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La 184


Syrius McGonagall
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Desde su derrota electoral, Nathan había tenido que asumir grandes cambios en su vida a pesar de que estos habían tenido lugar en poco menos de medio mes. Luego de sus cortas vacaciones en la India, de las cuales no tuvo más remedio que volver cuando Kaori se apareció para buscarlo y comentarle los pormenores de la situación actual, había recibido sendas cartas y misivas con amenazas e insultos acerca de cómo le había fallado al ex-Ministro en su misión de asegurar el préstamo por parte del FMI y que, por ende, todos los sucesos relatados por él a continuación de su reunión con la directora del Fondo eran una mentira. Como resultado de dicha correspondencia, había decidido dar un paso al costado y renunciar a su puesto como embajador por Gran Bretaña en el FMI mágico.

 

Por fortuna, el mismo día en que había presentado su renuncia, su amiga y directora del Fondo: Mía Black Lestrange, le había extendido una vez más su cálida y generosa mano para formar parte de su equipo de asesores dentro del Fondo Monetario Internacional Mágico. Inicialmente preocupado por la óptica que tomaría ante la comunidad aquel posicionamiento, el Weasley había terminado por aceptar dado que aquello le proveía la oportunidad perfecta de mantener a Gringotts en el auge de todos los desarrollos y progresos financieros mundiales, a la par que satisfacía su ya no tan reciente pero aun vivaz animosidad por las finanzas y el los sistemas bancarios.

 

Días después de haber tomado el cargo, llegó su primera misión.

 

Aparentemente, en una de las islas del estado de Hawaii, magos y muggles estaban formando una coalición que – milagrosamente – buscaba aunar esfuerzos y recursos en pos del bien de ambas comunidades. La información con la que el FMI contaba acerca de dicho proyecto era por demás limitada, pero debido a los sucesos vividos por ambos tanto Mía como Nathan acordaron que sería una potencial inversión invertir en dicho proyecto, razón por la cual el Weasley había sido comisionado con la tarea de evaluar el potencial rendimiento financiero de la operación y de prestar su mano a la coalición a fin de cumplir con cuales fueran sus objetivos.

 

Nathan estaba extremadamente agradecido, aquel era el cambio de aire que necesitaba y, por otro lado, las playas Hawaianas no eran tan distintas del paraíso índico en el cual había vacacionado recientemente. La limitada inteligencia de la que el Fondo disponía lo llevó a una vieja estación de bomberos, en cuya puerta rezaba un número trazado con pintura relativamente fresca – a juzgar por su contraste con la puerta oxidada sobre la que yacía – el 184. Para su sorpresa, había alguien en la puerta esperando entrar, y ese alguien era nada más y nada menos que Hobbamock, ex-líder y compañero de la Orden del Fénix.

 

- Mira a quien me encuentro aquí. – soltó, al tiempo que le daba un suave golpe en el hombro. – ¿Te han dejado afuera cuando sabían que eras tú o qué? – agregó, bromeando.

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Bel Evans Ollivander

 

La sencilla respuesta que Matt había dado al capitán Tolleman, respecto al porqué los crups se mostraban belicosos con los nomaj me dejó pensativa mientras acomodaba el refugio temporal para los cachorros, y veía a los dos magos del FBI trasladar a los animalillos. Podía ser algo bastante pequeño, pero no dejaba de resultarme significativo que años atrás, había llegado a ser cabeza del departamento de criaturas, y hoy, la mejor forma en que podía ayudar era no estorbando el trabajo de ambos hombres.

 

"Tiernos y prejuiciosos demonios".

 

La historia tras el origen de los crups revelaba que las tensiones y desconfianzas entre mágicos y no mágicos no era un problema solo del presente, aunque acaso y por primera vez, la caída del estatuto del secreto estaba dando la oportunidad de asumirla de nuevas maneras, aunque las clásicas posturas desde ambos lados de pelearse y declararse la guerra siguiesen estando también muy presentes. Con todo, en el tranquilo ambiente del 184, esos problemas parecían bastante lejanos.

 

