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☠ Herbología y Primeros Auxilios ☠


Matthew Black Triviani
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Sus pasos retumbaban secos pero fuertes por los pasillos cuyas paredes desteñidas por la humedad y el moho eran los pilares de aquella edificación que albergaba diversas salas y habitaciones, algunas incluso remotamente escondidas. Las ventanas, con sus vidrios rotos y sucios seguían enmarcadas por barrotes oxidados. El polvo y las telarañas junto con la falta de iluminación y perturbadora ambientación no era nada comparado con la historia que cada muro cargaba.

Un nuevo comienzo de mes, momento en que podría compartir sus conocimientos con otras personas para que aprendieran. Claramente aquello le disgustaba un poco, nada era gratis, por lo que seguramente les pediría colaboración de galeones para no volverse a su morada con los bolsillos vacíos. O los lastimaría, después de todo una de sus alumnas debería aprender como sanar las heridas y el otro debería aprender a las propiedades curativas de las plantas, y como emplearlas, o morir envenenado por el mal uso de una.

Las indicaciones eran sencillas, cada uno sería citado por medio de una carta a este viejo y abandonado hospital que albergaba un invernadero. Antes de que ellos llegaran se encargaría de realizar los debidos encantamientos para que los muggles no se percataran de su presencia, no quería tener un malentendido con sus autoridades por meterse en algo que era propiedad privada de su gobierno. La solución era demasiado fácil, podrían hacerlos desaparecer con un solo movimiento de su varita, pero no estaba seguro de que sus alumnos apoyasen su idea, chistó y procedió.

El suelo estaba repleto de polvo, un sin fin de hojas con garabatos escritos ilegibles, amarillas por el agua y el viento. Se encontraba en la sala principal, entre los cuatro pilares de hormigón a medio caer con sus manos escondidas dentro de su túnica. Esperaba que llegasen cuanto antes para poder comenzar con la clase, esperaba que su hermano trajera los hongos mágicos, cortesía de los Triviani.

Ambos estaban ahí.

Bienvenidos a éste decrepito e inhóspito lugar. elevo ambas manos, dibujando una lúgubre sonrisa.

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Jeremy observaba la nota de su hermano y pensaba que estaba de broma. ¿Un hospital? Volvió a leer la estilizada letra de Matthew. Si, si. Un hospital. ¡¿Pero si se había anotado en herbología?! Como era la costumbre, memorizo la dirección del lugar antes de pasar la nota por la llama de la vela que iluminaba su escritorio. Calculaba por los sonidos del ambiente, que el amanecer ya había nacido hacia bastantes horas atrás, pero los pesador cortinajes de su habitación, no dejaban pasar la luz solar.


-Maldito, Matthew -Murmuró poniéndose de pie y tomando la chaqueta del traje. Desde que era Lugarteniente de la Marca Tenebrosa, había cambiado sus jeans amplios, zapatillas deportivas y chaquetas de cuero con parches motoristas, por trajes de corte italianos fabricados artesanalmente por elfos dados a la alta costura. Sus zapatos eran de piel de dragón con hebillas en oro y plata tallado por las finas manos de un duende orfebre. El cabello peinado hacia atrás de forma ordenada, terminaba su nuevo look "serio".


Con la varita en la mano y un Fulgura Nox, Jeremy cambio de su habitación en el castillo Triviani alfombras y parque en el suelo, a un mugriento pasillo de un hospital. Podía ser peor, si. Pero de todas formas no tenia porque agradarle el cambio. Busco a su hermano con gesto hosco hasta que lo encontró. Su rostro cambio de expresión al notar que estaban en un invernadero. Después de todo si aprendería el arte de las plantas, o mejor dicho complementaria a lo que sabia por su crianza y su negocios de hongos mágicos, tan popular en el callejon Diagon.


-¿Un lugar mas mugriento no había, Hermano? -Preguntó inclinando apenas la cabeza en señal de respeto - Un placer volver a verlo, señor Triviani.

