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La Resistencia de Gringotts


Nate Weasley
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Con la mirada puesta en la conversación de los dos magos, la aparición de Kaori tomó por sorpresa a Rory ¿Por qué siempre esa mujer conseguía sobresaltarlo?. Amable y correcta, su conducta distaba de aquella que le había observado la última vez que ambos habían coincidido en un lugar. Porsupuesto, las circunstancias no podían ser más diferentes, y Rory le sonrió tímidamente, antes de sacarse la boina unos segundos para inclinar la cabeza cortésmente como saludo.

Todavía el aroma tenue del perfume de la bruja lo envolvía, y como cuando la vio por primera vez, al tacto de su abrazo sintió el contraste entre la tersa piel de ella y el tosco tacto de él. Podían haber transcurrido meses, pero la cuasi perfección física de muchas personas en Ottery continuaba admirándole.

Espero que Dios derramase mucha gracia y bendiciones en su vida, señorita Matsudaira— comenzó a decir mientras volvía colocarse la boina y centraba su atención en ella— la verdad es que solo vine acompañando al párroco de la comunidad a quien ayudo en el centro de emergencia "Sangre de Cristo". Yo es que ni siquiera cuento con una bóveda, y para serle franco, es mi primera visita a Gringotts.

Dudó un momento sobre que más decir. No quería ser indiscreto, pero todos esos rumores todavía lo mantenían preocupado y ella, tan distinguida y al parecer funcionaria del banco, podía ser la persona más idónea para absolver sus dudas.

Más temprano, vi que por la televisión hablaban de, estos temas económicos importantes, sobre fondos de inversiones, activos financieros y una serie de términos que la verdad no entiendo— Rory no pudo evitar notar que ella también parecía interesada en los dos hombres que continuaban charlando a unos metros, así que se acercó un poco más, y muy despacio, soltó lo que llevaba causándole tanta tribulación — ¿que tan cierto es que la guerra y todo lo generado por el gobierno de Aaron Black no ha afectado al sistema económico del país? Nosotros como institución, dependemos mucho de las donaciones de benefactores que tienen su dinero confiado a este banco, yo no soy una persona de chismes, pero durante el desayuno, cuando todos estábamos sentados en el mesón, eran muchas las personas que decían que esa estabilidad que pregonaban en los medios, no eran más que...mentiras.

En los ojos de la mujer Rory creyó ver que aunque no lo quisiese, podía haber mucho asidero para todas esas creencias, e inquieto asió con una mano el crucifijo que tenía colgado al cuello, con la esperanza de que las palabras de Kaori le dieran un giro distinto a sus suposiciones.

@ @ @@Kraven Von Alexandros Editado por Rory Despard

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Unos días después...

A las puertas del Banco Mágico de Gringotts.

Había llegado el momento. Independientemente de qué ocurriese, ya no había vuelta atrás. La multitud estaba congregada frente al banco, el podio había sido preparado en el peldaño más alto de la entrada del Banco Mágico de Gringotts. Los arreglos ya habían sido hechos, y las lechuzas habían sido enviadas. Lo único que restaba era decir las palabras indicadas y ver todo demolerse a sus pies.

 

Nathan mira a Kaori, quien afortunadamente se ha mantenido a su lado a lo largo de todo este proceso. Sabe que, en gran parte, la bruja no está de acuerdo con las medidas que él está tomando. Sabe que solo lo ha apoyado hasta ahora porque las convicciones políticas de ambos pesan más que algunas otras cosas. Sabe que se está jugando su trabajo y su reputación estando de pie allí, junto a él, esperando que haga el anuncio. No está seguro de como agradecerle: siempre ha sido muy bueno para agradecerle a la gente por sus gestos, pero por alguna razón tiene dificultades con esto: quizá es porque sabe que lo que Kaori está poniendo en juego por él va más allá de lo que un simple gracias pueda atenuar, quizá es porque sabe que la bruja está allí a medio corazón.

 

Ragnok, uno de los duendes, chasquea los dedos y la multitud hace silencio en cuestión de segundos. El duende evalúa a la multitud con una mirada que podría ser interpretada como desprecio, pero que no es más que pesadumbre. Recuerda la conversación que tuvo con él el día anterior cuando Nathan le explicó sus planes. Recuerda la ira del duende al reconocer que aquella no es sino la única salida. Nathan y el duende no siempre han llegado a tierra firma.

 

Gracias, Kaori. Por todo. – dice, finalmente, antes de caminar hacia el podio. Mantiene la mirada en los ojos de su compañera por unos segundos, dedicándole una sonrisa sincera. – Gracias, Ragnok. Te prometo que valdrá la pena. – agrega, segundos después una vez se encuentra frente al podio, al duende. Ragnok le mantiene la mirada por unos segundos para finalmente, con un suspiro, colocarse a un lado del podio.