Con Matt de vuelta, debían retomar la inconclusa actividad de limpieza de los baños, y para nuestra suerte, una nueva joven se sumaba al equipo con más productos. La sonrisa con que había recibido los productos, mientras ella se asomaba al refugio de los crups había sido imposible de ocultar, pero ¿qué tenía que ocultar? Pocas veces había tenido más celos de Catherine, que cuando minutos atrás era capaz de dejar reluciente hasta la loseta más mugrosa, sin tener que mojar ni la suela de su bota.
- Recuerdo que cuando trabajaba en el departamento de Criaturas, se llevaban adelante muchas investigaciones sobre comportamiento de animales mágicos, y las posibilidades de modificar conductas. Era todo un debate sobre cuanto tenía que ver la naturaleza y cuanto los patrones de crianza. Yo creo que no perdemos nada con intentar, además que allí también podríamos aprovechar los conocimientos de ambos lados. Tengo entendido que la biología muggle ha hecho progresos increíbles con muchas de sus especies.
La propia Myhkaila que tan abiertamente había comentado sobre su amor por los animales era ya alguien que podía formar parte de esa comisión. E incluso yo misma estaba más que interesada en participar. Animada por esa idea, iba con las cubetas justo por detrás de Matt, preguntandole a la joven paramédica sobre sus aventuras en el cuerpo de bomberos, cuando de repente, Ironwood se detuvo de improviso, obligándome a parar apresuradamente también. No era capaz de ver que era lo que se le había aparecido, provocando esa reacción, pero no pasó mucho tiempo antes de que pudiera saberlo.
Un patronus se le había aparecido con un escueto mensaje, que no tardó en comunicarnos. ¡Nada menos que el ex líder de la odf se estaba sumando al proyecto! ¿o sería solo una visita corta? Vi en la posibilidad de guiar a Hobbs, la oportunidad perfecta para ahorrarme un poco del trabajo de limpieza, y decidí que tenía que tomarla.
- Si dice que está en la entrada puedo ir a darle la bienvenida por ti, Matt. Total, que de los tres que estábamos con la limpieza, era la que menos progreso tenía.
No le di tiempo para evaluarlo mejor, porque ya estaba poniéndome en marcha hacia allí. Era incapaz de recordar cuando era la última vez que había visto a Hobbamock, e iba ser sorprendente verlo tras todos los sucesos acaecidos, pero la sorpresa fue mayor cuando no lo encontré solo, sino charlando con otra persona, a quien sí que recordaba bastante bien, pues había sido mi jefe de casa en mi época estudiantil en la Academia de Magia y Hechicería, y en tiempos recientes, su sonada postulación a primer ministro lo había puesto en el centro de todas las miradas.
- ¡Sean bienvenidos a la 184! ¿A qué debemos el honor de visitas tan importantes?- haciendo una teatral venia hacia ellos, los invité a pasar conmigo al interior de las instalaciones mientras venciendo la timidez, me animaba a estrechar la mano de Hobbs y abrazar a Nathan, con quien tenía más confianza- Las cosas aquí, ya se estarán dando cuenta, son bastante distintas a lo que viene sucediendo en Londres. Pero créanme que personas dispuestas a poner el proyecto en marcha es lo que más necesitamos.
¿Que dos personas que públicamente habían aceptado su adhesión a la orden del fénix estuvieran presentes podía significar que el bando iba vincularse también? Quería preguntárselos, pero me contuve, porque hacerlo iba significar abrir la puerta a temas sobre un bando al que, lo había decidido ya, no estaba dispuesta a regresar, bajo ninguna circunstancia. Lo malo era que teniendo allí a Nathan, temía que admitir eso en voz alta pudiese ser especialmente doloroso.

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Matt Ironwood.

 

 

Era impresionante el legajo de Bel, al escucharla hablar sobre su periodo en el Departamento de Criaturas Mágicas del Ministerio del Reino Unido donde no solo trabajó sino que lo lideró demostraba lo experimentada, hábil y llena de conocimientos que era la bruja, sin duda un miembro invaluable y sumamente necesario para el proyecto de la 184.

 

-Si, aunemos fuerzas, además toda estación de bomberos debe tener un perro – sonrió el mago observando a las tres mujeres.

 

Estaba por volver a retomar la limpieza de los baños cuando un fulgor de luz blanca apareció de la nada frente a el interponiéndose en su avance, la calidez del Patronus lo envolvió y una voz conocida emergió de la luz anunciando un arribo. Hobbamock, ex líder de la Orden del Fénix, compañero de bando y hermano Paladín se encontraba fuera, el castaño se giró hacia Catherine y Bel, no les había informado de su invitación a la Orden del Fénix a colaborar en aquel proyecto.

 

Pero antes de que tuviera oportunidad de hacerlo Bel se le adelantó, diciendo que ella se ofrecía a darle la bienvenida al Graves – Bien, pero voy avisarle al Capitán de la llegada de Hobbamock – replicó el castaño. Mientras Bel se alejaba rumbo a la entrada para recibir el mago, el ojiazul dejó los baldes cargados de productos de limpieza junto a Catherine y se fue hacia la cocina donde Tolleman se encontraba trabajando.

 

Tolleman junto a Theseus y Marie Anne una ex miembro de las Fuerzas Armadas trataban de reparar el viejo refrigerador. Por su aspecto y aquel espantoso color azul de la pintura parecía ser un modelo que nació y murió en los 80s y desde entonces parecía no estar dispuesto a que lo molestara en su retiro.