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¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había cursado algún conocimiento? ¿Tres? ¿Cuatro? No, cinco años habían transcurrido desde que había tomado la decisión de aprender por su propia cuenta lo que a ella realmente le interesaba saber, después de todo había sido la Jefa L.A.I.C por muchos años; aquella fachada inscrita como Laboratorio pero que en realidad se dedicaba a curar y revivir a los Mortífagos caídos en las batallas contra el bando contrario. Aún conservaba toda aquella experiencia por lo que preveía que la clase sería un pasatiempo divertido que refrescaría su memoria y le tocaría una fibra sensible en su interior, recordándole viejos tiempos.


Aún no lograba entender como como ella, una bruja experta en pociones y con suficientes conocimientos de sanación, era obligada a tomar la clase de Primeros Auxilios para su puesto de trabajo... acaso ¿no había demostrado que era la indicada para cubrir aquel puesto en el Laboratorio de Francia? Ridículo.


Cubierta por aquella gabardina de cuero y, con cara de pocos amigos, el cuerpo de la Hawthorne se materializó en aquel decrépito hospital abandonado que parecía estar a punto de derrumbarse. Una fugaz sonrisa atravesó su rostro al contemplar la vieja estructura por fuera, las telas de araña y las manchas de humedad le daban una apariencia lo suficientemente tétrica como para que sus ojos color plata brillaran. Le agradaba tanto que le hacía recordar al escondite que tenía en las profundidades del Callejón Knockturn aunque mucho más pulcro.


Avanzó taconeando sobre el mugroso suelo provocando que el polvo se suspendiera sobre la superficie del aire, el olor a humedad penetró sus fosas nasales obligándola a arrugar la nariz. Se paró al lado de un hombre rubio, guardando una distancia de tres metros, y espero a que ellos terminaran de hablar para poder quitarse la capucha que ocultaba su identidad haciendo que la extensa cabellera rubia platinada cayera como cascada sobre su espalda.


Su semblante permaneció inexpresivo mientras que su gélida mirada se fijaba en el tutor. Aquello parecía una extraña reunión familiar porque sabía que aquel hombre era su padrastro. ― Isabella Hawthorne... Ravenclaw ―. Moduló con aquel característico acento francés al mismo tiempo que elevaba la comisura de sus labios, rosados por naturaleza, en una extraña mueca retorcida.

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Un portal se había creado de la misma nada sobre el ras del suelo, y a los pocos segundos su hermano había aparecido a través de él.

Su semblante se torno sorprendido, Creo que esto merece celebración sonrió al ver que el mayor de los Triviani había llegado a tiempo a una de sus clases, sin ningún tipo de dilación. ¿Los habrá traído? pensó, mientras analizaba con sus azabaches ojos negros la vestimenta del Ruso, esperando encontrar indicios de que cargaba consigo la bolsa de hongos mágicos. Las indicaciones que les había dado fueron demasiado sencillas, revisó nuevamente su reloj de bolsillo, las manecillas del reloj solo se habían desplazado unos cuantos minutos, la paciencia era una virtud que el gitano no poseía.

¿Um? emitió un pequeño sonido al notar la presencia de una persona desconocida dentro del Sanatorio, ¿acaso dicté mal los conjuros? se cuestiono en sus adentros la mala practica de los hechizos repeledores de muggles; justo cuando el gitano había materializado a Frida -su varita- la presunta persona desconocida se volvió conocida (?) se había presentado, la hija de su marido, y en aquella ocasión alumna había llegado. No tenia recuerdos sobre haber compartido una charla con ella, claramente aún la Ravenclaw no tuvo el placer de conversar con el Rumani.

Bienvenida a la clase, Isabella. abrió ambas palmas de su mano en modo de presentación, sin denotar algún tipo de emoción en su fino y elitista rostro.

Con un ademan de su mano les indico que lo siguieran.

