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Prueba de Oclumancia


Aailyah Sauda
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No estaba del todo segura de si era su impresión, o cada vez visitaba aquel lugar con frecuencia. En los últimos meses, había tenido que desplazarse hasta aquella parte de Mahoutokoro hasta dos ocasiones, si contaban con la ultima. Observaba a lo lejos el bosque que rodeaba la Gran Pirámide en la que se encontraba el portal de las Siete Puertas, el lugar al que deberían llegar si verdaderamente aquellos tres jóvenes que la acompañaban querían probar ante el Portal que eran auténticos merecedores del Anillo de Habilidad.

-Bienvenidos a su prueba definitiva. -

Pronuncio aquellas palabras con suavidad, casi como si no quisiera que la escuchen.

Sauda los había transportado hacia el lugar, arrancándolos de donde estaban, la Arcana había descubierto con los años que los magos y brujas perdían la noción del tiempo cuando se movían con rapidez, cuando dormían o incluso cuando estaban bajo ilusiones. Esperaba que aquella maniobra no les molestara, debía trabajar en ello, quizás dormirlos antes.

Aunque el camino no seria tan fácil como parecía, claro estaba. Tendrían que sortear cuatro obstáculos para alcanzar la Pirámide, lugar en el que Sauda los esperaría observándolos. En primer lugar, deberían curzr el lago que separaba el lugar donde ellos aguardaban juntos y el bosque que rodeaba la Pirámide. Para eso, había varios balsas disponibles en la orilla. El problema real es el que deberían afrontar para cruzar por ese medio seria precisamente que Aailyah los atacaria mentalmente para intentar que olvidaran que debían cruzar el lago para llegar al lugar que necesitaban, por lo que debían mostrar mucha fortaleza psicológica para llegar hacia el otro lado.

Una vez lo lograran, el bosque se extendería entre los tres y su objetivo. Deberán internarse en él y caminar hasta una división en el que deberán escoger caminos distintos. Lo que ellos no sabían era que encontrarían exactamente los mismos retos, pero a ella le parecía divertida la idea de ver como decidían que camino recorrer. Uno estaba colorido y el otro totalmente sombrío, perfecto para el brujo. Al final de cada recorrido, se presentará su peor miedo. Debían vencerlo, y la Arcana contaba con ello, con que pudieran vencerlo sin problema alguno.

Luego, volverían a reencontrarse, un poco más adelante, y deberán seguir su camino por el sendero en el cual abundaban una especie de flor cuyo aroma embotaba la mente y los haría olvidar que hacían allí si no lo detenían convenientemente. Por ultimo, cuando superaran aquel tramo de caminos, debían repartir bien sus fuerzas para no llegar agotados hasta la meta, que realmente no era mas que la antesala del aiutentico desafió.

-Como saben, deben llegar a la sala de las Siete puntas donde se encuentra el portal. En el interior de la Gran Pirámide. ¿Como lo lograran? demostrando sus capacidades, aquellas que me han demostrado en su clase, tendrán que superar varios obstáculos por el camino, y cuando lleguen a la división, encontraran el bosque... -

Hizo una pequeña pausa, como si se agotara de hablar

-Pero les advierto, tendrán que elegir un camino, podrán ir juntos, o separados, eso dependerá de ustedes y su confianza. -

Explico con su calmada voz.

 

-Pero nuevamente, quiero saber si se sienten preparados para ésto, de ser así, adelante... - Sauda sonrió y se sentó en un tronco de madera.

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Benjamin Whisper

 

La superficie del lago era lisa e impoluta, y aunque se inclinó desde la orilla, Benjamin no alcanzó a distinguir el fondo. Aquel lugar a donde Sauda los había llevado era el primer punto de inicio de la prueba final, en la que debían volcar todos sus conocimientos para demostrar que podían ,efectivamente, vincularse al anillo de la habilidad de la oclumancia. Ben prestaba atención a las palabras de la arcana, pero su mente, tenía más puesta la atención en pensar de qué manera sorteaía todo eso.

 

No me habría aventurado a seguirla hasta aquí si creyese que no estoy listo arcana— soltó Ben con la vista puesta en la mujer unos segundos, antes de volverse a las barcas que descansaban al borde, sujetas al muelle por una gruesa soga— y prefiero hacer esto por mi cuenta, gracias por dejarnos la opción de elegir.

 

Elecciones. Ben se consideraba una persona, que en términos generales, había sabido hacer buenas elecciones para su vida. Tan solo un asunto manchaba ese impoluto historial, pero no quiso pensar mucho en ello, especialmente porque sospechaba que en la misma prueba, se toparía con ese asunto. Así que apenas movió la mano para simular una despedida de Melrose y Ragnarok, se aventuró a la primera barca que vio, y con un movimiento de la varita, comenzó a ponerla en movimiento.

 

Todo parecía ir bien. Desde la orilla todo el camino que tenía delante se veía despejado, y el cielo tampoco estaba cargado, descontando cualquier posibilidad de lluvia. Pero ya embarcado, no llevaba mucho trayecto recorrido, cuando una espesa neblina se apoderó del lago por entero. ¿Era todo eso normal? Tentando en ese espacio vuelto gris de forma súbita, Ben avanzó dos metros más y de repente se detuvo. No podía ver nada, ni hacia atrás, ni hacia delante, pero lo peor era que no entendía que hacía allí.

 

¿Por qué estaba, en medio de la nada, montado en un bote?

 

La temperatura había descendido, así que rebuscó en sus bolsillos hasta dar con una poción herbovitalizante que le devolviese el equilibrio a su cuerpo. Estaba seguro que, sea lo que fuese, tenía que haber sólidos motivos para que estuviese allí, pero el saberlo solo agudizó su malestar por no poder recordarlo. Se sentía...desorientado. Y comprobarlo, hizo que un escalofrío le recorriese el cuerpo, porque conocía demasiado bien los encantamientos desmemorizantes para no notar que lo que estaba experimentando coincidía plenamente con uno. Intentando tranquilizarse, alzó la varita entonces y conjuró un hechizo hacia esa neblina que lo envolvía.

 

Specialis Revelio

 

El hechizo surgió efecto al instante y un brillo verdusco iluminó la neblina, revelando que lejos de ser natural, era una magia sumamente poderosa la que lo generaba ¿pero de qué manera operaba? ¿a través de su vista o de todos sus sentidos? Cerrando los ojos, comenzó a inhalar y exhalar rítmicamente, para relajar su cuerpo y que eso consiguiese alivianar de pensamientos a su mente, hasta dejarla en blanco, pues si estaba siendo víctima de un ataque, lo menos que podía hacer era ponérselo difícil a sus oponentes. Y su ejercicio funcionó incluso mejor de lo que esperaba, pues pronto libre de cualquier pensamiento, y con tan solo un andante cantabile con expresionne, de fondo, resonando en su mente para aquietar su cuerpo, comenzó a sentir como esa persistente presencia que incluso dentro de cabeza tenía también la consistencia de una neblina, era dispersada y expulsada.

 

Sin abrir los ojos, puso una vez más el bote en marcha. Aquella voluntad seguía allí, intentando dominar su conciencia, pero aquella barrera musical autoimpuesta convertía el mandato en apenas susurros que no hacían diferencia sobre la voluntad de Ben, y poco a poco, además, regresaban sus motivaciones: No era ese cualquier lago, sino el que aislaba a la Gran Pirámide, donde él tenía que probar su aprendizaje de la oclumancia. Y tenía que llegar al bosque a como diera lugar.

