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Goderic Slithering
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“La verdad. Es una cosa terrible y hermosa,

y por lo tanto debe ser tratada con gran cuidado.”

– Albus Dumbledore


La caída del Estatuto Internacional del Secreto Mágico cambió el mundo como lo conocemos. Desde niños, a los magos y brujas nos han enseñado a controlar nuestra magia y esconder nuestra existencia de los muggles como una medida de protección. Con el pasar de los años, las cacerías de brujas cesaron y nuestro estilo de vida se centró en los altercados propios de nuestra comunidad.

Ahora todo es diferente. Para ti y para los millones de muggles que conocen de nuestra existencia.

Naturalmente algunos tienen miedo, en especial porque los supremacistas han generado suficientes argumentos para pensar que las intenciones de todos los magos y brujas no son las mejores. En consecuencia, la comunidad mágica lamenta los ataques a lugares emblemáticos como Hogwarts y el MACUSA.

El odio no deja de crecer y no parece tener fin.

Por eso debemos romper el ciclo de violencia. Mientras la situación se prolongue, la comunidad mágica debe buscar la forma de conciliarse con los no magos. Va a ser difícil, pero con pequeñas acciones, un cambio puede lograrse. Como miembro de la Orden del Fénix ya has luchado contra la intolerancia, la corrupción y el miedo que los mortífagos pretendían inculcar entre los magos.

En este momento la comunidad no mágica también te necesita.

◬ ◬ ◬

Los miembros de la Orden del Fénix han trabajado incansablemente, algunos desde las sombras, ejecutando misiones de rescate, frustrando ataques y protegiendo a los suyos. Así es como encontraron comunidades muggles alejadas de la influencia del Inquisidor. Uno de estos lugares se encuentra en Cornualles, muy cerca del Canal de la Mancha. Aparentemente, no tiene habitantes mágicos, por lo que representa una buena oportunidad para demostrar que es posible la convivencia tras la caída del estatuto.

Sin embargo, bajo la apariencia tranquila de aquel poblado, algo oscuro sucede. Los habitantes del pueblo denuncian que sus conocidos, amigos y familiares han comenzado a desaparecer; que, en las noches, pueden escuchar gritos provenientes del bosque y que unos sospechosos "agentes gubernamentales" (entre los cuales hay científicos y militares) han estado visitando el lugar.

¿Qué es lo que está sucediendo en Ravenrock?


Participantes de la misión

CONOCIMIENTO DE BANDO I

Paladines • Herrería sagrada

Syrius McGonagall

CONOCIMIENTO DE BANDO II

Sacerdotes • Conexión espiritual

Scavenger Wheaterwax

Ela Karoline

Oscuros • Control de energía psíquica

Zahil Aranel Granger

CONOCIMIENTO DE BANDO III

Oscuros • Conocimiento de las sombras

Darla Potter Black

Goderic Slithering

Emily Karkarov

CONOCIMIENTO DE BANDO IV

Paladines • Justicia sagrada

Hobbamock Graves

Mackenzie Malfoy

Sacerdotes • Escritores del aura

Sagitas Potter Blue

Oscuros • Poder destructivo

Ellie Moody

Roxanne W.


En esta oportunidad, como podrán ver, no separaremos la misión por subtramas de clanes. En este caso presentamos un escenario amplio, ambientado en la actual Historia Marco del Rol Global. Señalamos varios puntos importantes para la historia, aunque son libres de añadir más elementos. Y, por supuesto, tienen la libertad de explorar el área de la trama que más le interese o que creen que vaya mejor con el perfil de su personaje (teniendo en cuenta, por supuesto, el clan al que pertenece). Una vez más, les recordamos que el desarrollo de la historia dependerá principalmente de los participantes.

Les recordamos que el desarrollo de la trama es responsabilidad de los participantes de la misión, el máster sólo aportará ocasionalmente elementos clave para que aprovechen o los obstáculos que crea conveniente. Tengan en cuenta que tendrá una duración de un mes.

Por último, les dejamos links de importancia acerca del funcionamiento de las misiones y los clanes, sería bueno que les echen un vistazo.

+Ver más sobre el funcionamiento de las misiones de clanes

+Ver más sobre los clanes de la Orden del Fénix

+Ver más sobre las especializaciones mágicas (poderes rolísticos)

Editado por Ellie Moody

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En el jardín de El Refugio, las cajas de madera y los sacos se lona se acumulan bajo la luz pálida del sol, esperando a que Madeleine los disponga en el carruaje atado a los thestrals. Mientras tanto, Eileen alimenta a los caballos alados con manzanas... O, por lo menos, lo intenta. Mientras se encarga de preparar el carro, Madeleine la observa palpar el aire, intentando dar con la cabeza de uno de los thestrals. Suelta una carcajada, mientras sacude la cabeza.

 

—Mejor deja las manzanas en el suelo —dice Madeleine, mientras se seca el sudor de la frente con un pañuelo. Había insistido en realizar el trabajo sin ayuda de su varita mágica, convencida de que sería un buen entrenamiento físico, pero todavía le falta cargar la mitad de las provisiones y ya está exhausta y adolorida—. No creo que les vaya a gustar que les palpes la retaguardia, por más domesticados que estén...

