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Enemigos de ayer y hoy


Juliens
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Los inferis habían desaparecido del templo, pero Vera seguía preocupada. En parte porque aún no habían descubierto la causa de aquella plaga tenebrosa en un templo que se suponía a salvo de tales vicisitudes, pero sobre todo porque veía a Hobb exhausto y triste y no sabía bien qué podía hacer para ayudar. Ya había visto en alguna ocasión que el mago tomaba algún tipo de poción, no sabía si se trataba de algo medicinal o algún tipo de droga.

 

—¿Qué te ocurre Hobb? —Se atrevió a preguntar Vera cuando ambos Ansuz desparecieron y los dos paladines quedaron de vuelta en el suelo, caminando por el Templo Paladín.

 

Curiosamente, ambos habían podido ver la forma del Ansuz del otro. El de Hobb era un tigre de bengala, que Vera jamás había visto antes, salvo en la forma del patronus de Hobb. Era un animal de tierras cálidas y la joven bruja nunca había viajado al sur. De hecho, lo más al sur que había estado nunca era, precisamente, ahora, que se encontraba en aquellas tierras británicas. Vera intentaría practicar el Ansuz de nuevo. Era hermoso poder ver la forma que adquiría el Ansuz de un compañero, pero por lo que Höōr le había dicho en más de una ocasión, el mostrar o no la forma de un Ansuz era algo controlable. Y, de hecho, podría ser algo muy útil -había añadido- cuando la forma de tu montura depende del capricho y humor de los dioses en un momento dado. No le había explicado a Vera mucho más sobre esos caprichos, pero la bruja no era tonta y había deducido que Höōr debía de haber sufrido el malhumor de Thor y Odín en más de una ocasión.

 

Al llegar ante la puerta de la Herrería una espada de gran tamaño impedía el paso al interior. Estaba cubierta de un extraño material, como hielo, que le daba una apariencia de escarcha. En la empuñadura y grabadas también a lo largo del filo, había runas, algunas desconocidas para Vera, otras no tanto, pues los lapones con los que convivió durante años le habían enseñado el significado de algunas de ellas. Las que reconoció, no eran precisamente halagüenas. Sobre la espada, unas letras grabadas con aquel hielo escarchado anunciaban su poder:

 

"Aquel que tome esta espada, esgrimirá un poder eterno.

De la misma manera que un cuchillo corta la carne, demasiado poder puede hacer cicatrices en el espíritu".

 

 

¿Qué era aquello? Vera tembló ante aquellas palabras. No reconoció el arma como ninguna de las que les habían enseñado en el Templo Paladín. Aquel poder no procedía del clan, de eso estaba segura la joven. Dio un paso atrás, dándose cuenta de que la Herrería, que se encontraba tras la espada, no mostraba el habitual resplandor azulado. Tampoco vio a Höōr por ninguna parte.

 

—Atrás, Hobb. No te acerques a esa cosa.

 

Lo que menos necesitaba Vera era un poder eterno. ¡Jamás! El poder había destruido su vida. Sergei.... Las lágrimas rodaron desde sus maltrechos ojos, a través de la venda y regaron sus mejillas, mientras una ira como nunca había sentido se apoderaba de la bruja. El poder había matado a Sergei y a toda su familia, destruido la aldea de Kara y condenado a Vera para siempre. No, no volvería a dejar que el poder la destruyera su vida para siempre. Lucharía contra él, con todas sus fuerzas.

 

Llena de ira, rabia y dolor, Vera no sólo preparó su varita en su mano derecha, sino que invocó todas las armas que hasta entonces había aprendido a forjar. Un Tambō se mterializó en su cintura, todavía colgando se su funda, pero dispuesto para utilizarlo en cualquier momento. Cruzada a su espalda, estaba la Pole, la hermosa arma de asta imbuida del poder de los antiguos Aesir, justo debajo del escudo sagrado Aspis Uther que cubría su espalda hasta la cintura. En su mano izquierda, empuñaba el báculo, Staff of Mercy.

 

Estaba enfurecida, fuera de sí. No dejaría que el poder la destruyera de nuevo. Iba a destruir aquella espada y el templo paladín hasta sus cimientos.