 

Finalmente, la multitud espera las palabras de Nathan.

 

Buenos días a todos. Mi nombre es Nathan Atticus Weasley. – comienza, su voz teñida por un fino temblor que espera sea imperceptible. – Soy empleado del Banco Mágico de Gringotts y estoy hoy acompañado de Ragnok, en representación de los duendes, y de la señorita Matsudaira, quien trabaja conmigo codo a codo detrás de las ventanillas.

 

Hace una pausa, generando involuntariamente expectativa para sus siguientes palabras. Mira a Kaori antes de seguir, quien asiente.

 

Efectivo inmediatamente, y a partir de la Resolución Bancaria Nº 3789, el Banco Mágico de Gringotts declara transitoriamente el cese de sus funciones. A partir de ahora, no se efectuarán trámites de ningún tipo a excepción de extracciones de los fondos en las bóvedas personales, de negocios y familias. Esto es, no se realizarán donaciones, pagos de sueldos o tasas ministeriales, pago de impuestos, descuentos por compras en la Mall Mágica, compras de acciones en la Bolsa Mágica ni ningún otro movimiento que implique ingresos o egresos de bóvedas a no ser que sea para remover los fondos indefinidamente.

 

Tal y como lo esperaba, la multitud ruge con asombro, incredulidad y hasta, puede percibir, enojo.

 

Entendemos la severidad y las implicancias de las medidas tomadas, y somos conscientes de que generan una disrupción en la forma en que magos y brujas a lo largo de toda Inglaterra realizan sus transacciones. Creo que hablo por todos mis compañeros, incluyendo a los Duendes del Banco a quienes quiero agradecer por su incansable labor para que esta institución haya mantenido su renombre a lo largo de los siglos, cuando les digo que es con mucho pesar y dolor que tomamos estas medidas. Y que no son más que un reflejo de la situación en la que nos han puesto. >>

 

Suspira, más comienza a sentir las emociones que por tantas semanas ha estado ocultando a flor de piel: el miedo por las persecuciones sufridas, la ira por una traición de parte de su propio gobierno, la frustración por la indiferencia ante el colapso de las propias instituciones, y el dolor de la pérdida de algo que para el Weasley representa una parte de su vida.

 

– Queremos llevarles tranquilidad a todos, y quiero ser extremadamente claro y expeditivo con esto, de que sus fondos siguen disponibles para todos. De hecho, esta mañana, hemos enviado lechuzas a todos y cada uno de nuestros socios para que acudan al banco cuanto antes para extraerlos. Aún en nuestros últimos momentos, no dejaremos de prestar el servicio que siempre hemos estado orgullosos de brindar. Muchas gracias.

 

De pronto, no puede hacer más que ignorar todo. Ignora los flashes de las cámaras que se apresuran a tomarle una última foto antes de bajarse del podio. Ignora los gritos de los reporteros que quieren hacerle preguntas a las cuales no tiene respuesta. Sólo queda la frustración y todo lo demás, que de alguna manera había logrado embotellar por meses, pero ahora no tiene forma de contenerlo. Siente como la garganta se le entrecorta, y como sus ojos amenazan a llenarse de lágrimas ante la injusticia de toda la situación. Kaori se prepara para volver dentro del banco: aún queda mucho trabajo para hacer. Ragnok está listo para entregar copias del decreto oficial a la multitud. Y entonces...

 

Una última cosa. – su garganta parece tener un último recabo de lucidez para hablar – Nosotros, siempre sirvientes suyos, estaremos listos para volver a reconstituir la gloria de este banco una vez que las circunstancias lo permitan. Vendremos aquí cada mañana y daremos lo mejor de nosotros para garantizar su seguridad económica y financiera. Estaremos aquí, algún día. Volveremos, y cuando lo hagamos...

 

Hace una pausa, y sus próximas palabras salen quebradas.

 

... volveremos mejores.

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Dias antes

 

 

Tras la espera de algún par de minutos su petición fue respondida con la aparición de un mago de estatura baja y cabello oscuro. El castaño alzó una ceja ante la aparición de sorpresa de aquella persona, no solo el estaba sorprendido sino los presentes en ese lugar, como lo eran el duende Dragor y el guardia de Gringotts. No conocía a nadie de Gringotts para ayudarle, ni siquira si era mortifago o del ministerio. El hombre que venia en su encuetro afirmaba ayudarle ya que no había ningún gerente a cargo del banco.

 

--Oh vaya, ¿entonces la persona con el mas alto rango en este edificio no pudo venir? Bueno en fin mi propósito es una búsqueda exhaustiva dentro del banco mágico, se reporta haber visto a un hombre con estas características entrar al lugar-- Dijo Kraven mostrandoles el carte de se busca con la fotografia del buscado donde se leia en letras por los marcos "Miwmbro de la clandestina Orden del Fenix".

