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Transformaciones + Maestría en Escobas


Cissy Macnair
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TRANSFORMACIONES

&

MAESTRÍA EN ESCOBAS

 

El sol ya se encontraba en lo alto del cielo cuando me estiré para apreciar el paisaje.

 

Llevaba un vestido suelto de lino tan claro que, a través de la luz, podía vislumbrarse perfectamente mi figura. Por ese motivo había escogido la ropa interior de color claro, no fuera cosa que los alumnos se quedaran mirando con detenimiento mi ropa interior mientras intentaba impartirles clases.

 

El lugar escogido era la cancha de Quidditch de Castelobruxo, ubicada en un enorme claro de la Selva Amazónica, custodiada por árboles frondosos en forma de medialuna que ocultaban a la vista de los curiosos las bases de las gradas, pero cuya altitud no podía esconderse de los magos y brujas. Aún así, la magia que rodeaba el lugar impedía a los muggles ver la cancha desde lo alto o detectarla por algún medio no mágico. Todos los magos del mundo eran muy recelosos de su seguridad y más aún con los acontecimientos de hoy en día. Incluso me sorprendía que Castelobruxo siguiera dando clases luego de los ataques a Hogwarts y al MACUSA.

 

La lechuza que les había enviado temprano a mis dos alumnos les indicaba que llevaríamos a cabo las clases durante el mediodía porque el estadio estaría liberado antes de la práctica de Quidditch de los alumnos, por lo que podría hacer que Ernest practicara algunas cosas antes de que lo enviara a jugar deporte con los chicos. Mientras tanto, ocuparíamos el espacio de las gradas con Shelle para practicar un poco de Transformaciones.

 

Con los pies descalzos colocados en la madera que hacía de asiento de la grada delantera, ahora recalentada por el sol tropical, absorbí todo el sol que pudiera mientras aún fuera humana. Quería disfrutar de cada pequeño aspecto de mi mortalidad para que, cuando llegara el momento, no tuviera que lamentar haberme perdido de algo. Dar clases, vestir de aquella forma tan chabacana, era todo parte de mi nuevo yo, de quien quería ser y quién quería mostrarle a mi pequeña Kore. La parte oscura la dejaría para la Fortaleza.

 

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El llegar a una escuela nueva para Ernest era algo que nunca penso volveria a hacer, y ahi se veia de nuevo entrando a las instalaciones de una escuela que jamas habia pensado iba a entrar, Castelobruxo.

 

El mago se habia ido por mucho tiempo del mundo magico asi que se habia perdido de varias cosas que ya habian pasado, entre ellas lo que parecia habian sido ataques a Hogwarts y por lo que entendia un rumor acerca de que el estatuto del secreto habia sido disuelto.

 

Sin embargo esa no era la cosa que mas afectaba al hechicero sino que por su desaparicion tan rapida no habia logrado llevarse todas sus cosas, incluyendo su Nimbus 3000 y al volver su Nimbus 3000 habia desaparecido junto con varias cosas que habia dejado en un negocio escondidos, tendria que ir con los dueños de ese negocio para advertirle de esa fuga en la seguridad.

 

Por esa cuestion iba llegando al Estadio de Quidditch de la escuela con una Barredora, no sabia si habia sido buena idea llevar una tunica mediana con tenis negros, no era muy larga como para que la pudiera pisar por error, pero si hubiera mucho viento si resultaria contraproducente.

 

Miro a la maestra recargada en las gradas.

 

-Buenas tardes, maestra, perdon por la tardanza, pero me robaron la escoba principal, asi que consegui...digamos que "prestada" esta Barredora- dijo con una sonrisa picara. - ¿Esperamos a alguien mas?...

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Hacía tiempo que me había terminado de acostumbrar al grisáceo cielo inglés, su falta de sol era algo depresiva cuando llevas tiempo en bajo los rayos que azotan el suelo danés. Sin embargo, encontrarme en medio de una selva tropical donde, pese a estar en una época invernal, el calor se hacía sentir me transmitía paz y ganas de arrancar cuanto antes mi clase de conocimiento en el castillo de Castelbruxo.

Si bien no se me daba muy bien el idioma portugués, sabía que mi profesora era de habla inglesa a mi suerte.

