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La Resistencia de Gringotts


Nate Weasley
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Caminaba a paso rápido, pero no lo suficiente como para que alguien pensase que era alguien más que un transeúnte apurado víctima de la ajetreada rutina de los habitantes londinenses. Cada tantos segundos miraba por detrás del hombro, asegurándose de que nadie lo seguía, algo que encontraba cada vez más difícil de cerciorar dado que el sol ya se había escondido en el cielo londinense y la noche marcaba presencia a paso acelerado. Vestía unos pantalones de mezclilla y una remera de mangas cortas debajo de una sudadera gris; llevaba su rostro cubierto por la capucha de la sudadera, y por un cuello de tela que cubría gran parte de su rostro hasta por encima de su nariz. Aquello tenía un doble propósito: ocultar su identidad para cualquiera que pudiera reconocerlo y esconder el gran moretón azulado que rodeaba su ojo izquierdo y la cicatriz reciente que se extendía en la mejilla del lado contrario. Ambas manos descansaban en los bolsillos de sus pantalones, y el Weasley asía fuertemente su varita mágica dentro de uno de ellos, listo para defenderse en caso de ser necesario.

 

Finalmente llegó al Caldero Chorreante, sitio de paso para su destino final que era el callejón Diagon. Afortunadamente, la magia ancestral que aún protegía algunos de los secretos de la comunidad mágica todavía escondía aquel negocio de los ojos de los no-magos, por lo que atravesó algo más calmo el umbral del negocio más no del todo seguro que nadie lo había visto. Sin detenerse a hablar con el tabernero, atravesó la explanada del local hasta llegar a su patio trasero, donde desenfundó su varita y tocó unos cuantos ladrillos que a ojos de cualquiera que no estuviese instruido en como abrir el portal le hubiese parecido un patrón azaroso. Segundos más tarde, la pared había desaparecido, y el Weasley se había deslizado por su espesor y hacia el espacio comercial mágico. Sin aflojar el paso, dobló a la derecha y luego a la izquierda, para finalmente encontrar al final del callejón su verdadero destino: el Banco Mágico de Gringotts.

 

Mantuvo la cabeza gacha, mirando la calle de adoquines que se abría frente a sus ojos y procurando evitar chocarse con algo o alguien. Aquí era donde debía extremar sus precauciones, dado que si sus informantes estaban en lo cierto, lo estaban buscando. El Weasley había permanecido escondido por varios días, durante los cuales procuró no salir a la calle más que para menesteres extremadamente necesarios, y aquel tiempo le bastó para evaluar con cuanta intensidad el Ministerio de la Magia buscaba capturarlo. Por lo que había logrado ver en El Profeta y en distintos centros mágicos esparcidos en Londres, no había una orden de captura expresa bajo su nombre y aparentemente las influencias del Ministerio sobre el periódico mágico eran tan fuertes como siempre, pues no había nada en sus páginas sobre el inminente colapso del sistema financiero que Nathan buscaba a toda costa prevenir.

 

Finalmente atravesó las puertas de bronce que franqueaban la entrada al banco, y sin detenerse a saludar a sus compañeros de trabajo: los duendes, se escabulló por una serie de puertas y pasillos hasta finalmente llegar a la oficina donde los empleados humanos del Banco Mágico de Gringotts normalmente descansaban. No estaba seguro, verdaderamente, qué tan inteligente era de su parte aparecerse allí, más estaba seguro que el Ministerio no intentaría capturarlo en un lugar tan público.

 

- ¡Expecto Patronum! - susurró, y un lince atigrado traslúcido, de tinte azul perlado, se apareció en la habitación. Por unos segundos, se pasó entre los muebles para finalmente pararse en sus cuartos traseros y aguardar las órdenes de su creador - Llámalos. Diles que es urgente. - aquello pareció ser suficiente para el patronus, que se esfumó en el espesor de la pared camino a sus compañeros de trabajo: era necesario advertirles de la situación.

 

Nathan realizó un último ademán con su varita, tras el cual la cafetera que descansaba en un rincón de la habitación comenzó a preparar una jarra de café cuyo aroma rápidamente se expandió por la habitación. Solo restaba esperar...