 

--De igual manera tendré que hacer un llamado a mas miembros del ministerio para cerrar temporalmente el banco, hasta dar con el susodicho --Con su acento ligeramente alemán el castaño reviso a cada persona de atrio del banco buscando al prófugo. Su cuartada debía ser llamar a mas mortifagos miembros del ministerio y usar sus influencias para investigar y acorralar al prófugo llamado Nathan Weasley.

 

Kraven estaba seguro que el hombre llamado Nathan que buscaba estaria oculto mágicamente por algún lugar, nadie en ese momento en las ventanillas se parecia al hombre en el cartel de "Se Busca". Se movió un poco alejandose de la ventanilla de modo que Dragor y guardia junto con hombre encargado del banco no le mirasen mucho, Kraven no tenia pinta de vestimenta del ministerio de magia, el ahora era un caza recompensas pero mas por el deseo de atrapar a un miembro de la orden que en si los galeones, aunque no los rechazaría.

 

---Así que señor Bryce no tendrá objeción en que inspeccionemos el banco mágico Gringotts ¿verdad? Si fuera nescesario se podría buscar en las bóvedas de máxima seguridad ¿o no?-- Preguntó el Alemán desenfundando su varita para hacer el llamado pero que nadie lo viera, comenzaría la búsqueda del prófugo miembro de la orden del fenix.

 

 

 

 

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Editado por Kraven Von Alexandros

 

 

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A pesar de que parte de su atención estaba puesta en la pareja de magos que conversaban tan solo unos pasos más allá de donde ellos se encontraban, las palabras de Rory, por quien sentía un cariño especial desde la primera vez que lo conoció, hicieron que sus ojos se fijaran en los del predicador, en ellos pudo constatar la preocupación del joven, misma preocupación que ella tenía. Podía decirle que eran solo rumores y tranquilizarlo, pero no quería mentirle.

 

—Me temo que los rumores son ciertos y lamento decirte que las cosas empeoraran en estos días, quizá quien salga elegido ministro, que ruego a Merlin no sea Yaxley nuevamente, pueda estabilizar la situación económica, pero de momento el panorama es desalentador. Mañana se dará el anuncio, solo se podrá retirar galeones, avísale al párroco —Le explicó y a sabiendas que sus palabras lo harían temer por la estabilidad del centro de emergencias en el que ayudaba añadió en un susurro.

 

—La Orden aun tiene fondos para ayudar en donde haga falta, por favor Rory, si necesitan algo en el centro prométeme que me lo harás saber —Kaori sabía que la ayuda que brindaban en ese centro ha salvado muchas vidas y no quería que se quedaran sin los fondos y que se vieran obligados a cerrar —Si necesitan más manos, se de un par de magos a los que se les da bien la medimagia — Los hijos de Karkarov, Kelian y Connor, eran sin duda muy hábiles y hasta donde sabía ya estaban de regreso en Londres . —Ahora discúlpame, creo que ese Auror esta buscando lo que no se le ha perdido. —Le hizo un guio le sonrió.

 

No sabía como es que habían dado con el paradero de Nathan, pero tenía que deshacerse del mago y empezar a planear todo para lo que harían la mañana siguiente, aun no habían hablado con Ragnok así que el tiempo empezaba a correr a contra reloj.

 

—Me temo que las dos cosas que solicita son imposibles. —Dice mirando al mago que estaba pidiendo cerrar el banco y buscar en bóvedas de alta seguridad — Mi nombre es Kaori Matsudaira, funcionaria del banco. —Se presentó para luego añadir —Ni con una orden del ministro podría realizar esas acciones. Le recuerdo que Gringotts es una institución muy aparte de toda la burocracia y corrupción del Ministerio. — Le dedicó una débil sonrisa.

 

—Si desea plantearse el realizar una búsqueda, hágalo de la forma correcta, con una solicitud a los duendes y funcionarios que dirigimos este lugar. Nosotros la analizaremos y estaremos gustosos de programarle una visita guiada y supervisada por uno de los nuestros, no quisiéramos que algo malo le suceda si se llegara a perder entre las bóvedas — No sabía en que había estado pensando ese Auror al creer que podría revisar el lugar así sin más.

 

—Ahora si nos disculpa, tenemos trabajo que hacer ...— Dichas esas palabras empezó a alejarse junto con Nathan.

 

 

 

Días después.

 

 

La pelinegra observaba desde la distancia como los duendes trabajaban, en sus rostros se podía ver el cansancio. Luego del anuncio de la resolución N° 3789 muchos magos y brujas habían vaciado las bóvedas y es que la estabilidad de Gringotts se había visto seriamente afectada, de seguir así, pronto ya no habría galeones que devolver. Incapaz de seguir observando Kaori salió del banco, hace varios días que había pedido a uno de sus elfos encontrar a Croient, pero hasta el momento seguía esperando. Estaba a dos cuadras de llegar a las oficinas del Simposio cuando una pareja de elfos apareció a un par de metros de donde ella se encontraba.

