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A Abbadon


Nate Weasley
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Nathan mantiene los ojos cerrados por unos segundos luego de haberse aparecido. Teme, más que nada, que la inteligencia suministrada por Potter no fuese cierta y Abbadon permaneciese, en efecto, inlocalizable. Cuando finalmente los abre, los hace lentamente, y no puede sino soltar un suspiro que quita un poco del peso que hay sobre sus hombros. A casi medio kilómetro de distancia, flanqueando imponente el horizonte, se hallan las ruinas de la prisión Abbadon, que en gloria y renombre descansan esperando que, por alguna circunstancia, la Orden del Fénix tenga que utilizarla devuelta.

 

Es inevitable admirarla. A pesar de sus sombríos propósitos, por decenas de décadas aquella construcción ha echado una mano a la Orden en su lucha incesante contra las artes oscuras, y su fachada (desintegrada y maltrecha como está en lugares) es un reflejo de lo que el bando ha tenido que trabajar y sufrir a lo largo de su historia. Sudor y sangre, todo está reflejado allí. Por momentos, Nathan recuerda las horas y horas que pasó allí patrullando los corredores, protegiendo la magia que mantenía reclusos a mortífagos y listo para defender el edificio en las incontables veces que la Marca Tenebrosa intentó rescatar a la escoria que tenía en sus filas.

 

Cuánto había llovido desde entonces.

 

Hoy en día, la prisión ha sido relegada a un centro de comando y planeamiento de misiones, aunque debido a su lejanía y la enorme cantidad de defensas que hay que sortear para llegar a ella, no muchos han puesto un pie en ella en los últimos años. En consecuencia, su magia es inestable e impredecible, en antaño ésta siempre actuaba en pos del bando y en contra de fuerzas que venían a perpetrarla vilmente, más los allí presentes no pueden estar seguros de si la entropía no ha llevado a aquella misma magia en contra suyo. Deben preceder con cautela y prudencia, puesto que no hay parámetros ni reglas sobre aquella magia.

 

A pesar de lo impredecible de su estado, la magia de la prisión es tangible: hay un silencio absoluto en el aire, ni siquiera roto por el viento que sopla desde el norte o las aves que, percibiéndola de alguna manera, son incapaces de conciliar el sueño y pueden verse revoloteando por encima de ellos.

 

Varitas listas. – suelta, no como un comando, sino una sugerencia. No cree verdaderamente que haya alguien más que ellos allí: la localización de la prisión es un secreto en sí misma, y la mar de defensas que representarían un estrago para ellos lo haría en creces a algún enemigo de ellos. Está seguro, de hecho, que quien sea que ha capturado a Ginny ya no está allí. Pero deben comprobarlo.

 

Nathan da un paso hacia adelante, y el efecto es instantáneo y colectivo: el mundo se invierte y el cielo nocturno es un océano sobre el cual pueden caer en cualquier momento. Sus pies lo fijan al suelo, que ahora es el techo, y tiene la sensación de que cualquier movimiento lo hará desintegrarse entre los astros.

 

 

Bueno... esto... ¿Alguna sugerencia?

 

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«Los planes siempre salen bien —dice Ellie para sus adentros, mientras observa cómo Nathan desaparece a la mitad del patio. Rememora los eventos sucedidos hace un par de semanas, durante la infiltración de la Orden del Fénix a Genetics Corporation. Ella no estuvo presente, pero Madeleine le contó lo ocurrido: Hobb usando la animagia en la supuesta misión de sigilo, Nathan provocando una explosión... No siguieron el plan y si lograron salirse con la suya, fue por un milagro estadístico—. Los problemas los provocan quiénes no los siguen». Sin embargo, decide simplemente sacudir la cabeza y seguir a sus compañeros; después de todo, son ellos los que tienen experiencia en las misiones de campo, mientras que la colaboración de Ellie a la Orden del Fénix se ha limitado más que todo al trabajo tras bambalinas: elaboración de pociones y artefactos mágicos, gestionar la logística necesaria para las misiones y uno que otro trabajo de inteligencia. No es que nunca haya puesto a disposición su varita para la Orden del Fénix, pero es algo que rara vez sucede.

