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El Día de la Amnistía


Nate Weasley
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Amanda Hookstraten
Secretaria General de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas


Ni la más espesa capa de maquillaje lograba esconder las bolsas moradas que se dibujaban debajo de sus ojos. Pasó unos cuantos segundos más delante del espejo, rindiéndose finalmente a las secuelas del cansancio. Un temblor fino marcó el gesto de sus manos que, una a una, comenzó a guardar sus productos cosméticos en el pequeño necessaire que había traído al hotel.

–– Sabía que no debería haberle puesto tantos shots de espresso al café. –– murmuró, para su reflejo, quien la miraba casi juiciosamente. En las últimas dos horas desde que había bebido su enésimo latte del día ya había visitado el baño varias veces, y ninguno de los ejercicios de relajación que había aprendido en terapia servían para alivianar el feroz latir de su corazón. La voz de su madre resonó en su cabeza, y se escuchó tan real que Amanda pensó que de alguna manera su madre se había materializado en Frankfurt para regañarla: Este trabajo te consume demasiado, te acabará matando. >> le diría, si estuviese aquí. Sólo unos años más mamá, primero debo... >> y entonces se lanzaría en cualquiera de los proyectos que había trabajado en los últimos años: derechos humanos en prisioneros de guerra, derechos humanos y género, educación en los países en desarrollo, accesibilidad a la salud...

La verdad era, y sería certificada por cualquiera que la conociese, que Amanda era una adicta a su trabajo. A sus cincuenta y seis años, estaba apenas en la cima de su carrera profesional, a la cual había llegado luego de diez arduos años como litigante para las Naciones Unidas, sin desmerecer su triple doctorado en políticas públicas, relaciones internacionales y derechos humanos, además de montañas de artículos académicos entre los cuales había algunos de mayor renombre como "Hacia una reforma laboral con perspectiva de género", la cual había obligado a corporativos de todo el mundo a replantearse las diferencias en salario y oportunidades basadas exclusivamente en el género dentro de sus compañías y "África como continente de primer mundo –– ¿una utopía?" que terminó por obligar a las Naciones Unidas a dejar de hacer oídos sordos y ojos ciegos a los problemas de dicho continente.

De hecho, Amanda nunca había parado. Se había graduado con un título de grado en ley de Harvard para luego pasearse cual saltamontes entre distintas cortes, llegando incluso hasta una Suprema, para finalmente darse cuenta de que sus anhelos iban más allá de las preocupaciones de un único país. Y sin embargo, a pesar de todos sus estudios y sus tres décadas de incuestionable experiencia, nada la había preparado para el desafío que hoy le tocaba enfrentar. Magia. Eso que había leído en cuentos cuando era niña, que había deseado con todas sus fuerzas que fuese verdad pero que eventualmente tuvo que resignar y someterse a la crueldad de la realidad, tan inmágica como mundana. Sin embargo, existía. Existía y siempre había existido... tal parece los magos siempre habían estado entre ellos. Escondidos, en silencio.

Por semanas, y desde que su existencia fue revelada, Amanda había puesto sus manos en cuanto artículo se escribía sobre ellos. Curiosa por naturaleza y una ávida lectora, sus ojos devoraban las decenas de páginas al respecto mientras su cerebro analizaba meticulosamente su contenido para tratar de llegar a una opinión. Le tomó meses llegar a la conclusión de que, independientemente de sus intenciones, los magos eran peligrosos. ¿Qué ocurriría si esa magia caía en las manos equivocadas? Ya los humanos sin magia se las habían arreglado por siglos para perpetrar actos de la más lesa humanidad, y le asustaba pensar los alcances a los que las motivaciones de los grupos extremistas de todo el mundo podían llevar si se armaban con la magia.

Luego la figura del Inquisidor había surgido, quizá el enemigo más inminente de este grupo de gente, y había sembrado esperanza en la población de todo el mundo. Una población donde toda heterogeneidad causada por raza o religión, partido político u orientación sexual, género o clase social, había sido borrada por la amenaza de la magia. El Inquisidor había traído paz, era alguien que tenía el poder de neutralizar la amenaza y lo estaba haciendo.