 

—Esto parecía más fácil en el libro —repone Eileen por lo bajo, mientras dos montones de manzanas, uno para cada thestral. Se aleja un par de pasos y observa con los ojos abiertos como platos cómo las manzanas comienzan a desaparecer bocado a bocado—. Espero que no hayan demasiados mug... demasiadas personas en Ravenrock, que puedan verlos. Por las ilustraciones, podrían llevarse un buen susto.

 

—¿Y no crees que los asustará un carruaje volador?

 

—Creo que los asustará menos que un hipogrifo, una aparición o un traslador —responde tajantemente, como si quisiera dejar en claro que hay muy poco de improvisado en aquella misión—. Tampoco podemos ocultar la magia por completo. ¿Cuál es el caso, a éstas alturas? Lo que nos queda es hacerles ver que sólo somos personas normales, al igual que ellos, y que no somos malvados. Es decir, sí que hay magos malvados y eso, pero... Ya, tú entiendes lo que quiero decir.

 

»A pesar de que no fueron un objetivo, fueron afectados por lo ocurrido Canal de la Mancha hace algunas semanas. La comida y la medicina escasea, pero el temor crece. Por fortuna, no han habido reportes de ataques por parte de los supremacistas mágicos ni tampoco hay información de que el discursito del Inquisidor o sus acólitos haya calado mucho. No creo que vaya a ser miel sobre hojuelas, pero...

 

»En fin. Lo importante es que estoy segura de que aceptarán nuestra ayuda y éso es lo más importante. Sin embargo...

 

Madeleine, que en ese momento ha terminado de hacer flotar el cargamento al carro y ahora está asegurándolo con cuerdas y lona, vuelve el rostro hacia Eileen al percibir el ligero quiebre en su voz.

 

—¿Qué?

 

—Bueno... hay algo más...

 

—¿Qué es?

 

—¡Sólo son rumores! —suelta Eileen con firmeza, pero, poco a poco, su gesto se suaviza— No estamos seguros de qué, exactamente, pero creemos que puede haber un problema.

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

«Sólo... sólo mantén los ojos abiertos».

 

«Y, por favor, no hagas ninguna estupidez».

 

Madeleine masculla palabras ininteligibles de enojo, acurrucada entre las cajas de madera llenos de fruta y verdura y los sacos llenos de cereales y legumbres. Cuando el tema de Ravenrock le fue explicado a la Orden del Fénix, no parecía tratarse de nada más que una misión diplomática. A pesar de que aquella no es precisamente su especialidad, le pareció una misión adecuada y necesaria. El mundo es diferente y no volverá a ser como antes. No pueden simplemente seguir con sus vidas, la Orden no puede seguir existiendo de la misma forma. Si quieren hacer un cambio en aquella pesadilla, tienen que cambiar su estrategia. Adaptarse o morir. Como muchos miembros de la Orden, Madeleine no tiene problemas con intentar llevar la paz con la comunidad no mágica; ella es una persona lo suficientemente sensata, como para entender que las acciones del Inquisidor no hablan por todos, de la misma forma en que los sucesos de los últimos meses no definen —o no deberían definir— a toda la comunidad mágica. En todos lados hay gente buena y mala.

 

Pero aún así, no le parecía que fuera una buena idea participar en aquella misión. Quizás tuvo que haber sospechado que algo andaba mal, cuando Eileen insistió en que necesitaba que fuera a Ravenrock, a encontrarse con otros miembros de la Orden del Fénix que también querían ayudar. No puede creer que se tragó la excusa de que no había quien escoltara el carruaje de provisiones. Pero, ¿por qué mentirle? ¿Por qué no admitir que no se trata de una misión tan inocente? A veces, le estremecía y le indignaba el cinismo del que Eileen era capaz. Desde que conoció —o desde que, a la fuerza, salió a flote— el asunto de Rhiannon y la investigación acerca de la maldición maledictus, su obsesión con ser ella la que "ayudara" a la bruja... Bueno, cambió bastante su perspectiva acerca de ella y desde aquel día había evitado bastante la casa de la familia Moody. Se pregunta si, luego del encontronazo, ha vuelto a ver a Richard o Rhiannon.

 

Cuando el carruaje comienza a descender, Madeleine alza la cabeza. La brisa le golpea el rostro con fuerza, pero por fortuna su cabello, atado en una coleta, no es un estorbo; distingue, cerca al mar, un pequeño poblado, seguramente un pueblo pesquero. Pero, siguiendo las indicaciones de Eileen, los thestrals no se dirigen allí directamente. Se alejan un poco más, buscando el punto de reunión, marcado por una gran piedra gris que sobresale del suelo. Se supone que allí llegarían los miembros de la Orden del Fénix.

 

¿Qué sabrán ellos acerca de Ravenrock?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Matt Ironwood.

 

La suave brisa marina se tornaba una vendaval en la cima de risco en el que acaba de aparecer el mago. Entrecerró los ojos debido a la combinación de brillo del sol y el viento salado que le revolvía el cabello castaño, en su mano derecha todavía sostenía el remo de madera que le sirvió como traslador desde su hogar en Oahu y que le ayudó a mantener el equilibrio una vez tocó tierra tras el agitado viaje.