 

Lo cierto es que, si el mensaje de Nathan hubiese sido más explícito, probablemente se habría contenido de acudir al llamado; se siente preocupada, pero la presencia de Melrose, su cercana prima, la tranquiliza. A pesar de ser una persona que busca la paz, la tranquilidad y la comodidad, no es raro que se vea involucrada en las aventuras más variadas con Mel.

 

—Haré un portal —comenta, observando a sus compañeras, en caso de que prefirieran aquel recurso a la tradicional aparición.

 

Con un movimiento metódico, Ellie dibuja en el aire una línea recta de arriba hacia abajo; una línea luminosa aparece y comienza a abrirse como un ojo, hasta que frente a ellas aparece un portal ovalado. El interior es oscuro y unos puntos de luz muy lejanos brillan en él, infinitas posibilidades, pero Ellie se concentra para que una de las luces brille con más fuerza: la que las llevaría al punto exacto donde, según la información brindada por Nathan, se encuentra la Torre Abaddon. Aunque Escocia es su país natal y su lugar de residencia, nunca ha estado en Dundee; le gusta la idea de visitar aquella ciudad tan cercana a las Tierras Altas, pero sabe que no harán turismo. A pesar de que Ellie nunca conoció la la Tore Abaddon, ha leído acerca de ella en los registros de la Orden del Fénix y sabe que, luego de que dejara de ser usada como prisión para los mortífagos, ha significado un desafío acercarse incluso para los miembros del bando.

 

Atraviesa el portal con los ojos cerrados y, cuando los abre, está en un prado verde y lleno de vida, con el cielo nocturno lleno de estrellas. Al horizonte, contra el cielo se dibuja la silueta de una torre en ruinas, pero con cierta belleza. Aún así, la verdad es que nada se mueve en sin interior con aquella visión.

 

Para Madeleine, sin embargo, la experiencia es diferente. Los recuerdos de sus primeros años en la Orden del Fénix y de un sinfín de misiones se agitan en su interior, cuando reconoce las Ruinas de Abaddon, el título que le quedó a la deteriorada torre. Vienen a ella las memorias de las horas de guardias, las patrullas con sus compañeros guardianes, la renovación de las defensas de la prisión; muchos años después vinieron las iniciaciones al pie de los restos de Abaddon, los intentos por aplacar la magia residual cuando se volvía contra la Orden, las excursiones. Algo en ella quiere sonreír, pero no puede hacerlo; después de todo, no es un paseo, es una misión donde hay vidas en peligro.

 

—Siempre —replica Madeleine por lo bajo, al escuchar el comentario de Nathan acerca de alistar las varitas. Aunque no la tiene en la mano, su varita está estratégicamente ubicada en el cinco de sus vaqueros desteñidos; lo que se materializa en su diestra es un arco y, colgado en su espalda, un carcaj con flechas heladas. Últimamente, podría decirse que sólo hace uso de los poderes y habilidades que posee por ser parte de la Orden Oscura.

 

Sin embargo, Ellie sí que tiene su varita de sicomoro empuñada en su mano diestra, pero no es capaz de avanzar por cuenta propia. Se siente en terreno desconocido, en un campo que no domina... algo a lo que no está acostumbrada y algo que no le gusta demasiado.

 

—Creo que...

 

Pero sus palabras se ahogan en su garganta cuando literalmente el mundo se pone de revés. ¿Qué demonios...?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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El portal que hace Made logra por un segundo desconcertarla, no tarda nada en lamentar haberse aparecido en lugar de ir con ella y Ellie, cuando un remolino violeta se deja ver por las inmediaciones de lo que en sus días fue Abbadon, siente su mundo de cabeza y tarda en estabilizarse luego de que el fogonazo violeta desaparece, intenta no gritar de la frustración que le provoca ver su amada torre destruida, tarda varios minutos en entender lo que Nathan o Ellie dicen y tarda más en poder mirar a Made y decirle con los ojos que no lo puede creer y que tiene los sentimientos a flor de piel.

