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Historia de la Magia y Leyes Mágicas.


Matthew Black Triviani
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Historia de la Magia y Leyes Mágicas.

Profesor: Fernando Burlando. (Matthew Triviani, utilizando Metamorfomagia).
Alumnos: Nathan A. Weasley, Arya Macnair, Anthony Ryvak Dracony, Eterno Black Triviani.


~ ~

¿Donde estaba? era una caverna impregnada con una sola entrada y ninguna salida. Bajo su brazo tenia un libro de color negro con una piedra roja que parecía brillar por momentos, sus negros ojos recorrieron las paredes llenas de grietas y por las que corría un hilo de agua, el olor a suciedad y agua podrida eran muy características. No estaba muy lejos de donde deseó aparecer, lo que significaba que tampoco estaba muy seguro de querer utilizar nuevamente uno de sus portales.

Finalmente se había decidido por un lugar donde poder expandir sus conocimientos con los siguientes magos que convoco, esperaba que no se perdieran entre las penumbras de la cueva, ya que él había tenido las mismas complicaciones para llegar, pero nunca diría que se había equivocado. Rebusco de su característica túnica negra, su varita, con unos cuantos encantamientos hizo que la acogedora cueva se pareciera a un tribunal mágico, el cual usarían poco tiempo ya que próximamente los haría viajar al pasado para conocer más sobre el inicio de la Historia, donde las Leyes fueron corrompidas.

Se estiró por un momento con el libro entre sus manos y lo apoyo sobre una roca que había sido transformada en un escritorio de madera marrón. Genero cuatro copias exactas del libro, para que sus alumnos pudieran leerlo a medida que la clase avanzaba, ahí encontrarían toda la información que necesitaban para sus preguntas... Triviani era un profesor particular, ademas de querer coleccionar las almas de sus alumnos, les enseñaba lo más oscuro y recóndito de la magia, todo aquello que en el Ateneo estaba prohibido enseñar, la corrupción, las leyes que no aplicaban en casos para muchos de los Aurores y los malos fallos contra los Mortífagos.

Cada centímetro de aquel espacio daba magia y sabiduría, así como una increíble cantidad de energía, al menos el gitano disfrutaba las estelas de energías pesadas y el pasado que cargaban.

Termidor fue enviado en busca de los alumnos, solo le había otorgado un papel roto con la descripciones de los mismos y su lugar de residencia. Una vez que los encontrara, los traería uno por uno.

Editado por Matthew Triviani

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Se encontraba en su habitación en la Mansión Weasley, escondido como solía estarlo aquellos días en los que su identidad estaba potencialmente en peligro bajo las manos del Ministro de Magia. Tal era su paranoia y su miedo de que, de un momento a otro, oficiales del Ministerio se aparecieran en la puerta de su casa que casi se desmaya del susto cuando un elfo doméstico se apareció en su habitación. No lo reconocía, y estaba lejos de ser su propio elfo o el de la Familia Weasley, más el mismo se presentó como Termidor y anunció que lo estaba buscando precisamente a él para su clase de Historia de la Magia a la que se había anotado en Castelobruxo.

 

- Demonios. - soltó, más que nada para sí mismo. Había olvidado cancelar su inscripción en medio de todo lo que había pasado en las últimas semanas, y es que no se encontraba en condiciones de presentarse en una institución pública: era de un peligro extraordinario. - Emmm... lo siento mucho, pero no creo que pueda ir a la clase. - contestó rápidamente, excusándose con el elfo doméstico mientras trataba de ponerse un poco más presentable dado que no llevaba más que su ropa interior: el elfo había aparecido justo cuando el Weasley se levantaba de su siesta.

 

- No puede faltar a su clase, señor Weasley. El profesor ya lo está esperando.

