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A oscuras... todavía


Ellie Moody
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Luego de los sucesos ocurridos en Ravenrock, la Orden del Fénix ha mantenido una vigilancia constante en el pueblo y ha logrado ganarse la simpatía de sus habitantes por acabar con la niebla, hacer que los intrusos se marcharan y, por sobre todo, conseguir que parte de las personas desaparecidas hayan regresado a sus hogares. Sin embargo, todavía hay personas desaparecidas, entre las que se encuentran magos y muggles; según los testimonios de las víctimas del secuestro, lo último que supieron de estas personas es que fueron llevadas al muelle y luego no volvieron a saber de ellas.

Y, sigue abierta la pregunta más importante: ¿quiénes fueron esas personas que se infiltraron en Ravenrock? ¿Eran auténticos agentes gubernamentales o no fue más que una fachada? ¿Qué era lo que pretendían hacer?

Durante un tiempo, no hay mayores pistas que las conseguidas en la misión anterior, de modo que la Orden se concentra en seguir protegiendo al pueblo. Pero todo cambia un día cuando, a la mitad de la noche, un crac resuena en el centro del pueblo. Una joven de quince años aparece en una plaza solitaria, desorientada y alterada. Y como si no fuera poco, su magia se encuentra en un estado inestable que es incapaz de controlar.

◈ ◈ ◈

La participación, interés e iniciativa en esta actividad en rol son fundamentales para la obtención del conocimiento de bando al que estén optando. La misión está compuesta de tres fases y se espera una dedicación constante en cada una de ellas.

Objetivos de la primera fase

 

Tranquilizar a la misteriosa joven para poder interrogarla

Conseguir información que conduzca al grupo responsable de los secuestros

Utilizar los conocimientos especiales de tu clan

Objetivos especiales de la primera fase [Habilidad de bando]

Los personajes que estén desarrollando la habilidad de bando,

tendrán un desafío adicional en cada fase.

Contener la magia de la joven y evitar que haga daño a alguien más o a sí misma

Participantes de la misión:

Orden de la Mano de Plata

Syrius McGonagall ~ Herrería Sagrada

Hobbamock Graves ~ Magia Eléctrica

Orden de Avalon

June Miller ~ Sanación y Purificación

Sherlyn Stark ~ Sanación y Purificación

Ela Karoline ~ Conexión Natural

Sagitas E. Potter Blue ~ Magia Elemental

Orden Oscura

Darla Potter Black ~ Conocimiento de las Sombras

Zahil Aranel Granger ~ Conocimiento de las Sombras

Emily Karkarov ~ Poder Destructivo

Goderic Slithering ~ Poder Destructivo

Ellie Moody ~ Magia Elemental Oscura

Roxanne W. ~ Magia Elemental Oscura


En esta oportunidad, les traemos una historia derivada de la misión anterior, Ravenrock. Señalamos varios puntos importantes para la historia, aunque son libres de añadir más elementos. Y, por supuesto, tienen la libertad de explorar el área de la trama que más le interese o que creen que vaya mejor con el perfil de su personaje (teniendo en cuenta, por supuesto, el clan al que pertenece).

Les recordamos que el desarrollo de la trama es responsabilidad de los participantes de la misión, el máster sólo aportará ocasionalmente elementos clave para que aprovechen o los obstáculos que crea conveniente. Tengan en cuenta que la misión tendrá una duración de un mes, tiempo en el que deberán cumplir con los requisitos para aprobar la misión.

Por último, les dejamos links de importancia acerca del funcionamiento de las misiones y los clanes, sería bueno que les echen un vistazo.

+Ver más sobre el funcionamiento de las misiones de clanes

+Ver más sobre los clanes de la Orden del Fénix

+Ver más sobre las especializaciones mágicas (poderes rolísticos)

Editado por Ellie Moody

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Reconozco que me costaba dormir. Habíamos descansado mucho después de lo sucedido en el Faro. Para mí había sido agotador y suponía que para el resto de los compañeros, la aventura también había sido igual de fatigosa. Nuestras caras no era de felicidad precisamente cuando la niebla desapareció. Sí, bueno, satisfechos lo podíamos estar todos por haber acabado con ella pero no, había más sensación de estar extenuados, como si hubiéramos eso un uso (e incluso abuso) de nuestros poderes mágicos del clan. En mi caso, así era y necesitaba una bañera relajante en espuma y una buena dosis de masajes en casa.

 

No nos fuimos, sin embargo. Pernoctamos durante unos días en la Casa del Puerto, que había resultado un agradable hostal, ahora que teníamos a la población de nuestro lado. Había cambiado mucho el humor del pueblo y las auras que percibía eran más naturales entre los lugareños: algunos eran huraños, otros amables, había alguien que no le gustaba hablar y desconfiaba pero, en conjunto, todos tenían sonrosada y pastelosas auras. Todo lindo y bonito.

