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Sunshine Valley


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El sol se había puesto hacía tan solo media hora pero la luna llena y el sinfín de estrellas que la acompañaban brillaban con fuerza en un firmamento completamente oscurecido, por lo cual la familia Carson había mudado la reunión familiar del jardín al gran y amplio comedor de la casa. No es que hiciera frío, la temperatura rondaría en torno a unos agradables veinticuatro grados y la iluminación del exterior era excelente pero las lluvias de días anteriores crearon las condiciones adecuadas para la aparición de una molesta horda de mosquitos que mortificaba al vecindario tras cada puesta del sol.

 

El especiado pavo colocado en el preciso centro de la larga mesa de madera comenzaba a emitir un aroma que llegaba hasta cada uno de la docena de comensales presentes haciéndoles agua a la boca, pero la señora Carson no dejaba que nadie se acercara al plato hasta que todo estuviera en perfecto orden. Amelie era una perfeccionista obstinada, todo debía estar en equilibrio y en el lugar exacto, en su casa los detalles y las reglas se cumplían a rajatabla. Pero pese a todas esas características su familia la adoraba, era una mujer que velaba por cada uno de sus miembros y nada le hacia mas feliz que ver reunido a sus hijos y nietos en aquel salón.

 

Cuando colocó la última servilleta doblada cuidadosamente en la forma de un triángulo junto al plato de su hijo mayor volvió a su asiento, en el extremo de la larga mesa, enfrentado a la silla de su marido, el señor Carson.

 

El señor Carson le sonrió a la mujer que era su compañera de vida hacía ya exactamente cuarenta y un años, aquel día era su aniversario. Y no podían haber tenido mejor celebración, el día había sido espectacular, el sol brilló alto coronando un calido dia de verano. Junto con Amelie bajaron a la playa bien temprano para disfrutar del amanecer y al regresar a su casa cuando el sol se encontraba en su cenit se encontraron con la visita sorpresa de sus hijos y nietos, la tarde había sido inolvidable y frente a ellos ahora aguardaba la promesa de una deliciosa cena.

 

-Hora de agradecer - tomó la palabra Eric al ver asentir a su esposa del otro lado de la mesa, estiró ambas manos hasta tomar las de sus hijos Josh y Amanda. El hombre bajó la cabeza, cerró los ojos y agradeció por aquella comida y aquel dia a Dios.

 

-Amen- resonó de cada una de las doce voces que llenaban la mesa al finalizar el rezo, todos alzaron su rostros con una sonrisa dibujada por la expectativa del delicioso banquete que se avecinaba pero la luces se fueron y el banquete no sucedió.

 

Peter el más pequeño de los nietos lanzó un grito de horror por la repentina oscuridad a lo que su madre pronto se apresuró a calmar.

 

-¿Que habra pasado? - la voz de Amelie se alzó por encima de la demás.

 

-Creo que fue en todo el vecindario - aventuró a responder Robert el hijo mayor del matrimonio Carson - No veo luces en la calle -

 

-Voy por las velas - la silla de Eric sonó mientras el hombre se levantaba, sus tres nietos mayores ya habían sacado los celulares y comenzaban a distraerse en los mismos.

 

-Toma mi celular, viejo - Josh le tendió el aparato con la linterna activada.

 

-¿Me acompañas a salir para ver qué sucede? - Robert le preguntó a su hermano mientras también se levantaba de la mesa con celular encendido en mano.

 

-¡Papa! - el grito desgarrador de Emily llegó tan solo una fracción de segundo antes de que el enorme ventanal que daba al jardín estallara estrepitosamente. Los gritos de los adultos y los llantos de los niños se mezclaron en la oscuridad de la sala pero al igual que el ventanal aquello no amedrento a la figura que se incorporó temblorosamente del suelo cubierto de fragmentos de vidrio.

