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Prueba de Videncia #24


Sajag
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La varita de acebo del Arcano apareció en sus nudosas y regordetas manos, envejecidas por la edad y la sabiduría de sus visiones. Con un movimiento sutil, casi imperceptible por el ojo humano, comenzó a alargarse hasta tomar forma de vara de cristal, tan lustrosa y brillante que era difícil saber qué edad poseía ese artefacto, aunque la magia que emanaba, como un aura que la rodeaba, era singularmente poderoso y atrayente. Aunque Sajag le quitaba importancia a su vara de cristal, en el hecho de ser un objeto preciado y poderoso, era imposible que la gente se sintiera atraía por aquel inquebrantable y abrumador poder. ¿Serían así las varas de todos los Arcanos? Nunca se lo había preguntado, porque era tan natural para él enarbolarla como poseer su ojo interior.


-Bueno, si así lo deseas- dijo con aquella profunda y tranquilizadora voz suya.


Un golpe en el suelo con aquella poderosa arma y el ¡dum! retumbó en toda la vivienda, extendiéndose cual ola de viento hasta chocar con las paredes y envolverlos. El cabello de Sajag y el de Catherine se movieron con la oleada, pero luego volvieron a quedarse quietos mientras un portal se abría en medio de la sala, del tamaño de una puerta pero con forma ovalada. Del otro lado podía apreciarse un lago oscuro, de aguas profundas. Más allá del lago comenzaba una superficie con pasto crecido que se orillaba ante los altos setos de un laberinto extenso, que parecía perderse dentro de un bosque. La isla de la Gran Pirámide que alguna vez había servido a los Arcanos para entrenar a sus alumnos, ahora había sido abandonada tras la guerra y los sabios habían tenido que irse hasta Mahoutokoro. Pero en medio de un espacio grande, escondido y mágico, la isla seguía en pie y su magia seguía sacudiendo los huesos de los que se atrevían a entrar en ella.


Detrás del laberinto, con una punta dorada asomando tras los árboles, la Pirámide atraía a toda clase de seres y criaturas, buenas y malas, luminosas y oscuras, que se alimentaban de la magia que aún abundaba tras esas rocas y por debajo de ellas, extendiéndose en el fértil suelo bañado por el sol... un sol que parecía nunca ocultarse.


-Usted primero- señaló el Arcano, dejando que Catherine traspasara el portal delante de él.


Se encontraban en la orilla contraria de la isla, donde una barcaza un poco destartalada flotaba aún sobre el lago oscuro. Sajag observó a la mujer que estaba junto a él, con su morral y sus pertenencias y sonrió, bonachón como era.


-Me temo que el camino hasta la Pirámide deberás hacerlo sola- sus manos se colocaron sobre su vara de cristal, apoyando su peso cual anciano sobre un bastón-. El lago te supondrá un primer reto. Las nieblas que se ciernen sobre los navegantes suelen jugar con su mente. No puedo decirte qué verás, pero sí que deberás poder ser capaz de salir de aquellas visiones y atracar en la orilla opuesta. Te estaré vigilando todo el camino- se tocó la frente dos veces, señalando aquel tercer ojo que no existía de forma física y con el que estaría pendiente de cada paso en el camino de Moody.


Luego de eso, volvió a golpear la vara contra el piso pero esta vez no hubo portal que lo engullera, sino que simplemente desapareció. Dejando a Catherine con su primera prueba por delante.
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Normalmente, o al menos en las anteriores ocasiones en las que había atravesado algo así, se suponía que les daban tiempo para procesar todo lo aprendido, un respiro, antes de meterse de lleno en la prueba pero ese no parece ser el caso con Sajag. Catherine abre los ojos en repentina sorpresa pero se cuida de vocear algo de ello, pues la realidad es que si le había dicho que estaba lista, lo menos que podía hacer era estar a la altura de las circunstancias. Recibe la oleada del viento tan solo cubriendo sus ojos con el reverso de una mano y atraviesa el portal creado por él sin dudar ni siquiera un instante.