El caminar por aquel edificio abandonado le recordaba los gritos y suplicas que se escuchaban por sus pasillos. Habían pasado bastantes años y aun podían escucharse los lamentos de los pacientes siendo ahogados por las alarmas de la bélica ciudad de Londres. Situaciones como esa lo ayudaban a lograr tener un mejor entendimiento del deber ético hacia quienes acudían a su cuidado. Por ello quería poner a sus nuevos alumnos a prueba, quería que experimentaran todo tipo de emociones que les llenasen de adrenalina, o algo parecido, sin que perdieran su mente racional para saber como salvase a si mismos.

Saco de su chaqueta una pipa, que contenía hongos picados y una caja de cerillos. Encendió uno, y lo elevo hacia la cazoleta del hornillo. Inhalo su contenido unas cuantas veces para que la combustión de su encendido fuera la correcta, y exhalo todo el humo que había ingerido... Los hongos mágicos son un producto de nuestra familia, ahora, cortesía, son un alucinógeno que nos hará ver cosas que no sabemos si realmente existen... Esto es magia, todo es posible. les comentó mientras empujaba la puerta que llevaba hacia un quirófano e invernadero a la vez. A partir de este momento, sus vidas penderán de un hilo. añadió como curiosidad.

Jeremy estaba a punto de enfrentarse a nuevos desafíos, más allá de su propio entendimiento, nuevas plantas sumamente toxicas y otras que simplemente disfrutaban el comer carne viva. ¿Que tan vivo estaba? después de todo era un vampiro. Isabella, debería someter sus pocos conocimientos a prueba, intentando salvar la vida de la persona que más ame. ¿Podrían lograrlo? después de todo, eran los efectos de su droga mágica.

Isabella. sentenció mientras él se apoyaba en la fría camilla de metal y le ofrecía de su pipa. Es algo sencillo, sólo quiero conocer tu opinión personal, nada rebuscado, ¿como te darías cuenta cuando alguien o algo no está en estado de bienestar? finalizó y movió su semblante hacia Jeremy, ¿Que tanto sabes de las plantas, hermano? ladeo su cabeza, dejando su pregunta en el aire. ¿Que tipo de plantas medicinales existen y como podrías usarlas para salvar a alguien? se sentía raro utilizar aquellas palabras, ¿salvar a alguien? Matthew era más de las típicas personas que preferían quitarla.

 

Movió rápidamente su varita, conjurando un hechizo antidesaparición, para que ninguno de ellos pudiera salir corriendo en caso de que las cosas se complicaran.

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-Todas las celebraciones son pocas al vernos, hermano -Comentó Jeremy feliz de haber asistido a la clase. Aunque al llegar el ambiente la había parecido fuera de lugar y un poco una emboscada para eliminarlo. Algo tipicamente Triviani. Era obvio que se había equivocado. Se dejo inspeccionar en silencio por el licantropo antes de escuchar unos tacones que repiqueteaban por el viejo y gastado lineo que cubría el suelo. Otra alumna se acercaba. El vampiro le sonrió al reconocerla. La había visto una sola vez en su vida, unos minutos que paseo por la cocina. Creía recordar que en esos momentos estaban en medio de una guerra contra los Chuck y ella había irrumpido junto a Keaton. No podía recordar, tampoco, si sabia su nombre, pero Matthew cubrió ese vació.

 

-Un gusto, Jeremy Triviani -Le dijo a la bruja, dándole la mano de forma educada - Tienes buen gusto para vestir -Agregó antes de volver su atencion al Matthew, el profesor.

 

Comenzaron a caminar, descubriendo mas cosas de aquel lugar venido a menos. Jeremy podía sentir el frío de las almas en pena que moraban por ese lugar abandonado. Pidiendo justicia de la única forma que podían hacerlo. Era duro estar en un plano de la realidad donde tu cuerpo ya no existía, pero tu anclaje al mundo seguía tan vivo como siempre. Solo podía compadecer a esas personas, y utilizar sus almas para diferentes practicas. Algo habitual en él. Cuando no entendía a los vivos, se refugiaba en los muertos y se sentía muy a gusto. El quirofano les dio la bienvenida con su aspecto aun mas espeluznante. Lo único que daba un detalle de color a la habitación, era la parte que hacia de invernadero. Con plantas de varias colores, alturas y olores.

