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Enterrando a nuestros muertos - Fase 2:


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Mansión Potter Black

 

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La bruja se había levantado por unos momentos del sitio donde se había sentado ya que parecía que los presentes todavía estaban meditando acerca de qué contarles; ella realmente estaba ansiosa por saber a dónde iría todo aquello ya que por la expresión de su sobrino, era evidente que ciertas situaciones habían comenzado a salirse de su control y siendo Matt quien había sido en su momento para el Departamento de Accidentes, no le extrañaba que compusiera ese gesto de irritación.

 

Se encaminó hacia una de las ventanas de cortinas cerradas tan solo para abrirlas lo suficiente y ver el cielo que ahora se mostraba estrellado sobre sus cabezas.

 

Dejó que su mirada se perdiese por unos segundos en aquellas gemas y suspiró profundo.

 

Que envidia les tenía

 

Estas no tenían que preocuparse de situaciones mágicas que los ponían tensos a todos, no había muertes, solo vidas nuevas incluso cuando parecía que llegaban al final de sus existencias; no había una verdadera oscuridad porque incluso con aquellos seres de luz que lo absorbían todo, siempre, de alguna manera, terminaban arrojando un rayo de luz infinita a su alrededor.

 

Bajó un poco los párpados

 

-Esto que está pasando... es algo que deba de preocupar a la comunidad en general? -volvió a preguntar con un tono de voz levemente bajo, aún dándole la espalda a todos y con las manos sosteniendo las cortinas; no estaba segura de si recibiría una respuesta a esa pregunta también pero nunca estaba de más el cuestionarlo todo

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  • 1 mes más tarde...

La bruja acababa de llegar a la casa de la familia esperando encontrarse con alguna explicación para el caos que había en los alrededores, tanto en el propio Londres como en el Ministerio de Magia ya que las personas hablaban entre ellas con caras de estar preocupados todo el tiempo pero lo que le preocupaba más era que muchos ahora iban de un lado a otro mostrándose diarios y hablando en voz baja como si lo que fueran a decir estuviese fuera de lo permitido, bueno, ella sabía que ahorita estaban con un cambio de poderes pero ¿cómo afectaría eso en las relaciones que ella misma tenía en esos momentos? ¿su familia estaría a salvo después de que recordaba de que incluso hacía mucho tiempo habían atacado los jardines con dragones?

Cuando entró a la casa de su familia mirando a los alrededores todavía con su tierna carita llena de preocupación sus ojos se abrieron como si los hubiera deslumbrado la mismísima luz del sol que parecía de todas maneras reflejarse en su largo y dorado cabello cuando notó que había una bruja que no conocía sentada con todas las demás, su hermana mayor o más bien las dos parecía que estaban en un momento de presentaciones así que ella con su encanto carraspeó un poco y sonrió.

-¿Tenemos nuevos miembros en la familia? me encantaría conocerlos aunque estaba preocupada porque estuve escuchando cosas de muertos y de que teníamos que tener mucho cuidado en estos momentos.


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  • 3 semanas más tarde...

Londres Muggle

 

Me oculté tras un par de contenedores, en un callejón a oscuras. Resoplando, tomé un pedazo de cristal de un espejo roto y lo asomé tímidamente por el lateral de aquellos contenedores metálicos. El grupo que me perseguía pasó a la carrera, dándose órdenes para encontrarme.

 

Cerré los ojos, maldiciendo mi estupidez. Me pudieron las buenas intenciones en medio de aquella búsqueda por justicia y me había distraido. Ahora trataba de esconderme de una marabunta enfurecida de muggles. No iba a atacarles, pero en medio de todo aquel caos no me quedaba más remedio qeu huir del lugar y esconderme.

 

Además, no eran los únicos que me seguían. Esperaba qeu al menos Sagitas hubiera recibido mi patronus, enviado en su busca casi a la carrera mientras huía, para que se ocultara hasta que llegase, y sobre todo, qeu no viniera a buscarme. Bastante tenía con huir, como para que ella se metiera en todo ese lío. No...lo mejor era qeu nos encontrásemos en un lugar seguro.