 

 

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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¿Cuánto tiempo se puede estar haciendo hechizos agotadores, de esos que consumen energía interna cuando los realizas? Sí, la Magia es excepcional pero el abuso provoca esa lasitud que no te deja tomar decisiones de forma rápida. Menos mal que estaba Luna a mi lado y pude consultarle. Me sentía algo relajada de forma antinatural. Y aún tenía que agradecer que mis invocaciones funcionaran y la fruta nacida de aquellos árboles puros, libres de magia oscura, ayudaran en la mejora de quienes la comían.

 

Tanto Luna como yo sentimos mejorar nuestra forma física y pude escuchar que ella se preocupaba por estar alejadas de nuestras Hermanas.

 

-- Todas estamos en peligro, no fue una trampa contra ti, sólo es una planificación básica en un ataque, separar a los miembros. Sin embargo... Quién sea que haya sido, si es que ha sido una persona, ha fallado en algo, nos ha permitido conseguir ayuda que ahora les llevaremos. Porque, sin duda, el templo sería la finalidad de este ataque y sólo Scavenger pareció pensar en ello.

 

Contemplé al dragón y volví a preguntarse si realmente sería Drago o sería una imagen provocada por la invocación que acababa de hacer. En realidad, si tuviera que pensar de forma racional en un animal que me defendiera tal vez hubiera pensado en un dragón pero también en un erumpent o en un Basilisco. Pero nunca en Draco, el dragón de la PB, pues le era muy fiel a Antara, a pesar de los años que hacía que no estaba en la mansión, y nunca parecía reconocerme en el papel de su sucesora. No, nunca sería la mascota de la familia sino lo contrario, una criatura malvada de la que protegerse, aún perteneciendo a ella. Así... ¿Era o no lo era? Pensé que no importaba. Como fuera, estaba allá, con las dos, así que nos aprovecharíamos mientras pudiéramos de su presencia y de su cobijo, pues lo necesitábamos.

 

-- Jole, Luna, qué previsora... Yo siempre olvido llevar una, con lo práctica que es -- le comenté, mientras llenábamos la bolsa con fruta. Me parecía que aquel bosque parecía crecer ante mis ojos. O tal vez fuera que ahora parecía haber mucha más luz a nuestro alrededor. Como fuere, estábamos ganando un espacio a nuestro atacante. -- ¡Cuidado!

 

Se le habían caído algunos frutos al ver al dragón. Lo observé de reojo, mientras le ayudaba a recogerlas. Yo estaba acostumbrada a los dragones pero he de reconocer que imponen mucho y que son difíciles de dominar. Por eso, se me hacía raro verle allá, a nuestro lado. Ni lo pensé y le di con la bolsa en el hocico.

 

-- ¡Eh, tú! Que no son para ti. -- Bueno, a veces soy atrevida. He de reconocer que no es de persona sana en salud mental el entorpecer a un animal que come pero nunca hubiera pensado que aquella criatura estuviera interesada en la fruta. Me miró con esos ojos oscuros que quitan el aliento y sopló en mi dirección, como si estuviera a punto de abrir la boca y lanzarme una dentellada que seguro que me arrancaría la cabeza. Pero no lo hizo y sólo quedó en esa especie de aviso. Sí, seguro que era Drago. Sólo él me mostraría tanta indiferencia y respeto, lo justo para no atacarme pero haciéndome notar que no repitiera aquella agresión si pretendía seguir ilesa.

 

Retrocedí un paso de forma segura y disimuladora, rozando el límite de protección . Las ramas volvieron a agitarse de forma amenazadora e incluso algunas agujas rojizas traspasaron la zona por el aire, hacia nosotras. Volví a acercarme al dragón. Parecía que algo se acercaba.

 

-- No es mío, Luna; es díscolo y no se deja tener dueño pero creo que nos ayudará.

 

"Lectura de Aura", pensé, intentando averiguar qué era aquello que venía hacia nosotros. Aunque teníamos luz, la oscuridad era demasiado oscura en cuanto se acababa nuestro escudo de protección. Me sorprendí al notar que era una persona amiga que pronto se dejó ver.

 

-- ¡Sherlyn! ¿De dónde sales? -- Por un momento me había olvidado de ella. Juro que pensé que se habría ido con Scavenger y con Xell. ¿Por qué nos habría seguido? Era peligroso (como si yo no hubiera hecho lo mismo). -- ¿Estás herida? Ven, corre, sube...