 

¿Cuántos minutos pasaron? Llevado por la melodía suave del piano, y la magia emanando de su varita para que guiase la ruta de la embarcación, no tuvo idea del tiempo, pero abrió los ojos, cuando con una sacudida y un ligero golpe, el barco atracó en la orilla opuesta. La neblina se había dispersado y todo lo que podía ver delante de él era un bosque, de altos árboles y tupida vegetación. Saltando de la embarcación, Benjamin evaluó el terreno.

 

Conocía unas siete maneras de orientarse para encontrar el norte, en casos como esos. Viendo la textura del terreno y el tipo de bosque en que se encontraba, húmedo y oscuro, la opción del musgo resultaba la más adecuada, de forma que guiado por ello, comenzó a caminar, observando cada tanto que iba en la dirección correcta por la orientación en que estaban creciendo los musgos en las bases de los árboles y las piedras. Al poco tiempo, su recorrido terminó llevándolo hasta una encrucijada.

 

¿Qué sendero debía tomar? ¿Eran todos lo mismo solo uno sería el correcto?

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El vampiro había dado un paso al frente y había aceptado las consecuencias de su acto. Había aceptado hacer aquella prueba, debía enfrentarse de una vez y definitivamente a sus miedos, al pasado que tanto quiso y quiere ocultar. No hacía mucho tiempo que el Ragnarok había salido de una prueba parecida pero diferente a la vez. Antes, el cainita había tenido que utilizar la legilimancia para afrontar cada uno de los obstáculos, ahora, debía cerrar su mente, ponerla en blanco y rezarle a los dioses porque esta vez la pirámide no jugara tan cruentamente con él.

 

Todo había sucedido rápidamente. La arcana había utilizado ya un nuevo movimiento, tal como había hecho anteriormente al trasportarlos a la habitación blanca, ahora los había llevado a un lugar donde prácticamente estarían solos. Observo a su lado. Allí junto a él estaban Benjamín y Mel. No había tenido mucho tiempo de hablarles o más bien, él no había interactuado casi con ellos, de no ser por aquel ejercicio obligatorio que habían tenido que afrontar quizás el vampiro ni siquiera los hubiera tomado en cuenta. Aquello no lo había hecho por mal ni por menospreciar, pero era sabido que muchas veces el Ragnarok prefería trabajar solo, para así, no sentirse culpable de las decisiones que tomara y que pudieran dañar a alguien más. ¿Cuántas veces no había fallado en Grecia?

 

“Respiro” profundamente permitiendo que aquel vital gas que no necesitara acompasara cada uno de sus movimientos y le permitiera concentrarse en lo que debía hacer. Asintió ante la bienvenida de la Sauda mientras posaba sus orbes oscuros como el abismo en lo que tenia adelante. Escucho la explicación y la advertencia de su maestra. ¿Estaba seguro y preparado para afrontar aquel tramo y aquella prueba?, el vampiro sabia la respuesta, aunque se le fuera la vida en ello lo haría, si tenía que volver a repetirla tendría que hacerlo, pero no iba a fallar y moriría en el intento de ser necesario.

 

-Estoy consciente de que lo que tengo adelante será difícil y que mi mente o más bien mi cordura estará en juego –dijo el Ragnarok sabiendo que la mujer lo estaba escuchando- aun así, mi decisión es positiva, acepto los riesgos y estoy preparado para afrontar mis peores temores –dijo con mayor seguridad de la que en verdad sentía- así que sí, me siento preparado

 

Con esas palabras el hijo de la noche había firmado su sentencia. Dibujo una mueca de sonrisa, no sabía si Benjamín y Mel seguirían adelante, pero algo él decía, quizás su instinto de que sus compañeros al igual que él también harían al prueba. Hizo un pequeño gesto con la cabeza y comenzó a caminar, capaz ellos el destino los reuniría adelante, pero por el momento debía comenzar aquello solo y probarse así mismo de lo que era capaz.

 

Llego hasta las balsas. Las observo y estudio cada detalle de lo que observaba. Eran todas iguales, el lago parecía tranquilo y pacifico. ¿Habría algún monstruo dentro de él que debían enfrentar?, no podía ser tan fácil aquello o ¿sí? ¿La Sauda se había apiadado de ellos? Se monto en la balsa y con un movimiento de varita comenzó a moverse por el lago cada vez más rápido.

 

Sintió la brisa golpear su cara mientras avanzaba. No sabía si iba por el rumbo exacto que debía pero seguramente las balsas estaban diseñadas para que lo llevaran hasta el lugar indicado. Sin notarlo el aire había cambiado sutilmente, quizás era porque no solía respirar o no le prestaba tanta atención a aquel detalle que no se dio cuenta. Una sutil neblina lo esperaba adelante, no era espesa o gruesa, sino algo casi invisible si no estabas prestando la atención adecuada. Se detuvo antes de llegar allí y con la varita toco aquel gas casi incoloro. No paso nada. Recitó algunas palabras pertenecientes a los contra hechizos y maleficios mas conocidos y todo seguía igual. Recorrió con la mirada el lugar y todo se veía igual que antes. No había cambiado nada. Decidió continuar. Movió la varita y nuevamente la balsa siguió recorre indo su camino.

 

Observo el cielo. Se veía sutilmente hermoso. Podía ver las nubes, los matices del ambiente, el silencio se había hecho. Su instinto le decía que al menos debía escuchar como la balsa rompía el agua del lago y su cara recibir la ráfaga de viento mientras avanzaba, pero su cerebro no le permitía aquello. Aquel hermoso cielo hizo que se recostara en la balsa y se quedara mirándolo, tal como si quisiera que aquella paz y tranquilidad lo absorbiera. Deseaba quedarse allí. Estaba olvidando completamente su nueva misión y que en realidad estaba en una prueba. El vampiro veía la imagen de aquel cielo y sentía la paz de aquel lugar que tanto amo en su juventud, la Sauda había jugado bien con su mente, sabia lo importante que era el lugar para el Ragnarok, lo había visto justo antes de que el aceptara al ver la prueba por lo que la sensaciones, la atmosfera y la imagen eran mucho más reales (si eso era posible) hasta el punto que el hijo de la noche en verdad creía que estaba allí. Reconocía el cielo, era su cielo. ¿Su cielo? Poco a poco fue comenzando a tomar conciencia de sí mismo. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Cuándo había vuelto?

 

-<<Ragnarok…>> -escuchó como un tenue susurro- <<que estás haciendo idi***>> -aquel susurro lo estaba hablando en un tono que no le agradaba- <<despierta tu so idi*** incompetente, ¿Qué demonios crees que estás haciendo allí tirado observando el cielo?>> -cada vez el tono de molestia de aquella voz era mucho mas evidente

 

-estar en paz, disfrutar de la paz en este lugar -respondió sin vacilar

 

-<<¿Paz?, maldición Ragnarok despierta>> -escucho.

 

-Estoy despierto, me encanta este lugar, es como un sueño volver aquí –dijo seguro de sí mismo-.