 

Inspiró una gran bocada de aire y dejó la salada brisa marina le llenara los pulmones y que bien le sentó aquello. Era un Ironwood, el mar le corría por las venas, una familia que desde sus orígenes le debía todo al océano y el cual siempre estuvo ligado a sus éxitos y desventuras. Matt creció escuchando el batir de las olas sobre la arena y pese a estar a miles de kilómetros de su casa sentir el oleaje impactar la costa a su espalda acortaba aquellas distancias.

 

El ojiazul dejó el remo sobre el pasto que crecía encima del acantilado y se mecía al viento de aquella tarde para después descolgarse la pesada mochila negra de los hombros y apoyarla entre sus piernas, con cuidado introdujo el remo en su interior y este desapareció en la interminable pero indetectable extensión de la mochila, propiedad que mágicamente le había agregado antes de partir a la misión.

 

Su visita al condado de Cornwall no era por ocio (aunque con aquellas vistas podría planear un viaje en el futuro) sino que su presencia en aquella península en el extremo occidental de Inglaterra era su primera misión como miembro del Clan de los Paladines. Estaba emocionado y ansioso por comenzar, por demostrar las conocimientos y habilidades que había estado perfeccionado dentro de La Orden de la Mano de Plata. Todo aquel esfuerzo, todo el sudor, el cansancio y los dolores debido a llevar al límite su cuerpo y mente para afrontar por lejos el mas duro entrenamiento de su vida, de las semillas que había estado cultivando durante aquel tiempo esperaba cosechar los primeros frutos y de paso ayudar y proteger a una comunidad que los necesitaba.

 

Se llevó la mano derecha uno de los bolsillos de su comodo pantalon cargo color musgo y sacó su varita. Tenía que llegar al punto de encuentro propuesto por la Orden del Fénix, un gran monolito gris que se alzaba desafiante en el terreno. Pero desde allí Matt era incapaz de distinguir aquel punto, a dos kilómetros a su izquierda donde el terreno perdía pendiente un pequeño pueblo pesquero se protegía entre dos altos riscos, a su derecha los acantilado seguían haciéndole frente al calmo mar azul que brillaba con destellos bajo la luz del sol pero sin indicio alguno de civilización.

 

Extendió su palma izquierda y encima colocó su varita, era un simple encantamiento de orientación, el castaño simplemente debía pensar en el lugar al que debía llegar y su varita se orientaria indicando la dirección a seguir. No llego a pasar un segundo cuando con un movimiento casi imperceptible su varita apuntó al noroeste, ya con un camino por delante el mago se volvió a colgar la mochila a los hombros y con varita en mano emprendió la marcha por un pequeño sendero irregular.

 

Seis kilómetros adelante se topó con el destino, un gran monolito de granito castigado por los elementos después de miles de millones de años de exposición se alzaba descaradamente sobre un verde llano y allí bajo su sombra una carruaje tirado por caballos alados aguarda junto a dos brujas que Matt conocía.

 

-Ellie, Madeleine - saludó a las mujeres estrechando sus manos y sonriendoles - Pensé que llegaría tarde, el traslador me dejó un poco lejos - les explicó.

 

-¿No hay nadie más? ¿Solo somos nosotros? - preguntó el castaño extrañando por la situación, se esperaba encontrar un grupo más grande al llegar. Según había entendido todos los clanes compartirían aquella misión, lo que volvía más prometedora la situación.

 

@@Ellie Moody

 

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Por supuesto, el agua estaba helada. Tal vez no sería la forma más usual de llegar a aquel pueblo cerca del Canal de la Mancha pero en una de nuestra misiones por acercarnos a la población muggle y ayudarles, yo había acabado en un grupo mixto de españoles e ingleses que, unidos, pretendían cruzar ese espacio de agua revuelta para batir un record. Nadar me encanta, a mí y a mi forma animaga, así que no dudé en ponerme al mando de una de las embarcaciones de ayuda y de avituallamiento a los nadadores que iban a arriesgar así su vida. Por supuesto, eso no iba a pasar. Los muggles llevaban todo bien cronometrado, pautado y protocolizado para evitar ningún imprevisto.

 

Y, si lo hubiera, yo era la baza de auxilio.

 

Bueno, eso no lo sabían ellos pero yo sí. No iba a permitir que pasara nada a aquellos muchachos y muchachas de ambas nacionalidades que pretendían crear un apoyo internacional entre los dos países, no muy firme por culpa de los dos presidentes muggles que parecía que se habían dejado llevar por la situación mágica internacional que había desembocado en el Día de la Ira. Para que después digan que los dos mundos, el muggle y el mágico, no está interrelacionado. Cerré los ojos al recordar que nos habían prohibido usar la magia, que éramos perseguidos como vulgares delincuentes... ¿Dónde llevarían a los magos que pillaran usando la magia? ¿Qué tipo de cárcel tendrían las Naciones Unidas para...?

