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Prueba de Metamorfomagia


Amara Majlis
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Nevaba desde hace ya cinco días. El frío que hacía en aquel lugar no era algo posible de soportar si no se iba bien abrigado, por lo que Amara esperaba que Triviani llevase consigo varias capas de ropa abrigadora a su encuentro con ella. La nieve que caía, cubría la mayor parte del campo verde en las faldas del Monte Fuji. Tenía tiempo de no ver algo tan bello y que generaba mucha paz en su interior. El lago a un par de kilómetros de ahí se había congelado en una primera capa delgada, tan delgada, que si una persona adulta lo cruzaba caminando/patinando podría romperse esa capa y caer al agua al grado de congelarse, aunque no tan delgada para ser rota con las manos. La vegetación boscosa de aquel lugar, en esos tiempos se habían convertido en troncos con sus ramitas, había muy pocos árboles que aun conservaban su follaje, aunque este había dejado de ser verde para convertirse en café con un poco de nieve encima.

Majlis esperaba a Matthew Triviani a la entrada del gran bosque, llevaba consigo un abrigo que la mantenía momentáneamente caliente, y se le podía notar ya que el rubor de sus mejillas en ese momento era notorio, la arcana de metamorfomagia se concentraba completamente en guardar tanto calor como podía en su cuerpo. Al ver llegar al licántropo, le dedicó una sonrisa mientras se acercaba a él dejando un metro de distancia entre ambos.

Hola querido —le saludo.

De entre sus ropas, sacó un pequeño bolso de terciopelo de color negro con pequeñas runas de protección grabadas fuera de ellas, su intención de las runas era que nada de lo que se colocara dentro de la bolsa pudiera ser sacado de su interior hasta que el dueño de la bolsa lo abriera.

No es que no me fíe de ustedes, —haciendo referencia a la comunidad de magos —pero pareciera que ustedes nacieron con la varita en mano, es increíble que todo lo quieran hacer con ella, pero en esta prueba no es necesario que la lleves contigo.

Puso frente a él la bolsa de terciopelo negro y se le quedó mirando, no dijo nada como si su discurso anterior fuese lo bastante claro para ser entendido y él mago ingresará su varita a la bolsa.

Apura, no hay mucho tiempo —le apresuró. —Aparte de dejar tu varita, deja todos tus accesorios pertenecientes a la magia Uzza, que tienes encima dentro de la bolsa de terciopelo, te repito, no es necesario que los lleves contigo.

Amara en todo el tiempo había mantenido una sonrisa en sus labios, esperó a que el licántropo le entregase todo para cerrar la bolsa de terciopelo, misma que le entregó al mago en señal de que confiaba en él para que no hiciera uso de ninguno de los poderes que ahí se encontraban.

¿Estás listo?

Lo siguiente que le entregó fue un pergamino con un pequeño mapa dibujado e indicaciones en la parte posterior del mapa. Aquello era la ruta que debía seguir para llegar hasta donde ella le estaría esperando para permitirle la entrada al portal de la habilidad.

Sigue el mapa, te veré al final de este. No te pierdas. —Se despidió y desapareció.

Las indicaciones al reverso del mapa estaban compuestas por tres simples líneas de texto. En la primera línea lo prevenía de los guardias que custodiaban aquel bosque, aquellos guardias tratarían de evitar a toda costa que llegue al final del recorrido, aunque, pasando esa sección de la prueba, ellos dejarían de perseguirlo como si su vida dependiera de atraparlo. Por otro lado, la segunda indicación era un simple “Úsalos.” Y la tercera y última indicación era una muestra de afecto. “Mantente abrigado. La temperatura seguirá bajando mediante te vayas acercando al lugar en el que estoy”
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Matthew Triviani Black

Matthew vestía de borceguís, pantalón de alpinista y un abrigado tapado que hacia perfecto juego con su vestimenta, por sobre todo, una capa negra como la misma oscuridad que parecía absorberse todo el resplandor níveo de las montañas. Aquella era tan característica de él, que contenía el logo de la casa de Hogwarts, y unos cuantos filamentos plateados colgando en su cuello. La brisa proveniente del Monte Fuji hacia que sus facciones se enrojecieran, a tal punto que parecía que se quebrarían. Habían pasado unos cuantos días desde la última vez que había visto a Amara, luego de que aquella le indicara donde debía buscarla nuevamente para realizar las ultimas series de pruebas hasta su portal.