 

¿Sueño?, ¿había dicho sueño? Cerró los ojos fuertemente y parpadeo. Repitió el procedimiento. Se obligo a respirar. Había olvidado cómo se respiraba. Comenzó a bloquear todo aquello que le estaba rodeando y pasando. Intento regresar a aquella habitación blanca donde las muchas ventanas se podían ver. Poco a poco, fue consciente de que estaba en la prueba, recordó que se había montado en la balsa y que había comenzado a navegar sin rumbo fijo dejándose guiar por la balsa. Se levanto y observó lo que le rodeaba. Miro hacia atrás. La neblina había desaparecido hacia un par de metros. Sin saberlo, había puesto al mente en blanco y había pasado la primera prueba u obstáculo que el había puesto la mujer. No tardo mucho en llegar hasta la otra orilla. Se bajo de la balsa y comenzó a caminar. Claro estaba, aguardo un par de minutos, no porque se sintiera atontado o algo. Deseaba saber si Benjamín y Mel habían pasado por lo mismo.

 

Miro nuevamente el cielo. Era muy diferente al de su sueño. Decidió que lo mejor era seguir adelante, si sus compañeros habían aceptado al prueba y estaban pasando por lo mismo que él estaba seguro de que podrían verse más adelante o en la entrada de la pirámide.

 

Camino y entro en aquel bosque. Paso a paso era absorbido por el ambiente. Sus instintos esta vez estaban mucho más alertas. Escuchaba el sonido de las aves y de los insectos recorriendo el camino que tenía pro delante. El bosque era tupido por lo que siguió el sendero, el cual suponía que era el correcto. Se detuvo un segundo y nuevamente miro hacia arriba donde poco a poco el cielo se iba perdiendo a causa de la frondosidad de los arboles quienes lo iban ocultando. Había nuevamente paz si, pero esta vez no caería en el mismo truco. No supo ¿Cuánto tiempo estuvo caminando?. Observo diferentes tipos de vegetación y diferentes animales pero nada le hacía pensar que había algún truco escindido allí, mas bien, se fue haciendo preguntas para estar consciente de que estaba cuerdo y aquello no era otro juego de su mente. Rozo varias veces alguno de los arboles y se detenía de vez en cuando para escuchar si habían pasos o se rompía alguna rama. Nada.

 

Llego hasta una división donde se podían visualizar 2 caminos. A su derecha e izquierda ambos recorridos el atraían o le llamaban la atención. Uno era tan colorido que cualquiera podría pensar que era le mas seguro, el otro era oscuro y parecía tortuoso, digno del señor del inframundo. Debía decidir. A la final, aunque era sencillo y obvio opto por el camino oscuro. Si iba a pasar aquella prueba lo haría de la forma más difícil. Miro hacia atrás. No había señales de sus compañeros. Suspiro. Dio unos cuantos pasos y se internó en lo oscuro del bosque.

 

Los sonidos de aquel oscuro camino eran mucho más fuertes. El ambiente era frio y tétrico, a lo lejos se escuchaba como si una tormenta amenazara con estallar dentro de poco y él iba justo hacia la tormenta. A pesar de que la oscuridad o la noche de aquel camino era evidente no utilizo la varita hasta el final. Hizo aparecer una pequeña luz para iluminar el camino que andaba. Sintió como los pelillos de la nuca se erizaban, aquel era un signo de claro peligro. Recorrió el lugar en un radio de 360 grados con la mirada mientras sentía que alguien o algo lo amenazaba o lo vigilaba.

 

-¿Quién está allí?, vamos sal de una vez, ¿quieres matarme?, inténtalo, te reto a ver si puedes –dijo con voz fuerte, seria y altanera- ven, aquí te estoy esperando a ti y a todo aquel que quiera destruirme –dijo.

 

Sin embargo, no paso nada. Siguió caminando aun sintiendo que algo estaba al acecho y no era él quien se encontraba de cacería, sino algo o alguien más. Al llegar al claro del bosque era evidente que algo no estaba bien, al pisar aquel sitio la tormenta estallo fuertemente provocando que tuviera que refugiarse en la cabaña que se encontraba al centro de aquel claro. Dibujo una mueca. ¿Acaso aquel era un chiste malo o un cuento para niños?. Bufo por lo bajo, solo faltaba que dentro de la cabaña hubiera alguna bruja.

 

La cabaña era pequeña pero acogedora. Había un cómodo sofá y una chimenea, una puerta que iba hasta las cocinas y una escalera que llevaba al piso superior donde supuso que estaban las habitaciones. Observo la mesilla del centro y para su sorpresa todo estaba limpio. Si alguien o algo vivía allí estaba seguro que pronto regresaría o se lo encontraría. Su instinto nuevamente le decía que no debía bajar la guardia, por lo que mantuvo la varita todo el tiempo en su mano mientras sentía el peso de su vieja Katana garras de fuego en la espalda. Ella siempre lo acompañaba pero nunca la usaba o tenía necesidad de ello. Claro estaba, casi nadie sabía de su existencia.

 

El tiempo comenzaba a pasar y la tormenta no parecía aminorar, mas bien, los rayos y truenos eran cada vez más seguidos. Se mantuvo sentado observando el fuego pensando en ¿Cómo iba a salir de aquello o que más podría aparecer en su camino para finalizar la prueba?. Se relajo un poco, aunque sus sentidos se mantenían alerta. Le dio curiosidad lo que el rodeaba por lo que quizás (aunque era de mala educación) podía revisar un poco todo para ver quien vivía allí. Entro en la cocina y todo parecía normal, cada cosa estaba en su lugar. Salió de ella y subió las escaleras. Encontró el baño y luego de allí observo que habían varias habitaciones. Entro en la primera y solo encontró una mesa, la cama y un armario. No había pista de que alguien hubiera habitado al menos en un tiempo aquel sitio. Cerró la puerta y continúo con la siguiente. Lo mismo. Por último entro en la habitación del fondo y allí sí que había señales de vida.

 

La cama era pequeña pero parecía acogedora. Estaba recién tendida, eso era algo extraño pero capaz la persona que vivía allí acababa de salir. La ventana daba hacia el bosque y permitía que entrara la cantidad perfecta de luz. Una pequeña lámpara en la mesilla de noche y en el techo seguramente eran las que iluminaban la habitación cuando llegaba el ocaso para darle paso a la noche. Había una foto en la peinadora, la cual al ver se echo hacia atrás. Negó con la cabeza. Debía salir de aquella casa. Había reconocido a las personas de aquella foto y no le agradaba nada aquella est****a y amenazadora sensación. Salió al pasillo y bajo las escaleras para salir de allí. El Ragnarok sabía que era mejor estar afuera sin importar la inclemencia del tiempo y prefería que le cayera un rayo a tener que ver a aquellas personas. Solo que no llego a la puerta. No pudo. Alli, frente a ella, ya había alguien esperándolo.

 

-Tú –dijo serio.

 

-¿Qué nos trajo la tormenta?, no es más que el peor y más asqueroso cobarde de todos los tiempos, el peor padre del mundo, el que dejo escapar su felicidad, dejo que su prometida lo odiara por toda la eternidad y para colmo no pudo rescatar a su hija –aquella mujer lo observo con malicia- Bienvenido a mi casa Ragnarok.

 

-¿Tu casa?, ¿Qué haces tú en este sitio?, lo último que supe de ti era que te habías retirado y habías decidido hacer las paces con el universo –comento el Ragnarok observando los ojos de su antigua amiga, quien lo había traicionado y quien había sido la causante de todos sus males, o al menos quien lo había iniciado todo.

