfo por sus señas casi lo exaspera. —Estudios muggles-, masculla entre dientes para dejar escapar apenas un sonido, tratando de explicarle al elfo que no está aquí para algo más que eso. La verdad es que la magia del sobre confunde a Quintel, ciertamente no espera involucrarse con magia el día de hoy, no es que eso le emocione tampoco, pero es lo que uno podría esperarse con el título de la clase. Por el contrario, la criatura insiste y le balbucea algo sobre ayudarlo a llegar a la sesión. Debe ser que aun se siente aturdido por el papel con la dedicatoria de George que sin pensarlo toma la mano del elfo, quien los desaparece luego de que el brujo recoja el resto de sus cosas, dejando solo un sonido sordo dentro del solitario pasillo.

 

La aparición lo desorienta y lo hace tambalearse cuando sus pies tocan nuevamente la superficie del exterior provocando que caiga de bruces, por experiencias como esta es que está convencido de que nunca podrá conseguir la licencia de aparición por su cuenta y, que tan pronto termine sus estudios, sería mejor para él conseguir una maestría en el vuelo de escobas.

 

Al levantar la mirada, antes que nada, incluso antes de notar que están afuera del colegio, lo primero que identifica es la figura del viejo Ben acercándose hasta una persona sentada sobre una roca. El elfo le señala el sitio insistentemente y Quintel razona que debe ser el encuentro para la clase, lo que no termina de entender es que cosas motivarían a alguien como el señor Whisper a interesarse en la vida de los nomag. Quintel frunce el ceño hacia la criatura, como si le exigiera una explicación, aunque por supuesto que no la va a tener de él.

 

No piensa más en eso por ahora, quizá con algo de suerte el tema saldría a flote durante la clase. Gesticula entonces un agradecimiento al elfo con una sonrisa más suave, pero ningún sonido sale de su boca. Luego de eso, se echa a correr, y no tarda en alcanzar silenciosamente a Benjamín, al menos la distancia suficiente para escuchar las primeras palabras que casi escupe primero el brujo.

 

Quintel ahoga una risa silenciosa solo por que no quiere ser descubierto por eso.

 

Las personas normales y CON educación también saludan antes de exigir explicaciones-, interrumpió imitando casi a la perfección la voz de Ben, un viejo truco. Sin mucha prisa, el muchacho saludó a la persona sentada sobre la piedra solo con el popular gesto de mano. —Me sorprende de usté, Ben-ja-mín-, su gesto de fingido desconcierto era evidentemente divertido. El muchacho no tardó en buscar en su mochila una botella con agua y bebió de ella. "¿Por qué te importa tanto?”-, las señas que le dedica son rápidas, solo por que sabe que Ben aun no puede entenderlo cuando se comunica así con él. —¿Que es lo que te apareció a ti?-, levanta la mirada, buscando con curiosidad algo en Benjamín que justifique su aparente molestia.

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Un sendero oscuro, en donde parece estar iluminado al final del camino por una luz ardiente de colores rojos y naranjas intensos, no era ni más ni menos que una clase de incendio, ruidos de gritos desesperados buscando a alguien o quizá sintiendo el dolor de haberlo perdido ante sus ojos, a lo lejos destellos de color verde le hacen saber que esas luces provienen solo de un hechizo que viene acompañado del sonido casi inaudible de la muerte..

 

Más gritos, incesantes, dolorosos, aterradores...

 

No encuentra más salida que correr, correr y buscar a las personas que más le importa saber que están bien y a salvo, correr sin detenerse y esperar no ser vista por nadie, correr hasta aquel terreno que espera que la maldición que lo rodea siga siendo tan efectivo como antes y con la capacidad de proteger a las personas que habitan allí, que su magia cuide de ellos y no deje entrar o salir, como, como cuando ella lo intentó la vez que regresó......

 

Gente corriendo en todas direcciones, tratando de salvarse de una multitud de personas con varitas, ¿será que querían apoderarse de las personas sin magia? ¿o su intención era eliminarlas? No lo sabía, pero debía correr con más velocidad si quería ayudar a su madre, quién, a pesar de haber sido una bruja en mucho tiempo, se había quedado sin magia en su interior debido a una maldición ¿ella también sería su objetivo? Esperaba que no.

 

Estaba por llegar a la casona, de hecho no sabía cómo había llegado hasta allí o qué había hecho para atravesar todo el bosque circundante de la heredad, pero el ambiente se sentía extraño, casi igual a cuando regresó y se encontró con el otro Garry.

 

Antes de llegar a tocar la perilla de la puerta apareció él, con su calma y tranquilidad que la hacía sentir segura... -¿Todos están bien?

 

La pregunta fue rápida, aunque sabía que él entendería por quién realmente preguntaba, él asintió, pero su rostro tenía esa sonrisa demencial que había visto en otra ocasión diciendo que había logrado hacer la tarea que él ministro le había encomendado hacer.

 

Un escalofrío recorrió su cuerpo y sentía como si alguien estuviera jalando su brazo con demasiada fuerza.