Allí estaba ella, esperándolo en los inicios del bosque. Solo sonrió en modo de saludo.

Como era lógico, se lo pensó un momento antes de dejar sus cosas en la bolsa aterciopelada que le ofrecía Amara, mirando con fijeza como si pretendiera conocer todo de ella a través de sus ojos. Pero mientras lo hacía, deslizaba los dedos por su cuello hasta soltar la fina cuerda donde colgaban sus amuletos. Fue lo primero en dejar en ella y después saco un único anillo de su dedo. No era un anillo espectacular y sin embargo, había algo especial en él, brillaba ligeramente diferente con cada caricia, y eso se debía a que había unido todos en uno solo.

Finalmente, quedaba la varita.

Había pasado algo similar con Lawan, no era como si hubiera reaccionado particularmente bien con él, como tampoco lo haría con la Arcana. Era una extensión de su magia, el instrumento que canalizaba todos su poder hasta formar cosas maravillosas, pero comprendía las palabras de Majlis, compartía su enseñanza anterior, no todo debíamos realizarla con ella, la verdadera magia fluye por dentro de cada mago.

 

Ya me encuentro listo para lo que sigue. fue conciso en sus palabras y observo el interior del bosque.

Devolvió sus ojos y estiro sus manos para recibir aquel pergamino que le entregó. Lo abrió y encontró un mapa dibujado sobre el, con instrucciones en su revés. Las indicaciones le habían sido confusas y demasiado escasas, por lo que, cuando levanto su cabeza para poder preguntarle, la Arcana había desaparecido. Sacudió su cuerpo por el frío que estaba cayendo y se adentró a los confines del Bosque.

 

-o-

 

Los pasos de su trote eran constantes, pesados y rítmicos. Daba cada zancada con seguridad, manteniendo una velocidad que dejaba en claro que no solo quería mantenerse caliente, sino que también quería acabar con todo lo más rápido posible. Llegó a una bifurcación un poco mas turbada que antes y detuvo la marcha lentamente, era hora de la elección. Y una vez ahí no tenia idea de quien se adueñaría de su apariencia. Se le venían tantos nombres a la cabeza, tantas expresiones insulsas, que lo cierto era que no podía decidirse únicamente por un individuo. Habia escuchado pasos provenientes de ambos pasajes. Por lo que retrocedió unos cuantos pasos y pudo observar como dos figuras masculinas se acercaban.

 

Se coloco frente al árbol que dividía ambos caminos y cerro sus ojos, mientras entrelazaba sus manos, sintiendo como la energía concentrada cambiaba su aspecto, sus manos se volvieron totalmente pálidas, con dedos finos y largos, su cuerpo se había hecho más alto de lo normal, delgado, su cabello había pasado de ser negro azabache a un color cenizas, largo por los hombros y sus finas facciones del rostro habían cambiado a una piel seca con cicatrices.

 

Estaba en lo que suponía el bosque Aokigahara, a los pies del Monte Fujisan. Sus habitantes cuentan que un promedio de cincuenta a cien personas se quitan la vida dentro de él y sus perturbadas almas quedan atrapadas allí, ¿ellos eran los guardias que Amara había mencionado? o simplemente eran uno de los fantasmas jugando.

 

Agacho su cabeza colocando la capucha de su capa y ambos aparecieron.

 

¿Quien eres tú? increpo quien provenía de la derecha.

 

Levanto su mirada y lo observó, sus ojos eran completamente dorados, al igual que los de Matthew, había adoptado su forma con éxito, y esperaba poder engañarlo para poder seguir su camino, al menos hasta que estuviera lejos y cerca de Majlis.

 

Soy uno de los guardianes del bosque Aokigahara. observó al que provenía de la izquierda ¿Quien es el impostor? añadió mientras daba unos pasos hacia la derecha, colocándose a un lado del que había aparecido primero, estaba decidido a tomar ese camino.