 

-Que idi*** eres vampiro asqueroso, sabes la respuesta, sabes porque estoy aquí ¿verdad?, vine por ellas, quiero que se repita tu suerte, que me des tu cabeza y mueras de una vez por todas –dijo la chica entre divertida y amenazante

 

-Aléjate de ellas –dijo el cainita- no te permitiré que esta vez te salgas con al tuya –dijo entre temeroso y serio ya que aquella era su peor pesadilla, una donde perdía nuevamente a su amor y a su hija.

 

-¿No te piensas quedar otra vez sentado en shock?, que vampirito más valiente, aparentaras mucho pero en realidad sigues siendo el mismo cobarde de siempre hades –dijo la mujer- tu debiste morir hace mucho pero ahora, supongo que debería volver a torturar tu alma.

 

-No te lo permitiré, aprendí mi lección, no voy a dejar que te salgas con la tuya –le apunto con la varita

 

-¿Que no me salga con la mía? -pregunto divertida- pero cariño, si ya lo hice, ellos las tienen, Black y que pudo haber sido tu ahijada se las llevaron lejos de ti, la chica sufrirá las mismas terribles torturas que recibió Ventus, y tu hija, oh que hermosa niña, ella jamás te conocerá ni te recordara, tu no serás nuevamente nada –dijo la bruja sonriendo con mucha más malicia que antes.

 

¿Por qué las había dejado solas?, ¿Por qué había decidido aquel momento para ver Oclumancia y las había dejado en casa asegurándose así mismo que allí estarían bien?. La historia, su error se volvía a repetir. No, no dejaría que se repitiera. Se acerco a la mujer mientras sentía como su ira iba emanando desde el punto en el pecho donde se acumulaba. Conjuro su Kansho, aquella daga tan filosa que un simple roce podría hacer estragos en el material más duro del mundo y le guiño el ojo a la mujer.

 

-Sé quién eres y lo que eres, basta de juegos, estas ahora en mi tablero, las piezas se movieron una vez que mencionaste a Black y a la otra, se que están muertos y no pueden revivir –dijo el vampiro con una sonrisa divertida mientras le susurraba aquello en el oído a la mujer quien abrió los ojos por la sorpresa pero ya era demasiado tarde.

 

El cainita había logrado recobrar la conciencia y había vuelto en si justo en el momento indicado. Había logrado sacar aquella imagen de su cabeza, había logrado bloquear cada una de las imágenes y el muro que había colocado era mucho más fuerte en su mente, la pesadilla se desvanecía mientras con un rápido movimiento cortaba la cabeza de la mujer con su daga.

 

Salió de aquella cabaña sin importarle la tormenta la cual comenzaba a alejarse tal como había venido al igual que él. Volvió al camino, siguió por el sendero preguntándose ¿Qué venia después?.

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Benjamin Whisper

 

Había sido un acto reflejo, el ruido creciente de pasos lo había puesto en alerta y se había ocultado tras un árbol, para poder desde allí espiar mejor el panorama. No mucho después, la alta figura de Hades, se dejaba ver en el cruce de caminos, y como él había estado momentos antes, en su cara se reflejaba la duda sobre qué camino debía seguir. Un tanto previsibilemente, el vampiro había tomado el camino oscuro y tétrico, y Benjamin salió de su escondite solo cuando comprobó que el hombre no se giraba más para ver hacia atrás, ni tampoco Melrose hacía presencia (no le sorprendía, por otro lado, que la mocosa hubiese podido quedar perdida en el primer obstáculo y por eso estuviese demorando tanto).

 

Si tomaba el camino luminoso, nada le garantizaba que llegase al punto correcto. Ragnarok, de otro lado, llevaba ya buen tiempo embarcado en el suyo y él no había escuchado ningún grito o similares, así que se convenció de que debía seguir por allí, porque, en última instancia, si hubiese alguna criatura fiera o cualquier otra clase de maleficio, vería los efectos en el mago que se le había adelantado.

 

El trayecto, aunque plagado de alimañas y sonidos extraños, provenientes de animales y hasta (parecía) de la tierra misma, resultó tranquilo. Benjamin mantenía su distancia, y solo cada tanto a través de un hechizo de artes oscuras, aprendido del grimorio de Slytherin para rastrear enemigos, podía percibir el estado de ánimo de Hades. Sin embargo, cuando dejó de percibir la esencia del hombre, supuso que estaba adportas de el nuevo reto que Sauda había preparado para ellos.

 

Exhaló lentamente, y sacó su varita para alumbrarse pues ya nada podía divisarse por causa de la oscuridad que se hacía más y más densa, y comenzó otra vez aquel ejercicio de concentración para que su mente evocara una música tranquila y que le ayudase a evitar las amenazas del exterior, pero de repente la melodía fue trastocándose, poco a poco, nota a nota.

 

Benjamin se detuvo, masajeándose las sienes un momento con las yemas de los dedos, intentando descifrar la nueva música, hasta que reconoció en los compases una melodía que se había prohibido a sí mismo escuchar, pues no había más que una persona que le acudiese a la memoria, perturbando sus sentidos, incluso antes de verlo delante de él.

 

Era un hecho que Sauda lo estaba trayendo de nuevo, quizá porque la primera vez no había hecho sino posponer el enfrentamiento y no afrontarlo de manera definitiva.

 

— Escucha Ben, Nocturno en do sostenido menor.

 

Lo vio entonces, el gesto sereno y los ojos adormilados enmarcados en gruesas gafas. No era la figura del chiquillo molesto que había llegado a parecerle al final, sino el del amante de sus días de complitud, de los días en que había cedido a aquel emotivo sentimiento que no hacía más que desconfigurar la personalidad y los hábitos que se había esforzado en cultivar. Era como si el paso del tiempo no hubiese hecho mella en él, y cuando su cabeza repleta de rizos café se inclinó sobre su hombro, Ben comprobó aterrorizado cuanto había extrañado ser consciente de él, de su presencia, de la cercanía de su cuerpo y la firmeza de su piel que podía adivinar con el solo roce de sus dedos.

 

La luz de la varita seguía iluminando el espacio, proyectando sus sombras, juntas sobre el sendero. El nocturno de Chopin sonó más y más alto en sus oídos, e incluso antes de ser consciente del flaqueo de sus piernas, sintió como su corazón palpitaba casi tan alto como la melodía de la canción con la que habían hecho tantas veces el amor, de cuando se habían amado y habían sido felices.

 

El zumbido de algún insecto, detuvo de repente, aquel estado de contemplación y, conteniendo apenas la respiración, Ben levantó sus dedos dibujando con ellos un lento baile inconsciente sobre el cuerpo de quien, todavía seguía siendo, su mayor temor en el mundo.

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Mel se sorprende al encontrarse junto al lago. Apenas un segundo antes, había aceptado tomar ese gran reto y ahora estaba ya allí, sin señal alguna de que eso fuera solo una ilusión. Se limita a escuchar y su cuerpo esta tenso. A pesar de eso, no se echa atrás, si no que mantiene una expresión decidida y sale detrás, una vez ellos han alcanzado sus barcas. Sube de última, entendiendo que sus acciones son la respuesta más elocuente que puede dar a las instrucciones de Aailyah.