 

Despertó.

 

En la cocina de la heredad el sol entraba por la ventana, su bello rostro, pálido y con un estado de alarma, estaba recostado sobre la página de la nota principal de "El Profeta" en donde se relataba con detalles de más como el ministro había cancelado el secreto del estatuto y alguien le tiraba del brazo con bastante fuerza, agarró con firmeza su varita, la cual estaba en su mano izquierda, aquella que tenía la marca de la quemadura de magia negra y apuntó a quién la movia con intensidad

 

-¿Quién eres tú?- el sueño había sido tan vívido que en ese momento no confiaba ni siquiera en el pequeño elfo que había logrado sacarla de sus pesadillas y le apuntaba con la varita directo al corazón.

 

-Yo-yo solo...solo soy un sirviente de su nuevo p-profesor de Estudios muggles, me me pidió que le entregara el sobre y la llevara conmigo hasta el destino de la clase.

 

El elfo había recuperado la compostura al hablar, pero no el color que había perdido ante la amenaza que podría resultar la rubia.

 

Guardó su varita en la manga de su antebrazo, se frotó los ojos, seguía aturdida, había parecido tan real. Se levantó de su asiento y miró al elfo que al igual que ella parecía más repuesto.

 

-¿Esto es algo así como instrucciones?

 

El elfo negó con la cabeza y sus grandes orejas se movieron con brusquedad. La rubia lo tomó entre sus delicadas manos y al instante la dejó sorprendida ya que no había ya ningún sobre, en su lugar había un objeto forjado con oro, que probablemente podría usarse como armas.

 

El elfo estiró su mano ofreciéndole tomarla, como le había dicho, él la llevaría al lugar de su clase.

 

La aparición era el peor método, para ella, de llagada a un lugar, pero en esta ocasión no había sido del todo malo. Castelobruxo era una bella edificación por fuera, nunca había llegado a pisar sus interiores ya que siempre había tenido que tomar clases fuera de él en lugares muy distintos uno de otros, sin embargo, algo en la mirada del elfo, el cual desapareció con un chasquido momentos desde de haber llegado, le decía que esta ni era la ocasión en la que tomaría una clase tranquila al interior del edificio.

 

Disculpen la demora caballeros, tuve un pequeño... inconveniente

 

En el lugar ya había tres personas allí, a dos ya conocía, el joven Guillam, quien trabajaba en la heredad, el excéntrico señor Wisper, a quién había tratado durante la gala de San Valentín y un joven que estaba sentado en una roca y quién ella supuso que era el profesor por la forma en que los otros dos se dirigían a él.

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Benjamin Whisper

 

Antes que el profesor pueda responderle, otro crack se dejó escuchar detrás de él. Había estado tan concentrado en el hombre sobre la roca, que ni siquiera había reparado en que el elfo había desaparecido, pero no se molestó en dar la vuelta, sino hasta que reconoció la voz de quien estaba justo detrás suyo, imitándolo. Había olvidado por completo, que también Quintel se había inscrito para cursar ese conocimiento (aunque las razones para que lo hiciera nunca le habían quedado claras) de forma que lo tendría deambulando a su alrededor todo el tiempo. Ben solo esperaba que él no fuera a pensar que se había inscrito al conocimiento con tal de vigilarle, porque al menos por esta vez, no eran esas las razones.

 

De cualquier modo, lo peor era que, como si estuviese decidido a poner a prueba su paciencia, Quintel usaba ahora el lenguaje de señas para dar un mensaje que no terminaba de enteder.

 

Dado el dinero que pagué, puedo exigirle y hacerle todas las preguntas que se me antoje— la manera como el muchachito estaba husmeando a su alrededor, preguntando que objeto se le había aparecido, lo hace meditar sobre que quizá estaba llamando excesivamente la atención mostrándose tan reacio al objeto, por lo que decide cambiar de estrategia, y echa atrás los hombros, despreocupado, antes de mostrar fugazmente la portada al muchacho— ¿te refieres a esto? No es nada más que un libro clásico de un pensador muggle de renombre. El banquete, de Platón. Supongo que debido a que la clase va de estudiar muggles, el sobre decidió convertirse en eso.

 

Por supuesto, aquello estaba lejos de la verdad. Lo que sostenía en sus manos no era ni cualquier libro, ni cualquier edición del mismo. Estaba seguro que si lo abría, encontraría docenas de anotaciones en los márgenes, frases resaltadas, y quizá, uno que otro post-it con pequeñas reflexiones filosóficas, las cuales en otro tiempo, solían ser el inicio de agradables intercambios verbales, a la luz de velas y con mucho oporto de por medio, pero que al final se habían convertido en amargos recordatorios del desliz que lo había condenado, por tanto tiempo, a auto exiliarse en Estados Unidos.