 

Nathan bufó, y meditó por unos segundos sus alternativas. Finalmente, se decantó por asistir a la clase configurando su apariencia a la de alguien más gracias a los beneficios de la metamorfomagia: su cabello, normalmente corto, azabache y despeinado se tiñó de un marrón casi rubio, largo y trenzado en una cola de caballo que le daba una apariencia de seriedad. La cicatriz que llevaba en su mejilla izquierda hace semanas aún no había desaparecido: la magia negra tenía aquellas costumbres, y una vez más se la dejó bajo la premisa de que camuflaba mejor su apariencia. Una corta pero gruesa barba se dibujó en su rostro en un color idéntico al de su nuevo cabello, y tras vestirse acorde a la educación y guardar su varita en medio de sus túnicas, tomó la mano del elfo quien amablemente lo había esperado y viajó con el hacia el lugar de la clase.

 

No tenía ni idea de cuál era su destino, pero confió en el brazo del elfo que lo guió cual faro en medio del océano hacia la boca de una caverna. No tuvo tiempo de mediar preguntas, pues el elfo caminó y se abrió paso entre las rocas hasta finalmente llegar a una cámara abierta que, curiosamente, había sido ambientada como si fuese un tribunal de la ley. Una vez llegó hasta allí, el elfo desapareció, probablemente en busca de otros alumnos, y Nathan se quedó allí a solas con un hombre de mediana edad cuyo cabello platinado resultaba el aspecto más destacable de su apariencia. Poco sabía el Weasley que aquel hombre también era un disfraz de metamorfomago.

 

- Buenas tardes, profesor. - saludó, tomando asiento frente a uno de los bancos sobre los cuales reposaba un libro negro con una piedra roja. - Mi nombre es Nathan... - se cortó a si mismo, decidido a no dar su nombre completo, por si acaso. - Soy uno de sus alumnos para la clase de Historia de la Magia.

 

 

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Recobró la conciencia tras un par de minutos, estaba su rostro sobre algunos pergaminos, los que consiguió de una amistad con Le. Había perdido gran parte de la noche buscando los y luego los leía tratando de empaparse sobre el tema de Leyes mágicas. Los apuntes no están completos y tampoco están en orden, pero era lo único que poseía. El cansancio le había vencido y ahora se levantaba con un dolor de cabeza.

 

Esta vez cuenta con una poción que su amigo Asrael le prepara en la semana, la bebe y toma una ducha, eso le fresca y le hace recobrar el animo. De su guardarropa toma un atuendo que le hace sentir como un Lord y se calza una botas de piel de dragón y su capa negra con ribete dorado.

 

Ryvak se coloca el reloj de plata en su muñeca cuando aparece un elfo, este hace una reverencia y se presenta ante el mago, menciona que el profesor que impartirá la asignatura, le envió para llevar a cada estudiante hasta el lugar donde tendrá lugar la clase, el peliverde pide unos minutos para terminar de colocarse colgantes y anillos, además de tomar algunos pergaminos limpios y una vuelapluma, todo encogido con un hechizo para luego guardarlo en el bolsillo interno de su capa, ya listo, dejo que el elfo le llevara al sitio. Su asombro era explicable, parecía que esa caverna en la naturaleza, la había modificado para hacerla lucir como algo edificado por seres humanos, no tenía idea que representaba, pues era la primera vez que veía algo parecido.

 

En el interior de aquella cámara, ya estaba uno de los alumnos y otro mago que el Dracony supuso era el profesor, pues a Nathan Weasley, ya lo había tenido de compañero en un curso anterior.

 

--Hola Nathan, buen día, señor profesor, buenas tardes, gracias por enviar a Termidor, eso me ahorro problemas para ubicar el sitio adecuadamente, seguro que ahora marchará por @Eterno Black Triviani ¿no? él me escribió diciendo me que nos toco tomar clase juntos.