 

Fogonazos de recuerdos de misiones, patrullajes y aquel Mortífago que le escupió en la cara después de tratar mal a los Malfoy se cuela en su memoria, tiembla un poco como si el lugar le diera pánico, algo del todo raro puesto que la vampiresa siempre adoro patrullar allí cuando las caceles existían, se podía ver a una novata pelirroja con su varita en la mano y una sonrisa en su pálido rostro, vestida mucho menos formal que en ese momento, pero con la misma determinación que tiene ahora y con la seguridad de que nada malo sucederá, siempre que estén acá juntos.

 

- se siente como si volviera el tiempo atrás, me pasaba días en estas Torres, casi no iba a mi casa por patrullar y adoraba venir aquí y saber que estaban capturados y que no podían lastimar a mas nadie, me divertía hablarles e intentarles sacar datos, excepto aquel mago malo que me escupió en la cara, vivi grandes y feos momentos aquí, aunque algunos fueron memorables, es una sensación rara, no sé explicarla pero me siento como en casa, suena a locura o no? - les preguntó intentando que no se note mi emoción de estar allí en mí cantarina voz -

 

- Tengo una idea podemos intentar entrar y ver por qué todo está del revés, no debe de pasar nada andando - digo adentrándome al lugar donde todo está al revés -

 

No termino de dar un paso cuando una explosión a milímetros mío se escucha fuerte y clara, toso sin poderlo evitar y mientras espero que se vaya el humo doy un paso atrás, al punto donde están mis compañeros, mirándolos entre asombrada y asustada a partes iguales, estuve a un segundo de volar por los aires y de ser puré de Lunita Gryffindor.

 

- Creo que... quiero decir volaremos en pedazos si damos pasos hacia el lugar, así que podemos ir por los bordes o los laterales, debe haber zonas donde no explote nada no? - les preguntó pensando en cómo solucionar aquello para poder encontrar a Ginny cuanto antes mejor -

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No puedo asegurar qué fue lo que me llevó a aquel lugar aunque en cuanto lo vi, supe dónde estaba: Abbadon, la derruida antigua cárcel de la Orden, tan antigua que yo aún no estaba en ella cuando se creó. Pero la había visto un par de veces ya así, una torre imponente y rodeada de magia protectora, a pesar de ser una reliquia del pasado.

 

No puedo asegurar cómo fue, pero allá estaba yo, sentada en la tierra húmeda, viendo aquel paisaje reconocible, aunque no del todo, en vez de estar en el cómodo jardín con Xell, donde estábamos practicando nuestros hechizos de clan de Sacerdotisas para acudir a la llamada de Avalon en cuanto fuera necesario. "Escucha con el corazón, sienta la llamada de nuestros Hermanos, de nuestros Compañeros, y acudiremos en cuanto nos necesiten".

 

Sí, eso debía ser, Avalon, Abbadon... Todo se relacionaba con la Orden y, de alguna manera, alguien nos necesitaba aunque... ¿Allá? En un principio, me sentí desorientada y no podía precisar ni cómo llegué ni porqué, sobre todo porque en cierta manera recordaba que allá había protecciones tan desatadas que cualquiera que no superara las pruebas, moriría al acercarse. ¿Qué podría pasar para que alguien precisara de nuestra ayuda? Alguien del Bando de la Orden del Fénix, por supuesto, ya que nadie más podría conocer la ubicación de aquel lugar.

 

-- ¡Demonios! -- murmuré, levantándome del suelo.

 

Acababa de ver a varios de los míos allá y, por tanto, corrí hacia ellos.

 

-- ¡Hola, Nathan! -- grité a quien parecía comandar aquella... ¿Misión? Me sentía feliz, pocas veces había coincidido con él en el bando pero hoy parecía que tendríamos oportunidad de estar juntos. -- ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué necesitamos tener las varitas listas?

 

Era una pregunta que no iba a desobedecer. Por un momento, temí que me la hubiera dejado en algún lugar del césped de la mansión Potter Black pero no, la llevaba en el pelo, agarrándome unos cuantos mechones rebeldes para que no me molestaran, no hay nada más molesto que sufrir el pelo en la cara.

 

-- ¡Hola, Ellie; hola, Luna! -- saludé al ver que no estábamos solos, cuando aparecieron a través de un portal. Eso me confirmaba que realmente aquello era una misión. -- ¿Qué hacemos a...aaaaaaaaaaaaaaaaaah?