 

Maldiciones, preguntas, llantos y gritos resonaron mientras que el ambiente hasta el momento familiar se desmorona como el ventanal. La figura, alta, oscura y deforme se lanzó con un rugido humano hacia Robert, pero el hombre logró escapar por poco. El atacante no fue tan veloz y se precipitó hacia un aparador de madera que crujió al recibir el impacto, las decoraciones de porcelana de Amelie estallaron en el suelo y sobre la figura pero aquello no la detuvo, se incorporó y arremetió de nuevo, la familia que había logrado escapar del comedor estaba sumida en el pánico.

 

Los dos hermanos sostenían con fuerza el pestillo de la puerta resistiendo el embate casi bestial e incesante de la figura al otro lado, la madera crujía, los gritos brutales del atacante de distorsionaba por el cráneo de toro que llevaba sobre su cabeza.

 

-¡Llama al 911! - Robert escupió la orden, su padre salió en búsqueda del arma que guardaba en su habitación, su madre había huido con los niños hacia otra habitación junto con su hermana, su mujer y su cuñada. Su cuñado Timm se había quedado junto a ellos y en ese momento se encontraba marcando a emergencias.

 

La puerta se sacudió con violencia renovada, ¿Cuánto resistiría? La misma duda vio reflejada en los ojos de su hermano, estaba tan cerca de su rostro que podía sentir su aliento, el sudor bajaba por su espalda, sentía todos sus músculos tensos, la adrenalina le recorría por el torrente, pero no podía, no debía soltar el pestillo, la seguridad de su familia dependía de aquello.

 

La madera se partió.




 

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Sofía Dumbledore


El tiempo tiñe la desgracia a una inocente joven, la cual es la luz en ese mundo tan cruel y despiadado, su voz era dulce y angelical, quizás todas las voces de ocho años son de esa forma, pero su rostro no deja de llorar, pues existe un secreto que ella esconde. Sin embargo, vive en una de las casas de Sunshine Valley, quizás sus vecinos piense que al ser la hija de dueño de aquel conjunto residencial, era alguien de felicidad, pues en todo tiempo emitía una dulce sonrisa y jugaba con el resto de los niños.


-Papi.- le dice mirando lagrimosamente. –mi osito se ha perdido. –el padre le alza con ternura, y le da un beso en la frente. En ese momento ella despierta en la turbulenta noche, solo para escuchar que su único familiar le grita, aunque ella no comprende el motivo de su enojo, dado que siempre sacaba buenas notas, nunca le desobedecía y poco le pedía, quizás era mucho para comprender para su tierna edad. Y luego de la rutina, los gritos era un anticipo de una fuerte golpiza que le esperaba.


Cuando él se marchaba, ella viajaba a otro mundo, quizás otra realidad y jugaba en solitario y siempre encerrada en el ático, desde la ventana observa a los niños jugar, el crecer de las flores y el canto de las aves. Aunque, no todo era oscuro, ya que su madre llegaba a escondida cuando su esposo salía, y la liberaba de la cárcel que se encontraba, pero esto era otro de sus sueños, ya que la madre de la niña había muerto desde que le dio a luz, pero al llegar el padre todo en su vida se llena de un mundo de fantasías.


Y la amarga realidad era otra, el padre al irse la encerraba en un closet -creo que voy a dormir un poco.- ella se acuesta en medio de la oscuridad, ella se encontraba acostumbrada, inclusive a pasar horas en ese sitio, pero evocaba que lloraba la primera vez que la encerró, fue cuando apenas tenía cinco años y una vecina le expreso que se parecía mucho a su difunta madre, que ese cabello ondulado dorado como el sol y orbes azules como el mar era sin duda un ángel que caminaba.

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Claire Honeybee

 

Un viejo pueblo sin esperanza, bajo la sombra de una guerra que nos ha robado el alma,

creímos que podíamos seguir con nuestras vidas, pero las vidas se encontraban atrapadas, allí donde el misterio del recuerdo se llena de temblores, allí donde la angustia nos agarra de sorpresa y los ataques empiezan, allí donde el miedo se hizo parte de la rutina.

 

¿Era Sunshine Valley un escape? ¿Era acaso la solución?

Mentiras, puras mentiras en la radio, en las calles, en la boca da las personas.

