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Libro del Caos


Bakari
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Muy por las malas le había tocado comprender que las clases "formales" no eran lo suyo. Intentó de buena gana vestir elegante, o lo que él consideró elegante y encerrarse en una torre para que un chiquillo egipcio le volviera loco entre cuatro paredes. Acabo meditando con Sajag, y si alguien odiaba allí a los Arcanos era claramente Bakari. Si sus compañeros Uzza descubrían tamaña traición a la historias posiblemente lo acusarían de un sin fin de cosas absurdas. El arcano de videncia le había preparado unos cuantos té aromáticos que alinearon sus chacras y relajaron sus viejos músculos, nada más.

 

Y así lo encontrarían sus alumnas, para colmo mujeres. Sentado a metros de su tienda de campaña, cruzado de piernas como un sabio jefe indio y con los ojos serenamente cerrados. Reposaba sobre una manta extremadamente antigua, el sol le pegaba en el rostro, aquella mañana auguraba buen clima por lo que no se molestó en colocarse la parte de arriba de la pesada armadura ni las sandalias de cuero curtido.

 

A treinta centímetros del suelo pedregoso y carente de césped se encontraba en estado neutro el libro del caos, un precioso tomo de tonos rojizos, pedrería costosa y palabras rimbombantes en letras doradas. Cualquiera querría leerlo, parecía que sus hojas susurraban clamando atención pero ninguna de sus alumnas podría. Llegando probablemente intentarían acercarse, saludar, presentarse, explicar por qué estaban allí pero el Guerrero ya se había cansado de aquella cantaleta; lo que deseaba realmente era saber si sus alumnos merecían estar allí, si eran dignos del Caos y que éste mismo lo dictaminase, no ellos y sus sosos problemas personales y traumas por resolver.

 

—Ni un paso más jovencitas.

 

Sintió las vibraciones al arribo pero no habló hasta que las brujas estuvieron a 35 centímetros de él. Abrió un ojo de manera leve, casi imperceptible, y captó el momento exacto en que el lazo del diablo se aferraba a los tobillos de sus pupilas y comenzaba a amarrarlas al tiempo que él decidía incorporarse y ver el show en primera fila. Cuanto más se movieran, herbología de primer año, más apretaría el lazo, casi hasta asfixiarles. Pero ellas no lo notarían quizás hasta que fuera demasiado tarde, debido a la sorpresa y a que Bakari, lejos de ayudarles, tomó su varita de la manta sucia y creó dos brechas en el suelo, bajo sus pies, de manera que ambas quedarían pendiente de la enredadera.

 

—Respondanme lo siguiente y quizás salgan con vida ¿por qué al invocar al Señor del Caos el poder de cualquiera de ellos no siempre es beneficioso para nosotros?

 

Miró a Feyre, luego a Alessa. Se decantó por la segunda y le señaló de manera despectiva para que respondiera. Luego, saboreando la respuesta, miró a su segunda alumna, la que parecía destriparlo con los ojos.

 

—¿Cuál es la diferencia entre rueda de poder y rueda del caos?

 

Sonrió, cuando lo hacía su expresión lo volvía un monstruo, un monstruo bélico.

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-Caos- repasé las letras del tomo por décima vez, mirándolo y volviéndolo a mirar, pero no había forma de que el maldito libro se abriera antes de tiempo.

 

Ya lo sabía, de todos modos, porque me había pasado lo mismo con los otros cuatro libros anteriores. El único que había cedido su cerradura nada más poseerlo entre mis dedos había sido el del Aprendiz y tenía su razón más boba: era un libro inicial. Más las magias contenidas en los demás tomos era totalmente nula para todo el que no cursara una clase con un guerrero, lo que lo hacía tan atractivo como detestable. Cada vez que tenía que pagar una cuantiosa matrícula en la Universidad, mi bolsillo dolía y mi orgullo picaba. Podía ser que los admirase, pero no tanto quizá como los aborrecía. Eran extremadamente soberbios, celosos de sus enseñanzas y, muchos, nos odiaban. Yo era una extranjera en estas tierras tanto como ellos, pero no les importaba porque, después de todo, me había criado entre la pompa y el lujo inglés. Para ellos, yo era una bruja que no merecía aprender nada... como el resto.

