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Libro de la fortaleza — Setiembre 2020


Badru
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Badru permaneció junto al lago, a la espera de las dos alumnas con las que compartiría,por poco más de tres semanas, los conocimientos y poderes vinculados al Libro de la fortaleza. Su atuendo no variaba respecto al que solía emplear en todas sus lecciones: El pañuelo amarillo cubriendo su rostro hasta la altura de la nariz, las grebas cubriendo sus piernas, un peto protector y al hombro y sobre su espalda desnuda, un carcajar con flechas de poderes bastante particulares. Aunque sereno en apariencia, su mente bullía de ideas.

 

Era una experiencia diferente, y había curiosidad en el interior del guerrero, por saber de qué manera las dos mujeres asumirían aquel desafío. La magia uzza era en principio, en sí misma, un desafío para todos aquellos magos europeos que durante siglos no habían necesitado aprender de la magia de ningún otro lugar, y que con frecuencia solían despreciarla de la misma manera que a sus portadores.

 

Pero los tiempos habían cambiado, los intercambios entre lugares eran cada vez más crecientes, y las guerras también lo eran. ¿Vendrían Isabella y Ariadna con intenciones de aprender sobre esa magia para servirse de ella en los tiempos turbulentos que corrían por todo el viejo continente? ¿Podrían además de dominar los hechizos, comprender la filosofía que estos entrañaban? Era difícil saberlo, a decir verdad Badru dudaba de ello, pero eso no lo detuvo de otear una vez más el horizonte. Bajo sus pies descalzos, la arena era rugosa y caliente, pues el sol estaba en lo más alto y ninguna nube le hacía sombra.

 

Fortaleza podía englobar muchas acepciones. Algunos la entendían como complementaria a la fuerza, había religiones en el mundo que la incluían como una virtud a poseer, y para los uzzas la palabra se vinculaba de forma íntima al hecho de resistir ante las situaciones adversas y adaptarse al entorno, conociéndolo hasta en el más mínimo detalle. La alta temperatura era tan solo la primera pista sobre eso. Era por eso que en el escueto pergamino que sabía les había llegado de parte de la institución, informándoles del inicio de la enseñanza, había pedido específicamente que se agregara una pregunta, que ellas tendrían que responder en cuanto llegasen.

 

¿Por qué consideraban importante aprender el Libro de la Fortaleza y la magia uzza?

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Su carta había llegado solo hacia un par de días, y desde que tocó sus manos y la leyó una ola de ansiedad la envolvió. Estaba esperando aquella clase con mucha determinación desde que compro el libro. Sin duda cuando lo comenzó a leer y a encontrarse con todos los hechizos y poderes que contenía, no podía esperar para que le enseñaran a usarlo.

 

Con una sonrisa desapareció de los límites del castillo, rumbo a su clase con el antiguo guerrero Uzza, la carta decía que las esperaría a un lado de un lago conocido. Por lo que pensó que su compañera a la cual aún no tenía el placer de conocer, estaría ya ahí cuando llego.

 

Pero mientras aparecía en el lugar a solo unos metros alejada de la única figura en aquel sitio, sabía que aún esperarían un poco más a que llegara Isabella.

 

La bruja venía vestida con su habitual ropa de cuero negra y un corsé de color negro con verde que contrastaba con su cabello azul. Sus botas de motorista le daban un aspecto más rudo a su vestimenta y la gabardina negra complementaba su atuendo.

 

--Buenas Tardes-- comentó en cuanto llego delante del maestro y mientras lo hacía se acordó de la pregunta que debía contestar apenas llegara al lugar --Considero importante aprender el libro de la Fortaleza porque es importante conocer que tanto podemos adaptarnos a nuestro entorno y tener la fortaleza de prevalecer ante las circunstancias y sin duda la magia Uzza es de las más antiguas por lo que sus conocimientos son invaluables y complementan nuestra formación como hechiceros--

 

Esperaba que la respuesta fuera de su agrado y que no la reprobara con la primera impresión.

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El aire caliente del desierto impactó directamente sobre su rostro obligándola a cerrar los ojos para evita que la refinada arena se metiera en ellos. El viento ondeaba con suavidad la delgada tela blanca del vestido holgado que llevaba aquel día, un color que desentonaba demasiado dentro de su armario sin duda alguna, pero sabía que si optaba por sus típicas túnicas negras el calor del páramo terminaría insolándola y no podría llevar a cabo el desafío colocado por el Uzza.

