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Libro del druida — Julio 2020


Badru
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En cuanto lo vio aparecer, a las puertas de Uagadou, Badru le observó de pies a cabeza. Tenía que asegurarse que la indumentaria del hombre no fuese a serle un impedimento al momento de ir al lugar donde se llevaría a cabo la clase, pero por fortuna, el muchacho había hecho caso de su recomendación de llevar ropas cómodas, preferentemente de algodón para estar fresco, y unos zapatos resistentes. El cielo se encontraba en las postrimerías de la noche para dejar paso a la luz del día, así que con un solo movimiento de su varita, el uzza abrió un portal para que ambos fuesen llevados a uno de los varios bosques nubosos de Rwenzori.

 

Badru, con el carcaj y el arco a la espalda, se adentró en aquel bosque cuyo aire saturado de niebla daba lugar a una increíble variedad de plantas de tamaños gigantescos: las lobelias coloreaban el verde de los sinecios, los arbustos y los largos troncos de los bambúes. De todas partes, numerosos sonidos de animales terrestres y aves parecían advertir la presencia de aquellos dos intrusos. Aun sin que mediasen las palabras entre ambos magos, el guerrero sacó una de las flechas de punta turquesa de su carcaj, y la disparó, produciendo un chirrido, apenas audible que sin embargo, protegería los sentidos de ambos de la forma en que lo hacía el hechizo Cantar de Eleboro.

 

Solo entonces, habló por fin.

 

— ¿Por qué decidió seguir su aprendizaje de la magia uzza? ¿Considera que tiene la destreza suficiente para salir airoso de este estrenamiento?

 

Como otras artes mágicas, las de ese libro habían tenido su origen en otro pueblo distinto al de los uzzas, pero eran ellos los que como consumados guerreros habían sabido integrarla a su propio sistema de saberes. Sin embargo, la comprensión total de la magia tenía que hacerse en vinculación a la tierra, y era por eso, que se encontraban ahora en ese bosque, y sus características tan atípicas iban a ser una ayuda inestimable en la formación que el alumno tenía por delante. Pero el primer paso era saber qué intereses tenía él para estar allí, a kilómetros de su hogar.

 

Podía ser que él fuese el más joven de los guerreros al servicio de la madre uzza, pero se consideraba en la misma medida, el más conocedor de las dinámicas de otros pueblos. Y el más interesado también en ello.

 

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Editado por Ellie Moody
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La noche aún no había dado paso al día, y a pesar de que no faltaba mucho, el silencio sepulcral de la noche aún no había sido roto por el cantar de los pájaros al amanecer. Aquel no sería un día como cualquier otro; en medio de todo el caos que rodeaba a la comunidad mágica, Nathan había considerado prudente adquirir algunas habilidades más y pulir un poco su repertorio de hechizos. Después de todo, nunca se sabía cuándo algún que otro de los hechizos que había en los libros le podía ser útil. Ante este panorama, semanas atrás había sacado su Libro del Druida de la estantería y había enviado una lechuza a la institución para anotarse a la clase correspondiente. Quizá era presuntuoso de su parte, ocupar su tiempo y mente en clases formativas, pero el caos sociopolítico lo estaba llevando a la locura.

 

Y más temprano que tarde, había llegado el día. El Weasley no había pegado un ojo la noche anterior, la imagen de los sucesos en Nueva York hacía unas semanas aún le dificultaban conciliar el sueño: ¿y si alguien venía por él mientras dormía? ¿podía confiar la versión durmiente de sus sentidos para defenderse? En ningún momento había aflojado la mano sobre su varita, que descansaba debajo de la almohada, y a pesar de eso la ansiedad le había impedido conciliar el sueño. Estaba seguro (o aprovechó para mentirse) de que tal estado de ansiedad se debía también, al menos en parte, a la clase que tendría en cuestión de horas. Eventualmente, se rindió, y prefirió entretener su mente con un libro antes que darle rienda suelta para pensamientos paranoicos y estresantes: todavía tenía que responder a sus obligaciones ministeriales, por si fuera poco.

