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✿ Herbología ✿


Matthew Black Triviani
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Los pasillos de Castelobruxo estaban débilmente iluminados por la luz del sol que entraba por las ventanas; aun era muy temprano en la mañana, y si bien el cielo estaba completamente despejado y se auguraba un sol radiante, el verano hacia que la salida del sol llegara mucho más rápido que en invierno. No obstante, el Black sentía cierto placer en caminar por aquellos pasillos otra vez, rememorando sus épocas de estudiante. Era una de las pocas cosas que disfrutaba de verdad, mermarse en conocimientos y sabiduría sobre artes desconocidas.

Se encontraba allí en plan de profesor, nuevamente le había tocado impartir aquella asignatura que disfrutaba por el simple hecho de poder fumar hongos con sus alumnos, ¿ilegal? seguramente, pero no le interesaba eso, sus alumnos debían guardar el secreto o atenerse a las consecuencias. Se dirigió hacia el invernadero del imponente castillo; su capa delgada se movía con cada paso que el gitano daba, sus zapatos eran de charol, haciendo juego con su pantalón de vestir y camisa de color azul. Tenia como sobre todo una capa de viaje negra con el escudo de una serpiente en verde y plata, cuan Slytherin.

Hizo aparecer un vuelapluma y dictó la nota que seria enviada a sus dos alumnas, con indicaciones de como llegar hasta el invernadero.


Estimadas:

Me dirijo a ustedes por medio de la presente para informar que su clase de Herbología del mes corriente dará comienzo en el día de la fecha. Recuerden traer su propio material, de no contar con ello, se les asignara un tomo que podrán guardar con ustedes. Ropa cómoda y un delantal de piel de bovino.

Atentamente; Matthew.

 



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La Triviani llevaba una bolsa de panadería entre sus brazos, sus pasos la guiaban por el interior de los pasillos de Castelobruxo. Ese día cumplía un papel como alumna, algo que le encantaba tanto o más que ser profesora de los conocimientos que impartían en aquella academia mágica. Por esta vez Herbología sería una de las cosas que cursaría, deseosa de ello, llevaba sus ropas que solía usar durante sus tiempos de jardinería.

 

Un pantalón de chandal viejo y curtido de color... bueno, ya el color se mezclaba entre negro y marrón. Su torso cubierto por una camisa suelta de color blanco con unos tantos huecos en ella y su característica calva. Sus zapatos deportivos protegían sus pies de cualquier cosa que pudiera lastimarla y su varita descansaba sobre su oreja, como si de un cigarrillo se tratase.

 

La emoción de que el Licántropo le impartiera sus enseñanzas se podía observar en la inmensa sonrisa de emoción que iluminaba su rostro al acercarse al invernadero. Sostuvo fuertemente su bolsita de panadería y entró por las puertas del lugar. En silencio, se acercó a su hermano y dejó un suave beso en su mejilla para luego alejarse con suavidad a la mesilla que yacía vacia a un par de metros.

 

Ante sus ojos las plantas y los hongos tanto mágicos como mundanos decoraban el interior del invernadero. Los vivos colores que se observaban dejaban totalmente fascinada a la bruja que desenrollaba el borde de su bolsita de panadería. Introdujo la mano en este y comenzó a extraer las cosas necesarias para su clase.

 

Colocó su delantal de piel de bovino sobre la mesa y regresó a observar el interior de su bolsa. Introdujo todo el brazo y finalmente extrajo sus guantes de piel de dragón por si eran necesarios. Intentó recordar si algo más le faltaba sacar, pero esperó que no, por lo que enrolló nuevamente la apertura de su bolsa y la bajó al suelo, justo entre sus pies.

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Apareció sin sombras, sin elfos y sin abracadabras de por medio. Intentaba acostumbrarse a usar el hechizo de aparición, aunque aquel le causara unas fuertes náuseas, y lo hacía por la simple manía de querer sentirse lo más mundana posible. Negó para sí misma al recordar los por qué, cada día su poca cordura pendía de un hilo, cada paso que daba la acercaba más y más al abismo. Y creía, muy en el fondo, que existía en las fronteras la verdadera respuesta a todos sus males.