 

-Que belleza esto -Dijo observando los detalles de la enredadera color malva que empezaba a tomar una pared - Dame un poco de la pipa, me gusta trabajar con estimulantes -Pidió, antes de quitarle la pipa a su hermano, y darle unas profundas caladas. El efecto era inmediato, Jeremy sintió como sus pupilas se dilataban y los colores empezaban a ser mas brillantes a su alrededor. Se sintió lo bastante bien como para responder las preguntas - El acónito es uno de esas plantas mágicas medicinales. También es uno de los componente de la poción matalobos...-Agregó con una sonrisa - Tenemos el Díctamo que cura las heridas que estas bestias producen en las noches de luna llena... -Si, Jeremy estaba provocando a su hermano de forma nada sutil - Y puedo agregar bubotuberculo, que sirve para crear pociones para el acné, entre otros usos.

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Sus ojos se movieron en dirección al joven que estaba parado a su izquierda, quién le dedicaba una sutil sonrisa amigable. Lo examinó con detenimiento pero no había en él ninguna facción que ella pudiera reconocer.― Encantada, Jeremy ―. Se limitó a pronunciar mientras estiraba su alargada mano para poder estrecharla junto con la del mago y le devolvía la gesto curvando sus labios.

 

Las luces parpadeantes de aquel desolado pasillo en combinación con los espeluznantes quejidos y lamentos que reproducía su mente provocaban que los pequeños cabellos de su nuca se erizaban, seguido de una descarga eléctrica que atravesó su columna vertebral logrando expandir aquella sensación por todo su cuerpo. La evocación familiar del aura de la muerte llenaba el ambiente; mientras que el eco de las suelas de sus zapatos chocando contra el cerámico amarillento irrumpía el silencio.

 

Conocía a la perfección aquella sensación de pesadez que dejaba el espíritu de una persona al dejar el mundo de los vivos aunque aquello no tenía comparación con la desgarradora reacción que se apoderaba de sus seres queridos al enterarse de su partida, evitando que sus almas descansaran en paz y obligándolos a aferrarse al mundo terrenal sin poder aceptar su trágico destino.

 

Una habitación reducida y luminosa des daba la bienvenida, aquel quirófano parecía haber quedado estancado en el tiempo, la camilla se encontraba en el centro rodeada por estantes de metal que contenían diferentes brebajes y utensilios de acero. El ruido seco que emitió la cerradura de la puerta le encogió el corazón, luego de las palabras emitidas por Matthew podía intuir que lo que planeaba con la clase la llevaría al límite. Tragó en seco girando hacia la salida, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.

 

Aceptó la pipa y, sin titubear le dio una profunda calada dejando que el humo llenara sus pulmones. Un sabor entre ácido y amargo invadió sus papilas gustativas, provocándole ligeras náuseas. Tosió, soltando el humo por la ranura de los labios al mismo tiempo que se la devolvía para que el siguiente en fumar fuera Jeremy.

 

―Sencillo, analizando la sintomatología que presenta el sujeto en cuestión ― avanzó un par de pasos mientras hablaba y recorría cara una de las plastas que se encontraba en el invernadero ― a simple vista se puede apreciar cuando hay una alteración estructural o funcional de algún órgano a cualquier nivel de daño―. Hizo una pausa para enfocar su visión entre las enredaderas, había jurado que estas se estaban moviendo. ― Cada afección o lesión tiene características concretas que ayudan a determinar qué método de sanación emplear.

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El vampiro escuchaba atento las palabras de la rubia. Parecía que ella sabia bien de lo que estaba hablando, aunque él mismo ya se había empezado a perder mirando como las ramitas de las plantas empezaban a tener ojos. Aunque parpadeaba para quitar algún efecto del humo de la pipa, los ojos no se iban y cada vez se multiplicaban por muchos mas. Era desagradable para Jeremy ser el foco de tanta atención sin buscarla. Solia trabajar entre bambalinas, mas que estar sobre el escenario bajo las parpadeantes luces. Se movió hasta encontrar una pinza con aspecto desagradable, y se dispuso a pegarle a la pared para asustar a las plantas y que se cerraran los ojos.