 

Enseguida, apenas ha avanzado un poco en esa niebla densa, se da cuenta de que algo va mal. Su nariz no deja de fastidiarle, así que convoca un cascoburbuja. Se pregunta qué es lo que puede tener esa niebla, quizá es alguna clase de truco. Aún cuando lo hace bastante rápido, los primeros momentos son suficientes para desorientarla, así que tiene que conjurar varias veces hechizos para saber dónde está el norte y también hacer un terrible esfuerzo por concentrarse. Supone que esa cosa divertida que había en la niebla debe haberse pegado antes de que invocara el cascoburbuja pero también que no se trata solo de eso. A diferencia de en la clase, no puede relajar ni un solo instante esa imagen mental del laberinto y las pequeñas puertas cerradas, detrás de la gran puerta blanca acerrojada. De hecho, tiene que echar mano de ella tantas veces, que la imagen termina quedando fija en su mente, como una tarea en segundo plano en un ordenador (un concepto que, con mucho esfuerzo, Richard le había explicado). La razón por la cual demora tanto en cruzar el lago es justamente esa: ajustar eso en su cabeza no es tarea sencilla y decide detener el bote en los momentos en que requiere mayor concentración, por lo que termina tomando más tiempo del necesario.

 

Por eso, cuando atraca del otro lado del lago, Mel retoma el paso a gran velocidad, haciendo uso de sus habilidades como licántropo, ya que no tiene otras a nivel mágico que le sean igual de útiles o fáciles de utilizar. Su nariz y la capacidad de guiarse en los bosques a fuerza de hábito son también bastante útiles, si bien ese no es un bosque normal. Por eso, cuando llega a la encrucijada, queda atorada de nuevo. Un camino se ve sombrió y el otro lleno de luz y ambos despiden un aroma normal, así que Mel siente que bien podría ser cualquiera. Luego, recuerda la advertencia de Sauda sobre los caminos de la mente y la forma en que pueden engañar o ser engañados e intenta dotarle dichas complicaciones a la elección pero no lo logra. Al final, decide tomar el camino iluminado. Al fin y al cabo, si hay amenazas, al menos de esa forma podrá verlas aproximarse.

 

Ninguna surge, sin embargo. Son tan solo cosas pequeñas, como voces que se cuelan a su cabeza subrepticiamente por momentos pero nada mortal. Hasta que se da cuenta de que se encuentra frente a una enorme pared. Es alta, de sólida estructura y no entiende qué diablos puede hacer allí. Intenta ver si hay forma de pasarla por un lado pero eso no parece ser posible y ya está pensando en rehacer todo el camino cuando vuelve a oír las voces.

 

<<...monstruosa ¿no oíste? Mordida siendo ya adolescente, sabiendo que podía ser peligroso>>.

 

Sus elucubraciones se detienen en seco. Las voces se tornan más claras.

 

<<...completamente mediocre. No es como si hubiesen perdido una gran cosa, aunque ni siquiera fue capaz de mantener el legado de su familia, por poco que fuese...>>.

 

Se vuelve para ver a quienes conversan pero sus rostros no parecen del todo definidos a la distancia y con el sopor que parece sentir de pronto. La energía, abandonándola. Las voces que siempre estuvieron allí. Piensa en su familia: no los Moody, si no su padre y su madre, que quedaron descorazonados cuando ella partió, cargada de frustración con su futuro, odio hacia los demás y desprecio hacia sí misma ¿era esa clase de conversaciones las que sus padres tenían que oír todo el tiempo?

 

Trabajar con Mel es divertido. Ellie ¿no podrías aprender un poco de eso?

 

No es como si ella hubiera pretendido ir a vivir con los Moody ni tampoco quedarse a vivir con ellos. Se suponía que eran sus ancestros y que daban asilo a todo el que lo pidiera. No era nada más que eso. Sin embargo, ahora eran su familia y sus padres ya no tenían que sentirse tristes sobre su futuro, si bien les había dejado en claro que ya no estaba triste respecto a ser un licántropo.

 

Además, estaba Richard.

 

Le intrigaba y también, quería sacarlo de ese mundo en sombras ¿y qué si parecía imposible trepar esa pared? ¡Tanto mejor!

 

Retrocedió un enorme trecho y entonces corrió a toda velocidad antes de dar el salto: uno increíble, impresionante e innecesario. Apenas notó que estaba al nivel del mismo, empezó a desmoronarse y ella se encontró del otro lado, aliviada.

 

¿Y qué si no estaba a la altura? ¿Si era distinta a ellos, siendo humanos y ella un licántropo? ¿Y qué si ellos no pensaban en ella de la misma forma en que ella pensaba de ellos? Nadie se esforzaría más que ella y así... encontraría la forma de mantenerse a su lado.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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El hijo de la noche volvió al camino pautado. Sin quererlo, sin darse cuenta, había afrontado 2 obstáculos muy difíciles, uno quizás peor que el otro, por lo que se preguntaba una y otra vez ¿Qué vendría después? Había llegado nuevamente a otro sendero, uno diferente a los anteriores ya que, no estaba tan oscuro y tétrico como el que había dejado atrás. Sin embargo, en realidad había algunos árboles petrificados, algunos tocones en el suelo y las flores eran muy diferentes a las que hubiera visto en otra ocasión.

 

Esta vez el cainita lo haría bien, iba a dejar que su instinto y sus sentidos le guiaran. Cerró los ojos y se detuvo a escuchar. Podía oír a los insectos recorrer el bosque y acercarse a él para intentar chupar su sangre. En aquel momento no tenía nada más que saborear que su propia ponzoña. Al cerrar los ojos había provocado que su vista no fuera necesaria, al menos por aquel instante. El siguiente sentido que utilizo fue el tacto. Sintió el suelo y aquellas extrañas flores de colores llamativos que no había visto en otro lugar. Quizás con ellas podía hacer experimentos, tal vez, eran buen ingrediente para realizar pociones. Abrió los ojos y comenzó a tomar algunas de aquellas raíces y flores olvidándose que en realidad se encontraba en la prueba.

 

Aquel obstáculo había sido diseñado específicamente para él. Su mente le estaba jugando una mala pasada llevándolo considerablemente al punto donde su trabajo y sus investigaciones eran mucho más importantes que cualquier otra cosa.

 

Quien conocía al cainita sabía que podía pasar horas metido en san mungo, por no decir días o semanas realizando investigaciones y experimentos. Ni siquiera en el departamento de misterios del Ministerio de Magia existían aquellas flores exóticas. Suspiro mientras recorría con la mirada cada parte del sendero y caminaba de un lado a otro coleccionando setas, insectos, animales extraños y sobre todo aquellos pétalos de colores llamativos. Claro estaba, en su mente se estaba librando una extraña lucha entre su consciente y su subconsciente.

 

Por un segundo sintió la necesidad de respirar. ¿Qué había sido aquello? El jamás habia tenido aquella necesidad desde que se había convertido en vampiro. Los vampiros no necesitaban respirar. Y de todos modos, allí estaba él intentando captar el aroma de las flores. Se levanto y dejo de permitir que el vital gas pasara por sus pulmones, aun así, aquello no funcionaba del todo (quizás era parte de la magia de aqueo lugar o de la prueba), por lo que se apunto con la varita y realizo un encantamiento casco burbujas por lo que ningún olor podía traspasar. Se sintió mejor, seguro, tomo lo que había recolectado, movió la varita nuevamente para guardar todo y continuar su camino.

 

No supo cuanto camino, de haber sido un humano u otro tipo de criatura quizás hubiera estado agotado físicamente, al menos al ser vampiro se evitaba ese pequeño detalle, aun así, el hijo de la noche se sentía cansado mentalmente. Aquello era exactamente la cuestión de la prueba, ver, que tan poderosas eran sus mentes y más aun, si podían cerrarlas a cualquier cosa que pudiera atacarlas.

