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Libro de los Ancestros ― Junio 2020


Khufu
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La necrópolis de Guiza es un lugar mayestático durante la noche, iluminado solo por la luz de las estrellas y la luna menguando sobre lo que queda de aquel arte, es al verlo algo realmente aun más imponente de lo que es durante las horas del día, en su humilde perspectiva parece que conjura magia por cuenta propia. Es, en pocas palabras, un espectáculo admirable, inclusive, es difícil pensar que para aquellos menos experimentados podría ser solo algo que pasa sin siquiera ser notado. Y es que ha pasado también bastante tiempo desde que el guerrero admiró por última vez, con la tanta calma del desierto, su ocultismo, pero hoy ¿qué era mejor entonces que volver a los orígenes para aprender de uno de los libros de magia guerrera más avanzados? después de un largo rato de no estar en su elemento, aquella sesión se vuelve de pronto algo bueno también para Khufu.


La noche sobre ellos está por extinguirse pronto y es mucho más oscura de lo que nunca fue, atravesar el desierto que rodea la meseta de Guiza es posiblemente más peligroso hacerlo en ese momento que hacerlo durante el día con el dominante sol sobre sus cabezas. Aun así, tratándose de aprendices de magia tan avanzada, como lo son los aprendices para la magia del libro de los ancestros, Khufu se imagina que el menor de los problemas para ellos será la geografía del lugar de la cita. Lo sabe bien porque el lugar está invadido por trampas y maldiciones de todo tipo, construidas por los pueblos egipcios en una cohesión entre magos y no mágicos, fabricadas con el único propósito de evitar que el paso de una vida a otra de sus reyes sea perturbado por algún profano ser. Por lo tanto, llegar hasta él sin perturbar la calma de la noche es una buena práctica para poner a prueba los poderes acumulados por los aspirantes hasta ahora.


El silencio lo invadió rápidamente mientras repasa en su mente la información que la universidad le da al guerrero sobre los aprendices, sin duda es un grupo peculiar, y no lo dice solo por el parentesco que llevan en sus apellidos, sino por los antecedentes en sus pasadas prácticas de la magia guerrera; siempre juntos, al menos la mayoría del grupo que se presentaba hoy. Esa idea lleva a Khufu a preguntarse si es que acaso ellos no pueden hacerlo solos, si es que individualmente no tienen la voluntad y la fortaleza de aprender y practicar de la magia guerrera sus poderes a su propio costo. De ser así, de necesitar la compañía uno del otro con tanta insistencia, quizá ellos no merecen estar ahí el día de hoy, pues Khufu consideraría que solo han aprendido de los guerreros su magia, mas no la ética de los antiguos pueblos de los Uzza.


No obstante, el viejo guerrero puede entender también que son otros tiempos y las circunstancias tampoco son las mismas que como a ellos se les ha forjado el título de guerreros Uzza, y sabe reconocer también que cabe la posibilidad de que la necesidad de esos tres por llevar los aprendizajes juntos se deba a alguna clase de magia experimental estructurada por las nuevas generaciones de hechiceros, adaptadas mejor a su forma de vida, a la particularidad de su día a día, a los hechos de la realidad que agobian y perturban este presente. Cosa que, bajo la perspectiva de Khufu, quien en más de alguna ocasión tampoco ha estado del todo de acuerdo con algunas costumbres Uzzas en cuanto al conocimiento, es algo interesante de ver, mucho más lo es ser parte de eso.


La pálida mirada gris del arcano está perdida en algún punto alto de una de las pirámides mientras espera por ellos, no se impacienta, pero era mejor comenzar antes de que el sol se asomara, aunque de todas formas no es que fueran a pasar el resto de la enseñanza bajo los rayos de intenso calor, por supuesto que eso tampoco es una promesa de que lo que les espera a todos ellos ahí, bajo las ruinas de Keops, pudiera ser mejor.

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― Fulgura Nox. ―cruzó el portal y se quedó quieta después de que éste se cerrara.

