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Goderic Slithering
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Antes de continuar caminando guarda la varita mágica. Es algo que le cuesta aceptar, que le molesta. La varita mágica es una parte importante de su identidad. Fue elegido por ella y han luchado juntos en muchas batallas. No queda otra opción que esconderla, que ocultarse. Si bien los magos han vivido bajo las sombras durante muchos años, que los nomajs desconocieran sus existencia les permitía realizar magia frente a ellos y poder ocultarla apelando a sus desconocimiento. Ahora eso es imposible pues cualquier cosa extraña se relaciona con la magia.

 

Viste como una sin magia suele vestir. La vitalidad de su rostro le permite verse tan joven como es. Va vestido con vaqueros, una camiseta de mangas largas y -aunque no se vea bien con el resto del atuendo- guantes de piel de dragón que pasan inadvertidos como cualquier otro guante de cuero. Moverse entre nomajs con su brazo de acero sagrado llamaría mucho la atención hacia el resto del grupo.

 

Para ocultar otras partes de su equipamiento si que utiliza magia. Es un poco arriesgado pero lo considera necesario. Carga a la espalda un arco y un carcaj lleno de flechas con punta de acero de los dioses. Aunque en los últimos meses se ha vuelto bueno luchando cuerpo a cuerpo el arco sigue siendo su arma favorita. Los ojos no mágicos únicamente verán una mochila de la que sobresale una caña de pescar desmontable.

 

La información que Matt logra recopilar es interesante y de bastante utilidad. Hay claramente magia involucrada que debe ser investigada.

 

—Deberíamos investigar los fenómenos que están sucediendo en este pueblo. Lo de la niebla me recuerda ha historias que escuché cuando llegué Londres por primera vez. Quizá esto sea cosa de magos. ¿Vamos los tres a investigarlo?

 

Es una pregunta directa a Vera y Matt. Los tres están conectados por la magia de los paladines y es mucho más fuerte que cuando eran solamente Vera y él. Imagina que conforme más sean más fuertes serán. Utiliza el hechizo Divine Intelect para aclarar su mente. Da una mirada alrededor y puede localizar a unas cuantas personas que son todo menos pueblerinos.

 

—Entre el populacho hay nomajs y magos que vigilan. No son de aquí aunque el resto de la gente cree que si.

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A medida que se adentran en Ravenrock, cada vez con más fuerza Madeleine se siente como una intrusa. Intenta convencerse de que está exagerando. Todos son personas, ni más ni menos. «Fui criada por muggles —dice para sus adentros, con los ojos clavados en sus botas de combate para evitar toparse con la mirada de alguien más—. Recuerdo que solía decir que nací sangre pura, pero que era sangre sucia por crianza». Sin embargo, han pasado muchos años desde entonces y comienza a darse cuenta de que se recluyó bastante al mundo mágico. A pesar de que su trabajo como Auror y las misiones de la Orden del Fénix la empujaron en varias ocasiones a tratar con muggles, en verdad nunca volvió a convivir con ellos: sólo eran personajes sin importancia para sus aventuras. Pero ahora todo ha cambiado. Querría pensar que tienen la oportunidad de dejar atrás la segregación, pero la verdad es que sólo empeorará. Incluso ahora, caminando en un poblado no mágico, puede sentir la distancia que los separa.

 

Un poco más adelante, Ellie intenta interceptar todas las miradas que puede. Aunque sabe que hay peligro en aquella misión y que el menor error podría resultar muy caro, la verdad es que se siente emocionada. No se atreve a decirlo en voz alta, pero durante muchos años fantaseó con un mundo donde magos y muggles pudieran vivir en paz en un mundo donde nadie tuviera que esconderse y nadie fuera perseguido por su naturaleza. Fantaseó con una realidad donde los magos aprendieran de los muggles y, sí, los magos pudieran aprender y comprender la magia, por lo menos de forma teórica. Ahora mismo, caminando junto a ellos, está más convencida que nunca de que aquello es posible. ¿Cómo no iban a entenderse con personas que están sufriendo las mismas penurias que ellos y que sólo están intentando sobrevivir y seguir adelante? Sólo quieren paz... y Ellie piensa que los muggles pueden llegar a aceptar que esto puede lograrse sin erradicar la magia, y que los magos entenderían que no deben someter a los muggles ni tratarlos como tontos.

 

«Pero necesito encontrar a alguien que piense como yo», dice para sus adentros.

 

La comitiva se detiene frente a una antigua edificación de roca gris, coronada con una cruz de roble. Mientras Ellie se acerca a los caballos para acariciarles la cabeza y examinar su estado —con una confianza que sólo tendría el invocador con sus creaciones, y no una persona cualquiera con animales reales—, Madeleine observa a Matt Ironwood comenzar a bajar las cosas del carro. Ya que él parece capaz de arreglárselas solo —para la admiración de las personas que se detienen a mirarlo—, Madeleine se queda apoyada junto al carro, esperando no tener que cargar con el traste en el viaje de regreso. En ese momento, percibe una presencia familiar acercarse a ella.

