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Prueba de Nigromancia #19


Báleyr
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La noche era oscura en aquel lugar del pueblo. Pocos se aventuraban en aquellas hora tardías por el camino que salía del pueblo hacia el antiguo cementerio, aquel que había quedado pequeño y abandonado por el nuevo, más moderno y mejor dotado de servicios que, indudablemente, servían más a los familiares vivos que a los que iban a ser enterrados en él.

 

Pocos pasaban por allá y el rastro casi desaparecía en una marea de hierbas malas y rastrojos de pinchos urticantes que enrojecían la piel de quienes las pisaban. La entrada casi no existía, una de las verjas de hierro había desaparecido y la otra quedaba casi oculta entre la hiedra verde que invadía los barrotes y habían cosido una fuerte tela oscura plena de hojas y animales que correteaban entre ellas. Las lápidas, las que aún se mantenían en pie, aventuraban nombres casi irreconocibles en la piedra gastada y se amontonaban de forma inconexa a medida que se había ido ampliando la necesidad de enterrar a los muertos y disminuyendo la tierra que se podía destinar a ello. Espaciadas en aquel recinto hacinado, huecos donde en su día descansaron las criptas de las antiguas familias adineradas que movieron hacia el nuevo y más vistoso cementerio.

 

Allá, a las doce en punto de la noche, el Arcano esperaba a su pupilo, el Sr. Elvis F. Gryffindor, para iniciar la prueba hacia la vinculación de la Habilidad de Nigromancia. Báleyr había dispuesto allá un itinerario algo diferente al que normalmente utilizaban el resto de los Arcanos para llegar a la Pirámide de los Portales.

 

En la entrada, sentado en un banco de piedra, hablando con una de las almas en pena que estaba atada al lugar, el Arcano vio llegar al aspirante. Aliviado de las prácticas sociales en aquel lugar abandonado, ni le saludó. Le observó con su único ojo, le señaló el lugar y empezó con las instrucciones sin dejarle ni respirar.

 

- Este es el inicio de su prueba. Espero de usted que siga lo más al pie de la letra que pueda mis instrucciones o no llegaremos a vernos en la Pirámide. A la derecha tiene el área del descanso eterno de los menores del pueblo. Encontrará aquí tres velas encendidas. Debe conseguir que una de ellas llegue sin apagarse hasta el final de esa área. Tenga paciencia con ellos, son niños, les gusta demasiado los vivos y las travesuras. Intente convencerles de alguna manera que es de vital importancia que llegue con luz a la segunda zona: las criptas medievales.

 

El Arcano le señaló un punto alejado del que apenas se veía alguna cruz torcida en lo alto de los tejadillos supervivientes al tiempo.

 

- Aquella zona está defendida por aguerridos magos y brujas que no quieren ser molestados e intentarán arrastrarle a sus propias tumbas, muchas sólo agujeros en el suelo, tras el saqueo que se sufrió hace un siglo, en el que desmontaron todo lo que pudiera ser de valor. No aprecian a los vivos ahí, se lo aseguro. Puede perder algo por el camino. Deberá hacer algún sacrificio de algo que usted más ame para conseguir atravesar las criptas y llegar al final.

 

Baléyr se tocó instintivamente la cara antes de proseguir.

 

- Encuentre la única alma que accederá a llevarle a usted y su luz hacia el laberinto de las almas perdidas. Allá, la luz no le servirá de mucho excepto para usted mismo. Mientras la tenga encendida, la vela le dará fuerzas para no caer en el desánimo, en el vacío. Aquel lugar es maldito, anidan las almas de quienes han olvidado quienes eran y persiguen adueñarse de los vivos para apropiarse de su identidad. Si mantiene la vela cerca, siempre recordará quién es aunque seguro que se lo preguntará mil veces. Si no lo olvida durante su trayecto, encontrará la salida y , con ella, verá la escalinata de la Pirámide en cuyo interior le estaré esperando.