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En el Londres Muggle:

 

Había sido una estupidez, sin duda. En mi pequeño bolsillo, casi imperceptible en el pequeño bolsillo de la capa de paño marrón que me había puesto para soportar el frío, yacía el Libro de los Sin Memoria. Lo iba a trasladar a un lugar seguro, fuera del alcance de los seguidores de Aaron y sus nuevos ideales pseudo-grindewalistas, cuando me llegó el patronus de Matt, pidiéndome que me escondiera y esperara su mensaje.

 

No, lo siento, soy demasiado impulsiva y cabeza hueca como para pensar con serenidad la situación. Si Matt estaba en peligro, no le iba a dejar desamparado. Así que salí en su busca, sin recordar el tesoro de gran valor que llevaba escondido en aquel bolsillo extensible de la capa. Cuando lo recordé, ya estaba recorriendo las calles oscuras de Londres, una ciudad brumosa con muchas de las farolas apagadas, sin arreglar desde la guerra. Me mordí el labio superior por mi despiste. Al fin y al cabo, el sacarlo de su escondite inicial era precisamente el buscar un lugar más seguro que no las calles de aquella zona desde donde Matt me había avisado.

 

No le encontraba y no me atrevía a sacar la varita delante de tanta gente. Por desgracia, aún había mucha rabia en aquella comunidad no mágica contra nosotros. Cada vez me convencía más que deberíamos volver a aplicar el Secreto de la Magia. Caminaba deprisa por aquellas aceras de adoquines levantados cuando vi una portería oscura, medio abierta, de cristales rotos. Sentía pasos que se acercaban, así que entré en ella. Estaba sola.

 

Saqué la varita e invoqué mi Patronus, la rana saltarina, para que buscara a Matt. Sólo podía decirle algo breve e improvisado:

 

-- ¡Padre Andrew!

 

¿Entendería que le citaba en la iglesia de nuestro Padre Muggle? Había demostrado ser un buen amigo, aunque fuera muggle. No todos teníamos que ser perfectos...

 

Más pasos apresurados atravesaron por delante del portal, con casi todos los cristales rotos desde los que entraba cierta claridad. Ojeé antes de salir. Cría que la Iglesia de Sant Bartolomew no quedaba muy lejos de allá...

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Padre Andrew


El Padre Andrew estaba satisfecho por la labor de aquellos amigos nuevos que le habían restaurado la Iglesia de St. Bartolomew en un momento. Cuando él llegó al lugar sacro y vio aquel interior destrozado, perdió el color pero tanto la rubia bruja como la de pelo violeta le dieron palmadas en la espalda. Con aquellas varitas mágicas, devolvieron todo a su simple pero extraordinaria belleza. Los vitrales que narraban la historia del Santo a quien se dedicó la construcción de la Iglesia, lucían en todo su esplendor con aquellos relucientes colores. Los bancos relucían como el primer día que los pusieron y los libros de coros estaban intactos, como recién comprados. El órgano hasta parecía sonar mejor en la acústica renovada. El altar era tan blanco como cuando moldearon el mármol, los cortinales, manteles, cuadros... Todo maravillosamente restaurado, ¡sólo en diez minutos!

El descubrimiento de la Magia sólo afianzaba su fe en Dios, en su Amor por todo tipo de criaturas. Se sentía honrado de haber conocido a estos magos quienes, además, también tenían fe.

Por ello, agradecía las visitas de aquella jovencita rubia que hoy, precisamente, había ido a comentar con él ciertos pareceres similares de la fe en su Diosa. Le había abierto las puertas de la sacristía y ahora, ambos, hacían teología comparando sus libros sagrados. No sabía cuanto tiempo llevaban allá cuando sintieron que se abría la puerta de la iglesia con cierta violencia. Su invitada se envaró y le preguntó si esperaba visita a esa hora tan nocturna. Ambos se acercaron a la puerta de la sacristía para comprobar quién entraba.

- Tía Sagitas. ¿Qué te pasa, que vienes tan azorada? - le oyó decir a la Señorita Xell. Se fijó y si, era aquella Suma Sacerdotisa tan agradable que tenía un Circo de criaturas extrañas.

Se acercaron a ella por el pasillo central. La mujer traía algo en sus manos y miraba a todos lados, como si esperara que la atacaran de un momento a otro.