 

Al volver el rostro, reconoce a Granger debajo de aquel disfraz. La mayoría de su piel está oculta bajo su indumentaria, y sus ojos se esconden tras unas grandes gafas de sol, bastante más exageradas que las que usa Vera para ocultar sus peculiares ojos.

 

—No creo que nos vayan a extrañar —repone Madeleine, tras echar un rápido vistazo a Ironwood, que en aquel momento está hablando con el párroco de la iglesia—. De verdad espero que nuestra búsqueda sea en vano...

 

Una vez más, echa un vistazo a las personas que las rodean, esperando localizar a alguien que pudiera estar interesado en una misión de sigilo. Reconoce a Slithering entre sus compañeros; la verdad es que no le parece que tenga un buen aspecto, pero le parece que aceptaría unirse a la improvisada comitiva. Frunce el ceño, sin embargo, al no encontrar a Kaori. Ella suele acudir a la mayoría de las misiones del bando y lo cierto es que está acostumbrada a tenerla cerca en aquellas ocasiones. Mientras analiza la escena, Matt vuelve a reunirse con los miembros de la Orden del Fénix y no tarda en compartir la información que ha conseguido.

 

Con disimulo, Ellie se coloca el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos para activar el encantamiento sobre el grupo.

 

—¿Habías escuchado algo de ésto, Ellie? —le susurra Madeleine por lo bajo, con las manos hechas puños.

 

—Escuché rumores de "espantos" —responde por lo bajo—. Probablemente, se referían a esta niebla. Pero las desapariciones... Como si no fuera suficiente con todo lo demás...

 

Pero se queda en silencio, cuando observa a alguien acercarse. Si bien el encantamiento sólo permitió que los miembros de la Orden del Fénix se escucharan entre ellos, es mejor posponer un poco más aquella plática. Quien se asoma detrás de Scavenger no es más que un niño, ofreciéndoles un tour. Su primer impulso fue sacudir la cabeza, pero se detiene cuando la bruja dice que sería una buena idea. Ellie frunce el ceño, pero comprende lo que hace. Aquella es una forma de ganarse la confianza de alguien y, a la vez, obtener información del pueblo. Scavenger sugiere que no es necesario que todos vayan, lo cual debe ser un eufemismo para: es mejor dividirnos e investigar varios focos.

 

De repente, recuerda que Arturo y Excallibur, la Espada de Luz, son importantes en la historia de la Orden de Avalon. ¿Eso es algo importante en aquella ocasión, o no es más que una coincidencia?

 

—Granger y yo iremos por un trago, fue un largo viaje —dice entonces Madeleine, a sabiendas de que no puede ser muy explícita con el niño muggle ahí. Observa que Vera, Hobbamock y Matt hablan un poco apartados del grupo, aunque no distingue lo que dicen; se pregunta si los paladines protegen su conversación porque están tramando algo—. Nos veremos allá en un par de horas. Si alguien quiere venir... —murmura, volviendo la vista a la plaza cercana. Frunce el ceño. Hay un hombre moreno de mediana edad que los está mirando fijamente.

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Escuchó a Matt con la vista fija en aquel niño muggle que se estaba ofreciendo de guía. No se le escapó su mirada de desconfianza y, con el humor que tenía encima, hubiera querido quitarse las gafas de sol y dejar a la vista sus horribles ojos para avivar el fuego de su suspicacia. Pero no lo hizo. Al fin y al cabo, aquel niño le recordaba a la niña que ella misma había sido, ofreciéndose por las calles para cualquier recado a cambio de un trozo de pan que llevarse a la boca o de unas pocas monedas. Se alegró cuando Scavenger aceptó el ofrecimiento del chico y volvió la atención hacia lo que les había relatado Matt sobre su conversación con el predicador.

 

Hobb se había adelantado al proponer investigar la niebla. Era una buena idea y, aunque no tuvieran muchas pistas, era algo por lo que empezar. Aquello corroboraba la sensación que tenía Vera sobre Ravenrock, pues seguía sintiendo que algo siniestro acechaba en cada rincón de aquel pequeño pueblo.

 

—Vamos —respondió a la pregunta del mago, sin perder mucho tiempo en indicaciones y echándose a andar hacia la playa. No había ningún motivo para elegir aquella dirección, pero no tardó en darse en cuenta de que, inconscientemente, había relacionado la niebla con el mar y las desapariciones con las barcas de contrabandistas que había visto en el muelle.

 

Le hubiera gustado invocar sus nuevas armas, se sentiría mucho más segura llevándolas encima. Pero sabía que eso llamaría la atención. Hammer of Justice, Kanskje Sword o Divine Shield, todas ellas eran demasiado imponentes para llevarlas encima. Lástima, tendría que conformarse sabiendo que siempre las podría conjurar si las cosas se ponían feas. En su lugar, también ella, al igual que Hobb, utilizó Divine Intelect para agudizar su mente y pensó que un Fortress sería indectable para cualquiera que no fuera un Paladín.

 

A la luz del Divine Intelect, comprobó la verdad de la afirmación de Hobb.