 

Bueno, no tan así, aún quedaba una parte sin resolver que planeaba sobre todos muggles y magos, como un misterio sin resolver. Y supongo que por eso la Orden había decidido permanecer allá hasta nuevo aviso, sobre todo porque a todos nos gustaría recobrar a los perdidos y no regresados y porque aún no sabíamos porqué había pasado. El qué sí, había quedado resuelto pero la otra pregunta era un lastre que todos nos preguntábamos.

 

La monotonía se hizo agradable, levantarse, ir a los muelles, charlar con mi ya amiga Tresa y aprender sus artes sobre técnicas de redes y nudos, de pesca entre las piedras de percebes, con las olas golpeando con fuerza hasta las rodillas y truquitos varios sobre la vida de los marineros. Era una de las que se sentía contenta con nosotros porque le habíamos devuelto a su marido, aunque lamentaba que una gran amiga siguiera desaparecida.

 

Pero por muy agradable que fuera, la monotonía es eso, monotonía. Llevaba tanto tiempo allá sin descubrir nada nuevo que llegué a pensar que aquello eran vacaciones. Hasta aquella noche. He de reconocerlo, me costaba dormirme lejos de la familia y cuando lo hacía, pesadillas agoreras se cernían sobre mi cuello, no dejándome dormir. Aunque mi compañera de habitación no decía nada, estaba segura que se había dado cuenta de mis gritos ahogados cuando me despertaba, asustada, mirando a mi alrededor y buscando una causa tangible de porqué tenía esos malsueños.

 

Pero esta vez me despertó un sonido, seco pero persistente que pareció alargarse durante siglos en medio de la noche, como si un eco se encargara de repetirlo, como si el aire se hubiera quedado por haberse desgarrado y escupido algo en medio de la plaza del pueblo. Porque eso fue lo que pasó: desde mi ventana pude ver como allá, donde un segundo antes no había nada, ahora había alguien, una persona que no pude reconocer en la distancia y el semi-sueño que aún arrastraba mi mente pero que intentaba levantarse, se caía, gritaba y, lo que es peor, parecía lanzar cosas a su alrededor. Noté que no sabía lo que hacía en cuanto un banco, en el que aquella misma tarde había estado sentado un rato, contemplando como el sol anaranjado se escondía tras el tejado de la iglesia, pareció levantarse del suelo y cayó contra la fuente, provocando un ruido de chapoteo y de rotura de la pequeña escultura que la coronaba.

 

-- ¡Demonios! ¿Has visto eso? -- le pregunté a mi compañera de habitación.

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La bruja se había sentido total y completamente aletargada en el mes que había pasado. Seba continuaba yendo y viniendo en sus viajes a Latinoamérica y ella se sentía total y completamente fuera de foco ese tiempo. Darla observó los memorandos que había rescatado de la Orden y se sorprendió al enterarse de que se había perdido demasiado por lo que había ocurrido en Ravenrock.

 

Darla suspiró mientras buscaba su bolso de piel de moke, donde colocó varias mudas de ropa y objetos mágicos gracias al hechizo extensor. Lo dejó sobre la cama junto a una chaqueta larga, estilo parka, que había elegido para utilizar en el viaje en lugar de las habituales capas. Observó en el mapa la ubicación de aquel pueblo con muggles y magos conviviendo, eso era algo que no se veía desde hacía tanto tiempo. La vampiresa acarició los anillos en su mano y luego observó por la ventana. Debía irse, el sol ya se había puesto y sus elfos ya tenían las indicaciones para mantener su local y su hogar.

 

El portal había aparecido frente a ella tras pronunciar fulgura nox, no era que no hubiera podido aparecerse y menos que no tuviera otros medios para llegar al lugar, pero tras estudiar los planos y buscar más detalles de la ubicación había parecido más práctico llegar de esa manera. Esperaba no haberse equivocado en la elección.

 

No pasó mucho tiempo cuando descubrió que si había sido la peor de las ideas llegar en medio de la noche, hubiera jurado que a esa hora estaría todo tranquilo y que simplemente sería cuestión de encontrarse con los suyos a la mañana siguiente. El aire a su alrededor parecía eléctrico, un estallido se escuchó cuando un banco dio contra una fuente salpicando todo a su alrededor. Darla apareció su varita en la diestra y alcanzó a lanzar un protego ahogado cuando una rama de árbol voló hacia ella. Segundos después gracias al phanton estaba al otro lado de la plaza.

 

Una voz sonó a la distancia, haciendo una pregunta, creyó reconocerla, sonó a sus espaldas, se volvió hacia el edificio desde el que había surgido y fue su segundo error.

 

—Maldita sea ¿por qué no me lancé un detritus? —susurró Darla, a la que le acababa de golpear una estatua de piedra que la había arrojado al otro lado de la calle, se incorporó, todo adolorida, apoyándose en la zurda y apuntando hacia la muchacha de largos cabellos negros y vestido blanco que lanzaba cosas hacia todos lados.