 

El viento que le pega en la cara del otro lado del portal es completamente distinto. Está cargado, casi electrizante, con una esencia mágica que se percibe a pesar de que Catherine no esté del todo repuesta. Solo le echa un vistazo rápido al arcano, antes de asentir. Luego, se dirige hacia la barca y se sienta en ella antes de hacerla partir. En medio de la niebla, se queda pensando, con cierta duda, acerca de los efectos que ésta pueda tener (y contra los cuales Sajag la había alertado) pero solo siente un sopor ligero, muy similar al que le había dado el té que le sirviera el arcano (aunque esa niebla no es aromática). Gracias a hechizos diversos, termina encaminándose buena parte del trecho, antes de ver aquello que todavía no había vivido: ella, perdiéndose en sombras en medio de la niebla, guiada por su varita y así enceguecida a los peligros que se avecinaban apenas a unos metros, pues el sopor había constreñido sus pensamientos y magia. Reaccionó de la visión con una especie de sudor frío, pegajoso e incómodo, dirigiendo la barca hacia donde creía haber visto que era el camino opuesto a ese infortunio que había apreciado antes. Fue así como llegó a la otra orilla sin atravesar mayores dificultades.

 

Una vez allí, Catherine caminó apenas sobre el pasto, antes de ver (y casi darse de bruces) contra las paredes del laberinto. Desde allí, no podía ver nada todavía, así que buscó rápidamente la entrada al mismo y empezó a caminar. Primero, el asunto no era más que simple correrío, pues no tenía mucha idea de lo que estaba haciendo y quería apresurarse. Tuvo suerte de no caer en ninguna trampa mortal hasta esa instancia, sin embargo, lo que vino después fue totalmente distinto. El entrenamiento del ojo interior y lo vivido en el lago habían agudizado sus sentidos. Podía percibir la energía flotando alrededor y también vislumbrar por donde tenía que ir -como si se tratara de un instinto de sobrevivencia- solo que éste en lugar de mantenerla con vida, le hacía ver aquello que estaba a punto de pasar, de forma que lograba evitar decisiones con consecuancias fatales.

 

Al final, después de muchas vueltas, pudo ver por encima de los setos el extremo de la pirámide. La adrenalina inicial, se vio manchada por el error cuando apresurada como se encontraba y creyendo que la razón por la cual podía ver ya la pirámide era porque se encontraba ya al alcance, aceleró el paso sin prestar tanta atención a esos pequeños vistazos del futuro. Eso le costó tres horas enteras, perdiéndose y dando vueltas en el mismo trecho, antes de recurrir a aquello que ya le había funcionado con anterioridad: revisar en su mente, la información sobre lo que sucedería a continuación. Era casi como si todo el ambiente que la rodeaba la instara a hacerlo.

 

Fue así como llegó ante la pirámide. Había tenido que rebasar a un par de criaturas con hechizos y engaños y había rehuido a otras tantas a través de su capacidad de vislumbrar el futuro en pequeños pedazos, apenas suficientes como para llenar el vacío con alguna clase de "instinto", basado en la deducción que hacía de esos trozos que lograba arrancar del futuro. Así, se adentró en la pirámide, lista para afrontar probablemente la más dura de las pruebas, antes de proclamarse victoriosa, pues no había llegado tan lejos solo para echarse atrás.

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Sajag observaba a Catherine desde la entrada de la Pirámide. Mantenía los ojos cerrados, concentrado en los movimientos de su alumna mientras ésta tomaba el bote y se adentraba en las aguas negras del lago, que parecía un estanque de petróleo. La nieblas de inmediato la cubrió, pero no se espesó sino hasta que ella alcanzó el centro mismo del lago, la parte más profunda, momento en el cual las visiones comenzaron a atacar a Moody. Ella debía discernir cuáles eran ciertas, cuáles eran miedos infundados de su propio subconsciente y a cuáles debía prestarle mayor atención. Sajag estaba seguro de que Catherine lo lograría, no podía ser de otro modo.

Pero cuando el tiempo pasó y el anciano notó que ella no avanzaba, supo que algo quizá había salido mal. Usó su habilidad de Legeremancia para introducirse en la mente de su pupila y allí mismo lo vio. La niebla del lago le había hecho creer a Catherine que ya el bote había atracado en la orilla y se había encontrado con el laberinto. La vio adentrarse en éste y luchar contra criaturas que en realidad no estaban allí y luego dar tumbos por horas, caminando en círculos, hasta quedar frente a lo que ella creyó que era el final de su recorrido: la Gran Pirámide. Pero no era así. Apenas estaba en la primera prueba -el lago- y su mente había estado divagando todo aquel tiempo.

