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Libro del Caos Agosto 2020


Bakari
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El calor se podía sentir con fuerza en medio del desierto. Bakari había elegido el mediodía, que era el horario donde el sol era mas fuerte, esperando que sus alumnos pudiera sacar el coraje que necesitaban para aprobar utilizando las adversidades del clima. Como Guerrero Uzza estaba acostumbrada a ese tipo de clima ardiente que despedían los parajes arenosos. Su cuerpo descubierto de cintura para arriba, mostraba las cicatrices de sus batallas, y una fina película de sudor, producto de la temperatura, que cubría sus músculos marcados por el trabajo de ser guerrero durante toda su vida. Sus piernas iban envueltas en un pantalón roto que apenas cubría sus muslos hasta la cintura, hecho de una tela liviana similar al algodón de color negro.


-Dudas resueltas, capitán... -Murmuró hablando para si mismo, mientras las sandalias que se amarraban con tiras de cuero trenzadas hasta sus rodillas, se hundían en la arena caliente a medida que avanzaba subiendo una duna pronunciada hasta llegar a la cima, desde donde podía ver todo al paraje inhabitado que se extendía a sus pies. A la hora indicada se dio la vuelta para ver como los dos alumnos que debían asistir a su clase, escalaban la inestable duna.


-¿Cuantas ruedas posee el libro y cuales son? -Preguntó hacia ambos magos. Esperando que el primero que respondiera, no respondiera la siguiente pregunta que formulo - ¿Cuantas posibilidades hay entre 7 de que salga el señor del caos? ¿Puedes nombrarme a los demás señores que pueden llegar aparecer?


Bakari espero a que respondieran, mientras quitaba el cuchillo que llevaba en el soporte de cuerdo de su antebrazo, con la intensión de ponerse a limpiar las uñas de la mano con la punta de su filo. Aunque no pareciera, estaba atento a las respuestas de los hombres. La clase había comenzado y el Uzza, no estaba dispuesto a tolerar retrasos en su desarrollo por nada menor a la muerte súbita de un alumno, cosa que no parecía que fuera a pasar por la rebosante salud que despedían los jóvenes.

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El reloj aún no había marcado las doce del mediodía, y Nathan ya quería que el día terminase. Días atrás, había recibido la citación por parte de la institución Uagadou con la fecha, hora y lugar en la que tenía que aparecerse a su clase de hechizos. En su momento, cuando leyó la carta, no había tenido en cuenta lo difícil que podría resultarle la clase estando a la intemperie, bajo los rayos del sol que sin piedad azotaban contra su cuerpo, en un clima tan árido y seco que amenazaría sin dudarlo en dejarlo deshidratado. Para peor, no consideraba una buena idea despojarse mucho de sus ropas: la radiación que el sol emitía era tan poderosa que el Weasley podía sentir su piel arder incluso estando protegida por la tela de las prendas que llevaba.

 

Asía su varita con una mano, mientras que en la otra llevaba un palo de madera que había encontrado y sobre el cual apoyaba su peso mientras escalaba la pendiente de la arenosa duna en la que se había aparecido. No fue hasta que llegó a la cima de la misma que vio una silueta a la distancia, y a pesar de que mantuvo decisivamente la marcha hacia quien supuso era su docente, no se privó de bufar, chistar e insultar por lo bajo ante las condiciones por demás adversas en la que la clase tomaría lugar. Por supuesto, Nathan sabía, todo aquello era intencional. No era ningún secreto que los Uzza eran celosos de sus poderes y que el solo hecho de compartirlo con magos, independientemente de su procedencia geográfica, era para ellos un incordio.

 

Badru, su anterior maestro, había resultado dentro de todo agradable a pesar de lo escueto de su parla y la frialdad con la que se había dirigido. Esperaba que su próximo instructor tuviese el mismo decoro, aunque incluso en el caso de que no lo tuviese se encontró a sí mismo pensando que no le importaba: estaba allí para aprender la magia del libro, no para hacer amigos. El mago que se había aparecido a su lado en el desierto y que había escalado la duna junto a él no había dicho más que unas pocas palabras de saludo, las cuales correspondió con un asentimiento y una sonrisa amena. Finalmente, ambos llegaron frente al guerrero quién, de forma predecible, ni siquiera se molestó en presentarse.

 

A pesar de los tiempos en los que los magos vivían hoy en día, y mientras se recuperaban de las atrocidades vividas en los últimos meses, Nathan se había hecho tiempo en su agenda para leer los conceptos teóricos más relevantes del Libro del Caos. Sabía por experiencia que aquellas clases evaluarían no sólo sus conocimientos acerca de la magia del libro, sino también su capacidad para utilizarla. Sin embargo, aquel libro tenía algo en particular, y era que la utilización de la magia misma estaría fuera de su control en su mayor parte. Aquello lo ponía nervioso, pero no dejaría que eso le impidiese intentarlo.