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Salía del trabajo muy angustiado con un poco de apuro, puesto que tenia algunos asuntos que resolver, y estos no era tan fácil de realizar. Estaba vestido Traje De la nada en dicha habitación empezo a oler algo diferente que la nariz del lycan no podia dejar de lado, ya que a esas horas de la noche y mas al otro lado del mundo no eran tan agradables eso olores quizás por el cambio de horario o por la humedad podrida de unos pies que dejaban dichoso olor. Llegaba consigo lo habitual en su portafolios y dentro de su sobretodo su varita "Cinthya" la cual reposaba en uno de sus bolsillos esperando paciente ser usada.

No había mucho en estos momentos que realizar cuando oportunamente aparece frente al mismo un elfo quien habia dejado un recorrido de agua, una de esas criaturas que no eran tanto de su angrado, ya que le había encontrado algo repulsivas pero usables en el tiempo que había tratado con estas.

 

La misma se presenta siendo llamada Termidor, indicando le se le requería en urgencia para rendir sus clases de Leyes Mágicas, y que esta misma le deberia llevar. A regañadientes se deja llevar, trasladandose a un lugar iluminado y cerrado, cuyo aspecto pareciera un estrado lleno de sillas y al frente del cual tres personas de las cuales conocía a una de ellas, luego de observar bien el lugar supuso quien vendría ser su maestro era el de cabellos platinados, uno de los que llamaba mas la atención, sin dejar de lado de lo despampanante que se vestia @@Anthony Rivak Dracony.

 

Un libro grande con una piedra roja que brillaba sobre una mesa de madera, y dichoso olor a humedad fétida, ahora entendía el porque del asunto, aunque no encontraba rastros de algún lago o rio.

 

Se acercó al grupo bajando de donde se encontraba con algo de cuidado, sin aquel elfo de cara rara que lo había traido a este decorado lugar que pareciere un juzgado. Saludando a su Maestro y a los demás.

 

- Buenas Maestro Burlando, primera vez que lo veo, chicos un gusto tenerlos de compañeros en esta clase, Anthony me llegó tu mensaje, fue muy oportuno. .-

 

Mencionó lo último y quedó callado sintiendo esa cantidad de energia que emanaba el lugar y que hacia que sus bellos de su cuerpo se erizasen, tembló de improviso en el lugar como sacudiendose algo de encima, en forma momentánea, como un escalofrío. Miró años presentes y supuso que faltaba alguien mas pues el elfo no estaba.

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—¿Termi qué?

 

Colocando un brazo en la cadera me dispuse analizar a la pequeña e insolente criatura que tenía delante. Sin el más mínimo decoro había aparecido en la puerta de mi habitación golpeando como si fuese a tirar la misma abajo ¿Quién le había enseñado modales? aunque eso no era lo que me irritaba al punto de ponerme las mejillas rosadas, sino más bien reconocer que Sybilla había olvidado enviar una carta al Ministerio para renovar la solicitud de hechizos anti aparición y protecciones para la Mansión. Cualquiera podría pasear a sus anchas por allí sin problema alguno. Pasé, frustrada, la mano por mi rostro alargando la expresión como una caricatura, intentaba comprender sus palabras entremezcladas sin demasiado éxito.

 

Me llevó un par de minutos el asumir que el elfo era una especie de "Uber" mágico o similar. No hacía mucho había aplicado para una pasantia en Historia de la Magia y aparentemente habían aceptado la solicitud enviando a aquel curioso ser en mi búsqueda. Agradecía que hubiesen tenido en consideración mi estado, y que por éste no hubiesen rechazado el pedido. Quizás se debía a un reciente amistad con la Directora, o tal vez que no resultaba un problema mayor tener una alumna entrada en edad y con un estado gestante avanzado. Y con avanzado me refería a explotar en cualquier momento sin previo aviso.