-Busca la salida, Catherine- la apremió, desde un pequeño y distante recodo de la mente de la bruja.

Sajag adoptó la misma forma de ave que mientras había estado en aquella visión de Catherine horas antes, y con esa forma intentó hacer que la joven dejara de mirar la Gran Pirámide, creyendo que había llegado y, en cambio, se diera cuenta que aquello no era más que la bruma del lago que se había metido profundo en su mente. Ella debía luchar contra ello para poder llegar a salvo a la orilla, para que la barca siguiera su rumbo y por fin la dejara pisar tierra firme y emprender el verdadero camino por el laberinto.

El Arcano frunció la boca, como pocas veces lo hacía, preocupado de que su alumna se hubiera visto perdida tan pronto. Creía que Catherine estaba lista para la prueba, había notado la fuerza interior de la muchacha. ¿Acaso se había equivocado y sería mejor volver con su alumna a su vivienda y seguir con la instrucción? ¿Era demasiado pronto enfrentarla al lago, el laberinto y el bosque? ¿Estaba realmente preparada para la Gran Pirámide? Sajag se removió todas aquellas dudas moviendo sus plumas, inflándolas, como si aquello quitara el pesar que se lo estaba comiendo. ¡No! Catherine podía con eso, podía con esa prueba y con las demás. Sólo debía darle un empujoncito.

Y cuando la barca atracara por fin en la orilla, la joven chica Moody se enfrentaría al laberinto. El mismo estaba plagado de criaturas mágicas, parecidas a las que ella había visto en su visión nebulosa dentro del lago. Pero éstas, si bien podían lastimarla, no lo harían realmente de forma física. Todas las pruebas de Videncia estaban allí para poner a prueba la mente, no el cuerpo en sí. Que ella se sintiera exhausta sólo indicaba que su cerebro estaba trabajando a toda marcha y eso era lo que necesitaba que ella hiciera para que "viera", para que realmente pudiera "ver" con su ojo interior. Así que eso representaría el laberinto, donde debería enfrentarse a sus peores miedos. El mismo estaría plagado de Boggarts que le mostrarían todos ellos, adoptando distintas formas. Si era capaz de vencer tres de sus miedos, entonces el laberinto se abriría para darle paso.

Pero primero... primero debía vencer las brumas de la mente y llegar a la orilla. Luego el laberinto. Y si Sajag veía que ella había avanzado, entonces la liberaría al bosque.

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La bruja se mantiene muy quieta hasta que algo se agita. No es un movimiento cercano pero es suficiente para remover el estado pacífico de su mente y hacerle darse cuenta de que algo no anda bien. Abre los ojos de golpe y se da cuenta de que su mundo actual no es más que brumas. Está todavía sobre la superficie áspera de la barca y ha tenido... ¿qué exactamente? ¿Una visión o tan solo un engaño? Sus ojos se ajustan con rapidez a su entorno pero no es suficiente como para sacarla de dudas.

 

Tiene que quedarse un buen rato paralizada, pensando e incluso enjuagar su rostro con el agua de su varita para estar segura de que no sigue metida en ensoñaciones. Luego, actúa de acuerdo a lo que "viera" antes por instinto, aunque eso solo acrecenta la sensación de estar en un sueño dentro de un sueño. Como si después de creer que había reaccionado (una vez más) terminara despertando ¿en qué momento se volverá real?

 

El tramo que la barca describe es más largo del esperado. Prefiere no acelerar el proceso con magia, así que se tiende todavía ensimismada, intentando que las figuras de su pasado no se cuelen a su mente. No es porque la atormenten si no más bien por un sentido práctico que hasta ese momento no había utilizado. El que ahora lo haya hecho suyo tiene sus ventajas. No es solo que se siente lista para la prueba, si no que además está invadida de una tranquilidad y un placebo calmos, como no había experimentado hasta ese momento. Así, cuando las brumas empiezan a volverse más finas, no duda antes de dirigir el bote hacia tierra firme. Espera a que encalle bien en la orilla antes de arrartrarse al borde y poner un pie sobre la tierra cubierta de pasto. El espacio es idéntico al que ella había visto, como si la isla hubiese mostrado su rostro a ella antes de tiempo. De una forma est****a, se siente halagada.