 

Fue el regalo de un filósofo, que lo consideraba su obra favorita— terminó de decir, con el mismo gesto indiferente perfectamente ensayado, antes de examinar más de cerca a Quintel y el objeto que él portaba— déjame adivinar ¿lo tuyo es una correspondencia? — agudizando la vista un poco alcanzó a notar que había una dedicatoria, aunque el movimiento de Quintel para evitar que coja la misiva es tan rápido que no aconsigue identificar el nombre— no voy a quitártela, tranquilízate. Si resulta siendo la carta de amor de alguna jovencita tonta, que es lo más probable, sabes que está completamente alejado de mis intereses.

 

A Ben todavía le cuesta, cuando se trata de Quintel, descifrar la intencionalidad de sus acciones. A ratos, no tiene dudas respecto a que no es más que un chiquillo curioso poniendo a prueba de forma constante sus límites, deseoso de ver la amplia gama de acciones que puede tener, pero en otras, el comportamiento es más bien receloso y tan cauto, que no puede atribuirse más que al hecho de que no solo desconfía de su persona, sino que además, lo hace con la experiencia de quien ya ha pasado por demasiadas cosas. Que ha visto demasiadas cosas.

 

Entonces ¿cuál de las dos es esta vez? No lo ha decidido aun, cuando otro crack precede a la llegada de la tercera alumna de la clase, y aunque el elfo ya ha desaparecido nuevamente, lo que puede significar que todavía hace falta traer a algún alumno más, notar que se trata de Hannity Ollivander hace que deje para después las sospechas sobre Guillam, y se concentre en la recién llegada, que le genera desazón, por cuanto ya había experimentado en el evento de San Valentín, su gran capacidad para ocultar información, y su brillantez, cualidad que se le hacía detestable en las mujeres.

 

— Bienvenida señorita Ollivander, que curioso volvernos a encontrar en estas circunstancias.

Aun con el impulso de preguntarle cuáles han sido sus razones para tomar esa clase, confía en que pronto alguna pregunta introductoria del docente le absuelva la duda.

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Se encontraba recostado sobre la roca, apoyando su cabeza en el antebrazo como si fuese una almohada. Saco un cigarrillo rubio entre sus tapujos y una caja de cerillos, con la cual lo encendió, inhalo y exhalo el humo... Una pregunta invadía su mente, ¿seria capaz de sacar a la luz todo y sobrevivir a ello? no era que la muerte lo preocupara a decir verdad, pero no tenia ganas de luego soportar el profundo papeleo por la muerte de tres alumnos, de forma innecesaria.

Su vestimenta era la habitual, extremadamente elegante y monocromático. Su cabello estaba desordenado, no habia tenido tiempo de arreglarse para la ocasión. Sus puños estaban colorados y con un par de vendas por las cortadas que se habia generado por los trabajos forzados de la agencia de seguridad Británica.

Una rama se quebró.

¿Uhm? fue todo lo que salio del interior del gitano.

Observo de forma modesta al joven que se había presentado, se reincorporo lentamente sobre la roca en la cual se encontraba acostado, dio una ultima calada a su cigarrillo y lo apago sobre ella. Dio un pequeño bostezo, y observo su muñeca izquierda, el alba casi asomaba en el pasado y era la mejor forma de llegar sin ser detectados por los ojos muggles. Coloco su monedero de piel de moke sobre su cuello, con todo lo necesario -y más- para la clase de aquel día.

Las personas como nosotros no somos, normales... respondió parándose frente a él Benjamin. asumió y miro sobre su hombro visualizando a los otros dos alumnos que estaban en dirección hacia ellos Tenemos magia, eso nos hace diferentes, hasta superiores. lo rodeo y saludo a los recién llegados.

Observo la mano de los tres, un libro, un objeto desconocido y algo de oro... ¿un arma tal vez?

Mi nombre es Matthew Triviani y seré su profesor de Estudios Muggles, por eso los he citado a este lugar, espero que mi elfo se haya comportado de manera eficiente y no les haya causado muchos problemas para llegar hasta aquí. Tiende a comportarse un tanto mal. lo observó de reojo, amenazándolo. Voy a ser sincero con ustedes, por ahora no estoy seguro de como reaccionaran las personas al vernos en otra época. ¿Han traído consigo ropa adecuada para el viaje? les preguntó y recordó que nunca se los había pedido. Bueno, tendremos que robar algunas prendas en Ámsterdam finalizó.

Materializo a Frida en su mano derecha y conjuro un Haz de la Noche, un portal en forma de espiral que levitaba a cinco centímetros del suelo se creo. Para dar paso a lo que era el pasado, puntualmente se dirigirían a Ámsterdam, esperaba no dirigirse a la época Nazi. Los muertos estaban desperdigados por muchas zonas sobre todo relacionadas con el culto de su religión, ¿por qué había pensado en eso? su subconsciente no deseaba revivir aquella época, al menos una vez, deseaba tener una clase tranquila y sin problemas.

 

Los objetos que se han transformado en sus manos, les serán de mucha utilidad. Ahora, pasen, iremos al pasado y estudiaremos un poco de sus costumbres, como vivían, vestían y visitaremos algunos templos sagrados de su antigüedad, donde podrán tomar algún obsequio si así desean.