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El mundo conocía los rumores y muchos de ellos eran dado por un arrogante duende llamado Dragor, el gran traidor de los magos enemigos al Ministerio de Magia y Hechicería, sin embargo, la lealtad de este obedecía a @ y sus fines políticos, aunque dicho duende era algo despistado e interesando únicamente en los galeones y los objetos legendarios, por lo que su lealtades pudieran cambiar. En el banco trabajaba como otro empleado, un ser que era poco sociable y algo hostil con los humanos u otras clases que allí trabajaban, sólo se limitaba a laborar y adorar cada galeón que ingresaba, lamentaba mucho cuando alguien sacaba algo de esa fortuna, pues gustaba pasar por las bóvedas y admirar ese brillo. Aunque, sus arcas estén casi vacío, pues el singular duende es vicioso en los juegos del azar.

 

Dragor

Duende de la ventanilla seis

 

El Weasley llegó tan presuro que captó la atención de ese viejo duende, aquel que clavo su mirada al verle. Aunque, las finanzas era lo que se encontraban en su mente, por ello dejó el asunto de aquel mago a un lado. En ello se encontraba atendiendo a una bruja en su primera visita al banco, quizás está pronto ingresará a Hogwarts.

 

-Así que desean abrir una Bóveda. agrega maliciosamente el duende a los padres, quienes eran de una respetable familia mágica, quizás los Dumbledore, Lestrange, o Potter. -supongo que trae todos los requisitos. En ello clava la mirada a esos clientes. Los cuales le entregan la documentación.

 

-Bien,todo parece estar en orden. y revisando las bóvedas disponible, la anota bajó el siguiente numeral en el archivo 2459-J893D. Este baja lentamente y entrega una llave con la empuñadura de un Fénix.

 

-Y bienvenida señorita Daniela. hace pausa. -Potter al banco. La familia se marcha y el duende se queda pensando en la extraña entrada del mago ¿Acaso le pasaría algo? No obstante, no tenía tiempo para perder en él, ya que otro cliente ingresaba.

Editado por Demian Luxure

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  • 3 semanas más tarde...

Gringotts

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Aquel día había decidido llegar al banco para hacer unas cuantas transacciones aunque no había un motivo aparente o una verdadera necesidad para que las llevase a cabo; de hecho cuando el guardia de seguridad la observó a su llegada, casi parecía tan sorprendido de ver a la Snape como si se hubiese presentado una quimera en medio de la calle sin ningún tipo de advertencia.

Los ojos de la vampiro le observaron por unos momentos, casi con aire cansino al tiempo que alzaba los brazos hacia los lados para permitirle hacerle el chequeo de rutina que se llevaba a cabo a todos los que iban, mientras que el hombre comenzaba con su inspección sin dejar de verla con cautela; por dentro, la pelirroja casi quería reír, era normal que sintiese esa tensión de tener que topárse a la Snape en un día como aquel cuando por lo regular no salía de sus caminos comunes que la llevaban a casa de sus parientes o sus negocios.

-Tranquilo... hoy no muerdo... espero...

Aseguró alzando una ceja para después, suspirar al permitírsele la entrada para que pudiese pasar siendo recibida por las sombras del recibidor

Pretendiendo que tenía que llenar un par de formularios tomó un par de pergaminos de aquel tipo y tomó asiento en una silla cercana a las entradas, solo un poco alejada de los mostradores de los elfos; sus ojos se movían por entre la multitud con la incomodidad de quien siente aproximarse un tifón pero no tiene del todo claros los datos

-Es culpa de esas malditas habilidades -se dijo para sí misma mordiéndose la lengua levemente

Y es que desde que hubiese llevado tanto adivinación como videncia, su cabeza a veces le pasaba malas pasadas como en aquel día en el que presentía que algo importante iba a ocurrir pero aún no sabía el qué; solo estaría por unos momentos, esperaba, para asegurarse de que estaba equivocada y se iría

Por Voldemort... en verdad esperaba que aquello fuese solo un error de malos presentimientos...

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A pesar de que por cada vez que pasaba por Diagon, ver el enorme edificio de Gringotts era inevitable, Rory jamás se había preocupado de aquel sitio ni había cruzado sus puertas. Lejos de la estirpe de brujos adinerados frecuentes en las calles de Londres, con cuantiosas fortunas y reliquias familiares invaluables que tenían que proteger, el espacio para sus modestos ahorros se reducía al primer cajón del closet de su habitación rentada en The Pink Palace.