 

Cuando la hora indicada llegó, se vistió con ropa que le permitiría moverse cómodamente y a sus anchas. Sabía por experiencia, además de por la recomendación de su maestro, que aquellas clases implicaban mucha acción y movimiento, por lo que la vestimenta habitual de un mago no le sería conveniente. En cambio, eligió unas botas de caza y unos pantalones de algodón grueso, junto con una camiseta y una chaqueta a juego: todo aquello era un poco mucho para el verano londinense, pero desconocía donde el guerrero Uzza lo llevaría eventualmente, y era mejor estar preparado. En una pequeña mochila que colgaba de su hombro por una cuerda, llevaba su ejemplar del Libro del Druida, entre otras cosas de menor importancia.

 

Poco antes del amanecer, el Weasley se apareció en las puertas de Uagadou. El guerrero ya estaba allí, y sintió el peso completo de su mirada, evaluándolo y determinando su verdadero valor. No había nadie más allí, y desconocía si tendría compañeros en la clase. Aquello le traía sin cuidado: el Weasley generalmente se desenvolvía mejor solo que en actividades grupales, sin embargo la presencia de alguien más frecuentemente daba un plano de referencia o el consuelo de que alguien más atravesaría las mismas dificultades y obstáculos que él. Una vez junto al Uzza, Nathan le correspondió el saludo con un mero asentimiento, a sabiendas de que no eran una comunidad por demás sociable. Sin rechistar, ni mediar pregunta alguna, lo siguió por el portal que los llevaría a sólo Dios sabía dónde.

 

Y así fue como un enorme bosque se materializó a su derredor, y con él el peso de una densa pero fría niebla que parecía consumirlo todo. No había señales del sol, y a pesar de que el Weasley desconocía su paradero, en aquel momento agradecía haber traído su chaqueta: dónde sea que estuviesen, estaban en clima invernal. Ambos mantuvieron silencio mientras avanzaban por uno de los senderos a paso rápido. Nathan asía su varita con fuerza, ansioso por distraerse con algo más que el centenar de dudas que poblaban su mente en ese momento: ¿a dónde se encontraban? ¿a dónde se dirigían? ¿por qué el Guerrero no decía nada¿ ¿qué tendría que hacer para mostrar su valía una vez llegase el momento? ¿cuánto faltaba para que pasase algo?

 

Y como si le hubiese leído la mente, y Nathan no tenía certeza de que no lo hubiese hecho, el guerrero tomó una de sus flechas del carcaj que colgaba de su espalda y enfundó el arco con la misma. Un solo disparo, y el efecto fue inmediato: silencio. Luego, lanzó la primer pregunta.

 

- Le sería deshonesto si le digo que no lo estoy haciendo por mero pragmatismo - admitió el Weasley, mientras se abría paso entre un follaje de maleza bastante alto - Hoy en día, los magos vivimos una situación inaudita y complicada. Cualquier herramienta me será útil. - agregó, meditando rápidamente como seguir con sus palabras para que su docente no malinterpretase sus intenciones del todo - Sin embargo, siempre he tenido una sed insaciable para con el conocimiento. Nunca he perdido la oportunidad de perfeccionarme y aprender, y espero esta no sea la excepción.

 

La segunda pregunta era un tanto más difícil de responder. No quería decir lo que estaba pensando, puesto que eso lo dejaría como un inútil, pero tampoco quería mentir excesivamente, o quedaría como un engreído. La modestia del Weasley era, cuanto menos, problemática. Y aún peor era el hecho de que no tenía origen en una inoperancia factuosa, sino más bien en una falta de confianza que siempre, siempre, le había jugado en contra.

 

No esta vez. >> pensó, y dijo lo que se le ocurrió, sin permitirse cuestionárselo.

 

- He tenido éxito en grandes hazañas, de las que estoy muy orgulloso. Pero también he fracasado en aventuras más sencillas, y menos complejas, así que la balanza está en el medio. - pausó un segundo, sin dejar de moverse siguiendo al Uzza - De cualquier manera, no considero importante lo que yo crea, me parece un tanto auto-indulgente darme ánimos con algo que escapa de mi control. Puedo, sin embargo, asegurarle que haré mi mejor esfuerzo.

Editado por Nathan A. Weasley

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Badru asintió a las palabras del joven. Era cuanto menos...interesante encontrarse con un alumno que manejase con tanto cuidado sus palabras y sus acciones. Era por tanto, momento de empezar formalmente con el entrenamiento, de forma que ambos se detuvieron junto a un árbol de copioso follaje y con un solo movimiento de la varita del uzza, la copia del libro que el alumno llevaba en la mochila, apareció flotando delante de él, abierta en la página que mostraba los nombres de los mismos.