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¿Correspondencia?-, el muchacho sonrió divertido, aferrándose al pedazo de papel que aún sostiene en sus manos, por un momento había olvidado que aún lo trae consigo, el elfo no quiso recibirlo de vuelta. ―Si hubieran sido las cartas de amor de esas jovencitas enamoradas de mí, Benjamín, tendría la mochila llena de ellas-, soltó aun imitando la voz del hombre mayor.


Su sonrisa apenas se apagó cuando sus grises ojos vuelven a observar la dedicatoria, en aquel pergamino de buen tamaño la firma casi se pierde por el maltrato del tiempo, Quintel cree que ese mensaje está ahí escrito posiblemente desde que George y él se encontraron por primera vez. De eso ya han pasado algunos años. También, le es curioso que, aunque lo que Benjamín dice lleva razón, y esto sea una clase de estudios nomaj, el objeto del muchacho es un híbrido de dos comunidades distintas, de tiempo y costumbres diferentes. Sin embargo, y al final de cuentas, era algo de George para él.


¿Debería preguntar si eso va a ser un problema más adelante?


“...Bienvenida señorita Ollivander...”-, la voz de Benjamín lo trae de regreso de su melancolía pasajera y lo obliga a concentrarse en la última persona que se une al grupo. Hannity Ollivander, la ahijada (si es su hija es un tema que aún no parece estar claro en casa) de su nuevo empleador. No tiene mucho trabajando con ellos, sería cosa de algunos meses, aún así la heredad de los Ollivander es un sitio bastante tranquilo y solitario, por lo que él solo ha tenido encuentro con los demás miembros de esta si el viejo Ollivander así se lo solicita. Es de ese modo que Quintel conoce solo un poco más a Hannity que al resto de ellos.


Quintel hace una reverencia pronunciada junto a las palabras de Benjamín, para que él no tenga que hablar el saludo, aun cuando quiere agregar además que está encantado de verle de nuevo y tal vez preguntar casualmente sobre su “inconveniente”, pero para entonces, el muchacho Triviani ya está sobre ellos dictando el tema de la clase. Su explicación es algo vaga a oídos de Quintel, y confusa, y se pregunta el brujo sí quizá, antes de tomar el curso avanzado, para comprender mejor debió haber comenzado aunque sea el séptimo curso, ahora en Hogwarts, para sentirse más al corriente en las clases. “Estudios Muggles”, se recuerda a sí mismo en donde esta y por que.


¿Ahh? “pero ¿por qué tenemos que robar la ropa si somos tan superiores?”-, se quejó entre señas y sonidos con su lengua mientras es el primero en adelantarse para inspeccionar el curioso portal mucho más de cerca, inclinándose hacia adelante, con ambas manos sobre sus rodillas. No tiene la pinta de algo que hubiera visto antes, ni siquiera de Benjamín o Hessen, que de vez en cuando le enseñan de algún truco de magia avanzada para no perder el ritmo de sus habilidades por el cambio de colegio. —¿Ámsterdam?-, más que al señor Triviani, la pregunta era hacia Ben, como si quisiera saber si él ha estado ahí antes. —Holanda, ¿cierto?-, sabe que Whisper no está ahí esta vez como su tutor, pero es inevitable cuando el tipo de relación que se ha dado mayormente entre ellos es de maestro y aprendiz.


Así que al final de cuentas era un viaje hacia otra época, ¿donde ha oído Quintel eso antes?


Retrocede entonces lo justo para volver a poner atención al pergamino en sus manos, y es que, según Triviani, los objetos en los que los sobres han mutado servirán para este viaje, aunque no explica más detalle sobre ellos y aun así Quintel siente un peso en su estómago. Tan solo han pasado horas desde la mañana, que le ha pedido a George que no lo olvide y ahora aparece este objeto que alguna vez perteneció a su padre para ayudarlo en esta nueva aventura. Tal cual como en los días donde el viejo Guillam aún vivía. Quizá era que estaba siendo demasiado supersticioso, pero más que eso, el brujo sabe que es una señal de los Dioses. Así que de pronto a nada, aquel pesar en su estómago se convierte en una especie de inspiración, de emoción por el viaje y el descubrimiento.


Finalmente, se adentra al portal reteniendo la respiración y apretando los músculos de su cuerpo como si se estuviera a punto de sumergir en un estanque de agua fría. El cambio sucede en cuestión de segundos, apenas perceptibles, pues en un parpadeo y sin tanto ajetreo como lo es usar una aparición, están en un lugar muy diferente. Sin duda, él tiene que aprender pronto a hacer algo como esto.


Febrero 25, 1941. Ámsterdam.


El tiempo ahí es muchísimo mas frió que los exteriores del Castelobruxo, sobre ellos el cielo está oscurecido, pero a simple vista, no se puede distinguir si es por la noche, por las nubes de tormenta y nieve o tal vez por la contaminación que baja hasta casi rozar el piso. Respirar abiertamente también resulta algo muy desagradable, hay una peste horrible que viene por todas partes y Quintel no cree que se deba solo al estrecho callejón donde se ha abierto el otro lado del portal.