 

Aunque si no recordaba mal, su hermano mayor era el único en la familia que tenía una cuenta abierta, su madre desconfiaba de los duendes, "seres materialistas y sin un ápice de espiritualidad y devoción" y por tanto le resultaba inaudito que tanta gente les confiase su dinero. Rory pensaba bastante parecido, así que siguió su camino rumbo a una cafetería que se había convertido en su favorita en el tiempo que llevaba en Inglaterra. Al salir, con una bolsa de panes recién horneados, rumbo a la vicaría donde iniciaría las actividades de ese día, llamó su atención el semblante de preocupación en el rostro del párroco, y aunque al verlo lo saludó con cortesía, le bastó girar con disimulo una sola vez antes de adentrarse en el local, para ver como el hombre seguía enfrascada en una conversación con el que reconoció como uno de los principales donantes de la mayoría de actividades sociales que se fomentaban.

 

¿Habría problemas de dinero? ¿retiraría su apoyo? La caída del estatuto del secreto había puesto de cabeza todo lo que se consideraba normal en la sociedad mágica. Todavía era muy chocante para los magos criados completamente en entornos mágicos sin interacción descubrir el mundo de los muggles y la tecnología que habían desarrollado para suplir a la magia. Había entusiastas de los ipods y los televisores, y otros que habían comenzado a "mejorar" los artefactos con magia, pero Rory creía que esas disputas eran superficiales frente al creciente número de desplazados, huérfanos y familias enteras (muggles y mágicas) empobrecidas por causa de la guerra.

 

Le parecía casi una blasfemia la frase "el dinero mueve al mundo", e incluso en su cabeza ya estaba pidiendo perdón a Cristo por pensarla ¿pero cómo no hacerlo cuándo era otro día en que tenían que disminuir a la mitad la ración del desayuno para que alcanzase para todos? Y mientras tanto, en el televisor gigante instalado en el comedor, algún funcionario que no alcanzaba a identificar, ponderaba sobre las nuevas medidas exclusivas en Gringotts para proteger el dinero de la gente.

 

Mirando a su alrededor, Rory pensó que no podía referirse a su gente. Se persignó entonces, y tomando su propia bandeja, fue a sentarse en uno de los mesones, y procuró estar más atento a la noticia, aun cuando a sus costados los cuchicheos no hacían más que crecer, señalando que todas las bondades y estabilidad que se mostraban en la televisión no eran reales, y que como en tantas otras veces, lo que los medios vendían no era la realidad, que el ministro estaba ocultando información a las personas.

 

El pelirrojo no estaba seguro. La guerra había hecho que las personas se volvieran el triple de desconfiadas y todas las semanas escuchaba docenas de rumores que luego se revelaban falsos. Era prboable que este también lo fuera.

 

¿Pero y si no lo era?

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Sujetaba con firmeza la varita y el corazón le latía con fuerza. Luego de varias semanas investigando, siguiendo pistas, aquella era sin duda una de las más prometedoras que había conseguido, quizá por esa razón se sentía tan nerviosa. A pesar de que el tiempo estaba en su contra y las circunstancias caóticas del mundo no ayudaban, no perdía la esperanza de encontrar a la Karkarov. Sin embargo, cuando ingresó en la habitación se sintió una vez más, frustrada. Estaba vacía. Sobre la mesa estaba una copa de whisky aun con algo de licor en el mismo, en un cenicero un cigarrillo a medio apagar y el periódico muggle abierto en la sección del crucigrama.

—Maldición… —Dijo molesta por haber llegado tarde una vez más, puso una moneda antigua sobre la mesa, serviría como guía para que un miembro del simposio revisara el lugar a conciencia. Movió varias veces la varita para poner algunos hechizos protectores y luego desapareció.

Apenas había dado un par de pasos dentro del simposio cuando una bruja se acercó hacia ella, claramente la había estado esperando. Dio un suspiro y sin dejar de caminar tomó las carpetas que la mujer le ofrecía para leer rápidamente lo que contenían, gran parte eran solo meros tramites o tratos que solo necesitaban una gota de su sangre para que se pudieran dar por terminados o iniciar con el trabajo, el tema del banco, sin embargo, requería de su presencia.