 

La vampiresa no lo dudo, nunca había utilizado sus poderes en forma combinada, mediante el ilusionismo convenció a la joven de que estaba en su habitación, calmada y con sueño, preparándose para dormir, la vió soltar un objeto mientras hacía gesto de peinarse con un cepillo imaginario. Aunque podría haber utilizado directamente el control corporal como hacía ahora, disminuyendo la presión arterial de la muchacha cuyas manos seguían haciendo una el gesto de sostener un espejo frente a ella y la otra un cepillo que pasaba por su larga cabellera. Poco a poco la presión de la niña fue bajando hasta que ésta cayó desmayada en medio de los restos de todo lo que había en aquella plaza.

Editado por Darla Potter Black
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El tiempo pasaba lento, una misión que aparentaba ser tranquila y de corta duración se había alargado más de lo esperado. Goderic se había mantenido en el pueblo para mantener la vigilancia y orden. Al fin y al cabo, con el escándalo que se había armado era poco probable mantener en secreto que eran magos, también había salido a la luz que en su comunidad aparentemente libre de magos no lo era en realidad. Con esos antecedentes, le era interesante ver la reacción de la comunidad, si lo asimilaría bien, si existiría miedo o intimidación, si el orden y estructura del pueblo se vería afectada por dicha diferencia.

A partir de esta pequeña muestra, Goderic planeaba tomar ideas y proyectos para intervenir en otras áreas. Claro, no era político pero sí tenía la suficiente influencia en la política como para interferir en algunos pequeños pueblos y ciudades aisladas. Había terminado viviendo en una casa cerca del centro de la ciudad, la había comprado al hijo de unos de los hombres desaparecidos quien ya daba por muerto a su padre -al parecer no tenían buena relación- y prefería alejarse de todo ese asunto de la magia y secuestros. Por su parte, Goderic había preferido comprar a arrendar o vivir en una posada ya que siempre era útil tener residencia en lugares lejanos.

La mujer que habían salvado, Emily y él, se encontraba bien. No recordaba nada y los recuerdos falsos implantados funcionaban a la perfección. El mago se sentía un poco mal en haber ido tras una pista falsa y no permanecer junto a sus compañeros en la lucha contra el faro pero se tranquilizó luego de pensar en que todo había salido bien, ellos habían salvado a una persona y detenido a un asesino serial y sus compañeros habían desbaratado y pausado algo más grande pero ¿no eran ambos igual de importantes? No siempre se podía saber todo, seguir las pistas correctas ni tampoco salvar al mundo en un segundo. La vida no era tan sencilla, ni ellos tan superpoderosos.

Apaga la luz de su habitación preparándose para dormir, ya era tarde y debía descansar pero los papeleos del SMS no se habían detenido a pesar de la distancia, cada día recibía unas decenas de cartas informando la situación en las misiones alrededor del mundo, incluso había designado a un pequeño grupo exclusivo para mantenerse alerta, para oír noticias similares a lo sucedido en Ravenrock. No podía dejar que este grupo siguiera secuestrando personas en otro pueblo, tampoco podía dejar que siguieran -lo que creía- sus investigaciones. No sabía que buscaban, solo sabía que fuese lo que fuese no sería algo positivo.

Un crac lo sobresalta pero no le quita el sueño, ya estaba acostumbrado a apariciones y, ahora que se habían revelado sus identidades, no le parecía extraño. sin embargo, lo que sucedió después si fue capaz de arrebatarle cualquier resto de sueño. Se asegura de tener su monedero de piel de Moke en su bolsillo de la capa y sale rápidamente a la fuente de todo el escándalo, la plaza en la que hace horas había estado disfrutando del aire puro. Utiliza inmediatamente phantom no solo para llegar más rápido a la acción sino para asegurarse de poder esquivar los distintos objetos que la bruja lanzaba.

¿Quién era? ¿por qué actuaba así? Sabe sin pensarlo mucho que la magia de la bruja se estaba descontrolando. No sabe si tiene algún problema sicológico que la llevó a explotar su magia de aquella forma o era algo más, pero sabe que la magia descontrolada como aquella era muy peligrosa. No solo para ellos sino para ella misma. Deben calmarla pero ¿cómo? observa que sus compañeros de bando comienzan a llegar poco a poco y Darla, quien ya se encontraba allí, trata de detener a la bruja con lo que parecía control corporal. Por unos segundos, parece funcionar. Al otro segundo, todo era caos.

Ninguno de los presente lo sabía hasta ese momento pero el instinto de supervivencia era algo difícil de eliminar. La bruja inconscientemente había restringido un poco de su magia que, aunque descontrolada, no llegaba a causarle un daño mortal. Sin embargo, al caer desmayada todo resto de ser consciente y lógico había desaparecido. Actualmente, luchaban contra un ser inconsciente y sin ningún autocontrol, la magia fluía sin restricciones, destruyendo todo a su paso.