 

Se quedó un momento observando a la distancia el lago, admirando con detenimiento como una figura femenina se acercaba hasta el guerrero, su compañera, asumió, intentando mover los pies hasta su dirección, pero lo único que había logrado era que la arena caliente se le escurriera entre las sandalias bajas; estaba petrificada como si de una estatua de sal se tratara y entre aquel calor sofocante capaz de derretir un cubo de hielo en tan solo un segundo, Isabella sintió frio.

 

El efecto helado recorrió su columna vertebral haciéndola estremecer dejando su nerviosismo a flor de piel; por primera vez ella en su vida y, después de un largo tiempo de ausencia, iniciaba su camino hacia lo completamente desconocido, pero estaba si de algo estaba segura era de que ella estaba preparada para enfrentar nuevos retos. Suspiró, dejando escapar toda la tensión de su cuerpo por la delgada línea que formaron sus labios entre abiertos y avanzó a su encuentro.

 

¿Por qué ella consideraba aprender el libro de la fortaleza y la magia Uzza?

 

Aquella pregunta la había atormentado día y noche desde que recibió el pergamino y la infinidad de posibles respuestas se habían formado un torbellino dentro de su cabeza, con un martilleo incesante que le quitaba el sueño. Una pregunta sin dudas demasiado sencilla sin lugar a dudas pero que le había devanado el cerebro.

 

Inclinó la cabeza en dirección a Badru en cuanto se acercó, a modo de un cordial saludo y luego giró hasta la mujer de cabellos azules que estaba a su derecha. —Isabella Hawthorne, un gusto — Se presentó para luego fijar sus obres platinados hasta los profundos del guerrero y, con aquel semblante inexpresivo que la caracterizaba contestó a su pregunta con lo primero que se le vino a la mente: — El conocimiento es poder, sobre todo en estos tiempos y la magia Uzza es una de las más antiguas y poderosas, y yo soy una persona demasiada ambiciosa de poder.

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- Sus ropas no parecen las más adecuadas para adaptarse a este entorno en que nos encontramos jovencita- comentó Badru tras ver de pies a cabeza a Ariadna deteniéndose especialmente en la gruesa gabardina que traía- pero si está cómoda en él para todo lo que realizaremos el día de hoy, no tendría que representar un problema- saludó con un gesto de cabeza la llegada de la otra alumna- Su compañera en cambio, parece haber comprendido esto un poco mejor. Aunque no lo parezca, incluso algo tan sencillo como la indumentaria, puede darnos una primera pista sobre nuestros oponentes en una batalla.

 

Los consumados duelistas de todas las latitudes del mapa lo sabían bastante bien, por eso siempre escogían con cuidado sus vestimentas para un enfrentamiento. De cualquier modo, con ambas presentes, era el momento de seguir avanzando en la senda de aprendizaje que les esperaba. Le había resultado interesante la seguridad de Hawthorne para observarlo directamente a los ojos y reconocer sus ambiciones de poder, porque esa ambición, en la particular visión del guerrero, era vital para desarrollarse.

 

Con un sencillo movimiento de sus manos, las copias del libro de la fortaleza que ambas mujeres tenían salieron de su alcance y se posicionaron frente a cada una, abriéndose para detenerse en la página que mostraba una primera lista de hechizos. Merced a la magia del uzza, las descripciones de los mismos que habían permanecido ocultas, comenzaron a emerger.

 

- En la magia uzza encontrarán que existen hechizos que pueden ejecutarse con el uso directo de la varita, y que se sirven de ella como catalizador de la magia. Pero también existen otro tipo de hechizos, que solo pueden ejecutarse con mucha concentración o a través de otros objetos que concentren dicha magia. Los que ven en este momento pertenecen a ese segundo tipo. Leánlos con detenimiento y colóquense los amuletos.

 

En las dos páginas que podían verse en ese momento, se leía resaltado en un extraño brillo dorado los títulos Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos, Anillo de Escucha, Anillo Detector de Enemigos, y amuleto de curación. Badru consideraba que las descripciones ya decían bastante de la mecánica de funcionamiento y de todos modos no era el estilo de la enseñanza uzza repetirles todo lo que el libro ya ponía, porque se aprendía mejor experimentando en carne propia los efectos.