—Me temo que lo FMI ha funcionado a medias… nuestras fuentes indican que hubo un ataque luego de que llegaran a un acuerdo, se cree que fue gente del ministerio…—Iba diciendo la bruja que trataba de seguirle el paso.

—Kelian… —dijo reconociendo de inmediato a la figura que se encontraba esperándola en el interior de su oficina. Sintió un vació en el estomago al verlo —Gracias Sam… puedes retirarte, no olvides traer lo que te pedí hace un par de días. — Dijo mientras ponía las carpetas sobre el escritorio.

—Ya se encuentra en el primer cajón… —respondió y salió dejando solos a los dos magos.

—Dime que tienes buenas noticias. —le pidió el mago — Cada día que pasa siento que nos alejamos más… estoy empezando a creer que jamás la encontraremos —añadió. El joven mago lucía demacrado y con unas ojeras muy notorias.

—Lo siento, hemos llegado tarde… pero no dejamos de buscar. Te prometo que la encontraremos, es solo cuestión de tiempo— puso su mano en el brazo del Karkarov, pero este se alejó de ella de inmediato, molesto por la falta de resultado y no lo culpaba, ella se sentía igual.

—Siempre es lo mismo, ya una vez nos fallaron. No se ni porque sigo confiando… — dichas esas palabras salió de la oficina.

Se sentó en la silla mirando hacía la puerta por la que había salido el mago, últimamente tenía demasiadas dudas rondando su cabeza, muchas ganas de dejarlo todo, pero sabía que no podía simplemente desaparecer. Cerró los ojos concentrándose en lo único bueno que tenía en su vida, su hijo y al hacerlo irremediablemente pensó en su fallecido esposo y en la falta que le hacía, estaba segura de que, con él a su lado, el mundo no se vería tan horrible y desolador como lo sentía.

El resto de la tarde se la pasó encerrada en esa oficina, el sol ya se estaba ocultando en el horizonte cuando el patronus de un lince le daba un mensaje urgente de Weasley. Eso solo podía indicarle que había logrado regresar a salvo y que aun no había sido aprendido por la gente del ministerio. Sacó la poción que tenía que entregar en la noche y luego dejó que el lince la llevara al lugar en donde se reuniría con Nathan.

—Muy astuto Weasley… —dijo cuando se dio cuenta de que estaba en Gringotts, saludó al guardia, al que tenía comprado desde hace mucho y tras darle indicaciones para que dejara entrar a Goderic, caminó en dirección al lugar en donde imaginaba estaba su ahora, prófugo de la justicia, compañero.

—Expecto Patronum— dijo moviendo la varita, justo antes de entrar al cuarto de descanso. Los finos hilos plateados se fueron entrelazando hasta que formaron una serpiente mamba negra —Goderic… necesito de tu ayuda, te espero en Gringotts, no te preocupes por el guardia, te dejara entrar— ese es el mensaje que su patronus tenía que llevarle.

—Si que la han liado en grande en Estados Unidos… me alegró que estés bien —Dijo la pelinegra a modo de saludo. —¿Y bien? ¿Ideas de como arreglar el problema y limpiar tu nombre al mismo tiempo? —Preguntó sirviéndose un café.

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La amargura del café le brindó un poco de tranquilidad: había algo en calor de la bebida que más allá de ser energizante era reconfortante también. Tomó asiento, taza en mano, y esperó. Esperó, esperó y esperó a que alguno de sus compañeros respondiera a su llamado: ¿dónde demonios estaban? No estaba seguro de si habían pasado segundos, minutos o horas desde que había emitido el patronus... la única medida del tiempo que tenía era las tazas de café que bebía una detrás de otra, ya no buscando despertarse sino algo que lo acompañase. El silencio era roto de tanto en tanto por el hervir de la cafetera que se ponía en marcha con cada ademán de varita del Weasley, y el arrastrar de muebles o el chirrido de los carruajes que hacía eco desde las cámaras alrededor de la estancia donde el Weasley estaba.