 

—Dame un segundo, deja que me ponga mis zapatos e iré contigo. Pero ya cierra la boca, gracias

 

A veces podía ser una persona bastante hostil. Con cierta pesadez logré sacar unos tenis planos de debajo de la cama, me coloqué una chaqueta de lana gruesa que parecía tejida de manera artesanal, até mi cabello en una alta cola de caballo y le hice saber con un simple gesto que estaba lista para partir. No era recomendado que desapareciera, pero evité decirlo y así fue que nos fuimos. Un instante después estábamos en la entrada de una sombría cueva, ni en sueños hubiese acudido a un sitio así como profesora ¿Quién daba esa cátedra? me quejaría con administración, lo anoté mentalmente tras dejar el desayuno ingerido horas atrás sobre unas rocas mohosas.

 

Termidor me miraba desde una distancia razonable, quizás temeroso de que volcara el enojo y la incomodidad que las hormonas me provocaban en él, más intenté contener el impulso y le pedí que me guiase oscuridad dentro hacia donde se suponía que la clase se llevaría a cabo. El tramo no duró tanto como me temí, aunque lamenté notar que era la última en llegar conociendo la mayoría de las caras pues estaba Anthony al que le sonreí como lo haría cualquiera maestra de prescolar con el niño adulto al que alguna vez enseñó, un muchacho completamente desconocido, Nathan y....

 

Un momento ¿Nathan? ¿En serio? ¿Weasley?

 

En ese momento creí que vomitaría de nuevo pero preferí enseñar la clase de persona en la que me convertí con el tiempo. El témpano que se suponía era mi semblante se derretía por aquel absurdo hombre. Al frente, buscando con qué entretenerme en lugar del pelirrojo, encontré a Matthew, el terrible Triviani, perteneciente a mis terribles tres. Sonreí. Realmente en mi rostro malhumorado afloró una cínica y siniestra sonrisa, desde el primer momento en que ese mago pisó la tutoría, meses atrás, sabía que el destino nos cruzaría una y otra y otra vez hasta conseguir una fórmula perfecta, y curiosamente comenzaba a gustarme aquel plan.

 

Matthew era oscuro, el más oscuro de los tres hermanos.

Me agradaba.

 

Alcé una mano a modo de saludo y de disculpas por la tardanza, no quería abrir la boca, no quería que Nathan reparase en mi después de tantos años.

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Inhalo, cargo sus pulmones de aire y lo exhalo... Tan denso como el vaho del bosque prohibido.

 

Sus aprendices habían llegado, podía conocer a algunos, a otros no tanto... Realmente no estaba entre sus planes fraternizar con sus pupilos, sus semblante permanecía fijo mientras cada uno de los que llegaba se presentaba, revoleo sus ojos de tanta perora.

 

Bueno, espero que las presentaciones hayan terminado. se apoyo frente al escritorio de madera aplastando su varita de Cedro.

 

Su nombre estaba escrito en la pizarra que yacía flotando detrás de él, por lo que no iba a perder demasiado tiempo en presentaciones, si bien era Matthew quien había adoptado otra forma para dar comienzo a la clase, preferia aquel tipo de misterio entre los estudiantes, recordaba al Weasley, el gitano tuvo la dicha de conocerlo de antemano en un lugar foráneo, esperaba tener la oportunidad nuevamente de cumplir con su deceso, aunque si sus informantes no estaban demasiado equivocados, podría ser el próximo Ministro de Magia... ¿Les perdonaría la vida? pensó... No le hizo mucha falta meditarlo, no iba a perdonarle la vida a ninguno de los presentes, ya les estaba permitiendo respirar su aire y contaminarlo con sus miserables existencias, esperaba que murieran quemados en las hogueras de Salem.

 

Como ya nos hemos presentado... paso su mirada por todos y terminó en Macnair Me gustaría que me respondan que los ha traído a querer aprender sobre la Historia Mágica revertió su mirada y observo a su... ¿primo? no sabia que era de él realmente ese mago, pero poco le importaba sus lazos familiares ahora , Leyes Mágicas. cerro su incógnita con un énfasis gélido en sus palabras.