 

Conocía el lugar, no porque hubiese estado allí antes sino por sus libros. Le resultaba un lugar fascinante por la cantidad de magia que decían que poseía, aunque nunca se hubiese aventurado a visitarlo. El calor le resultaba insoportable y los desiertos no era muy de su agrado, lo único que podía interesarle, entonces, quedó desplazado porque -en su momento- tenía otros rumbos por explorar. Ninguno le había dado resultado, al menos no el que ella quería, así que pensó, muy probablemente, que hubiese dado igual que retrasara tanto ese momento.

 

No corría viento, el lugar se encontraba en calma, mas no se fiaba porque tenía entendido que aquella aparente calma, sólo era la antesala de lo catastrófica que podría resultar una inocente aventura. Aferró contra su pecho los anillos y amuletos que colgaban como dije de una cadena en su pálido cuello, no estaba todos allí, claro, se las arregló para acomodar un par en su oreja izquierda, de modo que quedasen como pendientes -aunque era la única oreja adornada- y el resto se encontraba dentro del bolsillo de su vestido, al que había encantado para que pudiesen entrar la de cosas que solía llevar encima.

 

De su bolsillo sacó un trozo de pergamino, sobre el que vertió una gota de la esencia del Anillo de Presencia, y lo encantó para que saliese volando como si se tratara de los memos que solía usar en el Ministerio de Magia. El pergamino, convertido en un avión de papel, se alejó de la bruja rumbo a las pirámides que tenía enfrente. La idea era que pudiese tener una visión más amplia y, quizás, exacta del ambiente al que debía enfrentarse y el suelo sobre el que debía pisar. Activó también el Anillo de Escucha y el Anillo Detector de enemigos pero, ¿qué enemigos podría encontrar allí?. Agg... Se fastidió de sólo pensar que Khufu podría querer castigarla por la última vez que la vio.

 

El pensamiento le hizo sonreír, no creía realmente que el Uzza fuese así de resentido.

 

No hay nada... ―susurró al concentrarse en la visión que el trozo de pergamino le ofrecía. Aunque lograba distinguir, apenas, un poco de movimiento allá llejos -y del otro lado de donde ella estaba- por parte del guerrero. Resopló. Había calculado mal la ubicación del portal, nada nuevo, desde luego.

 

Así que emprendió la caminata larga, siempre pensando en que podría utilizar magia para llegar más rápido, mas los rumores que rondaban acerca de lo que rodeaba a las pirámides le hacía retroceder un paso de esos planes fáciles. Acostumbrada como estaba a no calzarse, notó un poco la diferencia al lugar al que estaba habituada. Era diferente, y el sol estaba muy fuerte, pero decidió que podría ser la oportunidad perfecta para un bronceado natural, ya que lucía siempre un pálido enfermizo. Más tarde se daría cuenta de que no serviría de nada, su piel era como era y no iba a adquirir color por mucho sol que tomase.

 

Se detuvo unos instantes, a unos metros de Khufu, pues a su oído llegó un susurro que no era suyo, llevado por un viento que no sopló. El Anillo de Escucha no había detectado nada y, aunque el detector de enemigos brillaba con una luz muy pobre, no podía decidir si se trataba de una amenaza. Dio un paso más.

 

Nada.

 

Suspiró. Debía parecer una ridícula.

 

Maestro... Khufu... ¡Qué extraño deja vú! ―murmuró cuando por fin llegó hasta él, extrañamente emocionada.― Lamento haberme perdido el resto de la clase la última vez, supongo que los tiempos no eran los indicados. ―miró a su alrededor, le extrañaba haber sido la primera en llegar. ¿Dónde estarían sus vástagos?.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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La bruja aterrizó sobre el desierto de Guiza, en medio del atardecer que estaba terminando. El silencio ensombrecedor le hizo mantenerse alerta hasta que frente a sus ojos de materializó lo que parecía ser un haz de la noche. Su madre, Candela, salió de él y una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de la bruja. Era conocido por los amantes de la historia que los alrededores de la pirámide de Keops mantenían encantamientos que repelen a cualquier ser magico que los atravesara, eso sí, aparecían solo cuando pisabas ciertas zonas aledañas.