 

Suspiró un poco; el propio Arcano tenía la sensación que eran demasiadas pruebas para valorar el corazón de aquel Hombre, pero el Sr. Gryffindor tendría que enfrentarse a los cuatro obstácules antes de conseguir entrar.

 

- En la escalinata, tendrá un custodio de la Pirámide. Se trata del cuerpo momificado de un miembro de la guardia personal del Primer Faraón de Egipto. Le intentará impedir la entrada. Tendrá que convencerle, u obligarle, a subir las escaleras con usted y que le abra el acceso. Él es la llave para conseguirlo.

 

El Arcano dejó de mirarle y volvió su atención a la compañía que tenía antes de que él llegara.

 

- Vamos, dese prisa. El sol nace a las seis de la mañana. No es mucho tiempo... Si el Sol sale antes de que usted salga del cementerio, quedará atrapado aquí para siempre.

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Desde la copa de aquel árbol, vigilaba atentamente al Arcanos Báleyr. Me había pasado aquella noche con insomnio porque no había manera alguna de controlar mi mente para poder descansar. Había probado con todos los métodos que funcionan para dormir, pero aún asi, solo había logrado descansar físicamente. Me decidí a levantarme y a estirar las piernas para pasar el rato. Asi listo, fue que estuve unas 3hs antes disfrutando de aquel panorama.

Cuando hablaba de disfrutar, lo hacía por la simple razón de la tranquilidad, porque en aquel cementerio abandonado solamente había visto al Arcano moverse de un lado hacia el otro. Tenía que admitir que su conversación (porque claramente estaba junto a alguien que no veía) no me llamaba para nada la atención, asi que solamente lo había dejado de fondo.

Cuando llegó la hora, me encargué de que no me viera transformarme en humano nuevamente, entre algunos arbustos tupidos y una lápida alta y ancha.

Buenas noches, maestro. Si —respondió al ver que me daba la indicación que estábamos empezando la prueba oficialmente.

Asentía con la cabeza intentando comprender cada una de las instancias. Aún no había entrado a la pirámide, así que de alguna manera tenía que demostrar que era capaz de hacerlo con aquellos obstácul0s, por así llamarlos. “Niños, criptas, almas y custodia” murmuré para mis adentros, empapándome de toda aquella información. Miré fijamente la primera zona que tenía que cruzar. Había algo que estaba seguro. Tanto los Arcamos como los Uzza estaban orgulloso de cada conocimiento. Como los Uzza adoraban el uso de sus poderes en sus pruebas, los Arcanos se comportaban igual.

Cuanto más recurriera a las habilidades, mejor aún.

Gracias, maestro Báleyr. Nos vemos en la pirámide —lo saludé con una leve reverencia y empecé a caminar a la primer zona

Caminé sacando mi varita. No estaba seguro de todo lo que iba a hacer pero si, tenía que admitir, que mi mente se había puesto a trabajar Llegando a la primera zona, pude visualizar las 3 velas. Que no dudé un segundo en agarrar. De la misma manera que mi cuerpo empezó a achicarse de alguna manera. Todo hasta quedar de la altura de un niño de diez años, con tres velas que se encendían en ése momento. La metamorfomagia era muy útil y más cuando, de manera exaltada, llegué donde se encontraban aquellos niños.

De momento la mayoría estaban escondidos, esperando como si se tratara de una fiesta sorpresa para alguien. Algunos se asomaron como decepcionados pensando que iban a encontrarse con un adulto, sin embargo, se trataba de otro niño más. Me hacía pasar por uno con las 3 velas en la mano. Con voz temblorosa les dije:

¡Alguien que me ayude! Debo llevar esto a las criptas medievales. Antes que ése señor llegue a nosotros y nos castigue —algunos tenían que mostrarse con cierta duda. ¿Qué señor? Pero antes de continuar con las sospechas, dos niños se acercaron a mí y tomaron cada uno una vela. Entre nervios y risas, empezaron a juguetear, intentar escupirse. Incluso jugar carreras. No tenía que apagarse ninguna, pero con que no se apagara la que portaba en mis manos, continuaba todo bien.