Maldice para sus adentros aunque no culpa a su compañera. Sabe que ahora la idea de calmarla aparenta ser algo imposible, por lo que invoca unas Criaturas de sombras. Sus dos lobos de tamaño medio se dispersan a sus posiciones, se encargarían principalmente de resguardar las cercanías, impedir que escombros dañaran casas habitadas como también evitar que algún curioso se metiera en problemas.

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Mi compañera de habitación no me contestó, o tal vez no la oí con el estrépito que llegaba desde fuera. Las casas que bordeaban aquella plaza empezaban a encender las luces y los lugareños se asomaban por las ventanas, atraídos por el ruido. Algunos de ellos eran miembros de la Orden, despertados por el sonido de la batalla que se producía en la plaza.

 

Porque aquello era una batalla. Sí, era una chiquilla y tenía toda la pinta de ser una pobre manipulado por algo o alguien. Y porque Darla, mi amiga Darla, la pelirroja, acababa de llegar y ella sola no podría con ella.

 

-- ¡Aug, eso dolió! -- le dije desde la ventana, cuando le golpeó un trozo de estatua.

 

Pero su especie es fuerte y ella se giró hacia la atacante. Aplicó un encantamiento que no reconocí desde la distancia y me asomé un poco más, apoyando las dos manos en el pollete exterior.

 

-- ¿Necesitas ayuda? No, ya veo que no...

 

Contemplé desde la distancia cómo aquella chica parecía dominada por ella y parecía peinarse como si estuviera en su casa. Debería pedirle que me enseñara ese truquito. La sonrisa empezó a florecer en mi rostro cuando todo cambió tan de repente que me quedé helada. De parecer calmada, aquella Bella Durmiente empezó a repartir una magia descontrolada que amenazó a Darla y a otro compañero de bando que, visto y no visto, aparece tan rápido que no supo ver en qué momento ha aparecido.

 

Soy intrépida. O tal vez soy algo suicida, no sé... La cuestión es que me lancé por la ventana haciendo una cabriola, olvidando que aquello no era un ensayo en el circo y que no podía encontrarme una red de seguridad si fallaba. Me tiré y pensé en un Aresto Momentum que frenara mi caída. Aún así, el tope con el suelo fue brusco, por mucho que se hubiera suavizado. Al posar los dos pies en el suelo tuve que guardar el equilibrio. Eso provocó que viera llegar uno de los rayos descontrolados que surgían de las manos, el cuerpo, el espacio que ocupaba aquella muchacha, como si toda la magia que tuviera se fuera desparramando sin ningún dominio alrededor de ella.

 

-- ¡Demonios desdentados! -- grité al ver que se acercaba demasiado deprisa.

 

Fui instintivo, me agaché y me cubrí con las dos manos la cara, como si eso pudiera evitar algún daño, y pensé en un Supremus. Hacía poco que estaba experimentando con hechizos nuevos del clan y éste me salió así, en una decisión tan rápida que fue casi inconsciente. Necesitaba ayuda y la invoqué. Ni sé cómo llegó a funcionar, en los libros que había consultado siempre recordaban que no había que sufrir ninguna distracción y sí mucha concentración. Bueno, esos hábitos los tengo adquiridos del circo, donde en cada exhibición te juegas el cuello y no puedes dejar que ningún aplauso o grito o suceso no programado te distraiga de tu objetivo. Así, en cuanto vi que se acercaba aquellos hechizos peligrosos, me protegí. Y no sólo con las manos. Delante de mí creció un enorme muro de barro que se interpuso y recibió lo que fuera. Estalló, sí, provocando que me cayera al suelo pero excepto mi ego al verme caer de pompis, completamente ilesa.

 

-- ¡Darlis, cuidado!

 

¿Darlis? ¿Desde cuándo la llamaba así?

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No puede quejarse de las habitaciones en la posada, ni del trato que han tenido los habitantes de Ravenrock. Si bien todavía podía haber personas que desconfiaran de ellos -algo que debía admitir era muy comprensible- la mayoría se portaban bastante simpáticos o mostraban curiosidad por saber un poco más de aquel mundo mágico que recién descubrían. Por supuesto, por prudencia no pasaban los días haciendo grandes despliegues de habilidad mágica, pero sí quería pensar que esos días habían servido para que “les perdieran el miedo”.

 

A pesar de la hospitalidad, Emily solo había pasado un par de días allí luego de la destrucción del faro y la desaparición de la niebla, pues temía acostumbrarse a la quietud de la vida en el pueblo y lo distinto que era de la normalidad de Ottery St. Catchpole, además, Ravenrock parecía estar volviendo a ser el pueblo de antes y ya solo les quedaba seguir ahondando en sus investigaciones sobre qué estuvieron buscando los supuestos agentes gubernamentales.