 

- Su primer desafío empieza ahora. Serán transportadas a una cárcel, y acusadas de un delito. Deberán mantenerse a salvo en esa cárcel y averiguar la forma de salir de ella, ilesas, y averiguando además quien fue el que los acusó. Tienen tres horas para ello, y solo podrán usar los hechizos que acabo de mostrarles para conseguir el éxito, así que úsenlos sabiamente. ¿Trabajo en equipo? Si lo desean, yo lo aconsejaría.

 

No dijo nada más, y su varita se convirtió en una vara de cristal que al chocar contra el suelo bajo los pies de ambas mujeres, abrió un portal para llevarlas a ese otro espacio, una mugrosa celda donde apenas la luz se filtraba por una minúscula abertura en lo alto, demasiado pequeña para que pudiesen escapar. Y frente a ellas gruesos barrotes impedían también el paso. Lo único que tenían cerca era un par de molestos guardias que jugaban a los naipes en ese instante.

 

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La Macnair estaba un poco desconcertada, su vestimenta no le había importado antes, pero sin duda podían pensar que no podría moverse con facilidad con la misma. Ella estaba tan acostumbrada a llevarla que no se le hizo raro no cambiarse de ropa, solo para intentar verse mas cómoda posible se quito la gabardina que llevaba encima y la metió en su monedero de piel de moke que traía consigo.

 

Después de comenzar a escuchar lo que decía el guerrero parado frente a ellas, miro las palabras que salían del libro y los amuletos con los que contaban, eran tres anillos diferentes y un amuleto. Nunca había usado anillos antes así que cuando los tomo y se los puso, pudo notar la diferencia que hacia en sus manos. Al escuchar lo de la cárcel en la que estarían, frunció el ceño, si bien ella debía estar en alguna desde hace un par de años. No sabia lo que era estar encerrada en un espacio tan minúsculo y ademas intentar salir de ahí.

 

Termino esos pensamientos con seguridad y volteo a ver a su compañera, no se conocían de nada la verdad, pero esperaba que pudieran trabajar bien en compañía para poder cumplir con los objetivos que les habían dado. Se abrió un portal en el que las trasportarían y después de unos segundos se encontraron en la celda, era pequeña y oscura, olía un poco a humedad y se veía que solo un par de oficiales estaban jugando a los naipes.

 

-Bueno hay que idear algo, no creo que tengamos mucho tiempo para averiguar quien nos metió en la cárcel. Así que podemos utilizar el anillo de escucha y saber porque estamos aquí- espero a que su compañera le diera la razón y tomo el anillo para poder escuchar a los guardias.

 

En breve se empezaron a oír sus voces mas nítidas y ellas no podían descifrar su conversación en un principio.

 

-Parece ser que tenemos a dos prófugas buscadas desde hace mucho tiempo- comento uno de los guardias que tenia el pelo rubio.

 

-Sin duda quien las delato parecía ser su amigo, porque las hallaron en una de sus mansiones- dijo el de cabello castaño, y siguió jugando en su turno.

 

-¿Como era su nombre?-

 

-Creo algo así con Ryan...Ryvak...-

 

-oh si, un chico de cabello verde, pues menos mal que era su amigo. Imagínate si hubiera sido alguien que las odiaba, hubiesen terminado muertas-

 

-Si, es posible. Pero por la recompensa es probable que yo también lo hubiera hecho...-

 

Ariadna ya no pudo escuchar mas y volteo a ver a Isabella, quien la miraba con ojos desconcertados, ninguna se creía que Anthony fuera capaz de hacer una cosa como aquella.

 

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Atrapó la comisura de su labio inferior con sus dientes, mientras que sus ojos destilaban aquel brillo violáceo que aparecía cada vez que aquella sensación de deseo se apoderaba de su cuerpo. Al fin podría empezar a practicar aquella magia que había ansiado por tanto tiempo, por lo que no dudó en colocarse los anillos en tres de sus dedos y aquel amuleto que colgaría de su cuello de ahora en adelante.

—¿Tres horas? ¿Trabajar en equipo? —Cuestionó, dejando de admirar las sortijas que ahora adornaban sus finos y largos dedos, para volver su marida a la mujer de cabellera azulada. Inspiró profundamente, dejando que el aire caliente le quemara las fosas nasales y que viajara hasta sus pulmones provocando que su pecho se inflara. Había asistido a la clase lista para el combate, deseando poder lanzarle un par de hechizos a su contrincante, pero ahora se suponía que ¿trabajarían juntas?