 

-La mejor forma de repararlo es comprando un nuevo – se anunció desde la entrada Matt y los tres se giraron al escucharlo, todavía sonriendo el mago se acercó al grupo – Pero seguramente alguna que otra cosa de este amigo podemos aprovechar –

 

-El problema es que el presupuesto que manejamos para la 184 no deja mucho margen para gastos extras – Tolleman cerró la puerta del dañado electrodoméstico – Es un lindo proyecto pero ni el gobierno mágico ni el gobierno no mágico quieren arriesgar mucho, no los culpó algo como esto nunca se hizo antes, de todas formas buscaremos como solucionar el problema del refrigerador –

-¿Qué sucede Matt? ¿Otras criaturas mágicas en el baño? – preguntó el Capitán.

 

-Tenemos visitas, un nuevo compañero ha llegado, Bel lo está recibiendo en este momento –

 

Momentos más tarde Matt caminaba junto al Capitán Tolleman rumbo hacia Bel que para sorpresa del mago no solo se encontraba acompañada por Hobbamock sino que por nada más ni nada menos que Nathan Weasley, ex candidato a Ministro de Magia en las pasadas elecciones, además el miembro del FMI Mágico era un compañero de bando, era una grata sorpresa para Matt encontrarse con el par de magos, no esperaba que la Orden aceptara la invitación tan pronto sabiendo de los problemas que sacudían las islas británicas.

-Capitán Tolleman, ellos son Hobbamock Graves con el cual he trabajado en varias ocasiones y Nathan Weasley miembro del Fondo Monetario Internacional Mágico – Matt presentó al par de magos mientras estrechaba sus manos.

 

-Bienvenidos a la 184, soy Clark Tolleman Capitán del Escuadrón, un placer recibirlos – el experimentado bombero se acercó a saludar a los recién llegados – Como podrán notar nos encontramos rehabilitando la estación, pero si gustan hay café en la cocina y una barbacoa de bienvenida se está cocinando en el patio trasero, allí podremos presentarle al resto del equipo y conocernos un poco más – terminó de recibir a los magos.


 

 

@@Rory Despard @ @ @

 

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Hobbamock se mostró algo incómodo ante las palabras del Weasley, quien de inmediato se reprochó a sí mismo por su a veces ácido sentido del humor. Ni siquiera tuvo tiempo de corresponderle el saludo en cuanto la puerta de la vieja estación de bomberos se abrió, y detrás de ella apareció nadie más y nadie menos que Bel Evans McGonagall. De inmediato, Nathan fue retrotraído varios años atrás, en sus épocas de Jefe de Casa de los Dragones de Lancashire en la Vieja Academia de Magia y Hechicería, y sin embargo no recordó eso en primera instancia sino la extraña situación – cuyos detalles no recordaba por completo – durante la cual él y la muchacha se habían besado, lo cual fue propiciado por el cálido abrazo que recibió de parte de ella y que no temió en corresponder de igual manera.

 

Bel, qué sorpresa verte por aquí. – se apresuró a decir, antes de que ella pudiese fijarse en el leve tinte de rubor que se había dibujado en sus mejillas, las cuales siempre parecían hablar más de lo que el Weasley quería. – ¿Cómo has estado? Hace mucho no te veo... – hizo una pausa; ahora que lo pensaba, hacía ya años desde la última vez que la había visto en el Cuartel de la Orden del Fénix... ¿acaso había abandonado sus filas? – ¿Qué tal va todo? – agregó rápidamente, buscando excusarse de hacer la pregunta que tenía en sus mentes pero que por obvias razones no dejaría salir de sus labios.

 

Antes de que la muchacha pudiera responder sus preguntas, un muchacho apareció detrás de ella quien se presentó rápidamente como Matt. Nathan estrechó su mano firmemente, y procedió a seguir al joven dentro de la estación; a simple vista, era obvio que apenas estaban comenzando a organizarse, dado que había varias personas trabajando en distintas tareas de manutención a lo largo de la ella. Sin embargo, aquello lo hacía aún mas emocionante: si el proyecto tenía éxito, y Nathan debía admitir de que tenía bastante potencial para hacerlo, sería genial recordar el cómo había empezado y hasta donde había llegado en un final. Su mirada paseante fue distraída por otro hombre de constitución fornida, Clark, quien era el capitán de la estación.

 

Un gusto en conocerlo. – concedió Nathan, no respondiendo con su nombre dada la previa introducción de parte del Ironwood. – Es un gusto para mí estar aquí viendo de qué trata este tan curioso proyecto, y lógicamente prestar mis manos para lo que sea que necesiten. Verán, vengo en representación oficial del Fondo Monetario Internacional Mágico a hacer una misión de reconocimiento sobre el potencial de esta 184; no puedo hacer ninguna promesa, pero si puedo admitirles que mi jefa está entusiasmada con patrocinar este proyecto. – comentó, y escuchó su estómago rugir en mención de la barbacoa. – Aceptaré el café por ahora... so, ¿en qué ayudamos?

