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Historia de la Magia y Conocimiento en Maldiciones


Zoella Triviani
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Candela arqueó las cejas cuando escuchó a la mujer calva, esperando a que le dijese que se trataba de un chiste, que tenía que reírse. Hizo el amago de soltar una risa, de hecho; y dirigió la mirada mercurio hacia los dos hombres, a los que había señalado la chica, en el momento justo en el que tres cuerdas se le cerraron en los tobillos, muñecas y boca. Fue un ruido pesado, el de su caída, sólo atinó a poner los ojos en blanco cuando se vio levitando, parecía estar maldiciendo a Zoella por haber dicho semejantes barbaridades.

 

>. Se retorcía de distintas maneras para zafarse de las amarras mientras escuchaba a su atacante. Desde luego, no había creído una palabra de que la calva fuese su hija, ni mucho menos el chico rubio que se había unido tarde al grupo. Ese, más que un hijo, daba la impresión de querer devorarla. >. Se aplicó un Evanesco para la cuerda en los tobillos y un Finite Incantatem para dejar de levitar en contra de su voluntad. Cayó sentada, por supuesto. Siempre cayendo mal, nunca inmal.

 

Otro Evanesco para la cuerda en las muñecas y, por último, la de la boca se la quitó con las manos porque #MagiaGitana desde el principio de los tiempos.

 

― No sabía que tenía tanta cara de idi***, ―replicó― como para que esperen que me crea semejante cuento. ¿Que si los quiero timar? ―inquirió haciendo alusión a las palabras anteriores del rubio― Es probable, así que te invito a ir al Lago Negro junto con tu "papi" ―su voz simuló el de una niña, para burlarse― a ahogarse los dos allí. Y tú...

 

En un parpadear estuvo frente a Aaron, con la daga plateada que solía llevar consigo (no, no era la de Sacrificio, sería ilógico puesto que esos poderes aún no llegaban a Londres en su tiempo (?)), apretada en el cuello de éste. Candela era notablemente pequeña en comparación con la estatura de los dos a los que se enfrentaba, pero eso nunca la hubiese detenido. Contempló durante un segundo, la cicatriz bajo el ojo izquierdo antes de hablar.

 

Vuelve a atacarme y te juro, por mi sangre y la de mis hermanos, que no tendrás descendencia. Se capisci cosa intendo...

 

Dio media vuelta y, tan rápido como pudo, estaba nuevamente junto con los otros dos que estaban dispuestos a seguirla hasta la biblioteca.

 

No son sólo boggarts, hay más "cosas" allí dentro. ―replicó― Pero venga, debemos movernos rápido antes de que nos encuentren. Estoy completamente segura de que ya han advertido nuestra presencia, parecen ignorantes, pero te aseguro que no lo son. ―se ocultó tras un muro destruido y, tres segundos después, un grupo de estudiantes con el uniforme destrozado, pasaron por allí cerca.― No es la primera vez que vengo a esta época, ―explicó― es sólo que jamás he logrado llegar hasta el cuarto piso. Quizás, si colaboramos, podremos avanzar un poco más... ―se esperanzó.

 

Salió del escudo que conformaba la pared y continuó hasta unas escaleras llena de escombros. Podían escuchar el ruido del llanto de la gente que seguía llorando a sus muertos, los trozos del techo del castillo apartándose para liberar caminos, susurros que, imaginó, se trataban de conjuros que estarían realizando sea para proteger o curar a los heridos. Era peligroso estar rondando con las precauciones que debían estar tomando los que quedaron después de semejante guerra, pero tenían que arriesgarse pues, en otro momento, las bóvedas serían historia.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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-La clase es tuya, no de Candela -Espetó el vampiro molesto. ¿Acaso no veía la trampa? Su padre tenia razón, no podían confiar en la bruja del tiempo. Bufó antes las palabras que luego agrego para terminar de explicar la situación. ¿En serio pensaba que Candela tenia una relación con Aaron en el presente? Tuvo el agrado de hacer lo que le pedía Zoella, y no omitir mas opinión ni hacer nada mas que acompañar de forma silenciosa al grupo, pero se contradijo al ver a su padre atar a la Zingara - Ten cuidado, recuerda que debe engendrarnos aun y no lo hará si te ve como una amenaza.