 

Sin embargo, esa noche se encontraba en un pub, ubicado a unas cuadras de la plaza central, observando la tercera ronda de un juego de póker que había captado la atención de casi todos, haciendo que las apuestas se pusieran cada vez más interesantes. El sonoro crac y los ruidos posteriores que se escucharon no solo hizo que se ponga de pie, sino que fue acallando los murmullos de las conversaciones y las risas se fueron extinguiendo.

 

—¿Fue una explosión? — preguntó alguien que la bruja no logró identificar.

 

Y decidiendo que parecía una buena respuesta, algunos volvieron a sus conversaciones, a sus tragos y a su juego, mientras que otros más curiosos salieron para comprobar qué pasaba. Entre ellos, se encontraba Emily, quien estaba segura que trataba del sonido de una aparición extrañamente amplificado, quizás por la quietud normal a esas horas de la noche. Luego, más ruidos, como el que provoca la destrucción de objetos pesados.

 

—Parece que viene de la plaza

 

Dijo uno de los jugadores de póker, que había dejado el juego a pesar de las protestas de sus amigos. Entonces se fijó que en las casas cercanas comenzaban a encenderse las luces y las personas miraban con curiosidad por sus ventanas.

 

—Lo más prudente sería no acercarse —dijo la bruja y desapareció.

 

Con el phantom no le resultó complicado llegar en cuestión de segundos, pues estaba bastante cerca del lugar. Ya alguno de sus compañeros se encontraba allí intentando contener el caos, pero era difícil describir qué exactamente estaba ocurriendo, solo se veía que el origen era una muchacha, bastante joven, fuera de control. Pero Emily, a pesar de que le preocupaba el por qué estaba inconsciente, le alarmaba las consecuencias que pudiera traer sobre el pueblo.

 

Invocó a unas criaturas de sombras, en forma de fénix, esperando que su agradable aspecto no asustara a los no magos si lograban divisarlos entre las sombras. Batieron sus alas cuando recibieron la orden de mantener protegidos a los muggles que pudieran acercarse. Parecía que un par de hechizos protectores no iban a ser suficientes....

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Por enésima vez, frustrada y cansada, Madeleine se da la vuelta en la cama e intenta acomodarse entre las sábanas. La habitación está a oscuras y no hay más ruido que el chocar de las olas contra la arena, la noche es fresca y el mosquitero de su cama mantiene alejado a los posibles insectos de ella, pero lleva más de tres cuartos de hora intentando conciliar el sueño, sin resultado alguno. ¿Qué demonios le sucede? Lentamente, se incorpora hasta quedar medio tumbada en la cama, apoyándose en los codos. Entonces, se sobresalta al escuchar la voz de su prima hablarle desde la litera arriba:

 

—¿No puedes dormir?

 

Percibe el resentimiento en su voz, pero la verdad es que no quiere lidiar con Ellie ahora mismo. Aunque Madeleine no es una legilimante, no necesita serlo para saber por qué su prima está enojada con ella. La obligó a acompañarla a la casa de la familia Johnson esa misma tarde, bajo la excusa de visitar al señor Johnson y ver cómo iba, si todo estaba bien con su esposa y sus hijos, Jess y Matty. Al igual que los demás, no recordaba gran cosa; todavía es un misterio si su memoria fue modificada o si, por el trauma, sus recuerdos son confusos. «Necesito verlo —le exigió a Ellie—. Tú nos trajiste aquí y ahora te niegas a hacer lo que hay que hacer». Y, sí, quizás... quizás abusó de su control de energía psíquica, para convencerla. Aunque eso no evitó que se enojara. ¿Acaso lo sabría?

 

Madeleine desvía la mirada hacia el pensadero que reposa sobre el escritorio y, junto a él, una pequeña botellita con una sustancia plateada que brilla levemente. Ella no le pidió los recuerdos de esa forma, sino que Ellie se los entregó a la fuerza. «Esto es todo lo que hay —sentenció, y por el tono culpable de su voz fue que la consciencia comenzó a pesarle a Madeleine—. Si quieres hurgar más a fondo y ver si le ocasionas un daño permanente, adelante, pero no haré el trabajo sucio por ti».

 

No había nada. Pasó varias horas explorando los recuerdos de Johnson, pero no había mucho de utilidad. No cree que se hubieran molestado en modificarles la memoria a todos, sino que simplemente fueron sumamente cautelosos. No decían nombres, no habían placas identificadoras, aparentemente no hablaban de temas importantes. Sí, quizás de los comentarios sutiles pudiera descifrar algo, pero... Pero está tan cansada. Aunque Ravenrock está considerablemente cerca de El Refugio, Madeleine siente como si estuvieran en otro mundo, en otra realidad, lejos de todo lo que conoce.