 

Esperó a que la bruja emprendiera su camino para seguir sus pasos, tal cual por donde ella caminara, la calva caminó. De forma lenta y silenciosa, sabía que cualquier movimiento en falso sería su fin, y aquello traería, quizás alegría a su propia madre. Observó su reloj de muñeca y esperó a que la bruja se acercara al guerrero.

 

Sus amuletos y anillos estaban colocados perfectamente en su cuerpo. Algunos como brazaletes, otros de collares y sus anillos decoraban cada dedo, incluso el de Parcel que recientemente había adquirido. Sus pasos se hicieron presentes cuando la voz de La Zingara saludó al antiguo hombre, quien con anterioridad ya le había dado clase a la Triviani.

 

- Buenas - saludó, con simpleza. Posicionándose a un costado de la castaña, a espera de que sus hermanos llegara. Los tres Triviani siempre cursan las magias de los libros juntos, esperando que durante todo aquello alguno fallara y eso fuera objeto de grandeza para los otros, aunque por otro lado, era más una forma de poder luchar e infringir daño a los otros, antes que otra cosa. Pero esta vez, la presencia de su madre lo cambiaría todo, para bien o para mal, eso estaba por verse.

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Por algún divino milagro, la clase anterior había terminado. EL hombre no había sido tan despreciable como el anterior, si los ponían a ambos en una balanza pero su mente desvariaba demasiado seguido para su gusto y pese a que solía tenerle cierta paciencia a los ancianos, el enterarse que Khufu también lo era debía ser la peor noticia del día. Unas semanas antes habían adquirido el libro de los Ancestros en el Magic Mall y después de una larga espera, que se hizo infinita debido al ritmo que le gustaba llevar sus clases, les habían dado el bueno y una pequeña descripción del guerrero, que ya lo conocía.

Era un trabajo tedioso aparentar que todo el mundo era agradable y altamente capacitado, así que no los juzgo cuando le dijeron que era un buen hombre el que iba a darles la clase. Pero por sus experiencias pasadas, era mejor no fiarse de lo que les dijeran porque después pasaba lo que había pasado con Bakari y sus dichosas invocaciones, que casualmente decían ser "suerte". Sin embargo, pese a su mal genio y las pocas ganas que tenia de ver a su familia, logro hacerlo.

¡Termidor! exclamo, esperando que su elfo se hiciera presente. ¿Mis hermanos ya partieron? preguntó después de un rato buscando en su armario, hasta que encontró una túnica adecuada para la ocasión.

Solía llevar pesadas vestimentas, elegantes prendas que se ceñían en su figura y no fue ninguna sorpresa que eligiera una así en ese momento. Ésta era de color verde esmeralda, que realzaba sin problemas el color negro de sus ojos, y que, a diferencia de las otras, no era tan pesada. La tela respiraba y se movía con soltura, como si estuviera al viento en todo momento y era precisamente eso lo que necesitaba para el viaje que estaba a punto de realizar. Enfundó su cuerpo semi desnudo en la ropa y se miró al espejo complacido, antes de alborotar un poco su cabello.

Recogió su varita de la pequeña mesa que habitaba en su habitación, junto con el monedero de moke que siempre solía llevar consigo, y salio por la puerta para aparecer en los desiertos de Guiza.

Lo primero que pudo ver fue la Pirámide, le había llamado la atención su forma, y le habían entrado unas pequeñas ganas de poder animarla y utilizarla para llegar hacia donde estuviera Khufu esperándolos, que seguramente, sus hermanos y madre, ya estaban con él. Observo el suelo y la fina arena se colaba por sus botas, por lo que apunto con su varita al monedero y hizo salir del mismo una Alfombra Voladora, se subió a ella y con sus pensamientos la dirigió hacia donde el olor a cobre mezclado con azufre que su madre desprendía lo llevase.

Parece que no he sido el ultimo en llegar. se alegró, y busco con la mirada al más grande de los hermanos. No me extraña que se hubiera caído en un banco de arenas movedizas. observo su reloj de bolsillo, que tenia una T grabada. Guerrero... soltó a modo de saludo.