 

—Tienes razón, Graves —corroboró Vera. —¿Os habéis fijado en las barcas del muelle? Hay muchas barcas pesqueras, pero unas cuantas no son barcas de pescadores, sino de contrabandistas. —Con el Divine Intelect activo, veía con claridad aquella suposición. —Me pregunto cuál es la mercancía objeto de contrabando y, sea lo que sea, si el contrabando sale del pueblo o llega a él. Lo que sí parece claro es que una oportuna niebla sirve muy bien para ocultar el trasiego de cargamentos ilícitos.

 

Vera llegó a una zona cercana al muelle en la que había dispuestos varios tenderetes de los que se desprendía un fuerte olor a pescado y salitre. Detrás de los puestos de pescado, unos grandes tablones de madera, colocados descuidadamente sobre un suelo húmedo y embarrado, daban paso a varias tabernas en las que varios marineros cantaban, bebían y apestaban a sudor y mugre. No parecían lugares muy recomendables en los que descansar y echar un trago, pero tenían en cambio todo el aspecto de ser los lugares perfectos para llevar a cabo tratos de dudosa legalidad.

 

—Algo me dice que deberíamos entrar a echar un vistazo —dijo acercándose a Matt y Hobb y señalando la taberna que tenía el aspecto más mugroso de todas.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Me encogí un poco de hombros, sabedora que ese gesto es reconocido socialmente como poco educado. Aquella sensación que todo parecía dicho y que mis palabras no habían sido valoradas me producían cierta irritación pues, al fin y al cabo, íbamos rumbo al pueblo sólo para satisfacer la curiosidad de unos rumores, sin pensar en el valor del contacto con los muggles como una gran oportunidad para establecer un vínculo del que podíamos salir todos satisfechos. Para mí, la mera idea que los muggles sean gente de segunda me producía rechazo y me sentía muy sorprendida que hubiera gente en el grupo de la Orden que pudiera llegar a pensar eso.

 

Bueno, no es que lo hubieran dicho directamente pero sí es cierto que la actitud se nota, se huele, se manifiesta en la forma de caminar hacia el pueblo y de dirigirse a sus habitantes. Ravenrock parecía tan agradable como cuando había llegado a él hacía... ¿Cuánto hacía que estábamos allá reunidos? Me había parado para mirar la sombra escasa que había a mis pies y casi tuve que correr para poder oír a alguien sobre unos donativos en la iglesia. Fruncí el ceño y aceleré el paso para no perderme más instrucciones ni más detalles.

 

En silencio, escuché como la gente desaparecía al caer la noche y la bruma inundaba sus calles. La información que nos traía el chico americano era interesante. Aquello eran más que rumores. Eran hecho, los vecinos tenían miedo y sentían la necesidad de esconderse. Bueno, a pesar que aún quedaba mucho para que el manto nocturno cubriera el pueblo pesquero, allá oscurecía un poco antes de lo habitual así que, si queríamos conseguir información, deberíamos a darnos prisa.

 

Fue cuando noté que todos, más o menos, empezaban a moverse en alguna dirección, unos repartían comida a la puerta de la iglesia, otros parecían desarrollar algún plan común, el mismo líder ha seleccionado el grupo con el que ir a investigar por su lado. Scavenger parecía decidida a ir con aquel chiquillo que nos ofrecía un tour turístico, atraída por las leyendas artúricas. Le sonreí pero negué con cierta vehemencia mientras agarraba con firmeza uno de los tirantes de la mochila que llevaba a la espalda.

 

-- No. Creo que ya tengo bastantes versiones sobre el Rey Arturo y su espada Excalibur -- sonreía mientras decía eso pues ella y yo sabíamos posiblemente más de la espada que el mismo niño que insinuaba ser un buen guía. -- ¿En la Casa del Puerto?

 

Aquí he de reconocer que algo alentó mis sensaciones. No sé qué fue pero la palabra "Puerto" me infló las narices de un vaho caliente de aromas diversos y una cálida corazonada de que el puerto era un muy buen lugar para empezar a entablar relaciones con los muggles.

 

-- Sí, nos vemos allá. ¿Y tú, Ela? Cuando acabes de hacer de sanado... de doctora, ¿te apetecerá pasear por las rocas?

 

Me apetecía muchísimo estar con la pelirroja pero algo me atraía hacia la zona de las barcas, algo me llamaba... Aunque tal vez sólo fuera el sonido de las olas animando mi espíritu animal que ocultaba dentro.

 

Acabé bajando hacia la playa, admirando el bonito día que se estaba quedando, a pesar de cierto fresco que erizaba el vello de los brazos. No tardé en encontrar a pescadores, ultimando tareas de limpieza en barquichuelas que derramaban olor a sardinas (bueno, tal vez no exactamente sardinas pero pensar en ese tipo de pescado me producía hambre). Fui recogiendo varias conchas de la arena hasta que di con una mujer que reparaba redes. Contemplé su rapidez en hacer desaparecer los grandes huecos entre enrevesados nudos de cuerda en la red y sonreí, maravillada. La sensación de paz que reinaba en aquel momento era tan agradable que hubiera dados mil galeones o más por quedarme allá de por vida.

