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Prueba de Oclumancia


Aailyah Sauda
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Habían llegado a través del portal que Sauda había creado, allí junto al río del bosque donde le gustaba recibir y adiestrar a sus pupilos en el noble arte del dominio de la Oclumancia... Candela la había acompañado, tal y como le había explicado, no era posible aparecerse en aquella parte de Mahoutokoro así que debían llegar con la magia de los arcanos o caminando. En frente se veía la isla en cuyo interior se encontraba la gran pirámide que contenía el Portal de las Siete Puertas, que era el objetivo de ambas mujeres. Pero, para poder llegar hasta él, debería pasar cuatro obstáculos meticulosamente preparados por Sauda, que la esperaría en la Pirámide mientras la observaba desde su mente, atenta por si necesitaba algún tipo de guía o ayuda.

 

Sera sencillo, querida, porque el verdadero reto te espera allá le indico, señalando con la punta de su vara de cristal en un majestuoso movimiento de su brazo. Seguía mostrándose aparentemente joven, aunque sus movimientos daban que pensar sobre la edad de la mujer . Tendrás que cruzar el lago, y después el bosque. Yo te esperare en la entrada al salón circular donde está el portal, ¿de acuerdo? No lo olvides, la concentración sera tu mayor aliada en esta penúltima prueba. No dudes en ningún momento, se que puedes lograrlo. Te espero allí, Querida Zingara. Suerte.

 

Solamente se despidió de ella con una sonrisa sin mostrar su dientes, tocando las cuentas de su pulsera.

 

Y haciendo gala de sus grandísimos poderes, se esfumó del lugar dejando a la Triviani completamente sola. Cruzar el lago no seria un problema, solo debía tomar uno de los botes que paraban allí orillados y desplazarse hasta el otro extremo, con magia o sin ella, eso quedaría a su elección. Lo verdaderamente difícil seria recordar que era lo que quería hacer, pues Aailyah había dejado un encantamiento gaseoso en la superficie del lago para embotar la mente de su aprendiz y hacerle olvidar constantemente su interés por dominar la Oclumancia. Con un buen control de su mente, podría zafar de sus efectos sin problemas.

 

Cuando alcanzara la otra orilla, debería internarse en el bosque y atravesar un sendero plagado de doxys. La Arcana estaba segura de que no supondrían ningún reto especial para Candela. A continuación, un poco más adelante, debería hacer frente a un boggar, que no haría sino intentar retenerla y desconcentrarla. Igualmente sabía que podría superar aquello sin ninguna dificultad.

Por último, cuando llegase la entrada de la Pirámide, no podría avanzar hasta ella a causa de una especie de muro transparente que la mantendría allí durante unos segundos.

 

A continuación, se le presentaría alguien muy importante para ella para intentar atacarla mentalmente, por lo que debería usar lo aprendido en su introducción a la Olcumancia para demostrar una vez más que estaba lista para afrontar la prueba, el portal era una especie de magia caprichosa, pese a los esfuerzos de ellas, dicho portal, no se abriría si consideraba que la Zingara aún no estaba preparada. Quien fuera esa persona y qué le dijera para intentar disuadirla de su empeño por adquirir el anillo final que la vincularía permanentemente al poder de la Oclumancia... Dependería enteramente de ella, de su estado de animo, sus recuerdos, y su voluntad.

 

Justo cuando llegara hasta allí, Sauda se introduciría en su cabeza para poder crear aquella aparición, que obviamente no era real pero debería vencer demostrando su dominio oclumántico. Una vez lo consiguiera, la arcana la esperaba en el interior de la Pirámide para darle las últimas indicaciones.

 

 

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Candela siguió a la Arcana a la zona de Mahoutokoro donde llevaría a cabo el inicio de su prueba de vinculación; estas etapas de las habilidades le provocaban un revoltijo desagradable en el estómago, pues la anticipación a lo que podría ver o sentir dentro de la pirámide -cosa que veía a lo lejos-, de cierto modo, le atemorizaba. La primera vez fue sido Byron, y tuvo que revivir una escena tan cruda y violenta que, creía, había dejado olvidada en la nebulosa de sus recuerdos. La segunda, le había tocado verse a sí misma en la cima de una montaña de cadáveres (cualquier parecido con su realidad, era pura coincidencia), y el efecto que tuvo en su propia personalidad, más allá de ganarse el anillo de la habilidad, fue catastrófico.

