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Matthew Black Triviani
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Benjamin Whisper

Guerras habían existido, en todas las épocas, y ni magos y muggles eran excentos a ellas ¿de qué reglas hablaba Triviani cuando el flamante ministro no las tenía en cuenta? ¿Esas cosas no sucedían? ¿Pero en qué mundo vivía? Aunque si lo pensaba mejor ¿Qué podía esperar de esa familia donde todos los miembros padecían una o más enfermedades mentales? No hace mucho habían tenido un ataque a mansalva con dragones de Bulgaria, y el fuego había hecho arder tierras inglesas, un hecho que se asumía imposible. Pero bueno, ese era el precio a pagar por concepciones del poder tan restringidas y retrógradas como la que tenía Black Lestrange.

 

Ben se dedicó a observar el interior de la fábrica, casi sin prestar atención a Triviani, asumiendo que estaría diciendo otras obviedades. Murmura un tenue "artillería" a la pregunta que ha hecho Quintel, pero no está seguro si le ha alcanzado a escuchar, porque el muchacho ya se ha escabullido, con su habitual espíritu curioso y silencioso como puede ser en ocasiones, y en la enormidad de ese lugar, es fácil perderlo. Es un tanto intrigante para él, que semejante espacio que debe estar siendo más que utilizado en tiempos de guerra, se encuentre prácticamente sin gente. No le parece inteligente que habiendo demanda de armas, una fábrica se paralice.
¿Dónde estaban todos?
Bueno, al menos Quintel había reaparecido, y lucía animado con la ropa que Triviani acababa de sacar ¡de su monedero! cual mercachifle de feria. Le agradan las ropas del muchacho, en cuanto a las suyas eran básicamente las de un operario mecánico militar, lo cual tenía tanta correspondencia con el espacio en que están, que se pregunta si ese no es de los pocos aciertos que su maestro ha tenido, especialmente porque ahora resulta que Hannity Ollivander ha desaparecido.
No creo que esté perdida, pro-fe-sor― la lentitud con que ha pronunciado aquella última palabra es solo una muestra más del repulso que le provoca el sujeto― conociendo las habilidades de la jovencita, es más que seguro que está examinando por su cuenta para sacar el máximo partido posible a esta visita.
Y ellos deberían estar haciendo exactamente lo mismo ¿Qué hacía todavía prestándole atención a ese sujeto que ahora decía que las armas de esos tiempos eran inoperantes contra ellos? De la forma como Ben lo veía, la magia no era superior a la ciencia que los muggles empleaban, solo eran caminos diferentes para hacerse de conocimiento, y la ventaja de la magia era que durante generaciones, muchas familias habían sabido preservar y ampliar sus conocimientos, robusteciéndolos, rompiendo los límites establecidos, legando a sus herederos la importante tarea de ir un paso más allá, y demostrar que la fuerza de ese legado debía defenderse, y debería cuantificarse su valor en términos más elevados que la simpleza de decir que se era sangre limpia.
En los ojos de Quintel cree adivinar que espera una respuesta mordaz de su parte al comentario de Triviani, pero no va hacerlo. Definitivamente la estupidez del tipo le supera y no está ya para la labor de dedicarle un minuto más de su tiempo, no cuando es infinitamente más atractivo ver a Quintel parodiando la icónica escena de una de las más famosas sagas fílmicas muggle que estuvieron viendo el mes pasado, y que les llevó incluso a tener un ameno debate respecto a la figura de Darth Vader, donde no habían llegado a ponerse de acuerdo. Tenía que admitir que en principio, aquel gusto del hombre por todas esas historias de Hollywood se le había figurado vano y poco práctico, y hasta había llegado a creer que podían dar pie a preguntas incómodas como cuando habían estado viendo telenovelas, y Quintel había terminado convencido que era alguna clase de amante oculto y Ben por supuesto, el protagonista de doble vida.
Que no es que fuera tan desencaminado pero...
Sin embargo, se encontró pensando de repente, que todos esos visionados le habían dado mucho más contenido y material que el que de esa clase. Y eso, solo lo hizo pensar nuevamente en el por qué su muchacho había decidido inscribirse, cuando de lejos, su conocimiento del mundo muggle era bastante más amplio que el de los magos usuales (y por descontado, que el de Triviani).