 

— Existen un total de 8 diferentes conjuros. Sin embargo la magia que se requiere para ellos no funciona de la misma manera. Para nuestro pueblo, la magia está ligada a los elementos que encontramos en este mundo: tierra, fuego, agua, elementos indispensables para la vida. Alguna magia puede concentrarse en objetos, y es por esto que 3 de los hechizos que observa en este libro lo están. Estos son el amuleto contra defensas carcelarias, el anillo salvaguarda contra miradas indiscretas y el polen de lirios de fuego.

 

Badru intuía que el joven cargaba en la mochila estos objetos, como había tenido el libro, puesto que a simple vista no resaltaban en su indumentaria. Era probable también que amuletos de libros anteriores estuvieran también allí, pero no era momento todavía de darles uso así que, en cambio, prosiguió con la explicación.

 

Otra clase de magia, es más afín a la que ustedes magos de occidente conocen, es decir, la que se canaliza a través de las varitas. Esta magia, no obstante, tiene límites en cuanto a su duración en un enfrentamiento con uno o más adversarios, y unos márgenes más precisos para su uso. Con esto quiero decir, de que si no cumples estrictamente con los pasos para ejecutarla, no funcionará. Por ejemplo, el cantar del eleboro, que es uno de estos hechizos con varita, puede conferir inmunidad a tus sentidos, o restaurarlos si han sido dañados, e incluso puedes proteger los tuyos y de un compañero más. Por si fuera poco, su actuar es inmediato.— Badru sentía orgullo de todo aquel poder que su pueblo había sabido dominar y ahora enseñaba a otros, pero también era igual de transparente para evidenciar los puntos débiles— No obstante, deberás pronunciarlo, pues el solo pensamiento no es suficiente para ejecutarlo, y no podrá protegerte más allá de dos turnos en un enfrentamiento.

 

Siguiendo la misma mecánica Badru describió para Nathan los siguientes dos hechizos (obsistens e ignea), haciendo hincapié en sus similiudes (ser invocaciones), sus diferencias de duración (el primero de apenas una acción, mientras el segundo de un turno) concluyendo con las formas diferentes de invocación que empleaban (verbal para el ignea, y no verbal para el obsistens). Sin embargo, aun cuando quedaban dos hechizos por explicar, el uzza consideró que era momento de dejar la plática y pasar a la acción. El libro entonces se cerró, y Badru confió en los sentidos del joven para evitar que cayese al suelo.

 

— Sin práctica, la teoría no es más que palabras vacías. Un buen guerrero se forja al calor de la batalla, así que ahora veremos que tanto ha interiorizado de todo lo que acabo de enseñarle. Este bosque es especial ¿sabe? No le gustan los extraños. Yo, por supuesto, no soy considerado como uno, así que mientras mi magia permanecerá intacta, la suya se verá disminuida de forma que solo podrá hacer uso de los seis hechizos que acabo de enseñarle. Pero dijo que iba esforzarse ¿verdad? ¡así que es momento de que lo demuestre!

 

Sonriente, el guerrero extendió su varita hasta convertirla en una vara y con la facilidad de nacimiento que tenía para abrir portales, de inmediato a través de uno hizo emerger lo que parecía una sombra del propio Nathan. El ser, una marioneta bajo control del uzza, atacó de inmediato con un potente incendio al joven, y luego, con un strellatus, con el beneplácito del uzza que se limitó a cruzado de brazos y a tres metros de ellos, observar el enfrentamiento.

 

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Por primera vez hasta entonces, Nathan observó más detenidamente al Uzza, de la manera en que alguien observa a algo como si en cuestión de segundos ya no estaría más allí. Como la mayoría de los Uzza (o al menos aquellos que había visto en clases previas) aquel guerrero era una persona que se destacaba, cuanto menos, por su excentricismo: su historia, su cultura, la forma en que se desenvolvía y el misticismo de la magia que enseñaban tan generosamente a los magos. Sin embargo, había otras cosas de él que bregaban por llamarle la atención: se veía bastante joven en edad y, de hecho, el Weasley dudaba que hubiese más de unos años de diferencia entre los dos. Decidió, por el momento, dejar su asombro a un lado y prestar atención a lo que el mago le decía.