Se acerco a Candela y le entrego una pequeña botella con ginebra con total discreción, lanzando una sonrisa divertida, creyendo que nadie lo notaria.

Editado por Matthew Triviani

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La moto empezó a fallar a mitad de camino y Jeremy no entendía el porque. Los botones no respondían , las alarmas no dejaban de pitar e iba perdiendo altura. "Maldita seaaaa" Pensó mientras hacia una maniobra de derrape para evitar colapsar contra una de las pirámides de Guiza. Tuvo suerte, solo un raspón en el tanque fue todo lo que gano. El calor abrazador venia humedeciendo sus cabellos rubios, debajo del casco, desde que había empezado el viaje en las afueras de Londres. Ahora la remera blanca con las mangas arrancadas se le pagaba a la espalda, los tatuajes de sus brazos, con la Marca Tenebrosa entre ellos mostraban un color mas oscuro junto a su pálida piel. Hasta el pantalón de Jeans holgado y las zapatillas deportivas claras con tres lineas a los costados, hacían que volar fuera mucho mas pesado e insoportable.


En las manos, Jeremy llevaba los anillos mágicos junto a unos comunes, y del cuello un colgante con una piedra centrar y varias pequeñas alrededor, que simbolizaban la unión de los talismanes mágicos que ya poseía. Dentro del Monedero de Moke, estaba el libro de la clase, que había releído un par de veces para adelantarse a lo que pudiera pasar dentro de la enseñanza. Recordó la ultima con Bakari y sonrió por los buenos recuerdos de ver al guerrero colgado por los pies por la propia suerte del azar. El caño de escape dio una temible sacudida y se fue en picada hacia abajo. Aumentando la velocidad, pero reduciendo la altura en la que se encontraba.


Por los anteojos de motociclista, el Triviani supo que se estrellaria contra las personas que podia vislumbrar desde esa altura. Por las coordenadas, sabia que aquellos alumnos eran su familia, y que la clase estaria a punto de empezar. Saco la varita e hizo lo primero que se le ocurrio que fue empequeñecer la moto hasta atraparla en la palma de su mano y usar el amuleto volador para aterrizar de forma perfecta sobre la arena... bueno, ese era el plan. La primera parte salio muy bien, y el aterrisaje perfecto se convirtio en un tropiezo y una bola de arena cuando rodo hasta los pies de su madre cubierto de polvo.


-Buenos días -Dijo poniéndose de pie - Madre, Matthew, Usurpadora y Guerrero. Me alegra volver a verlos -Mintió quitándose el casco y los lentes para hacerlos desaparecer dentro del monedero.

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Despegó la palidez de sus ojos de lo alto de la pirámide para dedicarle a la primera Triviani en llegar una mirada significativa, con eso el guerrero cree comunicar lo suficiente, o al menos eso espera, ya que en realidad no hay mucho más tiempo de intercambiar palabra solo con ella, pues cómo si se tratase de una sombra, o un espectro atado a ella tal vez, una figura esbelta aparece por detrás de la mujer, casi contándole cuidadosamente los pasos. Las palabras se le quedan atrapadas en la boca mientras ve llegar al siguiente par, que son mucho menos discretos en aparecerse frente a él de lo que son las dos mujeres, pero que finalmente están ahí. Khufu los recibe entonces a los cuatro con una venia apenas pronunciada antes de darles nuevamente la espalda para dirigir su atención al camino que lleva hacia la pirámide, y espera que ellos sigan el ejemplo.


Khufu comenzó a moverse hacia el interior.


Frente a ellos no sólo había caminos y señalamientos que los adentran a la necrópolis hasta donde se tiene sanamente permitido, que mantienen a todo al que se acerca a raya, algo que parece pertenecer a las costumbres de los no mágicos, si no que también, cómo desenterradas de la arena, se encuentran los vestigios de lo que queda de aquellas antiguas civilizaciones, entre las cuales sin duda alguna sobresalen las pirámides. Era una rima bastante melancólica en realidad, cómo algo tan grande, que en su mejor momento exponía con tan solo su presencia la grandeza de sus pueblos, ahora se reducían a sólo existir como un tesoro sin aparente valor. La historia sin fin de la humanidad misma.