Dejó que la bocanada de había estado reteniendo en sus pulmones saliera por la ranura de sus labios, absteniendo el deseo arrebatado de cuestionar al guerrero, después de todo estaba ahí para acatar las órdenes y no para generar una discusión innecesaria como las que siempre provocaba. —Excelente... — Masculló entre dientes, dejando que el arcano prosiguiera con las indicaciones sobre la prueba que ambas debían de afrontar para poder aprobar.

La brisa sofocante del desierto cesó al momento en el que su cuerpo atravesó aquel portal, sintiendo abruptamente el cambio de temperatura en aquella gélida celda. El olor a animal muerto, agua estancada y polvo suelto le quemó las narices haciéndola estornudar y a continuación su respingada nariz se arrugó, mostrando en su semblante una expresión de repugnancia. Con anterioridad se había lamentado solamente contar con tres horas para salir de allí, pero ahora... lo único que quería era lanzarle un Imperius a alguno de los guardias para poder escapar cuanto antes... pero conocía las reglas y conjurar aquel maleficio no estaba dentro de ellas.

Se limitó a asentir ante la propuesta de la bruja, no podían darse el lujo de desperdiciar ni un maldito segundo de su tiempo, debían empezar a actuar cuanto antes, de lo contrario terminaría vomitando en la mugrosa letrina que estaba en uno de los rincones. En cuanto Ariadna activó el Anillo Escucha, la conversación entre ambos guardias llegó hasta sus oídos.

Isabella permaneció en silencio, con los labios entreabiertos mostrando el desconcierto que portaba su semblante. —Anthony... —Lo nombró, sintiendo como su nombre rasó su garganta como si de un millón de agujas se tratara antes de salir. Sentía que estaba a punto de desmayarse justo en ese momento, pero nada de eso era real, o al menos eso era lo que la banshee sostenía entre sus pensamientos, intentando mantener la poca cordura que había empezado a perder estando dentro de esa prisión.

Giró el anillo de bronce que portaba en el de do anular, para activar la Salvaguarda para oídos indiscretos e impedir que los guardias escucharan el plan de escape que debían formular. —Vamos a pelear —. Sentenció, haciéndole caso a aquellos arranques de impulsividad que determinaban aquel colérico carácter que portaba. —Vendrán a separarnos y será el momento indicado para atacarlos y poder huir de este apestoso lugar.

Y, sin siquiera esperar una respuesta de su parte y tomándola completamente por sorpresa, le arremetió un golpe a puño cerrado en la mejilla derecha provocando que la bruja quedara lo suficientemente confundida como para poder avanzarse sobre su cuerpo y que ambas terminaran en el suelo jalándose los pelos.

 

 

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Susurro su nombre, ella no pudo ni siquiera mencionarlo. Sabia que era solo una ilusión, pero igual dolía, el chico siempre estuvo ahí para ayudarla en muchas cosas y se notaba que era alguien solitario con necesidad de compañía. Alejo las ideas que sin duda afectaban al desafío que estaban presentando en aquel momento.

 

Movió las cejas hacia arriba, sintiendo la adrenalina de la pelea en sus venas. Nunca había sido partidaria de hacerlo con los puños, pero no era posible usar hechizos normales con su varita. Así que se tenían que limitar a usar los del libro.

 

Isabella no espero a su respuesta de afirmación por el plan, cuando el puño de su mano impactó de lleno en la cara, la furia la inundó, sintió como un cardenal comenzaba a formarse en donde le impactó el golpe. Sostuvo la otra mano de la chica y con su puño impactó de lleno en el costado de la cara de su compañera. Era claro que teníamos que hacerlo real para que sin duda vinieran a separarnos.

 

Pocos segundos después las dos estábamos en el piso, intentando golpearnos y jalarnos el cabello. Para el momento que los guardias se dieron cuenta de que era enserio, nos empezaron a gritar.

 

—¡Hey, Separense! Las dos alto ahí golpearon la puerta con sus macanas y como no hicimos ningún caso, procedieron a abrir la puerta entrando los dos y separandonos uno con cada una. En aquel momento solo era cuestión de segundos para poder noquearlos, cada una se hizo responsable por el que la tenía agarradas.