 

La ayudé a venir hacia mí. De su zapato salía un hilillo de sangre y gruñí. Aquello la estaría envenenando. Así que la acomodé sobre el dragón (¿Drago?) quien pareció soportar el peso sin chistar, sólo siguiéndome con aquellas enorme esferas oscuras que tenía como ojos. Tomé la bolsa y la crucé con la correa sobre un brazo y bajo el otro, de forma que quedara segura durante el vuelo. Otra oleada de espinas carmesí parecían cruzar hacia nosotras. De un salto, me coloqué en el lomo y apremié a mi Hermana. -- ¡Luna, vamos!

 

Rogué para que estuviera lista. Con la varita en alto, procuré varios Evanescos hacia la lluvia rojiza que nos atacaba y recé para que pudiéramos salir con vida de ésta. El impulso fue tan acelerado que inicié un "Aaaaa...." que no lo acabé hasta que sentí la luz del cielo, claro y azul, muy por encima de la oscuridad que ahora quedaba en el suelo.

 

Volábamos.

 

"...yyyyy".

 

De repente, me sentí sin ninguna opresión, libre de aquella pesadez de magia oscura que nos atenazaba. Volando, sentí que éramos libres de aquel ataque. Señalé la figura majestuosa de la pirámide que se acercaba a cada aletazo del animal.

 

-- ¡Tenías razón, Luna! ¡El templo era el foco el ataque! ¿Por qué la Pirámide? ¿Qué buscarán ahí dentro? ¿Nuestros libros?

 

Tan pronto como dije eso, supe lo que buscaba: la espada. Excalibur, nuestra más preciada reliquia. No hizo falta que dijera nada. Sin darle la orden explícita, el dragón aceleró el ritmo .

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Sentí que el mareo se había hecho más ligero, casi inexistente, pero algo quedaba, como si mi hechizo no hubiera sido del todo suficiente. ¿Qué tendrían aquellas espinas? ¿Veneno? Lillian gritó un "cuidado" que iba dirigido hacia mí y levanté la mano, para indicarle que estaba bien. No la miraba, pues seguía fija en la espada. Respingué ante la orden de ella:

 

- ¿Crees que pueden corromper la espada? ¡Si es pura? ¿Lo es, no?

 

Decidí moverme cuando todo enloqueció a mi alrededor. Algo atacó a Lillian. Por un momento pensé que sería el Guardián de la Hojarasca, nuestro guardián de la isla pero no era posible. Él nunca nos atacaría. Aunque...

 

- ¡Lillian! - grité a la prima cuando golpeó la pared. El sonido fue terrible y enseguida manó la sangre de las múltiples heridas que el golpe contra las espinas le había producido. - ¡¡Lillian!!

 

Me entró la duda, ¿la ayudaba a ella? ¿Ayudaba a Scavenger contra aquella figura del Mal? ¿Qué era lo importante, lo vital? Sin sacerdotisas, no había clan; sin espada, no había clan; sin la unión de todas nuestras fuerzas, no habría clan. Y era imposible caminar por el templo sin sufrir el veneno de aquellas espinas.

 

- ¡Le has dado, Scavenger! ¡Le has dado! - grité.

 

Lo que decía tenía lógica, había que llevar a Excalibur a un lugar seguro puesto que el altar, el templo, la pirámide entera, no lo era.

 

- ¿Pero dónde la llevamos, Scavenger? - A mí no se me ocurría donde poder llevarla. Aquello parecía muerto pero las espinas seguían vivas, ardientes... Muy malignas... - ¿Cómo nos acercamos...?

 

Fue algo que no pensé. O quizás sí lo hice. La única manera de llegar era por el aire, volando, para evitar tocar las espinas del suelo, las paredes... ¡Crecían por todas partes! Así que me transformé en golondrina y crucé el espacio hasta el altar. Posándome encima de la espada.

 

- ¿Cómo la movemos...? -- pié.

 

Otra vez preguntaba y otra vez tenía la solución a mi alcance. Pensaba que era imposible que una avecilla grácil, menuda como era yo, pudiera levantar la espada y, sin embargo, parecía que ella quería dejarse coger pues tal como me posé en el pomo, levitó conmigo encima, sólo tuve que mover mis alas y noté que la movía sin peso alguno. ¡Era la Diosa, seguro, que nos ayudaba en nuestra labor!

 

- ¡Scavenger! ¿A dónde la llevamos? - Volví a piar. Sabía que no me entendería nadie así que, sin darme cuenta, volví a ser yo, de pie sobre el altar, con la espada en la mano. Me encogí con miedo. Tal valiente que era cuando usaba la animagia y desaparecía en cuanto volvía a tener mi cuerpo. - ¡Necesitamos ayuda! ¡Solas nos podremos!