Nos habían negado la magia, lo que nos hacía ser nosotros mismos, nos sentíamos indefensos frente a tanto odio generado, tanto maldito odio que de no ser por el ministro no estaríamos allí, escondiéndonos.

 

¿Y qué pasaba con nuestras porpias guerras? Huía de un marido golpeador con un bebé recién nacido en mi poder. Había rentado una pequeña casa en Sunshine valley con la esperanza de empezar de nuevo y de darle una buena educación al pequeño, había oído que las escuelas allí eran buenas, además había una linda zona comercial para ir de visita.

 

-Podríamos dar un paseo ¿Eh Tommy?- dije mientras le cambiaba el pañal sobre la cama.

 

Me dí una ducha, me perfumé y me puse un vestido floreado, salí con el cochecito y me encaminé hacia el centro comercial donde había bazares con un sin fin de artículos para cocina.

 

-Podría poner mi panadería cerca de aquí- le dije a mi sonriente niño mientras caminábamos por las calles soleadas del barrio.

 

Avancé un poco más por las calles hasta que vi un local en alquiler, tenía suficientes ahorros para iniciar mi negocio, ya era hora.

Editado por Shelle Dumbledore B.L

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Harrison Nash Wells

 

¿Qué hace un Wells tan lejos de las comodidades de Dorset? inquirió el hombre de mediana edad, inclinando la botella en torno a su interlocutor.

 

Calla, Nick. No he venido a Sunshine Valley por placer. Y ni siquiera por negocios, porque la geología de la zona no es muy buena.

 

El profesor apoyó la mejilla izquierda sobre la mano, como si fuera una mecedora. No había probado bebida desde que el barman le hubiere traído la botella de pilsner, a cuenta del detective Valentine. La lúgubre iluminación de la taberna, así como la poca afluencia de clientes en días recientes, hacían de aquel lugar perfecto para perderse en los pensamientos propios.

 

¡Espabila, muchacho! Como te quedes dormido aquí y deba llevarte a casa, tendré que agregar "Hospitalidad" a mi cobro por honorarios. Seguro vienes aquí, como muchos otros antes que tú, por los rumores de una especie de secta en la ciudad.

 

Wells deslizó su dedo izquierdo sobre su contraparte diestra, que lucía el anillo protector contra oídos indiscretos. Aún en la privacidad que ofrecía el sitio de paso, no se era demasiado cuidadoso, menos aún con todo el asunto de la caída del Estatuto. Negó con la cabeza, escéptico de tal rumor. Aún después de presenciar variopintas situaciones mágicas, le parecía casi absurda la existencia de un grupo de fanáticos, a pesar de que abundara en la comunidad a la que pertenecía.

 

Deben de ser exageraciones de los locales. Luego resulta que eran un par de adolescentes en una fiesta desenfrenada y... el titileo de los focos encima de sus cabezas interrumpió su opinión. Sin previo aviso, se sobrecargaron y posteriormente reventaron. Tiene que ser una coincidencia muy extraña, ¿no crees, Valentine?

 

Echaron un par de billetes y monedas al cenicero de la barra antes de disponerse a salir del local, intentando no tropezarse en medio de la penumbra. Aún se podían escuchar los gritos del dueño, culpando al gobierno, mientras caminaban calle abajo hacia la zona residencial. Ni siquiera los postes de luz los iluminaba. Solamente la luz lunar que proyectaba su sombra. Al magigeólogo se le ocurrió sacar su teléfono celular, un dispositivo no mágico al que le encontraba cierta utilidad.

 

Salgan de la calle. Ha sido una falla eléctrica, regresen a sus hogares.

 

Los altavoces del auto resonaron en todo el sendero. Varios curiosos espiaban desde el seto de sus jardines, otros pocos habían puesto un pie en la acera, cuchicheando entre ellos. Los dos individuos, provistos de sendas gabardinas crema y sombreros de ala desgastados, bien pasaban como detectives de la década de los cincuenta. Las intermitentes rojo-azul dejaron de verse tras unos minutos. Aquel evento debía estar teniendo lugar a varios metros de dónde estaban.