 

—A Handigal le ha costado un poco encontrarlo mi ama…—se disculpó el elfo de apariencia ruda, tenía en el rostro varias cicatrices y a una oreja le faltaba un pedazo, sin embargo, sus ojos cafés reflejaban cierta ternura. —¿Le puedo ayudar en algo más? —preguntó sin soltar la mano del elfo de ojos azules.

 

—Cuando terminemos aquí podrías ayudar a cuidar a Sammael, con eso de que ya puede gatear y no controla su magia, es una miniatura en peligro— Le dijo sonriendo y luego poso su mirada en Croient.

 

—Yo se que tu sabes en donde esta Nathan y quiero que me lo digas —dijo, pero la criatura se limitó a mover negativamente la cabeza.

 

—El amo no quiere ser encontrado… Croient no puede decir donde está— le respondió temeroso.

 

—Bueno, si no me quieres decir por las buenas… — dijo materializando una daga en su mano, ahí en frente de todo aquel mago o bruja que pasara por esa calle del Diagón. —¿Ves la oreja de Handigal? ¿sus cicatrices? No quieres terminar así ¿verdad? —Le preguntó, aunque en realidad no había sido ella la causante de esas heridas y es que estaba en contra de hacer daño a una criatura inocente, pero claro, eso Croient no sabía.

 

—Vamos Croient ayúdame, solo quiero saber si esta bien y si puedo… traerlo de regreso —Dijo luego de darse cuenta que las amenazas no servirían.

 

—En una playa de la India… solo eso le diré—Dijo luego de un silenció que parecía, por un instante, que se volvería eterno.

 

Kaori hizo un gesto con la cabeza para que Handigal lo soltara y de inmediato los dos elfos desaparecieron. Bueno al menos ahora sabía por dónde empezar a buscar. Luego de tomar algunas cosas que quizá pudiera necesitar, pues no sabía cuanto tiempo le llevaría encontrar al mago, entre ellos una carpa, ropa, víveres, etc. Cuanto tuvo todo en una mochila con hechizo de expansión indetectable, revisó una vez más el mapa, en el había hecho varios círculos en los posibles lugares en los que podía buscarlo.

 

Los primeros días habían sido infructuosos y es que la India tenía una cantidad enorme de playas, pero no se rendiría «Piensa Kao… en donde puede estar» susurro, esa noche buscando en el mapa, llegando a la conclusión de que seguramente estaba en un lugar tranquilo en donde pudiera pensar en todo lo que había sucedido. A la mañana siguiente luego de guardar todo abrió un nuevo portal con la esperanza de que el lugar escogido fuera el indicado.

 

Parecía que el lugar estaba desolado, más a la distancia pudo ver la figura de alguien recostado en la arena, tomando el sol. Acomodó la mochila sobre su hombro y un pareo blanco que le estaba sirviendo para protegerse del sol. Ya que estaba ahí podría preguntarle al desconocido si había visto al Weasley cerca, grande fue su sorpresa al darse cuenta de que estaba desnudo y aun más cuando reconoció a la persona que había estado buscando por medio país.

 

—Por Merlín Weasley… Tapate… — Dijo Kaori que sin poder evitarlo recorrió con la mirada el cuerpo del mago y al notar que se sonrojaba le lanzo el pareo para que se cubriera —Ya se que estas muy bueno y eso… pero cúbrete — Bromeo apartando la mirada hacia el mar.

 

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Contrario de lo que el Weasley había pensado, la India tenía playas fantásticas. Inicialmente, había escapado allí bajo la promesa de un lugar lo suficientemente alejado donde tuviese el espacio y la privacidad necesaria para procesar los sucesos de los últimos meses en paz, pero había venido buscando cobre y se había encontrado con oro. Las aguas de los mares que limitaban con la India eran paradisíacas, y el clima ya no tan veraniego sino más otoñal invitaba a pasar un día entero bajo los rayos del sol sin sufrir temperaturas extremas. Y para él, que estaba blanco como un cadáver, y que no había hecho nada tan frívolo como broncearse sin preocupaciones en mucho tiempo, fue como un soplo de viento fresco después de mucho tiempo.