Por detrás se oyó un rugido. Uno de los dos niños agrandó casi todas sus facciones y soltó su vela. Ésta cayó al suelo apagándose, mientras muchos otros lo imitaban. El niño segundo que me había ayudado, me siguió a la par mientras corríamos al fondo de la zona. Antes que más velas se siguieran apagando, llegamos, tomé su vela y me transformé nuevamente en el adulto que era. Le agradecí tras un gesto de sorpresa, mostrándome el dedo del medio y sacando su lengua, para luego refugiarse con el resto de aquellos menores.

La cruz se erigía por encima de aquellas edificaciones, inclinada hacia un costado. ¿Qué clase de magos y brujas aguerridos se encontrarían en aquellos terrenos? No dudé un segundo en portar mi varita. Llegué a aquella zona donde había algunos agujeros en el suelo.

Y sombras se movían dentro. También detrás de nichos o de lápidas. Al primero que le pegué, fue a un mago que salió de sorpresa intentándome tomar el pie. Claramente que sus manos me soltaron de inmediato como si se tratara de fuego vivo. Pero aquello tal vez había sido una mala decisión, porque algunas sombras se volvieron un poco más tangibles y aparecieron una media docena de magos y brujas en mi camino. Apunté a uno con la varita. Las dos velas que mantenía a mi lado emitían una leve luz. Eran como mi guía.

Un escudo transparente me defendió de algún ataque. Unas cuerdas ataron a dos figuras y una tercera se vió levantada por los aires por su talón. Caminé. Justo en el medio del camino, en el medio del paso a la siguiente zona había una especie de sombra enorme, como de medio-gigante. Estaba reguardando la entrada pero a su lado había una vasija de piedra que vigilaba. La apuntaba con su dedo y luego apuntaba a la puerta. ¿Ése era el pago que tenía que realizaar?

Deposité la vela escendida dentro. Saqué mi daga de plata, y corté la palma de mi mano izquierda. La sangre empapó el fondo de la vasija, la vela y apagó claramente la llama. Estaba sacrificando una oportunidad para poder salir de allí. Miré al semigigante mientras me permitía pasar, y lo cual, claramente atravecé aquel umbral de las criptas. El pasillo era largo, alto y oscuro. Y por ambos lados estaba lleno de puertas, placas, vidrios y ataúdes. Me recorrió un escalofrío. Pero allí estaba solo, iluminado por la última vela que tenía y mi varita. Paso a paso llegué al final.

Apareció de golpe al entrada al laberinto. Claramente era uno. Miré a ambos lados… tenía que seguir



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El Arcano le vio irse, frunció el ceño al verle entrar con la luz que debía permanecer encendida. Con su único ojo, le persiguió con la mirada hasta que fue imposible reconocerle entre las sombras del Camposanto. Sin embargo, no cedió en perseguirle por todo el trayecto. Cuando usó la metamorfomagia, el gran mago deseó que los niños no le ayudaran, por usar una trampa tan ruin para burlarse de los pequeños muertos. Sin embargo, después soltó una gran carcajada al ver que había pasado la prueba con ingenio y, de eso, necesitaría mucho para lidiar con los muertos. Así, no intervino.

 

La siguiente prueba demostró que el joven era un guerrero aguerrido. Aunque a Báleyr le hubiera gustado que usara otras tácticas más de la habilidad a la que pretendía vincularse, con más respeto hacia los muertos que defendían su territorio, pero debía reconocer que había mantenido su objetivo, siendo capaz de sacrificar lo que más necesitaba para acabarla.