 

- Existen cuatro ruedas. - respondió el Weasley, tras la pregunta del Uzza. Había algo en la forma en que hablaba que daba a entender que no estaba allí para perder el tiempo, por lo que Nathan procuró mantener sus respuestas concisas. - Están la rueda del poder, de la fortuna, del tiempo y del caos. - agregó, sin perder tiempo.

 

Miró a su compañero; quien suponía respondería la otra pregunta.

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Bakari aguardo un tiempo prudencial antes de levantar la mirada para posar sus ojos en Nathan. Era el único que había tenido el valor de responder su pregunta. Ante el silencio del otro alumno, decidió que tendría mucho mas que probar a la hora de ser evaluado. Pero las cosas no debían dejarse perdidas en el espacio, así que el Uzza hizo un ademas con la cabeza para que el propio Weasley respondiera la pregunta que faltaba. Daba por hecho que podría hacerlo.


-Para utilizar este libro debemos acudir a las fuerzas del caos, las cuales son tan incontrolables como el mismísimo destino de una persona -Continuó el Uzza, antes de volver a guardar su cuchillo en el cuero de su antebrazo - Cuando estemos por invocar cualquiera de los hechizos que este libro nos enseña, debemos como primer paso invocarlo (Lanzar dados en un post solo exclusivo, que no contara como spam) y esperar que el caos sea benevolente con nosotros (Luego rolear en el siguiente rol, con el resultado que toque).

Bakari emprendió la marcha, bajando de la duna, bajo el calor sofocante del desierto. Su paso era animado con la intensión de hacer que los magos le siguieran el ritmo esforzándose físicamente. A su vez, saco su varita mágica antes de murmurar "Vara de Cristal" para que se transformara en un largo bastón de rojo brillante mucho mas alto que él. Estaba esperando la hora indicada para que apareciera a presencia de la que había escuchado rondaba por ese sector en días de alta temperatura.

-Dime, Mago. ¿Que invocación de los señores del caos puede llegar anular la aparición de los otros? -Preguntó sin detener su marcha por el suelo arenoso - Me nombraste cuatro ruedas del libro, descríbeme que hacen dos de ellas. Puedes elegir la que mas te parezca. No tenemos mucho tiempo antes de recibir una visita, así que puedes empezar hablar.

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Pasó un largo tiempo en el cual el Weasley se mantuvo en silencio, alternando su mirada entre su compañero de clase y el suelo. Nathan hubiese preferido estar en cualquier lugar salvo allí, sumidos en un silencio incómodo que sólo era roto por el ocasional soplar de una cálida brisa que se abría paso por el árido desierto. Luego de un tiempo, cuando juzgó que el mensaje claro era que su compañero no quería o sabía como responder la pregunta, miró a los ojos del Uzza en los que encontró un tinte de decepción. Luego, éste lo miró y le asintió, lo cual interpretó como un ademan para resolver las preguntas inconclusas.

 

- En un dado de siete caras, la probabilidad de que aparezca el Señor del Caos es de un veintiocho porciento; esto es, de cien veces que tires el dado, sólo saldrá el Señor del Caos unas veintiocho veces. Comparativamente, es el doble de chances de que aparezca cualquiera de los otros seres. - pausó por unos segundos, reorganizando sus pensamientos para contestar lo que recordaba de la última pregunta que el Uzza había hecho - También pueden aparecer un cíclope, un trol, una ninfa, una hechicera y Peeves.

 

Pasaron unos segundos, durante los cuales el Weasley esperó una retro-alimentación por más vaga que fuese acerca de la calidad de sus respuestas. Finalmente, el Uzza guardó el cuchillo que blandía hasta entonces y comenzó a versar sobre lo impredecible de la magia del Libro del Caos, y cuál eran los pasos para hacer uso de ella. Nathan arqueó las cejas, sorprendido, dado que le parecía por demás arriesgado librar el destino de sus batallas a la mismísima suerte, pero también podía entender el atractivo de dominar el azar y el caos en la medida de lo posible para hacer frente a nuestros enemigos.

 

Siguió al Uzza por la explanada del desierto, descendiendo por la pendiente de la duna a un paso que no tomó mucho tiempo en resultarle demandante. Notaba como su respiración se volvía cada vez más agitada, cómo la frente se le perlaba de sudor y este se deslizaba a lo largo de su rostro para confluir en su mentón y luego precipitar hasta el suelo. Los músculos de sus muslos y pantorrillas comenzaban a arder cada vez más, hasta que finalmente el Uzza lanzó otra pregunta teórica. La idea de que alguien más se les uniría allí en el desierto sólo podía ser indicativa de que el momento para probar sus habilidades llegaría prontamente; algo que sabía que finalmente llegaría, pero que no dejaba de generarle ansiedad.