 

De repente, me sentía muy cansada y asustada para pensar en cómo salir de esta.

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Mientras se recompone y se acerca al grupo que está al final del pasillo en lo que ha sido una bóveda trastero, bueno, no como las de Gringotts, sino como las que solo los Oscuros pueden poseer. ¿De verdad jamás una maldita incursión será calma en ese lugar? Puede notar una sonrisa socarrona en su mente, es un recuerdo, no es de Scarlet, lo sabe, sabe bien quién podría sonreír burlándose de su búsqueda de paz.

 

Mira hacia el techo donde un tragaluz destrozado deja llegar unos rayos de sol apenas cálidos. Sus ojos no necesitan acostumbrarse, frunce el ceño, licántropos y humanos, no, oscuros, no debe subestimarlos, además algunos de ellos han ido delante de ella en la recuperación de sus capacidades.

 

—Todo en este maldito lugar puede cobrar vida —su respuesta a las palabras de los demás pero casi más para sí misma que para ellos. ¿No había habido una puerta al infierno en ese mismo lugar hacía muchos años? Trataba de recordar y solo volvía a su mente la imagen del árbol de la vida con sus hojas brillantes.

 

Las palabras de una joven mujer la hacen observarla y mirar hacia donde ella ve ahora, tiene razón, pero el aroma no es a sangre, frunce el ceño. Odia decirlo, ese aroma es demasiado asqueroso, piensa en huevos podridos y retrocede apretando su varita en la diestra. ¿Cómo llegó allí? Odia reconocerlo, está perdiendo el toque, la Fortaleza le está roban parte de su fuerza a la vez que le devuelve sus poderes, pero no hace lo mismo con su memoria, solo a retazos, a medias. Recuerda un lago de azufre, atravesándolo en la saeta. Odia aquello, la última vez que se enfrentó a aquello le costó la vida a buenos amigos. Se muerde, odia esos fragmentos de recuerdos sin sentido y sin un hilo coordinador.

 

—Esas cosas no pueden ser de este mundo —murmura con un dejo de dolor en su tono de voz, recuerda a Dalixan, Helltrain y Pandemonium. Aquella vez tuvieron que enfrentarlos entre todos, unidos, pero eran varios clanes, quizás, claro que ahora tenían sus poderes o casi todos. Miró las cosas frente a ellas, ya había destruido un cuadro y dejado fuera de lugar una armadura. Quizás debió seguir con ella, ¿la chica había destruido aquellos objetos con fragoquinesis? Al menos se sentía menos culpable por lo del cuadro. Sobó su frente, no sé sentía del todo bien y podía sentir contra su fiel un amuleto ardiendo.

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Kaori M.

Mientras más tiempo pasaba dentro de la Fortaleza, la pelinegra se daba cuenta de que ese lugar aparte de enorme, estaba lleno de misterios, de lugares que aun no habían sido explorados, de cosas que aun no habían sido descubiertas ¿Cuántas de ellas podían quitarles la vida? Empezaba a sospechar que la gran mayoría. La sugerencia de dividirse para abarcar más territorio no surtió efecto ya que además del ruido que hacían las sombras peleándose con aquel cacharro mecánico, había algo mas que se acercaba.

—Coincido, esas cosas no son de este mundo —dijo la pelinegra apoyando a la recién llegada.

Mientras decidían que hacer el sonido cada vez se hacía más fuerte, además de que el aura del lugar se empezaba a hacer cada vez más pesada y la oscuridad que se cernía sobre los rincones parecía hacerse aun más oscura. Aquella aura solo podía significar que estaban en presencia de algún ser demoniaco que deseaba algo de ellos o que quizá hicieron algo para molestarlo.

‹‹Fragoquinesis›› pensó la bruja concentrándose para destruir una especie de araña, que le recordó a un objeto creado con el Vitae, deforme y sin vida, que se dirigía donde ella estaba. Esta se desintegró en el aire dejando nada mas que una estela de polvo. Para ese entonces ya las serpientes que había invocado desaparecieron, su energía se había mermado considerablemente.

—Creo que se trata de un demonio, pero se me escapa el nombre ¿Y si tratamos de atraparlo? —dijo sin apartar la mirada de las sombras, los sonidos eran más fuertes y entonces los vio, sintió que su mandíbula se abrió un poco a causa de la sorpresa, eran demasiados y no todos eran objetos animados, algunos parecían tener un cuerpo lleno de sangre y otros tan solo parecían ser hechos de sombra.