 

Finalmente, la puerta se abrió, y Kaori ingresó por ella. Parte de su silueta resplandecía bajo la luz de un patronus que se escapaba por el pasillo: ¿a quién había convocado? Decidió, rápidamente, no hacer preguntas al respecto. Kaori no sólo era compañera de trabajo en Gringotts sino también aliada de la Orden del Fénix. En ella podía confiar; en ella tenía que confiar. Si no... ¿quién le quedaba? ¿Y por qué estaba aferrando tan fuerte su varita de repente? Tan fuerte, de hecho, que una lluvia de chispas llovían desde la punta de esta. Nathan soltó la varita de imprevisto, y ésta rebotó sobre la mesa con un ruido seco. Se puso de pie, para recibir a su compañera, inseguro de como reaccionar: el cansancio, el estrés y la paranoia estaban sacando lo peor de él.

 

- Gracias. Me alegro de verte también. - contestó el Weasley, ofreciendo cuanta sonrisa pudo dibujar en su rostro. - Gracias por venir, también.

 

Nathan hizo una pausa, durante la cual le ofreció una taza de café a su compañ era que tomó asiento junto a él. Meditó, por unos segundos, la pregunta que le había hecho. Ya sabía la respuesta: la había estado considerando por días, semanas incluso, pero no podía llevarse a sí mismo a responderle a la mujer. El miedo era, sencillamente, paralizante. La verdad era que sí tenía un plan, si tenía una idea, pero el hacerlo pondría en jaque no sólo su vida sino la de todos sus amigos y familiares alrededor: ¿qué harían ellos una vez que supieran acerca del plan del Weasley? ¿lo dejarían proceder y mirarían hacia un costado o se pararían a su lado y lo acompañarían hacia el final? Nathan había estado meditando esas y más preguntas por mucho tiempo, y es que nunca en su vida había hecho algo similar: ¿y si no tenía lo que hacía falta?.

 

- Sí. Tengo un plan. - soltó, prácticamente obligándose a sí mismo a romper el silencio que ya se había extendido demasiado. - Pero es arriesgado. Asumo recibiste mi mensaje hace unos días y sabes que Aaron nos traicionó, que él busca la ruina de Gringotts y desestabilizar el mercado financiero, y no sólo eso sino que envió una patrulla a capturarnos a mí y a Mía. - agregó, y realizó una nueva pausa, esta vez más breve, para ordenar sus pensamientos - Ya lo habíamos solucionado. El FMI inyectaría una enorme cantidad de activos líquidos y el problema entero estaría resuelto. Dudo que ella quiera seguir con el plan ahora que también está siendo buscada por el Ministerio. De cualquier manera, eso ya no importa.

 

Ahora. El momento que tanto había anticipado... era tiempo de develar su plan.

 

- Es hora de ponerle un freno a todo esto. - dijo, sin más, mirando a su compañera a los ojos para que tuviera en claro que ni en su voz ni en sus palabras había un milímetro de duda al respecto - Por meses le hemos permitido que maneje la comunidad mágica a sus anchas, con consecuencias impensables para todos y sin nadie que le ponga un límite. Ya no más. Basta de ocultar lo que está pasando: saldremos y le diremos a la gente cuál es la verdadera situación de Gringotts, saldremos e instaremos a la gente a que si verdaderamente les importa su dinero, que lo retiren y lo pongan en otro lado. Y sí, sé lo que me dirás, el sistema colapsará sin remedio.

 

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- La gente sabrá la verdad, y seré yo quien se la diga.

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El caldero chorreante estaba en su monótono silencio, con poca gente y menos de la normal, todo debido a lo que pasaba en el mundo. Kraven había paseado rápidamente por el callejón Diagon, al terminó de unas compras en el Mágic Mall, que seguía aun en pie, se detuvo en el famoso bar que servia de entrada y salida para los magos. Tenia en su mesa una copa de whisky rutinario, estaba por terminarlo cuando la puerta del caldero se abrió, Kraven no pudo evitar mirar. Un joven entraba con mirada precavida y con paso precautorio, era un síntoma indescutible de que deseaba pasar desapercibido por alli. El joven castaño lo siguió con curiosidad pero siendo discreto, tenia cierto parecido con uno de los volantes (Que ya eran muchos) sobre profugos del ministerio de magia. Podria ser reconocible si tan solo estuviera mas cerca de aquella persona.