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La bruja vio a los crups desaparecer cargados en brazos de los magos del FBI antes de volverse hacia la tarea asignada de nuevo. No era que no le interesara la idea, si no que no compartía el entusiasmo de los otros y no quería arruinarles el panorama. Para ella, era claro que los crups habían recibido esa modificación con una poderosa magia, que había conseguido esos resultados en un ancestro remoto ¿cómo iban a hacer ellos para averiguar exactamente qué cosa había cambiado en ellos, adivinar en qué punto? Intentar abarcar eso no solo era trabajoso, era ilusorio.

 

Catherine todavía se encontraba estática sobre las losetas recientemente limpias del baño, cuando notó que no era la única que no estaba haciendo algo pero no se debía (a diferencia de ella) porque hubieran estado sumidos en sus pensamientos si no por algo mucho más concreto: un patronus se había materializado justo enfrente. Catherine reaccionó echándose para atrás: fue un movimiento apenas notorio y aún así bastante comprometido. Se compuso enseguida ¿alguien habría notado su reacción? Esperaba que no.

 

La bruja juraba haber visto a ese animal traslúcido en particular en algún punto pero su cerebro se negaba a darle el nombre de su propietario. Además, estaba también con ellos una nueva muchacha de la que -al parecer- se le había escapado el nombre por andar distraída, cuando Ironwood la mencionara. Cuando el patronus comunicó su mensaje, Catherine por poco soltó un suspiro: por supuesto, el ex-líder de la orden del que sabía muy poco, casi nada, ya que había sido una completa lunática, apátrida y fugitiva por casi la totalidad de su período. De eso, nada dijo.

 

En cambio, ver a Evans salir apresurada para recibir a Hobbamock, conociéndola como la conocía y adivinando que buscaba librarse de la limpieza todavía a medias, por poco la hizo sonreír. Por poco.

 

Decidió volverse entonces hacia su tarea (su guerra con la mugre) mientras Ironwood iba a informar a Tolleman del asunto. Se concentraba sobre todo en las áreas que lucían difíciles (o del todo imposibles) para la limpieza no mágica y estaba tan concentrada en su tarea, que no notó a la figura pelirroja que se deslizó detrás de ella, con un "Booo" muy teatral. Catherine se volvió, varita en ristre, con la amenaza lista en los labios.

 

—Vuelve a hacer eso y desearás no haber nacido.

 

La risa, tintineante y musical, reverberó en las losetas del casi desolado baño. Todos habían ido a recibir a los invitados y la muchacha, cuyo nombre se había perdido, había marchado con Ironwood. Estaban solos. Catherine entrecerró los ojos con desconfianza: si Richard estaba allí, no solo significaba que algo se cocía más allá de la superficie en la 184 si no que Bel estallaría. No era ningún secreto, la animosidad de la bruja hacia él. Era más difícil de decir si Richard se sentía afectado por ella o no.

 

—¿Por dónde entraste?

 

Se suponía que Catherine estaba allí para vigilar ese tipo de cosas y, debido a que parecía haber una seguridad excelente, eso la había hecho confiarse. Sin embargo allí estaba, un perfecto extraño para la misión, observándola con expresión torva en medio de sus actividades:

 

—Puerta trasera, caminando ¿sabías que están cocinando una barbacoa deliciosa en grandes parrillas a cielo abierto? Seguro consigo pescar una porción gratis. También hay un montón de gente... vestidos todos parecido. Demasiada.

 

Su sonrisa se ensanchó. Evidentemente, le estaba diciendo algo. Solo entonces Catherine notó que Richard usaba alguna clase de uniforme ¿era del FBI o del servicio de bomberos? No lo sabía. Empezaba a creer que, quizás, no era la mejor para ese tipo de trabajo. Había aceptado demasiado pronto, todavía no estaba...

 

—Como sea, no estoy aquí por eso.

 

Catherine suponía que no pero no sentía muchas ganas de oírlo, o preguntar al respecto. La presencia de Richard normalmente significaban malas noticias. No era su culpa, suponía, pero era así para Catherine. Ella se concentró en una mancha especialmente terca en una esquina del último inodoro sucio. Por más que vertía cantidades pequeñas de la pócima encima e incluso probaba con algunos hechizos de limpieza que se sabía, no parecían funcionar. La mancha seguía allí tan presente como antes. Obviamente lo único que no hizo fue tocarla. Se veía inmunda como un basurero.