 

Quizá fuera una suerte o una revelación que, mientras pendía sobre la grieta en el suelo pendida de los lazos del diablo que me sostenían con fuerza, el libro se hubiera por fin dignado a mostrarme su contenido. Mi mirada fulminó a Bakari con todo el odio del que fui capaz, sin recordar siquiera que yo llamaba "maestros" a estos guerreros que no dudaban en humillarnos. Su pregunta rebotó contra los huecos de mi mente y, como si en realidad todo el tiempo que había pasado con el tomo hubiera servido de algo -quizá absorción de información por ósmosis, no lo sabía-, la duda planteada tuvo una respuesta que afloró a mis labios.

 

-La rueda de poder puede otorgar al mago o bruja hechizos superiores o, inferiores al hacer que su poder mágico disminuya. La rue-da... La rueda- me moví, incómoda, mientras uno de los téntaculos pasaba por mi garganta de forma peligrosa. ¿Qué fin tenía aquello? ¿Ponernos a la defensiva? ¿Demostrar que tenía mayor conocimiento y poder que Alessa o que yo? ¿Reírse? ¿Burlarse? Había creído que los Uzza estaban por encima de esos simples placeres-. La rueda del Caos hace que el mago o bruja dupliqe el poder de un hechizo, convirtiéndolo en crítico o, por el contrario, haciendo que su hechizo sea débil y haga la mitad del daño- respiré tranquilamente, evitando sofocarme-. La diferencia radica en que la rueda de poder nos da la posibilidad de usar hechizos de mayor rango, mientras que la del caos hará que, por ejemplo, el hechizo haga el doble de daño- le guiñé un ojo al guerrero.

 

Sí, la magia del libro era poderosa y fluctuante. Me preguntaba si era posible morir en aquella clase.

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Alessandra estaba impaciente, no estaba segura de presentarse a cursar aquel libro, se había inscripto por el impulso de que si seguía sus estudios de duelo mejoraría, pero ya no estaba muy segura, solo se limito a observar la carta que le mandaron donde la aceptaron para cursar con el Uzza Bakari. Trago en seco y se terminó de colocar las zapatillas de tenis, se había colocado un jean negro ajustado y una blusa azul oscuro de manga corta, se ató el cabello en una cola alta, tomó su varita y las cosas que llevaría a la clase, <<Haz de Noche>> y un portal se abrió frente suyo.

 

Se había acostumbrado en poco tiempo a usar sus nuevos poderes y aunque trato de hacer lo mismo con el libro del Caos no lo logró, con el Uzza del Druida al abrirlo no había nada pero en cambio con aquel libro no había forma de lograr ver sus páginas, era como si tuviera pegado con algun pegamento mágico imposible de abrir, había desistido después de haber forcejeado y hechizado aquel objeto por lo que opto mejor volverlo chico y guardarlo. Paso a través del portal cuando la voz del Guerrero la hizo detenerse apenas puso un pie en aquel lugar, apenas había recorrido el lugar con sus ojos y toparse con su madrina cuando sintio que la tiraron del tobillo para enredarse alrededor de su cuerpo, al principio comenzó a moverse pero recordó su clase de Herbologia y se detuvo sabiendo que sin su varita para crear luz sería imposible.

 

Cuando el Uzza les hizo preguntas sus ojos se abrieron de golpe, <<acaso era una broma?, ni siquiera había podido ver nada de aquello y más aún, porque le hacía preguntas cuando los demás Uzza se limitan a decirles todo y despues los ponian a prueba para ver si entendieron>>.