—Bueno si queremos atraparlo primero debemos acabar a su legión —dijo restándole importancia, aunque en realidad estaba un poco preocupada, ellos eran pocos en consideración al numero de demonios menores a los que se enfrentarían.

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Maldice internamente al ver la situación actual. No sabe cuánto tiempo más podrá mantenerse a la cantidad absurda de objetos inanimados que cobran vida, además de aquellas criaturas demoníacas que lentamente se acercan. Rodeándolos. Sin dejarle mucha escapatoria. No le agrada sentirse cada vez más encerrado, como si los quisieran mantener reunidos en un lugar. Tiene un mal presentimiento pero ¿qué puede hacer? No es que estuviesen encerrados por propia voluntad. Repite en su mente que no debió sugerir el bajar al subsuelo.

Odia tener que estar en un estado de vigilia tan intenso. A diferencia de sus compañeros, él no reconoce ningún artefacto ya que participó en pocas misiones del clan. De hecho, cree solo haber participado en una donde debía ir tras un nigromante. No obstante, no logra ver ningún inferi en la cercanía (lo cual agradece porque siente que sería muy extraño guardar un muerto viviente en aquella bóveda) como para poner a prueba su experiencia. Por lo mismo, cada objeto desconocido podía resultar ser un objeto maldito y que quita vida sin importar su apariencia. Pueden lanzarle una piedra y el mago la esquivaría como si fuese su kriptonita.

Mientras esquiva trata de utilizar sus conocimiento de Fragoquinesis. Sin embargo, no resulta tan efectiva como desearía. Quizás sea porque los objetos se encuentran vivos y en movimiento, lo que dificulta concentrarse lo suficiente en su objetivo. Logra pequeños daños como en extremidades de ciertos objetos, como un par de dedos del monstruo metálico que solo le hacía enfadar más.

Teme que utilizar escendia fuera más peligroso que efectivo. Introducirse dentro de objetos malditos como aquellos podría dañar su propia alma o mente, o eso es lo que teoriza, por lo que no se atreve a poseer aquellos objetos. Sobretodo, porque teme que ya han sido poseídos por algo. Sus compañeras parecen sugerir que son demonios. Nunca había luchado contra una legión demoníaca. Se siente algo perdido pero como en toda batalla, las tropas perderían su cabeza si derrotaban a su general. Las preguntas eran... ¿quién era aquel general? ¿qué quiere? ¿dónde está?

Un sudor frío recorre su espalda cuando encuentra una posible respuesta.

¿Creen que vengan por el Necromicon?
Editado por Goderic Slithering

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Comienza a sentirse mareada. Si bien la bodega en la que se encuentran es de amplias dimensiones, se siente rodeada y asfixiada, dos sensaciones que prefiere evitar siempre. Sumado a ello, la oscuridad de la estancia le añaden una sensación de encierro, quizás invocar un corpus patronus sería útil, pero aún no es capaz de hacerlo. Trata, sin embargo, de concentrarse y ser una ayuda para el resto de sus compañeros como puede.

 

 

Emily no tiene idea de lo que sucede, ni lo que puede estar causando que los objetos “cobren vida“. Le pasa factura ser una novata en el clan y no poder identificar la mayoría de las cosas que la rodean. Le enorgullecería hacer, por ejemplo, una deducción como la que hizo la pelirroja con un retrato, haciendo que la armadura quedara nuevamente inservible, pero supone que esas son las consecuencias de haberse separado tanto tiempo de la Orden del Fénix.

 

 

Así mismo, deberían encontrar el origen del resto de atacantes, pero ¿cómo hacerlo? Por ahora, se concentra en ignorar la sensación de encierro y pensar en aplicar la ‹‹fragoquinesis›› a cuanto objeto puede, notando que aquellas criaturas amorfas con patas de araña se multiplican cada que una se desintegra.

 

 

La fragoquinesis requería un gran poder de su parte y comienza a debilitarse. Supone que el resto de oscuros debe estar en una situación similar, aunque no duda que algunos tendrían un mejor entrenamiento. De pronto recuerda sus propias palabras, diciendo al resto del grupo que no destruyeran nada cuando fueran a estudiar los souvenirs.

¿Crees que el ilusionismo funcione con ellos? pregunta a Goderic en voz baja.