 

Miro hacia atrás. No vio ni a Benjamín ni a Mel. ¿Qué habría sido de ellos?. ¿Habían pasado por los mismos percances que el cainita?. Aguardo unos minutos, sin embargo, podía ver ya el final del camino. A lo lejos se veía ya la pirámide donde sabia que la Sauda lo estaba esperando. Observo el cielo. Observo las aves volar. Se relajo por un segundo. Comenzó a caminar rumbo a su destino.

 

No tardo mucho en llegar hasta la presencia de la mujer. Hizo una ligera reverencia para un segundo después utilizar el Finite Incantatem y así quitarse aquella burbuja de aire de la cabeza.

 

-Casi no lo logro –confeso a la mujer- para ser sincero el trayecto estuvo difícil, aunque algo me dice que usted ya lo sabía, pero supongo que esa era la prueba ¿cierto? –Pregunto el Ragnarok observando a la mujer- de una u otra forma me sorprendió a mí mismo.

 

El Ragnarok hizo recuento en su mente de todo l sucedido. Aquella balsa que lo había llevado a su lugar pacifico. Aquel oscuro camino que había elegido que lo llevo a enfrentarse a su peor miedo, ¿Qué hubiera pasado si elegía el otro camino?, y por ultimo aquel camino lleno de flores que habían intentado seducirlo con otra de las cosas que más amaba, su trabajo y sus investigaciones. Dibujo una mueca. Definitivamente había sido una, prueba diseñada para acabar con él, atraparlo y hacerle fallar. Observo a la mujer y a la pirámide. Algo le decía, que si la Sauda le permitía llegar a la sala de las 7 puertas, lo que encontraría allí no sería absolutamente nada fácil. Sintió miedo, no deseaba fallar.

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Sabía lo que tenía que hacer, y sin embargo, todavía le costaba dar ese salto, enfocarse nuevamente. Su mente, intranquila, no era capaz de ponerse en blanco de la manera en que lo había hecho minutos atrás, porque él estaba allí, su peor miedo, el único que sabía en su real extensión, los espacios incompletos que solo era capaz de llenar a través del ejercicio de abuso físico hacia otros, actividad en la que no pocas veces lo había asistido, y allí había cruzado los límites.

 

Hace mucho Ben había decidido, que nada ni nadie podía estar por encima del estricto respeto a su privacidad.

 

Y lo que había venido después...

 

Una larga exhalación rompió el agradable silencio. Apartando las manos de él, Ben se dispuso a dejar de desperdiciar el tiempo, pues la pirámide era ya distinguible desde donde se encontraba, aun cuando era evidente que todavía tenía un trecho moderado por recorrer. Dio un paso hacia delante, con firmeza y listo para seguir, pero la figura delante de él le cerró el paso.

 

Supo entonces, que necesitaba dejar de alimentar su presencia allí, para poder seguir adelante.

 

— Aunque te recrearas una y otra vez, cada vez se hace un recuerdo más y más pálido— sonrió, sabedor de que la figura que tenía delante comenzaría a difuminarse poco a poco, en medio de la oscuridad que los rodeaba— y absolutamente manipulado. El temor sigue, pero ¿sabes?— se inclinó apenas hacia el oído de él— tengo la mente mucho más fuerte como para evitar que lo que hay tras de ti se devele.

 

Volvió a cerrar los ojos, la única forma para poder concentrarse, porque está seguró que son los recuerdos vinculados al jovencito los que alimentan esa proyección, y lo que necesita hacer es bloquear a Sauda el acceso a ellos. Se visualizó entonces, de pie, frente a la fachada de la casa calendario Avery,con sus 360 habitaciones, sus 7 pisos y sus 12 puertas de acceso, bloqueando cada una de esas entradas, de forma que todo quede atrapado dentro de "esa casa" y no escapase.

 

La visión del caserón cerrado, le inspiró tal seguridad que se vio caminando por la pradera de fuera, y guiado por esa visión mental, se echó a andar unos cuantos pasos en la realidad, hasta que al volver a abrir los ojos, comprueba que ya no hay nadie impidiéndole el paso.

 

Llegar hasta el final del camino no le toma mucho más. Las sombras se habían disipado, por lo que cesó la luz de la punta de su varita y notó que su sendero se había vuelto a unir al anterior. No había rastro de Hades, pero no pasa ni medio minuto, cuando ve a Melrose, con las ropas algo sucias y sudadas, pero entera y de buen ánimo. Hubiera preferido seguir solo, pero ya estando ella allí, piensa que podría haber algo de beneficioso en tenerla de compañía. No le dice nada, pero su dedo índice señalando el camino es suficiente para hacerle entender sus intenciones.

 

Si Melrose había entendido que no quería charla alguna, no podía saberlo, pero le sentó aquel silencio en el recorrido, hasta que la vegetación a su alrededor comenzó a cambiar, por una de colores un tanto chillones. En medio de ellas, una enorme flor de vívido color amarillo, resaltaba. Fascinado por ella, Ben se acercó con intención de apreciarla un poco más de cerca y determinar a que rama podía pertenecer, pero sintió el agarre en su brazo por parte de Moody, que no había dejado de olfatear el ambiente.

 

— ¿Qué has captado?

 

No hubo respuesta de su parte, pero Ben notó en ese instante, el suave movimiento de pétalos de aquella flor y como manaba de ellos un aroma que de inmediato hizo paralizar a los insectos que tenía encima, haciéndoles caer y retorcerse en el suelo, como si hubiesen olvidado como volar. Comprendió entonces que no era ninguna casualidad su presencia allí, y que la mujer había podido reconocer aquel peculiar aroma gracias a su desarrollado sentido del olfato.

 

Todo lo que tenían que hacer era deshacerse de esa planta, así que sacando la varita, Ben no dudó en lanzar un incendio en su dirección, hasta convertirla en cenizas.

 

— Un completo desperdicio, pero no pienso correr el riesgo de una nueva desmemorización— murmuró con fastidio, colocando su varita de nuevo en el cinto— vamos, que ya no queda mucho.

 

Su propio orgullo le impedía dar las gracias a Moody, pero por suerte, consiguieron alcanzar la pirámide más rápido de lo esperado. En el lugar ya se encontraba Hades, y también la arcana. No había alcanzo a escuchar lo que el mago le había dicho a Sauda, pero por su parte, no tenía nada que decirle a la bruja, porque el hecho mismo de estar allí era la mejor prueba posible de que estaba más que preparado para lo que se le venía.

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Sauda apareció directamente en la Gran Pirámide, donde solía esperar a sus alumnos antes de que estos se enfrentaran a su Prueba ante el Portal. Le gustaba seguirlos desde allí viendo como superaban las pruebas impuestas, y debía reconocer que el entendimiento y compenetración existente entre los dos seres no dejaba de sorprenderla. Habia tanto en común... y sin embargo, la forma en que habían elegido los caminos le había disgustado bastante. La Arcana preferia que siempre tomasen caminos opuestos, por más que todo fuera solo un juego mental y los peligros no sean reales.

Pero eso los jóvenes no lo sabían, por lo que dejo que un gesto serio y casi iracundo se reflejara en su piel oscura cuando los vio llegar.