 

- Peeves - soltó el Weasley, más pasaron unos cuantos segundos hasta que largó el resto de su respuesta durante los cuales aprovechó para tomar varias bocanadas de aire. - Su sentido del humor es tan ácido, y su personalidad es tan insoportable, que el resto de las invocaciones del Señor del Caos evitan su presencia y.... abandonan.... la partida.... una vez que.... aparece. - la última parte de su respuesta se deslizó entre suspiros; cada vez le costaba respirar más, y Nathan rogaba que al menos se detuviesen por unos minutos antes de la aparición del invitado faltante.

 

Algo le decía que no correría con esa suerte, y se secó el sudor del rostro con sus ropas antes de proseguir.

 

- La rueda del poder hace más versátiles los poderes del mago. Tras la tirada de un dado de diez caras, un número par le otorga mayor poder mágico y puede hacer uso de hechizos más poderosos de lo que normalmente podría. Por el contrario, un número impar.... resulta en menor... poder y eso hace que... el mago que lo invoca... sólo pueda utilizar... hechizos de menor... casta. - jadeó por unos momentos, y tras finalmente recobrar el aire, respondió la última parte de sus preguntas - La rueda del caos también permite modificar el repertorio de hechizos de quien lo invoca, más el mago no obtiene ningún hechizo nuevo sino que los mismos hechizos que ya conoce cambian de intensidad. - hizo una pausa, y prosiguió, aumentando la velocidad de sus zancadas para no quedarse muy detrás del Uzza - Se tira un dado de diez caras, y según si el número es mayor o igual a siete, entre cinco y seis o igual o menor a cuatro, los hechizos tendrán el doble, la misma o la mitad de la potencia que normalmente tendrían, respectivamente.

 

Tras finalizar su respuesta, Nathan alzó su varita por encima de su cabeza y con un encantamiento no verbal se despojó de la mayoría de sus ropas salvo por sus zapatillas y unos pantalones cortos. Su torso desnudo desvelaba algo que varios años atrás se hubiese esforzado por esconder: el tatuaje de un fénix que aleteaba a viva sangre en sus pectorales, señal de su afiliación a la Orden del Fénix. Hoy en día, y habiéndose revelado como miembro de la misma en el Atrio Ministerial años atrás, aquello ya no le preocupaba. Aquel caos había traído orden a su vida, y esperaba que ésta ocasión transcurriese similarmente.

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Bakari presto atención a las palabras del mago. Cada respuesta que le las entendió perfecto a pesar del jadeante esfuerzo que hacia el hombre por respirar, hablar y soportar el calor arrollador que había en el ambiente. Las respuestas estuvieron bien y el Uzza lo confirmo con un asentimiento de cabeza. Parecía que el cielo despejado no mostraba ninguna sombra que pudiera ayudarlos en aquel momento a desarrollar los hechizos. Tal vez había llegado demasiado temprano o demasiado tarde. No lo sabría en aquel momento, ya que no podía darse el lujo de seguir esperando.

-Tendremos que apresurar el paso -Le dijo al chico mientras volvía a emprender el camino sobre la ardiente arena -Probaras los hechizos del caos sobre mi. En un duelo lo mas justo posible.

El Uzza sabia que no estaría balanceado los niveles de magia, pero eso no impedía que pudiera contenerse para no hacerle un daño de muerte al hombre. Era un guerrero preparado para sentir el fragor de las batallas corriendo por sus venas, pero ahora, era quien estaba enseñando la sabiduría que escondía el libro mágico, exigiéndole mas auto control a la hora de emprender un duelo, donde podrían resultar heridos.

-No hay tiempo para practicas. Nos batiremos a duelo cerca de aquí -Dijo emprendiendo el camino -¿Alguna última pregunta?

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Las palabras del Uzza lo tomaron por sorpresa, pero fundamentalmente porque la clase se había desenvuelto tan rápido que Nathan hubiera supuesto que aún faltaba tiempo para la prueba final. ¿Era posible, acaso, que el calor agotador le hiciese imaginar cosas? Ya no había señales del otro mago que había aparecido al principio de la clase, así como tampoco del supuesto visitante que el Uzza había dicho que se encontrarían al final del camino. Tan sólo el Weasley, el Uzza y el sol. Alzó la mirada al cielo, rogando que algun conglomerado de nubes estuviese próximo a interponerse entre sol y él, pero se decepcionó al no encontrar tal cosa.

 

Finalmente bufó, y supuso que quizá era mejor que las cosas se diesen así. Si iniciaban con la parte práctica, faltaría menos para que todo terminase y pudiese irse a su casa. Lo único que deseaba en aquel momento era un vaso de agua, y a pesar de que conocía el encantamiento perfecto para invocarla, consideraba plausible que el calor insoportable era un obstáculo que el Uzza mismo había considerado. Por otra parte, no quería darle la satisfacción tan fácilmente.

 

- ¿Cuándo empezamos? - soltó el Weasley, blandiendo su varita con fuerza y colocándose a unos cuantos metros del Uzza, con quien aparentemente se batiría a duelo. No lo consideraba un encuentro justo en lo más mínimo, pero tampoco veía que otra opción tenía. Sólo era cuestión de dar el primer paso, y todo terminaría pronto.

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