 

—Graves está aquí y también alguien representado al dinero mágico, si sabes a lo que me refiero. Es lo que tengo oído. Están llamando la atención del ojo público.

 

Catherine seguía intentando concentrarse en la mancha, probando con una poción diferente. Era difícil. Richard había dejado de hablar. De hecho, eran raras las ocasiones en las que se extendía en su charla, aunque, tal vez en los últimos tiempos lo había hecho con mayor frecuencia y era por eso que Catherine se sentía habituada a ello. Observó a Richard, que le devolvía la mirada de forma fija y fría, no como una persona si no como un ser. Richard el brujo. Richard el no mortal.

 

Intentó ignorarlo pero se le hacía difícil en medio de ese silencio. Pensó en salir a ver a los demás.

 

—Te falto una mancha, allí.

 

Richard revoleó su mano en el aire. La mancha, poco a poco, remitió sobre sí misma y desapareció. Richard la observó fijamente y esbozó una sonrisa ladeada.

 

—Oh... una maldición, del tipo nefasta. Como sea, ya la arruiné, así que desapareció.

 

Catherine intentó no pensar en su situación en ese momento. Acababa de toparse con una maldición y no solo no la había detectado, si no que no había sido capaz de definir su naturaleza ni tampoco rastrear una posible fuente externa. Había dejado que Richard se deshiciera de ella y listo. Tenía que informar a alguien al respecto: que como fuerza de contención, no iba a ser capaz de hacer su trabajo y, de todos modos ¿qué diablos estaba haciendo Richard allí en realidad? ¿Y por qué era capaz de usar un poco de magia sin varita todavía si se suponía que arruinaba sus circuitos mágicos?

 

Catherine se quedó pasmada por un instante, antes de dirigirse al exterior pero Tolleman no estaba allí. Retornó enseguida y se dirigió al patio trasero. Allí, Ironwood discutía con Tolleman y otros magos más, incluido Graves. Catherine se acercó, no lo suficiente como para interrumpir pero sí para sentirse algo más aliviada; todavía estaba decidida a dar su informe, de que no se encontraba en condiciones para la función que le había sido encargada ¿debía decírselo a Tolleman? No le parecía que el viejo capitán fuera el indicado para recibir su informe, ya que para empezar ni siquiera le habían dicho de las verdaderas funciones que Catherine cumpliría allí ¿habría alguien más a cargo?

 

Nerviosa, Catherine echó un vistazo por encima del hombro pero, para su sorpresa, Richard no la había seguido. Quizá seguía en los baños pero por lo que podía ver a simple vista, no había ni rastro de él.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Ensimismado en sus pensamientos, las palabras de Nathan lo trajeron a la realidad. Visiblemente incómodo (con él mismo) le tomó unos segundos unirse a la conversación.

 

—Quién diría que me encontraría a un sexy pelirrojo. En realidad, te estaba esperando —miente. No se esfuerza en que aquella mentira suene convincente. Es una broma. Una broma en parte, porque realmente Hobb cree que Nathan es un sexy pelirrojo. Aunque en realidad, la parte de pelirrojo es algo que tiene más que ver con el apellido del mago que con su apariencia. ¿Cómo es posible que un Weasley no sea un hijo del otoño?

 

Dejó que Bel los guiara. A Hobb aquel nombre le suena bastante familiar, no le cuesta recordarlo. Es un nombre que está escrito en las páginas de los libros que guardan la historia de la Orden del Fénix. Recuerda haber revisado todas las páginas, todos los pergaminos. ¿Qué alejó a la bruja de las filas de la Orden? Es una charla para otro momento.

 

—Tengo que ponerme serio por un momento, aunque no es en realidad mi estilo. En fin. El presidente O'Brien me envió a vigilar este lugar —señala la placa que lleva en el pantalón, a la altura del cinto —. Dicho eso y dejando la formalidad a un lado ¿En que puedo ayudar el día de hoy?

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Si bien nada impedía que Ellie recorriera la ciudad de Honolulu en su Saeta de Fuego, consideró que aquella era una buena ocasión para integrarse entre los muggles. Durante muchos años se consideró a sí misma una de las brujas "progresistas", que consideraba que los no mágicos y los magos merecían los mismos derechos y oportunidades, al caer el Estatuto del Secreto Mágico se dio cuenta de que todo era mentira. ¿Participando en el segregacionismo, no iba en contra de su supuesta ideología? Incluso, al caer el Estatuto, entró en pánico, lo consideró una especie de Apocalipsis Mágico. ¿Dónde quedaban sus ideas progresistas, entonces? No es que el ex Ministro de Magia hubiera actuado por bondad, para integrar a los magos en el mundo real, pero ¿no era lo correcto intentar hacer realidad su sueño, en lugar de restaurar las viejas costumbres?