 

Decidí vestirme de forma relajada, con un pantalón suelto de gabardina color verde militar y una remera sin mangas color magenta, acompañado de botas que cubrían mi tobillos para evitar que algún bicho se quisiera meter donde no debía, no estaba acostumbrada al ambiente amazónico.

 

La clase se llevaba a cabo en el campo de quidditch del castillo, por lo que decidí ingresar directamente por los parques hasta llegar a la majestuosa cancha. Jamás había estado en Castelbruxo por lo que me detuve a apreciar su arquitectura colonial, típica de la región. Quizás debía dar un paseo turístico por Brasil antes de irme por completo de allí, había escuchado que Pipa era muy bello y no estaba muy lejos de allí.

 

Cuando finalmente llegué a las gradas, allí esperaba la bella profesora @ y un compañero quien ya tenía preparada su escoba, @@Ernest Macnair Wilfred.

 

-Siento la demora- dije con una sonrisa estirando mi mano para estrechar primero a nuestra profesora y luego a mi compañero -Es mi primera vez aquí y me detuve a apreciar la belleza de este lugar, supongo que después de todo lo que ha pasado hay aparender a disfrutar- suspiré- Mi nombre es Shelle- dije tras estrechar la mano del muchacho.

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-Heya- saludé a los dos alumnos de forma alegre, Shelle y Ernest-. No se preocupen que yo también estaba apreciando el lugar. ¿No es bellísimo?- le pregunté a la señorita Dumbledore por confirmación, mientras observaba la escoba de Ernest-. Con eso estará bien. Aunque te recomendaría que le peines un poco las ramitas de la cola que hay algunas salidas y podría afectar los giros.

 

Llevaba colgado un bolso, más parecido a una cartera, que poseía una cadenita plateada para colgarla al hombro. Dentro de la misma, la tela de moke había dado el espacio mágico necesario para poder cargar varias cosas que, de otro modo, no hubieran cabido en una bolsa convencional. A la tela, además, la había encantado para que fuera impermeable y tuviera varios bolsillos, de ese modo podía tener las cosas un poco ordenadas. De allí, saqué un Manual de Mantenimiento de la Escoba Voladora, una caja de madera con algunas cosas útiles (guantes, tijeras, líquido lubricante, un paño para lustrar...) y se lo tendí a Ernest.

 

-Ten. Adecúa la Barredora y enseguida te haré subir al cielo a empezar con unos ejercicios sencillos- le guiñé un ojo y luego me giré hacia Shelle, a quien invité a tomar asiento en las gradas a mi lado-. ¿Has traído algún libro de magia elemental de Transformación?- le pregunté. Si ella no lo tenía, yo poseía varios. Me gustaba coleccionar libros de magia, aunque algunos eran algo... ¿infantiles? No me importaba. Había comprado incluso algunos tomos con dibujos coloridos para enseñarle a Kore cuando aprendiese a caminar y a tomar una varita.

 

-Me gustaría empezar con algunos hechizos básicos... ¿qué dices?- volví a temer la mano dentro del bolsito y saqué una copa de cristal, una pequeña pecera con orificios que dentro tenía un sapo que se encontraba durmiendo, un almohadón del tamaño de un libro y varios otros objetos. Todos los usaríamos para practicar distintos hechizos-. ¿Hechizo desvanecedor? ¿De alhajero a rata?- pregunté, observándola para ver cuál era su reacción-. La Transformación o Transfiguración es una de mis ramas favorita de la magia, porque se trata de cambiar un objeto animado o inanimado en otra cosa. Mientras más complejo sea el objeto, más compleja es la magia que se requiere utilizar para el cambio- una breve introducción.

 

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-Indudablemente, una belleza- dije tras un suspiro al observar los frondosos parques que se veían en las afueras de la cancha.

La clase estaba dando inicio, la profesora le entregó unos utensilios a mi compañero para que acomode su escoba mientras yo sacaba de mi bolso un termo y un mate, regalo que me habían dado unos Argentinos colegas con quienes había compartido una tarde de entrevistas y charlas, tanto me gustó que adapté la costumbre de tomar y compartir, con la esperanza de poder visitar alguna vez aquél país matero. Ya tenía el mate con yerba y el agua caliente en el termo por que me dispuse a servir.

 

-Espero que no le moleste, profesora- dije al tiempo que le ofrecía un mate -es una bebida típica del país aquí vecino, no se si ha probado un mate alguna vez. Y lamento decirle que no tengo el libro que dice, si pudiera prestarme uno le estaré enteramente agradecida.