 

No quiero una gran explicación, solo que me den una simple razón que me convenza para enseñarles mis conocimientos. tiró el primer libro en la mesa del joven de cabello verde, tan extraño como sus métodos para dictar clases ¿tú cabello es natural? preguntó en voz baja mientras se alejaba hacia quien seria su compañero dentro de las Leyes, una pequeña risa se le escapó y se detuvo unos segundos para observar su extraña pero sexy piel, y también arrojo un libro de cuero negro con incrustaciones en dorado "Leyes Mágicas"

 

Dicho aquello, se coloco entre Nathan y Arya, su mirada apunto a la pizarra.

 

No llegan a imaginar el miedo que el mundo mágico debió haber sufrido durante la caza de brujas, no saber si iban a volver a sus casas, o si simplemente ver a sus familias... los observó mientras el cuenco de sus ojos parecían llenarse de lamentos... Estaba actuando, fingía ser amable para poder ver que tipo de reacción tenían. ¿les gustaría viajar al pasado? estaremos desnudos se detuvo y observo con el rabillo de sus negros ojos a la mujer de hipnóticas curvas , básicamente... Estaremos sin varitas, el uso de magia allí, podría costarles la vida. aclaró, esperando que la connotación de sus palabras no fueran demasiado impropias.

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Era muy conveniente como ayudaba el elfo a lograr la presencia de los compañeros en el sitio de clase con rapidez, tal como supuso, el tercero en llegar fue Eterno quien saludo a los presentes y agrego su agradecimiento por enviarle aquella nota, después llegó la última compañera que al mirarla, ella intercambió una sonrisa conmigo, eso me hizo pensar que nos conocíamos, también le sonreí aunque pasaron unos segundos haciendo memoria...así que no dije nada. Tome asiento, aguardando a que iniciará la clase.

 

El profesor de pie junto aquel escritorio, al fin tomo la palabra, fue cuando me percate de que en el pizarrón estaba su nombre escrito, pero hasta ahora no lo había escuchado antes, bueno, es mejor tener diferentes profesores. El docente inicio con la interrogante más fastidiosa pero necesaria, bueno, habría que inventarse algo, la verdad no podía responder lo indiferente que me sentía con aquel conocimiento que considero tan aburrido...estatutos, normas antiguas, leyes y sus excepciones...mientras pienso mi respuesta, el profesor pasa a dejarme un libro de forro oscuro sobre leyes, al menos eso será más útil que mis incompletos apuntes. Me sorprende que me pregunte por mi cabello...le miro de solayo...si, lo sé, es un color extraño pero me he acostumbrado a el, es único y eso me agrada... aunque a veces debo usar una poción para cambiar su color por algo más común, sonrió levemente mientras doy una hojeada al texto, veo los capítulos que lo conforman y me pregunto que tanto ahondaremos en cada uno.

 

Mordí mi labio mientras formulaba una idea...bueno, como Lestad solía decir, fue que di su argumento al maestro: --Tengo una ocupación de responsabilidad ante miembros de la comunidad, por lo que requiero tener un conocimiento certero sobre las leyes que regulan el mundo mágico. -- Aguarde, mientras los demás respondían, así que tuve tiempo de leer un poco el libro que me proporciono el profesor.

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El tiempo se detuvo. O al menos eso le pareció al Weasley: la arena ya no se resbalaba más dentro del reloj, inmune al peso de la gravedad que normalmente tendería a forzarla hacia abajo. Los segundos se habían petrificado, incapaces de sucederse a sí mismos. Incluso parecía que la habitación entera se había sumido en una especie de estupor, como si el aire de pronto pudiese rasgarse. Todo sucedió de un momento a otro: bastó verla, y el mundo se le puso de revés. Sus largas piernas, sus curvas que insinuaban un cuerpo bien cuidado, y su cabellera rojiza que escondía a duras penas las bellas facciones de su rostro impregnado por varias pecas. Después de tanto tiempo, allí estaba ella: Arya. Le sorprendió encontrarse con que la mujer seguía teniendo el mismo efecto en él, y es que.. ¿cómo no? Tanto los había unido en el pasado y ahora...