Las playas de Varkala habían sido su destino de elección por casi una semana ya, y de hecho estaba pensando en moverse a otra ciudad para variar un poco las cosas. Pero allí el agua era tan celeste como el cielo, al punto que a veces se fundían en el horizonte, la arena era amarilla y fina, y la gente era extremadamente amable. En los pocos días que llevaba allí, ya algunos lugareños lo reconocían cuando cada mañana se dirigía en traje de baño, ojotas y una camiseta a la playa, y lo saludaban invitándolo a sus comercios más tarde. Así, Nathan se la había pasado degustando platos tradicionales: Masala Dosa, Hyderabadi biriyani, Chaats, entre otros. La comida era tan distinta y tan sabrosa que Nathan se preguntaba si alguna vez podría volver a vivir sin ella... ¿de verdad tenía que dejar la India? Podía dejar todo e instalarse allí, pensó una de las noches, mientras se embriagaba con tequila.

 

Al día siguiente, se encontró a sí mismo nuevamente en la playa. Evidentemente era un día laboral y la temporada ya había bajado, puesto que era el único allí. Pseudo-ebrio como aún estaba, y decidido a vivir la vida un poco menos rígidamente – poca suerte aquello le había traído – se despojó de todas sus ropas y se recostó sobre una toalla en la arena. Cerró los ojos y probablemente se quedó entre-dormido con su anatomía expuesta, dado que no estaba seguro cuánto tiempo había pasado hasta que escuchó una voz que, para su sorpresa, era demasiado familiar.

 

Por Merlín Weasley, tápate.

 

Abrió los ojos súbitamente para encontrarse con su compañera de trabajo, Kaori, quien lucía un atuendo playero extrañamente impropio frente a su usual etiqueta de trabajo. Poco tenía para él para opinar siendo que estaba como dios lo trajo al mundo, hecho por el cual se ruborizó mientras se colocaba el traje de baño en lo que su compañera miraba hacia otro lado.

 

Ya ni desnudo se puede estar. – bromeó, y miró a la mujer detrás de sus gafas de sol ahora que vestía su traje de baño. Su torso, sin embargo, permanecía al descubierto: tonificado como estaba, era verdaderamente una pena que no estuviese bronceado. – ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado? – agregó, procurando no sonar demasiado rudo.

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Días después, al encuentro de @




Mientras va por el Callejón Diagon, las palabras que Kaori le dijo ese día le acompañan. Siguiendo el aviso de ella, habían conseguido retirar sus fondos a tiempo, pero los ánimos en general tras aquel anuncio, eran fúnebres. La credibilidad en las instituciones atravesaba una profunda crisis, pero inesperadamente (en la perspectiva de Rory) un fénomeno curioso se venía dando. Personas que con el dinero retirado, hacían pequeñas inversiones, que pudiesen generarle aunque fuese un mínimo de rédito.


Quizá por eso, le había sorprendido escuchar de Bel Evans, que en lugar de inventir, planease gastar hasta el último centavo de las arcas Ollivander. El pelirrojo no era del tipo que se insmicuyera en la vida de los demás ¿pero esa mujer no estaba divorciada acaso? ¿cómo es que tan suelta de huesos le había soltado de que gastaría todo el dinero de su ex marido? Francamente...si había aceptado su encargo de comprarle aquella lista de pedidos, era porque necesitaba urgentemente ese dinero para costear su comida del mes, y porque claro, todavía se sentía en deuda con esa mujer, aunque cada día pusiese más en tela de juicio su moral.


Rory no conocía de qué manera se estaban gestionando los retiros del banco, pero esperaba que Hannity Ollivander no tardase demasiado. La jovencita Ollivander le parecía simpática, si bien en todas las ocasiones en que se la había cruzado habían terminado teniendo extrañas aventuras, esperaba que ese día de compras no fuera tan accidentado como las otras ocasiones.


Cuando, cerca de diez minutos después, por fin la vio en la acera del frente, a punto de cruzar en su dirección, supo que algo le había pasado. No era ella la clase de persona que externalizaba sus emociones, así que tenía que ser una situación extraordinaria la que la tuviera contrariada. Sin atreverse a preguntar directamente por el asunto, alzó la mano para saludarla.


— Que Dios la bendiga, señorita Ollivander, es un gusto volver a verla.


¿Cómo iba saber él que Bel no le había avisado que mandaría a Rory en su lugar?

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E1TsmUj.jpg?1El grupo de Aurores avanzaba hacia el Banco de Gringotts. Todos lucían serios, vestidos de forma sobria y con un sombrero idéntico para todos. Sólo una figura regordeta destacaba entre ellos, intentando mantener aquel ritmo de pasos largos por el adoquinado callejón Diagon. Cuando llegaron a la escalinata, el amable y reconocido jurista, Don Higinio Vascuento, ex-miembro del Wizengamot y amigo personal de Sagitas, la nueva Ministra. En realidad, si no fuera por ella, ahora estaría gozando de su jubilación anticipada en una casa de campo inmarcable en la que superaba el tiempo con partidos de cricket y apasionadas lecturas de antiguos libracos de leyes.

