Libro de la Sangre

[Asenath]

El agua rompía contra las piedras del acantilado, lanzando espuma en todas direcciones y, luego, retrocediendo. Cada roca que el mar había tocado en su danza durante cientos y cientos de años se encontraba erosionada de forma distinta, formando algunas pequeñas lagunas donde organismos vivían y comían, donde las algas se arrebujaban para obtener un espacio cerca del agua pero también cerca del calor del sol, con quien hacían la fotosíntesis para lograr obtener los nutrientes necesarios para subsistir.

 

La isla se alzaba en alguna parte del Mediterráneo. Sin nombre y sin bandera, era el lugar elegido por algunos piratas -nuevos o viejos- para traficar todo tipo de cosas: desde especias y criaturas, hasta artefactos y pergaminos legendarios. Los "piratas", muchos magos y brujas, otros tanto pertenecientes a los duendes rebeldes y a algún clan de vampiros, licántropos o veelas, se juntaban en la única taberna que se alzaba en el mercadillo, donde puestos con comida y ropa rebosaban de visitantes.

 

Aquel lugar era donde muchas veces Asenath había tomado contratos, en antaño, cuando se encontraba viajando. A pesar de que un código de honor la única a cada uno de esos contratos, no todos provenían de personas respetables y la guerrera no se inmutaba por ese dato. Había un lugar apartado, dentro de unas ruinas que alguna vez pudieron haber sido un templo griego, donde Asenath solía entrenar, lejos del caluroso desierto o el gris paisaje inglés. Y era allí, precisamente, donde sus nuevos alumnos debían presentarse luego de recibida la invitación para participar de su clase.

 

Tal como se esperaba de ella, vestía su típica ropa consistente en una sencilla tela de color rojo que le tapaba el busto y otra similar que se ceñía a su cadera, por debajo de su falda de cuero de tebo. La trenza en su espalda se mecía en el viento que atravesaba las columnas semi derruidas de aquel templo, como una tela suave colgada sobre un tendero para que se airee luego del lavado. La vista de las aguas cristalinas no tenía comparación y, para su felicidad, no había visitantes indeseados merodeando por allí para verla entrenar.

 

@@Ernest Macnair Wilfred

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[Ernest Dumbledore Prior]

Las sandalias patas de gallo del joven pisaban dulcemente la arena de la isla en donde iba a ser la clase del nuevo libro, en su mano llevaba los anillos del libro del aprendiz y la fortaleza que combinaban con la camiseta verde de una banda muggle que llevaba y sus pantalones de mezclilla. En ese pantalon estaba guardado en su funda la daga que venia con el libro.

 

Aunque la isla era ajena para el joven, eso en lugar de asustarlo le dio un poco de certeza, ya que en lugares abandonados era posible encontrar el tipo de cosas malditas que los muggles las veian como leyenda pero el joven sabia y percibia como reales.

 

Sus pasos lo dirigieron a las ruinas en donde se impartirian las clases, dio un fugaz vistazo intentando encontrar algo que tuviera que ver con el destino de sus padres, sin embargo rapidamente se decepciono pues no habia nada a simple vista.

 

Subio la mirada hasta dar con su mentor que tendria en esos momentos, tomo la varita preparado para cualquier ejercicio.

 

-Buenas tardes, maestra,estoy listo para empezar la clase ¿Esperamos a alguien mas? - dijo y espero paciente la respuesta.

[Hannity Ollivander Evans]

Aquel aroma marino inundaba sus pulmones, no era desagradable para ella, por el contrario, le llevaba muy buenos recuerdos, algunos eran recientes, otros eran de su infancia, cuando Marella la llevaba de la mano para juntar unas pocas conchas y de repente estás aparecían a sus pies, o el más reciente y no estaba de más decir que había sido el más emotivo, el reencuentro entre ella y sus padres, después de un largo tiempo, sí, aquello había sido el mejor momento, el reencuentro en una clase de meteorología... ¿Cómo olvidarlo?

Camino a la orilla del mar, dónde la arena era un poco más fresca, en una mano llevaba las sandalias de correa color rosa que hacían juego con el blusón que cubría su delgado cuerpo y que no dejaba ver el traje de baño que lucía debajo. ¡Que lugar tan diferente era aquel en donde tendría lugar aquella clase del libro! Tan diferente a la montaña y la selva de Uganda...

El paisaje privilegiado que tendría en aquella clase le hacía sentir segura, miró su reloj, el tiempo había pasado volando y solo echó un vistazo a si bolso pequeño y delgado que cruzaba su cintura y en dónde reposaban todas aquellas joyas obtenidas de los anteriores libros que había comprado y el que estudiaría actualmente, lo leyó desde el momento en que lo tuvo en las manos, lo memorizo, al igual que había hecho con los otros dos, de esa forma no tendría que cargarlos.