Las pirámides y catacumbas de esta antigua necropolis es un legado que vidas pasadas han dejado. En sus interiores guardan tantos secretos, y muchos mas tesoros como conocimientos, interpretados por diferentes culturas también, muchas veces más a conveniencia, pero igualmente han sido extraídos y enseñados por generaciones-, la voz del guerrero era tranquila, como el calor que de apoco comenzó a amenazarlos con el final de la noche, de apoco los cielos se pintarán de vibrantes colores y anunciarán la calurosa mañana en el desierto de Egipto. Un fresco soplo sacudió al grupo, posiblemente el último respiro de aire fresco que tendrían en un largo rato. ―De igual manera aquella magia que interpretamos ahora es el resultado de todo ese conocimiento adquirido, conocimiento que a través de los años se ha ido transformando-, es quizá una explicación obvia, pero que Khufu considera importante sobretodo teniendo en cuenta el lugar donde están.


Después de recorrer varios metros hacia el interior, las pirámides más grandes aun se encuentran a una distancia considerable de ellos, posiblemente no es la intención del guerrero perturbar la calma de sus interiores por ahora. Khufu se detuvo entonces cuando, bajo sus pies también descalzos, la arena se siente solo un poco más sólida, como si de un piso de piedra se tratara. Con la ayuda de la vara de cristal invocada desde el tatuaje de su antebrazo, el guerrero consigue revelar entonces un esquema aparentemente picado en piedra por debajo de ellos, en una explanada que no es muy grande, pero que se bifurca para llevar a diferentes caminos. Las escrituras sobre ellas son de lenguaje Egipcio, quizá algo más elaborado de los jeroglíficos que se está acostumbrado a ver, pareciera de pronto la mezcla de algo más que solo la cultura de la reconocida República Árabe.


Ustedes cómo persistentes aprendices y practicantes de la magia guerrera...-, hizo una pausa, el viejo Khufu se giró para encontrarse cara a cara de nuevo con los cuatro hechiceros, deteniendo su mirada antes sobre Candela, aún si no había terminado su intento anterior, ella seguía tratando ahora, por lo que queda aun dentro de esa categoría de persistentes aprendices. ―...Han conseguido un gran entendimiento sobre el conocimiento de la magia guerrera-, con un ademán indicó que se posicionaran cada uno en un símbolo, haciendo entre ellos cuatro la forma de una media luna. ―Pero, solo por un momento, olvídense de todo eso y solo concéntrense en este lugar, y en la magia que el libro de los ancestros les ofrece.


Al ser usuarios tan avanzados dentro de la magia guerrera Khufu siente casi una pérdida de tiempo preguntarles si es que se han tomado la molestia, aunque sea, de haber hojeado las páginas del libro detenidamente. Aun así, se lo considera altamente antes de continuar.


Imagino que se han preparado con anterioridad. En las páginas de sus libros, una vez que la cuota de inscripción se les ha cobrado, se les han sido revelados también los hechizos y demás elementos que conforman la magia de los ancestros-, esas deben ser cláusulas en los contratos con la magia guerrera impuestas por parte de la universidad que decisión del viejo guerrero, guardián por años de tales conocimientos, pero, ¿qué se le podía hacer? ―Ante los demás, cada uno explicará entonces solo un elemento de los que se muestran ahí-, dio la instrucción con calma, antes de repasar los rostros frente a él, apenas capaz de reconocer alguno de ellos bajo la escasa luz de la última hora de la noche. ―Adherida su explicación intenten crear también un obstáculo, algo para que otro de ustedes pueda defenderse o apoyarse con ayuda del hechizo o amuleto que han traducido.


El guerrero necesitó entonces de un movimiento más de su varita para arrastrar el piso bajo los pies de ellos, haciendo que los cuadros sobre los que están parados se muevan como si fueran piezas de un tablero, de manera que quedan acomodados para tenerse uno frente a los demás sin problemas, de modo que parecieran todos y cada uno de ellos sus propios obstáculos para avanzar a lo siguiente.