 

 

Ingreso a la parte de atrás del caldero para entrar al callejón diagon, por el muro mágico que lo ocultaba. Terminó su bebida de un trago, recogió su sombrero militar y se lo puso para salir con paso apresurado, persiguió al mago extraño que en este punto ya habría entrado al callejón. En segundos estuvo Kraven tambíen en la entrada que lucía con completa normalidad, ya no estaba aquel mago.

 

Al tocar los ladrillos y entrar nuevamente en el callejón avanzó con paso decidido para verlo a cierta distancia de la noche. Caminó al edificio blanco de Gringotts. Se arregló su traje militar y caminó con la varita segura en su túnica negra, hasta llegar a las dos puertas. ¿Que haria? ¿Llamar a miembros del ministerio? Pero si fuera una falsa alarma ellos no andaban de humor para ser molestados. Apenas se estaban efectuando las elecciones en la Cancillería de Magia Alemana donde era nominado, no tenia tanto poder para salir librado de esto. La ultima opción, averiguar si era el hombre del volante.

 

 

Tomó uno de ellos con fotos de magos y brujas prófugos, y al que se parecía al mago extraño asi que lo guardo para tener evidencia de él. Entrar en Gringotts, una institución que siempre el Von Alexandros deseaba evitar, tramites y tramites para poder sacar su oro era un completo aburricion para él.

 

 

Kraven entró apesar de ello al lugar, con la mirada del guardia en su dirección, no le detuvo pero tampoco le aparto la mirada vigilante a su persona. Aquel profugo estaba claro que habia entrado al Banco Mágico sin problemas, si no habria un gran alboroto por ello. Kraven se acercó a la ventanilla mas cerca y vacia pues una joven se marchaba a las bovedas dejandola libre, tenia el numero seis.

 

 

--Buenas noches, deseo ver al gerente del banco por favor, es una situación muy urgente por parte del ministerio de magia, se cree que un profugo del ministerio entró en este lugar...Si no quiere ver a docenas de aurores clausurando todo por aqui, le pido que cooperé -- Le dijo el Von Alenxandros mintiendo ser un miembro del ministerio al duende y de lo demas, pero estaba claro que deseaba entregar al prófugo si lo era, para asi cobrar la recompensa de Quince mil Galeones para él.

 

 

 

@ @ @@Rory Despard @ @@Hayame Snape Potter Black

Editado por Kraven Von Alexandros

 

 

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Kaori no tuvo tiempo de responderle.

 

La puerta que iba hacia los pasillos del banco se abrió luego de que alguien golpease, y Nathan hubiera tomado su varita y apuntado con ella a quien fuera que estuviese del otro lado de la puerta si aquello no lo hubiese tomado tan por sorpresa mientras estaba ensimismado en su conversación con Kaori. Uno de los oficiales de seguridad del Banco entró por la puerta, y miró inquisitivamente a ambos trabajadores, claramente evidente en su rostro la sorpresa por saber que estaba interrumpiendo algo importante.

 

- Nick. - dijo el Weasley, poniéndose de pie: no había demasiadas razones por la cual los oficiales de seguridad se comunicaban directamente con el resto de los empleados del banco: generalmente eran los duendes los que se acercaban a ellos o vice-versa. Si el oficial estaba allí, era por algo relativo a la seguridad del banco, y aquello no podía ser coincidencia con el hecho de que Nathan se había hecho presente en la misma noche. - ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

 

Era claro, por el semblante del chico, que la respuesta era negativa.

 

- Lo están buscando a usted, señor Weasley.

 

- ¿A mí? ¿Pidieron expresamente por mí? - contestó, sorprendido, y tomó su varita de la mesa.

 

- Bueno... no. - respondió el guardia, y ante la confusión que debió expresarse en el rostro de Nathan, se apresuró a agregar - Un hombre entró y demandó hablar con el gerente del banco. Dice que ha visto un prófugo de la justicia entrar aquí.