 

Un golpe de ola en la proa me hizo dedicarme, durante unos minutos, a enderezar la barca para evitar que zozobrara. Por supuesto, la magia actuó mucho en sujetas aquellas partes móviles que desequilibraban la embarcación y, también por supuesto, iba sola así que nadie vio como lo hacía. Yo estaba en la cola, barriendo a los rezagados y sólo adelantaba para proporcionar apoyo logístico a los barcos llenos de padres, periodistas, monitores, entrenadores y demás implicados en que aquella gente llegara a buen puerto.

 

Sólo una vez había puesto en peligro mi tapadera, al dejar la embarcación sin conducción para lanzarme al agua a salvar a una de las españolas más chiquitas. El mar bravío y las olas gigantescas, empezaban a hacer mella en la fuerza de los nadadores. La oscuridad empezaba a dejan invisibles sus bañadores rojos. El cachalote que apareció a su lado la dejó descansar sobre su lomo si que fuera vista por los organizadores. Sólo cuando noté que la chica podía seguir por sí sola tras recuperar el aliento, volví al barco y avisé, con una sirena, de la rezagada. Pude secarme antes de que consiguieran sacarla del agua y montarla conmigo. No volvió a nadar en aquella jornada. Una pena, ya se veía la costa desde donde estábamos.

 

El pueblo costero acogió nuestra llegada con aplausos y luces en el puerto. Una breve descripción de la gesta conseguida, más aplausos y todos al hotelito donde se iban a alojar para volver el día siguiente a casa. Esta vez en Ferry, por supuesto. Y, también por supuesto, con una persona menos. La parte inglesa pensaron que yo partiría con el grupo de españoles a casa. La parte española, que volvería a mi ciudad de origen ahora que estábamos en Inglaterra.

 

Mi destino, el punto de encuentro con la Orden, a las afueras de aquel pueblo llamado Ravenrock, ante una gran piedra gris. Mientras caminaba con una mochila en la espalda mágicamente más grande de lo que aparentaba, me pregunté si ya habría llegado alguien a aquel lugar.

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La brisa era fantastica, tanto, como el paisaje que los ojos esmeralda podían contemplar desde las alturas, un aeroplano modesto pilotado por un zorro viejo en aquellos menesteres de decendencia muggle lo movía a su antojo, haciéndolo subir o bajar a capricho, incluso lo hizo girar un par de veces como si fuera un tornillo cuya madera al perforar era una enorme nube.

 

Esa había sido la elección de la Lockhart para matar dos pájaros de un solo tiro, por un lado llegaba al punto de encuentro con los miembros de la Orden del Fénix, y por otro lado, además de disfrutar del viaje, justificaba de alguna manera, su presencia en las cercanías del poblado, ya que el hombre podía dar fe de haberla traído.

 

El hombre gritaba para informarle que estaban cerca del pequeño poblado pesquero llamado Ravenrock, cercano al canal de la mancha, decía con orgullo que era su hogar. Karoline le sonrió y levantó el pulgar en gesto positivo, le agradaba, pero no podía quedarse para socializar más, puesto que los acantilados se veían ya y sí se pasaba del punto de salto terminaria, sin magia, adherida como ostra a las rocas y no descendiendo sobre el monolito de encuentro.

 

Se despidió con la mano y se lanzó al vacío, era por supuesto su primer salto en paracaídas, para el hombre, de una médica en busca de una planta para medicina natural, no era muy elaborada la fachada, pero si creíble y le daba la oportunidad de actuar llegado el caso.

 

El descenso fue más rápido de lo que imagino, menos suave y más movido, en un punto perdió el control y casi le cae encima a una bruja que abordaba el sendero al monolito, por suerte soplo un poco más fuente el viento en aquel momento y Ela con su paracaídas desplegaďo aterrizó a poco menos de un metro de la mujer con mochila en la espalda. Karoline manoteo, empujó, resoplo y finalmente grito --¡Ayudaaaa me ahogo!--

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¡Y yo que pensaba que estaba bien preparada para el excursionismo! Subir aquella ladera me iba dejando sin aliento a pesar que me consideraba una persona activa y preparada. Sin embargo, reconozco que soy más de distancias cortas o medias, no de rutas con diferentes ángulos de inclinación en superficies abruptas. Aquello no podía ni llamarse camino sino que cruzaba en medio de campos, hierbajos y piedras, muchas piedras. El peso de la mochila, excesivo, debido a mi incapacidad para decidir qué dejar fuera o qué llevar en un viaje; siempre pienso que lo que cargo puedo necesitarlo en algún momento y, si sumergías la cabeza dentro de ella, tanto podías encontrar una muda de emergencia como la cabeza de un peluche antiguo que quién sabe qué utilidad puede tener.

 

Así, llegué al sendero que llevaba al punto de encuentro con varias paradas en el camino. Gruñí un poco al encontrarlo; como siempre, yo por el lugar más difícil, campo a través, en vez de informarme por algún mapa o por algún lugareño de la forma más fácil de acceder a aquel lugar. Saqué una botella de agua y bebí... En realidad, no llegué a beber porque al inclinar la cabeza para tragar, vi caer algo.