 

Recuerda como en la misión anterior ella había sido víctima de aquel poder debido a Kaori, que, obviamente, trataba de crear ilusiones en la mente de sus enemigos y en ese momento podía venirles bien una distracción, considerando que los superaban en número.

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—Están estallando —les informa la chica de las rastas cuando se quita los binoculares imaginarios del rostro—. Y un líquido extraño sale de ellos...

 

Un escalofrío le eriza el vello de los brazos. No puede ver aquello que Beatriz describe, pero tiene suficiente imaginación como para recrear una asquerosa escena en su mente. Intenta sacudirse la sensación de asco para evitar las distracciones en la medida de lo posible. En ese momento escucha la voz de otra oscuro, Potter Black, a quien no había visto hasta ese momento. ¿Llegó con ellos, acaso, o se acaba de unir? Bueno, no es que tenga importancia en ese momento. De cualquier forma, sus palabras le parecen un mal augurio acerca de aquello que todavía no confrontan de forma directa. «Como si la bienvenida del monstruo gigante no hubiera sido suficiente», dice para sus adentros. De cualquier forma, se pregunta si ella habrá tenido alguna vivencia similar a aquella, durante su pertenencia a la Orden Oscura. En lo personal, Madeleine no puede recordar nada parecido.

 

Se da cuenta de que está vacilando más de lo que debería. No basta con someter el monstruo metálico, tienen que avanzar, averiguar qué rayos sucede... y solucionar el problema.

 

Por fin, de las sombras, comienza a revelarse el peligro. El tintineo metálico se intensifica e, iluminados por los rayos de sol que atraviesan el tragaluz, muchas cosas se arrastran, saltan y vuelan hacia ellos. Madeleine conoce a la perfección el efecto del encantamiento —¿o maldición?— Vitae, el cual es usado principalmente en los Duelos Mágicos para animalizar objetos inanimados. A pesar de que esas cosas tienen formas que recuerdan a animales y criaturas, a simple vista es evidente que "no son criaturas precisamente", como bien señaló Beatrice. No es el escenario más favorecedor, pero Madeleine piensa que aquello es mejor que enfrentarse a seres vivos, los cuales son más difíciles de destruir sin remordimientos. A esas alturas, a pesar de que no le agrada la idea de reducir a polvo todos los souvernirs de la Orden Oscura, se da cuenta de que no hay muchas más opciones mientras no descubran el origen de todo.

 

Aún medio del trajín, es capaz de advertir que las serpientes de sombras conjurada por Kaori se ha desvanecido. Y el agotamiento que ella misma comienza a sentir, anuncia que su lobo está por seguirlas a la nada. La Archimaga, sin embargo, no se detiene; comienza a hacer uso de la fragoquinesis para hacer volar las cosas que se acercan a ellos. Por supuesto, no es la única; Slithering y Karkarov también los combaten sin hablar demasiado, dándoles la oportunidad a los demás de intentar comprender qué es lo que sucede. Madeleine se siente forzada a tomar el papel de observadora, uno al que no está acostumbrada ni tampoco le parece que le siente bien... pero, al mismo tiempo, también siente que es lo mejor que puede hacer.

 

Sólo por no estar distraída conjurando sus poderes oscuros a diestra y siniestra, percibe aquel olor. Su nariz se arruga y está a punto de increpar a sus compañeros por aquella asquerosidad, hasta que recuerda algo que leyó en un libro.

Los olores de moho, huevo podrido o azufre, y de alimentos podridos suelen asociarse a espíritus infelices, poco amistosos o incluso a demonios, pues estos se asocian con entidades que no son la de seres queridos, sino de alguna entidad demoníaca, por lo que muchos demonólogos afirman que el olor a azufre es una clara evidencia de la presencia de demonios.

Y, como si no fuera ya completamente evidente, alcanza a escuchar el comentario de Potter Black que pone las piezas en su lugar.

 

—Esas cosas no pueden ser de este mundo.

 

Entonces, alza la mirada...

 

La oleada que había percibido hace unos momentos. Seres malignos, algunos entidades incorpóreas, otros con una silueta humanoide, aunque grotesca. Demonios. Pero aquel no es el problema mayor. Escucha a Kaori mencionar que se están enfrentando a un demonio —probablemente, sea aquel ser el que haya provocado todo, desde el principio—, pero no directamente; aquellos seres frente a ellos, no son más que sus súbditos. Su Legión. Madeleine maldice por lo bajo. La verdad es que, a pesar del estudio que le da dedicado al tema, no siente nada de confianza. Todos sus encuentros con seres de aquella naturaleza terminan de la peor forma posible. Al pensar en Pandora y el demonio Mordred, no puede evitar desear estar lejos, muy lejos de la Fortaleza Errante. No puede sacudirse aquel terrible deseo de escapar.