 

Sí, una manera algo rara de acabar una pregunta pero todos hubieran hecho lo mismo al ver cambiar el eje del mundo, como si el plano terrestre hubiera cambiado en un giro de 180º.

 

-- ¡Diosa! ¿Por qué estamos del revés? ¡Qué mal está todo!

 

¿Cuándo aprenderé a callarme? Si yo creía que estaba mal, ahora se ponía peor al estallar el suelo/cielo a nuestros pies (¿o cabeza? Ya me perdía con la perspectiva cambiada)

 

-- ¡Demonios! ¿De qué va ésto? ¿Por qué tengo la cabeza como si viviera en las Antípodas? -- Esa no era la pregunta que me interesaba sino más bien cómo íbamos a hacer para que no nos estallara el suelo al pisar.

 

O el cielo, a estas alturas ya estaba mareada.

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Escuchar la voz de Sagis me hace sonreír aunque no tardo nada en hacer una mueca, me sentía mareada y para nada tranquila, aunque escucharla hablar me reconfortaba, mientras ella preguntaba y yo pensaba como salir de allí o lo que era lo mismo como responderle, me asalto la duda de que de seguro no nos reconocía y por eso ahora todos estábamos cabeza abajo ¿o era cabeza arriba? intenté pensar aunque eso era difícil cuando el cielo esta en el piso o algo por el estilo, algo debíamos de poder hacer para salir de aquello ¿o no?.

 

 

- Nada me pone más feliz que verte Sagis, te lo resumo como puedo, vinimos a rescatar a Ginny Potter que fue secuestrada por el Inquisidor, por lo que sabemos estaba aquí en las oficinas de abajo, revisando algunos papeles, parece que este sitios se usaba como archivos o algo así, aunque la habrán llevado a otro sitio, decidimos venir para acá para ver si encontrábamos alguna prueba que nos guiará a la bruja, el mismo Harry nos contacto y el luego vendrá a reunirse con nosotros y más gente, por lo demás, no pises nada Sagis y mantenerte cerca nuestro ¿si? - Le pedí asustada por si ella saltaba en pedazos o algo peor, solo quería cuidarla mientras pensaba como dejar de estar de cabeza -

 

 

- Finite Incantatem - Dije apuntándome a mí misma y viendo como el efecto no funcionaba, lo cual me hacía frustrar mucho más -

 

¿Qué era esa magia ancestral y rara que con un Finite no funcionaba para ponernos del derecho? intenté bucear en algún hechizo pero ninguno muy complicado venía a mi menté, no sabía que hacer para salir de allí y eso me desesperaba, pero algo teníamos que hacer, alguna idea tenía que ocurrírseme, mientras seguía pensando algo que contrarrestará esa situación, me dije que ahora éramos más para rescatar a la bruja y que aquello me ponía la mar de contenta, porque cuanto más seamos mejor para mí y para la misión que esperaba que nos saliera exitosamente.

 

- Ya me cansé, ¿alguna otra idea? pensé que un Finite funcionaría pero no estoy segura de que otro hechizo usar, algo tenemos que poder hacer, no podemos seguir del revés, quizás sea una magia antigua y ancestral, tal vez solo sea una protección más de la cárcel, ¿alguno recuerda algún contra-hechizo? es extraño todo esto y creo que cuanto más rápido bajemos mejor - Dije entre entusiasmada y pensativa, mientras fruncía el entrecejo pensando en como bajar de allí, cuanto antes mejor -

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Scarlet Akane

 

La bruja lanzó un juramento, aquello no era Abaddon, lo supo, había estado en aquel lugar cuando recién fue construído. Scarlet retrocedió observando con ojos críticos el castillo Broughty. Maldijo una vez más y se concentró. Algunos de los miembros que participaban en la excursión eran de la Orden Oscura y aunque ya no tuvieran los mismos objetos que en el pasado había aprendido a reconocer la oscuridad que había en cada uno de ellos. Cerró los ojos y respiró profundo, intentando sentirlos, elevó su varita mientras pronunciaba lentamente el hechizo.

 

--Fulgura Nox --murmuró mientras se concentraba y dibujaba a la vez una pequeña runa en el aire, eihwaz, abrió los ojos y frente a ella el remolino violeta iba tomando forma hasta que el portal se muestra claro y preciso, Scarlet se permite sonreír satisfecha y da un paso adelante --maldita sea --gruñé en cuanto lo atraviesa y se encuentra en el lugar.