 

-Porque el poder del caos es una fuerza cósmica donde sus confines no son ni cerca a ser comprensibles por los ojos normales- le respondió arrugando el ceño cuando sintio el nudo del lazo enrollarse arriba de sus hombros.

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El Uzza rió.

 

No había querido sacar sus propias conclusiones con ambas féminas pero la manera en que le miraban le causó gracia y dijo mucho de ellas. La personalidad que tenían era diferente, podía notar las llamas vívidas en los ojos grises de Feyre mientras el lazo del diablo cedía el amarre con tan solo un chasquido de sus gruesos de dedos. La memoria le permitía evocar a varios de su estirpe, un caballero con ínfulas de grandeza y una muchacha que portaba el Caos dentro de su propio pecho, más ésta bruja era diferente, parecía no tener armonía con su cuerpo lo intuía como todo guerrero, luego de presenciar tanta muerte, devastación y desolación, podría intuir.

 

—¿Tu crees que su respuesta es correcta, no verdad?— La miró mientras una raíz asfixiaba suavemente a Alessandra.

 

La segunda mujer lo estaba acribillando en sus pensamientos pero sabía que no sería capaz de alzar armas contra él. Ninguna sería un buen soldado, esperaban llegar allí y tener una clase armónica de principio a fin. Más al verse puesta a prueba de manera instantánea no supieron reaccionar. Pronto su sonrisa desapareció, apuntó a la rubia y cuando ésta creyó que le atacaría desvió la varita hacia el suelo e hizo que se cerrase. Un parpadeo después Delacour cayó de narices y el lazo del diablo desapareció.

 

—¿Fuerza cósmica, señorita Delacour?— Preguntó esperando que se repusiera un poco, cruzando los brazos tras la espalda, haciendo que una de sus manos agarrase con fuerza la muñeca contraria —El caos proviene de aquí

 

Se golpeó el pecho y retomó su postura y seriedad.

 

—Ésto no es una clase de astronomía. El caos es parte del balance natural de las cosas pero, como alguien dijo, a cada acción su reacción. No proviene cósmicamente de la luna, de las estrellas o del universo. Sino de nosotros de ti, de mi, de ella.

 

Señaló a Feyre. Giró levemente la barbilla para que ésta supiera que sus próximas palabras irían dirigidas hacia ella y carraspeó.

 

—¿Cuántos posibles resultados evocamos con la rueda del tiempo?

 

Y volvió a centrar la atención en Alessandra, fruncía el ceño aun saboreando la palabra "cosmo" pero se lo dejaría pasar.

 

—Lo que sí le puedo decir es que el Caos y el Destino son grandes amigos, ambos comparten azar. Pero el primero es mucho más caprichoso, hará lo que él quiera cuando lo considere conveniente, sea bueno o malo para su invocador ¿Puede usted decirme a qué rueda me estoy refiriendo ahora mismo?

 

Algo sonó dentro de su tienda de campaña. Sabía lo que era aun cuando se encontraba a tres metros del lugar. Un pequeño bong que él mismo encantó para saber cuándo era el momento ideal de comenzar con las verdaderas prácticas. Si las brujas respondían bien, ambas, a las preguntas que acababa de lanzar como dagas, el libro a medio metros de ellas enseñaría su contenido ancestral.

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Alessandra apenas podía pensar, intuyo que se había equivocado cuando el Uzza río y se puso roja de la vergüenza, como diantres quería que supiera algo si no había explicado nada aparte de que como quería que supiera algo cuando no podía pensar a causa de que su vida corría peligro. Tenía una mala costumbre que cuando se enojaba sus ojos se llenaban de lágrimas pero al ver que el guerrero la apuntaba con la varita su corazon comenzo a martillear en su pecho pero se quedó dura cuando solo cerró el agujero bajo suyo y el lazo comenzó a desenrollarse de su cuerpo cayendo de rodillas al suelo.

 

-No, no creo que mi respuesta sea la correcta- gruño con la voz ronca aspirando todo el aire que tenía.