 

No estaba en su personalidad sociabilizar con nadie. Ya había hablado demasiado con ellos dos, y solo esperaba que se destrozaran el uno al otro para poder seguir su camino. La temperatura cada vez comenzaba a descender, cada vez se podía sentir el frió colándose por los huesos del gitano y la única forma de poder sobrevivir a él, era transformando partes de su cuerpo en la de un bárbaro, aquellos guerreros nórdicos cuyo cuerpo estaba acostumbrado a las bajas temperaturas de Escandinavia.

 

Solo hay una forma de corroborar tu identidad... golpeo el bastón que traía en su mano izquierda. ¿Como le llaman los neófitos a éste inmenso bosque?

 

Matthew movió sus ojos lentamente, sin hacerlo en trozos y transformo uno de sus dedos en una garra negra afilada, para hacerle un pequeño corte que le generara molestias, dándole una ventaja de responder primero; Kuroi Jukai... respondió . El negro mar de árboles, según las escrituras. se apartó de ellos y observo como empezaron a pelear, dándole la posibilidad de adentrarse al camino de la derecha.

 

Al cabo de unos cuantos pasos, comenzó a correr, con cada golpe que sus pies daban en el suelo, su cuerpo se volvió a transformar, de un delgado viejo con pelo ceniza, a un hombre robusto, de cabellos largos, cobrizos. Podía observar como la nieve caía sobre las pardas ramas del bosque, y su actual cuerpo soportaba dicha temperatura.

 

Al salir de allí, encontró a Amara nuevamente. ¿Como había llegado tan rápido hasta el otro lado? no hacia falta que Matthew se presentase nuevamente, sabia perfectamente que era él, quien había tomado otra forma.

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  • 2 semanas más tarde...
Apenas llevaba un tercio del recorrido, Amara miraba las luces que se reflejaban en el agua congelada del lago Saiko, cuando escuchó la llegada de su alumno, tenía una sonrisa en el rostro mientras giraba a verlo de frente. Aún le faltaba un largo camino que recorrer si su intención era vincularse con el anillo de metamorfomagia. Amara esperaba que de verdad aquella fuese su intención y que no decayera a mitad de camino.

Veo que has salido del bosque Aokigahara. Supongo que no te fue complicado pasar los espíritus y los guardias que hay en el interior, fue un gran acierto tomar el aspecto de los entes que habitan el bosque para librarte de los policías que tratan de evitar que la gente se suicide en aquel sitio. —su voz era tranquila y pausada.

Si tuviera en esos momentos todo lo que se necesitaba para tomar el té le invitaría una taza al joven de cabellos negros que le acompañaba, pero no era momento de tener charlas amigables y mucho menos de tomar el té, aun debía pasar dos pruebas más para lograr llegar a la pirámide donde se encontraban las 7 puertas de las habilidades así que Majis se puso seria.

Es momento de que sigas por tu camino. —La mujer le señaló el lago. —A un par de kilómetros de aquí, rumbo al oriente, te vas a encontrar con una bota vieja, es un traslador, pero antes de llegar hasta aquel artefacto deberás cruzar, mucha suerte. Nos vemos al otro lado del traslador, ahí tendrás tu última prueba antes de llegar a enfrentarte al portal.

Majlis desapareció para preparar la tercera prueba antes del portal.


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Al momento que Triviani apareció del otro lado con el traslador, Majlis había rejuvenecido un par de años, ahora era una mujer de unos 35 años, delgada y de piel blanca, su cabello aun café lo tenía recogido en un chongo perfectamente bien peinado, llevaba puesto un uniforme de enfermera completamente blanco, en sus manos llevaba una tabla de madera con varias hojas impresas, en la bolsa de su blusa se encontraba un bolígrafo de tinta azul, la cual minutos antes la había estado usando.

—Veo que has podido cruzar el lago, nos encontramos dentro de la unidad de enfermos terminales en un hospital muggle. —comenzó a platicarle mientras le entregaba una bolsa con ropa en su interior, pronto el joven Triviani comprendería que estaba haciendo en aquel lugar.