Pero... ¿a qué costo? >> le decía siempre una voz dentro de sí. La voz de la parte de ella que la había llevado a la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU. Son humanos, su magia no debería ser un carácter excluyente para gozar de derechos humanos. >>

Y tenía razón. Amanda lo sabía. Estaba convencida de ello.

Sin embargo la gente estaba actuando por miedo. Y era su responsabilidad encontrar el equilibrio justo entre el miedo y los derechos de esta gente.

Se repitió eso mientras caminaba al atrio en el que presidiría, por circunstancias extraordinarias, la Cumbre de Naciones Unidas. Normalmente aquello era responsabilidad del Presidente de la Asamblea General, pero el politólogo nigeriano Muhammad-Bande hacía rato que se había declarado categóricamente en contra de presentarse allí aquel día. Por otra parte, luego de que Donald Trump se negase a exponerse tan abiertamente alegando que: "en tiempos de tanta magia, cualquier americano estaba en peligro con sólo respirar" y, a pesar de lo irrisorio de sus declaraciones, otros mandatarios emitieron declaraciones de contenido similar, aunque significativamente más coherente.

Todo aquello había llevado a que la Asamblea, que normalmente reunía a 193 políticos de todo el mundo, estuviese limitada a menos de una decena de naciones que reconocían la urgencia de los temas a tratar pero, un tanto cínicamente, enviaban a funcionarios públicos de variable renombre en representación. Inicialmente dicha Asamblea sufrió rebates que cuestionaban su legitimidad al tener tan pocas naciones presentes, lo cual se solventó una vez que la mayoría de los países emitieran órdenes presidenciales autorizando a alguna de las pocas presentes a hablar en pos de ellas. En efecto, la magia estaba uniendo a las naciones de una manera nunca antes vista.

- Buenas noches, bienvenidos a todos. – inició, una vez detrás del micrófono. Se encontraba en una especie de pedestal que se alzaba por encima de una hilera de escritorios ordenados de manera concéntrica alrededor de ella, por lo que tenía una visión perfecta de los mandatarios allí presentes, quienes la miraban fijamente: algunos llenos de miedo, otros nerviosos, otros abiertamente ansiosos, analizando cada una de sus palabras. – Nos encontramos hoy reunidos en Asamblea Extraordinaria de Naciones Unidas para discutir el referéndum recientemente elevado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Esta Asamblea la presidiré yo, Amanda Hookstraten, en carácter de Secretaria General de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, con la participación de un total de nueve naciones quienes suscriben en el Acta Acuerdo a firmar al final de la Asamblea.

En carácter protocolario, procedió a nombrar a cada una de ellas. Amanda había estado en aquellas Asambleas docenas de veces: estuvo allí cuando se discutió el desarrollo sustentable, cuando se debatió la necesidad de frenar las radiaciones nucleares a lo largo de todo el globo, cuando se plantearon estrategias para el cuidado y la regeneración de la capa de ozono, y tantas otras más. Nunca, sin embargo, se imaginó a sí misma presidiendo una: sencillamente no era parte de sus aspiraciones políticas. Mucho menos aún que lo haría en una que tenía tan poco quórum. No obstante, era su deber estar allí esa noche y, por qué no, su oportunidad de brillar.

- Mr. Gerald O'Riley. – comenzó, dirigiéndose hacia el hombre que tenía en el primer escritorio a su derecha. – Senior Advisor to the Prime Minister of Northern Ireland in representation of the United Kingdom. You are one of the few nations that are present here today in representation of NATO. Would you be so kind to enlighten us all in the motives behind this referendum? And, most importantly, the measures NATO is proposing to be taken?

El embajador irlandés se tomó unos segundos para responder, durante los cuales jugueteó con los papeles encima de su escritorio sin verdaderamente cambiarlos de orden o lugar. Amanda tenía la impresión de que quería generar expectativa, e hizo lo posible por mantener su rostro impasible y no decir ni una palabra mientras escuchaba al hombre utilizar adjetivos por demás despectivos en medio de alegatos que rozaban la inhumanidad. Tuvo que morderse la lengua, de hecho, para no instarlo abiertamente a calmarse cuando éste se paró en su lugar a arengar a los otros representantes allí presentes a hablar con sus presidentes para que siguieran las acciones propuestas en el referéndum.