Pero allá estaba, delante del Banco de aquellos duendes rebeldes, con una notificación en la mano y un equipo de Aurores que le acompañaban al lugar en conflicto. Cuanto atravesaron las grandes puertas, tomaron posición de defensa y solicitaron la llegada de un representante de los Duendes a los que hacer entrega del documento que el jurista llevaba en sus manos:


Toma nota de un Decreto-Ley... -- La Vuela pluma se puso a escribir sobre un pergamino, con letra florida hasta que le gruñí: -- Un nuevo Decreto-Ley que advierta a la entidad finaciera sobre la prohibición de hacer cambios en sus deberes y obligaciones para con los deberes ministeriales: toda actividad de pagos de sueldos, trámites ministeriales y otras actividades relacionadas con trámites gubernamentales no podrán ser cesados sin justificación previa. Crearemos una mesa de diálogo entre los Duendes de Gringotts y este Ministerio para entablar un contacto y parlamentar sobre sus peticiones.


La sonrisa afable de Don Higinio no abandonó su rostro a pesar de estar transmitiendo las palabras de la Ministra de Magia:

-- Al ministerio le preocupa esta actitud que han tomado ustedes los duendes y que no puede llevar a buen fin. Están ustedes desequilibrando ya la precaria economía de nuestro país, alentando una situación inequívocamente desfavorable para los trabajadores ministeriales. Son ustedes libres de dejar que los dueños de bóvedas de este glorioso y antiquísimo banco saquen de aquí sus pertenencias pero no podemos permitir que... Un momento.

Don Higinio sacó la portada del diario donde se habían reflejado las palabras de Nathan Weasley, desatando aquella crisis bancaria.

-- ... Que sigan aplicando la Resolución Bancaria núm 3789 tomada de forma unilateral sin haber contado con el Ministerio de Magia para tomar esa decisión. El Banco de Gringotts es uno de los pilares econónimos del país y esta medida proporciona un duro golpe a nuestra economía, enfrentándola a una recesión profunda. Es por ello que les instamos a volver a efectuar trámites diversos a los que se ven obligados con los tratados y convenios firmados por el Ministerio de Magia desde 1865, fecha en la que le cedió el control total a ustedes los duendes. Ello conlleva, por supuesto, volver a permitir el libre movimiento de transacciones relacionadas de forma directa o indirecta con tasas Ministeriales, pago de salarios e impuestos, relacionados con el Magic Mall o con cualquier tipo de movimiento bancario que los magos dueños de bóvedas deseen o necesiten efectuar.

El rollo de pergamino que recogía todo el Decreto Ley firmado hacía apenas unas horas por la Ministra, permaneció en el aire, esperando que alguno de los duendes lo recogiera.

-- El Ministerio les estaría muy agradecidos si desistieran de su loca actuación, al menos hasta que podamos llegar a un acuerdo en una Comisión Económica entre ambas partes para poder hablar de sus peticiones. Bien... ¿Qué le contesto a la Ministra?

Editado por Sagitas Potter Blue

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Evitando mirar a Nathan, la pelinegra esperó paciente a que el mago se pusiera algo de ropa. Debía admitir que la playa que había elegido para alejarse de todos, era muy hermosa. La arena era fina y el agua de celeste cautivador, daban ganas de pasar el día tomando el sol, la idea de quedarse vacacionando unos días cruzó por su mente, pero sabía que eso era imposible.

—En mi defensa diré que jamás imagine encontrarte desnudo…—Dijo poniendo su mochila en la arena, pues empezaba a pesarle. —He de admitir que detrás de esa ropa tan formal que siempre usas, tienes lo tuyo Weasley —Bromeo dándole una palmadita amistosa en el hombro.

Luego se sentó en la toalla que estaba extendida sobre la arena, cerró los ojos y por un momento se concentró en la calidez del sol sobre su blanca piel. Podría pasarse horas tomando el sol y jamás lograría broncearse, ya lo había intentado en algunas oportunidades, a lo mucho había logrado que su piel se pusiera roja y luego el blanco de siempre.

—¿Qué crees que hago aquí? —le devolvió la pregunta con algo de ironía en la voz, cuando el Weasley se sentó junto a ella. —He venido a llevarte de regreso, aun no puedo creer que te fueras así nada más —Le recriminó, pues había paso de la preocupación al enojo por la forma en que había desaparecido. —Pensé que te paso algo, ***** Nathan. Me tenías preocupada —añadió. —Y tengo mis métodos para encontrar lo que quiero —dijo procurando no delatar a Croient.

La brisa marina era refrescante y el sonido de las olas al romper relajante. ¿Hace cuánto tiempo no visitaba una playa? Se preguntó, pero casi al instante se arrepintió, pues un recuerdo que, aunque era agradable, la hizo sentirse triste y sola. Abrió los ojos apartando de inmediato esa remembranza de su mente, respiró profundamente y ya, dejando de bromear y hacerle drama, miró al Weasley.