 

—Estoy bien.

 

Y Ellie no responde más. Y Madeleine sigue sin poder dormir.

 

No está segura de cuánto tiempo ha pasado, cuando escucha el crac.

 

Es un ruido lejano, que no está segura que hubiera podido escuchar de haber estado dormida. Asume que Ellie no lo hizo, ya que escucha sus ronquidos leves. Rápidamente, Madeleine se levanta y, por inercia, busca el interruptor de la luz... Pero se detiene.«No haré el trabajo sucio por ti». No se supone que ella es el tipo de persona que obliga a los demás a hacer cosas para ella, aunque sea por el bien común. Se supone que ella es la que se sacrifica. ¡Se supone que los oscuros son los que, justamente, hacen el trabajo sucio! En la oscuridad, se viste rápidamente con unos pantalones deportivos negros, una gruesa sudadera gris y un par de tenis. De la mesa de noche, toma su varita mágica de tejo y cuerno de serpiente cornuda.

 

Despierta —sisea Madeleine—. Veamos quién llegó de visita.

 

◈ ◈ ◈

Las luces de las casas aledañas a la plaza del pueblo comienzan a encenderse y las personas comienzan a asomarse, pero son lo suficientemente juiciosas como para no acercarse a... a lo que sea que esté ocurriendo. Luego de haber eliminado la niebla y regresado a la mayoría de los desaparecidos a sus hogares, la gente de Ravenrock decidió otorgarle su confianza a la Orden del Fénix. «Es por eso que no podemos decepcionarlos», piensa Madeleine cuando observa la escena. Una vez más, cierra los ojos, respira profundamente y se enfoca en manipular la energía de su entorno para desplazarse fugazmente hasta la plaza; como un borrón, recorre la distancia que la separa de las casas hasta el centro del lugar, donde los miembros de la Orden ya están haciendo alarde de sus llamativos poderes. Alcanza a observar cómo un muro de tierra se levanta, para luego estallar, y unos fénix de sombras sobrevuelan alrededor.

 

«¿Qué demonios está ocurriendo?».

 

Ciertamente, no había esperado encontrar una escena tan desarrollada. Al principio, sin contexto alguno, pareciera que un grupo considerable de brujas y magos están atacando a una joven indefensa... Pero al estudiar la situación, Madeleine observa los detalles. La muchacha parece estar inconsciente y, los rayos mágicos y la energía violencia, vienen de ella misma. Una vez, se repite la misma pregunta: ¿qué demonios ocurre?

 

Mientras se acerca, siente una punzada de familiaridad. ¿Acaso... no le es familiar su rostro?

 

«¿Ella estaba en los recuerdos de Johnson? ¿Es...?».
—¡Violeta! —aquella voz masculina viene de sus espaldas. Madeleine se vuelve rápidamente y observa a un hombre de mediana edad, acompañado de un par de jóvenes parecidas a la que está ocasionando aquella pesadilla— ¡Es mi hija!
—¡Ella estaba desaparecida! —acota una de las muchachas.
Los fénix de Emily sobrevuelan alrededor de ellos, protegiéndolos, pero aún así Madeleine teme por ellos.
—Entiendo... —responde— Por favor, manténganse alejados. Controlaremos la situación.
—No le hagan daño, por favor —susurra la más joven de las muchachas, al borde de las lágrimas.
Pero Madeleine no puede responder nada. No sabe si es una promesa que puede hacer. Y ya ha roto demasiadas... Está el hijo del panadero, Thomas, el cual sigue desaparecido. Y tantos más, contando con ellos.
—Está inconsciente, así que no controla su magia —murmura Madeleine por lo bajo. No puede evitar pensar en ella misma, atrapada en el modo berzerker. Entonces ella no tenía el control, era la bestia la que la controlaba y, cuanto más amenazada se sentía, peor era—. ¿Y si son nuestros ataques lo que la alteran?
Sin embargo, perdirle a sus compañeros que no hagan nada es demasiad peligroso. Les guste o no, deben contenerla.
—Quizás algunos deberían intentar tranquilizarla, hacerla sentir segura —le dice a sus compañeros—. Los demás, podemos contener sus magia pero no sé si los ataques directos vayan a ayudar demasiado.
Ya que no cree tener éxito con lo primero, intenta lo segundo.
En sus manos, aparecen el arco y el carcaj con las flechas de hielo, como si nunca hubiera dejado de ser capaz de usar ese poder. Sin pensarlo dos veces, toma una flecha cristalina, la coloca en el arco y la dispara al aire, en dirección perpendicular con respecto al suelo. Cuando la flecha alcanza la altura máxima antes de comenzar a caer, el hielo se multiplica en el aire y así comienza a hacer un domo que rodea toda la plaza. A sus espaldas, escucha las voces del hombre y las jóvenes, que se quedaron afuera del escudo. Sabe que aquello es peligroso para ellos, pero por quiénes deben velar en primer lugar es por los habitantes del pueblo... incluyendo a Violeta. Si le hacen daño, habrán traicionado la confianza que les fue otorgada.