—En la cama 302, hay una mujer de avanzada edad, que desea ver a su hija para despedirse de ella. —estaba caminando hasta la habitación donde se encontraba aquella cama para que su alumno viera a la mujer que a pesar de estar tan enferma se resistía a morir.

—Tú última prueba, antes del portal, será hacerte pasar por la hija de la anciana, ya que la verdadera hija está en un importante viaje de negocios y no podrá ver a su madre, la idea es que la hagas sentir mejor y hagas que la mujer pueda descansar en paz sin sufrimiento alguno. Si lo haces bien, verás un portal que debes cruzar para verte frente a las 7 puertas de las habilidades.

Amara se dio la vuelta para seguir al pendiente de los otros pacientes que se encontraba en el hospital.

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Ambos se encontraban en el interior de la pirámide donde se encontraban las 7 puertas de las habilidades, Amara estaba de pie frente a la puerta de la habilidad que ella instruía, llevaba consigo el anillo de plata que le entregaría a su alumno para que durante su tiempo en el portal lograra su vinculación con la habilidad.

—Gracias por ayudar a la anciana. ¿quieres hacer la prueba?

Conocía la respuesta así que le entregó el anillo y lo dejó entrar al portal que se había abierto apenas la respuesta era afirmativa. Ahora debía demostrar que era digno de llevar consigo el anillo de metamorfomagia.


@ Editado por Amara Majlis
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Matthew Triviani Black


Matthew aguardo la respuesta y la pausa de la arcana le hizo comprender que como cualquier magia poderosa, no existía una respuesta sencilla. Tampoco seria fácil encontrar una respuesta clara. Dejo caer sus brazos, metió las manos en los bolsillos de su pantalón de lino negro y se fue a parar frente al lago congelado que la anciana le había indicado recientemente que debía cruzar, todavía sintiendo las palabras de la arcana en sus oídos. No recordaba la ultima vez que alguien lo había llamado así, si es que alguna vez eso paso. La mente no dejaba de sorprenderlo y sabia, al menos, que los recuerdos pocas veces eran confiables. Incluso las memorias mas queridas podían ser imágenes distorsionadas que poco parecido guardaban con la realidad.

Dio unos pasos hasta pararse frente a el, y observo la claridad del agua. Se detuvo en la arruga que se le hacia en el entrecejo cuando se perdía en sus pensamientos. Ese mismo surco que compartía con su madre. Ahora solo debía pensar como cruzar el lago, y encontrar la bota que funcionaba como traslador para llegar a su ante ultima prueba de habilidad. Inclino su cuerpo y con su diestra toco el agua fría, sacudió su mano luego de maldecir aquel lago y se le había ocurrido una idea... Busco con desespero su varita, y choco su palma con la frente al recordar que la había dejado en el hogar de Amara. Debía concentrar toda su energía en adaptar su cuerpo a la temperatura del lago, poder pasarlo y obtener aquella bota.

¿Puedo modificar más que solo mis ojos? volvió a la carga de sus preguntas, mientras se inspeccionaba ambos ojos ¿Ser metamorfomago podría ayudarme a resolver todos mis problemas? su mente no dejaba de hacer preguntas, las cuales claramente, no tendrían respuesta alguna, a menos que al salir del portal las consiguiera.

Giro su cabeza hacia ambos lados haciendo que sus vertebras sonaran y levanto ambos brazos mientras se adentraba al lago, el gélido liquido se colaba por todas sus prendas, su cuerpo parecía entumecerse a los pocos metros de haber ingresado. Concentro todas sus energías en cambiar la piel de su cuerpo a la de un pingüino. Aquello lo ayudaría a terminar de nadar el trayecto que le quedaba para cruzar totalmente el lago... Sus prendas chorreaban agua proveniente del lago, su cuerpo aun seguía transformado con la piel del mamífero para mantener su calor. La temperatura había vuelto a descender, ahora se notaba en su agitada respiración, busco la vieja bota y la tocó.

Amara había parecido rejuvenecer, ahora aparentaba una mujer de unos treinta y cinco años de edad.