Apenas hay algo que ver a su alrededor, está claro que se ha tenido cuidado de no ser tan evidente su repentina aparición, altos muros de piedra de ladrillo grisáceos gastados y manchados por fango y carbón los rodean, y en la oscuridad, ni siquiera las ratas que corren entre sus pies libremente parecen notar su intromisión.


Quintel se mueve un poco más allá en la oscuridad solo para no obstruir el paso a los que faltan de cruzar el portal. Nadie se lo ha dicho, es más como un propio instinto de supervivencia arraigado desde las guerras entre las tribus hispanas, que se esconde repegado al muro cuando escucha el ensordecedor ruido del otro lado del largo callejón, ahí donde las avenidas están iluminadas por altos faros de diesel, el sonido del paso y el conjunto de grandes camiones de la milicia marchando y una aterradora alarma que parece venir de todas direcciones. Debajo de ellos, el suelo tiembla y aunque no sabe bien quienes son, la idea de ser encontrados por toda esa armada, lo pone sumamente tenso.


¿Hacia dónde van?-, murmura con su propia voz esta vez, mientras sigue aún con la mirada al último contingente que se pierde a lo largo de la calle. Por un momento ha olvidado que lo más importante, primero que nada, no es terminar de averiguar en qué época del tiempo es que han aparecido, sino encontrar la forma de adaptarse y pasar desapercibidos, aunque si eso ya era una dificultad para alguien con la apariencia de Ehécatl en tiempos modernos y entre los nomaj, estando sabrá Dios donde y cuando, no se imagina cómo puede conseguirlo sin magia. —Estos lugares parecen...maquinadoras. ¿Será que están desalojadas ahora? no se escucha ningún ruido cerca.

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Benjamin Whisper


Un Triviani, vaya, eso posiblemente explicaba por qué, como todos en esa familia, tenía una tuerca zafada. Aun cuando tenía un cierto encanto físico, Benjamin permaneció impasible y cada vez más cansado de lo que iba diciendo ese sujeto, al que en otro contexto que no fuera una clase, ya habría dejado de atender.

Le molestaba profundamente el pensamiento de que el simple hecho de poseer magia convertía a los magos en seres superiores. ¿Qué era la magia, por ejemplo, sin el talento para saber usarla? No era un experto ni nada parecido en temas históricos, más allá de las biografías que le gustaba leer, pero bajo esos argumentos simplistas, tendría que reconocer hasta a personas decididamente est****as como Dorcus Twelvetrees como superiores.

Así que sonrió ante la provocadora pregunta de Quintel que alcanzó a entender casi en su totalidad, de la ropa que tendrían que "robar" (algo que bajo ninguna circunstancia pensaba hacer, fuera cual fuera el tiempo al que decidiesen ir), y encontrando ya que Triviani estaba ocupado por la energía que requería abrir un portal con el haz de la noche, se sintió solo un poco más libre para volver nuevamente su atención a Quintel, que se las arreglaba, inclusive en esas circunstancias, para conseguirla de forma casi natural. Le gustaba verlo allí, cauteloso frente a esa abertura en el espacio tiempo, pero a la vez cargado con un entusiasmo, y un asombro vacilante, lleno de preguntas, algunas de ellas inteligentes.

Stricto sensu, Ámsterdam es la capital oficial del Reino de los Países Bajos no dijo mucho más y en su lugar invitó con una venia a Hannity Ollivander, para que pasase primero no olvides tus modales, Guillam.

El muchachito sin embargo, volvía a estar ensimismado, según intuía Ben, en el objeto que había aparecido en lugar del sobre. Triviani les había indicado que estos servirían para la travesía, pero, como todo lo demás que el mago había soltado, Ben se permitía tener sus dudas al respecto. Esperó que tanto él como Ollivander cruzaran, y solo entonces caminó despreocupado hacia el portal, echando una última mirada al profesor, que asumía, cerraría esa comitiva.

Mientras cruzaba hacia el otro lado, apretó con inusitada fuerza el libro contra su pecho.

Ámsterdam, del otro lado, lucía ligeramente diferente a la única vez que la había visitado, años atrás, para asistir a la inauguración de una muestra museográfica. Habían aparecido en una calle estrecha en cuyos laterales se acumulaba la nieve, y el ensordecedor sonido de una alarma le aturdió los sentidos, mucho más que la temperatura bastante más fría que la que habían experimentado minutos antes.

Cuando alzó la vista, comprobó que ya todos se encontraban allí. Hannity en la misma línea que Quintel, y él, del otro lado (tampoco es que fuera una gran distancia), con el profesor justo a su costado. No le tomó más que segundos, siguiendo el ruido ensordecedor, notar que habían llegado justo en medio de un levantamiento y tanto vehículo militar desfilando por la calle principal, solo era indicativo de que estaban en una ciudad en conflicto.

Conseguir la ropa parecía el menor de los problemas ahora.