 

Tsk, tsk, tsk. Repasó en su cabeza que llevara todos los implementos correspondientes, ropa cómoda, se miró a sí misma como si fuese una puberta; jeans oscuros, una blusa que dejaba coquetamente a sus hombros descubiertos y unas ballerina para no ser tan abusiva. Ticket. Delantal de piel de bovino, bien colgado al bolso de cuero. Ticket. El tomo de herbología que habían pedido para la clase; guardado en el bolso junto a una botella de agua y algunos frasquitos. Asintió para sí misma, frotando suavemente sus manos ante la brisa mañanera de verano, para su condición no hacía un calor que le produjera calor, por lo que extrañaba sentir su piel desnuda cubierta por alguna capa de viaje o sus semejantes.

 

⸺ Matthew, Matthew...

 

Repitió unas tres o cuatro veces aquel nombre, relamiéndose los labios, gesto que solía hacer cuando buscaba en los recovecos de su mente algún indicio de su procedencia. Maldijo por lo bajo, y siguió avanzando entre los largos pasillos de la institución, ¿hace cuánto que no pisaba dicho establecimiento? Quizá desde la vez en la que casi la asesinan dentro de una imaginería, ¿lo era?

 

Toc-toc. Su nudillos dieron algunos toquecitos contra la puerta de cristal del invernadero, y cuando vio el gesto del contrario, se atrevió a empujarla para poder cruzar el umbral. Ese olor característico a tierra recién regada, hierbas y un ligero pitido que hacían las mandrágoras le trajeron a la mente recuerdos de su niñez. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus facciones, sonrisa que intentó ocultar cuando desvió la atención a las flores coloridas de algunos rincones.

 

⸺ Matthew, el...⸺ hijo del gran y odioso Black, se mordió la lengua con fuerza para no revelar algo que posteriormente tendría que responder, así que bajó su mentón fingiendo cierto nerviosismo y en cuanto lo alzó, detuvo sus esmeraldas en los ojos del joven.⸺ el profesor de herbología. ⸺le apuntó con el índice y luego giró sobre sus talones para dirigirse a la muchacha⸺ Zoella, ¿mi compañera?

 

No conocía personalmente ni a uno, ni al otro, pero era buena observadora y asumia que tales nombres coronaban sus cabezas cual carteles de bienvenida. Les dedicó una corta sonrisa, y caminó tan solo unos pasos, se posicionó contra una de las mesas disponibles, sacó el libro y se colocó el delantal, y segundos después, su ondulado cabello estaba bien acomodado en un chongo alto. Así era Macnair.

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En el suelo, junto a él, habían dos grandes mochilas de color negro. Cada una de ellas contenía los mas básicos elementos que un herbólogo necesitaba para sobrevivir, como guantes, orejeras, fertilizantes en bolsas plásticas, anteojos, y un pergamino con hechizos defensivos, que no servirían de mucho si sus alumnas no eran diestras en el uso de su arma mágica.

 

Antes de comenzar a hablar, se permitió darles la espalda y cerrar los ojos por unos momentos. Habia escuchado a sus alumnas llegar, sus pasos y el ruido de las sillas arrastrarse por el suelo. Mantuvo su mirada inexpresiva en el árbol -Saúco- mientras lo acariciaba, decían que cuando uno tenia malos tiempos debía abrazarlos, para conectar nuevamente con su naturaleza... El joven era un mago bastante particular, diferente a cualquier otro mortifago, respetaba su naturaleza y el ambiente que la rodeaba, eran su hogar.

 

Bienvenidas respondió luego del extraño saludo de Macnair. Creo, que para fortuna de ambas, que hoy podremos abarcar contenidos que los ayudaran en lo que buscan saber, ¿estrangular magos? Lazos del Diablo, así es una lúgubre sonrisa se figuro en su fino rostro , y por qué no, probar los hongos mágicos, que nos harán tener una experiencia muchísimo más placentera y tantrica. se encogió de hombros, como si utilizar drogas en una clase fuera lo más normal del mundo, lo era, para él.

 

Dio unos cuantos golpes de su varita en su escritorio, haciendo que el de las brujas se extendiera un poco más de lo normal, su mesa de trabajo seria más cómoda. No sabia realmente cual era el propósito de ambas brujas, empezaría por lo más básico, preguntas acerca sobre que tipo de plantas conocían y la cultivación de una de ellas, la que más les gustase.