 

Ya había conseguido la mitad de la prueba sin necesidad de su intervención. Báleyr aún no podía bajar la guardia, por si el muchacho necesitaba de su ayuda. Aunque siguiera en la entrada, hablando con aquella alma en pena, perseguía su recorrido con atención. Tenía que saber si era capaz de conseguirlo o necesitaría sacarlo de aquel lugar antes de que se convirtiera en un habitante más del cementerio.

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Sostenía la vela. De una manera como cualquiera pudiera sostener su vida. Y porque literalmente era eso. Aquellas pruebas de habilidades siempre dependían de un hilo de perderlo todo. ¿Alguna vez podría haber imaginado que llegaría aquel momento en mi vida? Todo dependía de sostener aquella luz durante todo el trayecto, hasta entrar a la prueba. Ése sería otro cantar. Mis pasos resonaban en eco cuando salí del largo pasillo de aquellas criptas. La llama viva se movía como si supiera todo lo que pasaba.

 

— Disculpe…

 

Mi voz entrecortó el aire helado al que ya me había acostumbrado. Parecía distante, igual que el tiempo que había transcurrido. ¿Cuánto había pasado? No estaba seguro. Tenía que tener en cuenta tantos detalles que el tiempo era el último al que le había prestado. Algo me decía que aún tenía tiempo, aun así, por ansias me apresuraría.

 

Le había hablado a una figura femenina. Ni siquiera me había fijado en la ropa antigua que llevaba. Apenas me había dado cuenta que pasaba por allí. Ésta, de manera consciente tal vez, ni se encargó de mirarme. Su andar era totalmente silencioso, hasta parecía que levitaba a escasos milímetros del suelo. Su gesto totalmente depresivo se encontraba fijo en un punto, a lo lejos. Era un lamento silencioso que ni se había percatado de mi presencia. Los niños me había visto ¿Por qué ella no?

 

Caminé un poco más. Tenía una opinión dividida ante mantener la vela encendida. En el mundo real, el de los vivos, podría haber hecho miles de encantamientos para que no se apagara. Pero allí abajo, las cosas funcionaban diferente. Incluso aquello. No parecía que cualquiera fuera a acceder a mi petición. Era una tarea difícil. Y una voz, que representaba tanto desde afuera como del interior de mi cabeza recordó algunas palabras: debía realizar un cambio. Necesitaba algo para que ése alma accediera a llevarme hasta la próxima parada. En la vida viva tal vez hasta era aceptable un Imperio pero todo aquí era diferente.

 

Nigromancia. Necesitaba relacionarlo lo más posible ante eso. No era como haber jugado con los niños. Era más simple con ellos. Los adultos necesitaban de ése intercambio. Era como si necesitaba darle un shock a su entidad para recibir una respuesta. “Oiga…” justo a tiempo, otra figura (masculina ésta vez) pasó por mi lado de la misma manera. Pero tampoco me escuchaba (o decidía ignorarme tal vez).

 

Mi cabeza se ponía a mil a ver qué opción. No podía sacrificar la última vela que tenía. Y a diferencia de la etapa anterior que no había permitido que mi entorno me afectara, ahora tenía que acceder a ése entorno. Y no necesariamente tendría que ser algo físico. Algún intercambio de información o de ayudar a terminar algo que no pudieron en vida. Tal vez el camino a la prueba se trataba de hacer todas ésas cosas para aprender a terminarla. De alguna manera, sabía que era algo formado de varias partes a la vez, tenía que empezar por algo.

 

Había otra figura femenina muy cerca de allí. Sus bucles negros como la noche ondeaban por detrás de su espalda, pero eran opacos. Como también su vestimenta. Ésta vez se trataba de un rostro más despierto, al menos eso creía porque sus ojos iban de un lado para el otro, como buscando algo. Estaba bastante andrajosa y húmeda ¿Se había metido en el agua? Mis ojos impactaron contra los de ellas y su mente se abrió ante mí. Fui a lo conciso porque realmente era lo que necesitaba.