Su boca se contrajo en una mueca de enfado y preocupación, pero disimuló con ello, la ira y las ganas de moler a golpes a Triviani por aquella disparatada idea de llevarlos hasta allí.

Podemos averiguar quiénes son y lo que quieren después. La prioridad en estos momentos es dar con un refugio seguro alzando la vista reconoció que Quintel llevaba razón en que estaban en la zona manufacturera de la ciudad, y que sin embargo, las plantas efectivamente no se encontraban activas así que creo que ocultarnos en alguna de estas fábricas nos ayudará. Son tan enormes que aun si nos descubren, les demorará y eso nos dará tiempo para idear un mejor plan.

No necesitaba del "permiso" de Triviani para seguir en dirección contraria a la de la avenida, y caminó y caminó hasta dar con una puerta lateral, por la que aparentemente, se sacaba la basura. Más tranquilo con el hallazgo, volteó e hizo unas señas a los demás para que lo siguiesen hasta allí, y volvió a centrarse en Quintel, y en sus ojos grises que sin perder esa chispa burlesca, observaban atentos el espacio a su alrededor.

Ben no estaba seguro de cómo es que parecía arreglárselas para utilizar su cuerpo por entero a esa tarea de permanecer alerta.

Vamos, vamos apremió al grupo empujando la puerta y manteniéndola abierta para que los demás pasasen que eso que acaba de oírse son disparos.

No le importaba si Triviani terminaba acribillado, pero era mejor mostrarse como preocupado por todos. La realidad era que, fuera de la suya, era la integridad de Quintel la que no quería ver comprometida, ni tampoco la de Hannity, que a fin de cuentas, era la ahijada del hombre que le daba un trabajo a su muchacho.

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Podía escuchar lo que decían a su alrededor. Apretó las manos hasta que se convierten en puños. Era muy fácil hablar cuando se ignoraban muchas cosas... Sin embargo, se obligaba a cerrar los ojos y respirar profundo. Debía mantener la calma. Con la tensión que había en el aire en aquella ocasión y la exaltación que invade a tantas personas, lo menos que quería era llamar la atención.

 

«pero ¿por qué tenemos que robar la ropa si somos tan superiores?»

 

La pregunta cargada de ironía no hizo más que la cara del gitano cambiase, si bien era una persona seria con poca tolerancia a las personas, hacia su mejor esfuerzo para no matar a cada alumno que pasaba por su escritorio. Buscaba no intercambiar palabras con todos, la mayor parte del tiempo se mantenía callado y solo comunicaba lo que él creía necesario. Se volteó hacia Quintel y sonrió, o al menos lo intento, pero no supo, si lo logro realmente.

 

Puedes optar por robar su vestimenta, o utilizar tu varita para cambiarse de ropa. lo analizo. Yo no los detendré si quieren quemarlo vivo, o incluso, ahorcarlo. Creo que eres lo suficientemente apto para resolver aquel problema, pero dudo mucho que pueda asesinar a sangre fría si la situación lo requiere. añadió mirándolo fijamente a los ojos. Tome una sabia decisión, señor Guilliam.

 

Todos habían pasado el portal, o eso creyó Matthew...

Con un simple movimiento de su varita hizo aparecer un tapado de cuero acorde al espacio donde habían viajado, el clima era perfecto para el gitano, aquel frió que se colaba por sus ropas hasta llegar a su piel, haciendo que ésta se erizara era ideal. Sin embargo, había algo más que lo preocupaba, dos de sus alumnos habían cruzado el portal, pero un tercero no, y si bien la vio cruzarle, debió haber llegado a otro sector de la época, eso podía suceder, si, pero muy rara vez. Los sonidos de plena guerra en Holanda eran demasiado evidentes, esperaba que ahora Quintel entendiera el porque, los magos eran una raza superior a ellos.

 

Nosotros no necesitamos de armas tan burdas para resolver nuestros problemas, al ser una comunidad mágica, tenemos ciertos acuerdos y reglas que hacen que éstas cosas no sucedan. explicó y a pocos metros se genero una explosión. No esta mal el que muggles y seres mágicos fraternicen, al contrario, mi ex marido no tenia magia. comentó como curiosidad y con la mano les indico que lo siguieran. Tiene razón, señor Quintel. lo miro por el rabillo del ojo al escuchar que su cuestionamiento era el acertado.

 

Los tres se adentraron hacia una de ellas para buscar refugio por estar en plena guerra. Una vez que estaban ahí los tres, levanto su mano izquierda y con su varita en la otra, pronuncio suavemente un encantamiento, Repello Muggletum; con eso estarían a salvo de las miradas de los demás, inclusive de aquellos soldados que buscaran prisioneros de guerra. Observo las facciones de Benjamin, parecía no estar del todo satisfecho con aquella travesía, podría notarse el elitismo, pero creyó que era lo suficientemente inteligente para saber que Matthew no dejaría que algo les sucediera, al menos no en su clase.