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A la carrera, salté para sujetarme del borde del muro. La piedra estaba un poco húmeda gracias al cambio de tiempo qeu cada vez era más evidente. Aun asi, logré encaramarme sobre aquel pequeño muro, a tiempo para ocultarme tras el extractor de un aire acondicionado que, a juzgar por el olor que expulsaba, pertenecía a un restaurante donde la calidad no debía ser importante.

 

Escuchaba como mis perseguidores maldecían, reuniéndose a un par de metros del muro, cuando una ranita brillante saltó hasta mi regazo. No me costó reconocer a la ranita-patronus de Sagitas, lo cual me arrancó una leve sonrisa. Al menos había recibido mi men...

- Padre Andrew!

 

Seguramente, la voz no era mucho más que un susurro apresurado, pero en aquella tensa calma parecía la megafonía de un estadio de quidditich. Palidecí, ya que no era el único que lo había escuchado. Tuve qeu ponerme en pie de nuevo para echar a correr, mientras pequeños proyectiles impactaban en el muro, rebotaban o pasaban silbando cerca de mi cabeza, a juzgar por el agudo sonido que producían.

 

Salté hacia un tejado, y asi, continué con la carrera. Recordaba más o menos donde estaba la iglesia del Padre....aunqeu no habíamos tenido un buen inicio (le había amenazado al verle en la PB) aquel hombre había resultado ser un buen amigo. Y ahora le llevaba un problema hasta su casa.

 

Aterricé sobre un par de cubos de basura qeu al menos amortiguaron mi caida. Cuando salí a la luz, divisé al fondo la iglesia. Sin detenerme, ignoré la falta de aire en los pulmones y apuré los últimos metros hasta abrir de golpe la puerta de la iglesia. Allí me di cuenta de que no solo Sagitas, sino también @@Xell Vladimir Potter Black y el propio padre Andrew estaban allí.

 

- Creo que los he perdido. - jadeé, apoyando una mano en uno de los bancos donde los fieles se sentaban cuando acudían a misa. - Pero me parece que necesito un poco de ayuda. comenté, quitando un poco de importancia al hecho de que uno de aquellos proyectiles me había alcanzado en un costado. - Está a salvo? - pregunté, mirando directamente a Sagitas

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Era una noche tranquila, en la que el Padre Andrew y yo hablábamos de forma muy animada sobre nuestras creencias espirituales, hasta que llegó la tía Sagitas. Nos interrumpió una velada interesante, tomando yo un té de hierbas y él un fino aromatizado. El ruido nos hizo levantarnos, salir de la sacristía y verla venir hacia el altar.

 

- Tía Sagitas... ¿Qué te pasa, que vienes tan azorada? - le pregunté.

 

Ella no contestó. Agarraba con fuerza un objeto contra su pecho, que reconocí enseguida. Era el Libro de los Sin Nombre, como le llamaba yo, aunque era todo lo contrario: estaba lleno de nombres de muertos en aquella maldita guerra que había provocado el anterior ministro.

 

- ¿Por qué lo has sacado de...? - Recordé dónde estábamos y dejé de gritar, había sido una reacción de miedo al notar que aquello era demasiado valioso para moverlo por Londres. Seguro que la tía Sagitas tendría una buena explicación.

 

Si la tenía, no pudo decírmelo, pues la puerta se volvió a abrir, esta vez con muchísimo ruido. La puerta chocó con violencia y reaccioné sacando la varita para proteger el libro que Sagitas llevaba en sus brazos.

 

- ¡Matt! ¡Es Matt! - grité otra vez, sin respetar el sacro lugar. - ¡Primo, primo!

 

Bajé la varita y corrí hacia allá. El Padre Andrew también me siguió aunque él con más respeto, sólo a paso rápido. Fue él quien le preguntó al primo a quiénes se refería con eso de que los había perdido.

 

- ¿Quiénes te perseguían? - supe enseguida que algo iba mal. Alguien perseguía a Matt, la tía llevaba encima el libro... Busqué una explicación con la mirada a la tía pero el Padre Andrew interrumpió mi pregunta muda al decir que había sangre en el suelo. -¡Ay, Diosa! ¿Pero qué está pasando aquí?