 

-Nos miran y pueden llegar a comprender nuestros deseos mas secretos -Comentó para que supieran por que lo estaba haciendo -No se preocupen, lo tengo controlado. ¿Puedo quitar un esqueje, hermano? Esta ojuda tiene pinta de poder hibridar con otra especie -Dijo señalando una planta de color morado, que a su propia vista, tenia menos ojos que las demás.

 

Dejo de golpear las paredes para volver a colocar la herramienta sobre una placa de metal. Isabelle parecía mas hermosa que antes, Jeremy empezó a sonreirle de forma picara. En sus pensamientos, podía sentir como crecía las ganas de romanticiar con la desconocida. Parecía que el sentido común y el respeto por su prometida se había anulado como un efecto colateral de los hongos. Se acerco a la bruja para acariciarle el perfecto rostro con la mano.

 

-Eres hermosa ¿Nos perdemos entre los pasillos del castillo? -Preguntó con normalidad. Como si estuviesen en un castillo de cinco torres y no en un apestoso hospital abandonado presenciando una clase. A Matthew parecía haberlo anulado de su mente. ¿O es que se había vuelto un árbol?

 

 

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¿Finalmente mostrarás tu rostro? —cuestionó una misteriosa voz desde la oscuridad.

El cabello se le erizó. Desde el incidente en catacumbas una sombra lo perseguía y hablaba directamente en su cabeza. Era algo desconocido que jamas había mostrado su rostro, si es que tenia alguno, y que comenzó a seguirlo cuando paso junto a la habitación perdida de un difunto, el día de las exploraciones y del intento por desenterrar un cofre.

Matthew se había acostumbrado a que aquella presencia aunque aún le causaba escalofríos cada que esta hablaba. Reclino su cabeza hacia atrás mientras escuchaba la respuesta de Isabella ante su incógnita, no buscaba, ni pretendía nada rebuscado, solo tenia un ápice de interés por saber que tanto podía curar a Jeremy en caso de que quisiera matarlo. Solamente podía vivir en la oscuridad, la luz era su enemiga aunque no le hacia daño; simplemente el gitano no podía vivir en algo tan opuesto a su composición. Observo rápidamente en varias direcciones intentando suponer que era aquel ruido perpetuo.

Hace muchos años, se ha definido la salud como, un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente ausencia de afecciones y enfermedades. añadió tras las palabras de la blonda Para el principio de los tiempos solo se daba atención a las enfermedades en un enfoque más... reduccionista, donde solo primaba el organismo. busco una pausa y tomo la pipa nuevamente Hubieron previos aportes médicos y filosóficos que hablaban de otros aspectos mentales y espirituales miró a Jeremy, quien era uno de los pocos que sabia que Matthew padecía trastornos mentales Que influían en la salud física de un paciente; también, años más tarde blandió la varita e hizo caer un libro de la misma nada sobre el catre de metal Con las secuelas de las guerras se aprecio que también el bienestar socioeconómico tenia un importante impacto en la salud mental, y por consiguiente el físico, en las personas.

Carraspeó un poco. Su intención no era la de brinda una clase de historia muggle, para eso ya tendrían tiempo de apuntarse en otra asignatura de la Universidad mágica. De todos modos era importante hacerle quedar en claro lo importante de la situación para que supiera luego a que se atendría, no solo en lo que seguiría de clase, también en su vida. Invoco su Daga del Sacrificio, y marco rápidamente sin darles tiempo de respuesta, la frente de ambos hechiceros, con una Marca de Sangre en forma de lobo. Ahora tenia conexión con ambas mentes y cuerpos.