—Tenemos que volver. El ministerio intentara hacerse con el control del banco y si ninguno de los dos esta, los duendes van a pensar que los dejamos solos con todo el problema encima — esperaba que sus palabras lo hicieran recapacitar. Pero sospechaba que en realidad Nathan había escapado de todos por otros motivos. Por un instante se quedó pensativa, quizá la rudeza de Madeleine para decir las cosas, era lo más adecuado en ese momento, pero ella no era así.

—Nathan, no me puedo imaginar que ha estado cruzando por tu cabeza estos días, pero quiero que sepas que cuentas con el apoyo de todos y que eso no cambiara. Tu lugar esta allá, con nosotros, no aquí. —pidió la bruja, como le podía hacer ver que no había defraudado a nadie, como le podía hacer entender que era considerado un ejemplo a seguir — Aun tenemos mucho que hacer… vuelve, por favor— añadió.

 

En el bolsillo del short que llevaba puesta, la moneda que usaba para comunicarse con los miembros del Simposio, empezó a quemar. La sacó de inmediato pues había dejado a uno de sus colegas vigilando el banco. El mensaje era claro, una única palabra "Aurores". Aquello solo podía significar que el ministerio estaba intentando arreglar el desastre que Yaxley había ocasionado. Aunque enviar una comitiva de aurores no era la mejor estrategia para persuadir a los duendes. > pensó. Tenían que volver ya.

 

—Ha aurores en el banco —Le informó a Nathan, volviendo a guardar la moneda.

 

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Ragnok

Duende del Banco Mágico de Gringotts

Hacía ya tiempo que trabajar en Gringotts no le resultaba tan provechoso como antes. En los últimos años, cada vez tenía menor tolerancia a los magos y, en total sinceridad, ellos no estaban contribuyendo demasiado a la situación: tan sólo en los últimos meses habían propiciado las condiciones para generar la mayor fuga de galeones que él había visto y, por si fuera poco, ¡Weasley había sido enviado a arreglar la situación con el Fondo Monetario Internacional! ¿A quién se le ocurría tal insensatez? ¿Poner en manos de alguien con tan poca experiencia una tarea tan delicada? ¡Y todo lo que había ocurrido después! Debía admitir, más allá de que nunca se lo admitiría al castaño, que le sorprendió gratamente cuando éste envió una lechuza desde Estados Unidos anunciando que el trato con el FMI se había logrado exitosamente.

 

Más poco había durado la emoción: semanas más tarde, luego de casi un mes en silencio absoluto, Weasley se había vuelto a aparecer para anunciar que el trato con el FMI no tomaría lugar al final de la jornada y que, por si fuera poco, quería declarar el banco en cese de funciones. Quizá no debería haberle dejado hacer eso. >> se recriminaba, constantemente, hecho que – el sentía – sus compañeros duendes replicaban en silencio. Pero sabía que aquella había sido la decisión correcta: Gringott había tenido principios muy claros cuando fundó el Banco que ahora llevaba su nombre, y Ragnok tenía el deber y la obligación de respetar los deseos del fallecido duende y permitir que la gente dispusiese de su dinero de la manera en que juzgasen correcta.

 

Gringotts iba a cerrar, o eso parecía. Después de tantos siglos trabajando codo a codo con los humanos, permitiendo incluso que gente como Matsudaira o Weasley tomaran un rol activo en el banco, el banco tenía los días contados. La mayoría de los duendes ya no tenía mucho que hacer y se dedicaba a ordenar archivos viejos y otras tareas administrativas que habían sido descuidadas con el paso del tiempo, todo con la esperanza de que si algún día tenían la oportunidad de abrir nuevamente, pudieran hacerlo de la mejor manera. A Ragnok lo entristecía ver aquella imagen, pero la tristeza dio paso a la ira al ver una andanada de Aurores del Ministerio de Magia acompañar a un hombre dentro de los confines del banco. El duende había tenido suficiente.

 

Permaneció en silencio durante gran parte de lo que – a su criterio – era la perorata de un señor mayor. Finalmente, y mientras lo fulminaba con la mirada, tomó el trozo de papel con sus largos y puntiagudos dedos y comenzó a leer el Decreto-Ley firmado por la recientemente nombrada Primera Ministra. Ragnok estaba tan indignado con lo que leían sus ojos, que le tomó toda la paciencia del mundo entonar sus palabras con cuánto carisma su especie podía convocar.