 

No había tiempo de explicaciones y el Padre Andrew era mucho más rápido que yo con la varita. Levantó a Matt por los brazos y le hizo apoyarse en él mientras lo llevaba hacia la sacristía.

 

- ¡Vamos, tía! El primo está herido... ¿Llevas encima ese curatodo de los Uzza? Habrá que... - La llevaba casi a rastras conmigo siguiendo a los dos hombres.

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Iglesia del padre Andrew. Con Sagitas y @Xell Vladimir Potter Blue

 

Desvié la vista del sacerdote hacia Xell, qeu llegaba corriendo y llamándome en voz alta...típico de la familia, olvidábamos fácilmente el protocolo del lugar y nos poníamos a dar gritos. Eso me hizo reir, a pesar de la situación. Apreté a mano qeu me sujetaba al banco, cuando me di cuenta de qeu el Padre me sujetaba por el brazo, cargando con parte de mi peso para que me moviera hacia el interior, a su área privada.

 

MIré a Sagitas, al fondo. Xell le hablaba, preguntándole por algo de los Uzza, pero lo que me llamó la atención era el bulto cuadradote que mi madre cargaba en brazos. Aun tenía el libro....una buena noticia, y también una mala.

Vaya, Padre Andrew, no lo imaginaba tan en forma - bromeé. - Lamento el estropicio ahí fuera.

 

Cuando atravesamos la puerta, me acercó hasta una silla. Allí me senté, soltando el aire pesadamente, gruñendo. No imaginaba que esas balas de los muggles fueran así de molestas.

- Tenía una pista. El cadáver de uno de los desaparecidos del libro. - dije. - Había una squib qeu podría saber donde se encontraba su cuerpo....si lo recuperaba podríamos darle descanso, pero...Cuando llegué al lugar de encuentro, una panda de esos cazamagos, esos...idi.otas intentaban abusar de ella. - me encogí de hombros - No quería matarlos, pero ellos si que han intentado matarme a mi. No podía dejar qeu le hicieran daño a esa chica.

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Me costó llegar a la iglesia, pues a cada paso que daba miraba por encima de mi hombro y a los lados. Cualquier ruido me hacía esconderme e incluso una vez usé un Salvaguarda Mágica para pegarme a un muro y dejar pasar a un grupo de muggles que parecían armados. No es que temiera sus inútiles armas pero es que a mí no me gusta pelearme. Preferí esconderme y dejarles pasar. Al fin y al cabo, el color rojizo de los mahones de la iglesia lucían delante de mí, en la conocida escalinata.

 

No estoy segura de si subí corriendo o me aparecí delante de la puerta de aquel lugar de culto. Me entró el pánico al pesar que estaría cerrada, que no podría entrar, que nos encontrarían, que... ¡Demonios desdentados, era una gran hechicera!, ¿por qué me daba un ataque de angustia? Empujé y entré, sin más problemas. En cuanto me sentí a salvo en el interior, intenté relajarme y alargué lo máximo que pude el soltar aire para regularizar mi respiración. Apoyada en aquella puerta gruesa de madera, el olor a incienso, a sudor de gente que ya había salido, la oscuridad de lo sagrado violada sólo por las luces de las velas y un altar semi iluminado... Era agradable estar allá, me había dado una sensación de paz que hacía tiempo que no encontraba. No me extrañaba que a Xell le gustara pasearse por aquel lugar.

 

Una voz me exaltó, justo la de mi sobrina, preguntándome por el motivo que estaba allá. También noté el susto en su voz cuando vio el libro en mis manos. Desbloqueé la puerta y caminé hacia ellos dos. El Padre Andrew había salido tras ella.

 

-- Necesito un lugar secreto donde resguardecerlo.

 

No sé si alguno me oyó porque la puerta se abrió con bastante violencia. Yo reaccioné apretando el libro, aquel libro tan valioso, contra mi cuerpo, mientras que Xell parecía más dispuesta a defendernos. Curiosamente, me fijé más en la cara del Padre Andrew y no vi miedo sino determinación. Después, reconocí a mi hijo Matt. Durante unos instantes, me había olvidado de él.