- ¿Están preparados?- mascullo en un tono suave.

Les señalo la puerta que estaba a su espalda, la que conducía hasta el salón circular.

-Han demostrado que son lo suficientemente fuertes en su mente para lo que sigue.- empujó la puerta y luego accedió a la sala donde se encontraba el Portal de las Siete Puertas, aunque ellos solo les interesaba en aquella ocasión la que tenia el símbolo de la Oclumancia.

Extendió las manos, hacia cada uno de ellos, y las abrió a la vez para ofrecerles un objeto que reconocerían enseguida, estaba segura de que les seria de ayuda. -Estos son los anillos de aspirantes a oclumante, serán su conexión conmigo durante la Prueba.. y para siempre, si consiguen alcanzar su objetivo con éxito.- carraspeo con la garganta y les entregó los anillos.

-Ahora quiero que se concentren, están a un paso de demostrar su valor. Yo he sido testigo de ello, pero es el Portal quien debe decidir si saben lo suficiente sobre esta habilidad o no. Despejen sus mentes, no pierdan su concentración ni su designio.- les recordó.

Guardo silencio luego de aquella motivacional conversación que les dio, esperaba que se mantuvieran calmados y pudieran sobrepasarla sin problemas. Los dos jóvenes no tardaron en internarse en los misterios que encerraba en si aquel místico portal, donde cada aspirante debía probarse a si mismo para obtener aquella habilidad.

Editado por Aailyah Sauda
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Mel no está segura de por qué seguía topándose con él pero el asunto es que lo hace. Apenas ha tenido tiempo de tomar un respiro cuando nota la presencia de Benjamin cerca. De todas formas, se supone que recorreran cierto tramo todavía así que no es mala idea permanecer juntos para encarar imprevistos. Mel sigue el trecho que él empieza a recorrer sintiéndose incómoda enseguida. Hay un olor que impregna el aire de forma consistente y frunce la nariz, cubriéndosela con el reverso de la manga. El olor, dulcemente engañoso en principio, parece encerrar algo más, que no le gusta. Se había hecho un cascoburbuja antes pero eso parece una solución poco práctica ahora que no esta sola. Bejamin, además, parece tener otras preocupaciones en la cabeza. Mel tan solo se atrevió a intervenir cuando se dio cuenta de que se había desviado ligeramente del camino para detenerse junto a la fuente de ese incómodo olor y no fue capaz de decir nada más porque estaba casi segura de que se burlaría de ella si intentaba decirle que esa flor "le daba mala espina" por el olor que desprendía. Después de todo, había demostrado que sentía orgullo obsesivo en su propio "razonamiento" despreciando la información que provenía del lado más instintivo. Por eso, fue una sorpresa para Mel ver que se daba cuenta de que la planta paralizaba cosas cercanas. También lo fue entender, por lo que dijo, que la niebla parecía haber tenido en él efectos similares a los que ella había atravesado, si bien había retrasado -y quizá afectado- mucho más a Mel.

Al llegar ante la pirámide (y más importante, ante Sauda y entrar al salón con el portal de las siete puertas) Mel tampoco comprendió por qué su rostro denotaba fastidio. Todo lo que sabía era que eso no podía ser buena señal. Después de todo, Mel no se había detenido a pensar en "el momento de la verdad" antes de eso. Había seguido las instrucciones que le habían sido dadas lo mejor que había podido pero eso era todo. Así que cuando la arcana empieza a hablar, Mel tiene que hacer su mejor esfuerzo para absorver todo lo posible. En realidad, lo que Sauda hace es más bien señalarles las cosas que ya han podido apreciar gracias a las previas instruciones, así que Mel lo siente más como un repaso -y quizá incluso advertencia- más que como un verdadero aliciente. Se siente intrigada por el hecho de que diga que tienen que probar su "valor" y no su "capacidad" o su "habilidad". Después de todo ¿se trataba de valor, el cerrar las puertas de su mente? Pero no lo cuestiona. En lugar de eso asiente, toma el anillo y se adelanta.

El anillo es frío al tacto y de un tono marrón-grisáceo. Mel lo observa detenidamente y no está segura de en qué dedo se supone que debe llevarlo, así que se lo coloca en el anular derecho; parece tener una cualidad ligera y apenas lo ha insertado, se ajusta por si solo. Mel también se da cuenta de que tiene el mismo símbolo que la puerta que se supone que tienen que atravesar, lo que la pone un poco más nerviosa de lo normal aunque es tan solo un detalle ínfimo y no tiene ningún sentido que le causa tamaña impresión. Echa un último vistazo y, a pesar de que ha sido Ragnarok el primero en llegar, es ella la que atraviesa la puerta primero.

Una vez adentro, se da cuenta de que está en una animada reunión, donde todos visten elegantes trajes de noche. El cambio es tan repentino que se queda paralizada un instante, mirando alrededor con ojos muy abiertos y expresión pasmada. Tiene una copa en la mano, champaña y, solo para asegurarse, tiene que ver dos veces el anillo que tiene en el dedo, para estar segura de que está donde se supone que debe estar y no es cosa de que la arcana la ha echado de clase y le ha borrado la memoria o algo parecido. Es justamente a través del anillo que Mel cree percibir un impulso a moverse entre la gente, a buscar algo que se supone que está allí para probarla.

De pronto, alguien llama la atención de todos y al volverse, se da cuenta de que es Richard, el anfitrión. Mel se da cuenta también de que a diferencia de los otros, ella viste ropas regulares y no el traje de noche, por lo que los invitados la observan con miradas que van desde la simple pena hasta un rango más complejo que fluctúa entre el desprecio y el asco. Richard está agradeciendo a los asistentes por haber asistido esa noche a su reunión cuando Mel siente un cosquilleo en la nuca. Al volverse, se da cuenta de que hay alguien observándola. Es un mago de mediana estatura, rostro cuadrado y expresión fría. También sostiene una copa pero al igual que Mel, no bebe de ella. Parece querer captar su mirada y es en ese momento en que Mel se da cuenta de lo que está sucediendo. Le toma un rato identificar a todos los que parecen encontrarse en la misma posición que ese otro mago, sin beber. Son unos cinco y...

Richard está diciendo algo sobre futuros "proyectos" y un auto de carreras cuando los vidrios tras él estallan. Desde afuera, entra el aire frío del jardín y la gente grita y, sin embargo, esos cinco magos siguen sin moverse, porque ya esperaban eso y estan allí por eso. Uno de ellos la toma de los brazos y, a pesar de que consigue enviarlo lejos, la reducen en cuestión de segundos. Richard yace desmayado varios metros más allá pero ellos no parecen prestarle atención. Por alguna razón, su objetivo es Mel.

—Entonces... ¿sabes? Necesitamos saber algunas cosas —masculló el individuo más cercano, al que no podía verle el rostro.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Benjamin Whisper

 

Era una experiencia extraordinaria sentir como manaba la magia de aquella gigantesca estructura. Benjamin asintió a la pregunta de Sauda y sin mediar palabras, la siguió hacia la sala circular, donde se distinguían las siete puertas, una por cada habilidad que los arcanos impartían. A su lado, tanto Melrose Moody como Hades Ragnarok, estaban expectantes a lo siguiente que vendría.

 

La sala con las siete puertas era un espacio solemne y silencioso. En cada puerta una señal indicaba a que habilidad conducía. Benjamin hubiera deseado poder detenerse un poco más en la inspección de aquel fantástico recinto, pero Sauda estaba nuevamente dirigiéndose hacia ellos, para entregarlos los anillos de aspirante con los que harían la prueba.