 

¿Que pueden decirme sobre la Herbología? apoyo sus muñecas sobre su escritorio mirándolas, esperando quien seria la primera en responder No se preocupen, no les haré daño si responden mal... dio cortos pasos detrás de el Seria algo divertido, pero no muy ético. mintió descaradamente, sabia que su hermana notaria el sarcasmo en sus palabras, después de todo, eran cortados por una misma tijera. Nada especifico, solo quiero saber que piensan sobre ésta asignatura, y que beneficios les traería luego.

Chasqueo los dedos.

 

De los estantes allí presentes, levitaron tiestos, tierra fertilizada y diferentes sobres que contenían semillas mágicas, ellas deberían elegir la que más quisieran y hacerlas crecer. Movió su varita hacia el frente y las mochilas que estaban en el suelo se arrastraron hacia sus pupitres.

 

Recuerden éstos dos hechizos. Orchideous y Herbivicus los dibujo en la pizarra que estaba tras él , podrían serles de utilidad.

 

 

 

OFF:

 

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Una tercera presencia hizo a Zoella alzar la vista para evaluarla, desconocía el rostro de la mujer y no recordaba ningún nombre que pudiera enlazar con el rostro que se hallaba frente a sus ojos. La castaña se dirigió a su hermano y luego a ella para quedarse a la espera de una contestación por el Triviani, quien decidió que ya debía empezar la clase.

 

Zoella sabía que en aquella oportunidad ellas serían las únicas alumnas, y para ella las clases pequeñas con pocas personas eran más personalizadas. La tan conocida voz inundó la habitación entera, y la calva sintió la emoción por aprender el máximo posible de una de las especialidades del Licántropo, quien en mayor medida se encargaba del negocio del trio Triviani.

 

La mesa de trabajo donde la calva estaba comenzó a extenderse tras un par de golpes realizados por el castaño, quien prosiguió preguntando las razones y que pensaban de la Herbología. Su sentido del humor siempre estuvo presente en cada palabra mencionada, y eso para Zoella no era novedad alguna. Chasqueó sus dedos y comenzaron a llover de los estantes un par de macetas, tierra fertilizada y semillas mágicas para ambas alumnas. Un bolso apareció en la esquina de cada mesa, bolso que la bruja tomó casi de inmediato para inspeccionar.

 

Unos guantes, orejeras, fertilizantes en bolsas plásticas, anteojos, y un pergamino con lo que parecían hechizos defensivos fue lo que Zoella extrajo de su interior antes de dejar caer la mochila al suelo. No escuchó contestación de su compañera y decidió que sería la primera en hablar.

 

- La Herbología es el estudio de las plantas y los hongos mágicos y mundanos, por lo que es el equivalente mágico a la botánica. Los estudiantes aprenden a cuidar y utilizar las plantas, y aprenden acerca de sus propiedades mágicas y para qué se utilizan. Muchas plantas proporcionan ingredientes para pociones y medicinas, mientras que otras tienen efectos mágicos de su propio derecho. Incluso, si sabes buscar, lograrás encontrar un par con efectos alucinógenos - agregó al final, recordando las plantas que hasta ahora ella junto a sus hermanos habían descubierto.

 

- Por ejemplo, el hongo saltarín es un tipo de hongo que aparentemente se puede mover y dar saltos por sí solo. Se desconocen qué propiedades mágicas o usos específicos posee, pero se sabe que pueden ser encontrados en el Bosque prohibido del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería - comentó como dato, mientras retiraba su varita de su oreja para sostenerla fuertemente entre sus dedos.

 

Con la mano libre observó las bolsitas donde se mantenían las semillas mágicas y leyó cada una minuciosamente.

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Escuchó atentamente las palabras del castaño, aún cuando no fijara su atención precisamente en sus movimientos, la bruja absorbía cada minúsculo conocimiento que él les brindaba en aquella clase. Le parecía irónica las razones de buscar, con tanto esmero, dejarse guiar por líneas más serenas cuando el núcleo de fuego creciendo en su interior le exigía acción, tormento y una habilidad que la tuviese siempre en riesgo. Sin embargo, sin admitirlo a viva voz, sabía que dicha materia le proveería de una paz que últimamente parecía extinta en su interior.

 

Sus manos se alzaron cuando la mesa dispuesta para ella pareció alargarse tantito más, y observó, entonces, cómo la mochila negra comenzó a levitar en los aires hasta llegar a depositarse con cuidado en el centro de la misma. Macnair se acercó a ella, inspeccionando los objetos del interior con calma mientras oía cómo Zoella se le adelantaba. Aunque, para ser bien honestos, la bruja prefería el silencio y aún más cuando no se encontraba entre los suyos.