 

Puede decirle a la señora Ministra que ser nueva en el cargo no la exenta de conocer nuestra historia si quiere ejercer su cargo como corresponde. El Banco Mágico de Gringotts nunca fue, no lo es y jamás será una organización gubernamental, es propiedad privada y exclusiva de la especie de los Duendes quien se pone a servicio por voluntad propia; voluntad que, es nuestro derecho, limitar o anular a nuestro gusto. El Ministerio puede emitir cuantos decretos y leyes crea convenientes, pero poco efecto tienen ellos a menos que usted quiera comprometer toda la propiedad privada mágica de Londres. – Ragnok hizo una pausa, recorriendo con la mirada a todos los aurores que había detrás del hombre, si tan sólo alguno de ellos tuviese la más mínima idea de lo que aquellas palabras significaban. – Estoy seguro, sin embargo, que alguno de nuestros funcionarios, Weasley o Matsudaira, le pagará una visita a la señora Ministra para ver si contamos con su contribución monetaria para... – otra pausa – ...re-instaurar el status quo. Tenga usted buenas noches.

 

Y habiendo dicho esto, asintió a los guardias de seguridad del propio banco a que mantuviesen un ojo sobre los recién llegados. Ragnok se retiró nuevamente a su oficina.

 

****************

 

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Varkala Beach, India

Nathan tuvo que mirar directamente al sol por unos segundos para esconder el rubor que se pinceló claramente en sus mejillas. No muchas mujeres conocían su anatomía de la manera en que Kaori lo había visto y hasta el día de hoy siempre había tenido políticas muy fuertes en lo relativo a relaciones en el lugar de trabajo, incluso en ese mismo momento le generaba ansiedad imaginarse cómo haría para mantener una relación de trabajo como antes, pero se sorprendió aún más al verse a sí prediciendo ya su retorno al banco. ¿En qué momento había decidido eso? Quizá ni siquiera a él mismo podía negarse que los motivos por los cuales Kaori podía llegar a estar allí eran evidentes, sino obvios.

 

Mientras Kaori hablaba, Nathan no pudo hacer más que contemplar el mar. Había algo en el horizonte que llamaba su atención, a pesar de que no era más que una línea claramente divisoria entre agua y aire; de alguna manera, su simplicidad pero la inmensidad que evoca le resultaban relajantes. Frente a aquel paisaje, o más bien aquella línea, las palabras de la mujer tomaban otra tonalidad a la cual normalmente tendrían si fueran otras las circunstancias. Él pudo sentir las lágrimas acumularse en la comisura de sus ojos incluso antes de que se resbalaran por sus mejillas, pudo sentir la piel erizándose en toda su extensión y su voz cediendo ante un nudo que se formó con tanta violencia que amenazó con ahogarlo. No fue consciente, hasta ese momento, lo mucho que necesitaba oír esas palabras.

 

Por un momento, dejó de mirar el mar y se centró en los ojos de Kaori, que eran tan bellos bien podría haberse perdido ahí de la misma manera. Quería pedir perdón por lo cobarde de sus actos, perdón por haberle fallado a pesar de que ella aseguraba que no, pero sobretodo agradecerle por decir aquellas palabras que no sabía había estado esperando. Quizo hacerlo, pero en ese momento la mujer rebuscó en sus bolsillos por un galeón, cuya leyenda le transformó el rostro.

 

Y a él también.

 

Aurores en el Banco.

 

No necesitaba mayor convencimiento; habían cruzado la línea.

 

Vamos – dijo, poniéndose rápidamente de pie, y cubriendo su torso definido por surcos que realzaban sus músculos debajo de una camiseta.

 

Era hora de volver a casa.

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Sus pensamientos estaban en muchas partes, en su nueva vida, en dónde estaría el Ollivander en esos momentos, en la prisa que tenía Evans en vaciar la cámara de los Ollivander para salir de compras... Sin duda eso era algo que le causaba gracia, así que no había prestado la más mínima atención a lo que ocurría a su alrededor, hasta que un chico pelirrojo la saludaba con la mano desde el otro lado de la acera.

 

Fué extraño verlo allí cuando se suponía que se vería con Bel Evans para malgastar la fortuna Ollivander después de qque se anunciara lo del banco... Atravesó la calle para encontrarse con el joven pelirrojo con quien había pasado varias aventuras y probablemente aquella ocasión no sería le excepción.

 

---Buenas tardes señor Despard- la rubia hizo una ligera reverencia con su cabeza hacia el joven - Un gusto de verle nuevamente. ¿A qué debo la sorpresa de encontrarme con usted el día de hoy?.

 

Sabía que se debía a qué Evans había cambiado de decisión al no presentarse y enviar al joven en su representación para no dejar a su hija sola con las compras, pero no estaba de más confirmar sus sospechas.

 

La corriente de aire frío que se acababa de instalar en la calle le hacía pensar en que aquel día habría sido mejor llevar ropa más cálida y en relación a la estación en la que se encontraba y tal vez era un augurio de lo que podía suceder a lo largo del día y que aquello pudiera interferir con los planes de retirar el dinero del banco.

 

@@Rory Despard

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