 

Ahora las cosas eran distintas.

 

El profesor interrumpió los pensamientos del muchacho, rescatándolo a la realidad para encontrarse a sí mismo contemplándola absorto. Enfocó, en cambio, su mirada en el docente quien tenía un deje de altanería y desprecio en la voz que al Weasley se le hacía difícil tolerar. La clase tomó rápidamente una dirección predecible, instando a los magos a expresar las razones que los había llevado a tomar la clase por la cual estaban allí. Escuchó los argumentos de sus compañeros, notando vergonzosamente como su concentración se le escapa de las manos de tanto en tanto, razón por la cual procuró ordenar sus ideas lo más fehacientemente posible.

 

- La historia es de donde venimos, y hacia donde vamos. - soltó el Weasley, cuando fue su turno, procurando no distraerse por la furiosa cabellera roja de la mujer que tanto había amado años atrás - En tiempos como estos un faro es, quizá, lo más necesario. Los humanos tenemos una tendencia a repetir nuestras historias. - agregó, a posteriori, con el fin de expresar un poco mejor sus ideas. Sabía que no había sido del todo claro y, de hecho, había más detrás de su razonamiento, pero el hombre había pedido respuestas escuetas y tampoco era una clase de filosofía.

 

Cuando fue el turno de Arya, y a pesar de que estaba preparado para escucharla, su voz derribó todas sus defensas. Se dio cuenta, entonces, que había olvidado su voz, y aquel sencillo pensamiento lo inundó de tristeza. ¿Por qué había olvidado lo dulce del tono de su voz, si aún recordaba todas las cosas que ella le había dicho? Su mente voló lejos, a una tarde soleada en la que el Weasley y la Macnair se encontraron bajo la sombra de un manzano, a las cuestas de un dragón y un tercero del cual Nathan con gusto se quería olvidar. Todo estaba allí en su memoria: el recuerdo y las palabras de la mujer jurando un amor eterno, intactas. Palabras que el viento se llevó, al igual que el tiempo borró de su mente la voz de la mujer como las olas que se llevan las huellas de los pies de la arena en el arrecife de un mar.

 

La voz del profesor interrumpió, una vez más, su tren de pensamiento. Le era irritante el tono de voz de aquel muchacho, y sus enunciados retóricos hacían poco por apagar la molestia que sentía. ¿Acaso no era él, el profesor? ¿Para qué le hacía todas aquellas preguntas, si en verdad no estaban en posición de decidir? Al fin y al cabo, terminarían haciendo lo que el precisara necesario para aprobar la clase. No podía mirarlo a él, no entendía por qué le causaba semejante repudio e irritabilidad, por lo que se concentró en lo único en la habitación que, sin mayor problema, podía mirar.

 

- Claro, profesor. Cuando usted diga.

Editado por Nathan A. Weasley

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Empezó a hacerle frío el ambiente el cual húmedo no era tan acogedor como le hubiera gustado desde un comienzo. Veía cuan densa la bruma que se iba creando frente a sus ojos la cual tocó usando un dedo y hacerle un pequeño círculo continuo, su vista aguda divisaba como una nube diminuta formarse en su miembro al ser manipulada mientras el maestro hablaba de algo como una interrogante que necesitaba ser resuelta para comenzar la extraña clase, escuchó la respuesta de su compañero Ryvak, aquel de cabellos fosforescentes.

No se había percatado de que le habían dejado el libro negro en su carpeta donde el se encontraba sentado un poco distraído, pareciera una enciclopedia, imaginó tantas leyes para memorizar y que eran necesarias para que el mundo mágico no se vuelva un caos.