El vampiro había querido reírse al escuchar las amenazas de Candela sobre ahogarse en el lago. No iba a pasar... bueno, no con los dos solos. Irían hasta allí a comprobar que decían la verdad. El grupo parecía ser que iba a separarse. Ellos se llevarían a la chica y comprobarían que estuviera todo genial, pero era claramente que la gitana tenia otros planes. Libre de las sogas ataco al Ministro con una daga y amenazas. Su fuerte carácter encerrado en su metro veinte, no había variado en absoluto.


-Tranquila, Candela -Expresó, pero no le hizo caso antes de volver con los otros dos - Bueno... vayamos a la biblioteca -Sé resignó mirando al Black - No va a cooperar ni un poco - Sé dispuso a seguir a seguir al grupo, escondiéndose con ellos tras el muro para que los combatientes magos no pudieran advertir su presencia - Oigan, mejor iré al lago a ver si puedo encontrar la bóveda, me reencontrare con ustedes en veinte minutos -Dijo antes de salir retomar el camino que había desandado.


En el camino, se mordió la muñeca para hacerla sangrar y con ella cubrirse un poco la cara como si fuera un mago del grupo ganador revisando el perímetro. El lago no tardaría en aparecer, y podría comprobar las cosas por si mismo. Si la gitana estaba mintiendo debería dar mas explicaciones. ¿Quien seria esa Avril?

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-Capisco...- respondí con un acento cargado y fiel al inglés. Era ministro, tenía conocimiento sobre algunos idiomas, pero no me era tan perfecto como el nativo - espero que ninguna ¡maldición!, les impida su objetivo...- proseguí alzando y realzando la voz ante el efecto del libro de la sangre, uno que si bien no era necesario expresarlo verbalmente, podía de por sí, atenuarse de manera asolapada.

 

El resultado sería genuinamente divertido, pues ¿qué mejor que liarle el paso a la joven Candela, carente de conocimientos sobre los nuevos hechizos de su lejano futuro?. Seguramente no daría de inmediato con la biblioteca o tal vez llegaría al lago, tal y como había planteado desde un principio. Quizás nunca diese con la bóveda que buscaba... ¿quién sabe?...maldiciones. Entonces el joven Triviani se adelantó al grupo para dar aviso de nuestra ida hasta el lago negro...

 

-¿Te percataste verdad?...-pregunté para luego guiñar un ojo y extender la mano hasta su nuca en una inadvertida muestra de cariño. Era mi hijo- ... tenemos ventaja de que tu madre no conozca todo lo que sabe en nuestra época, en fin...- se oyeron unas ramas a lo lejos, sintiendo como si alguien nos observara desde lo profundo del bosque. Enarbolé la varita en dirección a los troncos más oscuros y dirigí un revelio sin resultado.

 

Me volteé hacia Jeranne quien manchaba su rostro con sangre- ¡inteligente!, exclamé en mi mente con una sonrisa que evocaba la sutil calificación- más yo no sabía si me tenía mucha confianza o no, pero así y todo no estaba de más mezclarse con la época. Fue así, dando un toque de mi arma mágica a las prendas que me vestían y a las de mi hijo, las necesarias para formalizar la vestimenta de los viejos aurores.

 

-Es una fecha difícil, sabes. El día de ayer cayó Lord Voldemort, la varita de sáuco lleva un día de extravío y seguramente, muchos aficionados a su poder viajan hasta éste día para encontrarla...- comenté mientras nos abríamos paso entre arbustos y troncos aledaños-... es por eso que debemos estar atentos, Jeranne.

 

****

 

-Entonces con ésto, y si quiero, ¿podría viajar hasta la guerra mágica?- pregunté a la anciana que se escondía bajo tres abrigos y una gruesa bufanda apolillada.