Estaban dentro de una unidad de enfermos terminales, parecía ser un hospital muggle, observo con atención a Majlis y estudio cada una de sus palabras. Matthew no era un mago que le gustara refutar todas las preguntas o comentarios que se hicieran hacia él, era callado y analítico. Tomo la bolsa con ropa que le había entregado, creyó por un momento que eran por su mojada ropa, pero poco tiempo después comprendió que no.

Resultaba ser que una mujer de avanzada edad, ubicada en la cama trecientos dos, se encontraba en un estado terminal de una enfermedad... Su mente sugirió terminar con el sufrimiento tortuoso de aquella mujer, arrebatandole la vida de forma rápida y sin hacerla sufrir, pero su ultimo deseo era ver por ultima vez a su hija, quien se encontraba en un viaje de negocios y no podía lograr llegar a tiempo. Matthew observo una fotografía de la mujer en cuestión, en la mesa que se encontraba a la derecha de su cama y adopto su forma, aun con sus prendas mojadas, se dirigió a un baño en común y cambio su vestimenta para pasar por su hija... Se acerco a ella y entrelazo su mano con las de él (ahora ella) y solamente le sonrió mientras la señora con respirador tosía con una mueca de felicidad.

Observo como Amara se alejaba hacia los demás pacientes, no había tenido tiempo de preguntarle si podía asesinarla. No por un beneficio propio, claro, no le daría la satisfacción que generalmente le ofrecían aquellos sacrificios, pero si podría ayudar a alguien a terminar con su sufrimiento. Luego de varios minutos de platica, la mujer cerro los ojos, Matthew (ahora su hija) beso su frente y dejo descansar su mano en la cama, dejandole un débil te quiero al oído, las ultimas palabras que escucharía, creyendo que era su descendencia.


En el interior de la Pirámide frente a las Siete puertas.

Tomo en su mano izquierda el anillo que Amara le entregó, aquel que lo ayudaría a vincularse con su habilidad de forma definitiva.

Hubiera querido hacer más por ella... Y si, quiero hacerla. fueron las palabras del gitano antes de cruzar el portal.

Dos caminos se abriera delante de sus ojos, tras abandonar la pirámide y entrar por el portal. Su cuerpo había vuelto a ser el mismo, dejando atrás la pequeña niña que simulaba ser la hija de la señora. El viento agitaba sus cabellos azabaches o eso sentía él, el camino de la izquierda le obsequio un paraje oscuro, retratando de fondo un cielo nublado, aquel sin duda alguna anunciaba una tormenta que azotaría los terrenos de su familia. Sus pasos se vieron amenazados por su madre, aquella mujer que era demasiada severa y demandante con sus vástagos. La bruja de cabello alborotado pretendía que el gitano fallara en su prueba, quitandole su concentración e intentando lastimar a sus hermanos. Él debía demostrarle que era capaz de poder transformar su cuerpo y salvar a sus hermanos al mismo tiempo.

¡Detente! gritó a la sombra de su madre que desaparecía con el viento.

Sus ojos mutaron de color volviéndose ambarinos, sus dientes más largos y afilados, en todo su cuerpo comenzó a crecer un pelo grueso de color gris y en sus manos habían crecido garras. Habia llegado a la transformación total de un lobo, aquella que siempre había querido lograr por propia voluntad, y no solo por la maldición que obtuvo de manera inoportuna.

Corrió tan rápido como pudo hasta llegar a la entrada del Castillo Triviani, gracias a su agudo olfato pudo diferenciar un extraño olor, cobre. Aquel metálico y peculiar olor estaba apegado a la sangre, sacudió su cabeza al pensar que había llegado tarde, que aquella mujer había acabado con sus hermanos sin pulso, al empujar la puerta de mármol con el peso de sus patas delanteras, gruño y observo a su hermana Zoella tirada sobre una alfombra negra... Entrecerró sus ojos y la observó, aquella Zoella tenia cabello, siendo que la original, era calva.

Un ruido de metales cayendo se escucho en la cocina.