 

Mira esto. Ya hasta lo han actualizado en el mapa. le mostró la pantalla del móvil a Nick, con la aplicación de navegación abierta. Un símbolo de admiración rodeaba cierto perímetro de la zona. "Sobrecarga de generador". Vamos, aún con su tecnología complicada, deben tener uno de respaldo. Casi siempre lo tienen.

 

Dos sujetos extraños merodeando en una zona restringida. Ya veo el titular de mañana. Tú guía el camino.

 

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Claire Honeybee

 

-Tres zanahorias- le dije a la mujer mayor que atendía en la tienda -Y una manzana roja, le encanta el puré-.

 

-¿Cuánto tiene ya?- preguntó la mujer mientras ponía la manzana en una bolsa.

 

-El próximo mes cumplirá un año- el dije orgullosa, y cuando me dió la bolsa el lugar quedó a oscuras, la calle entera quedó en completa oscuridad.

¿Qué habría sucedido? El sol se acababa de esconder hacía unos minutos pero la luz había desaparecido de forma muy extraña ¿Sería otro ataque? Negué con la cabeza.

 

-Nox- dije con mi varita en alto, las manos me temblaban, iluminé varias veces el rostro de Tom para ver qué estuviera bien -Seguro fue un corto, dije para tranquilizarme, este es un barrio bastante cerrado, es normal que un pequeño colapso nos afecte a todos.

 

-Ten cuidado- me dijo la vendedora.

-Nos vemos mañana- me contesté.

 

Continué caminando, vivía a una calle de ahí, pero en eso sentí un frío intenso, un arrebato de tristeza se apoderó de mi cuerpo y el llanto de Tom rompió el silencio sepulcral de la tarde. Sentí cómo absorbían mi energía, mi espíritu, caí de rodillas con las manos aferradas al carrito y pensé en aquel día en que vi su rostro por primera vez, esas pequeñas esferas marrones que brillaban como dos soles, dando la bienvenida a la vida.

 

-¡Expecto Patronum!- dije apuntándole con la varita, un gato salió de ella y atravesó el pecho de mi atacante.

 

Continué a pasos agigantados rumbo a nuestra casa.

 

-¿Qué hacían dementores en Sunshine Valley?-.

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Matt Ironwood.

 

Oficina Regional de FBI: División de Asuntos Mágicos, Honolulu, Oahu.

 

-Era un muchacho problemático, pero jamás pensamos que llegaría a esto - la voz de la señora Levaugnex resonó en el frió aire que ascendía de la morgue que acababan de visitar.

 

-Y mucho menos que terminara de esta forma - replicó apenado el señor Levaugnex en un marcado acento sureño mientras continuaban subiendo la larga escalera que comunicaba a la morgue en el subsuelo con la primera planta de la Oficina Regional del FBI.

 

Detrás de la pareja iban Matt y Alan, los encargados por la Oficina de tratar el caso de Chase Boyld. La visita de la adinerada y carismática pareja fundadora del reciente pueblo Sunshine Valley los tomó totalmente por sorpresa, una vez reconocido el origen del muchacho trataron de establecer comunicación con el pueblo privado sin mucho éxito por eso la llegada del alcalde y de su mujer tan solo veinticuatro horas de la infructuosa llama fue un giro totalmente inesperado en la investigación.

 

Pero lamentablemente para el Ironwood aquella visita no había aportado una sustanciosa fuente de información. Los señores Levaugnex una exitosa pareja de Baton Rouge, Louisiana habían llegado una hora antes en un brillante Bugatti T 101 color azul que llamó la atención de todos en el estacionamiento, pero más llamativo resultó ver entrar a una elegante y alta pareja afroamericana vestida con trajes típicos de hace setenta años.

 

La consternación y tristeza era evidente en sus rostros, realmente se sentían destrozados por la situación del joven Chase Boyld pero la información que les brindaron fue muy inferior a la que el castaño esperaba. Chase Boyld era un joven de 16 años que vivía con su abuela en una pequeña casa en Sunshine Valley, era un chico con un pasado complicado y proveniente de un contexto crítico, historia que manifestaba constantemente en peleas en el colegio, malas notas y faltas continuas pero nada de ello explicaba cómo había llegado a una zona residencial al norte de Honolulu en un estado bestial, casi desnudo, luciendo un cráneo de toro sobre la cabeza y atacado a una familia nomaj.