 

Los últimos meses, si bien se ha mantenido bastante distanciada de los asuntos de la Orden del Fénix por el simple hecho de sustentar a su familia, ha intentado participar en misiones que comulguen con la idea de integrarse a la comunidad no mágica y establecer lazos amigables. Han logrado ganar la confianza de pueblos cercanos a sus bases secretas ubicadas en todo el país y han ayudado en lo que han podido, repartiendo donaciones de comida, medicina y otros recursos vitales. Incluso, desmantelaron las operaciones de Tenenbaum Futuristics, una empresa de ingeniería genética que estaba capturando magos y no mágicos por igual, en el poblado de Ravenrock, lo que les permitió ganarse el favor de aquella comunidad mixta —aunque principalmente no mágica—. Y ahora, está en Honolulu porque le interesa el proyecto de la 184. No es que Ellie tenga demasiada información, sólo sabe que se trata de una oportunidad para trabajar hombro a hombro con la comunidad no mágica; pero, para ella, eso es más que suficiente.

 

Esboza una sonrisa tensa, cuando la anciana que está sentada junto a ella le dedica una mirada confundida, probablemente suscitada por su ropa. Quizás tuvo que haber usado algo más muggle, pero optó por usar una túnica ligera de color verde oliva, a juego con un bolso de piel de moke y botas marrones. Su cabello platinado está trenzado y cae sobre uno de sus hombros, pues el clima en la isla de Oʻahu es bastante cálido y húmedo.

 

—¿Alguien en la 184? —escucha que llama alguien, pero la verdad es que no le presta mucha atención. No es que sea la primera vez que viaja en autobús, pero sí es su primera vez en Hawai'i y se encuentra pensando en lo que leyó del folleto turístico que le dieron en la posada donde se está hospedando.

 

Sí, tiene pensado visitar varios lugares, pero primero...

 

Pero primero...

 

—¡Sí, sí, en la 184! —Ellie se levanta rápidamente de su asiento, se asegura de llevar su bolso consigo y se abre paso por el estrecho pasillo del autobús— ¡Graciaaas! —se despide, mientras salta hacia la acera.

 

También es la primera vez que está en una auténtica estación de bomberos. Se da cuenta de que el lugar luce bastante viejo, decadente, pero aún así le parece un lugar interesante. Además, comprende el rol de los bomberos en la comunidad muggle y cree entender por qué es el lugar escogido. Los bomberos, más que los policías o los militares, inspiran confianza, seguridad, integridad. No tienen armas, sólo herramientas para ayudar a la comunidad y actuar ante los desastres. Son rescatistas, son amables. ¿Existe un equivalente de los bomberos en el mundo mágico? Quizás sí, hay algún símil que no está viendo, pero ahora no se le ocurre nada o nadie en específico...

 

Cuando entra a la estación, todos parecen estar ocupados con algo, lo cual agradece. Sin embargo, sabe que debe ubicar a alguien conocido para poder "posicionarse"; o por lo menos, eso desea, pues es más fácil integrarse gracias a alguien ya conocido. Y, por fortuna, reconoce a varios miembros de la Orden del Fénix. Están Bel, Nathan, Hobb, Matt e incluso Catherine, una de sus familiares lejanas, aunque a su parecer luce un apartada de aquel grupo, pero tiene la expresión de quien busca un hueco para hacer algún comentario.

 

Ellie decide acercarse y logra escuchar algo de lo que hablan, pero la verdad es que no sigue el hilo de la conversación, así que no vale la pena intentar entender de qué hablan. Probablemente, sólo se estén poniendo al día.

 

Hiya —saluda, con su usual acento escocés—. Pensé que podía ayudar en algo, aunque sólo sea limpiar el lugar

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Bel Evans Ollivander

 

El abrazo con Nathan se prolongó unos segundos más de lo que había imaginado. Realmente era mucho el tiempo que había pasado desde nuestro último encuentro ¿años quizá? Suponía que tenía que haber sido en los terrenos de la Orden del Fénix, pero aunque mis memorias del tiempo que había pasado en sus filas había regresado, rebuscar en ellas era como sumergirse en un baúl repleto de objetos colocados todos en desorden, y nunca me había esforzado realmente en dilucidar si ello se debía al simple paso del tiempo, o eran secuelas de los encantamientos desmemorizantes que me habían aplicado alguna vez. Como fuera, había algo en el fulgor de los ojos de Nathan mientras hacía aquellas preguntas, que era contangiante y animaba a responderle.