 

-- ¡Eso es hermoso! -- alabé el remiendo cuidadoso de la mujer, aún no anciana pero acercándose a grandes pasos a esa edad en la que las arrugas de la cara dan una belleza interna a las personas. Sin darme cuenta, me vi susurrando el Aigne con el que procuré transmitirle aquella sensación de paz y bienestar que yo sentía por dentro. -- ¿Me deja probarlo?

 

Supongo que el efecto fue certero porque la mujer levantó la vista y sus manos algo deformadas por la edad se pararon, sus ojos brillaron con una alegría hasta extraña y su voz reflejó una aceptación imprevista. No podía ser tan fácil... Por mucho que aquella gente fuera amable o abierta ante los extraños, los turistas, la gente de fuera, no era lo apropiado en aquellas circunstancias que todos temían la noche, la bruma, las desapariciones. Mi sonrisa se hizo más amplia al darme cuenta que acababa de manipular, si es que se podía decirlo así, a la mujer para que no se sintiera amenazada por mi presencia.

 

-- Claro que sí, se requiere mucha maña para hacer encajar las redes pero seguro que le sale. Venga, venga, siéntese a mi lado...

 

Por supuesto, no desaproveché la ocasión de entablar conversación con ella y empecé a tejer redes a su lado, respirando el aire puro del mar y aceptando que aquel era un lugar maravilloso para vivir el resto de la vida.

 

En otras circunstancias. No podía olvidar a qué habíamos venido a aquel lugar. Ni que el sol se pondría pronto y nuestra intervención sería necesaria.

Editado por Sagitas Potter Blue

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Durante el recorrido se comporta mas quieta de lo usual, a penas y saludó con leves movimientos de su cabeza que desconoce si fueron suficientes para no parecer mal educada. No es que no quiera estar allí, o que los intercambios de información entre sus compañeros no le parezcan importantes, simplemente se trata de un mal día. Su energía usual se ve minada a consecuencia de todos los acontecimientos recientes y la sensación de que podría estar haciendo algo más que socializar con muggles, que dicho sea de paso, socializar no era precisamente su fuerte.

 

Por eso, al mezclarse entre la gente a las afueras de la iglesia se limita a llevar cajas de alimentos de un lado a otro, sin pasar más palabras que gracias y que tenga buen día. Sin embargo, a pesar que todo parece tranquilo le llama la atención los comentarios de la gente y la mención de desapariciones a la par de la llegada de los agentes gubernamentales. Cuando uno de los paladines -cuyo nombre aun desconoce- lo comenta poco después, la curiosidad de Emily hace que sus ánimos se levanten un poco. Obviamente, no es coincidencia.

 

Sus compañeros también empiezan a organizarse casi por inercia para confirmar sus sospechas. Emily, por su parte, se separa del grupo y vuelve a la repetitiva tarea de levantar las cajas por si logra escuchar algo más, notando que como bruja estaba acostumbrada a hacer tareas simple como esa con un breve movimiento de su varita mágica. Definitivamente, llevaba mucho tiempo sin relacionarse con muggles.

 

-¿De dónde son?

 

Es una voz desconocida que habla tras ella. Es uno de esos policías que había visto merodeando, su rostro es severo y confiado, aunque no pregunta con agresividad, no lo hace con amabilidad tampoco. Cuando el grupo de magos arribó al pueblo, llamó la atención. No tanto por su peculiaridad, sino porque el trabajo de esos "agentes" era precisamente desconfiar de todo y de todos.

 

-Somos de Devon, esperábamos poder ayudar varios pueblos.

 

Hace un ademán para quitarle importancia a su escueta respuesta, esperando que fuese suficiente para que la deje en paz. Al menos, mantiene lo que el paladín había respondido al predicador cuando llegaron. Respuesta que, como en todo pueblo pequeño, se había esparcido con la rapidez suficiente para llegar sus oídos. Nota que el niño que quería guiar al grupo mira, desde lo lejos, al agente con cierto temor. Podía ser solo un mal elemento que abusaba de su poder o quizás...

 

Entonces intenta usar la legilimancia con el hombre, pero algo se lo impide. Emily no se consideraba a sí misma como una legilimante sobresaliente, pero siempre que se lo proponía -y no se cruzaba con un oclumante- había podido utilizar la habilidad. Era mucho más sospechoso aún. Emily, con toda la gracia que pudo, se disculpó mientras se alejaba, buscando con la mirada a alguno de sus compañeros.

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- si, hace mucho calor aquí y ya hay muchas manos ayudando, sera mejor no estorbar - dijo sonriendo como si no fuera gran cosa y comenzó a caminar esperando que Madeleine la siguiera. Había visto a un policía acercarse a observar a la gente que había llegado con ayuda y si este hombre la observaba de cerca seguro se daría cuenta que no era del todo normal. Mientras mas rápido se alejara de ahi mejor. Había estado practicando los conocimientos para pasar al siguiente rango de los oscuros y era momento de usarlos, sabia que los lugareños no iban a hablar con desconocidos cerca. Y en cierto modo no los culpaba, por lo que acababan de escuchar, algo sobrenatural los rondaba y no iban a confiar en ellos solo porque les traían comida, por lo que ellos sabían, podían ser el enemigo tratando de engañarlos.