 

Saqué mi varita y esperé ansiosa a que @ sacara los objetos de su bolso. Apreté un poco las manos al ver aquel sapo durmiendo en la pecera, le tenía idea a esos pequeños e indefensos animales.

-Hechizo desvanecedor, para que los objetos desaparezcan pero... ¿A donde van?- pregunté curiosa.

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El joven asintio al ver que no habia problema con la barredora y tomo el libro y el kit que le tendian asintiendo, despues de recibir las cosas de la maestra le dio una pequeña ojeada al libro, solo con la intencion de oir un poco de chismoso la otra clase.

 

Despues de oir a la maestra que le decia a la alumna de transformacion el joven mago hizo una mueca curiosa.

 

-Con que no me conviertan la escoba en un hipogrifo o dragon todo bien- dijo el chico mientras veia que la chica preparaba lo que parecia un te extraño, el olor era agradable para Ernest, olia dulce, sin embargo nego con la cabeza, era muy probable que si tomaba algo y luego daba vueltas en el aire terminara adornado el estadio con una dulce mancha.

 

Para evitar tentaciones el joven despues de oler el te se fue a examinar los utensilios del kit a unas gradas un poco alejado.

 

Lo primero que necesitaba era peinar las ramitas de la escoba y fue lo que hizo sin problema, luego lo siguiente que necesitaba era las tijeras.

 

Tomo el libro nuevamente y lo examino, al parecer las tijeras servian para cortar las astillas del palo, el joven lo fue examinando con el error de no ponerse los guantes y para cuando quiso empezar ya se habia clavado una astilla.

 

-Ay, ay, - dijo en voz baja esperando que ni su compañera ni la maestra se hubieran dado cuenta de lo que habia pasado.

 

Se miro la mano por un momento y vio la astilla dentro de la palma y el joven suspiro, ya habia logrado el que volviera la magia, pero no confiaba en usarla en el mismo no aun.

 

Sin decir nada de la astilla ni nada dejo la escoba a un lado y fue por los guantes, al tomar los guantes continuo con la labor de cortar las astillas,

 

Al terminar saco el lubricante, pero al ver el lubricante encontro el peine para las ramitas, entonces se sintio un poco tanto al haber intentado peinarlas como si fuera una mascota.

 

Antes de empezar a lubricar el palo les dio una pasada a las ramitas ahora con el peine.

 

Despues de terminar y dejarlas derechas ahora si se fue directo al palo, para evitar otro error miro el kit y miro el paño.

 

Tomo el palo suavemente y con el paño empezo a lubricarlo frotandolo.

 

Mientras terminaba de lubricarlo levanto la mirada hacia su compañera, poniendole mas o menos un poco de atencion a lo que intentaba hacer su compañera.

 

 

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Shelle sacó un termo de un bolso y algo parecido a una taza pero con una bombilla, donde comenzó a colocar un palo verde parecido a las hebras de té. Alcé una ceja. Había visto alguna vez a la gente del campo en Argentina tomar mate, hacía muchísimos años cuando había viajado a dicho país por asuntos vampíricos, pero en aquella época el palo no se sacaba de una bolsa del almacén sino que los gauchos lo mantenían en recipientes de lata luego de haberlo cosechado y secado al sol, lo que se hacía más habitual en las provincias del norte que lindaban con Paraguay y Brasil. En aquella época no lo había probado, mi gusto no iba por esa clase de líquido. Pero ahora, no quería privarme de probar nada, así que sonreí a mi alumna.

 

-¿Puedo?- pregunté, sabiendo que las bombillas se compartían. Era una forma amena y casual de pasar el rato entre charlas. Tenía entendido que actualmente era habitual entre todos los argentinos tomar de aquella bebida-. Aquí... está... el tomo- busqué en uno de los bolsillos internos de mi bolsito mientras esperaba un mate caliente -era increíble el vapor que salía por ese termo- y le tendí el libro a Shelle, abierto en la página del hechizo desvanecedor. Luego, entrecerré un poco los ojos mientras pensaba en la pregunta que me acababa de formular. ¿A dónde van las cosas que se desvanecen?-. Bueno, realmente no lo sé, pero puedo conjeturar que se transforman en pequeñas partículas de átomos dispersas, pero siguen estando ahí hasta que alguien las activa y entonces vuelven a formar el objeto- me mordí el labio inferior-. Es una explicación más científica, realmente, un poco alquímica. Ya que las cosas cambian de estado... ¿sería raro que simplemente desaparecieran para ir a ningún lugar o quedar varadas en alguna especie de limbo? También es posible- me encogí de hombros.