― En efecto, estamos en medio de una guerra― pensando en el libro que traía consigo y su última visita a Holanda, recordó lo visto en aquel museo― una guerra donde un grupo se proclamaba de una raza superior en base a elementos físicos ¿te suena conocido? ― no necesitaba decir más, puesto que Quintel conocía bastante bien lo que Ben pensaba acerca de Voldemort― si nos hubieran mandado un poco más atrás en el tiempo, unos cincuenta años, podría haberte presentado como mi apuesto esclavo del nuevo mundo, pero me temo que la idea de la máscara es lo mejor que tenemos.
Pero además, Ben estaba trazando ya un plan en su mente, uno que los pudiese poner a salvo a los tres, una vez se reencontrasen con Hannity. Él poseía también los poderes para conjurar un fulgura nox, y suponía una magnífica venganza el salir de allí, dejando al Triviani atrás. Incluso ¿qué mejor si lo dejaban en aprietos? A fin de cuentas, él mismo había dicho que las armas de esa época eran inoperantes contra los magos...
Quintel mientras tanto, ya está en movimiento. Ha tomado "su objeto" de manera muy ingeniosa, y Ben se sorprende cuando tras todos esos dobleces termina trazándose un mapa. Había escuchado vagamente acerca de espías y los mensajes cifrados que habían sido un componente importante en todo ese periodo de guerras, pero es otra cosa verlo en la práctica. Sonriente, revolotea el cabello del muchachito, antes de inclinarse a su lado, para examinar un poco mejor otro panfleto que ha quedado expuesto y no se ha convertido en un libro explicativo sobre la guerra merced a la magia de Matthew. Hay muchas cosas que no entiende en el mensaje, porque este ha sido permeado por el agua en gran parte, pero la palabra huelga resalta tanto que es imposible no notarla, y al ver la fecha de la convocatoria comprueba que están en ese día.
― Es un mapa para sitiar la zona― completa colocando su largo dedo índice en un punto bastante visible en medio de todos esos pliegues― supongo que esta es la fábrica y este trayecto que los huelguistas han seguido para poder salir, ocultos a sus vigilantes ¿qué tal si Ollivander ha descubierto este rastro por su cuenta? Es una muchacha terriblemente intuitiva.
Remarcar lo terrible, por supuesto, tiene que ver con que él considere que eso es un problema para tratar con ella, pero en este caso en que van en un objetivo común, resulta provechoso. Como sea, Quintel se las había arreglado para darle un uso a su objeto, él mientras tanto ¿qué uso podría dar al suyo? Estaba seguro que era más bien el apego emocional (inconfesado) que sentía por ese objeto, lo que había producido que este se materializara. ¿Podía ser por qué él se lo había dado en Ámsterdam​ ? No, eso no terminaba de tener sentido.
El estruendo, presumiblemente de un cañón o algo parecido fue tan fuerte, que de forma instintiva, Ben tomó del brazo a Quintel, halándolo hacia sí. El muchacho también se había desconcentrado con el ensordecedor ruido pero su atención pronto estuvo puesta en el mapa y comenzaron a caminar guiados por él. Ben sacó el libro otra vez, y comenzó a ojear entre sus páginas, cada vez menos convencido de encontrar en ese mamotreto sobre el amor una cosa que sirviese en ese momento, hasta que, entre las muchas partes resaltadas, una le produjo un imprevisto sobresalto.
El que quiere aspirará este objeto por el verdadero camino, debe desde su juventud comenzar a buscar los cuerpos bellos. Debe además, si está bien dirigido, amar uno sólo, y en él engendrar y producir bellos discursos. En seguida debe llegar a comprender que la belleza, que se encuentra en un cuerpo cualquiera, es hermana de la belleza que se encuentra en todos los demás (...) De las acciones de los hombres deberá pasar a las ciencias para contemplar en ellas la belleza; y entonces, teniendo una idea más amplia de lo bello, no se verá encadenado como un esclavo en el estrecho amor de la belleza de un joven, de un hombre o de una sola acción, sino que lanzado en el océano de la belleza, y extendiendo sus miradas sobre este espectáculo, producirá con inagotable fecundidad los discursos y pensamientos más grandes.