 

-Después de varias vueltas claro- soltó la viejita, queriendo comprender que mi comentario había sido una jocosa insinuación- porque no pretenderían viajar hasta esas fechas ¿verdad?...

 

Y así era. En escena, una joven versión de mí: misma estatura, cabello más largo con un peinado en rebeldía, rostro jovial y sin cicatrices pero aún así distinguiendo la gélida mirada gris de los Black, unos jeans negros, bototos y una chaqueta de cuero color negro sobre una ramera blanca. Estaba cercano a los veinte, tal vez diecinueve años, con un empleo en el cuartel general de aurores bajo la jefatura de Seba Granger y la dirección de Enrick Ryddleturn.

 

-Confiscarlo...- murmuré con los ojos puestos sobre el giratiempo y una de mis manos a punto de tomarlo.

 

-¿Verdad?- repitió la anciana, recogiendo el giratiempos tras volver a cobijarlo en su mano huesuda, arrugada y empuñada.

 

-Claro que no...

 

-¿y la ficha que debo llenar?- preguntó, pues y con lo delicado que eran tales artilugios, todo debía quedar bajo historial mágico para el ministerio.

 

-¿Ficha?- pregunté de inmediato, anonadado e intrigado aún por lo que podría hacer con tal objeto- ¡claro!, la ficha...- sonreí y busqué en el bolsillo trasero, sin notar que cualquiera no fuese mago creería que me estaba rascando el traste- veamos...aquí está. Firme aquí...

 

****

 

Y así fue como había conseguido un giratiempo. Aquella hoja ministerial nunca fue oficial, pues y tan solo había sacado una hoja cualquiera. Mi yo que ostentaba el poder del ministerio sabía sobre esos viajes, sabía que esa noche yo llegaría hasta los terrenos de Hogwarts para buscar alguna de las reliquias o decirles a los más fieles que la noble casta aún se mantenía firme en un futuro de trifulcas políticas, pero no podía contárselo a nadie, ni siquiera a mis hijos, pues el más mínimo cambio podría ser letal para todos nosotros. Sin embargo y por lo que aún había una que otra versión de mí en los limbos del espacio tiempo, era por la gitana y del cómo había logrado que olvidase el haber concebido a mis hijos... ¿no creo haberlo hecho tan mal o sí?...

 

>>Se capisci cosa intendo... capisco... me reencontraré con ustedes en veinte minutos...tenemos ventaja de que tu madre no conozca todo lo que sabe en nuestra época, en fin...<<

 

-¿Qué demonios me pasó?...- me pregunté tras observarme junto a un mago. Tenía una cicatriz en el rostro y una delgada franja de cabello blanco desde la nuca hasta la base del cuello. Era yo, ¿cómo no reconocerme?, teniendo el giratiempo en mi poder era algo que seguramente viviría muchas veces.

 

Me apuntan, me esfumo.

 

-¡Revelio!...

 

Quizás haya sido la época en dónde comenzó mi afán político por la primacía mágica. El poder ir a tales fechas y contarles a los fieles que no estaba todo perdido era un gran afán de poder hacer las cosas bien para un futuro, uno donde las brujas y los magos serían libres de las ataduras cobardes del muggle.

 

Siendo considerablemente más joven- de tal manera que nadie que no me haya conocido en esa fecha se daría cuenta de que era o no el futuro ministro de magia de su época-, di unos toques a mi varita para cambiar las apariencias de las prendas a unas propias de la casa de Slytherin, ropas que me harían ver como un golpeador del equipo de quidditch. Fue cuando me crucé con quienes se acercaban a las bibliotecas.

 

-¡Profesor! ¿qué tal?- mentí ante los presentes, con un saludo lanzado a la suerte pues no sabía quiénes eran los que estaban frente a mí (Zoella, Candela y Demian).

 

-

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Ni siquiera sabía por qué estaba con ellos, en primer lugar, así que Candela se alegró cuando el muchacho rubio se marchó en dirección al Lago Negro. Si estaban planeando algo, lo ignoraba, lo único que sabía que era que mientras estuviese alejada de esos dos estaría más tranquila. Además, detestaba que actuasen como si la conocieran y ella no les había preguntado ni el nombre. Tampoco es que sean datos de tu interés, en fin.