 

Sin embargo, no hubo tiempo para respuestas, pues Matt se presentó junto al capitán Tolleman y tras el intercambio de saludos, tanto a Nathan como Hobbamock expusieron las razones que los tenían allí. La comitiva iba avanzando, a medida que la plática seguía, y escuchándolos todo lo que pude pensar era en que me había quedado corta con la bienvenida que les había dado y que era imposible ocultar la expectación que la visita de ambos hombres generaba.

 

Seguridad e inversión para sacar las cosas adelante ¿qué más se podía pedir?

 

Había además algo en aquel caluroso clima de Hawaii que conseguía relajar el ánimo, aun cuando nunca había sido de climas calientes. Podía ser el cielo tan despejado, o la amabilidad de las personas de la 184, tan diferentes entre sí, pero muy comprometidas con su labor, pero el resultado era una confianza y optimismo, de que las cosas marcharían bien. De cierta manera, era envidiable ese ánimo, porque en Inglaterra las cosas pintaban tan mal que resultaba asfixiante e imposible imaginar escenarios esperanzadores, y aunque había tenido mis dudas, de momento, me sentía realmente contenta de la decisión que había tomado.

 

La barbacoa olía realmente bien, y el café ya estaba listo también, así que me animé a repartirlo, con ayuda de otra jovencita, que sabía trabajaba en primeros auxilios, pero no podía recordar el nombre. La primera ronda se agotó rápidamente, y mientras volvía con la charola vacía para una segunda ronda, otra conocida se hizo presente, Ellie Moody.

 

— Si buscas limpiar, Catherine es LA persona para la tarea Knocturn, deberías ver las maravillas que hizo con los baños del ala este — guiñé un ojo en dirección a Catherine, preguntándome por qué rayos ahora estaría con ese semblante de malhumor, y llené una nueva charola con vasos térmicos (bendito invento muggle) que empecé a repartir al resto de presentes hasta llegar a Ellie. Solo entonces caí en cuenta de cómo es que la había llamado, y me pregunté si ella recordaría a la influencia de quién se debía— ¿te apetece un café?

 

No llevábamos más que unas pocas horas en el lugar, pero las anécdotas no hacían sino multiplicarse. Con la barbacoa lista, todos fueron tomando asiento, y distintos grupos se conformaron. Varios reían por causa del incidente con los crups, en tanto en otro grupo estaba siendo especialmente celebrada con muchas risas, el miedo de una voluntaria de Beuxbatons a unas mangueras a presión que había confundido con alguna criatura desconocida. Matt, como el local que era, se desplazaba entre uno y otro grupo con una facilidad envidiable. En cuanto a mí, había quedado junto a Hobbs, Nathan, la propia Ellie y Catherine que no dejaba de observar alrededor, como si esperase que algo o alguien apareciera de repente.

 

¿Sucede algo Cath? Estás más rara de lo usual— comenté, mientras hincaba con el tenedor otra porción de carne— se que estamos con gente importante que puede ser blanco de ataques — miré de reojo hacia Hobbs y Nathan, intentando no mostrar lo mucho que me estaba gustando hacer bromas respecto a los cargos que ostentaban— pero ellos se saben cuidar bastante bien ¿no es verdad muchachos?

 

@@Ellie Moody @ @ @ @@Syrius McGonagall

Editado por Rory Despard

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Se siente incómoda, no hay otra forma de ponerlo: inútil. Llegado el momento, transforma su propia túnica para que sea de un tono blanco lechoso y también sus propios zapatos, en unas sandalias romanas más cómodas y menos sofocantes. De hecho, está a punto de invocarse un coco para tomar algo fresco de él, cuando Ellie Moody llega al grupo, saludando y ofreciéndose a limpiar.

 

Catherine todavía no es capaz de decidirse. Había estado a punto, es decir demasiado tentada, de apartar a Bel por un instante para comentarle del asunto; ella no era un alto mando de la 184 pero conocía a Richard y sabía perfectamente -quizá con una visión prejuiciosa pero al fin y al cabo más realista- de lo que era capaz. No estaba segura de que Ellie o cualquiera de los allí presentes pudiese calibrar con la misma exactitud que la pelirroja, el peso de lo que significaba tener que lidiar con las "habilidades" de Richard si eran puestas al servicio de una causa que iba en desmedro de la 184.

 

<<No es una habilidad, es una desgracia, una aberración>>.

 

Catherine intenta no pensar en el pasado pero se siente agobiada de percibir que sus pensamientos se alinean con los de los retrógradas que marginaron al pelirrojo, degradándolo a la categoría de inútil o monstruo, sin un punto medio. Por supuesto, Richard no es alguien digno de lástima, al contrario, hace mucho que ha dejado de serlo. El problema no es el pelirrojo en sí mismo, si no el hecho de que ella misma se haya ofrecido para un trabajo para el que no sirve. Debe haber forma de saber como contactar con quienes la colocaran allí y decirles que deben conseguir a alguien más competente.