 

Presionó sus labios con cierto nerviosismo, deslizando las yemas de sus dedos sobre los tiestos como si buscara a través del tacto algún indicio que le indicase el correcto. Entonces, sintió atracción por el más pequeño, uno redondo, ancho pero bajito, hecho con piedra y sin pintura o diseño alguno. Lo agarró con ambas manos y lo dejó a un lado, observando luego las bolsitas con semillas. Entonces, sintió la mirada penetrante del joven mago, esperando que la bruja Macnair se dignara a abrir la boca y a participar.

 

⸺ ¿Quieres mi opinión personal? ⸺alzó su vista al tiempo que depositaba sus dos manos sobre la mesa, agarró todo el aire que pudo sin llegar a inflar su pecho y en cuanto soltó el aire restante, continuó.⸺ Soy sanadora por una parte, y siempre me he sentido, peculiarmente conectada con la naturaleza. ⸺hizo una pequeña pausa.⸺ Creo que saber sobre las propiedades de cada planta en este mundo, investigar su aplicación, sus mezclas...es tener a tu mano un poder que ni la varita es capaz de alcanzar.

 

Sonrió tantito.

 

Luego negó para sí misma, apenas moviendo su cabeza, y volvió a depositar su atención en su mesa de trabajo. Había seleccionado las semillas desde el primer minuto en que su vista dio a parar con ellas, pero se tomó el tiempo de investigar las restantes, al final de todo, ¿debía dejar en evidencia su deseo por experimentar con veneno? No, claro que no. Cuando hubo seleccionado cada material, procedió a proteger la piel de sus manos con los guantes y sus ojos con los lentes, dejó a un lado las orejeras, esperando o rogando, por no ser atacada por alguna mandragora. Necesitaba tener su sentido auditivo bien despejado, era casi como su sentido más vivaz.

 

⸺ ¿Comenzamos?

 

Fue corto y preciso. Tomó la tierra fertilizada y con la ayuda de una pala especial comenzó a colocar dentro del tiesto tres montoncitos de tierra. Con la mano izquierda daba algunos golpecitos, procurando que cubriera cada rincón antes de colocar las semillas. Volvió a echar unos dos montoncitos más y luego se acercó a la bolsita de Belladona. La observó por varios segundos, y luego rompió el empaque para que las pequeñas pelotitas negras cayeran con cariño sobre la tierra. Juliette las acomodó con cuidado, teniendo tal delicadeza que parecía otra persona justo en esos precisos momentos. Volvió a agarrar montoncitos de tierra con la pala y cubrió a sus pequeñas creaciones hasta no ver vestigios de su existencia.

 

Y esperó.

 

La primera fase era bastante, ¿fácil? Hasta un no-maj podría hacerlo si gustaba de la jardinería, sin embargo, la segunda fase, la correspondiente a los magos y brujas con varitas poderosas, esa fase, debía ser controlada por alguien experto. Por lo que Juliette, con bastante paciencia, sacó el tomo de herbología y buscó entre sus letras los dos hechizos que Matthew había escrito en la pizarra. Orchideous y Herbivicus. El primero lo conocía, lo había visto ser usado por su tía en los Estados Unidos, en el funeral de su abuelo Arman, cuando dejó varias coronas de rosas sobre el ataúd de Rosier. Sintió que ese recuerdo le provocó una dura herida en su pecho, y es que aún después de años, le seguía doliendo haber perdido a un hombre como su abuelo.

 

Herbivicus, Herbivicus, Herbivicus. Intentó disipar esos recuerdos leyendo el significado del segundo, ¿ayudaba a que las plantas crecieran más rápido? Sus ojos se abrieron de para en par, curiosa por tener que usar ambos, ¿al mismo tiempo? Su ceño se frunció un poquito y volvió a prestar atención a su maceta. Luego sacó su varita de ébano y en silencio, practicó nada más los movimientos de cada hechizo.

Editado por Juliette Macnair

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Agacho su cabeza y soltó una pequeña risa mientras tenia los brazos colgando.