 

Benjamin respiró hondo, una vez y luego otra, hasta que se convenció de que era el momento de iniciar. Melrose esta vez era la que se había adelantado, así que colocándose el anillo, se adentró por la puerta.

 

Por un momento la blancura que emanaba el espacio lo encegueció, hasta que poco a poco, los contornos se fueron haciendo visibles, y reconoció el estudio de la Casa Calendario Avery. Ligeramente confundido, de por qué ese, entre todos los otros lugares, es el que se ha materializado para su prueba, de repente, comprueba que lejos del fuego bienhechor de la chimenea, solo hay un montón de ceniza en ella, y las ventanas se encuentran con los vidrios rotos.

 

Entonces recuerda, de lo qué significaba la casa, y como él había conseguido sellarla, pero si ahora se mostraba desprotegida, eso solo podía significar que su propia mente lo estaba.

 

Escucha pasos, e inquieto, se detiene tras la puerta, conteniendo la respiración para intentar relajarse,. Sin embargo, las risas que vienen desde el pasadizo fuera lo desconcentran, porque están hablando de él, o mejor dicho, burlándose de él y de su desgracia. Y es cuando, trémulo, pálido e incapaz de poner su mente en blanco, reproduce en su cabeza los recuerdos por largo tiempo encerrados: Las portadas de los diarios divulgando la noticia de un "depravado" en las altas esferas ministeriales, y las declaraciones falsas de un montón de personas, excepto un solo testimonio real.

 

De la persona que menos había imaginado. Su filósofo.

 

Y puede sentirlo en la piel: la furia, los gritos destemplados, la vajilla de décadas celosamente colocada en la alacena principal vuelta añicos una por una, y su propia mirada enloquecida frente al espejo. En suma, todo el autocontrol que tanto orgullo le provoca, hecho pedazos.

 

Las últimas palabras de Sauda llegan de repente hasta él. ¿Qué era lo que la bruja había dicho? Ah sí, que demostrasen "valor". ¿De dónde es que él debía sacarlo? Su valor radicaba en su orgullo, y nunca como ese fatídico día, este había sido pisoteado, con la colaboración de una de las pocas personas que creía realmente de confianza. Y es eso, lo que en el fondo, no se perdona, haber confiado, cuando se había prometido a sí mismo no volver a hacerlo.

 

Ben es plenamente consciente, que en el estado en que se encuentra, será incapaz de levantar cualquier muralla a sus recuerdos, a esos que se ha estado esforzando la clase entera por ocultar, enmascarar y no sacar a la luz. Él ha intentado seguir lo aprendido, poner la mente en blanco, controlar sus emociones...lo ha intentado pero...

 

De pronto, en la soledad de aquella sala, alguien aparece a hacerle compañía. Es una figura silenciosa, que le está hablando "sin voz", solo vocalizando y que en sus ojos oscuros, ostenta un gesto burlón. Él lee sus labios apenas, y no puede evitar sonreír.

 

"Intentar no es suficiente, viejo Ben"

 

No hay cambios visibles ni en la luz, o el efecto opresivo que ese cuarto entraña, pero la presencia de Quintel le ha reconfortado de una forma insospechada. Su sola presencia de por sí, distorsiona el espacio que se ha configurado en la sala, y que corresponde a una época cuando todavía no conocía al joven. E incluso allí, en ese espacio mental, es capaz de sentir en su cuerpo por entero, toda la tensión etérea que los envuelve, y no puede más que reír entredientes, porque el muchachito tiene toda la razón del mundo.

 

La mente, a fin de cuentas, y lo ha ido aprendiendo en clase, se maniobra con facilidad cuando se tiene la voluntad para ello. Después podrá averiguar por qué la calma se ha vinculado a la imagen del mozo, pero todo lo que sabe es que su presencia le da el impulso suficiente para que reaccione, y levantando la cabeza, retorne con calma a sentarse en la butaca de cuero. Y desde allí, con movimientos sutiles y elegantes de la varita, comienza a reforzar el espacio por entero.

 

Calor en la chimenea, ventanas nuevas y relucientes, y aunque la puerta ha sido finalmente abierta, un escudo invisible le rodea, haciendo que aquella manada de ancianos Avery que han entrado, no sean capaces de verlo en el salón.

 

¡Vamos a dar con tu escondite Whisper! ¡Y sacar de esa nefasta cabeza tuya cada recuerdo hasta que no quede nada de ti más que una sombra!

 

Benjamin sabe que no bromean, pero permanece quieto y cierra los ojos, para ahorrarse el espectá.cu.l.o de los hombres husmeando como animales por todo el espacio, haciendo un horrible contraste con las ropas elegantes que llevan. Por supuesto, ellos no son idi***s, y han sacado la varita para concentrando la magia lanzar un solo y potente ataque, que de inmediato Ben siente pegar en su cuerpo, con una brutal fuerza, que luego se torna humo oscuro, envolviéndolo, un humo intentando incluso adentrarse en su cabeza.

 

"Resiste" escucha de esa voz áspera que reconoce como la de su muchacho, y Ben solo asiente, dejando que su mente se llene de los estupendos recuerdos de las noches pasadas en el Pink Place junto a Quintel, y que se constituyen en la mejor defensa frente a los fieros ataques de los ancianos, a quienes cuando vuelve a abrir los ojos, ya no distingue de forma corpórea sino que (intuye) están como ese humo denso que amenaza con asfixiarlo.

 

¡No hay nada aquí para ustedes ancianos decrépitos!— brama Benjamin, y ríe fuerte, haciendo que la seguridad generada de esa confiada risa refuerce su protección mental— ¿creían que podría ser como ustedes, malditos cobardes de mentes débiles? Una vez perdido todo, les garantizo que no lo recuperarán. Y se quedarán para siempre fuera, nunca más esta casa va pertenecerles, y son est****os si piensan que llegarán a la parte más profunda de mi mente.

 

A través de las sucesivas pruebas puestas por Sauda lo ha entendido. Que dejar la mente en blanco no es tanto que no se piense en nada (algo imposible en realidad), sino ser capaz de tener el control de mostrar al enemigo solo lo que a uno le puede ser conveniente, o incluso inventar todo lo que haga falta para engañarle, y para conseguirlo, saber dominar a los impulsos y sentimientos que puedan vincularse a esos recuerdos (falsos o reales con "ligeras" alteraciones).

 

Ya no hay rastro de palidez en su piel, ni rigidez en sus músculos. Solo la satisfacción devenida de aquella epifanía, de sentirse en el umbral del conocimiento nuevo. Está tan concentrado en mantener a sus parientes perdidos en la enorme casa calendario, intentando en vano abrir alguna de las puertas de las 365 habitaciones para hacerse con sus secretos, que no se fija en el brillo que despide su anillo de oclumancia, indicando la vinculación que ha alcanzado con la habilidad. Los cerrojos están más firmes que nunca, y no hay ni siquiera rendijas por las que ellos, tornados humo, puedan colarse.

 

Una defensa perfecta.

 

¿Lo habrá visto Sauda? Seguro que sí. Pero incluso el pensamiento sobre el estar siendo evaluado no aminora la satisfacción que lo embarga, de que podría permanecer atormentando a sus funestos parientes, el resto de la vida entera.

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