Alzo su mirada hacia el umbral que daba a aquel lugar, y con curiosidad rodeo a la bruja, en dirección hacia ella. Tras cruzar la puerta, transformo su cuerpo en uno de los Chucks, para pasar totalmente desapercibido, o al menos eso era lo que él creía, ya que sus ojos seguían siendo amarillos. El recuerdo de la hazaña de los elfos se avivo como lo hace el fuego al ser atizado dentro de una chimenea, abrazando con sus brasas todo lo que estaba dentro del lugar que resguardaban sus más oscuros secretos.

Aprendió a dominar todo lo relacionado con su raza, pero le faltó un pequeño detalle. Detectar las ilusiones que su madre creaba con ayuda de la nigromancia. Triviani se y se mantiene sano y salvo con astucia y otras cualidad que le permiten salir bien airado de situaciones que ponen en peligro su integridad física. Se escuchaban los pasos y la risa diabólica de la zingara corriendo por los pasillos, las voces con eco diciendo que acabaría con todos de una vez por todas y que él fracasaría una vez más.

Apretó los puños y desapareció hacia las mazmorras por la despensa.

El castillo se encontraba repleto de pasadillos ocultos que conducían hacia lugares de mayor interés. En una de las paredes del fondo, donde estaba prohibido acercarse, hogar del oso violeta, la silueta de Jeremy se formaba de las sombras... ¿Hermano? preguntó adoptando la forma de Matthew cuando era pequeño, esperando que aquel no intentase atacarlo al ver que era un infante. Estiro la manga de su pantalón y este callo al suelo como un saco de tierra.

¿Qué paso? pregunto tomando el rostro del rubio entre sus manos, simulando el nido donde reposa un ave mal herida ¿Quienes le han hecho esto? escaparon las palabras de sus labios. Sus manos eran un remanso de paz improvisado para el vampiro, acunando con sus ojos ambarinos la ida mirada de su mejor amigo. Al menos ellos se veían de ese modo, porque sus sentimientos debían permanecer sepultados debajo de toneladas de odio y resentimiento.

Su cuerpo se esfumo, como una niebla que se disipaba tras salir el Sol.

Continuaba con su búsqueda, y sabia como podía ganarle... Sus pasos resonaban en el suelo de madera, tras pasar por frente a un cuadro bordeado de oro de Aland, la madre de la gitana, Matthew tomo su aspecto y se dirigió hacia donde era su habitación, para vestirse como ella lo solía hacer en las épocas que rondaba por el castillo, mucho más antes de desaparecer misteriosamente.

Como era de esperarse, la encontró en la bodega debajo del Castillo.

Su figura atlética, de casi dos metros de altura se posaron frente a la demonio de cabellos alborotados, levantando el mentón, dejando relucir sus afiladas facciones y su borgoña cabello ondulado hasta la cintura, solamente la observo. Su faz expresaba dureza y tenacidad, un reflejo de su determinación.

Tienes mis ojos, Candela. fueron sus únicas palabras, mientras sus ojos mercurio cambiaban de color, mientras sus carnosos labios ocultaban un par de colmillos. Existes porque así debe ser susurro para sus adentros Déjame darte un consejo, como la madre que alguna vez fui, no te comportes como una maldita desalmada, hueles a alcohol la observo de pies a cabeza con una mueca de desaprobación Tus trapos siguen siendo los mismos, asesinas a tus propios hijos, dudo realmente que seas una digna portadora del apellido. Toujours Pur menciono en un tono de voz suave, que seguramente no oiría... Un viejo recuerdo de los Black. Si no eres fiel a la sangre, entonces no eres digna de tu magia. finalizo sus palabras, su imponente carácter, decidida e impulsiva hicieron que tomase una botella de licor y subiera por la escalera.

No estaba seguro de que funcionaria, ni de si había actuado correctamente como su abuela, pero pido sentir como aquel escenario desaparecía, y al cruzar por la puerta del sótano, salio del portal encontrándose nuevamente con Majlis.

Su cabello borgoña se tornaba de color negro y volvía a su estado original... Su estatura disminuyo unos cuantos centímetros y sus afiladas facciones volvieron a ser las finas y marmóreas de antes, su cuerpo atlético se infló hasta el estado actual de Matthew y su piel se torno nuevamente con sus tatuajes, observo sus muñecas, mientras las giraba y sus delgados dedos volvieron a ser los de antes.

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