Thank you, Mr. Ambassador. That will do. – acotó, repentinamente y sin poder contenerse, en cuanto escuchó como el discurso se desviaba hacia la responsabilidad del resto de la Unión Europea por mantenerse, al menos hasta ahora, neutral en tiempos de tanta crisis. En efecto, si bien el documento había sido emitido de parte de toda la OTAN, era de público conocimiento que las votaciones que habían llevado a su publicación habían sido de lo más peleadas, con la mayoría de los miembros en común con el bloque económico europeo en contra de él. – Madame Ardoin, Secrétaire Principale aux Relations Extérieures au nom de la France, ¿pouvez-vous éxpliquer pourquoi la France a décidé de ne pas adhérer au document en question?

Su francés estaba fuera de práctica, más le alivió ver a la mujer a asentir y lanzarse a detallar las razones por las cuales Francia (y el resto de las naciones europeas que habían votado en negativo) había disentido con la mayoría. La mujer hablaba de una manera mucho más relajada, y sus ideas eran tan concretas y sucintas, que Amanda se permitió tomar un trago de agua mientras aprovechaba la patente humanidad que tanto le faltaba a su predecesor para calmarse lo más posible.

Merci beaucoup, Madame. – agradeció.

Era el turno del representante ruso.

Amanda pasó la siguiente media hora instando personalmente a cada uno de los allí presentes a dar su punto de vista en el tema. Cada tanto, hacía preguntas que ella consideraba pertinente, más tuvo que ejercer extrema cautela a la hora de permitir a los mandatarios cuestionarse entre ellos. Por fortuna, y para su sorpresa también el asesor Irlandés, todos mantuvieron la cordura. Finalmente, llegó la hora de la última parte de la Asamblea, la parte que Amanda más temía pero que, al igual que todos, más había estado esperando.

Muchas gracias a todos por sus palabras. Ha llegado la hora de la votación. – Amanda presionó un botón en la tablet que tenía frente a ella, a un lado del micrófono, y la pantalla detrás de ella cambió para reflejar pequeños círculos que representaban a cada uno de los miembros allí presentes. Dichos círculos permanecían negros por el momento, más cambiarían a rojo o a verde en función de los votos de los diplomáticos que representaban.

Mr. O'Riley, you first. Aye or Nay?

Como era de esperar, su voto fue positivo.

El segundo también.

Amanda suspiró, resignada.

Las bolsas debajo de sus ojos probablemente tendrían unos días más para contar.

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Roman Jones:

Nueva York. Sede central de la ONU- Turtle Bay Manhattan.

 

El señor Jones había asumido el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas luego de que su antecesor se hubiese colgado extrañamente en su apartamento la semana anterior. Con un cigarrillo en la boca, anteojos a media nariz y el puño en su sien apoyando la cabeza, hojeaba una y otra vez el documento, parte de una pila de papeles que tenía por todo su comedor. Dio una calada al cigarrillo y expulsó el humo al instante para darle unos golpecitos contra el cenicero que mantenía unas quince colillas.

-¿Quién iba a pensarlo eh?...- cuestionó en cuanto desviaba sus profundos y celestes ojos hacia el gato angora que brincaba ágil justo al lado de su tazón de humeante café- ... brujas y magos, Dolly. Creo que Marina jamás se lo hubiese creído...

Comentaba a su mascota mientras buscaba la fotografía de su difunta mujer, la misma que se encuadraba en el marco de imágenes que se hallaba colgado en la pared frente a él. Se le veía contento, abrazándole por detrás mientras ella sonreía con dos chicos de unos quince años, gemelos, a cada costado- la gata maulló, tenía hambre-. Lo cierto era que Roman Jones era un viudo de sesenta años de edad, con una basta experiencia en asuntos gubernamentales y estudios en varias instituciones de gran prestigio; su carrera había sido lo suficientemente ardua como para obtener el puesto que le habían otorgado hacía tan pocos días. Dolly volvió a maullar.