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La calva se mantuvo en silencio mientras su otro par de hermanos llegó, con algo más de bulla, sobretodo Jeremy quien se revolcó por el arenoso suelo, besándole los pies a Candela. Parecía que lo hacía a propósito, y aquello lograba sacar de quicio a Zoella, más cuando se empeñaba en llamarla por aquel apodo que tanto detestaba. Reviró los ojos y decidió ignorarlo.

 

La calva siguió al guerrero, sin pronunciar palabra alguna o siquiera mirar a su familia. El interior de los pasadizos les da la bienvenida a la necrópolis, con caminos y señalamientos que indican pasajes a quien sabe dónde, en los horizontes las pirámides se daban a ver en medio de la oscuridad que les rodeaba. Los pasos de todos retumbaron en el silencio, mientras Khufu comenzaba a relatar. El viento sopló una última vez, anunciando que la noche estaba cayendo finalmente y a su vez, que la clase iniciaría.

 

Los jeroglíficos que lograban ser captados por los ojos de la ojigris, se arremolinaban en sus memorias, buscándole significado alguno a lo que lograba captar en las breves miradas a las paredes. Dichas imágenes se observaban escondidas en las paredes que recubren la base de las pirámides. El Uzza se detuvo, y por consecuencia a unos metros más atrás, los Triviani imitaron la acción del guerrero.

 

Los ojos de la calva se movieron a la vara de cristal, que pronto tocó el arenoso suelo invocando o quizás revelando algo que bajo los pies de todos ya estaba. Un gran esquema de piedra, donde se observan letras más antiguas que cualquiera de nosotros ahí parado, puede decirse que incluso más añejas que el mismo Khufu. Varios caminos se abrieron ante una bifurcación, con escrituras que la calva no logró descifrar en ellas. Las palabras del Guerrero volvieron a llegar, dando las indicaciones con las que supone empezaría la clase. La calva llevó sus pasos a la punta más alejada, donde iniciaba la media luna y los 4 debían de estar ahí parados viendo al guerrero.

 

Un símbolo donde una pequeña luz resplandecía en el dibujo a los pies de Zoella. La bruja como siempre, había leído con gran minuciosidad este libro, más cuando el anterior se había encargado de jugarle en su contra durante toda la clase. Escuchó las indicaciones y antes de que cualquiera empezara a hablar, el esquema bajo los pies de todos empezó a girar, posicionándolos a todos en una especie de círculo, donde lograran observarse entre sí desde cada ángulo.

 

La Triviani repasó el rostro de todos en la oscuridad, y decidió ser la primera en hablar - Arena mágica del desierto, si estas son sopladas contra alguien, su visión desaparecerá durante un tiempo. La única diferencia de ésta, con las arenas del hechicero del libro del equilibrio, es que la vista regresará progresivamente. Primero la luz, luego parecerá doble visión, y segundos después una vista borrosa hasta que llegue por completo - explicó, sacando el frasquito escondido en el colgante dentro de su blusa - Dando tiempo a que logres escapar de los ataques de tu oponente. Pueden ser usadas en pociones, produciendo escozor en los ojos y ganas de dormir, se guarda en este colgante, en un frasco que irá reponiendo las arenas conforme pase el tiempo - finalizó, destapando la misma y colocando una cantidad generosa en su mano.

 

Sopló de ella con bastante brusquedad, justo cuando el viento nuevamente sopló luego de un largo rato, en dirección a donde las arenas eran sopladas, cayendo así, si tenía suerte, en sus tres familiares.

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Le dedicó una sonrisa fugaz a Zoella, cuando la vio aparecerse y agradeció -internamente, claro- el que Matthew se hubiese acordado de ella y le entregase una botella de ginebra. A Jeremy no le prestó atención, mas bien se alejó un par de pasos cuando éste se puso de pie y prefirió seguir al guerrero, bastante separada del mayor de sus hijos. Sería una clase especial, lo notaba. Quizás se debía a que llevaba mucho tiempo sin pisar una o que, en esa ocasión, fuesen sus hijos quienes la acompañaban. Cual fuere el caso, podría aprovecharlo para sacar a relucir el gran instinto maternal del que era dueña.