Mientras una parte de él, estaba concentrada en sortear ese camino que comenzaba a hacerse más angosto, y que ya los había obligado a pasar por media docena de puertas, la otra parte se había remontada a esa vieja conversación, una de tantas junto a Alcibíades (era solo otra ironía del destino que él tuviese tal nombre) donde habían filosofado sobre la naturaleza del amor. Nunca más, ni antes ni después de él, Ben había compartido de forma tan íntima, o siquiera se había detenido a pensar en lo que ese sentimiento suponía, y quizá solo la inocente pregunta de Quintel respecto a los amantes había sido lo más cercano que había tenido a reeditar un momento así, aunque en aquella ocasión se había limitado a guardar silencio.
El amor como un demonio y mediador entre hombres y dioses era una de las ideas más tentadoras de aquel libro, y conectaba muy bien con ese pasaje que acababa de encontrar, sobre los pasos que un aspirante al amor debía observar, y de los que podías perderte con tanta facilidad. Estaba lejos de pensar que la guerra fuera una búsqueda de amor, pero ¿acaso tras toda guerra no había un deseo, ardoroso y ferviente, de cambiar al mundo y ajustarlo a lo que se creía? ¿No había acaso incluso en esa limpieza que los alemanes nazis buscaban un deseo de "purificar" al mundo y hacerlo más bello? Maldijo entre dientes por no haber tomado alguno de los libros que Triviani había convertido para poder darse un panorama más completo, pero le pareció que era bueno, en ese preciso instante, quedarse con el hecho de que esa visita hubiese podido mostrarles la naturaleza humana, que en última instancia, no conocía de diferencias entre humanos muggles y mágicos, cuando estaban entremedio la búsqueda del poder, de lo bello, de la grandeza, y del amor.
― Ollivander debió salir al exterior. Esa mujer, a fin de cuentas, tiene cierta debilidad por las injusticias, como su madre.
De acuerdo al mapa, ya solo un pasillo los separaba de llegar a la avenida principal. Y una vez fuera, frente a sus ojos, una violenta represión se llevaba a cabo. Metrallas, golpes a mansalva, puños y patadas a hombres con las manos desnudas, tirados en el suelo, escupiendo sangre. No había rastro de compasión, y sin embargo, en los ojos de los miles congregados allí, había una determinación que Benjamin intuyó que solo podían tener porque estaban frente a la muerte.
Y no le tenían miedo.
― Tal vez todo que necesitamos saber sobre los muggles esté representado aquí, mi querido Quintel― cerrando su libro y guardándolo en el bolsillo del mameluco, se volvió hacia él― violencia pura, dominación, la búsqueda incesante del control sobre otros, pero aplicada de una forma tan burda, que duele. Lo peor, es que en el fondo, no reprime las ideas, estas solo se van a propagar como el fuego, que ohh, está consumiendo la fábrica donde dejamos al profesor.
Por supuesto, él no iba admitir en voz alta del incendio que había iniciado y que ahora consumía por completo aquella fábrica, un pequeño presente dejado como cortesía a Triviani, justo antes de abandonar el recinto.
Estoy lejos de creer en los finales felices de esas películas que sueles ver. Ya ni qué decir de que las tontas protagonistas de las telenovelas que consiguen que todo termine bien para ellas, pero creo, que tu insulso divertimento puede ser más satisfactorio de analizar de ahora en adelante. Y por cierto, tenías razón con el mapa. Allí está Ollivander. Pero qué mujer ¡arriesgando su integridad en una situación así! ―unos metros delante de ellos, era distinguible la pequeña figura de la rubia― lo hiciste bien Quintel.
De no haber estado con la máscara puesta, podría haberlo besado, un acto que por otra parte, hubiese provocado una abierta provocación, que iba quedar muy bien con el escenario que súbitamente había mudado, porque eran las tropas alemanas las que retrocedían, ante un contingente de huelguistas salidos de todos los callejones, acorralándolos. Pero ya no les quedaba tiempo.
Otro día, tal vez, podrían volver para ver el desenlace.
Conociéndose...de seguro lo haría.

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