Nunca había sido demasiado agraciado con las plantas ni de la naturaleza, en general, pero un día todo eso cambio. Las brujas parecían tener espíritus cosmopolitas, aquello las había -seguramente- hecho desenvolverse en grandes ciudades, todo lo contrario al ámbito rupestre y sus características. Pero sabia que era necesario que alcanzasen la maestría en la rama de Herbología si no querían vivir por siempre atadas a gastar sus galeones en ingredientes.

La respuesta de la calva no le había sorprendido, siempre tan minorista con los detalles en sus respuestas, clavo sus ojos azabaches en ella mientras aún hablaba, y rebusco entre su pantalón de sarga un paquete que contenía hongos mágicos, busco su pipa mágica, que tenia grabada las iniciales de su nombre y apellido en oro fundido. Coloco su producto picado en aquella cazoleta Periculum apuntando su varita en ella, chispas rojas salieron y encendieron su contenido. Dio una suave y larga calada, para exhalar su contenido en una gran nube de humo blanco, gris, casi transparente.


Cerro los ojos durante unos segundos y su mente divago entre un cosmos sin fin. Los abrió al verse interrumpido por las palabras de la nívea.

Demostró ser una mujer perspicaz, eso le agradaba al gitano, ver mentes brillantes que no tuvieran el mínimo ápice de preocupación sobre una situación y sus respuestas fueran totalmente espontaneas. Necesitaban más magos así en las filas tenebrosas. Esperaba que su hermana la reclutase luego de terminar con aquella clase.

Como habrán observado, tienen diferentes plantas mágicas frente a ustedes, las cuales les daré una pequeña introducción a ellas giró hacia la pizarra y con un movimiento de su varita borro los hechizos que había escrito; golpeo su pequeño descanso y el pequeño trozo de tiza comenzaba a escribir a medida que el mago lo dictaba.

Rosa roja ardiente hizo una pausa y volvió a mirarlas , generalmente las regalan en San Valentin, ¿les han regalado rosas? dichosas sean. volvió a la pizarra Snargaluff trago saliva , se necesita protección para manipularlas, pero ahí tienen todo lo necesario. les comunico moviendo su mano con desdén. Esperaba que alguna perdiera al menos un dedo.

Tentácula venenosa volvió a tomar una calada de su pipa y abrió los ojos al recordar ese nombre , ¡mi favorita! la Tentácula es una planta con espinas, y intenta atrapar a su presa viva expulsando veneno de sus brotes y cuidado, sus picos son mortales. ¿Una excelente trampa, no creen?.

 

Y el ultimo sobre, era especial... Cada una tenia uno diferente, y debían adivinar que crecería de el.



OFF:

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Rosa roja ardiente (no tiene especificación, solo es una rosa sin más, pueden jugar con su variante si quieren, es a imaginación). <3
Snargaluff
Tentácula venenosa
El ultimo sobre "especial" es a elección de ustedes.

Clic para más información.

 

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La Triviani anotó mentalmente el hechizo empleado por su hermano cuando encendió la pipa, sabía que en cualquier momento aquello le sería útil para sí misma. Las palabras de la base la hicieron girar su rostro y analizar enteramente a la mujer ¿estaría ella dentro de las filas mortifagas? Reconocía a una compañera con solo olerla y sospechaba que ella se encontraba dentro de los más bajos rangos. Con su ojos intentó buscar el tatuaje a la vista pero las siguientes indicaciones de su hermano llegaron.

 

La bruja escuchó atentamente cada palabra del mago y se quedó viendo el sobre que anteriormente había tomado en sus manos. No decía nombre alguno y eso era curioso pero sonrió con suavidad sospechando que el mago deseaba que nosotras mismas descubrieramos su contenido.

 

Como la otra bruja en la clase, tomó uno de los tarrones para colocarlo frente a mi cuerpo. Se colocó el delantal sobre su cuerpo y destapó la bolsa de abono, colocando un poco dentro del tarrón. Tomó la regadera cerca de ella y decidió antes que nada hidratar el abono para que comenzara a soltar los nutrientes.

 

Destapó la bolsita de semillas y tomó una única semilla, colocándola en el centro de la tierra luego de abrir un pequeño orificio con su dedo. Suavemente cubrió la semilla y buscó su varita. La curiosidad de saber que planta se encontraba ahí comenzó a desesperarla y luego de practicar el movimiento memorizado decidió que era momento de acelerar el crecimiento de la planta.