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Después de lo que paso en el faro, la orden había decidido quedarse en el pueblo un poco mas para intentar atar los cabos sueltos que dejo todo aquello. Muchos se habían quedado en el pueblo, en su posada o en alguna casa en renta. Sabia que uno de sus compañeros incluso había comprado una casa ahi. Pero ella no estaba por la labor de estar rodeada de gente por lo que había buscado como refugio una cabaña cerca del mar. Al igual que Goderic había terminado por comprar en lugar de rentar y aunque el lugar requería algunas reparaciones, la rubia igual la compro y las hizo ella misma. El trabajo manual la ayudaba a relajarse y siempre al terminar, salia a caminar por la orilla del mar.

 

Ahí estaba cuando vio a lo lejos algunas cosas salir volando y algunas criaturas de sombras volando en lo que ella calculaba era el centro del pueblo. Si sus compañeros habían sacado las mascotas a pasear era porque algo malo estaba pasando. Usar el hechizo de velocidad estaba ya impreso en su adn, ni siquiera lo tenia que pensar, lo usaba por instinto y pronto llego a la plaza justo antes de que Madeleine la cubriera con un domo de hielo. Lo que ve la deja asombrada, no esta segura pero podria ser que estuviesen ante un oscurial bastante poderoso.

 

 

- ¿alguien ya intento poseerla, tal vez si logramos calmarla desde dentro? - pregunto mientras se concentraba y sacaba a sus propias criaturas para defenderla en caso de atraer la atención de la joven

 

Cuatro perros de sombras aparecieron alrededor de la Granger en espera de que esta les diera ordenes. Por el momento los mantuvo cerca de ella en espera de cualquier movimiento de la chica inconciente que de pronto lanzo una banca que apenas logro esquivar, sus criaturas la interceptaron deteniendo su trayectoria y evitando que alguien saliera herido. Tenia que pensar rápido, por el poder que desplegaba sabia que no podia ser tan ambiciosa de creer que con poseerla lograria que hiciera lo que ella queria pero tal vez podía despertarla. Si estaba conciente sera mas sencillo tratar de convencerla.

 

- Escendia! - susurro desvaneciendose y entrando en el cuerpo de la joven. - Violeta, despierta! - le susurro en su mente antes de ser lanzada fuera de ella con una fuerza increíble que la hizo estamparse contra la pared del domo. Sus perros intentaron atacar a su agresora pero la Granger los llamo

 

- alto! protejan a la gente del pueblo - les ordeno mientras se levantaba para ver si habia funcionado , cuando la miro se topó con unos ojos enojados pero a la vez confundidos. No había dejado de defenderse pero por lo menos estaba conciente de nuevo.

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Desconocía cuáles habían sido los acontecimientos previos a su llegada a Ravenrock; sólo sabía que era una misión de la Orden del Fénix, donde podría poner en practica sus habilidades de sacerdotisa. Sólo eso era: una misión. Nadie moriría o desaparecería de verdad. O al menos eso trataba de creer. Sin embargo, las conversación y la información que le había llegado desde el pub que había pasado tan sólo veinte minutos, había sido suficiente para activar su estado de alerta.


Caminaba por una de las calles principales, o al menos había deducido, ya que dirigía hacía la plaza. El paisaje tétrico no ayudaba, en algunos puntos centrales las luces habían dejado de funcionar o su energía se habían reducido tanto que el único que hacían era titilar. El ritmo en que se apagaba y volvía a prender era irregular,y desincronizado en relación con los demás faros. Volvió a decirse para sí misma: — Es sólo una misión.


La temperatura había disminuido un poco, lo supo con certeza cuando tomó su mano izquierda con la otra y la presionó contra su pecho. Estaba fría y a medida que aceleraba sus pasos, de manera inconsciente se incrementaba su ritmo cardíaco. Al sentir que era difícil respirar con normalidad, disminuyó los pasos. Y comenzaba a pensar que estaba cerca de las otras residencias y que nada malo podía pasar. Sin embargo, lo que vino después fue en contra de todo propósito: un grito y la aparición de figuras traslucidas en el cielo oscuro.


Frunció el ceño. Estaba desconcertada y más allá de la procedencia del grito, se preguntaba si las figura tenía forma de fénix. Sin esperar un segunda más, se apresuró y se dirigió a la plaza donde creía que podía encontrar respuestas. Al llegar se encontró con una situación que no esperaba. Podía ver una mujer que lanzaba poderes mágicos en todas partes.