 

Da un par de pasos antes de distinguir las paredes del laberinto; están cubiertas de hiedra y todo el espacio huele a la humedad proyectada desde el lago, aunque a ella se le hace como si la niebla se estuviera despejando. De todas formas, no tiene nada que ver con lo que a ella le concierne, así que vuelve la vista. Primero, vuelve a asegurarse que no está soñando y luego hace recuento de sus cosas y su varita, antes de entrar. Cometer el mismo error dos veces en su prueba no es una opción. Así que tiene que poner todo su esmero y sus sentidos en no caer en ello de nuevo.

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Asumiendo al posición de loto, el Arcano tomó asiento en el suelo musgoso que daba espacio a los escalones de la Pirámide. Desde allí podía apreciar la salida del laberinto -sus varias salidas, en realidad- y contemplarlas con cierta solemnidad mientras el tiempo pasaba a su alrededor. Apoyó sus manos sobre el suelo un momento, sintiendo el pasto que se colaba por la piedra tibia debajo, recalentada por el sol del mediodía. Era curioso cómo todo aquel espacio parecía emanar tranquilidad y, sin embargo, guardaba peligros para todos los curiosos que se acercasen sin invitación.

Sajag cerró los ojos y observó más allá del espacio frente a él, del cielo azul encima, del sol que brillaba con fuerza aunque la mañana ya hubiera quedado atrás hacía horas y "miró", realmente miró en el corazón del laberinto, siguiendo los pasos de Catherine. Ella apenas había desembarcado en la orilla, todavía confusa y temerosa de que la bruma del lago la estuviera envolviendo. Pero el musgo bajo sus botas era real, el suelo firme que ahora pisaba era real y el laberinto que abría sus "puertas" hacia ella, también lo era. Lo que en definitiva no sería real serían sus miedos, aquellas trabas terrenales que le impedían utilizar todo su potencial.

Pero a pesar de que ella creyera que estaba sola en aquel trayecto, la cosa era diferente. Catherine poseía no sólo su ojo interior, que era el don que había desarrollado a lo largo de su vida, de forma cruda y burda pero aún así activo, que la había empujado a lo largo de su vida. También poseía la capacidad de discernir qué era real y qué no, porque se lo había ganado al atravesar la bruma densa del lago. Y ahora, cuando se enfrentase a sus tres mayores temores y los venciera, habría logrado tomar las herramientas necesarias para destrabar aquellos candados mentales que la ataban a lo que siempre había hecho: acudir a la visión para sortear una dificultad. Las visiones no debían ser siempre medios, a veces sólo eran finales, a veces sólo comienzos y eso era lo que ella tendría que dominar a fin de cuentas, cuando llegara dentro de la Gran Pirámide.

-Sigue adelante- le susurró el Arcano al viento, esperando que el aliento amable llegase a Catherine y la hiciera introducirse en los setos del laberinto.

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Bosteza.

 

Los pasillos del laberinto son todos muy parecidos entre ellos. Catherine está segura de por dónde va, a pesar de que todo alrededor luzca similar. Sus pensamientos están en segundo plano cuando sus sentidos se agudizan. Recorre un espacio tras otro y nada cambia pero es una sensación distinta a la bruma, ahora lo sabe bien. Los giros son apenas pequeños compases que sobrepasa apenas utilizando el hechizo para hallar el norte. Sabe lo que hace, de una forma en que no lo supo antes.

 

Lo primero que la detiene es una figura no muy alta, que se encuentra frente a ella. Su rostro no está embozado así que es capaz de distinguir de quien se trata incluso antes de alcanzarla. Cabello gris, de un tono claro, un mechón azul cerca de la frente. Sabe que no puede ser real y pensó que había abandonado su recuerdo para siempre al entregarle lo que era suyo en el inframundo... y aún la persigue. La mujer se vuelve y sus ojos claros con motas de un color distinto y brillante se posan en ella con celeridad. Sus manos, pálidas y con la textura e impresión de la cera sostienen las suyas antes de que pueda marcar su distancia. Su voz habla de viejos recuerdos.

 

"Me lo prometiste".