 

Si esperaba una reacción rápida ante lo que veía, no la tuve, me quedé con la botella inclinada a pocos centímetros de mi boca, abierta, por cierto, viendo caer a alguien al suelo, en una tela de colorido. ¡Estos muggles eran increíbles! ¡Amaba a los muggles! Aquella persona bajaba en paracaídas. A punto de caerme encima, no me moví sino que seguí extasiada la caída hasta que una ráfaga de viento la alejó lo suficiente para no tirarme al suelo. Sólo reaccioné cuando una voz femenina y casi conocida, pidió auxilio.

 

Corrí hacia ella y estuve a punto de sacar la varita. Recordé a tiempo que teníamos prohibida la Magia según las Direcciones Altas esas de los Muggles. No sé porqué les obedecíamos pero en la Orden habían dicho que tomáramos todas las precauciones precisas durante el uso de la magia; había que demostrar a los muggles que lo peligroso era su mal uso, no los magos en sí, convencerles de la convivencia sana entre las dos sociedades. Por ello, me abstuve de usarla y me metí debajo de la tela, en busca de la persona que había quedado atrapada entre los hilos del paracaídas.

 

-- ¡Ostras, Merlín! ¡Si eres tú, Ela! ¿Qué haces aquí? Ah, claro, la reunión de la Orden... -- ¡Por supuesto que estaba allá por lo mismo que yo! A veces soy lerda de entendimiento. -- ¡Por la Diosa, has volado! ¿Puedo hacerlo yo, puedo, puedo...?

 

Y mientras seguí implorando que me dejara probar ese gran invento de los muggles, le ayudé a salir de allá abajo y contemplara los rayos del sol. ¡Es qué vuelan sin escoba! ¡Los muggles tienen una imaginación envidiable!

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El sabor del mar en el viento le indica que ya está cerca de Ravenrock, o al menos cerca de la costa. Después de un par de horas caminando por el bosque, sus piernas empiezan a pedirle un descanso. Pudo haber volado o haberse aparecido en el punto de reunión, pero las instrucciones son precisas, sólo ha de usarse la magia en caso de ser estrictamente necesario, por eso ha optado por opción muggle más famosa: un autobús a la estación más cercana y, en vez de un taxi, una caminata.

 

La caída del estatuto ha sido una crisis para ambos mundos, pero ante la llegada del Inquisidor es imprescindible que los muggles puedan entender la magia como lo que es, un fenómeno natural y no algo peligroso o algo que deben temer. Precisamente por eso, entiende, es que esta misión es tan importante. Aunque a simple vista puede parecer una exageración mandarlos a todos a investigar un pueblo sin habitantes mágicos, Ravenrock presenta una oportunidad magnífica para tantear la perspectiva muggle de todo el conflicto.

 

El otro motivo por el cuál está emocionada por la misión es que le ofrece una oportunidad que rara vez se da, la de tocar base con los miembros de su bando. Después de estar ausente por un par de años, sabe que es ella quien tiene que ponerse al día, el poder conocer a las nuevas caras del bando es el primer paso en ese camino.

 

Hace una pausa para revisar las instrucciones de llegada, le parece que en vez de dirigirse al pueblo directamente, van a reunirse en un punto cercano. Espera que alguien pueda darle más información acerca de Ravenrock ahí, ya que sus investigaciones no han descubierto nada especialmente interesante acerca del pueblo, salvo por el puerto y un par de ruinas no tiene otro tipo de atracción. Le alegra el haber tomado estudios muggles en Hogwart, porque de otro modo leer el mapa que compró en la estación de autobuses antes de partir de Londres le sería imposible, después de confirmar su ruta con el pergamino de la orden, resume su camino.

 

No le toma más de 10 minutos llegar a su destino, después de eso. Escucha el ruido de animales no muy lejos de ella y cuando cruza la última capa de árboles se topa con un par de thestrals que ayudan a transportar un carrito lleno de provisiones. La gran piedra gris que es su punto de reunión se alza casi tan alta como ella desde el piso, y a su lado se encuentra tres rostros familiares.

 

— ¡Ellie, Madeleine! ¡Qué gusto verlas! — no puede evitar soltar una sonrisa al ver a las Moody frente a ella, le da gusto ver que a pesar de la guerra ambas parecen estar a salvo, al menos tanto como se puede estar a salvo estos días. Hace una pequeña reverencia para saludarlas, y después se voltea hacia el hombre, — Matt, no sabía que te encontraría por estos rumbos, pero que bueno verte. — que el Ironwood sea parte de la orden no es sorprendente para ella, sino que le confirma que el chico es una persona confiable.

 

Desde esa posición, se pueden distinguir las casas que conforman Ravenrock en la costa del mar, pero por la altura no sería tan fácil para alguien del pueblo el verlos a ellos. Scavenger aprovecha esta ventaja en altitud para poder examinar el poblado.

 

— Me pregunto qué es tan importante acerca de Ravenrock, — comenta después de un par de segundos. —Espero que las provisiones sean suficientes para que la gente nos deje entrar al pueblo, he oído casos de pueblos en situaciones similares que tienen prohibido el acceso a magos o brujas.

 

No se esfuerza en esconder la tristeza en su voz, ni el suspiro que acompaña sus palabras.