 

La puerta al final de la escalera se abrió sola y emergieron a un iluminado pasillo en la parte más profunda de la Oficina, la pareja de Sunshine Valley se giró hacia los dos magos - Lamentamos todo esto, jamás algo así había sucedido en nuestro pueblo - la voz profunda del señor Levaugnex se lamentó.

 

-Nosotros también lamentamos que todo esto haya tenido este fin - replicó Alan haciendo clara referencia al frio cadáver que habían dejado atras -Pero la investigación deberá continuar -

 

-Me parece lo más correcto, pueden contar con todo nuestro apoyo - contestó la señora Levaugnex mientras entrelaza una de sus manos con la de su marido.

 

-Se que nos han dicho que no existen drogas en Sunshine Valley, pero nuestros sanadores han analizado el cuerpo de Chase y encontraron rastro de una extraña sustancia en su sangre - Matt claramente se negaba a creer que sustancias ilícitas se encontrarán totalmente erradicadas de cualquier lado, incluso de un pueblo tan aislado y celosamente protegido como Sunshine Valley, pero sus fundadores negaron rotundamente la idea de que existiera circulación ilegal de sustancias nocivas en su pueblo.

 

-No podemos obviar ese detalle - el castaño se cruzó de brazos - ¿Mañana está bien que lleguemos? - observó como sus interlocutores ascentían.

 

-Los esperamos mañana a las once en el Ayuntamiento, tendrán una casa con todas las comodidades en completa disposición durante su estancia - contestó el alcalde de Sunshine Valley.

 

-Pero deberán respetar las normas de convivencia de Sunshine Valley, no existe diferencia entre la población mágica y no mágica en el pueblo, todos somos iguales y se debe mantener el respeto y la armonía - la señora Levaugnes clavó sus hermosos ojos café en el par de magos como si quisiera ver alguna extraña intención en ellos.

 

-Por supuesto, el MACUSA defiende también esos ideales - Alan a su lado despejó cualquier duda.

 

Sunshine Valley, Kauai.

 

Un día despues del incidente con los dementores.

El BMW 507 rugía con fuerza mientras avanzaban con rapidez sobre la recientemente abierta "Ruta de la Esperanza" que comunicaba el pueblo de Kapa'a con Sunshine Valley. El bólido de brillante pintura negra fue una agradable sorpresa que el par de agente se topó al llegar a la localidad más poblada en la Isla de Kauai.

 

Matt jamas habia estado dentro de uno, mucho menos conducido por lo que tras una discusión con su mejor amigo llegaron al acuerdo de que el castaño conduciría el vehiculo deportivo a la ida y Bay lo haría a la vuelta.

 

La carretera recta como una flecha atravesaba un hermoso paisaje de floresta colorida y llena de vida, toda enmarcada por picos de volcanes apagado en el horizonte que se estiraban hasta tocar un cielo completamente despejado y de un fuerte tono celeste.

 

Matt estaba feliz, la idea de regresar nuevamente a la bella isla de Kauai, alejarse del ajetreo de Oahu y sumado a la belleza de máquina que en aquel momento se encontraba manejando era una conjunción perfecta.

 

-Allí está - a su lado Alan alzó la voz para hacerse oír por sobre el bramido del viento que al no contar con un techo en el vehículo era un constante y ruidoso acompañantes. Y así era, la entrada a Sunshine Valley los esperaba 500 metros delante.

 

Matt desaceleró al llegar a la caseta del guardia que aguardaba bajo dos columnas de piedras que sostenían un cartel de metal labrado que rezaba el nombre de la localidad. Se presentaron y explicaron los motivos de su visita al sonriente guardia y este les permitió el paso deseándoles una excelente estadía, lo que se encontraron del otro lado fue como haber regresado en el tiempo.

 

Eran las cincuentas en su expresión máxima.

 

-¡Por Merlín! - exclamó alucinado Alan desde el asiento del copiloto mientras observaban las primeras vistas del pueblo.