 

El lago y el bosque. No había mucha novedad en esos obstáculos, pero estaba segura de que Sauda había agregado su propio toque presuntuoso para poner a prueba a la Zingara. A ésta le resultó extraño que no le haya pedido sus pertenencias cuando se fue, tenía entendido que todos los Arcanos lo hacían, simplemente la dejó allí con dos indicaciones bastante pobres. Bah, a ella le parecieron pobres. La Triviani ni siquiera pudo preguntarle nada, salvo que Aaliyah ya supiese de las dudas de la bruja y hubiese decidido obviarlas. No, eso es lo que yo haría. >> Entonces decidió que, quizás, la Arcana necesitaba que la gitana misma las resolviese.

 

Fue hasta el bote y se subió a uno de ellos, usó su varita para iniciar la marcha hasta la próxima orilla, mas en el camino empezó a sentirse con el ánimo bastante pesado y físicamente también. Podría echarme una siesta mientras esta cosa se mueve.>> Pensó. Los ojos semi cerrados, podría haberse dejado caer fácilmente y dormir; sin embargo, se obligó a mantenerse despierta. >

 

Cambió de posición, estaba sentada en forma de loto, y se arrodilló, apoyó ambas manos en los muslos. ¿Por qué le parecía tan largo el camino si sólo hacía unos minutos que, reviendo lo que tendría que hacer para llegar a Sauda, había visto una distancia tan corta que, de haber podido, la habría cruzado volando?. Su instinto primero le había dictado tomar la forma de murciélago y cruzar a vuelo veloz, pero la lógica y la cantidad de barcos dispuestos en la orilla del lago -además de la experiencia en Arcanos que se decantaban por lo obvio- le dijeron que tenía que hacer uso de ese objeto de madera. Por supuesto, se estaba arrepintiendo y, a cada minuto que pasaba, le resultaba más difícil encontrar la respuesta al por qué.

 

Ni siquiera la voz en su cabeza fue capaz de advertirle lo que estaba pasando, que era la que normalmente llevaba la razón en sus discursos; por eso no pronunciaba ninguno, porque no le apetecía hacer caso de la voz de la razón que, seguramente, muchos magos ignoraban en sus propios caso. Candela, desde luego, no era la excepción. Así pues, conforme se acercaba a la orilla, tuvo una mezcla de inconvenientes: La primera de ellas, el peso corporal y los párpados caídos seguían molestando. Pero no se trataba sólo de eso, sino que también le daba la impresión de que se reiniciaba a sí misma cuando pensaba demasiado. Así que, hasta no llegar a la otra orilla, decidió no pensar.

 

El segundo inconveniente, aunque este se trataba de algo más frecuente, era que tenía hambre. A pesar de que acabase de sacar una naranja en pleno movimiento y se la comiese...

 

¿Qué estaba diciendo?

 

El sueño, el hambre... Quizás un poco de fastidio porque tendría que haber tirado a la basura todas las cosas de su madre, ya era hora de darla por muerta y dejar de esperar a que volviese algún día. Además, ¿quién sabía si volvía? Nadie. Ni siquiera Alyssa sabía de ella, y eso que eran bastante unidas...

 

No, espera, no estaba hablando de eso... ¿Qué demonios?

 

La Zíngara sacudió la cabeza. Concentración. ¿Qué más? ¿Por qué estaba allí y qué era lo que estaba buscando?. Lo primero que hizo fue cerrar su mente, ponerla en blanco. ¿Qué hacía en ese barco, en medio de un lago en Mahoutokoro?. La respuesta, para cualquiera que acabase de llegar, era evidente. Sin embargo, para Candela era confuso. Concentrar. Pensar. Cerrar. Oc...

 

-- Oclumancia.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Candela demostró aún más destreza de la que Sauda había visto durante la clase con ella.

Aailyah se encontraba sentada sobre una roca, los pájaros piaban y eso era una dulce melodía para los atorados pensamientos de la Arcana, el poder estar conectada con muchas mentes a la vez, podía llegar a ser algo colmante, como era costumbre ella tocaba las cuentas de su pulsera de colores, algo nerviosa podría decirse por nuevamente estar haciendo que la vida de sus alumnos pendiera de un hilo.

 

Excelente... pensó al ver como la gitana se quedaba dormida, como su mente se desvanecía.

 

La bruma del lago estaba cumpliendo su efecto, de quedarse dormida, o perder el conocimiento, aparecería nuevamente en la orilla.

 

Mientras las Doxys revoloteaban y se escondían entre las ramas de los arboles, la almadía se movía por entre medio del lago gracias a su fluviales, al paso del viento y sin apuro de llegar a la orilla. ¿Como lograría detenerlas? era una gran pregunta y Sauda estaba ansiosa por verlo.

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