 

Nathan lo miró por unos momentos, y luego dirigió su mirada a Kaori quien estaba tan sorprendida como él. Efectivamente, no había sido coincidencia, y Nathan se encontró con que quizá las cosas se desenvolverían mucho más rápido de lo que originalmente tenía planeado.

 

- Vale. Muchas gracias, Nick. Por favor, dile al señor que alguien lo verá en un momento, por favor no le digas que estoy aquí ni le des ningún indicio de que pueda estarlo, ¿puedes hacerlo?

 

El oficial asintió, más de una vez, como respondiendo a cada comando y cada pregunta individualmente. La puerta se cerró detrás de él, pero incluso antes de escuchar el ruido de sus pasos por el pasillo, supo exactamente cuál sería su próximo plan. La idea tomó forma en su cabeza a una velocidad sorprendente, y sabía que no disponía de mucho tiempo para ejecutarla por lo que no debía ser rápido, metódico y expeditivo.

 

- Kaori, escúchame, tengo un plan. - dijo el Weasley, dirigiéndose hacia su compañera mientras se quitaba la sudadera que traía y la tiraba hacia un lado. Se acercó a uno de los rincones de la habitación, donde yacía un gran perchero que contenía las túnicas con las cuales los magos normalmente trabajaban y utilizaban como uniforme dentro del banco. -Quiero que te quedes aquí y esperes cinco minutos. Una vez que pasen los cinco minutos, ve al lobby del banco y revisa que tal va la situación. Procura que no te vea, y si las cosas se ponen feas, pues... ya sabes que hacer. - no había tiempo de explicar la totalidad del plan, solamente el rol que el Weasley quería que ella tuviese en él. Se sentía un poco culpable por darle órdenes sin más, pero a medida que le explicaba iba colocándose una camisa blanca y la túnica del uniforme por encima, a la par que caminaba hacia la puerta de la habitación. Una vez que dijo sus últimas palabras, desapareció por el pasillo.

 

Comenzó a caminar por el pasillo que finalmente lo llevaría al recinto principal del banco, a un paso apresurado víctima de sus nervios pero no lo suficientemente rápido como para no terminar de ejecutar el resto de su plan. Y es que a cada paso que daba, el Weasley hacía uso de sus habilidades como metamorfomago para transformarse en una persona completamente diferente. Ya no era un muchacho de metro setenta, de cabello azabache y ojos pardos; al final del pasillo ya había tomado la forma de una persona mucho más baja, de cabello color oscuro pero prácticamente inapreciable dado que lo llevaba muy corto, en continuidad perfecta con su barba que se dibujaba a lo largo de sus mejillas, mentón y labios. Sus orejas se hicieron más puntiagudas, su nariz se hizo más ancha y la mandíbula más saltona. En efecto, tanto en vestimenta como en apariencia física, era irreconocible. Y por si fuera poco, respondería a otro nombre.

 

- ¿Alguien quería verme? - soltó, en un tono de voz completamente ajeno al suyo, de manera inquisitiva a uno de los guardias.

 

Nicholas, claramente confundido ante la aparición de un trabajador que nunca antes había visto, fue sin embargo capaz de disimularlo bastante bien y hizo un gesto hacia un muchacho en el medio del pasillo. Nathan se acercó a paso lento, mostrando plena indiferencia por el mago, mientras sentía como su corazón latía más y más fuerte. En cuestión de segundos, tendría que jugar a ser otra persona, y si bien la apariencia era algo que ya tenía asegurado... ¿sería capaz de salirse con la suya?. Procuró, de manera precautiva, poner sus habilidades como oclumente a punto para que, de ser el mago un legilimago, su mente fuese impenetrable.

 

- Tengo entendido que quería ver a uno de los empleados del banco, señor.... - hizo una pausa inquisitiva, para que el muchacho completase su nombre - El Banco Mágico de Gringotts no tiene gerente alguno, es una institución gobernada por duendes con ayuda de algunos magos que somos, sencillamente, empleados suyos. Mi nombre es Bryce Kravfska, responsable de operaciones en Moneda Extranjera, ¿en que puedo ayudarlo?