 

El sonido de un quejido me hizo recordar que tenía otro alumno y giré hacia Ernest, quien en aquel momento estaba mirando uno de sus dedos como si fuera la cosa más interesante. Supuse que se había pinchado o cortado, pero como él mismo nos ignoró, no quise incomodarlo preguntándole si estaba bien. En cambio, volví mi atención a Shelle una vez más y le mostré el movimiento correcto para hacer el hechizo desvanecedor.

 

-Debes hacer una floritura, un círculo pequeño en el aire y luego dar un toque al objeto que deseas desaparecer diciendo "Evanesco" con voz clara y firme- tomé un caracol que en aquel momento paseaba perezoso cerca de nosotras y lo puse en una de mis manos-. No es lo mismo desaparecer un objeto inanimado que un ser vivo, los últimos son más complejos. Así que empezaremos con un invertebrado para los seres vivos y con un libro para los objetos inanimados- con el caracol aún en mi mano, apunté al libro de transformaciones abierto que le había dado a Shelle y pronuncié-: Evanesco- el libro desapareció de inmediato-. Para desacerlo, se debe usar el hechizo Aparecium- dos golpecitos sobre el espacio vacío que había dejado el libro de Transformaciones y allí estaba de nuevo-. ¿Quieres probar?- le pregunté.

 

Entonces noté que Ernest nos había estado mirando de forma atenta, intrigado quizá y que ya había terminado con su escoba voladora.

 

-Oh, fantástico. Esa Barredora parece una Nimbus 2000- elogié el trabajo hecho con la escoba-. Ahora, elévate en el campo de Quidditch. Verás que he colocado algunas dificultades que deberás pasar haciendo algunas maniobras, quizá lanzando algún hechizo... Nada difícil- le quité importancia con un movimiento de mi mano y le guiñé un ojo-. Te colocas junto a la escoba, gritas "arriba" con firmeza... y espero que lo pases lindo allí en el cielo- otro guiño, un poco más pícaro.

 

 

*****

 

Hola!

 

En los links les dejé a cada uno un rompecabezas para hacer *-* Como si estuvieran haciendo la "tarea". Así que además del rol, deben dejarme captura del rompecabezas hecho.

 

Ernest: puedes rolear los obstáculos que desees: dragones que te persiguen (ilusiones), bludgers locas... deja volar la imaginación ;)

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  • 2 semanas más tarde...

-Desde luego- Llené el pocillo, ya listo con la bombilla, con yerba, pequeños palillos y pedacitos de hojas en tonos verdes cayeron acompañados por un pequeño polvillo, a continuación dejé caer agua caliente contra la bombilla para que el agua no mojara toda la yerba y se lo dí a mi profesora. Mi compañero ya estaba emprendiendo vuelo con su escoba, quizás después le daría uno cuando tenga los pies sobre la tierra.

 

Escuché la explicación de Freyre con atención pero la respuesta seguía haciéndome ruido, yo y mi manía por saber el por qué de las cosas ¿A caso simplemente desaparecen?

 

-Pero profesora, si desaparece un ser vivo, un gato por ejemplo, vuelve a aparecer con vida? si es así, esas partículas deben mantenerse unidas al menos en signos vitales ¿O no?- negué con la cabeza -supongo que ya me estoy haciendo lío, tengo la mala costumbre de darle vueltas a las cosas- sonreí.

 

Escuché con atención a consigna y miré con atención cómo ella hacía desaparecer el libro con un simple movimiento, para hacerlo aparecer al siguiente.

-Sorprendente- dije dejando a un costado el termo y sacando mi varita -Déjeme probar.

 

Levanté mi varita y con delicadeza hice una pequeña floritura terminando en un círculo, toqué el libro con la punta y dije con claridad:

-Evanesco.

El libro desapareció, sonreí a la bella Freyre y le dí dos golpes al espacio que había dejado el libro y murmuré:

-Aparecium.

Y allí estaba nuevamente.

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