 

something amazing: a boy, falling out of the sky
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Veronika Karanov

 

 

 

A Vera no le gustaban los secretos y aquella misión apestaba a secretos. Mientras cruzaba el Canal de la Mancha en su Ansuz, -que por fortuna la voluntad de los dioses había querido aquella vez que tuviera la misma forma de nube que la primera vez que lo invocó-, la muchacha pensó que aquel pueblo perdido de Cornualles no merecía que la Orden del Fénix gastara su tiempo, recursos y energía en él.

Podían estar buscando al Inquisidor para darle a semejante monstruo la justicia que merecía. Podían estar tratando de recuperar a los bebés raptados y dar consuelo a las miles de mamás que lloraban por ellos. Podían estar dando caza y deponiendo a un Ministro de Magia loco que los había conducido al desastre, haciendo retornar las persecuciones medievales que tanto daño hicieron a los magos y brujas en el pasado. Podían estar luchando por reestablecer el Secreto de la Magia y acabar de una vez por todas con aquella persecución. Pero en lugar de ocuparse de cualquiera de aquellas nobles tareas, la Orden del Fénix estaba de misión diplomática en Ravenrock, un pueblo sin importancia, en un lugar apartado de todo y de todos. Era tan absurdo que, simplemente, no podía ser verdad. Había algo más en aquella misión, que quienes regían la Orden del Fénix no habían querido compartir con aquellos que iban a jugarse el pellejo en ello. Y eso le ponía de mal humor, porque sentía que no era justo.

Lo cierto es que, para Vera, llovía sobre mojado y ésta prefería enfurruñarse antes que admitir la otra posibilidad, que de verdad la Orden del Fénix fuera tan ingenua como para pensar que una misión diplomática permitiría establecer una convivencia en paz entre magos y muggles. No, de eso Vera, a pesar de su corta edad, sabía ya demasiado. Muggles y magos sólo podían convivir en paz mientras la magia aportara beneficios a ambas comunidades. Pero al igual que las lluvias nutren e irrigan la tierra, que ve crecer así los frutos de sus cosechas, a la vez que traen tempestades que convierten los campos en estériles ciénagas, también la magia aporta grandes comodidades y provechos, hasta el día en que un hechizo se sale de control, una criatura actúa conforme a su naturaleza, un objeto provoca un accidente o un niño desarrolla un poder que no es capaz de controlar. Vera había llorado lo suficiente, huido hasta agotar sus músculos, maldecido hasta quedarse sin palabras y mendigado hasta la indignidad como para saber que un muggle acepta las inclemencias de la naturaleza con resignación, se lamenta, escupe su rabia y se alza después para poner al mal tiempo buena cara y empezar de nuevo, pero jamás aceptará, como un hecho más de la naturaleza, que la magia, al igual que la lluvia, también puede provocar una catástrofe. Si tal cosa ocurre, el muggle señalará al mago con su dedo acusador y lo hará culpable de los designios de los dioses.

Esa era la historia de su vida y se la conocía muy bien. Cuando el obscurus se desató en Sergei y destruyó la aldea de Kara, no hubo hechizo desmemorizador que salvara a Vera, una insignificante chica de pueblo. Se pudo ocultar la tragedia sí, y también la magia, por supuesto, pero nadie se molestó en evitar las consecuencias para Vera, que se convirtió en el chivo expiatorio perfecto, la insignificante muchacha a la que se podía culpar, abandonar y expulsar de una sociedad que no la necesitaba.

Al divisar la costa, hiizo descender con tanta rapidez la nube que la portaba, invisible para todos entre las brumas de vapor y energía, que no se dio cuenta de que la tormenta que arrastraba a su paso agitaba los vientos en una zona cercana a un carruaje de Thestrals. La fuerte brisa golpeó en el rostro de su ocupante y Vera se sintió ligeramente culpable al observar a lo lejos a Madeleine, que debía de estar acudiendo al mismo punto de reunión. Apartó el Ansuz de su trayectoria y se dirigió hacia un lugar alejado de la costa donde su repentina aparición no llamara la atención. Les habían indicado que intentaran ser discretos con los muggles, que procuraran comportarse como uno más entre ellos, al menos hasta que la misión diplomática estuviera afianzada.

Para Vera no era difícil hacerse pasar por lo que había sido durante casi toda su vida, hasta que conoció a Oronhuk y Mackenzie: una muchacha insignificante, que apenas había tenido tiempo de aprender unos pocos hechizos antes de ser expulsada de Durmstrang y que había deambulado y mendigado, casi siempre por zonas atestadas de muggles. De hecho, durante mucho tiempo, Vera había renegado de la magia que tanto dolor había causado en su vida y se había consolado entre la gente no mágica, como si huir de sí misma pudiera curarle las heridas del alma.