 

Badru comenzó a versar sobre la magia de los libros de hechizos, y de un momento a otro se encontró con su propio ejemplar del Libro del Druida flotando en el aire frente a él. Procuró prestar atención a lo que el muchacho decía, analizando cuidadosamente las implicancias de los hechizos tanto en sus beneficios como en sus limitaciones, todo mientras una parte de sí se preparaba para el combate. Los Uzza eran famosos por su aforismo a la práctica, y Nathan supo desde el principio del día que no gastaría su día en un salón de clases y que, por el contrario, aprendería los tecnicismos de los poderes de la mano de la práctica.

 

Nathan estaba tan perpetrado en las explicaciones del guerrero que por poco se le escapa que su libro dejó de estar bajo la influencia de un encantamiento de levitación, y tuvo que estirarse de golpe para agarrarlo antes de que cayese al suelo. El momento, sin dudas, había llegado y en la medida en que el Uzza le daba las instrucciones finales el Weasley se apresuró para guardar su copia del libro dentro de su bolsa, y de un solo manotazo agarró un pequeño monedero naranja que descansaba dentro de la bolsa, su piel de moke fácilmente reconocible entre todos los otros materiales. En él descansaban los amuletos y anillos pertenecientes a la magia del Libro del Druida que procedió a colocarse rápidamente y que, al parecer, constituiría su único repertorio en su batalla contra...

 

¿Sí mismo? Nathan arqueó las cejas, curioso. Se había esperado una batalla o combate desde un principio, pero el hacerlo contra él mismo tenía otro tipo de implicancias: ¿qué tanto sabía este doble sobre él mismo? ¿estaban sus mentes conectadas? Aquellas eran las dudas que con mayor ímpetu necesitaba contestar. A simple vista, su doble parecía como una copia extraña de sí mismo: su cuerpo no reflejaba la luz de la misma manera que el suyo propio, y en cambio parecía una foto de aquellas que tenían demasiada exposición y poco contraste. No pudo detenerse más en su apariencia, sin embargo, porque de pronto vio una llamarada de fuego acercándose hacia él.

 

- ¡Ígnea! - exclamó el verdadero Nathan, decidido a protegerse, y su varita expulsó una bandada de polen de lirios de fuego que lo envolvió rápidamente. El Weasley no sintió ninguna diferencia en su cuerpo, y por un momento temió haberlo conjurado incorrectamente, más el polen lo protegió como una cortina impermeable cuando el fuego impactó contra su cuerpo y permaneció ileso, apenas pudiendo sentir un cosquilleo de calor en el sitio donde la llamada había contactado contra su cuerpo. Recordaba, sin embargo, de su lectura del libro que aquel encantamiento no proveía protección contra el Fuego Contacto y hizo una nota mental de preguntar cómo diferenciarlos más tarde, puesto que ahora tenía que defenderse de nuevo.

 

La voz de su alter rompía el silencio de manera tajante, haciéndose más presente que la del verdadero Nathan, de alguna manera. Escuchó claramente el Strellatus salir de sus labios, y en una fracción de segundos decidió como proceder. Bastó un movimiento de su varita y pensar claramente en un > para culminar con su estrategia defensiva: al instante, una cortina de materia traslúcida con un tinte rojizo se materializó frente al mago, y permaneció allí lo suficiente para que el Strellatus impactase contra ella y luego desapareciese en una vorágine de luz, llevándose el ataque consigo y dejando a ambos magos nuevamente enfrentados.

 

Nathan se colocó en posición defensiva, tratando de predecir que haría su alter a continuación.

Editado por Nathan A. Weasley

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El aspecto de aquel doble revelaba fácilmente su condición no humana. Badru se preguntaba si eso perturbaría más a su alumno, o al contrario le facilitaría la labor de enfrentarse a sí mismo. Mantener la concentración en la lucha, era en cualquier caso, una lección indispensable, y pronto Weasley mostró estar a la altura del reto, ejecutando una defensa eficaz a los ataques efectuados por su sombra. El uzza se convenció entonces, de completar el aprendizaje de los hechizos faltantes.

 

La sombra, se hizo un lado para que él guerrero se adelantase hasta estar delante de Nathan.