-Esta bien... es...- dio otra calada y apagó el cigarrillo-.. esta bien, ya voy...- respondió el hombre, encaminándose a la cocina donde se percató que ya eran las cuatro y treinta de la madrugada. Era tarde y si no apuraba sus actividades llegaría tarde a la reunión.

***


Roman había rebajado su barba blanquecina y recortado su bigote manchado de nicotina, para ducharse y tomar uno de sus varios trajes que guardaba en su vieja habitación, allí donde había dormido alguna vez con Marina. Reluciente vestimenta, zapatos cafés, lustrados y con un brillo particular, esperó frente al ventanal que daba hacia la calle mientras encendía un cigarrillo. No pasaron más de diez minutos en que su móvil sonó; un coche elegante y azabache le esperaba afuera.

De camino a Turtle Bay, varias imágenes de los documentos se aparecían como fantasmas en su mente, personas que jamás había visto en su vida, clasificados que ni la CIA pudo corroborar, gente con vestimenta extraña, cortes y colores de cabello extravagantes, brujas y magos con una vara de madera, ya sea sujeta a alguna de sus manos o envainadas en cintos que parecían ser hechos para esas cosas que tanto daño habían y estaban haciendo. Dentro de la carpeta, resaltaba un documento con el timbre de Genetics Corporation Ltda. Una compañía, con un amplio giro farmacéutico.

***

Comenzaba a amanecer en la famosa isla estadounidense y los rascacielos eran los primeros en reflectar la amarillenta luz del sol, radiante por lo demás, mientras las bocinas y ruidos propios de la muchedumbre comenzaban a opacar el nulo canto de las aves. El coche estacionó en Dog Park, por orden del comisionado.

-Déjame en frente de ese carrito, Jack. No me perderé del primer café matutino...- comentó con leves quejas y muecas al bajarse del auto-... después el agua la recalientan muchas veces y pierde su sabor.

Dicho tal, el señor Jones fue por un pack de 4 bebidas calientes que llevó en una mano, mientras uno de los guardaespaldas del vehículo le acompañaba con dos maletines negros y lujosos; uno tenía toda la documentación necesaria para la reunión, el otro estaba vacío. Mero protocolo de seguridad.

Al entrar al gigantesco edificio, saludó a varias personas que comenzaban su día laboral, hasta que una le susurró algo al oído. ¡Conocía ese nombre!.

-¡Señorita Hookstraten!- exclamó el hombre para llamar la atención de la mujer. Una vez le oyó para su encuentro, le dijo- te ves algo nerviosa, ten uno de éstos para amenizar la mañana. Después de todo, qué otra cosa más extraordinaria que ésta para nuestra carrera ¿verdad?...- sonrió amablemente mientras le ofrecía uno de los 4 cafés.

***

Roman jamás supo si Amanda se había bebido el café, pero lo que es seguro, es que vio el vaso desechable, elegante y con un grabado de marca particular sobre el estrado donde la mujer presidiría la asamblea que se llevaría a cabo, en representación del departamento de derechos humanos de la organización de las naciones unidas; ¿lo habría recalentado durante el día?. Él se acomodaba en un amplio respaldo junto con otros representantes y magistrados de la amplia institución internacional. Le había oído, comprendido y analizado.

- Buenas noches, señorita Hookstraten...- saludó el señor Jones, inclinándose un poco hacia el micrófono que tenía en frente, no sin antes haber probado el audio con dos golpes del índice a la esponjilla. Su voz era ronca debido al tabaco- señores mandatarios, representantes, directivos y administradores. Tengo el agrado de saludarlos en un día tan histórico como lo es hoy...- comenzó a parlar el hombre, a tono muy educado y jovial, moviendo las manos en completa armonía con los intervalos de lectura hacia los documentos que mantenía bajo la vista. Llevaba años en lo mismo- ... y deseo hacerles unas cuántas preguntas; ¿qué nos mantiene con vida el día de hoy?, ¿será el afán de nuestro intelecto o la cobardía de nuestros actos?...- sostuvo mientras volteaba medio cuerpo hacia la pantalla que los altos comisionados tenían detrás, a la vista pública de todos los presentes de la reunión. Hizo un gesto a Hookstraten para que retrocediese unas láminas de la presentación.