 

No estaba segura si el Ilusionismo en un numero mas o menos mediando de personas iba a funcionar pero tenia que intentarlo, por lo que planto en la mente de la gente del lugar la figura de uno de los chicos del pueblo que vio alejarse del centro, supuso rumbo a su hogar y que seguro no iba a entrar a la taberna pronto. Un par de personas levanto la mano en forma de saludo y supo que funciono. Suspiro con alivio, regreso el saludo y camino hacia una mesa en el fondo desde donde podía escuchar todo.

 

- Dicen que los chicos Johnson van a salir cazar lo que sea que esta en la niebla esta noche, están seguros que es algo de los magos y al final los magos son solo humanos con superpoderes - dijo un hombre de larga barba que se fumaba un puro.

 

- esos chicos nacieron con menos cerebro que el resto, y que si son magos los de la niebla, tu mismo lo has dicho, tienen superpoderes, ¿que piensan hacer ese par de cabezas huecas contra un mutante que con solo levantar un dedo los pueden desaparecer? Lo siento por su madre, no solo se ha quedo viuda, ahora se va a quedar sola

 

Tenia razón, la gente hablaba mucho si no sabia que había oídos en las paredes, el cantinero se acerco a la mesa y les pregunto que iban a tomar, la rubia pidio un Whiskey y dejo que los demas pidieran. No sabia si reirse o llorar cuando uno de aquellos hombres los comparo con los X men, los mutantes todo poderosos que podian ser comparados con los magos, si en realidad existieran los mutantes.

 

- esto se va a poner muy mal si me preguntan - le dijo a su compañera

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Con el ceño fruncido, Ellie observa a Madeleine seguir el camino indicado por Zahil, encorvada y con las manos ocultas en los bolsillos de su chaqueta; advierte, bajo la luz del sol, un brevísimo destello rojizo. Casi simultáneamente, varios miembros del grupo tomaron diferentes caminos: Vera, Hobb y Matt se alejaron hacia el muelle, mientras que en el caso de Sagitas y Ela, a pesar de haberse dirigido a la playa, parecían estar charlando con las personas que hacían oficio allí. Goderic parecía no tener en claro qué camino tomar y en cuanto a Emily, ella todavía está llevando algunas cajas, aunque tras echar un vistazo advierte que intercambia palabras con un policía muggle. Ellie no puede evitar sentirse preocupada, pero sabe que debe mantener la calma; por fortuna, ella parece sacudírselo rápidamente; al ver a la bruja buscando al grupo —ya bastante disperso— con la mirada, le hace un gesto con la mano para que se acerque.

 

—No me molestaría conocer mejor el pueblo —le dice a Scavenger y al niño, que parecen estar esperando por una respuesta. Palpa en los bolsillos de su falda y consigue un par de billetes muggle y algunas monedas; ahora mismo no recuerda muy bien cual es el cambio de la libra esterlina con respecto a los galeones, así que tiene que adivinar cuál sería una cantidad que el niño no encontraría insultante para su trabajo. Opta por uno con el número veinte—. ¿Ésto será suficiente?

 

—También acepto propinas al final del tour —responde el muchachito con una sonrisa ligeramente maliciosa.

 

—No te preocupes, todavía tengo fondos para la posada —le dice Ellie a Scavenger, por lo bajo. El niño comienza a marchar y las brujas lo siguen, aunque se quedan un poco atrás, lo suficiente como para poder hablar con cierta privacidad—. ¿Crees que el tema de Arturo y la Espada de Luz tengan alguna relación, o sólo haya sido una coincidencia? —pregunta, a sabiendas de que una sacerdotisa de la Orden de Avalon debería tener muy en claro esos temas.

 

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⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

Madeleine recorre el borde de su ya vacío jugo de granada, conteniendo las ganas de pedir una cerveza. El alcoholismo nunca se supera de verdad y es por eso que está decidida a mantenerse sobria, a seguir acumulando monedas de progreso. Pero, por los calzones de Merlín, cuánto desearía un buen vaso de cerveza ahora mismo. No puede evitar sentir cierto remordimiento hacia Ellie, por no detenerla cuando declaró que iría a por un trago, aunque ahora que lo piensa nunca ha exteriorizado con su familia sus problemas, de modo que no puede exigirles comprensión. Por eso sabe que no puede enojarse con Granger por arrastrarla hasta allí; lo cierto nadie la obligó a ir a un bar y si decidió venir, debe ser fuerte.

 

Además de la conversación acerca de los chicos Johnson, no ha escuchado nada muy interesante. Lo que ha observado, sin embargo, es que no todas las personas que acuden a aquella taberna son residentes de Ravenrock. Lo advierte porque, cuando ciertas personas personas entran, no reciben el mismo saludos que ellas tras el acto de ilusionismo de Granger y son relegadas a las mesas más alejadas de los demás. Madeleine observa que incluso el camarero se limita a dejarles la carta, sin mucho interés en lo que podrían ordenar. Quisiera realizar un encantamiento para escuchar sus conversaciones, pero allí no puede sacar la varita mágica ni los artefactos mágicos que están ocultos en su indumentaria.