 

Como pueden ver a su alrededor, ésto es una fabrica, que se utilizaba en los tiempos actuales, donde mucha gente trabaja sin un pago digno, ni mucho menos con las necesidades básicas que en nuestra época tenemos. miró a su alrededor con cierto desencanto Y ahora mismo se encuentran en medio de una guerra por territorio. observó y notó que faltaba Ollivander.

 

¿Hannity? preguntó alzando una ceja.

 

Levanto su palma y la choco contra su frente, sabia que aquello pasaría. Lo mejor seria encontrarla, al menos su cadáver, sabia que Amá aún seguía coleccionando cráneos para veladoras. Se emocionó y sonrió.

 

Los artefactos que tienen en sus manos, podrán resolver el paradero de su... De Hannity. les comentó mientras les entregaba ropa de combate que traía dentro de su monedero de moke. No se preocupen, también pueden utilizar un hechizo localizador para hacerlo, después de todo, las armas de esta época son inoperantes contra nosotros. de las hojas que estaban esparcidas por el suelo, genero pequeños libros con partes amarillentas por el agua. Aquellos contenían información sobre la guerra actual -Aliados vs Eje- el señor Quintel parecía estar integrado a aquellos acontecimientos, pero no podía asegurar lo mismo de Benjamin.

 

 

NOTA: Chicos, dado que Hannity no pudo pasarse, vamos a buscarla (?) espero pronto pueda acomodarse y pasarse, así puede aprobar la clase +.+ al menos del celular, un rol corto, pero es mejor que nada. ♥ Lamento la tardanza, pero estaba haciendo tiempo para que pudiera venir, así que... Retomaremos :)

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No le lleva mucho más tiempo entender el contexto del lugar donde finalmente ha aparecido el grupo. Están atrapados en alguna parte de Holanda bélica. Es un poco desconcertante, o quizá demasiado confuso para él cuando finalmente termina de pescar la idea, este viaje en el tiempo, pues los sonidos de disparos, explosivos y los gritos de las personas lo arrastran de regreso a aquellos tiempos que ha vivido antes, cuando las guerras eran un acto de honor y sacrificio para los guerreros y el símbolo de un profundo respeto y devoción para los dioses que traen paz, riqueza y poder a sus pueblos si se luchaba en su nombre.


Cuando la sangre y el corazón de los hombres era el alimento para los Dioses.


¿Que hablaba Triviani entonces antes? ¿Que los quemarían o ahorcarían por usar magia? Eso era, si es que lo ha interpretado bien. Pues no esta deacuerdo. Su rostro iluminado apenas por el destello de las explosiones que tiñen el cielo de naranjas y rojos brillantes ensombreció su mirada, disgustado con la idea de hasta dónde es que han sido reducidos los brujos, cuando en sus tiempos eran el vínculo armonioso de comunicación entre las deidades y los hombres. Los tiempos realmente habían estado cambiando en su mayoría para mal, y acostumbrarse a esa idea es algo que aun después de la muerte del bueno de George le cuesta trabajo terminar de entender.


“Vamos, vamos”-, Benjamin se escuchaba apurado, los disparos y gritos de la muchedumbre de una batalla parecían acercarse, aunque igual podría ser simplemente el eco rebotando en las altas y solitarias edificaciones. Él se apresura entonces a hacerle caso al hombre y entrar, sin fijarse siquiera aún si es que los demás ya lo han hecho. Igualmente se detuvo justo en la entrada para darle animadamente un par de palmadas al brazo de Ben antes de adentrarse con el mismo entusiasmo con el que había cruzado el portal minutos antes, era un gesto que pedía al hombre mayor no quedarse atrás.


¡Ahh! mira eso-, apenas entrar se adelanta al grupo metiéndose por entre las grandes máquinas y perdiéndose fácilmente en el interior. El sitio es tan solitario que la voz de Triviani, aunque no es aguda o fuerte, se escucha sin problemas hasta donde se ha metido a husmear las máquinas. Esta vez, lo que el mago dice consigue despertar la curiosidad del muchacho. ―¿Que cosas fabrican aquí?-, pregunta, tratando de imitar esta vez la voz del Triviani, aunque aún se escucha muy emocionado para alcanzar el tono en la lengua del otro.


Debe ser que se a alejado mucho del grupo por que no tiene una respuesta a su pregunta, pero si escucha sin problemas una incógnita que por un momento lo alarma. ¿Cómo que dónde estaba Hannity? Bueno, ciertamente no era (esta vez) su problema si a la muchachita le pasaba algo malo, pero está siendo inusual su sentido de preocupación por imaginar que han perdido a alguien como la señora Hannity. Sale de donde sea que se ha metido, arremedando el gesto de Triviani, aunque él no estrella su mano en la frente, solo la lleva ahí y la deja puesta hasta que vuelve a lado de Benjamín. Imitar también los movimientos de las personas es otro mal hábito de Quintel.


Los artefactos que tienen en sus manos, podrán resolver el paradero de Hannity-, eso es lo que dicen.