 

Catherine la observa sin decir nada. A eso se vio reducida Pandora, perseguida por sus ataduras de una vida inmortal en un mundo plagado de mortales. Había sido una humana que había amado su vida, siempre buscando ser justa, por eso había padecido en la eternidad del vampirismo. El deseo de ser amada, de formar parte del mundo, había sido tan irremediable como destructivo; La Orden del Fénix apenas un intento vano por compensar esa separación del mundo mortal y su deseo de trascender, todo insostenido. Abandonada por Armand, había buscado el refugio en amantes mortales sin hallarlo, hasta caer en la maldición de un demonio que prometió mantenerse a su lado siempre, llevándola a la muerte. Era un destino irónico y triste. Sobre todo porque en última instancia había sido egoísta. Pandora había tenido personas que se preocupaban por ella, a las que ignoró en su búsqueda incesante del amor romántico y el compromiso con su ideología y su deseo de rescatar a su país y a ese mundo de las sombras de lo injusto. Al inicio, no fue capaz de moverse o articular palabra pero entonces el rostro de Madeleine llegó a ella. Como una antorcha, consumida de ira y dolor: rogándole que viviese, que no la abandonase. Porque ya la habían abandonado una vez y no había sido ella.

 

Madeleine. Quebrada, estricta, seria, hermosa Madeleine. Tan adulta, siendo tan niña.

 

Catherine se soltó del agarre con fuerza y miró a las pupilas de Pandora. Era muy bonitas, pupilas que ninguno de sus numerosos hijos llegó a heredar.

 

―No eres más que un recuerdo ―masculló no sin cierta melancolía.

 

Así la dejó ir.

 

Cuando la mujer se desvaneció fue que Catherine corroboró que estaba yendo por el sendero correcto. Las distinciones eran sutiles pero se sentía guiada por aquello que había visto entre las brumas, a pesar de que tal "inconveniente" la había retrasado. Una vez alcanzó otro cuadrilátero amplio en medio del camino, por alguna razón un miedo irracional empezó a trepar por su garganta. Se oyó una risa antes de que terminara de doblar el último recodo y allí estaba el niño Malfoy con el que había soñado tantas veces.

 

Catherine lo vio sin parpadear, esperando que la figura la notara. Conversaba con Andry Cat, la mujer que había ido por él y que le había traído ese niño Malfoy "puro": cabello negro como ala de cuervo, piel tan blanca que resultaba enfermiza, ojos también oscuros. Era apenas un chiquillo que abandonaba la adolescencia pero Catherine sabía que en su interior moraba el espíritu de Kaiser. Había sido él, quien con ese cuerpo, una vez expulsada el alma original, la había arrojado de la torre de la nigromancia. Se había salvado tan solo por un dragón blanco ancestral, que se encontraba en la raíz misma de la ideología que había tomado debido a su promesa con Pandora; de alguna forma, tanto Káiser, como la Orden del Fénix y La Marca Tenebrosa, todo eso estaba conectado con el hecho de que ella hubiese decidido honrar esa promesa a la vampiro ya muerta. Si no hubiera sabido de la Orden del Fénix, si no hubiese tratado con Richard, el hermano de Pandora, como si fuese su propio hermano... tal vez nunca hubiera tenido que conocer a Káiser o tener que lidiar con él y sus historias sobre el traidor de los Malfoy y el odio irreversible que cargaba.

 

"Robamos el trono de los Malfoy, el trono de nuestros ancestros" no estaba segura de si eso eran sus recuerdos o era él, ese recuerdo -el niño ante ella- volviendo a vocear todas esas cosas "no podíamos permitir que ese asqueroso usurpador lo siguiera teniendo como si le perteneciera".

 

Catherine intenta bloquear su mente tal cual había aprendido a hacer pero por alguna razón esa no parece ser la respuesta. El niño se acerca y Andry Cat detrás de él solo sonríe sin emitir palabra, siguiéndolo. Ambos habían tenido éxito: habían robado hacía mucho tiempo el trono de sus padres y, aunque habían intentado ser detenidos por el usurpador, habían peleado por éste. Todo eso, no tenía nada que ver con Richard, quien había conseguido el cuadro de Káiser por quién supiera qué medios y tampoco con el hecho de que la propia Catherine se hubiera convertido en el depositario temporal de su alma. Intentó no pensar, no pensar en que...