 

No le molestaba equivocarse, nadie nace sabiendo pero le molestaba la mueca de burla a las palabras de Uzza, aun asi no le respondió y solo se limitó a escuchar lo que tuviera que decir, frotándose el cuello se colocó de pie al ver a su madrina quien parecía estar muy enojada, por alguna extraña razón en su mente se le formo una imagen de la Macnair matando a Bakari mientras bailaba sobre sus cenizas.

 

Suspiro.

 

Sin duda parecía que el Uzza se había ceñido con ella ante su mala respuesta, fastidiaba como estaba se sentó en el suelo sin importarle nada, si quería desaprobarla o matarla que lo hiciera, tenía un mal genio cuando la trataban mal, la humillaban o solo la despreciaban, se llevo una mano a la sien para escuchar las palabras del Uzza hasta que volvió a hacerle otra pregunta.

 

-¿La Rueda de la Fortuna?- le preguntó al Uzza pensando en las palabras sobre lo bueno y lo malo.

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<<No lo sé>> quería gritar.

 

<<NO LO SÉ>>

 

Pero la realidad era que sí lo sabía.

 

Bakari era uno de los Uzza más crueles con los que había tomado clase hasta el momento, pero no iba a dejar que eso me amedrentara. Sus ojos se habían clavado en mí momentos antes, examinándome como si de verdad me viera y, por un momento, me sentí desnuda frente a él. No sólo sin ropa, sino... desnuda de alma. Como si esa mirada hubiera podido atravesar las barreras del alma misma y ahora estuviera vislumbrando incluso las sombras más recónditas y oscuras de mi ser. Como si de verdad me viera. Me estremecí.

 

Tardé unos pocos segundos en regresar a la realidad, siendo soltada por los tentáculos de las plantas y cayendo en un suelo firme, puesto que la grieta se había cerrado debajo de mí y Memi. Dirigí una mirada a mi ahijada para comprobar que estaba bien, pero ella, tal como yo, tenía la mirada fija en el guerrero parado con manos a la espalda, delante de nosotras. ¡Quién pudiera lanzarle un puñetazo para quitarle aquella mirada pedante! Pero no quería perder la oportunidad de aprender, de dominar aquel libro que, se decía, era uno de los más difíciles de todos.

 

-Tres- respondí a la pregunta de Bakari.

 

La respuesta acudió a mí como una imagen, un flash y luego se extinguió. Ladee la cabeza, como si pudiera "escuchar" de dónde había provenido aquella respuesta susurrada en mi oído, plantada en mi mente.

 

-Son tres resultados posibles...- repetí, volviendo de nuevo a enfocar la vista en el Uzza.

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—¡M U Y B I E N!


Pronunció la frase tan separada y lento que pareció una burla, pero realmente estaba satisfecho, Bakari se alimentaba del rencor y enfado que en ese entonces sentían las mujeres podía apreciar el calor manando de sus cuerpos, atravesando todas las capas de piel hasta desaparecer en forma de vapor imperceptible, para ellas, así como las incontables escenas en que imaginaban matarlo. Ninguna había decidido ir en busca del guerrero para encontrar equilibrio en su interior o saber cómo manejar una varita u otro arma; ninguna era lo suficientemente equilibrada y tampoco tonta. Si estaban allí era para ponerse a prueba, y nada menos que eso era lo que él hacía.


—¿Ustedes creen que en la guerra los soldados tienen tiempo para pensar la respuesta correcta? No, cada segundo cuenta y ninguno es igual al que pasó— las miró con severidad esperando una reacción diferente, o al menos que usaran la cabeza —O consideran que al llegar se les instruye de principio a fin sobre qué harán, cómo lo harán, qué les depara y qué sentirán. Tampoco. Donde el caos predomina todos somos soldados a su merced, nadie les servirá en bandeja las respuestas, mucho menos yo. No me sentaré a repasar un libro que deben intuir, sentir y maniobrar, porque el caos no se domina, señoritas …


Era la primera vez que Alessandra y Cissy se encontraban frente a él o a una clase que impartiera, por lo que no podían saber que no estaba siendo para nada duro ni hostil. Les estaba dedicando tiempo, palabras y conocimientos, algo cifrados sí, pero que no solía compartir con nadie. Sus soldados habían actuado bajo presión, solo así las despertó e hizo que la sangre corriera por su torrente sanguíneo, ahora solo debía lograr que vivieran bajo ese estado pero con capacidad de autocontrol.