 

 

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Una hora más tarde, era irónico que Rory estuviese acompañando a Gringotts al párroco para retirar la suma de dinero recolectada el último mes, con fines de emplearla en la compra de víveres y la cadena de oración a San Cosme y San Damián, para la protección de todos los médicos y medimagos que seguían trabajando arduamente en los tiempos de guerra. Por vez primera, el pelirrojo entraba al edificio y su rostro de asombro no pasó desapercibido para los empleados de la institución, más acostumbrados a ver esa clase de gesto en pequeños ingresantes a Hogwarts que solían acompañar a sus padres durante la campaña escolar. Silencioso, y con su maleta firmemente sujeta en la mano derecha, el joven entró tras el párroco y se acomodó en una banca destinada a quienes venían de compañía.

 

Desde allí, su inspección del lugar continuó y hubiera seguido teniendo esa mezcla de sana curiosidad de no ser porque de repente su mirada recayó en un hombre de traje militar que conversaba en esos momentos vaya a saber Dios qué, con un dependiente del banco. Con el correr de los minutos, Rory pensó que el asunto debía ser serio, pues había salido a atenderle un mago de aspecto imponente, gesto adusto y que aun cuando alcanzaba a escucharse cortés, mostraba cierta indiferencia hacia el (asumía) militar.

 

Magos siendo subordinados de duendes ¿era efectivamente de ese modo que trabajaba Gringotts? Curioso, realmente curioso, tanto que ahora le picaba el deseo de saber como veían los duendes del lugar la crisis desatada por la caída del estatuto del secreto. Tenía que haber hecho alguna diferencia a sus negocios. Y la noticia escuchada más temprano en el refugio le volvió a la mente.

 

El párroco aun no regresaba del lugar a donde se había dirigido con uno de los duendes, así que estaba obligado a esperarle ¿tardaría mucho? No le agradaba nada que entre el funcionario del banco y el militar las cosas parecían ponerse peor...

 

@@Kraven Von Alexandros@

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La pelinegra bebió un sorbo del café que Weasley le había ofrecido, tomo asiento y en silenció escuchaba las ultimas novedades y el plan que su compañero tenía. El ataque que habían sufrido hace unas semanas no paso desapercibido para la Orden, era un hecho de que el ministro no estaría de acuerdo con que alguien externo ayudara a solucionar el problema de liquides que estaban teniendo. Según los lineamientos de su mandato a él le gustaba el caos y seguramente en los próximos días, pues se acercaban las elecciones, trataría de aparecer como el salvador que todos necesitaban.

Por un momento no dijo nada, ella más que nadie quería ver caer al Ministro de Magia, ella más que nadie quería verlo tras las rejas y es que aun no podía quitarse de la cabeza que había sido él quien le arrebató a quien más amaba en el mundo. Pero ¿se daría cuenta Nathan que al exponerlo se convertiría oficialmente en el principal opositor? ¿se daría cuenta que su vida cambiaría por completo? Estaba a punto de formularle esas preguntas cuando unos golpes en la puerta los alertaron.

—¿Qué? No, espera Nathan… —intentó parar al mago que trazando un plan un poco descabellado salió para hacerle frente al enviado del ministerio que había ido a husmear en el Banco. ¿Cuánto tiempo no había dormido Nathan? ¿Por qué actuaba tan impulsivamente? Si de verdad quería plantarle cara a Aaron, no convenía que lo descubrieran antes de tiempo. Sin poder hacer más Kaori se quedó esperando, calculó que fueran los cinco minutos, aunque le parecieron horas. ‹‹Al menos todo está en silenció… es buena señal›› pensó la bruja mientras recorría los pasillos.

A simple vista todo parecía normal, había más magos y brujas en el lugar, los duendes parecían un poco inquietos. Dragor, aquel duende arrogante y hostil no quitaba la mirada de encima de una pareja de magos que conversaban un par de metros más allá, Nathan y el enviado del Ministerio. Entonces una figura masculina, pelirroja llamo su atención ¿hace cuanto no veía al joven predicador? ‹‹El castillo Black, fue ahí›› pensó.

—Hola Rory ¿Cómo estás? —lo saludó dándole un abrazo y un cálido beso en la mejilla — ¿Ya te están atendiendo? ¿Te puedo ayudar en algo? —Preguntó, aunque su atención estaba puesta en las acciones de Weasley y el auror.

 

@ @@Rory Despard @@Kraven Von Alexandros

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