Levanto a Frida por el aire -Haz de la Noche- y creó un portal que provenía del techo del quirofano adaptado. De él, un cuerpo cayo sobre el catre metálico somo si fuera simplemente una bolsa repleta de estiércol. Observo a Isabella y le sonrió maquiavélico. Tras ella se encontraba una extensa barra de mármol antiguo, picado por el correr del tiempo, el agua, el viento y quien sabe que otras cosas más... Sobre ella, contendría todos los elementos necesarios para salvar su vida a lo que sea que había caído del portal.

Debes salvar su vida, Isabella. le dio una misiva, y le ofreció todos los medios necesarios para hacerlo. ¿Si muere? preguntó retóricamente Nada, lo quemaremos para no dejar evidencias de ello. se autorespondió.

El gitano se preguntaba por dentro, mientras la miraba; que certeza tendría la bruja de que todo aquello no fuera una simple ilusión, y que la realidad fuese que su cuerpo era el que se encontraba en aquella posición, y que ella misma debía salvar su vida... Algo interesante de ver.

Rodeo aquel lugar mientras jugaba con la lampara que alumbraba el cuerpo distorsionado, que, claramente contenía un hechizo preparado antes de la clase, para que quien lo tocara se vea reflejado en él. Se paro a un costado de su hermano y respiro profundamente su aura, Estas realmente muerto, hermano. bromeó mientras observaba las plantas y Matthew escuchaba con atención la respuesta a su pregunta inicial.


Puedes llevártela si deseas. señalo la planta malva. ¿De que manera utilizarías el acónito, exactamente? observo tras analizar el ataque en sus palabras Las bestias son capaces de regenerar sus células rotas, sin necesidad de consumir sangre, carne, u otro ingrediente medicinal. enarco la ceja y palmo su hombro, entendía que su condición no le permitía hacer eso. Cuenta la leyenda, que en los pasillos más recónditos del Ministerio de Magia londinense se esconde una habitación secreta que alberga algunas de las plantas más asombrosas y escalofriantes que la comunidad mágica haya visto jamás. hinco su dedo en el abdomen del vampiro Dicha habitación es un invernadero que desafía todas las leyes de la ciencia y que sólo es accesible para aquellos que verdaderamente muestren su valía en la disciplina de la Herbología. sonrió y fue en busca del Lazo del Diablo, que estaba tras una puerta de madera con una claraboya como ventana.

 

¡Observa! un Lazo del Diablo. comentó al volver.

 

Deja de coquetear con la hija de mi esposo, o le contaré todo a Anne. ​lo amenazo y se rió como un infante. Todavía no es momento de arrancarle nada a nadie, esperaras un poco más, al menos hasta que los hongos me nublen la visión y realmente me convierta en árbol... volvió a reír, y se tapo la boca para evitarlo ¿Podríamos salir a beber, no? estaba desvariando.

 

Agito su cabeza.

 

 

@ @, tres menciones para darle emoción :perv:

Editado por Matthew Triviani

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Torció un gesto ante su error pero el orgullo de la Hawthorne era tal que le impedía reconocer que Matthew tenía toda la razón, aunque ella jamás se había dedicado a la parte psicológica de los heridos y, a decir verdad, era algo que le parecía poco relevante al hacer su labor. Ella se había especificado el la sanación de heridas de gravedad y la resurrección de los caídos en batalla, disfrutaba tanto ver los cuerpos mutilados, quemados y maltratados de sus compañeros de bando que pasaba gran parte de su tiempo jugando a descifrar la causa de muerte, sacando un sinfín de teorías por las lesiones internas y externas que abarcaban gran parte de su anatomía; sin mencionar la placentera sensación que se apoderaba de su cuerpo al traer devuelta a la vida a su paciente justo en medio de la cesión de curaciones para apreciar el sufrimiento y humillación reflejados en su rostro. Aquello sin duda era lo que más le gustaba.