 

- Herbivicus - pronunció, luego de realizar una flotiruta en forma de s.De la varita comenzó a aparecer un rayo verde brillante que giraba en espiral mientras recorría los escasos centímetros hasta el tarrón. Suavemente, donde debería empezar a crecer la planta se materializó una esfera verde que se entrelazó con el rayo que despedía la varita de la calva.

 

Cortos segundos pasaron cuando comenzó a brotar un capullo que creció velozmente, de color violeta y con una cabeza. La bruja conectó los cabos y alejó su varita. Pero la planta siguió creciendo hasta convertirse en lo que era.

 

- Chasquichirrido - pronunció Zoella, observando fascinada a la planta - Es una planta semi-consciente que chilla y se retuerce con incomodidad cuando se le tira demasiado estiércol de dragón - comentó, observando el pequeño retoño que poco a poco se movía y lanzaba unos pocos chillidos parecidos a los de un bebé.

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Se mordió la lengua con fuerza en cuanto escuchó las palabras del mago, ¿por qué debía de ser tan impulsiva? El mal de los Macnair, adelantarse a los hechos por la mera razón de tener sentidos más agudos que los humanos corrientes, ¿era esa una buena justificación para su falta de atención? Absolutamente no, sin embargo, pensar en que era algo hereditario y no un mal propio de sí misma, le calmaba los nervios.

 

Volvió a prestar atención, esta vez dejando sus manos bien entrelazadas en su espalda, como si se obligara a sí misma a seguir los pasos correspondientes, y entonces, apreció de mejor manera la información que él les obsequiaba; diferentes tipos de plantas, recordaba haber leído esa sección en su desayuno, era la única explicación de haber identificado las semillas de Belladona antes de que la misma se retorciera de la tierra hacia afuera, pero las otras tres que el mago nombraba, nada más intuía la dificultad que poseían, de hecho, creía poder reconocer a simple vista las rosas que nombraba, ¿por su abuelo? ¿ella recibió flores alguna vez en su vida?

 

⸺ ¿Hacen ruido? ⸺preguntó con los ojos bien abiertos, acercando su mano a las semillas de las Tentácula venenosa, agradeciendo enormemente tener protegida su piel con los guantes o sólo Salazar sabría lo que esas minúsculas criaturas le harían; sacudió ligeramente su cabeza y procedió a continuar, repitiendo los mismos pasos que con las semillas de Belladona, las que había dejado a un lado por la pura vergüenza.⸺ Lealtad significa no sacarme los dedos cuando comiences a crecer...⸺susurró bien bajito mientras cubría de tierra húmeda la totalidad de las semillas.⸺ o los ojos.

 

Limpió la tierra de los guantes contra su ropa, acomodó los lentes por si la situación se le salía de control y dejó el pergamino abierto a un costado, ¿sabía usar las defensas? No, pero podía intentarlo. Luego, buscó la varita de ébano que se hallaba oculta entre sus mangas y una vez firme entre sus dedos, repitió unas tres veces el hechizo en su mente para no cometer un error con su lengua y suavemente, hizo una floritura medio ondulatoria, formando una especie de corona o pata de rana, al menos así lo identificaba la bruja, al tiempo que pronunciaba perfectamente el encantamiento; Herbivicus.

 

El rayo de luz verdosa pareció iluminar las esmeraldas a la castaña, quien quedó completamente embobada por el espiral que emanaba de su varita y que se juntaba perfectamente con la esfera de luz en medio de la maceta; no pasó demasiado tiempo, la tierra pareció temblar y entonces Juliette dio unos dos pasos hacia atrás, con la varita al frente, casi como si estuviese a punto de ir a un combate cuerpo a cuerpo.

 

De entre la tierra, comenzó a crecer una delgada rama color café, la que se extendió hacia arriba como si se estirara después de un largo y profundo sueño, no pasó demasiado cuando más ramitas crecieron como brazos del delgado tronco, y a la joven Macnair le dio hasta ternura. A simple vista parecía un pequeño árbol en plena estación de otoño, un árbol café con pequeñas espinas puntiagudas, pero de un momento a otro, verdosas hojas comenzaron a cubrir cada minúscula fracción de su creación y un chillido casi inaudible se escuchó.

 

⸺ Es como el siseo de una serpiente...⸺dijo con suavidad, intentando acercarse a su planta con la punta de la varita.⸺ ¿Qué hago ahora? ¿Va a matarme o cómo?

 

Estaba nerviosa.

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