 

Siente las voces, observa el movimiento, todo parece revuelto pero ella se concentra en mantenerse casi de pie en el aire gracias al phanton, se mueve, da pasos, maldice una vez más e intenta conservar el aplomo.

 

--¿Qué demonios está pasando? --alcanza a preguntar un segundo antes que escuche el finite de Luna, no parece dar resultados y la joven parece frustrada, ella se siente igual, se sorprende en ver una maraña violeta en aquel lugar. Ella no sabía podía estar allí, comienza a dar nuevos pasos, sintiendo como la fuerza que la rodea intenta resistirse a su magia de la orden oscura y doblegarla. Se siente tentada de desprender su sombra, pero no está segura si se verá o no afectada por aquella magia. Piensa en invocar a unos perros del infierno pero sospecha que ellos también se verían afectados por la magia defensiva del lugar.

 

Se vuelve a revolver en el aire e intenta llegar hasta donde están sus compañeros de bando, intentando pensar en cómo dar vuelta todo a la normalidad.

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Mel se lamenta por un instante, el no haber tomado el portal que Ellie abriera para ellas. Sin embargo, el brazo de Catherine aferrado al suyo le recuerda que no habría sido posible de todos modos. Su deseo de compartir con Ellie ese momento tendría que esperar. No sabe por qué Catherine parece tan alterada, así que tampoco tiene forma de calmarla. Lo único que hace es permanecer a su lado porque es lo que necesita.

 

La mente de Catherine, mientras tanto, es un revoltijo. Su corazón le late en el cuello, con una incomodidad conocida, de alguien que se ha sentido acorralada antes: no por enemigos, si no por recuerdos que la atormentan, porque hablan de un pasado en donde era mejor persona, un ser humano que no había sido corrompido por todos los actos que realizó después. Anhela esa pureza con la misma intensidad con que sabe que no puede volver al pasado para obtenerla de nuevo. Con la misma certeza con que intenta bloquear las visiones del futuro que la asaltan cuando menos lo espera.

 

Enseguida, ocurrieron varias cosas en rápida sucesión.

 

Una bruja de cabello violeta se acercó gritando (y preguntando) varias cosas, como por qué se encontraban allí o por qué estaban todos... ¿reunidos? ¿Era de la Orden? Catherine supuso que sí, puesto que de otro modo las reacciones habrían sido instantáneas, aunque jamás la había visto. A la par, Luna empezó a hablar acerca de sus experiencias en torno a la torre, de un escupitajo que un mortífago le había echado una vez y otros recuerdos agridulces que habían acudido a ella. También, avanzó y hubo un estallido tremendo. La bruja de cabello violeta volvió a gritar casi en el mismo momento. Tanto Mel como ella averiguaron enseguida por qué.

 

Era un despliegue de magia muy bonito y peligroso. Catherine se quedó pasmada, como era (en tiempos recientes) su reacción habitual ante algo que no se esperaba. Mel río quieto, para enseguida cambiar a una expresión concentrada. La bruja de cabello violeta volvía a hablar sobre la situación y Luna le respondía también con voz animada pero Melrose, contraria a su habitual carácter apartado y relajado, pidió silencio en voz alta. Sus oídos (tal cual pudo percibir Catherine con una tenue curiosidad) parecían moverse de forma ligera pero precisa, en conjunción con algo que, sin duda, le traía el viento pero que ella, Catherine, no era capaz de percibir; tenía que tratarse de algo que le estaban diciendo sus sentidos más desarrollados como licántropo.

 

—Hay una voz extraña en el aire —masculló, indecisa.

 

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Catherine pero se contuvo de hacer algún gesto inoportuno. En lugar de eso, siguió las elucubraciones que sus compañeros habían estado haciendo. La llegada de la pelirroja que había partido con ellos de casa de los Potter (pero que por alguna razón que desconocía apenas iba llegando) fue la pieza que hizo encajar algo en su cerebro. Ver los poderes de su viejo clan en acción, recordando que ya no era capaz de utilizarlos, despertó algo dormido en ella.

 

—Lo tengo.