 

Las palabras de los demás parecen disminuidas pero capta cosas importantes. Había guardado silencio debido a que un alto funcionario del gobierno norteamericano esta allí, en representación del mismísimo presidente. Hobbamock Graves es alguien digno de confianza por el simple hecho de ser de La Orden del Fénix pero su alineamiento con el gobierno es innegable. No puede hablar de Richard, de los negocios de Richard o de la razón por la cual lo considera de cuidado, en su presencia, sin sentir a la par que está realizando alguna clase de acusación. Sería echarlo de cabeza, o ser tomada incluso como una confesión de complicidad, ambas opciones complicadas y poco atractivas. Podría también apartar a Ellie para decírselo pero la bruja quizá sea demasiado nueva en el asunto o tal vez no tendría ninguna inclinación a tener que lidiar con el brujo...

 

La voz de Bel la saca de sus pensamientos de golpe. Alza la mirada, intenta esbozar una sonrisa pero no puede. Entonces, decide intentar explicar lo que pasa por su mente, aún si solo es una versión un tanto censurada. Aprovecha que Graves parece lo bastante distraído con Weasley como para empezar hablando en voz baja.

 

—Fui enviada como personal de contención a este lugar... por si algo pasase —replicó. Estaba segura de que la pregunta de Bel no había tenido intenciones de encontrar una respuesta seria pero tiene que decirlo cuanto antes—. No sé por qué todo ha sido manejado tan en secreto así que tampoco sé si hay más personas que van de encubierto o si solo soy yo. Es solo que una torpeza reciente mientras... mientras limpiaba me hizo darme cuenta de que no estoy calificada para este trabajo. No todavía... no me encuentro bien —finalizó con tono desgastado.

 

Se siente aliviada de que suena más como una queja y hasta un capricho, que una real emergencia pero supone que la pelirroja pueda tener alguna idea de con quién más podrían contar allí.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Maida I. Yaxley Triviani
Ex- Asistente del Primer Ministro Inglés

 

A lo mejor su abrupta salida del Ministerio meses antes de la elección habían surgido algún efecto secundario en su correspondencia, quizá pensaban que las acciones de Aaron me habían horrorizado lo suficiente para hacerle huir de cualquier institución política, lavarse las manos y preferir el "aquí corrió", que "aquí murió". Y en cierta medida lo era, a la bruja no le gustaban los muggles, no le conocían y no le interesaba conocerlos, levantar el Secreto no había sido la mejor de las ideas de su primo, pero no había huido por disgusto, sino por miedo. Terror a ver de nuevo la persecución muggle contra los magos y en el centro, la cabeza envuelta en sangre de Aaron. Sin embargo, entendía por qué su actuar, casi siempre en secreto la hacían merecedora de aquel proyecto que pretendía unificar —sólo Morgana sabía cómo—, las estrategias muggles y mágicas.

 

El tiempo no era precisamente el indicado, luego de su Ministerio, ahora su primo se ponía en el centro de la diana una vez más como líder de la Marca Tenebrosa, dejar tierras inglesas era arriesgado, pero podía traer sus frutos. Por un lado, si las personas de las misivas tenían razón, podría hablar con él e intentar quitarle de la cabeza esa idea est****a de la supremacía de la magia, por otro lado, si Aaron o Mathew se veían en peligro, ella podría ponerlos a salvaguarda. La sangre pesaba más que el futuro de ambas, ¿especies? Ni siquiera era capaz de ponerle nombre.

 

Para el momento que se apareció en el lugar indicado reconoció algunos rostros, pocos. Bel Evans, por ejemplo, de sus inicios ministeriales, al resto, no. ¿Magos? ¿Muggles? Por recomendación de su elfo intentó vestir como los últimos, pero se sentía realmente incómoda, los jeans no eran lo suyo y menos esas playeras de turistas que había logrado conseguir. Además el cambio de dinero aún la tenía mareada. En fin, Maida hizo lo que pocas veces y adelantó los pasos hacia el grupo de personas.

 

Buenas —saludó con una mano metida en el bolsillo trasero del jean y la otra a la altura de su rostro, intentó una sonrisa pero estaba demasiado nerviosa—, Maida Yaxley, supongo que, ¿aquí fue dónde nos citaron a todos? Lamento la demora, me arriesgué a probar uno de sus aviones, y decidí que el medio de transporte más seguro sigue siendo un barco.

 

Y así se quedó disfrutando la brisa que comenzaba a colorear sus mejillas aunque no lo notara, ya se daría con la sorpresa cuando se viera en el espejo del hotel, si decidía buscarse un hotel. Aún no estaba del todo segura acerca de su participación en todo aquello. Demasiados desconocidos para su gusto, o mejor dicho, para su tranquilidad.

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