 

—Mientras más información tenemos, más complicado se vuelve el asunto —responde Madeleine por lo bajo—. Termina con eso —dice, haciendo un gesto hacia el vaso de whisky que sostiene la vampiro—. No tenemos otra opción más que seguir indagando y hurgar un poco más.

 

Se levanta de la mesa y a sabiendas de lo que hace, se asegura de pasar frente a una mesa donde están reunidos dos hombres y una mujer, que hablan sin mucha emoción aparente mientras revisan algunos documentos impresos. Por supuesto, se callan cuando Madeleine camina cerca de ellos; en verdad, no esperaba escuchar nada. Se concentra en sentir. Últimamente, ha estado incursionando en el lado más destructivo de la Magia de la Oscuridad y esto no sólo se trata de crear caos, también debe comprender el orden. Para poder destruir hechizos, debe sentirlos. Divaga en aquella idea mientras, con calma, camina junto a aquel grupo de personas para buscar la puerta de salida de la taberna.

 

No se atreve a decirlo en voz alta, así que vuelve la mirada hacia Granger y concentra su energía psíquica para transmitirle, más que una ilusión —aunque teóricamente lo sea—, un mensaje.

 

«Hay magos en Ravenrock, además de nosotros».

 

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No estaba segura de porque Madeleine estaba incomoda pero igual apuro su vaso y lo termino en un instante. No es que le hiciera el mayor efecto y ademas el resto de las conversaciones eran mas bien monótonas, cosas demasiado humanas para interesarle. Se levanta tras Madeleine pero a diferencia de esta no se acerca demasiado a los demás, no le agradan y por ello los mantiene lejos. Pero a su compañera no parece importarle, hasta que se da cuenta que en realidad esta buscando informacion de otra manera. Camina mas despacio para dejar que haga su trabajo y cuando recibe su mensaje asiente y hace lo propio.

 

Camina cerca del cantinero y lo toca en el hombro para llamar su atención. Necesita sacarle información mas detallada de lo que esta pasando y los cantineros siempre saben todo. Le hace una seña a Madeleine para que la siga y se concentra en el hombre para usar en el la posesión.

 

- Escendia - susurra mientras su cuerpo se desvanece y toma total posesión del hombre al cual hace salir de la taberna por la puerta de atrás. Empieza a hurgar en la mente del joven y hace que comience a hablar.

 

- Hace unos meses , un grupo de hombres que dijeron ser del gobierno llegaron al pueblo, , tomaron control de la policía y parecen tener apoyo del alcalde de la ciudad, poco después comenzaron las desapariciones - comenzó a soltar el hombre que no se enteraba de lo que pasaba.

 

- ¿toda la policía?,- pregunto a la mente del joven

 

- si, corrieron a todos los antiguos y se quedaron ellos

 

No estaba muy a gusto invadiendo al chico asi que salio de el y le dio una ultima orden antes. Darse la vuelta y olvidar que había salido y que la había visto.

 

 

 

@@Ellie Moody

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«Hace unos meses... dijeron ser del gobierno...». Madeleine cierra los ojos e intenta poner en orden el enjambre de ideas que rondan su mente.

 

Hace un par de meses, comenzó la pesadilla. En marzo, tras la lamentable proclamación del Ministro de Magia, se desató el caos y la tragedia, siendo el suceso más trágico el ataque a Guernsey. La comunidad muggle sufrió incontables bajas por parte de los magos, entre ellos el del Primer Ministro, desaparecido desde marzo. Al sol de hoy, el tema político muggle es complicado y Madeleine no tiene muy en claro cómo funciona; sin embargo, le parece razonable asumir que si hay un gobierno tras aquel misterio, no puede ser el no mágico. O, por lo menos, no este por sí solo. La cercanía entre el trágico ataque y la militarización de Ravenrock no puede ser una simple coincidencia. «Tienen el apoyo del alcalde». Bueno, ¿por qué será que no le sorprende aquello?

 

«Hay magos en Ravenrock, además de nosotros». Está en claro que hay magos entre los agentes gubernamentales, pero ¿habrán más? Ellie le dijo que, oficialmente, no se sabía de la presencia de personas mágicas en el pueblo. Sin embargo, Madeleine sabe que no es raro que magos y brujas se oculten en pueblos muggles, para escapar de los problemas de las comunidades mágicas y tener una vida tranquila. No es raro que muchos prefieran mantenerse alejados del alcance del Ministerio de Magia. Y, con los últimos problemas, ¿es de verdad tan loco pensar que hay magos ocultos entre los habitantes del pueblo? Piensa en aquella idea, aunque de momento no le parece importante. Pero teniendo en cuenta el contexto actual, hay una idea que comienza a crecer en su mente y no puede ignorar...

 

Cuando el cantinero vuelve a entrar a la taberna, Madeleine cruza los brazos y se recuesta contra una de las paredes del callejón hacia donde había seguido a Zahil. Aunque todavía es de día, allí hace bastante sombra y el ambiente es frío.