Varios de sus compañeros se hallaban en la escena, pretendiendo hacer algo para tranquilizar a la mujer. Se apartó del resto, tratando de defenderse también, de los rayos que venían desde esa dirección. No sentía miedo, pero era una situación que no le permitía pensar con calma. Al mismo tiempo, miró a Madeleine, con un arco y flechas de cristal. Era una imagen que le trasmitía mucho poder y la impulsó a actuar en la situación. Por esa razón, se aproximó un poco más y teniendo en cuenta los hechizos que había estudiado previamente, utilizó:


— Purificación espiritual .


Los sacerdotes la utilizaban para limpiar lo corrupto. Deshacer de algo o alguien la magia oscura que los invadía. Cerró los ojos y volvió a utilizar el mismo efecto, con la intención de tener éxito. La falta de práctica había provocado que se sintiera débil luego de varios intentos.

 

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He de reconocer que, como bando, respondimos casi al instante que apareció la chiquilla y eso nos favorecía. Aunque el pueblo confiaba en nosotros, al hacer desaparecer la niebla, también es cierto que siempre hay cierto resquemor interno que deriva de nuestras diferencias. Así, los vecinos miraban por la ventana mientras aquella recién llegada seguía lanzando magia a diestro y siniestro sin control. Por supuesto, nuestra prioridad era defenderles y por ello, alguien hizo que unos bonitos y elegantes fénix circularan a su alrededor, dispuestos para su protección si era preciso.

 

Pero también teníamos que defender a la muchacha. No era normal que ella estuviera dormida (o desvanecida) y siguiera lanzando energía. Mi escudo de barro desapareció y pude mirar con cierta libertad a mi alrededor, aún sentada en el suelo. Un grito me sorprendió y me levanté muy rápidamente para poder soportar lo que apareciera con cierta dignidad, de pie. Era una hombre del pueblo a quien había visto varias veces durante mis paseos

 

-- ¿Violeta? -- me gustó poder darle nombre, poder humanizarla en cierta manera. Arrugué el ceño. ¿Era una de las desaparecidas? ¿Y cómo es que había aparecido así, de repente, en el suelo de la plaza?

 

Demasiadas incógnitas.

 

Madeleine tiene razón, deberíamos calmarla desde dentro porque, sobre todo, Violeta merece nuestra preocupación y nuestra protección, a pesar que sea un peligro por ella misma.

 

-- ¡Guala, qué bonito! -- exclamó, ante la aparición del domo de hielo a nuestro alrededor. He de reconocerlo, los colores irisados que las luces de las farolas arranca a nuestro escudo es hermoso.

 

Varios magos se acercaron a ella a ayudar. Yo adelanté dos pasos con precaución, había visto su poder y me preocupaba más qué o quién podría estar haciendo eso. ¿Sería algo natural, sería algo provocado, habría gente cerca vigilando nuestros actos? Todo sería posible en aquel momento; por desgracia, no teníamos forma de saber qué había sucedido en el pueblo ni dónde había estado la muchacha todo este tiempo. Y, sobre todo, si el resto de personas desaparecidas también podrían estar en el mismo lugar del que ella había venido y si podían ser salvados.

 

Fue entonces cuando me vino una pregunta que, hasta el momento, ni me había cuestionado.

 

-- ¿Su hija ya era mágica antes de desaparecer? -- le pregunté al padre preocupado. No sé porqué me parecía que en aquel pueblo los únicos magos eran los malos que habían estado involucrados en la maldita niebla. Si lo era, bien, sólo era cuestión que recordara cómo se dominaba. Si no lo era...

 

¿Es que esos rumores de pastilitas para quitar la magia a los magos también podían tener un efecto contrario en los muggles? No, seguro que no era eso. ¿O sí...?

 

-- Muy bien, Sherlyn -- me atreví a alabar a mis compañera de Sacerdocio, quien acababa de hacer un efecto purificador.

 

Entonces recordé que podía usar uno de los elementos de forma curativa. No lo había practicado mucho, he de reconocer que nunca acabaría del todo de conocer el potencial que mi rango y acercamiento a la Diosa me proporcionaba. Por mucho que dominara los elementos naturales, siempre aparecía una forma nueva de usarlos.

 

Cuesta más describir lo que sucedió que cómo lo hice. Sólo pensé en algo tan sencillo como que la muchacha, joven a la luz brillante de las farolas en aquella noche algo fría, necesitaba ser curada de cuerpo y alma, apoyando la purificación que acababa de hacer Sherlyn. Mi mente hizo el resto.

 

Un torbellino de agua giraba sobre sí mismo en cuanto invoqué de nuevo un Supremus, avanzando hacia ella, chocando contra su cuerpo y mojándola entera. La muchacha pareció sentir el efecto curativo de aquel elemento invocado y, durante unos segundos, quedó quieta, como si la unión de todos los hechizos que la habían alcanzado, hubieran calmado y apaciguado la magia descontrolada que se le escapaba minutos antes. Eso sí, quedó bastante mojada.

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