—Señorita Macnair, si quiere seguir aquí, piense menos. Arenas de hechicero


Con un movimiento que sería incapaz de prever se arrancó un diminuto frasco del cuello, el mismo que pendía de un mugroso hilo, y destapándolo se lo lanzó a la morena. Si no actuaba acudiría a ella la desventaja, o también podría accionar e igual caer en desgracia.


—Invoque los tres resultados del tiempo, intente moldear la fuerza a su voluntad ¡Vamos!


Le gritó. En ese mismo instante separó los pies y extendió un dedo acusador en dirección a la rubia, estaba indicándole que no se metiera, pues aquello no era asunto suyo aunque cursaran la clase juntas. Además, tras un eterno parpadeo llegaría su turno.


—Si con cada paso que da, la duda es quien le guía, no llegará muy lejos. Hable con convicción si considera que su creencia es lógica, verdadera, respetable. Dudar, en una batalla, puede significar el fino hilo del que pende nuestra vida ¿Quedó claro?


Hizo una pausa esperando una respuesta pero en realidad buscaba un segundo del que aprovecharse. Cuando Delacour abrió la boca, actuó.


—¡Flechas de Fuego!


Apuntando ésta vez con la varita, la cual mientras hablaba había dejado a relucir, y atacó a la bruja con una andanada de flamantes filamentos, cuan flechas, que le causarían un terrible daño y posible dolor si no procedía cuánto antes.


—Veamos qué tiene la fortuna para usted, señorita Delacour…


El bong dejó de sonar. La verdadera clase daba comienzo y el libro del caos brillaba en medio de la improvisada contienda. La que primero saliera ilesa del ataque, podría acercarse a él y leerlo. Luego, Bakari estaría dispuesto a responder dudas, o contra ataques, lo que les viniera en gana.
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Alessandra achicó los ojos ante la emoción de su profesor, estaba bien que era la primera respuesta bien que le daba pero tampoco era para que lo gritara, pensó, mirándolo mal pero las siguientes palabras del Uzza la hizo suspirar y calmarse, para su mala suerte tenía razón, los soldados no tenían tiempo para pensar pero claro ellos tambien seguian ordenes de un capitán, ellos solo siguen ordenes.

 

Puso los ojos en blanco ante las palabras que Bakari le dedicaba a Cissy y la atacaba, la Delacour saltó sobre sus pies para levantarse del suelo y ayudar a Cissy pero su profesor le señalo con un dedo haciendo que se quedaba como una estatua en su sitio, frunció el ceño ante las palabras del guerrero, no era tonta sabía que sus dudas podían llevarla a perder una batalla pero aun tenia tanto que aprender para controlar sus emociones que sus dudas y sus nervios la tenían como loca.

 

Observó que el Uzza la atacaba, no le sorprendió ya que a Cissy también lo había hecho sin siquiera decirle nada.

 

-Ignea- la invocación fue enseguida porque una lluvia de polen de lirios de fuego cubrió su cuerpo de pies a cabeza evitando que las flechas de fuego la lastimaran.

 

Había sido inútil invocar a la fortuna, siempre tenía mala suerte, no le sorprendía en absoluto que no le saliera algo bueno, dudaba que alguna vez en el futuro un duelo le saliera bien usando el libro del caos. Esperaba que al menos el conocimiento de los duelos y las defensas que los demás guerreros le enseñaban fueran suficiente para no morir en batalla.

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