 

—¿Por qué será que no hemos indagado acerca de las personas desaparecidas? —dice luego de unos momentos.

 

Asegurándose de que no hay moros en la costa, saca la mano izquierda del bolsillo y la levanta frente a ella. La pequeña serpiente rojiza, de escamas cristalinas y brillantes, la mira con sus penetrantes ojos negros.

 

Ruby, ¿escuchaste algo acerca de las personas desaparecidas? —sisea Madeleine en un fluido pársel.

 

Un niño llamado Thomas, hijo de Peter, el dueño de una panadería —responde la pequeña serpiente, mientras se mueve entre sus dedos—. El esposo de Trisha Johnson, una pescadora y dueña del barco Celtic Woman. Una infante llamada Rebecca, del orfanato de la iglesia...

 

Está bien, está bien —replica Madeleine—. Esa panadería debe estar más cerca que el muelle.

 

También puedes leer los periódicos, detective —replica la serpiente, antes de desaparecer en la manga de su chaqueta.

 

Pff. Por supuesto.

 

Madeleine vuelve el rostro hacia Zahil, recordándose que debe volver a hablar normalmente.

 

—Le haré una visita rápida al padre de uno de los niños desaparecidos —musita Madeleine—. Intenta averiguar algo de los demás, pero sé discreta. Tenemos que averiguar si hay algo especial en las víctimas, algo que las relacione... o si simplemente es algo aleatorio. Dame quince minutos.

 

Con preocupación, levanta la mirada al cielo. Los colores del atardecer comienzan a aparecer.

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

El periódico local de Ravenrock describió a Thomas Knox como el tímido hijo de Peter Knox, el dueño de la panadería más popular del pueblo. El niño de trece años había estudiando en la primaria del pueblo, pero al cumplir los once años su padre lo envió a estudiar a Londres con unos familiares y desde entonces sólo aparecía durante las fiestas y las vacaciones. Aún así, era bastante querido y su desaparición, la primera de todas, impactó bastante al pueblo. Durante semanas los habitantes de Ravenrock organizaron búsquedas por la costa, por los bosques poco densos e incluso se investigaron a las personas con antecedentes criminales, incluso leves. Pero fue inútil: Thomas Knox parecía haberse esfumado en el aire. De su desaparición, no habían testigos pero se sabe que fue durante la noche. Según la información brindada por su padre al departamento de policía, Thomas solía salir a jugar en las noches, junto a su gato Artie.

 

Madeleine guarda el periódico en su mochila antes de entrar a la panadería propiedad de Peter Knox, a tan sólo una cuadra del bar donde dejó a Zahil. Al entrar, un gato grande y muy peludo la recibe con un bufido. Bueno, un muggle confundiría a aquella criatura con un gato, pero ella es capaz de advertir que se trata de un medio-Kneazle. Según su collar, se llama Artie. «Así, tiene sentido que hayan dejado a Thomas salir en la noche por su cuenta —razona, mientras se adentra, ignorando el bufido de la criatura—. Los cruces de kneazles son menos llamativos, protegen a los magos de los enemigos e incluso pueden guiarlos a casa de forma segura. Salvo en esta ocasión, evidentemente...».

 

Casi de inmediato percibe los encantamientos protectores, aunque a ella no le afectan, quizás porque no se trata de una enemiga. Por supuesto, los magos que viven ocultos entre los muggles ahora deben protegerse todavía más. Sin embargo, ¿no le preocupará al mago tras aquello llamar la atención de las autoridades? «Si se trata de Peter Knox, ya le hicieron bastante daño. Quizás, simplemente, no le importa ya. O quizás intenta remediar algo...». Madeleine sacude la cabeza, diciéndose que no debería pensar en aquello, por tratarse de un tema personal.

 

No hay nadie en la panadería, sólo un hombre tras el mostrador. Luce cansado y abatido, y si bien su rostro pareció iluminarse al escuchar la campanilla de la puerta, tras ver a Madeleine y no reconocerla, la luz se apaga. Puede darse cuenta de que no hay nadie más; está sola con él. «Lo siento, pero debo ser un poco brusca. Prometo que valdrá la pena».

 

Con descaro, saca la varita mágica de su bolsillo, aunque no se atreve a usarla. Pasa el seguro de la puerta tras ella y baja las persianas de las ventanas. Y mantiene la varita mágica fuertemente empuñada, esperando que aquel gesto agresivo lo detenga de sacar su propia varita. No quiere pelear, pero no tiene tiempo para andar con rodeos. Necesita escucharlo de él.

 

—Sólo quiero saber qué está pasando en Ravenrock —susurra, con la voz ronca—. Su hijo Thomas, ¿era... es un mago, verdad?

 

—Lo somos.

 

—¿Hay muchos magos en Ravenrock?

 

—No. Ya no. Hace algunos años, sí... pero el año pasado, la mayoría comenzó a marcharse, cuando el pueblo pasó con una etapa difícil. Sólo unos pocos nos quedamos para levantar el pueblo donde nacimos y crecimos. Pero entonces...

 

—¿Todos los desaparecidos son magos?