 

Candela escuchaba las palabras de Khufu mientras devoraba lo que podía con la mirada, le interesaba la magia antigua que, sabía, poseía el lugar. Tan ensimismada estaba, que terminó su cara contra la espalda del Uzza, cuando éste se detuvo. Estuvo a punto de soltar palabras poco propias de una dama, pero se mordió el labio para contenerse; sería una estupidez mostrarse violenta verbalmente cuando aún ni siquiera habían comenzado. Contempló a Khufu con algo de resentimiento y se hizo a un lado para dejarle hacer a su antojo.

 

La gitana se estaba preparando para dar una demostración, con un poco de trampa, de la magia Uzza, pero Zoella se le adelantó; así que debió crear otra estrategia porque también iba a usar parte de la demostración de la pelona. Lo siguiente que hizo fue invocar a Kansho, la daga cuyo poder estaba tan ansiosa por probar, pues su apariencia tan pomposa era lo de menos para ella. Lo que sabía de ella distaba mucho a su utilización en el campo, sobre todo porque creía que era poco comparable con cualquier otro objeto; incluso con la Daga de la Sangre, su -hasta ahora- favorita. Cuando Kansho apareció, la Triviani no podía imaginarse nada de lo que pasaría a continuación.

 

Sabiendo que podría esperar un ataque por parte de Zoella, pues era su hija, estaba en su naturaleza -no iba a tomar las palabras de Khufu como mera sugerencia y ser blanda en sus obstáculos, no-, Candela tomó a Kansho y la antepuso entre ella misma y la arena que la chica había soplado. Los que no estuviesen acostumbrados a ese tipo de magia, podrían haber dicho que se trataba de una situación como otra y que nada había cambiado, pero ellos, que estaba habituados al poder de los Uzza lo notaron.

 

La arena cayó sobre la Zingara, mas el efecto que, se suponía, debía afectarle, no fue así.

 

A que no te lo esperabas... ―molestó un poco a Zoella, no quiso girarse a ver qué tal les había ido a los otros dos. Seguramente estaban ciegos ya.― Pues he invocado a Kansho que, además de tener un nombre tan bonito, tiene una utilidad igual de bonita. ―sonrió, apenas― La daga ha absorbido la magia de la arena que me echaste encima... ―le dedicó una mirada furibunda a su hija― y sólo quedó, pues eso, arena. Kansho es una daga capaz de absorver la magia de tí, de tí y de tí... ―señaló uno a uno a sus hijos, y terminó señalando a Khufu― Y de usted también. Y se guarda los hechizos para más tarde, un contraataque siempre es bienvenido.

 

Sonrió abiertamente, aunque en sus ojos mercurio brillaba maldad.

 

La verdad es que no pensé que funcionaría, intenté usarla hace poco, eh... En otra ocasión... Y no fue lo mismo. ¿Qué cambia? ¿Qué ahora esté en clase y que antes quise usarla de modo ilegal? ―preguntó como si aquello fuese lo más normal del mundo.

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El vampiro luego de la agitación de su llegada, se sintió mas a gusto con la clase, hasta podía ignorar el calor como su familia había ignorado su saludo. Utilizo sus manos para sacudir el resto del polvo que contenía su vestimenta, mientras mientras se iban adentrando en el desierto al compás de las palabras del Arcano. El paisaje se volvía mas nítido a medida que se acercaban, bajo sus pies empezaron aparecer el lenguaje antiguo de aquella civilización extinta. Parecía ser mas extraña y con vida propia viéndola desde la tan cerca. Se preguntó como seria haber aprendido aquella magia tan poderosa en esa época, suponiendo que hubiera cursos preparados para magos, o sencillamente era mas probable que unos pocos consentidos pudieran aprenderla.


Jeremy asintió cuando el guerrero dio por sentado que habían leído el libro, confirmando que se había tomado ese trabajo con suma dedicación por el interés que le despertaba, en especial, ese libro de magia. Tal vez el nombre que portaba era lo que hacia que se sintiera, en parte, muy interesado en aprenderla. Con muchas dudas se paro sobre el cuadrado que le pertenecía, pudiendo ver a su familia al completo. No tardo la usurpadora en usar aquella indicación de Khufu, para usarlo en contra de su familia. Tan típico. Candela, por otra parte, fue la primera en defenderse. Jeremy fue el siguiente.