 

-- ¿Los has perdido? -- repetí, sin saber bien quiénes eran los que le perseguían. -- Está a salvo -- ratifiqué, dando un pequeño golpe con los dedos en la portada del libro que aún abrazaba con fuerza. -- ¿Qué te pasa?

 

No hacía falta mucho más, entre la debilidad de mi hijo, el miedo de Xell y la mención de la sangre del párroco, sabía lo que había sucedido. Dudé entre seguir protegiendo el libro o ayudar a Matt en sus heridas. Xell fue más rápida, me agarró y me obligó a seguirles, rumbo a la sacristía. Cuando llegamos, el padre miraba la herida. A mí no me hacía falta.

 

-- Xell, hay que sacar las balas. Puedo curarle pero no sí ese metal sigue dentro de él. -- Alcé la mirada. El cura había entrecerrado los ojos y parecía cuestionarme mi capacidad de sanadora. -- Créame, sé lo que me digo, soy muy buena en primeros auxilios y la Diosa me ha dado las fuerzas necesarias para curarle. Pero habrá que sacarles las balas. ¿Podemos estirarle en algo plano, Padre? Y tú, sin rechistar.

 

No me apetecía escuchar sus protestas, bastante nerviosa estaba para que me hiciera doler la cabeza. Era tan testarudo como yo.

 

-- Agua caliente, no tengo pastillas reponesangre así que lo haremos de forma tradicional. Cuando acabemos, te tomarás un buen bisteck de carne y un gran trago de whisky de fuego... O de lo que tenga el padre por aquí. No sé si tendrá alcohol escondido en alguna capilla. ¿Quiere sujetar usted este libro? Es lo más valioso que pueda tener en la iglesia. Contiene un contrato con más de mil almas, Padre Andrew. No podemos dejar que caigan en manos de nadie y,... Bueno, es largo de contar.

 

Después acaricié la mejilla blanca de Matt. Allá, tan pálido, se parecía mucho a su padre.

 

-- Tú tranquilo. Has hecho bien. ¡Carroña humana! ¿La Squib pudo esconderse?

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Desde un lugar distante había sentido aquel par de "almas" con mi última experiencia lejos de la comunidad mágica rodeado de un gran número de muggles, había tenido un encuentro con humanos llenos de enfado, envidia y un mal sano deseo de venganza, aquellos humanos se adentraron al mundo oscuro de algunos demonios hambrientos de consumir almas y se valían de está clase de humanos para "brindarles" un poco de saber sobre artes oscuras con la intención de dañar a otros humanos, aquellos que eso humanos odiaban y deseaban todo el mal que pudiera cernirse sobre aquellos...era algo que a los demonios les divertía bastante, esos humanos se hacían llamar "brujos" hacían "trabajos" del mal, usando plumas oscuras, viceras y algún objeto personal de la víctima, para maldecirla y tuviese enfermedades o problemas a causa de aquellas "maldiciones" solo que si no lograban su cometido, ese mal rebotaba en los "brujos aspirantes" y los demonios reían de los resultados y algo que no mencionaban pero que les alienta a seguir ofreciendo su ayuda, era adueñarse de sus almas al dedicarse al mal deliberadamente.

 

No soy de los que conoce ampliamente el mundo mágico, vi como usaban portales para marchar de una dimensión a otra, así como de un lugar fisico a otro, aquella huella que deja la magia, me es muy útil para ir siguiendolos y vigilar que hacen, hay seres que despiden luz y otros son seres oscuros que pueden meterse en las sombras para no ser detectados, solo que a mis ojos no pueden escabullirse tan facilmente como les gustaría, puedo sentir su presencia, mueven objetos, tal vez con la esperanza de que me asuste (jajaja se ve que son seres poco inteligentes, porque existimos nosotros, los magos de nacimiento y manejamos muchos encantamientos y hechizos, magia verdadera, porque la magia corre por nuestros cuerpos y la manipulamos a nuestro parecer) hay auras en todas las cosas y por eso puedo ver que algo están tramando...

 

Han llegado a aquel cementerio, me muevo sigilosamente para ver que buscan o que harán, todo puede ser posible...

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