 

Sus labios se entreabrieron en un ademán por contestar, pero su atención fue robada por aquella plata de flores pequeñas la cual emanaba un exquisito aroma dulzón que las papilas gustativas de la Hawthorne salivaron más de la cuenta; pero además de aquel embriagador olor emitía sutiles chillidos apenas audibles. Acercó su rostro entre las enredaderas en un intentando comprender qué era lo que susurraba, agudizó su oído y entrecerró los ojos concentrándose en aquella vocecilla melodiosa. Había hundido tanto la cabeza entre las hojas de la planta que se habían enmarañado entre sus cabellos rubios platinados.

 

Lo que al principio había sido un sutil y encantador murmullo se había convertido en un incesante y atormentador barullo dentro de su cabeza. Las voces chillonas chocaban contra las paredes de su cráneo haciendo que su cerebro se sacudiera dentro de su cabeza. Llevó ambas manos a sus oídos, intentando callarlas pero no lo logró. ―¡Que alguien las detenga!― Exclamó suplicante apretando los ojos con fuerza porque sentía que estaban a punto de salir de sus orbitales.

 

Un par de manos, grandes y toscas habían enmarcado el perfilado rostro de la banshee, captando su atención y haciendo que el tumulto de voces se detuvieran por arte de magia. Sus ojos se fijaron en los de Jeremy los cuales le parecieron tan profundos y penetrantes que podía pasar todo el día contemplándolos. Aquel par de zafiros la habían hipnotizado, movió la boca, pero no pudo emitir más que balbuceos. ― Tus ojos...son tan...tan...hermosos ― módulo luego de varios intentos. Pestañeó varias veces de forma coqueta, deslizando sus dedos por las manos del Triviani para tomarlos y, en un acto arrebatado lo arrastró hasta la salida, aceptando aquella descabellada propuesta.

 

Se detuvo en seco, con la mano en el picaporte de la puerta. ¡La clase! Se había olvidado por completo que se encontraba dentro de un quirófano, con la presencia de Matt entre ellos. Carraspeó soltando el agarre del vampiro y volviendo a su la posición anterior junto al pelinegro, como si aquel desliz jamás hubiese ocurrido.

 

A partir de ese momento, el tiempo corrió con tanta velocidad que los acontecimientos siguientes sucedieron con tan solo un parpadeo. Tenía una marca en la frente que no sabía exactamente para qué servía, llevó la punta de sus dedos hasta aquella marca de la que ahora era portadora y justo cuando estuvo a punto de reprocharle algo, el golpe seco de un cuerpo se desplomó desde el techo haciéndola sobresaltar.

 

la nube que se había formado en su cerebro se desvaneció permitiendo que empezara a ver todo con más claridad. Se había desplomado sobre su pecho dejando a la vista una gruesa gabardina desgastada por el paso de los años; el residuo polvoso se extendía sobre la tela negra, como si lo último que hubiese tocado fuera una superficie cubierta de tierra floja. Había llegado el momento de demostrar las habilidades que tanto presumía. Se acercó hasta la mesa envainando su varita de ébano y, con un leve movimiento de muñeca el cuerpo giró 180°.

 

La expresión de horror se apoderó de su rostro al mismo tiempo que su boca se abría de par en par para liberar un grito de pavor que resonó en la pequeña habitación. Se llevó las manos al rostro contemplando su propio cadáver, o al menos eso fue lo que pesó, hasta que unos movimientos frenéticos se apoderaron de él. Una espuma blanquecina salió de entre sus labios agrietados y luego de un par de minutos los ojos de la joven se cerraron. Examinó con detenimiento su rostro desfigurado mientras se colocaba el par de guantes de látex que encontró sobre el mesón de mármol junto con el par de tijeras que utilizaría para cortar las prendas desmarañadas.

 

Le temblaban las manos, no sabía a ciencia cierta si el cuerpo que estaba tendido sobre la superficie metálica era ella misma en algún futuro cercano. La frustración comenzaba a apoderarse de sus sentidos seguido por la confusión que nublaba nuevamente su juicio. Jamás debió haber consumido esos hongos. Cortó la tela de cuero con torpeza para luego deshacerse de ella con un rápido movimientos. El frío chocó contra su cuerpo, seguido de un bulto que cayó detrás de sus talones. En ese momento comprendió todo, lo que le sucedía o sentía su <<otro yo>> se mimetizaba también en ella.