Se aproximó al lugar, una especie de templo antiguo lastimado por el paso del tiempo, era un lugar fresco y Hannity lo agradecía, las altas temperaturas no era lo suyo, aunque lo disimulaba muy bien y disfrutaba del aire jugar con sus cortos y dorados cabellos. En el lugar ya se encontraban dos personas, quién ella suponía que sería su compañero de clase y su profesora.

-Buenas tardes, disculpen el retraso- aunque sólo habían pasado unos cinco minutos después de la hora acordada, juntó lashlas palmas de sus manos aua la altura del pecho e hizo una leve reverencia hacia la profesora y espero las indicaciones.

[Asenath]

Asenath detuvo su actividad, algo que desde fuera parecía ser un baile pero que en realidad eran una serie de pasos cuidados. Con los ojos vendados, caminaba dando pisadas y acomodando los pies en la piedra del suelo, de modo que podía mantener firme su posición mientras giraba el rostro contra el viento salino, lo que le traía olores y recuerdos. Era una forma de concentración, una de varias.

 

Se quitó la venda y observó a los dos recién llegados y, luego movió una mano para paralizarlos. El Vínculo de Sangre, maestría propia que había desarrollado del Vínculo Mental del Libro de Merlín, hacía que pudiera controlar el fluido vital, de modo que si quería podía detener la irrigación de sangre de sus alumnos y matarlos allí mismo. Pero no era eso lo que pretendía, sino mostrarles un poco de poder y así conseguir su atención.

 

-La sangre...- comenzó, mientras sabía que los síntomas de sus alumnos empezarían por sentir que les faltaba el aire debido a la baja intensidad a la que su sangre recorría el cuerpo, deteniendo los latidos del corazón poco a poco-. ... el fluido que nos otorga la vida y puede ser usado para traernos la muerte- sus ojos se ensombrecieron mientras soltaba el agarre sobre Ernest y Hannity-. ¿Qué es un Juramento de Sangre realizado con la Daga del Sacrificio y para qué sirve?- los ojos de la guerrera se detuvieron en Hannity, esperando a que ésta respondiera su duda y, luego, se dirigieron a Ernest-. ¿Qué es lo que hace el hechizo Maldición?- si habían leído el libro, podían responder a sus preguntas.

 

-Piensen bien sus respuestas... se estarán enfrentando en un duelo con esos hechizos y los que ya conozcan- aclaró, mientras ataba la venda con la que se había cubierto los ojos a su cinturón y, luego, sacaba su varita mágica. Con un rápido movimiento, ésta se convirtió en su vara de cristal.

 

La madera de su varita se había retorcido hasta que apareció el núcleo del cristal de plata, que brilló como si fuera una estrella por sí misma. Con el báculo de madera, dio un golpe en el piso y una burbuja transparente de energía sólida se materializó alrededor de las ruinas. Eso evitaría que los curiosos interrumpieran el entrenamiento que se iba a llevar a cabo.

[Hannity Ollivander Evans]

Casi al instante después de hacer la reverencia a la profesora su cuerpo quedó paralizado, no había sentido nada igual, se sentía tan extraño que no supo que era lo que había pasado hasta que la profesora habló y aquellas palabras parecían tener la respuesta de lo que había sucedido... el fluido que nos otorga la vida y puede ser usado para traernos la muerte.

No sabía qué había sido, o cómo lo había hecho, parecía magia muy avanzada y que nunca había visto emplearla a nadie, por lo que se sintió interesada en ello, pero no tenía tiempo para plantearlo ya que la profesora había hecho un par de preguntas y al parecer la primera una dirigida a ella.

 

Recordó lo que decía el libro acerca de la daga del sacrificio, no era difícil el recordar lo que ponía el libro y responder las preguntas, lo complicado era decirlo con sus propias palabras y no parecer una grabadora de lo que se decía tal cual, así que trató de ser lo más explícita posible. -El juramento de sangre es una especie de promesa que vincula a dos o más personas las cuales han sido cortadas con la daga del sacrificio y acto seguido pronunciando aquello que quieran que sea el juramento, en caso de que éste sea incumplido, se recibirá un corte doloroso y profundo, el cual comenzará a sangrar intensamente y se requerirá de un hechizo curativo para sanar el corte...- hizo una breve pausa para analizar lo que faltaba por responder a lo que había preguntado la profesora, tomó aire y prosiguió -Según entiendo, en este caso de utilizar la daga en el juramento, sirve como una prohibición - comenzó a contar con los dedos -Prohíbe atacar, defender, desaparecer, lanzar cualquier especie de hechizo, rayo, invocación o efecto al oponente, lo cual resultaría muy útil, puesto a lo que entiendo, en caso de que el "contrincante" lo hiciera se debilitaría.

 

Al terminar de responder se quedó callada, escuchando lo que decía la maestra acerca de que al final de la teoría, vendría la práctica, con todos aquellos hechizos y joyas que habían adquirido anterior mente, la rubia sólo asintió con la cabeza, esperando haberse dado a entender con aquella respuesta, mirando a su compañero y poniendo atención a lo que este contestaría a continuación, por alguna razón le parecía que él había tenido una pregunta ,por mucho, más sencilla...