 

Las calles, las casas, la gente, todo era como haber retrocedido 70 años en el tiempo - Es como "Volver al Futuro" - dejó escapar Matt mientras doblaba hacia la Calle Magnolia para después desembocar en la avenida principal del pueblo "Golden Street".

 

-¿Volver al que? - preguntó el rubio mientras pasaban frente a una panadería.

 

-Olvidalo - se apresuró a replicar el Ironwood con una sonrisa en sus labios, a veces se olvidaba lo ajenos que podrían ser los magos a la cultura popular no mágica.

 

"Golden Street" era una sucesión interminable de negocios y distintos establecimientos para divertir a los pobladores de Sunshine Valley, era el centro neurálgico del pueblo, donde todos iban hacer sus compras o salir a pasar el rato.

 

-Es tan extraño - Alan correspondió el saludo a una mujer que llevaba una carreola y se detuvo a saludar al verlos pasar.

 

-Es increíble, los Levaugnex deben de amar los 50s - y no podía ser de otra manera, hasta el último detalle se encontraba fielmente cuidado, de pronto Matt se sintió desubicado al ver la ropa que llevaba puesta, esperaba que aquello no fuera un problema, se daría cuenta en unos minutos, el perfil del Ayuntamiento se vislumbraba a un par de cuadras delante.

 

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Había sido una noche terrible, cerré todas las puertas y ventanas en medio de la oscuridad y me recosté en la cama abrazada a mi bebé. No iba a permitir que ningún dementor o criatura nos lastimara ¿Qué estaba sucediendo en Sunshine Valley? Apenas pude parpadear aquella noche, cuando al fin pude quedarme dormida los rayos de sol entraron por la ventana y me despertaron, al igual que los llantos de Tom. Descubrí mi seno y le dí de beber, el niño estaba hambriento, era la primera vez que conocía la tristeza y debía estar desestabilizado.

 

Me pegué una ducha, bañé a mi bebé y me lo coloqué en la espalda con una mochila especial. Tenía que ver qué sucedía, el encuentro de la pasada noche no podía pasar desapercibido ¿Habría sido el único ataque o estaba la ciudad repleta de estos especímenes?

 

La estación de policía estaba a solo cuatro calles, frente a la gran plaza del pueblo, allí se encontraba el casco principal conformado por la comisaría, tres iglesias diferentes, el ayuntamiento y diferentes negocios como bares, kioscos y basares.

 

En la comisaría había algunos muggles que estaban esperando para presentar alguna denuncia, me acerqué con cuidado al stand de problemas mágicos (?) y muy despacio le comenté al oficial mi experiencia.

 

-Tengo miedo de que vuelva a suceder- le dije temblorosa -Vine aquí para encontrar paz y lo primero que encuentro es esto.

 

El oficial me observó impresionado, sin dar crédito a lo que escuchaba ¿Acaso no me creía?

 

-Le juro, un dementor me atacó a cuatro calles de aquí- refunfuñé.

 

-Lo siento, señora, los dementores están controlados por el ministerio, es imposible que ataquen en Sunshine Valley.

 

Furiosa, salí de allí sin decir una palabra más. Tom se había dormido en mi espalda por lo que estaba tranquila de que el niño estaba bien. Decidí ir al Ayuntamiento, si los dementores eran controlados por gente del gobierno, ellos deberían saber qué diablos sucedía.

 

No me detuve a observar las hermosas columnas que sostenían el edificio, me limité a ingresar a toda velocidad y a presentarme en la sala de recepción.

 

-Algo muy grave sucedió anoche, necesito alguien que me escuche ¡Sufrí ataques de dementores!- le dije a la joven recepcionista.

La mujer me observó sorprendida y me mandó al área de atención al ciudadano donde debí esperar a ser atendida. Tanta burocracia terminaría matándonos a todos.

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Matt Ironwood.