 

Tragó en seco, sintiendo como las gotas de sudor frío empezaban a formarse sobre su frente, pasó su antebrazo por aquella zona eliminándolas por completo pero la coloración de sus mejillas permanecía intacta al igual que sus pulsaciones aceleradas. No estaba preparada para lo siguiente.

 

 

Cortó cada una de las prendas, dejando el cuerpo completamente desnudo, lo recorrió con la mirada. Sus venas se ramificaban superficialmente sobre su anatomía, como una extensa tela de araña, amenazando con explotar en cualquier momento, presentando una coloración verdosa tan intensa que daba la impresión de que por ahí ya no corría sangre, sino una sustancia mucho más espesa y letal. ―¿Qué te hicieron? ―. Inquirió de forma ahogada, conteniendo las lágrimas mientras que acariciando las moradas mejillas. Giró la vista hasta el menor de los hermanos, atónita porque jamás había visto algo parecido. ―Sinceramente, no sé que hacer...

 

 

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El vampiro ya estaba embraguiandose con la presencia de Isabella, mucho mas cuando ella acepto perderse con él e aquel sitio inmundo. Sonrió como un ganador de campeonato, pero todo termino tan rápido que lo dejo aun mas confundido. Los hongos tenían un poderoso efecto en el Triviani, que tardo en darse cuenta que su hermano con el parloteo le había arruinado la cita. Escucho las palabras de muertes que Matthew les enseñaba y le pareció totalmente justo que los locos estuvieran encerrados y que deberían volver a la época donde la salud mental era solo un tema que se hablaba entre susurros. Tal vez así, tendría la oportunidad de hacer lo que había venido hacer... ¿Que era exactamente?

 

Noto la marca que le hizo el profesor en la frente y puso un gesto ceñudo mientras se tocaba la piel varias veces con la intención de borrarlo con sus propios dedos. No pudo hacerlo y estaba por rabiar como un niño caprichoso hasta que escucho el ruido de un cuerpo caer del techo y la pregunta sobre el Acónito. Isabella parecía empezar a trabajar con el herido, aunque estaba asustada y Jeremy percibía el golpeteo acelerado del corazón de la bruja. Que se había vuelto mas interesante con toda esa sangre revolucionaria dentro suyo. La garganta de Jeremy empezó a picar con ganas. Tuvo que contenerse volviendo la vista a su hermano.

 

-Haria una poción Matalobos, o una de ojos despiertos. O tal vez, si quisiera divertirme mucho mas, lo pondría en la comida de algún muggle y vería como se envenena a gusto -Estaba volviendo a retomar la vista con su definición que el hongo le había quitado -Me encantan los Lazos del Diablo -Agregó con una sonrisa antes de proponerle - Tenemos que revisar mejor el Ministerio, no creo que Apá ponga reparos en ello, y una vez que tengamos esas plantas... podemos hacer... lo que queramos -Concluyó como si no hicieran eso justamente.

 

Aunque Matthew le había recordado a Anne y Jeremy ya se sentía mucho mas tranquilo al oír su nombre. Con tranquilidad, tomo el lazo del diablo y lo dejo en una de las mesas. Aquella planta quiso empezar atraparlo como era su costumbre, pero el rubio la aparto con fuego desde la varita para que se quedara tranquila. Luego hizo aparecer su set de pociones y utilizo un poco de las bayas de muérdago que había en aquel inmundo hospital, cuerno de unicornio, un bezoar y algunos ingredientes mas para terminar haciendo un Antídoto para Venenos Comunes que llevo hasta Isabella.

 

-Creo que ademas de herida, esta envenenada. Mira la espuma de su boca, eso no es un buen signo -Acoto, dándole el recipiente con el liquido -Sálvate...perdón... ¡Salvala! -Se apresuro agregar para que la bruja no notara que podía ver exactamente lo mismo que ella.

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