 

Era un intercambio justo. Mesclábamos recuerdos y ayuda. Tenía que poner algo de mi en ella. ¿Ella daría lo mismo?

 

Disculpa ¿Está buscando a una niña? Creo haber visto una perderde en aquella entrada —claramente aquella madre estaba buscando a una hija. Una hija que no estaba seguro si era en vida o muerta pero de todas maneras tenía que brindarle algo mío para poder recibir aquel intercambio. No sabía si eso era realmente asi pero ésta vez no había pasado desapercibido—. Debo encontrar la salida al laberinto. Podemos ayudarnos, tal vez la encontremos en la salida.

 

Necesitaba una guía, de eso estaba seguro. Y ella apoyo moral, porque accedió sin problemas y me hizo una seña. La vela aún parpadeaba lentamente cuando atravesamos el umbral de aquel laberinto. Eran pasillos igual de oscuros y húmedos como el que había dejado atrás con las criptas medievales. La mujer parecía conocer aquello porque no titubeaba ni un segundo al doblar a la derecha o a la izquierda. Señalé con la varita al ver una risita infantil que iba de un lado para el otro. Aquellos bucles eran iguales pero eran del color del trigo. Era una niña muy juguetona.

 

Me hacer acordar a mi pequeño. Ellos creen que es un juego. Si supieran lo que significan para uno, tal vez lo dejaran de hacer. ¿No cree? —la mujer no asintió ni negó nada. Nada por el resto del trayecto. A veces los pasillos contenían alguna puerta, otros había pasillos que parecían ser más oscuros. Pero ¿la vela me estaba ayudando solamente a mí? ¿Por qué no había hecho la mujer antes eso?

 

Al parecer el Arcano se había equivocado o era otro punto de vista. Ambos habíamos intercambiado aquella compañía, como una balsa en medio del océano, con el faro (la vea) guiándonos. No todo era sangre en aquellas magias de la habilidad. Un pasillo se cruzó al que veníamos caminando y era mucho más iluminado. Cuando lo atravesamos, pude ver que se erguía una puerta ancha, con un ambiente más luminoso. La salida.

 

Frente a la escalinata había una niña, una niña crecida, de hecho, transitando lo último de la adolescencia. Llevaba un vestido blanco como la nieve, con algunos adornos en su cabello y ojos delineados gruesamente de negro, Tenía muchos jeroglíficos en sus tantos adornos metálicos sobre sus muñecas, cintura y tobillos. Llevaba una especie de escudo ornamentado con la imagen de una pirámide, un ojo de Horus y un gato en la base.

 

— Hasta aquí han llegado. La Legión del Faraón prohib…

 

¿Y la niña? —pregunté extrañado de las imágenes que había visto en la mente de la mujer. Aunque allí mismo podía darme cuenta que la magia funcionaba diferente. O tal vez la niña era aquella mujer. No tenía sentido. Lo que sí, tenía que tomar una decisión en aquel instante—. ¿Escapaba ella o escapas tú?

 

Era una situación que claramente era ajeno. Pero de alguna manera, había llegado a estar entre ellas. Una historia larga de contar que no valía la pena gastar ni in segundo. La mujer me había ayudado a moverme por aquel laberinto y al llegar a las escaleras, de alguna manera tenía que hacer que la Guardiana de aquel entones, me llevara hasta la cima de donde estaba resguardando que nadie pasara.

 

— Las puedo ayudar. Pero necesito llegar a la cima. Creeme. Es lo que necesitas

 

Cabe destacar que ésa fue la última frase después de una escena que pocos creerían. Transcurrieron alrededor de dos horas, llegando a la última que había indicado el Arcano. La historia resumida era que la madre había buscando en vida a una jovencita que se había escapado de su hogar. Habían tenido miles de problemas y su hija había decido escaparse ante los terrenos del Faraón. Sitio que había pasado lo suficientemente desapercibida hasta que descubrieron que se trataba de una bruja.