 

Sin pensarlo dos veces, hizo aparecer la daga del sacrificio, un artilugio de plata que brilló en su mano por unos segundos, antes de que la pusiera en uso. Una herida apareció en su muñeca, de la que manó sangre en abundancia. Mel frunció un poco la nariz ante el impacto del olor pero, sobre todo, ante la certeza de que la bruja la acababa de proteger con la magia de la daga de algo desconocido, que había sido tan rápido que a pesar de sus sentidos sobrehumanos no había visto llegar ¿cómo era eso posible si se suponía que los poderes sobrehumanos los tenía ella? Pensó en las posibilidades que ofrecía la daga y tuvo la certeza de que Catherine acababa de ejecutar un Immolo ad protegendum pero no entendió cómo estaba tan segura de ello.

 

Catherine mientras tanto, parecía pegar su muñeca hacia un muro imaginario y de pronto, el suelo estuvo de nuevo en su sitio, por lo que Mel no pudo evitar hacer eco de lo que sus compañeros habían estado diciendo: ¿qué diablos estaba pasando?

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Catherine acaba de hacer un hechizo que hizo que el suelo volviera a su lugar natural, lentamente la bruja volvió al piso que era donde tendría que estar siempre, mi cabeza seguía dando vueltas y había una parte de mí que no entendía que había sucedido allí y porque la magia de la cárcel mágica se había activado sin mas como si ellos fueran ladrones en lugar de los guardianes que siempre había sido así que suspiro sintiendo que la misión estaba salvada, sin imaginarse los peligros que habían de enfrentarse más adelante y sin saber que así se conocería así mismo mucho mejor, porque esa misión de salvar a Ginny recién empezaba y aun les quedaba mucho camino por recorrer.

 

- Por cierto tengan cuidado al caminar, si ya nos pusimos del revés no quiero imaginar que otras cosas nos esperan, ¿alguno noto esa magia extraña? es como si algo más estuviera en el aire ¿no lo notan? de verdad siento que hay algo que no estamos viendo, algo intangible no se como explicarlo pero lo siento - Les digo sonando más preocupada de la cuenta, cuando todos mis sentidos me alertan de que allí hay una magia negra más peligrosa de todas, solo que no tengo idea de que tipo de magia negra sea -

 

¿Podría ser magia negra o es solo la cárcel de Abbadon que al no reconocernos se defiende? ¿podría ser que la misma cárcel que cuidamos tanto ahora nos vea como simples intrusos? parpadee dándome cuenta que no sabíamos que más cosas nos esperarían dentro y que teníamos que caminar con pies de plomo y mucho cuidado, tenía la sensación de que había cosas que se nos escapaban, así que solo me dije que teníamos una oportunidad de salvar a Ginny y no podíamos perder más tiempo, debíamos de entrar y encontrarla cuanto antes mejor.

 

Sentía una presencia extraña, no sabía a ciencia cierta como explicarlo pero desde que puse un pie allí, sabía que algo no andaba bien, incluso antes de estar de cabeza, así que en su mente se sucedían las posibles razones de lo que podía estar pasando, o era magia negra o el mago que tenía a Ginny que nos impedía pasar ¿era Abbado o era otra cosa? sentía que algo se me escapaba de las manos, pero aún así avance con cuidado ingresando al fin a la cárcel o lo que quedaba de ella, esperando que no hubieran más sorpresas en aquel mágico y raro lugar.

 

 

De nuevo una explosión cercana a donde estábamos se escucho y el suelo se movió bajo mis pies como si de un terremoto se tratará ¿Qué demonios pasaba allí? de repente parecía que las paredes se iban a caer, así que me sostuve como pude intentando escuchar que sucedía allí, ¿Qué pasaba en realidad? no podía entender lo que sucedía pero algo era seguro era que la cárcel ya no nos veía como sus guardianes y quien quiera que no nos quería allí, había puesto trampas para que no encontráramos a Ginny Potter, así que me dije que la buscaríamos por cielo y por tierra y que hasta que no la tengamos con nosotros no nos daríamos por vencidos, solo esperaba que todo nos saliera la mar de bien.