 

«No. No otra vez. Nunca más»

 

La voz de Slithering, hace que regrese a la realidad.

 

—¿Creen que vengan por el Necromicón?

 

—¿Qué más querrían de este lugar? —replica Madeleine, aunque lo cierto es que no había pensado en pensar en aquello hasta que el mago lo dijo en voz alta. La verdad que muy pocas veces reflexiona acerca de los motivos de sus enemigos para fastidiarla. En su mente, simplemente son. Y punto. «Pero así no vas a solucionar nada», se recrimina a sí misma.

 

¿Qué es lo que debe hacer, entonces? En primer lugar, protegerse. Hasta los momentos sus compañeros han contenido la amenaza, pero la situación podría empeorar en cualquier momento. Y más allá de defenderse, atacar. Provocar a quien esté a cargo de la Legión. Obligarlo a salir de las sombras.

 

Madeleine decide guardar a Melle en su vaina. Entonces, sorprendentemente, se pone de cuclillas y pone las manos con las palmas abiertas en el suelo, frente a ella. Aquel es un ritual que no ha practicado, pero prefiere correr el riesgo que suponga a no usar todo el poder está bajo su alcance. Tiene miedo, sí... Tiene miedo de que la situación se escape de sus manos y la peor tragedia ocurra. Cierra los ojos e intenta concentrarse en las sombras que la rodean. No las sombras que proyectan las altas estanterías o las criaturas que se acercan, amenazadoras, hacia los oscuros. Se concentra en las sombras que no se ven a simple vista, pero que los rodean. Ella, en especial, tiene muchas sombras encima. A veces las mira de reojo mientras se peina frente al espejo, en otras ocasiones se las encuentra frente a frente en sus pesadillas. Siempre la perturban, pero no ahora. Ahora le sirven a ella.

 

Con un suspiro, extiende los brazos junto a ella y las deja salir. Y los espíritus comienzan a salir del suelo, esperando una orden. Ella, no dice una palabra. Señala con un dedo hacia adelante: hacia los objetos reanimados, hacia las criaturas que estallan y llenan el suelo de una sustancia desagradable, hacia los demonios menores que preparan terreno para su invocador.

 

Y saltan hacia adelante. Madeleine, con la frente perlada de sudor e incapaz de controlar los temblores por el repentino frío que la invade, los observa con la boca entreabierta.

 

@@Emily Karkarov @@Goderic Slithering @ @@Darla Potter Black @ @@Jank Dayne

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Unos centímetros y la espada de luz sería suya… Pero un inmundo animal, aquella sacerdotisa rubia que llamaba a la que estaba bajo su poder, tenía la espada entre sus garras, apartándola.

 

Haciendo acopio de los recuerdos que la bruja tenía, buscó el nombre de su compañera dejando de lado los vanos intentos de la otra bruja por curarla.

 

- Xell – musitó con voz ronca – Yo protegeré Excalibur mientras ustedes buscan ayuda – y mientras lo decía, extendía las manos sedienta de tener ese poder con ella.

 

Y siguió avanzando sobre las espinas con una sonrisa en el rostro, tratando de aparentar.

 

- Scav – pidió dirigiéndose a la otra chica – Dile a Xell que me entregue la espada, no hay tiempo que perder.

 

Esperaba que la lastimera voz que empleaba las confundiera e hicieran lo que ella demandaba, si no, recurriría a la fuerza porque excalibur no se volvería a escapar de sus manos.

 

De repente, una señal de alerta causó que encogiera las manos, alguien había salido de la isla y por consiguiente estaba fuera del alcance de su poder, aquella información logró que su ceño se frunciera puesto además, una parte de la isla se encontraba de nueva cuenta purificada por una magia antigua que no podría deshacer.

 

- ¡Vamos, Xell querida! - siseo con una mueca de disgusto plantada en los labios carmesí al igual que sus ojos - Se buena y entregamela - una nota de amenaza se imprimió en esa última petición, quedando confirmada con la aparición de Evenstar sobre la diestra de la pelinegra.