 

Había cuidado al faraón a costas de algunos encantamientos que alertaron al Consejo Privado. La habían quemado viva y su madre en la búsqueda interminable terminó en aquel mundo subterráneo buscando su pequeña. ¿Cómo había obtenido la ayuda de la Guardiana? Era algo que intentaba dejar de lado. La cuestión es que estaba ascendiendo por aquellas escaleras de a zancadas.

 

Dejé atrás la madre, la hija y todo lo que me había costado para llegar a la pirámide. Vi al Maestro Báleyr y le dirigí una reverencia, entregándole la vela.

 

La pelea de los muertos a veces es mucho más dura que la vida. Creo que a veces los sacrificios pueden ser más que algo material. ¿No crees? Algo me dice que es como vivir mil vidas en una sola. Y es algo de no acabar, algo que necesitas solucionar muchas cosas antes que solucionar la primer cuestión.

 

 

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El Arcano recogió la vela de las manos de su pupilo y le miró fijamente con su único ojo. Después, inclinó un poco, muy poco, la cabeza hacia él.

 

- Has hecho un buen trabajo, novicio.

 

Después, como si se arrepintiera de tal halago, Báleyr giró sobre sí mismo y señaló los portales, contemplando la belleza que encerraban en un inhóspito interior, desconocido para todos, incluso para los Arcanos. Muchos habían hecho elucubraciones sobre el origen y quién los creo, pero todos erraban. Sólo los Siete Maestros sabían la verdad, una verdad que no podía ser conocida por más gente de la necesaria.

 

- Aquí tienes el Portal de la Habilidad de la Nigromancia, Joven Gryffindor. Ahora está cerrado pero se abrirá si tú así lo deseas.

 

Su voz sonó grave y rebotó en las paredes de la Sala del Ouborous en la que se encontraban.

 

- La Vida no es fácil, pero la Muerte para los que no cruzan, es peor. Ahí dentro podrás encontrar cualquier cosa, que te hará cuestionar tu forma de vida, tu forma de ser, tus sentimientos, tus fortaleza. Tengo que hacerte la pregunta: ¿De verdad estás decidido a pasar el umbral del Portal para probarle que eres digno de vincularte a esta Habilidad?

 

La mirada fría del ojo azul de Báleyr sustituyó su voz durante unos segundos, escudriñando el rostro del hombre que se atrevía a presentarse en aquel lugar para exigir un puesto entre los Nigromantes.

 

- Si es que sí, agarra la vela de nuevo y entra. Si necesitas ayuda, sólo murmura mi nombre y te sacaré. Vivo, espero...

 

El Arcano hizo levitar la vela hacia él. Si Elvis Gryffindor la cogía, decidido a entrar, se convertiría en el anillo de novicio que le acompañaría en la prueba y con el que se mantendrían unidos. Por si le necesitaba.

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— Claro que si, Arcano, estoy listo

 

Realmente estaba listo. Aquellas tantas situaciones en las que había tenido que atravesar, me habían ayudado a ver que realmente necesitaba aquella habilidad en aquel momento. Algo me decía que era como terminar de leer el final de un libro que había abandonado por la mitad hacía mucho tiempo. Algo me decía también, que era lo que necesitaba para poder completarme. Mis dedos se enrollaron alrededor de la vela.

 

Ésta se fue moldeando por alrededor de mi dedo medio, transformándose en oro con aquellas runas grabadas. Iba a ser mi conexión con Báleyr y una vez atravesada la prueba, me iba a poder quedar con él al vincularme. Lo miré a los ojos una vez más y avancé, mientras el portal se abría y pasaba por su lado, adentrándome. ¿Estaba nervioso? Si. Pero también estaba seguro de hacer eso. Iba a completarme.

 

Se cerró y todo quedó a oscuras. Salvo la vela.