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Scarlet Akane

De pronto le sorprendió lo que ocurrió a continuación, había alcanzado a vislumbrar el brillo de la daga del sacrificio que acababa de aparecer, pero lo que fue peor para ella fue el aroma de la sangre, impactó en su olfato como si fuera un cachetazo. Hizo memoria, hacía demasiado tiempo de su última cacería, debería haberle hecho caso a Zahil. Ahora su cabeza daba vueltas y no por el causa del hechizo que defendía el lugar. Catherine había hecho un movimiento con su mano, elevándola y fue como si el lugar aceptara un sacrificio de sangre. Scarlet solo pudo lanzar un grito ahogado y no se detuvo, segundos después, estaba bebiendo sangre de la muñeca cortada de Catherine ¿en qué estaba pensando al cortarse la mano frente a una vampiro?

 

Melrose preguntaba que demonios, pero si el phanton le había dado suficiente velocidad sabía que no lo preguntaba por ella, incluso la otra joven bruja hablaba, pero ella en realidad no la escuchaba. Quitó los colmillos de la muñeca de Catherine y la miró a los ojos, sabía que los suyos brillaban como dos esmeraldas encendidas y lanzó un gruñido a la vez que aparecía a Edelweiss en su mano libre.

 

--Episkey... eso fue est****o... --dijo viéndola casi con odio antes de agregar --pero efectivo --y le soltó la mano casi arrojándosela contra su cuerpo e intentó alejarse pero la explosión y el movimiento de tierra bajo sus pies le hicieron lanzar un nuevo grito cuando la tierra se rajó y cayó por un precipicio de tierra que se acababa de formar, casi tragándola al pescarla desprevenida, solo atinó a aferrase a su varita para no perderla mientras pensaba en un aresto momentun que ralentizó su caida.

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Todo sucedió tan rápido que no llegué a darme cuenta que no estaba viendo el cielo claro de la mansión Vladimir hasta que sentí un ruido de explosión fue cerca de nosotros. El cambio fue tan brusco que me agarré a la tía Sagitas para no caerme. Todo estaba al revés, cuando no deberíamos estar allá.

 

Pasamos de estar sentadas y compartiendo conocimientos del clan a estar a las puertas de Abbadon, la que una vez fue majestuosa cárcel de nuestro bando, en la que confinamos mortífagos caídos en batalla. Yo había sido una de sus guardianas en tiempos muy antiguos. La tía Sagitas parecía tan desorientada como yo, boca abajo en un mundo girado. Sentía el estómago todo revuelto por lo rápido que había ido todo.

 

- Sé lo que es. Las defensas de Abbadon, pero a nosotros no debían afectarnos, somos sus guardianes, no sus enemigos.

 

Solté un poco a la tía para tantear con el pie aquel espacio girado. Intenté buscar un punto en el que no me mareara, fue cuando noté a Luna muy cerca de nosotros, junto a más compañeros de bando. Ellie, Nathan, ¿era Darla también? Me daba miedo girarme del todo y caerme hacia el inifito.

 

- No sé lo que pasa, esto es un hechizo para no llegar a Abbadon.

 

¿Cómo hacer? Si nos movíamos, explotaba la tierra sobre nuestros pies. No podíamos permanecer allá, quietos.

 

- ¿Y si formamos una cadena humana, avanzando despacio, tanteando con los pies para no pisar...? ¡¡Aaaaaah!!

 

Había levantado el pie y tropecé, con tal torpeza que no me dio tiempo de agarrarme de nuevo a la tía y me caí hacia el cielo. Si eso era posible... Braceé con miedo, gritando cuando, de improviso, me transformé en la linda golondrina, mi don de Animagia. Y en esa forma, no sentí miedo sino placer de volar, de sentir el aire, de perseguir a otras aves que, como yo, se acercaban a las ruinas de la torre de Abbadon sin problemas. En cuanto posé mis patitas en unas de las rocas del patio y pié a mis amigos, el mundo se volvió del derecho, con la magia de la Torre que nos reconocía que habíamos superado la primera prueba, la de sacrificar a uno del bando para que abriera camino hacia la entrada.

 

- Aún quedan más ppruebas para entrar, ¿cuántas eran? ¿Tres, cuatro? - pregunté a los compañeros, la primera pregunta fue piando, la última como humana de nuevo.

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