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Libro de los Ancestros - Julio 20


Runihura
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Aquella mañana había intentado ajustar su vestimenta a algo mas acuerdo a su edad, pero desistió a los minutos de habérsela probado, por más que cambiara de look, en apariencia seguía siendo una niña de 13 años. Bufó con pesar acerca de esa situación, pero como no tenía de otra, regresó a sus ropas de siempre, un peto de cuero y una falda hecha de tiras de cuero y partió al lugar en el que había citado a su alumno.

En el lugar, sus pies podían sentir el agua del río fluir bajo ellos, estaba por tomar asiento cuando vio a Keaton Ravenclaw aparecer frente a ella. Sus ojos brillaron, la última vez que había visto al vampiro, lo vio perdido en sus pensamientos por lo que había tenido que prescindir de él.

Nos volvemos a encontrar, Ravenclaw. —la pelinegra miraba a su alumno con una sonrisa a boca cerrada.

Al mirarlo trataba de recordar lo que ya le había mostrado la última vez que se habían visto, entre sus memorias estaba el anillo de presencia, así que esa parte sería lo primero que le pediría que le mostrará para ver si le había quedado claro el uso de aquel anillo.

¿Conoces en carne propia los efectos de la Arena mágica del desierto? —le preguntó un segundo antes de vaciar el contenido de su frasco en su mano para así después llenarle la cara de arena mediante un soplido. —Ahora que sabes los efectos que produce esta arena en ti, ¿podrías decirme en que momentos la usarías?

Runihura bajo de la piedra en la que se encontraba de pie, ahora el agua le llegaba poco arriba de la espinilla aquello le parecía tan refrescante gracias al calor que estaba haciendo en aquel lugar que invitó a su alumno a ingresar al río.

Ven, acompáñame, te refrescaras en lo que me cuentas y me muestras lo que ocurre en estos momentos en Londres.
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Keaton se preguntaba seriamente... ¿acaso el Libro de los Ancestros era el maldito para él? Llevaba ya tres intentos de vincularse con los poderes de aquel volumen, pero siempre se perdía en sabía Voldy dónde y dejaba la clase tirada... esperaba tan solo que aquella vez fuera diferente cuando se apareció en el lugar donde la Uzza le había citado. La mujer estaba de pie dentro de un río, y el vampiro no lograba decifrar muy bien en dónde se encontraba.

 

—Es correcto, mi estimada, nos volvemos a topar. Espero que esta vez sea diferente a la anteriores —Dijo a modo de saludo y le devolvió la sonrisa a boca cerrada a la mujer, justo cuando ésta empezaba con un cuestionamiento hacia él —Oh, pues vera, la verdad es no... —Pero no pudo terminar la frase, porque la muy canija le echó la Arena de lleno en sus hermosos ojitos tapatíos.

 

Sacudió la cabeza esperando que el efecto cegador de la Arena se disipara fácilmente, pero era obvio que no iba a ser así. El efecto duró unos cuantos segundo antes de que, poco a poco, el ojiverde recuperara la vista, empezando a solo ver luz, después ver doble y... Estaba esperando ver mejor para poder devolverle la mirada a la Uzza, pero ésta pronto continuó la charla.

 

—Definitivamente no la usaría en alguien a quien se supone deba enseñarle algo, eso me queda claro —Dijo ante la segunda pregunta de la mujer —Aunque vaya que si la usaría en mi marido, hay veces que es mejor que no vea lo que hago, cegarlo unos segundos en lo que le coqueteo al mesero tan guapo que nos atiende en aquel bello restaurante en Bélgica... —Movió la cabeza como para alejar el recuerdo. A su vez, se inmersó en las aguas de aquel río.

 

Se quedó pensando en lo que estaba pasando en Londres...

 

Todo estaba patas arriba, la reforma de Aaron había hecho que no solo Londres, sino el mundo entero, entrara en crisis. Ante esto, el semblante le cambió. Seguía sin entender cómo los muggles había logrado avanzar tanto, cómo era que ahora poseían la tecnología suficiente como para quitarle su magia a los magos y brujas. Miró a la Uzza.

 

—La verdad las cosas están tremendas en Londres, créame que no le gustaría saber el borlote que se traen magos y brujas contra los muggles en estos momentos... —Observó el vampiro y esperó ver cómo se desenvolvía aquella charla.

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¿En serio le estaba diciendo como dar su clase? Runihura tenía la ceja derecha alzada mientras esa pregunta rondaba por su cabeza, ¿qué se estaban creyendo estos magos londinenses? No dijo nada ante aquello y dejó que la clase fluyera, mientras escuchaba los datos íntimos del esposo del vampiro. Nunca había escuchado a alguien decir que los usaría para cegar momentáneamente a su pareja para coquetear con alguien, así que le pareció una forma muy curiosa de usarlo.

Estaba por preguntarle si aquel uso era una broma de su parte, ya que ella lo usaría para cegar a los guardias de algún lugar al que quisiera robar, pero regresó de aquellos pensamientos en los que se había sumergido para escuchar sobre lo que pasaba en Londres.

¿Enserio crees que no estamos al tanto de lo que sucede en aquel lugar? Las acciones del Ministro Black no fueron del todo bien recibidas, no por la comunidad mágica ni como para los no magos. —la guerrera uzza cruzo los brazos mientras lo miraba fijamente. —Te he pedido que me muestres lo que hay en aquel lugar, ¿qué esperas, Es que acaso no quieres aprender otros poderes?

Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de la mujer de cabello negro, aunque seguramente a los ojos del vampiro quien le llevaba años de vida, sólo era la sonrisa de una pequeña niñita que trataba de parecer alguien malvada a los ojos de los demás. La Uzza salió del río y avanzó hasta la entrada de un sendero que los llevaría de regreso a las instalaciones del colegio Uagadou, lugar en el que tenía el busto de Hermes, quien cuidaba sus pertenencias.

Mr. Ravenclaw, por favor sígame, voy a mostrarle algo muy preciado.

Apenas entraron a los terrenos de Uagadou, Runihura se quedó viendo el lugar donde guardaba sus cosas, lugar que era custodiado por Hermes, así que le iba a pedir a su alumno fuese por algún objeto que no era necesario para la clase pero que con eso él viera el poder de aquel busto del Dios griego mensajero.

Disculpe, Mr. Ravenclaw, ¿Conoce la historia de Hermes? —soltó la pregunta y sin esperar respuesta alguna siguió hablando. —En aquel lugar, —señaló el aula donde guardaba sus pertenencias —existe una carta que quisiera que envíes con una gota del anillo de presencia para ver qué pasa al interior del Ministerio Inglés, ¿podría ir por ella y enviarla?

Le dio la espalda mientras se ponía a levantar algunas cosas que necesitaba para practicar hechizos con el mago.
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