 

>>No es malo perder el control a veces y buscar visiones que nos ayuden a encontrar el "control" de nuevo, quizá es una forma de abarcar la falta de resolución de problemas que tenemos todos. Pero ya has notado que no es necesario para nada<<

 

Las palabras no son una guía real si no un recuerdo. Sin embargo, sabe que el arcano se encuentra en alguna parte y que todo eso está conectado el miedo que siente ante la presencia de Káiser. A veces siente miedo de Káiser y a veces por Káiser. Dicha conexión es inevitable, porque nunca había tenido semejante proximidad con otro espíritu, aunque es uno inquieto, corrupto y destructivo. Káiser disfruta atormentando a sus seres amados, de la misma forma en que disfruta atormentando a sus enemigos. Catherine ni siquiera está segura de en qué lado del espectro se encuentra ella pero eso ya no importa. Piensa en el cascarón vacío que vio en su visión en San Petesburgo y por qué había olvidado el recuerdo de su primer viaje allí: ella misma había terminado enloquecida bajo su influencia.

 

Sajag tiene razón. No importa si perdió el control o si lo vuelve a perder una vez más. Cada vez... cada vez, hay personas allí. No importa si no tiene con ellas el vínculo perfecto o si es o no capaz de librarse del todo de esa conexión. La videncia no es una forma de componer esas cosas, tan solo, que sus visiones requieren que se libre de ese miedo para poder explotar su poder. Lo que allí importa es que tiene problemas como los que tiene todo el mundo y que, por mucho que su alma se encuentre deteriorada y sus poderes envenenados, ella puede emerger de ese desarreglo. Piensa en Andry Cat, que se encuentra atada a Káiser para siempre y piensa una vez más en Madeleine, siempre Madeleine, esa muchacha a quien no puede evitar amar como si fuese su propia hija, porque tiene esa fuerza que ella necesita para...

 

<<Tu también, no eres más que un recuerdo. Déjame ir>>

 

El niño Malfoy la alcanza. Sonríe, con una expresión desprovista de calor. Alza la mano y por un instante, Catherine siente como si estuviera en lo alto de la torre de nigromancia y él está diciéndole una vez más que no la necesita. Empujándola, haciendo una breve presión en su pecho, y luego el aire silbando en sus oídos, la caída ¡Ah, ese corte gélido en el corazón...!

 

Pero el chiquillo solo roza su mejilla. En el dedo anular lleva el anillo de bodas que el niño Káiser nunca llegó a llevar; fue el adulto quien volvió por ella, buscándola para atormentarla y atarla a él, una vez más a su servicio ¿o había sido un vínculo, una relación real? Nunca había huido de eso del todo, había cambiado media vida -literalmente- por la capacidad de destruir ese anillo y era por eso que ahora, en lugar de la alianza de su boda, se encontraba allí, destellando, el anillo de nigromancia otorgado por Báleyr. A pesar de todo eso, Catherine alza la mano hacia su rostro y se da cuenta de que su mirada se ha vuelto borrosa a causa de las lágrimas. Por un instante, cree sentir el contacto frío de la mano que roza su mejilla pero cuando cree tomarla entre sus dedos es tan solo aire y su propia piel.

 

El último y verdadero adiós.

 

Se limpia la cara con rapidez y sigue avanzando. No entiende o, al menos, había creído asumir que Káiser sería lo último que tendría que encarar en ese laberinto, de acuerdo a lo que Sajag le había dado a entender al inicio (o quizá más bien su propia supoción porque había sido el tema que más había surgido durante las clases). Como fuere, sigue avanzando, hasta que se encuentra con el final y... es est****o que no se diera cuenta de lo que se avecinaba. La expresión es decidida, el rostro un tanto congestionado. En su expresión, están todos los meses de espera, las dudas, las mentiras, las cosas que jamás se atrevió a decirle y que ella tuvo que adivinar por su cuenta. El pasado, atisbando, mientras Catherine intenta pensar sin éxito en una excusa para intentar rebasar aquello que antes le había dado fortaleza y ahora solo le produce vergüenza. El rostro de Madeleine habla de traición y pérdida, ambas sensaciones causadas por culpa de Catherine, de no haber sido lo suficientemente fuerte o tal vez sabia o un poco de ambas cosas.

 

>>No<<.