 

Avanzaba a tientas lentamente. Mis pasos no resonaban para nada. ¿Dónde había aparecido? La luz de la vela no iluminaba más lejos que mi nariz. Tenía que concentrarme. Apoyé una mano en mi herida de pecho. Me picaba. La única luz presente empezó a aumentar de a poco, como si estuviera anexada a mi mente. Al cabo de unos segundos, pude ver que caminaba por un camino de tierra, rodeado de arbustos y árboles robustos y densos. Las ramas debajo de mis pies no parecían crujir.

 

— ¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate!

 

Pero nadie apareció. Me encontraba en medio de a prueba para vincularme con mi anillo. Necesitaba lograr pasar aquella prueba y una pequeña inquietud apareció en mi pecho. Pero no permití que me hiciera retroceder. Caminé y por cada paso, el entorno se hacía más visible. Era de noche, las estrellas parecían estar congeladas en el cielo. El aire no era frío pero tampoco cálido. Recordé que lo más similar eran aquellos segundos que te generaba el encantamiento de mi bando para detener el tiempo. ¿Estaba detenido el tiempo?

 

El camino se empezó a bifurcar en algunos sentidos y me dejé llevar por la intuición. Doblé y de a poco fui llegando a una especie de claro, el camino se transformaba en césped suave y una parte totalmente lisa. Con algunas flores que cortaban con el color verde, como si fueran manchas de colores cuando caía pintura al suelo. En el medio una roca plana, que llegaba casi a mi cintura. A medida que me acercaba a ella, podía reconocer algunas runas. El dibujo tallado sobre la piedra de un león. Había dos recipientes, también de piedra, con un líquido rojo sangre y otro negro azabache. Una daga de plata. Era mía.

 

 

Mortuus in anima invenitur in puncto. Hoc destinatum esse ad mortem pro vita in commutationem. Ulан, корбан һәм язмыш.

Leí aquellas runas, letras y palabras. Tenían todo el sentido del mundo. La primera vez que la leí en voz alta se encendieron alrededor cuatro antorchas ubicadas en cada punto cardinal. La segunda vez, pude reconocer que también había algunas piedras dibujando un círculo más externo. Por última vez, la luna iluminó aquella piedra y me mostró un cuerpo de un color de piel grisáceo. Llevaba una especie de túnica blanca. Sus ojos miraban inertes al cielo nocturno.

 

Tenía que hacerlo. ¿Me dejaría llevar? ¿Haría eso como sabía? Era la prueba.

 

Me acerqué a las antorchas y encendí su fuego con mi vela. Una a una. Luego la vela quedó sobre la cabeza de aquella figura, sería mi faro. Las sombras de los árboles parecía que se movían, como si fueran espectadores que estaban esperando aquel ritual con ansias. ¿Quién de ellos vendría? Me daba curiosidad saber con qué me iba a encontrar, porque realizar con éxito todo aquello significaba batallar con varias cosas a la vez.

 

Estaba recitando las palabras adecuadas. Verbales y en mi mente. Tenía el receptor y tenía el muerto. Tenía la vela, la daga, la sangre, el fuego, los puntos cardinales. Las piedras que sostendrían ambos mundos. Podía sentir que la brisa se alteraba alrededor de nosotros. Hice un corte en el pecho de aquella persona, atravesando la tela blanca, masomenos de unos diez centímetros de largo.

 

E hice lo que estuve suponiendo todo aquel largo camino. Hice lo que pude visualizar entre aquel aprendizaje sobre la habilidad. La sangre que empezó a brotar de mi herida (como si supiera lo que estuviera sucediendo) la tomé con mis dedos y la deposité en la herida que estaba haciendo en aquella figura. Estaba realizando mi sacrificio para que funcionara aquel acto nigromántico. Sellé la herida con mi varita y recité las últimas palabras.