 

¡Aguas, aguas... ! ―ahogó un grito. En su afán por la aventura, no había notado que su ropa seguía siendo la misma que cuando llegó allí y no lo hizo sino hasta que se toparon con un chico que los saludó nada más verlos, pero era ya tarde para hacer ningún cambio― Eh... Te saludan... ―le dio un pequeño golpe de codo al chico egipcio.

 

Había dicho "profesor", ¿cierto?. Pero, ¿cómo podría saber él que era un profesor?. ¿Acaso con esa vestimenta tan extravagante, podría parecerse a alguien que conociera de la planta docente?. Y si era un alumno del castillo, ¿cómo podría no conocer a todos los profesores?.

 

Inventa algo, calva. ―susurró a la chica― Si nos descubre tendremos que volver a donde empezamos, salvo que tu compañero ―señaló al egipcio con la mirada― quiera practicar nuevamente la maldición asesina, pero nos cargaríamos una vida que, puede o no, nos perjudique. ―Mantuvo la varita en la diestra, escondida detrás de la espalda, con el ceño fruncido en una señal clara de desconfianza.

 

Matar a una persona no era algo que le entusiasmaba. De hecho, a la fecha sólo había herido de gravedad, pero nunca le quitó la vida a nadie. Candela consideraba que, para llegar a ese extremo en una situación, debería ser el último recurso y algo estrictamente necesario. Lejos estaba de ser una bruja que mataba, incluso, por aburrimiento. Por lo que se vio a sí misma, en alerta por algún signo por parte del nuevo que los ponga en evidencia. ¿Sería necesario asesinarlo?. ¿Estrictamente necesario?. Le olía a engaño.

 

Los alumnos no deberían estar rondando libremente aquí, ―largó sin pensarlo demasiado, en un intento por idear un plan para deshacerse de él sin llegar a casos extremos. Pensó que tal vez era alguien de último año, parecía más tener la edad de la gitana que la de un adolescente de Hogwarts― se suponía que habrían vaciado el lugar para cuando estuviésemos aquí, ¿no? ―miró a la chica calva― Vete, chico, el castillo tiene zonas inestables y estamos tratando de repararlas.

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Esta situación era algo extraña para el egipcio, aún portaba el uniforme del colegio, y ahora aparece ¿un estudiante? ¿Acaso se había referido al Luxure como profesor? Quizás el mismo le confundió con Lord. Asdruval Licaón, quien se rumora había participado en la Gegunda Guerra y era docente de planta de Ilvermony. Sin embargo, era complicado explicar su presencia ¿Acaso Demian tiene cierto parecido con su tío? En fin eso era algo que luego meditaria. En ello observa al joven [ @@Aaron Black Lestramge ].

 

-¿Acaso no se había quedado en revisar por si algún existe un partidario del que no puede ser nombrado? - Y clavo la mirada en @@Candela Triviani - Espero que los otros grupos no se toparan con estos impristos. Sin embargo, no deseo arriesgar la vida de nadie, mejor regresen a donde anda los demás - Pero aún vestía como estudiante de Ravenclaw.-Al parecer de nada sirve hacerme pasar por un estudiante a la lejanía, ya que los curiosos ronda por los alrededores. - camino un poco, alejándose del grupo. - Supongo, que debemos continuar y solo los que fueron asignados.- Recalcó en efansis a esa parte. Y sacó sus manos de la manga, sosteniendo su varita, en caso de que no se fuera, no le importaria matarle o hacerle gritar de dolor, pero si era éste un mortifigago del pasado, al realizar la maldición en cierta medida me mataría.

 

Aunque, lo hubiera pensando antes y hubiera jurado con sangre, este proceder era menos letal, y menos vinculante, sin embargo, también se tiene terribles consecuencias al romper dichos pactos, no obstante, sólo son rumores.

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