 

Lanzo un pisotón al que la tenía agarrada por la espalda y alzo su cabeza para darle un cabezazo, pronto quedó noqueado en el piso e isabella también tenía el suyo noqueado.

 

-Es momento de usar los amuletos de curación y salir de este lugar- comento la Bruja con una sonrisa, era fácil ver que su compañera no le gustaba trabajar en equipo, pero siempre era una buena opción si estabas intentando aprender algo. La unión hace la fuerza eso había escuchado en el mundo muggle durante su estancia por ahí. Usaron las dos el amuleto y salieron de la jaula, dejando encerrados a los guardias con sus propias llaves.

 

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El fuerte impacto del puño cerrado de aquella mujer sobre su pómulo derecho ardió sobre la piel; el golpe había sido aplicado con tanta brusquedad que le provocó un prominente corte de forma horizontal que atravesaba completamente su mejilla. Ante aquel dolor se vio obligada a soltar un aullido feroz que forzó a aquel par de guardias rechonchos a desviar la mirada de su baraja de naipes y posicionarla directamente sobre ellas. —¡Me la vas a pagar, Macnair! — Bramó, sintiendo como su malar hinchado comenzaba a palpitar y aquella sustancia escarlata descendía manchando su nívea tez.

Si algo había aprendido al estar rodeada de hermanos en una familia tan loca como la Ravenclaw había sido a defenderse, por lo que no dudó ni un segundo en enterrar sus perlados dientes sobre el hombro izquierdo de su víctima mientas que se subía arriba de su cuerpo en horcajadas para impedir su movilidad. Aquella pelea ficticia prontamente se transformó en una verdadera batalla campal; había logrado enmarañar el cabello azul entre sus dedos y jalarlo hacia un costado, en un intento por mantener la movilidad de la bruja bajo su poder y, cuando estaba a punto de embestirla nuevamente sintió como unas fuertes y grandes manos la apartaban de su rival de forma brusca.

¡Eh sepárense! —Exclamó el que aparentaba de mayor edad mientras intentaba levantar a Ariadna del piso desde los hombros.

Te dije que debíamos tenerlas en celdas separadas, Fred —. Reprochó quien tenía a Hawthorne alzada desde la cintura provocando que sus pies se elevaran un par de centímetros del suelo, pero no se daba por vencida y seguía forcejando contra aquel comisario regordete, lanzando patadas a diestra y siniestra hasta que recordó que aún conservaba su arma mágica en la liga sujeta a su mulso izquierdo.

No nos quedan más celdas vacías, zopenco — Rozó la yema de sus dedos con su madorosa amiga mientras la desvainaba y, aprovechado la distracción de ambos guardiacárceles, enterró la punta de su varita de espino en uno de sus ojos. Las manos que la apresaban soltaron el agarre dejándola libre e Isabella no perdió oportunidad para empujar al hombre, quien perdió el equilibrio y cayó al suelo impactando la cabeza contra el borde de la letrina.

Jadeó, sintiendo la adrenalina correr por sus venas, recargando el peso de su cuerpo sobre sus rodillas. —*****.... Ha estado demasiado intenso —. Masculló sofocada, limpiándose la línea de sangre que corría por su mejilla, para luego tomar el Amuleto de Curación y sanar por completo su herida. —Tenemos que salir de este lugar, no olvides robarle las llaves y dejarlos encerrados aquí adentro, como la escoria que son —. Escupió las últimas palabras con asco, sintiendo un escalofrió que le recorrió el cuerpo al recordar lo osado que había sido ese muggle para ponerle sus asquerosas manos encima.

Luego de que la bruja acatara sus órdenes -sí, porque la blonda era demasiado autoritaria- avanzaron sigilosamente por el largo y oscuro corredor, mirando hacia ambos lados cada vez que se cruzaban por algún pasillo. —¿Dónde estará la salida? — Inquirió, más para sí misma que para su compañera, pero un par de murmullos proveniente del próximo pasadizo la hizo detenerse en seco y retroceder hasta esconderse en una habitación blanca, un poco más iluminada que el resto. Un baño.

Apoyó su dedo índice sobre sus labios en forma de corazón, indicándole a la Triviani que guardara silencio, mientras ella le daba media vuelta a la sortija que estaba en su dedo anular que era nada más ni nada menos que el Anillo Detector de Enemigos.

 

 

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