 

 

 

 

 

-Mahalo Alice - le sonrió a la recepcionista que tan alegremente les había atendido una vez ingresaron en el impecable Hall del monumental ayuntamiento. Alice les indicó que aguardaran unos instantes en en las sillas de espera para atención al público mientras enviaba un mensaje al alcalde informándole de su llegada. Las sillas eran muy cómodas, de madera labrada y con cojines mullidos forrados de fieltro rojo y se encontraban junto a una larga sucesión de enormes ventanales que prácticamente cubrían por completo la pared. Del otro lado del vidrio a los que aguardaban ser atendidos se les regalaba una visión del hermoso jardín verde y florecido bajo la dorada luz de una prometedora mañana de verano.

 

-Los jardines no han cambiado mucho desde los 50s - observó Alan mientras miraba a través del ventanal y tenía razón, era de lo poco que el Ironwood había notado invariable desde su llegada a Sunshine Valley y en cierto punto era algo tranquilizador, que no le hacía sentir como un completo extraño en aquel pueblo.

 

La idea de querer vivir bajo la atmósfera de una época pasada tenía cierto encanto, pero por un rato, unas vacaciones, no una vida entera, pero Sunshine Valley no solo vendía las añoranzas de un tiempo pasado sino la seguridad de un mundo de aceptación e intocable por el conflicto, una realidad deseada por mucha gente. Fue el sonido de unos pasos que resonaban sobre el amplio piso de mármol veteado que sacaron al castaño de sus cavilaciones.

 

Una mujer cargando con un bebe se acerco hasta donde Alice trabajaba, fue inevitable escuchar lo que ambas hablaban, entre que la distancia que los separaban y la mujer se mostraba claramente alterada las palabras llegaron con claridad hasta el mago. Intercambió una mirada con Alan al sentir lo del ataque de dementores. ¿Dementores en Sunshine Valley? Aquellas criaturas eran fuertemente controladas por el MACUSA, no se les permitía libre circulación por suelo americano y se las dejaba ligada en ciertas prisiones de alta seguridad como guardias.

 

¿Que está sucediendo realmente en Sunshine Valley? De pronto el paraíso no lo parecía tanto. La mujer fue mandada a aguardar en atención al público, en aquella mañana ellos eran las únicas otras dos personas en aquella sección por lo cual no perdieron la oportunidad de hablar con ella.

 

Matt se levantó de su silla y caminó hacia la mujer que se estaba ocupando de su bebé -Disculpe señorita- llamó la atención de la bruja - Buenas días, no pude evitar oír lo que dijo en la recepción, soy Matt Ironwood y el es mi compañero Alan Bay, somos agentes del FBI del MACUSA de la oficina regional del estado, en Honolulu - se presentó - ¿Fue atacada anoche por Dementores? - preguntó en el preciso instante que una voz femenina llamaba su atención.

 

-Señores Bay y Ironwood, el alcalde Levaugnex y su esposa los aguarda - una mujer regordeta y pelirroja los observaba desde un pasillo y le indicaba que la siguieran. Matt se volvió hacia la mujer con el bebe -¿Tendria algun problema en acompañarnos y explicarle su incidente al alcalde? - estaba seguro que los Levaugnex que se habían mostrado tan colaborativos y predispuestos no tendrían problema en recibir a uno de sus ciudadanos y menos cuando a este se quejaba de un problema tan grave.


 

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Harrison Nash Wells

Ocurrió justo lo que Nick predijo que sucedería, mientras caminaban calle abajo, con intenciones de obtener más información respecto a la supuesta falla de energía. Apenas se colaron en el patio trasero de algún vecino, los oficiales les cayeron encima. Varitas en alto, decidieron no oponer (tanta) resistencia a ser remitidos al Ayuntamiento. Al menos allí, podrían escuchar lo que la gente contaba.

 

El alba los deslumbró ligeramente en cuanto se situaron en la sala de espera. No les habían retirado su instrumento mágico, aunque sí el dispositivo móvil de Nash, por precauciones ante una posible documentación de los hechos.

 

Te estás tardando con ese «Te lo dije», Nick. repuso Nash, jugando con el fragmento de arce entre sus dedos. Qué lástima que no nos dejaron acercarnos. Podría haber sido peor. Aunque, ¿sentiste ese cambio repentino de temperatura? Juraría que se trataba de dementores.