Se quitó la venda de los ojos y los cubrió con unas gafas oscuras. Sus tejanos y cazadora de cuero, junto con una abultada mochila, eran los otros elementos que le dieron a Vera la apariencia de una joven visitante de Cornualles con el único interés de hacer turismo por la zona. El único problema eran las ráfagas de azulado resplandor que llevaba tiempo notando junto a ella. Al principio, le había resultado tan imposible de creer como la misión diplomática que se suponía iban a acometer. Pero al final se había tenido que rendir a la evidencia: un Duende de la Tormenta había salido del Templo de los Paladines y la estaba siguiendo. Lo más probable es que fuera cosa de Höōr, el Aesir ciego. Desde que le comentara la idea de Hobb de cambiar la ubicación del Templo de los Paladines, para resguardarlo de las fallas de seguridad que había sufrido Hogwarts en los últimos tiempos, se había mostrado más extraño y misterioso de lo que ya era habitual en él. A Vera se le escapaban los motivos de porqué Höōr iba querer que un Duende de la Tormenta la siguiera, pero había decidido aceptarlo y no darle más importancia. Al fin y al cabo, sólo era una cosa más en aquella misión de la que se le escapaban por completo los motivos.

Se acercó al punto de reunión, donde varios miembros de la Orden del Fénix esperaban. Estaba de mal humor, pero se alegró al ver al nuevo Paladín, con quien apenas había podido coincidir en el Templo. No estaba Hobb, de lo que se alegró también, pues estaba especialmente enfadada con él. Como líder debía de conocer los verdaderos motivos de la misión, pero tampoco él se había dignado a compartir la verdad con ella. Y eso que le debía la vida. ¡El muy ingrato! Vera sabía que no tenía la misma experiencia que el resto, al fin y al cabo, estaba aprendiendo en unos meses lo que los demás llevaban años practicando. Pero aún así era muy injusto que no se quisieran compartir unos planes que los involucraban a todos. Ya había sufrido demasiadas injusticias en su vida como para no enfadarse por una más.

—Buenas —saludó sin mucho entusiasmo, pero intentando dejar su mal humor de lado. —¿Qué tal Matt, cómo ha ido el viaje hasta aquí? —Sonrió sin esfuerzo al dirigirse a su compañero Paladín.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Madeleine salta con desenfado del carruaje, aterrizando con una ligereza sobrenatural en el suelo árido y escaso de verdor, a pesar de estar usando botas de combate. Vestida con un pantalón cargo color negro y una camiseta de mangas largas del mismo color, se siente cómoda y preparada para cualquier desafío físico. Luego de hacer unos rápidos estiramientos para relajar los músculos agarrotados por el incómodo viaje, alza el rostro para recibir la brisa marina en toda su plenitud; ése es el mismo aire de El Refugio, que no está muy lejos de allí. Aquello le hace sentir cierta seguridad, pero también sabe que deben ir con cuidado. Pueden tener las mejores intenciones del mundo, pero deben tener en cuenta las limitaciones impuestas por los muggles acerca del uso de la magia. No puede evitar mirar el carruaje con preocupación, un gesto que para Ellie no pasa desapercibido.

 

—¡Por supuesto que usé un encantamiento desilusionador para que no lo vieran volar! —susurra, frunciendo el ceño, como si la duda no verbal le ofendiera. Ella también bajó del carruaje, aunque con más delicadeza. En lugar de sus usuales túnicas, está vestida con un vestido gris largo hasta las rodillas, un cardigan negro y una ligera bufanda azulada; no es un conjunto muy casual, pero definitivamente es de estilo muggle— Pero desde aquí, los thestrals caminarán. Éso será menos impactante, que es lo que te estaba preocupando. Y según cómo vayan las cosas, pues...

 

El saludo de una voz masculina, interrumpe a Ellie y hace que ambas brujas vuelvan el rostro. Hacia ellas se acerca un joven bastante alto, de cabello castaño y llamativos ojos azules. Madeleine reconoce a Ironwood, un mago estadounidense que trabaja en el Magicongreso y miembro de la Orden del Fénix; en la actualidad, la organización ha encontrado aliados en varios países y ¿cómo no iban a tener simpatizantes en los Estados Unidos de América, cuando el mismísimo presidente manifestó su apoyo hacia la Orden? No recuerda la última vez que lo vio, pero su recuerdo más vívido acerca de él es en Nueva York, durante un atentado al presidente O'Brien que fue frustrado por la Orden.

 

—Todavía tenemos un poco de tiempo —repone Ellie, tras echar un vistazo a su reloj de muñeca—. Unos cinco minutos más. Si tenemos que adelantarnos, podemos enviar un mensaje con los galeones falsos.

 

—Ya deben estar por llegar los demás —murmura Madeleine, aunque ignora quiénes sean los demás. Pero evidentemente, por la reacción de Ellie, sí que hay más involucrados. Frunce los labios con fuerza, pero decide no decir nada que la comprometa.

 

Apenas unos momentos después, escuchan otro saludo. Ellie sonríe al reconocer a Scavenger, una ex Auror que solía encontrarse bastante a menudo en el Ministerio de Magia. Madeleine también la saluda, reconociéndola de algunas misiones de la Orden del Fénix. Tiene la sensación de que son caras nuevas, lo cual debe deberse a que últimamente suele estar acompañada por miembros de la Orden Oscura. Sabe que ni Weatherwax ni Ironwood son parte del clan, aunque se pregunta si se han vinculado con una de las tres magias especiales del bando. Pero, por supuesto, aquel no es un tema que le concierna ni tampoco uno que deba tratarse con tanta ligereza.