 

¿Por qué mentir? Siempre sintió desprecio por los sabios, esas caracterizaciones poco humanas de vidas de hace muchos siglos. Siempre despreció el desapego de todos esos individuos que se asumían superiores (o la sociedad los asumía superiores) solo porque eran capaces de dejar atrás todo vínculo humano. En su cabeza, sabía que eso era sumamente ridículo, que tal precepto no podía ser la solución que ella buscaba... y tampoco podía serlo para Madeleine ¿Por qué no ser honesta aunque solo fuera una vez? ¿Aunque solo fuera para con ese recuerdo?

 

>>Debí preguntar, debí entender que habrías preferido venir conmigo, aún si eso significaba padecer juntas. Quiero encontrar la forma de volver a ti, aunque no parezca justo. Perdóname, Madeleine. Te buscaré, en el futuro. Espera por mí<<.

 

El recuerdo se estremeció cuando aproximó la mano pero, una vez más, se desvaneció. Quizá fue tan solo fueran sus ojos jugándole trucos pero le pareció ver que el recuerdo asentía, antes de partir. Detrás de éste, podía ver claramente el crepúsculo y la figura del arcano recortándose contra la forma de la gran pirámide. Catherine estaba tan drenada y el último recuerdo y el temor del rechazo de parte de alguien que tenía todo el derecho de no querer volver a verla más había sido tan vívido, que por un instante había olvidado donde se encontraba. Sin embargo, estaba segura de que ese asentimiento no había sido casual, no había sido parte del recuerdo. Ella había visto algo más, ella había visto por un instante un recuerdo futuro. Si eso significaba o no el perdón, si eso significaba o no una visión, eso todavía estaba lejos de saberlo pero no dijo nada de eso a Sajag. En lugar de ello, se aproximó y pronto se dispuso para entrar, pues sabía que todavía le esperaba la parte más complicada de todo el proceso.

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Cuando Catherine llegó hasta él, Sajag se incorporó y la observó por un largo minuto sin decir absolutamente nada. Sus ojos recorrieron a la mujer de pies a cabeza y viceversa, pero no buscando alguna imperfección o algo fuera de lugar, sino realmente mirándola como la había observado la primera vez que apareció frente a su puerta, con todas aquellas dudas y todo aquel potencial. El Arcano hizo un esbozo de sonrisa, algo apenas perceptible en la comisura de los labios, pero no emitió opinión cuando invitó con un movimiento de su mano a la bruja a seguirlo dentro de la Gran Pirámide.

-Ya has estado aquí- no fue una pregunta sino la afirmación total y completa de que, de hecho, Catherine ya había estado en aquel lugar alguna vez.

Sajag dejó que ella observara la Gran Pirámide de nuevo y la vegetación que se había apoderado de las piedras, los muros y las columnas que había fuera, así como comenzaba a hacerse espacio entre los espacios entre las piedras del suelo. El lugar, aunque dejado en la soledad, aún no se había venido abajo y probablemente tardara cientos de años en que eso sucediera y no porque las inclemencias climáticas lo dejaran en paz, sino porque la magia trabajaba allí para proteger lo material, como parte del todo.

-Ahora ingresaremos en la cámara circular donde se encuentra el Portal de las Siete Puertas- la voz del Arcano retumbó en el interior del corredor y pareció, por un momento, que una vieja sombra se arrastraba fuera de su lugar-. No puedo decirte qué verás dentro de la Puerta de Videncia porque ese conocimiento sólo se reserva a quien la cruza, pero estaré allí todo el tiempo, cuidando tus espaldas e impulsándote si así lo necesitas- llegaron al centro del círculo en el cual se encontraba la estrella y el anciano -que no lo parecía- se giró para señalar la única puerta del lugar que parecía poder abrirse, pues las demás parecían sólo dibujo en la piedra, mientras que de la de videncia parecía emanar un halo luminoso por debajo-. Pero antes de entrar, debes tener esto- Sajag movió la varita que aún sostenía e hizo aparecer un anillo que extendió a Catherine-. Con él estarás conectado a mí y, de pasar la prueba, estarás conectada con la habilidad de por vida- señaló su propio anillo con una sonrisa-. Cada paso que des, estaré viendo. Y si has de necesitar mi intervención, puedes tocar la piedra del anillo y te sacaré el portal. Pero debes saber que si sales, perderás un intento de realizar la prueba y la siguiente vez será más difícil- explicó.