 

— Correctas maniobras de magia con varita.— le señaló para luego juntar las manos y concentrar su poder mágico en ellas— veo que ya está listo para los últimos dos hechizos.

 

Sujetando con firmeza su varita, Badru cerró los ojos para concentrarse. En realidad, él tenía una facilidad increíble para conjurar portales, pero necesitaba transmitir a Weasley la enseñanza de que ambos hechizos requerían de esfuerzo y de gran control de la magia para ejecutarse.

 

— Los poderes más grandes en el libro del druida son aquellos que desafían las reglas del tiempo y el espacio abriendo portales para otros lugares de este mundo...o de otros— con un solo movimiento de su varita un portal lo suficientemente alto y ancho para que pudiese pasar una persona se abrió— cuando el hechizo emplea varita, como acabo de hacer, se denomina Haz de la Noche, y te permite salir de un enfrentamiento más rápido de lo permitido, inclusive con heridas. Lo importante es mentalizarte en el lugar de destino al que quieres llegar. Eso sí, el costo mágico es enorme, 3 puntos de poder, lo que significa que es una herramienta a tomar en cuenta solo en casos extremos, cuando no hay mejor opción que la huida.

 

Badru había conocido de cerca casos de personas que no comprendiendo el poder que demandaba el hechizo, habían sufrido lamentables accidentes, o se habían confiado en contar con el poder para convocar un portal y habían fracasado. Esperaba que con la explicación que acababa de dar, Nathan no pasase a engrosar dichas filas.

 

Por otro lado, si exploras más allá de los duelos, con un poco más de paciencia y tiempo para concentrar la magia, y especialmente, los conocimientos adecuados para encaminarla, la capacidad de abrir portales se potencia. Este hechizo es conocido como fulgura nox, y te permite, combinado con habilidades como la nigromancia, abrir portales hacia el mundo de los muertos, con la videncia entrar a mundos futuros, y finalmente si posees avanzados conocimientos de Historia de la Magia y Runas Antiguas poder abrir un portal al pasado. Es justo esta magia la que constituye tu prueba final que consiste en salir de este bosque. Alégrate de que al menos, no cambiarás de línea temporal. ¡Y tu simpática sombra será tu apoyo y compañía!.

 

Había algo que a menudo los magos de Europa olvidaban, a ojos del uzza, y era su instinto, y el emplearlo para salir de dificultades combinándola con la razón. Como en otras cuestiones, mantener un equlibrio era la verdadera clave, y Badru esperaba que Nathan ahora fuese capaz de demostrarlo. Haciendo uso del mismo portal creado segundos atrás a modo de ejemplo, el uzza ingresó por él, de vuelta a las puertas de Uagadou. Ya no iba dar más explicaciones, sino solo dejar que el hombre encontrase sus propias respuestas y soluciones, siguiendo a su instinto.

 

Weasley no tardaría en notar que las temperaturas del bosque se elevarían y podría correr el riesgo de morir por causa de dicho calor. La sombra (si él encontraba la forma de que coopere con él) podría darle la pista de la zona del bosque más débil a las protecciones para ejecutar allí el fulgura nox, pero para llegar hasta allí tendría que enfrentar a muchos animales peligrosos, a menos que encontrase el modo de garantizar la privacidad de sus movimientos. ¿Lo conseguiría?

 

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Contrario a lo que Nathan se esperaba, su alter permaneció quieto, con un semblante taciturno: como si nunca lo hubiese atacado en un principio. Él, por su parte, mantuvo su actitud defensiva y blandía su varita alto en el aire hasta que, bajo lo que asumió fue dirección del Uzza, su sombra se hizo hacia un costado. El Weasley centró su atención en el guerrero mientras cada tantos segundos (y por la comisura del ojo) dirigía la mirada hacia su sombra, temeroso de que lo volviese a atacar de la nada. Asintió ante lo que más se acercaría a una felicitación por parte del guerrero, más no dijo nada y mucho menos se permitió relajarse: sabía que faltaba un buen rato hasta que pudiera irse a su casa con un aprobado entre sus manos. Procuró, mientras tanto, prestar atención a su accionar.