 

 

Mientras tanto …

 

… estaba perdida y asustada …

 

Ni siquiera podía distinguir en que dimensión o espacio se encontraba y cada vez era más difícil rememorar su cuerpo desde que el ente la corrompiera, sin embargo, rogaba a la diosa que le ayudarán pronto pues sabía que aquel ser maligno rebuscaba información para dañar a su familia, algo impensable para ella aunándose a esto el inmenso dolor que sentía, como si su alma estuviese consumiéndose en el mismo infierno.

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» ¡Necesitamos ayuda! ¡Solas nos podremos!

 

Por mas que le dolía admitirlo, Xell tenía razón. La fuerza de Avalon estaba en la unidad y con las sacerdotisas separadas, todas eran más débiles. Estaba a punto de decirle eso mismo a la rubia cuando sintió a Lily moverse de entre sus brazos.

 

El fuego de Beltane había logrado sanar sus heridas, pero no parecía que a su prima le importara mucho, ya que inmediatamente reanudó su marcha hacia Excalibur. Escuchó como le pedía a Xell que le diera la espada, brazos extendidos hacia el arma y mirada atenta.

 

— No creo que separarnos sea una buena idea, chicas, — dijo con un suspiro. — Todavía no hemos recuperado a Sagitas y a Luna. Si lo que este carmesí quiere es apoderarse de Excalibur, tiene más oportunidades de hacerlo si estamos por nuestra cuenta.

 

Scavenger sabía que el lugar más seguro de toda la isla era la pirámide misma, y el hecho de que la corrupción las hubiese alcanzado hasta aquí era una señal clara de que toda la isla estaba comprometida. Iba a añadir que lo mejor sería esperar a Sagitas y a Luna antes de tomar alguna decisión cuando la voz de Lilian la sacó de sus pensamientos.

 

La cara de su prima estaba contorsionada en una sonrisa amplia, una que ella nunca le había visto hacer antes, y con una voz dulce amenazó a Xell para que le diera la espada. Antes de que la rubia pudiera incluso responder, Lilian había empuñado la varita, que ahora apuntaba a Xell.

 

— ¿Lily? — Era obvio que algo no andaba bien con su prima, no hizo ningún ademán de haberla escuchado. Tenía la mirada fija en la espada. Aprovechando la distracción, Scavenger se acercó a ella y la tomó por el brazo, para llamar su atención.

 

Fue ahí cuando se percató del rojo en los labios de la bruja, en sus ojos sangrientos. Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver así a un miembro de su familia y el shock la obligó a dar un paso hacia atrás. Estaba segura de que Xell, a quien Lilian había estado mirando fijamente, ya se habría dado cuenta de lo que estaba pasando, pero aún así lo confirmó en voz alta, —Hagas lo que hagas, Xell, no le des la espada. No es ella, el carmesí la ha tocado.

 

La sonrisa en la cara de su prima fue transformándose poco a poco en una mueca de fastidio, y por un segundo, Scavenger pensó en lo terrible que se veía aquel gesto en el rostro amable de Lilian. Recordó la pantera y los demás animales que se toparon en su camino, como habían sido reducidos a seres ferales llenos de furia con el único objetivo de destruir. No podía dejar que eso le pasara a su prima.

 

Evocando el gesto que la misma Xell había hecho antes en el bosque, Scavenger se concentró en la mujer frente a ella, y antes de que su prima pudiera reaccionar la tomó del brazo de nuevo. Diosa, pensó, no la abandones ahora. Al igual que cuando había convocado a esa flecha para defender a Excalibur, sintió una energía cálida expandirse desde su pecho, hacia sus brazos y finalmente hacia Lilian. Así que esto era una purificación espiritual. La conexión no debió de haber durado más de un par de segundos, pero era como si alguien estuviera tomando todo el calor de su cuerpo y dejándola helada, y al final una ola de desesperación y angustia le hizo soltar un gemido de dolor. Estaba consciente de que esas emociones no eran suyas, pero se sentían tan fuertes como si lo fueran. ¿Eso era lo que Lilian estaba sintiendo en esos momentos?

 

Dejó caer la mano, más porque sentía las extremidades pesadas, como si acabara de correr un maratón, y un segundo después el rojo en los ojos de Lily empezó a desaparecer.

 

—¿Lily? — preguntó por segunda vez, —¿Eres tú?

 

Miró en dirección a Xell una vez más, mientras esperaba la reacción de su prima.

 

something amazing: a boy, falling out of the sky
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