 

—Bien, según nuestros informantes, éste pueblo no se han unido a la cacería de brujas —responde Ellie a la pregunta de Scavenger, aunque Madeleine advierte que no la está mirando al hablar—. Quizás se deba porque, hasta donde pudimos enterarnos, no hay personas mágicas aquí. Nuestra idea era aprovechar esa neutralidad, para intentar razonar con ellos. Tenemos que aceptar el hecho de que las cosas han cambiado y debemos adaptarnos.

 

Al apartar la mirada de Ellie, Madeleine advierte que al grupo se ha unido Vera, una paladín que usualmente está acompañada por Graves. No parece estar con el mejor humor, aunque ignora por qué es aquello y tampoco le parece que sea de su incumbencia. A lo que presta atención, es al hecho que debe tratarse de una paladín con notables poderes, aunque no está segura acerca de sus habilidades diplomáticas o de su experiencia tratando con muggles. Ahora que lo piensa, Weatherwax tiene los conocimientos de una ex Auror y Ironwood es un agente especial del MACUSA. Y ella, bueno, tiene algunas "habilidades especiales" también. Además de los miembros de la Orden del Fénix que falten por llegar...

 

—Tremendo grupo, sólo para ir a llevar unas provisiones y decir unas palabras bonitas —repone Madeleine, cruzando los brazos sobre el pecho. Escucha a lo lejos unas voces, pero mantiene los ojos clavados sobre Ellie—. Creo que tienes razón, Weatherwax: debe haber algo importante en Ravenrock.

 

Ellie se detiene por un momento, observando a los presentes. ¿Por qué fue que decidió acudir al viaje, en primer lugar? Comienza a arrepentirse, pero ya es muy tarde y no tiene escapatoria.

 

—Quizás —murmura Ellie, hundiendo las manos en los bolsillos del cardigan—. Hay hechos y hay rumores. Un hecho, es que Ravenrock se vio afectado por el ataque al Canal de la Mancha y debemos ayudar a nuestros vecinos, así como intentar crear lazos con la comunidad no mágica. No es una misión menos importante que cualquier otra, ¿o creen que no necesitamos relacionarnos con ellos?

 

»Pero... sí, hay varios rumores acerca de cosas turbias que suceden en el pueblo y sólo pueden saberlo quiénes decidieron involucrarse —sabe que sus palabras son frías, pero era necesario; no necesitan más información de la cuenta corriendo por ahí. Ahora tienen muchos más enemigos y muchas más razones por las cuales actuar con cuidado. Un paso en falso es algo que no se pueden permitir—. Pero no los sugestionaré con ideas preconcebidas: cuando lleguemos a Ravenrock, nos informaremos de primera mano de lo que pueda estar ocurriendo, ya sea mediante que nos ganemos la confianza de sus habitantes... o por otros medios —añade por lo bajo.

 

»Sea lo que sea que encontremos allá, no podemos dejarnos llevar y hacer cualquier locura; recuerden que no se trata sólo de nuestro bienestar, o del de unos cuantos magos, sino de el de todo el pueblo.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Los últimos día se ha dedicado a aprender a usar su nuevo brazo. Han pasado muchos meses desde el día en que fue atacado por el basilisco. Al principio el único efecto secundario fue que, de un día para el otro, comenzó a entender el idioma de las serpientes. Pasaron varias semanas hasta que el dolor apareció y tuvo que pedir ayudar a Kaori para que le prepara la poción que lo mantenía con vida. Al principio funcionó de maravilla pero, como si de un adicto se tratara, cada día necesitaba más y más poción para frenar el dolor y mantenerlo con vida.

 

—Eres muy bueno con la espada, Benjamin

 

Ambos están cansados del entrenamiento. Una de las habilidades del brazo de Hobb es que se puede convertir en una espada forjada en acero sagrado. Aquel es el "truco" que utilizó para engañar al acero y de esa forma forjar un brazo completamente funcional.

 

 

******

 

Aunque generalmente está enterado de todo lo que sucede en la Orden del Fénix, siempre hay cosas que se le escapan. La mayor parte de los últimos días su principal misión había sido en Estados Unidos y el objetivo era encontrar al Inquisidor. Encontró varias pistas pero ninguna lo llevó a descubrir la identidad o la base de operaciones del responsable de lo que está sucediendo en el mundo.

 

Llegó al Valle muy tarde en la noche porque, según le informaron algunos miembros de la Orden del Fénix, la misión necesitaba el apoyo de la mayor cantidad de gente disponible. Todas las líneas de investigación en Estados Unidos llegaron a un callejón sin salida, a un punto en dónde seguir indagando sería perder el tiempo.

 

Decidió regresar para, luego de la misión en Cornualles compartir sus (pocos) hallazgo e intentar entre todos darles sentido. Un sonido fuerte es lo único que anuncia su aparición. Su rostro ya no se ve cansado y en las semanas de recuperación se ha quitado muchos años de encima.

 

Estando en el lugar se reúne con Vera y Matt que -al igual que él- están en armonía con la magia de los paladines.

 

—Hola Vera, Matt, Madeleine ¿Cómo están?

 

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