 

Badru se movía de una manera muy curiosa: por un lado portaba la ligereza y liviandad de todos los guerreros, algo que hablaba de su jerarquía en la sociedad mágica y era prueba suficiente de los límites (para el Weasley, inalcanzables) de su poder. Pero por otro lado sus gestos eran dogmáticos, analizados y per-determinados, como si los hubiese repetido una y otra vez en cada una de sus clases o como si ya estuviese resignado a la relativa incompetencia de la casta mágica normal. Independientemente de sus razones, Nathan no dijo nada, y procuró extraer los detalles más importantes de todo lo que el Uzza decía.

 

La dualidad espacio-tiempo era algo que, desde siempre, había fascinado al Weasley. La manera en que la magia creaba portales que podían surcar largas distancias, ¡incluso océanos!, no dejaba de ser impresionante más allá de todas las otras cosas que la magia podía lograr. A pesar de que la magia, en sí, desafiaba todas las leyes de la física muggle y que él estaba acostumbrado a ello, algunas cosas no dejaban de fascinarlo. Un portal hacia el pasado constituía, en todos los sentidos, una transgresión tal que se confundía con tan sólo considerar sus implicancias: el entrelazamiento de las distintas líneas temporales podía tener consecuencias nefastas, y a pesar de las limitaciones que tenía, la física muggle había considerado tales circunstancias con la tercera ley de Newton y el principio de entrelazamiento cuántico. Absorto en sus pensamientos académicos, Nathan apenas pudo captar las últimas palabras del Uzza: su propia sombra, ¿su compañía?

 

No tuvo tiempo de rechistar, ni de hacer preguntas al respecto. Badru ya no estaba junto a él, y el portal que el guerrero había convocado también había desaparecido.

 

- Fantástico. - soltó Nathan, con un fuerte tono sarcástico.

 

- ¿Qué, de todo, precisamente te parece fantástico? - preguntó su alter, quien sigilosamente se había acercado a él hasta quedar a tan solo dos metros de distancia. Nathan lo evaluó por unos segundos, buscando el deje de ironía en su voz, sin poder encontrarlo. Parecía, de hecho, ser una pregunta genuina.

 

No tuvo tiempo de contestar. Ese momento, sintió una brusca onda de calor expandirse por todo su cuerpo. Confundido, miró a su derredor, sin poder encontrarle una causa clara: no podía ver el sol entre los árboles y no había ningún fuego que lo justificase. Aquello sólo podía significar una cosa: era un fuego causado por la magia. Eso tenía implicancias peligrosas: su primer instinto era correr, pero ¿hacia donde? ¿podía, acaso, escapar de aquella sensación? ¿y qué si el fuego era invisible y corría directo en dirección a él? Casi podía sentir el dolor que producirían las llamas al escarbar sobre sus fibras musculares y nervios.

 

- ¿Vas a hacer algo o te quedarás ahí pensando? - preguntó su alter, quien había cambiado su semblante inquisitivo por uno que no transmitía más que sorna - No es por meterte presión, ni mucho menos, pero si sigues así te acabarás muriendo y, nada, que no estaría bueno. Mi existencia, en parte, depende de ti. Ahora, no te creas mucho, que es dependencia física. No emocional. - su alter se miró las uñas, utilizando la de su dedo pulgar para escarbar debajo de la de su dedo índice.

 

- Tu preocupación me estremece, de verdad. - contestó Nathan, quien rápidamente decidió ponerse en marcha. - Vamos, ¡a correr!

 

- ¿Y a donde dices que vamos, precisamente? Harás que ardamos en una hoguera por andar a ciegas. Seguro que ese otro niño de pelo largo ha puesto un verdadero círculo de fuego para que fallezcamos calcinados. - le replicó su alter - Bueno, tú. A mí no me harán nada. Pero moriré cuando tú no estés.

 

- Cállate y corre. - le dijo, y se echo a correr colina abajo - ¡Ignea! - dijo Nathan un segundo después, bañándose en una lluvia de polen de lirios de fuego que lo protegería en la recóndita probabilidad de que hubiese un fuego invisible.

 

Nathan empezó a correr por la pendiente. En ningún momento notó que aquella sensación de calor lo abandonase sino que, por el contrario, se mantuvo estable. Descartó, rápidamente, la probabilidad de que se tratase de un fuego circunscripto. Parecía, en cambio, tratarse de un extraño fenómeno climático que estaba ocurriendo dentro del bosque pero: ¿cómo era aquello posible? Jamás había escuchado de tal tipo de magia. Pero, también digno de considerar, la magia de los Uzza era algo de lo que jamás había escuchado hasta que lo hizo. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que por poco no notó una sombra negra que se movió a un costado suyo.