-Cantar del Eleboro -Murmuró creando una vibración musical de tonos bajos que lo protegerían a él y a Matthew del efecto de su hermana. Aquella protección le confería inmunidad a sus sentidos y a su vez, los agudizaba.


-Presentare el Amuleto Anti Robo -Dijo tocando su collar hasta que se transformo al instante, en una representación de Hermes con su casco alado, pero en tamaño diminuto y de porcelana - Este pequeño objeto tiene la capacidad de proteger una mansión entera, un negocio o cualquier lugar donde este colocado. Recordemos que Hermes en el dios griego de los ladrones, el comercio, los viajeros, mensajeros y los mentirosos. Tiene sentido que este pequeño totem mágico, mantenga alejado a las personas que son ligeras de manos o sin honradez.

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El primer vistazo de Khufu fue agradable y más de lo que esperaba y lo siguiente, muy cercano a un profesor real, lo dejó algo perplejo. Poco les importaba a los guerreros cómo se llamaran mientras que no se comportaran como primates con algo de magia y que este, que era visiblemente mayor, si lo tuviera era un dato curioso. Tampoco había pasado por alto el hecho de que se llamaba a si mismo guía y no profesor. Quizás seria una mejor clase para la familia y no el típico suplicio que iba de la constante batallas entre temperamentos y la necesidad constante de no morir en un intento del Uzza por deshacerse de los estudiantes.

Pero era demasiado pronto para juzgar al hombre.

Su hermana empezó con el discurso y él escuchó con atención, como si jamás la hubiera visto y no supiera quién era, demostrando verdadero interés en cosas que ya sabia desde mucho antes de haber pensado siquiera en tomar la clase del libro de los Ancestros. Inconscientemente una sonrisa se formaba cada vez que oía su voz y esa no fue la excepción, donde torció la sonrisa en una expresión.

Habia dejado pasar el ataque imprudente de la menor, su hermano había sido más hábil y conjuro el Cantar de Eleboro, protegiendo sus cinco sentidos del ataque diligente de la calva. Le lanzo una fugaz y gélida mirada asesina, intentando que tomara noción de que se vengaría próximamente.

Matthew sentía un respeto increíble hacia la magia y los duelos en sí, por lo que las batallas le parecen un arte digno de estudiar, además de poseer una enorme ambición de conocimientos que lo ha llevado a donde estaba. La misiva del guerrero fue clara, el presentar un escenario junto con algo del libro, su hermana había utilizado la Arena mágica del desierto, su madre, Kansho; el cual le llamaba mucho la atención y creía que seria un buen elemento para un futuro no muy lejano, Jeremy... El Amuleto anti robo, su forma griega en porcelana atraía los ojos del gitano, ese artefacto era demasiado útil, pese a sus funciones podría proteger otros tantos objetos que tenia resguardado por una criatura sumamente peligrosa, que ni el mismo Triviani era capaz de controlar.

Cuando acabó, captó una pequeña mirada de reojo y supo que era su turno, por lo que dio un ligero paso al frente para llamar la atención del hombre.

Levanto el brazo, enseñando su muñeca izquierda; Éste es el Anillo de Presencia miró a todos y volvió a Khufu Es un anillo que contiene una pequeña cavidad en su medio, donde se genera una esencia mágica al contacto con la mano del mago que lo posea. volteo su mano enseñando la palma Una gota de esa esencia colocada en cualquier lugar, permitirá que pueda observar lo que ocurre allí, aunque ese lugar se encuentre lejos o protegido. Solo es necesaria una simple gota, puede ser enviada en una carta inclusive, y sera igual de efectiva. añadió y cerro su mano llevándola hacia su espalda.

Ladeó la cabeza, esperando la respuesta del Uzza con respecto a sus preguntas, estaba interesado en la opinión del guerrero.

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