Lo ti en sus manos ojeandolo un poco mientras otro hablaba de la historia bajo la pregunta de Burlando y este le comenzó a mirar de forma extraña. <<Supongo esperaría la respuesta a su pregunta, si uno hablo de leyes y el otro historia deduzco que me toca leyes a mi>>.

 

- El porque estoy aqui me conlleva el querer manipular los misterios más profundos de la fuente de la vida, aquella en la que nos encontramos , las leyes que son la esencia de uno mismo para mantener el orden, dentro de la cual buscamos un equilibrio y este equilibrio busca de la naturaleza mágica misma la esencia para poder entenderla para brindarle las posibles interpretaciones en el sistema. -

 

Agregó el Black Triviani ante las disyuntiva que hacia el maestro a su duda la cual le habia manifestado, tratando de complementar el asunto al que buscaba llegar este agrego:

 

- Para obtener mas conocimientos y saber aplicarlos en el momento jurídicamente justo u oportuno, maestro. -

 

Sabia bien que el trabalenguas era apropiado para complementar la situación, puesto hacer una parábola no seria adecuada, Supuso que seguidamente comenzaran a estudiar y obtener el cononociemto.

Escuchó algo de desnudos, así que se iban a desnudar cuandoble den el visto bueno, el comenzó a desabotonar su camisa dejando la entre abierta mostrando su torso el cual era cubierto por el sacó que llevaba puesto. Retiró su varita de su bolsillo u la mantuvo en mano mirando a que dieran la orden.

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Tomé asiento en la parte trasera quitándome el abrigo y doblándolo sobre mi regazo. Supe que todos se habían percatado de mi presencia e intenté ignorar la pregunta primera pues ¿Para qué uno asistía a una clase sino era por conocimiento, aprendizaje? pero cuando los ojos de Matthew por poco me perforaron la frente hice un ademán con la diestra, como ahuyentando el poco aire que allí había, despreocupada y dejé salir las palabras de mi boca mientras acomodaba mi pesada cabellera sobre uno de mis hombros.


—Necesitaba mantenerme ocupada, nada más.


Mentí, enarbolando una de mis más carismáticas sonrisas y soltando las puntas del cabello para llevar la palma a mi abultado vientre. Si bien allí todos estábamos a media luz sería imposible pasar por alto semejante circunferencia. Muchos recuerdos se afincaron en mi mente tratando de dilucidar cuándo fue la última vez que lo ví, pensando que todo lo que ahora vivía un día lo soñamos juntos, intentando rememorar el motivo de nuestra separación. Un escalofríos me recorrió la espalda así como sus ojos las curvaturas de mi cuerpo, desde las piernas hasta la cabeza, cualquier vestigio de aquel pasado era un borrón violento en mi memoria, algo que se empeñaron en hacer desaparecer con lejía, o magia.


Pero verdaderamente para lo que estaba lista era para la segunda pregunta de Triviani. Tuve varios intentos de cursar aquella clase pero ningún profesor me daba lo que quería. Viajar al pueblo de Salem era mi mayor anhelo, encontrar la gema por la que Sarah Good fue perseguida ¿Sabría Matthew que era la reencarnación de dicha bruja?


Tres generaciones habían pasado hasta que Lúthien se aprovechó de la pobre Sarah para quitarle sus poderes mágicos y convertirse en la primer Súcubo con varita. Estaba decidida a recuperar lo que me había sido arrebatado, si es que aquello a dónde nos dirigimos no era más que una dramatización de la época. Volví a ponerme mi abrigo y me puse de pie para caminar unos pocos pasos hacia el frente, quedando exactamente a centímetros de Weasley, Anthony y el Profesor pues el último muchacho en hablar estaba más lejos de mi.


—¿Nos trasladaremos en el tiempo o has montado un show?


Inquirí alzando una ceja pero sin perder el respeto que le debía por la posición en que se encontraba por sobre mi.

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