 

Un oficial acudió a su encuentro. Llevaba una especie de sujetapapeles, y mientras iba recitando los nombres de los presentes, así como sus nacionalidades y respectivas ocupaciones, giraba los ojos para observar las reacciones que presentaban. Nick no tenía problema alguno, era de Boston; Wells, por otro lado, británico.

 

Hemos cruzado su punto de control, porque nos ha parecido inusual toda esta situación. Me niego a decir más, hasta que no contacten a Eobard Thawne, viejo colaborador del MACUSA. Él responde por mí.

 

Lo que decía, era medianamente cierto. El Black Lestrange, anteriormente persona non grata del Congreso, había sido ligeramente aceptado en la comunidad tras brindar una serie de información relativa a la sociedad británica, recopilada durante dos años. De que respondiera por él, bueno, ya era otra historia. Aún así, el hombre del bigote de morsa se retiró para corroborar con sus superiores.

 

A la par, una mujer con un bebé a la espalda le contaba la situación a la recepcionista. Ataque de dementores. Todo comenzaba a tener sentido. Y a la vez, no. Eran criaturas oscuras, antiguos carceleros. La situación en todo el globo, había propiciado su reproducción, con tanta depresión entre la gente. Nash no necesitó el anillo escucha para prestar atención a la conversación, pues el ¡Sufrí un ataque de dementores! se escuchó fuerte y claro.

 

Creía que los gobiernos ya no empleaban a los dementores. En todo caso, no sería lo único extraño que ha pasado anoche, agente Ironwood.

 

En ese momento, sí que había empleado el anillo del escucha para conocer la identidad de los dos visitantes más recientes. Resultaron ser agentes de alguna de las subdivisiones de MACUSA. Nick le dio un codazo en el costillar derecho. Si bien, confiaban en que lograran contactar a Eobard, tampoco podrían ocultar por mucho tiempo.

 

Nos encontraron allanando el patio de una casa, pero por los signos que daba de haber sido atacada. Puerta fuera de los goznes, ventanales hechos trizas. continuó Nash, formando la escena en retrospectiva. Desde luego, no era aquella al final de la calle. Lo que fuera que merodeaba por ahí, seguramente ha tenido que ver con la falla de electricidad, y sigue suelto.

 

 

 

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Claire Honeybee

 

Cada minuto era eterno en aquella sala, la vista al jardín era agradable, pero mi preocupación iba en aumento y no había paisaje que me quitara de la cabeza el terrible hecho que había ocurrido.

Recordaba cuando pasaba noches con un ojo abierto, cuando temblaba cada vez que mi marido se me acercaba mi o a Tommy, recordaba la desesperación, el pánico, el miedo constante que me acribillaba cada segundo. La pasada noche volví a revivir aquel miedo después de meses de haber escapado de aquella casa en Ribe. Mientras estaba allí decidí enviarle un mensaje a Shelle, una vieja amiga y reportera, supuse que le vendría bien la noticia de que había dementores en Sunshine Valley, donde el sol parecía no brillar para todos como habían prometido en los anuncios.

 

En eso dos agentes del FBI de MACUSA se presentaron ante mí ¿Qué hacía el FBI allí? Eso sumado a lo que estaba sucediendo, le quitaba la careta de mundo feliz al pequeño pueblo dorado.

 

-En efecto, anoche fuimos atacados por uno de ellos- dije sosteniendo a Tom, en eso una jovencita los invitó a pasar a ver al alcalde y me pidieron que los acompañe -Ningún problema, quiero que esto se resuelva cuanto antes, tienen mi declaración a su disposición.

 

Caminé junto a los oficiales pero mi teléfono empezó a sonar, era Shelle, decidí no contestar y apagar el teléfono, luego de la charla con el alcalde hablaría con mi amiga y le comentaría bien lo sucedido. El mundo debía saber lo que ocurría en Sunshine Valley y ella lo expondría, lo que a mi me interesaba era poder poner mi panadería en aquel lindo local que había visto la tarde anteríor y poder tener al fin una vida tranquila.

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