¿Eso era una pregunta? Él espera por los dioses que lo sea y no una afirmación.


Lo que continúa diciendo el mago detiene su enredado hilo de pensamientos abruptamente. Es ese, el de triviani, un pensamiento interesante, el de decir que las armas de esa época eran inoperantes contra ellos. No puede más que alzar las cejas con cierta sorpresa y desconcierto ante la afirmación, su rostro es muy expresivo para ocultar las palabras que su enmudecida boca no dicen algunas veces, así que antes de que se le escape algo más a través de esa mirada brillante, brevemente, observa a Benjamín, como si estuviese esperando algún argumento de su parte. Por otro lado, Quintel piensa también que tal vez lo escriba en un descuido del Triviani para llevárselo al viejo Ollivander, quizá ese tema lo haga charlar un poco más de lo convencional.


Consigue apartar su atención de esas ideas nuevamente cuando ve la ropa que han conseguido, o mejor dicho que el señor Triviani saca de su bolsillo para ellos. ¡Pero que tío mas trucado! ¿para que el drama de robar ropa entonces? La ropa es una especie de atuendo o uniforme de caudillo, parece, es algo que cree haber visto más en los libros de texto de historia en las escuelas nomaj que dentro de las comunidades mágicas. Quintel se adelantó entonces sin darle más vueltas a la situación, y tomó algunas prendas para comenzar a vestirse con ellas. Mientras con un ojo se pone a la tarea, con el otro se detiene a leer uno de los afiches regados por el suelo, podría tal vez no saber hablar bien, pero el viejo Guillam le había enseñado a traducirle al menos en diferentes idiomas, era una cosa...casi tan fácil.


Debería usar una de estas máscaras ¿ah, Benjamín?-, el muchacho trae puesto, además de sus ropas de milicia que le quedan algo largas, una de esas máscaras antigás que cubren completamente su rostro y amortiguan el sonido que provoca su fea voz áspera. ―Aunque no se puede ver bien con ellas…-, antes de terminar su oración, se agachó para encontrarse con un tubular de acero regado por el suelo y apuntó con él al pecho de Benjamín, luego hizo un sonido de respiración complicada. ―Luke, yo-soy...¡tu padre!-, la frase la acompañó con más sonidos de respiración artificial. ―Bueno, bueno, es que…-, quitándose la máscara del rostro se adelantó esta vez para alcanzarle a Ben uno de esos papeles. ―Si mi memoria no me falla, esto es...una de esas guerras mundiales, ¿ah? Creo que si dejo que vean este bronceado que vale oro... me cazarán por mi raza antes de que pueda lanzar un maleficio en su contra siquiera-, no lo es, pero el tono en su voz parece burlarse de la advertencia inicial de Triviani.


Cuando finalmente están listos para iniciar la búsqueda de Hannity, Quintel recuerda entonces la instrucción sobre los objetos que en sus manos aparecieron y, por una breve fracción de tiempo, se pregunta si cualquiera de ellos tres es el que pudo haber desaparecido, y cómo es que los sobres sabían en qué cosas debían transformarse. ―Ya-, hace un ademán para llamar la atención de Benjamín. “Tengo esto”-, gesticula, pero sus cuerdas vocales no producen ni el sonido del aire escapando de su boca.


Arrodillado en el suelo es que finalmente saca el papel de entre sus ropas, no se le había pasado por alto buscarle un lugar seguro entre los pliegues de esa ropa, aunque antigua, era mucho más elegante que la ropa deportiva que suele vestir. Lee una vez más la dedicatoria antes de extenderlo sobre el suelo. Primero parece dividido en solo cuatro partes, después se multiplican casi al desdoblarse, al final resultó una gruesa hoja de pergamino de casi treinta y seis por veinticuatro pulgadas, con algunos bordes mucho más gastados y algunas partes más claras que amarillas en los bordes, como si se le hubiera sido añadido ese papel después. Quintel le contempló, el papel estaba en blanco, ni siquiera una mancha de tinta o algo más que humedad estaba pintado en él, era casi algo triste.


Antes de que pudiera ser interrumpido, el brujo buscó en el suelo, entre los papeles regados aún por el suelo, la página que hablaba sobre una supuesta actividad comunista que organizaba una huelga general a la que se unirían muchas organizaciones de trabajadores. Quintel imagina que es una noticia, si no del momento, al menos no podía ser de mucho tiempo atrás tampoco, así que eso le sirve, y colocándola sobre la hoja de pergamino vuelve a repetir los dobleces una y otra vez, incluso parece hacer unos nuevos. Y así está hasta que finalmente, en un doblez que deja el papel del tamaño de la página que tomó del suelo, se muestran unos trazos que no estaban antes. El brujo sonrió satisfecho, y después extendió la pieza a Ben.


Es un mapa”-, describe en señas rápidas. “Va revelando un perímetro aquí”-, intentó explicar añadiendo gestos, pero el sonido de la batalla que se ha extendido cada vez más, casi hasta donde están ellos, lo desconcentra. “Camina, camina”.

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