 

Sus ojos se tornaron negros. Pero tenían un brillo diferente y opaco. Movió apenas la boca y se sentó, sobre la misma piedra que había estado recostado. Su cabello ea muy finito y duro. Su piel era grisácea y se mantendría así. Las antorchas se apagaron y la vela no. Hice unos pasos para atrás mientras observaba detenidamente. Tenía que ser puntual. Había llegado a la mitad de la ceremonia.

 

Lyle. Lyle —repetí su nombre, corroborando que me estuviera mirando a los ojos. Cuando lo logré (mientras se ponía de pie) me concentré en todo lo que estaba pasando. Guardé mi daga manchada—. Necesito de su servicio. Deseo que me lo diga de una vez. Se lo ordeno. Es tu cometido. Luego te liberaré, te lo prometo.

 

Intentó hablar. Con voz carrasposa. Y lo hizo. Pero no escuché sus gruñidos, para nada. Sino que me concentré en su mente, ella contenía aquella misma información:

 

La imagen explotó en miles luces de colores. Había caos. Estaba rodeado por él. Miré a ambos lados: aquella mansión totalmente destruida. De nuevo. Había una cabeza de piedra de león y otra de lobo. Un montícul0 de escombros ocultaba algunos cuerpos, entre ellos había una cabellera del mismo color del fuego. Miré rápidamente hacia el otro lado. Había una placa de oro que tenía el número 12 caído, chamuscado, totalmente sucio. En el fondo de todo aquello había un cuadro de un hombre de traje, con un rostro airoso. Mirando por encima de todo eso. Un par de metros por la derecha, emanaba un olor a cuerpo quemado, desde unos postes de madera erguidos, con rastros de cadáveres calcinados y pedazos de cuerdas rotas.

 

No era para nada un panorama esperanzador. Ni siquiera parecía de las peores pesadillas, hechas realidad. Recordé la vela. Salí de aquella mente y sin dudarlo, moví la varita. El cuerpo de la persona se dio por vencido y cayó al suelo. Podía jurar que había visto como el alma que había traído, regresaba a su lugar. Me acerqué a la vela y la tomé. Hice desaparecer todo el material que había utilizado. Regresé por donde había venido. Tenía dos opciones luego de analizar lo que había previsto: podía cumplirse aquel terror o podía evitarlo. ¿Pero cómo?

 

Llegué al portal cuando apareció delante de mi. Y lo atravecé. Me encontré primero al Arcano Báleyr.

 

 

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El anciano miró a los ojos del muchacho. Su mirada lo decía todo. No hacían falta muchas palabras para saber qué había sucedido en aquel interior vedado para él. Durante unos segundos, mantuvo su único ojo en él y después dio un leve asentimiento de cabeza. Báleyr no era un hombre a quien le agradara hablar sin motivo aunque, pensó, aquel era un momento importante en la vida de aquel hombre. Así que dio un paso hacia él.

 

- La Muerte puede ser una compañera cruel, a veces. Otras, tendrá piedad o compasión. Pero recuerda ésto: ella siempre estará al final de tus pasos. Cómo llegas a ella, eso es de tu elección.

 

¿Sonaba algo macabro? Era lo que tenía ser un Nigromante, que aprendías lo dura que era la Vida y lo más dura que podía ser volver a ella si habías estado muerto. Un precio duro y difícil que debería pagar algún día.

 

- Decide bien tu vida con la responsabilidad que acabas de adquirir. De ello dependerá cómo sufras la muerte de tus seres queridos y la tuya propia. No es agradable pero, ahora, eres un Nigromante vinculado. El anillo se queda en tu dedo.

 

No hacen falta más palabras, ni más gestos, ni mas esperas. Es un Nigromante, para él empieza un aspecto de la vida que, en algún momento de ella, deseará no haber elegido. Ya es tarde. Ahora ya no puede escapar de la Muerte que le conoce y le espera. Báleyr da media vuelta y se dirige, con algo de pesar en sus espaldas, hacia la salida. Es duro ser el Arcano de Nigromancia y saber qué se le espera a su ahora compañero de camino.

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