 

No se detuvo siquiera un segundo a contemplar de qué se trataba. Sólo entonces se dio cuenta de lo irracional de su conducta hasta entonces: había estado hablando a los gritos con su alter y se había echado a correr por el medio de un bosque que probablemente estaba plagado de criaturas mágicas. Agradeció al cielo y su yo del pasado por haberse dedicado a re-leer el libro en los últimos días, como resultado de lo cual sabía que uno de los anillos que llevaba en sus dedos lo protegía contra los oídos indiscretos. Fuera lo que fuese aquella sombra, no estaba corriendo por el ruido que había hecho el Weasley sino porque probablemente también sentía los efectos del calor.

 

- ​¿Me quieres decir precisamente a dónde estamos yendo? - soltó su alter, su voz inmune a los efectos que la falta de aire tenía sobre el verdadero Weasley, para quien hablar en este momento resultaba una tarea por demás ardua.

 

- Agua - jadeó Nathan, disminuyendo el ritmo de su marcha hasta un mero trote.

 

- ¿Sabes qué? Para alguien que dijo que daría su máximo esfuerzo, de verdad se nota que te esfuerzas en ser obvio y predecible.

 

Nathan se detuvo en seco; algo irritado, pero sobretodo curioso.

 

- ¿Qué.... quieres.... decir? - jadeó entre bocanadas de aire, mientras descansaba con sus manos sobre sus rodillas.

 

- ¿Sabes? Creo que me agradas. Eso y sumado que no quiero que te mueras para seguir existiendo, hasta me dan ganas de ayudarte. - soltó, y dejó ver una sonrisa pícara - ¿Pero sabes qué? No puedo.

 

El verdadero Nathan resopló, a estas alturas por el discurso casi megalomaníaco de su otro yo.

 

- Bueno... al menos no de la manera que tu querrías. Vamos, que lo que estás haciendo es por demás obvio. Estás asociando el calor al fuego, y por eso buscas el agua, porque es el único elemento capaz de contrarrestarlo. Pero vamos... piensa, si esa no es la solución, ¿cuál otra podía ser?

 

Nathan le dedicó una mirada a su alter por unos segundos. No estaba seguro de cuales eran sus intenciones, pero a pesar de ello el Weasley podía notar que tenía razón. Si no había un fuego a simple vista, ir a un terreno con agua no serviría de nada. ¿Y si...? Contempló sus opciones por unos segundos. El Libro del Druida hacía un gran énfasis en poderes defensivos contra el fuego, pero quizá no debía utilizar sus poderes para escapar de él sino para llegar a su centro.

 

- Tengo una idea. - comentó, finalmente.

 

- Sorpréndeme. - respondió su alter.

 

No dijo nada, y en cambio se echó a correr justo por la dirección a la que había venido. Sintió como el calor aumentaba, aumentaba y aumentaba. Quizá estuviese caminando hasta su propia muerte, pero el silencio de su alter le indicaba que quizá estaba en lo correcto. Pasó por el punto por el que había iniciado momentos atrás y siguió corriendo cuesta arriba. Llegó un punto en que el calor fue máximo, y Nathan sintió como el aire de sus pulmones tenía tan poca densidad que ya no podía brindarle la cuota de oxígeno necesaria. Justo cuando sintió que la visión se le borraba en los contornos, y que su piel comenzaba a quemar, el calor desapareció de golpe. Cayó al suelo de un tropezón, y permaneció allí por unos segundos hasta que se dio cuenta que su prueba aún no había terminado: tenía que salir de allí.

 

- Haz de la Noche - musitó tras ponerse de pie, concentrando sus energías en lo que quería lograr y a dónde quería ir. Su varita zanjó el aire como un bisturí, y una puerta en el espacio-tiempo se abrió. Nathan bufó, agotado, y miró a su alter. - ¿No vienes conmigo?

 

- Mi viaje llega hasta aquí. - comentó, sin más, sentándose en el césped. - Suerte.

 

Nathan asintió, y sin mediar palabra, atravesó el portal directo hacia Uagadou, donde suponía que le esperaba el Uzza.

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