Luego dio un paso al costad, dejando que Catherine se colocara frente a la puerta y decidiera qué camino tomaría, porque aún podía decidir no realizar la prueba y volver en otro momento si creía que era demasiado para ella, aunque Sajag no creía que eso fuera a suceder. Ella estaba lista, lo había visto. Tal como le pasaba con algunos de sus pupilos, veía un poco de su futuro para saber qué caminos tomarían, aunque no todas las visiones era definitivas y podían cambiar con las decisiones que iban tomando. Pero en el caso de Catherine, al menos, Sajag sabía que ella entraría al portal. ¿Saldría? Bueno, dependía enteramente de la bruja.

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Catherine asiente ante la afirmación del arcano y se dispone a ingresar. Colocarse el anillo de videncia es fácil pero para ella es más que la conexión con su instructor, pues no puede dejar de pensar en el peso de su responsabilidad. Después de todo, fue justamente ese el motivo por el cual acudió allí en primer lugar. Se adelanta, se aferra a cada palabra y luego traspone el portal. Ni siquiera tiene tiempo de detenerse a considerer la posibilidad de no hacerlo.

Adentro, encuentra un mundo en sombras.

El espacio que la separa de todo es denso, con una textura que es casi palpable. Catherine intenta pensar en dónde ha visto eso antes pero no consigue hallar el vínculo. Se gira, en el mismo sitio y se da cuenta de que es todo cuanto la rodea. Oscuridad. Se pregunta qué puede eso significar, si está viendo el futuro o el pasado y se da cuenta de que, en realidad, parece ser más bien un mecanismo. Esta viendo directamente al mecanismo que la ha mantenido atrapada por tanto tiempo.

Un parpadeo, y ya no está allí. Alrededor, brilla una luz roja, de fuego. Sus ojos clavan la vista en un muchacho pelirrojo, de ojos castaños y corte desenfadado. Sus manos están extendidas hacia los lados y suelta una carcajada detrás de otra: enloquecido, es lo primero que piensa. Luego, se da cuenta de que sus ojos derraman lágrimas y que frente a él, se crema el cadáver de un cuerpo que todavía tiene estertores: un vampiro. Qué es lo que ha impulsado al inmortal a la hoguera, es ya algo que se le escapa. Mientras tanto, el muchacho...

¿Qué es lo que lo ha llevado a tal punto?

Alrededor no solo hay magos. Algunos lucen como muggles, como si algo terrible se hubiera gestado hacía poco. El suelo está arrasado por un fuego reciente y, de fondo, Catherine cree oír olas que rompen, resonando en un tono constante. “La marea avanza” es todo lo que puede pensar mientras cientos de personas corren y parecen buscar refugio de algo que se aproxima rápidamente, volando. El fuego de la pira se alza hacia el grupo de estrellas completamente notorias en el cielo nocturno, cuyo contenido el muchacho pelirrojo parece intentar leer en ese momento.

El dragón acorazado pasa ante éste y lo aprisiona entre sus fauces de un solo bocado, mientras pasa a toda velocidad. Catherine intenta procesar lo que acaba de ver por un buen rato, mientras escucha el batir de las alas combinado con el retumbar del océano.

Abre los ojos. No está más en ninguna zona devastada y su anillo desprende una luz portentosa. Se pregunta quién era ese muchacho pelirrojo, a pesar de saber que no conoce a muchos inviduos de rizos aureorojizos. Si ella estuvo con los ojos cerrados todo el tiempo ¿con qué fue que vio todo eso? Lo sabe muy bien:


De la maleza, se alzará un fuego
los coronados, han de perder
la nostalgia declinará su ascenso
se perderá la maravilla del ser

Tiembla, mundo,
tiembla, otra vez
esto no ha terminado
la maleza, va a demostrarte quién es

Sus ojos no ven solo fuego. Catherine recuerda perfectamente lo que ocurrió en el pasado, no solo lo que ocurre ahora en el mundo mágico ¿qué es lo que le espera una vez salga de esa puerta? Tiene una idea clara y también, después de mucho tiempo un objetivo: claro, y aunque desesperado por su naturaleza, sereno por su procedimiento. Solo tiene que ejecutarlo. Sajag le había advertido del peligro de basarse solo en las visiones para guiarse pero también le había advertido del peligro de ignorarlas. Tenía todo eso en su mente, patente, cuando volvió a trasponer las puertas de no retorno.

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