 

—No. Pero comenzamos a ser perseguidos y con la llegada de esa gente del gobierno, prácticamente quedamos atrapados aquí.

 

—¿De cuál gobierno son?

 

—Como si importara...

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

Madeleine regresa a la taberna con una pelota de goma en la mano, confiada a ella por Peter. «Si pudiera, lo haría yo mismo», le dijo el hombre, para entonces explicarle que él y otros magos del pueblo están siendo vigilados, chantajeados y amenazados por las nuevas fuerzas policíacas. Le aseguró que tienen los recursos para monitorear la magia que los magos realizan a través de sus varitas, algo similar al rastreador de magia que utilizan en los magos menores de edad. Para su fuero interno, Madeleine agradeció no haberse atrevido a usar la varita mágica, aunque le preocupan sus compañeros; espera que ninguno deba utilizarla... y especialmente, espera que esos detectores no puedan percibir la magia no verbal y sin varita que son capaces de utilizar. Peter le entregó el juguete de Thomas, con la esperanza de que sirviera para algo. La verdad, no está segura de ello pero no fue lo suficientemente valiente como para reconocerlo.

 

«Puede contar con la Orden del Fénix —fue la promesa que le hizo—. Desenmascaremos a quiénes están tras esto, aunque sean de los nuestros».

 

«Seguramente así se ganarían la confianza del pueblo —respondió el panadero—. Sería bueno poder dejar de esconderme...».

 

Cuando vuelve a reunirse con Zahil, concentra su poder psíquico para, mediante una serie de ilusiones, transmitirle la información que consiguió leyendo el periódico y hablando con Peter Knox. Entonces, aguarda para escuchar lo que ella tiene que decir.

 

—¡Ya es hora de cerrar! —dice de repente el cantinero, haciendo sobresaltar a Madeleine— ¡Vamos! El ambiente está pesado y está oscureciendo demasiado rápido... será mejor que nos vayamos todos a casa...

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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El día está bastante avanzado cuando los tres paladines deciden a la taberna más descuidada de todas. Cualquier persona al verla no sería capaz de entender como es que se mantiene en pie, como es que la humedad no ha terminado con todas las vigas de soporte. Pero como mago, y con su cerebro funcionando a máxima capacidad, Hobb es capaz de ver a través de la bruma cuando están suficientemente cerca.

 

Efectivamente la taberna sigue mostrando una apariencia deplorable. Pero justo en los lugares en dónde la estructura debía colapsar se observa el brillo de la magia. Ayuda mucho que el día esté avanzado y el sol apenas aclare el cielo. Al mago le queda bastante claro que dentro de aquel lugar apestoso y asqueroso se podrán encontrar con magos y brujas. Queda pendiente el saber las intenciones de esa gente. ¿Delatarían a la Orden del Fénix si sus secretos se ven en peligro? O al contrario ¿Estarían dispuestos a unirse, aunque sea temporalmente, y luchar por el lugar en dónde viven?

 

—Esa taberna vieja se sostiene con magia. Al menos un mago o bruja vive o administra ese sitio.

 

Dentro de la taberna se separan aunque no mucho. Sin perder de vista a sus compañeros se sienta en una mesa en dónde está sentado un joven que tiene la edad aproximada de Benjamin. La primera reacción del chico es la sorpresa ¿Porqué un completo extraño se sentaría junto a él cuando hay muchas sillas vacías? Antes de decir una sola palabra, Hobb coloca sobre la mesa un anillo y lo activa. Nadie más a parte de los dos podrá escuchar la conversación.

 

La mesa en la que está es perfecta. Desde ahí puede ver la puerta por la que se debe entrar. También tiene a la vista la mitad de las ventanas de la pocilga. Y mucho más importante, puede mirar directamente a los ojos marrones de un sexy pescador. Reconoce ese rostro, esos ojos, la piel bronceada por el sol. Es uno de los rostros que Kaori usa en el Simposio. Es bueno tenerla cerca.

 

—¿Qué haces aquí? —pregunta mientras con el dedo golpea la mesa produciendo un sonido armónico: una contraseña —. Eres de el MACUSA ¿Con quién es tu lealtad?

 

El muchacho no contesta enseguida. Piensa que decir. ¿Duda de su lealtad o duda de la lealtad de Hobbamock? Probablemente un poco de ambas cosas. Lo entrenaron para dudar, para intentar dar las respuestas que el que pregunta espera escuchar. Es alguien en quién no se puede confiar del todo, cada una de las palabras deben ser analizadas y estudiadas.

 

—No le respondo al MACUSA, le respondo a su presidente. La niebla nos debilita, rompe la conexión que tenemos con...

 

El rubio deja de hablar porque ya es físicamente imposible que hable. En los dos segundos que tarda en golpear la mesa con la cabeza, Hobb puede ver el cuchillo en la garganta del muchacho. En esos mismos dos segundos mira hacia los paladines, mira hacia Kaori. Todos están bien. Y en esos mismos dos segundos dispara una flecha que golpea en el hombro del asesino. Pero ese tipo no está solo, hay más personas que lo acompañan.

 

 

 

 

@@Mackenzie Malfoy @

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