Habían varias fotografías de magos y brujas que la mayoría ni siquiera había visto, de hecho, ni el mismo Román Jones les conocía, al menos no más de lo que la documentación enseñaba. Una bruja de cabellos lilas, un joven de cabellos castaño, otra bruja descalza y otro par de magos con cortes de cabello que parecían conmemorar alguna época de los años veinte, entre otros, ¡muchas y muchos más!; todos vestían con ropajes que parecían sacados de una película de ficción.

- Como logran apreciar, éstos seres ... mágicos, sí, al parecer tienen una historia detrás, ¡todo un mundo!, conviviendo entre nosotros sin siquiera percatarnos...-alcanzó el vaso de agua, uno cristalino y sencillo, bebió y prosiguió-... han de tener un gobernante, una política fiscal, cuerpos de seguridad, normas que los legislen, ¡una sociedad!, un estado oculto y por ende, de gente buena y mala. Así de simple- indicó mientras aprovechaba el segundo de silencio para pasear sus azulinos ojos entre quienes le prestaban atención- por lo tanto, ¿qué o quién nos hace pensar que podemos sentenciarlos?, ¿la famosa figura del inquisidor?...- cuestionó Román mientras apuntaba con un puntero rojo una silueta difusa, imagen precaria de lo que pareciese ser el vil protector de los no mágicos; al menos hasta ahora- ¿somos los jueces de éste, nuevo mundo?. Quisiera tener la respuesta concreta para ello, más que nada como un acto humanitario, como un derecho de convivencia y conveniencia pacífica, ya que, porqué no decirlo: Quizás qué cosas podríamos aprender de ellos, pues y por lo visto, ellos ya conocen bastante sobre nosotros...¡hay hijos de nuestra gente que ha procreado chicas y chicos con magia! y es ahí cuando me pregunto ¿qué nos hace tan distintos?.

El señor Jones se quitó los lentes, columpiando el marco con el vaivén de su muñeca mientras dejase que el público analizara sus cuestionamientos. Llevando la pata de los anteojos a la boca, sonrió amablemente y deslizó las yemas de los dedos por el timbre de agua que firmaba el documento de Genetics Corporation Ltda. Volvió a fijarse en Amanda, en el público, se puso nuevamente sus lente y agregó.

- Como presidente del consejo de defensa de ésta organización, podría verme en la obligación de acordar un tratado de paz, ¡uno público!, no como el que existía con esa famosa sigla ..."maco..ma...Macusa"...- deliberó al hojear unos cuántos papeles-... pero así también y equilibrando la balanza, no podemos descartar que existiendo gente buena y mala, hayan brujas o magos con ambiciones unilaterales, cuestión que podría provocar otro daño colateral como ya hemos visto...

Fue allí, donde instó a que la presentación se detuviese en los ataques que había sufrido la isla británica, el atentado a un crucero y las grandes pérdidas a las que la sociedad humana se vio expuesta por desconocer una dimensión contigua más que paralela. Vídeos explícitos del daño que aquellos extravagantes personajes habían ocasionado.

- ¿Tendremos los instrumentos para hacerles frente de ser necesario?, ¿a qué costo?...- volvió a cuestionar-... acaso, ¿enviaremos a nuestros hijos a la primera fila de batalla?...- infirió el hombre, dibujando al par de gemelos en su mente, vestidos de oficiales de las fuerzas armadas estadounidenses. Uno pertenecía a la marina y el otro a la potencia aérea; más aún, el comentario iba con el espíritu patriota del norteamericano arraigado a su costumbre narcisista y el mero hecho de llamarle hijo o hija a quien pelea por ello- quiero que seamos críticos en las opciones que tenemos por delante, que fijemos la puntería con determinación y que no dudemos que tal vez podría ser nuestra única opción de que lográsemos al fin, el dominio de las políticas sociales. Yo, estoy a favor...

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Niara Ihejirika

 

No necesita ser una vidente, como dicen las personas mágicas, para saber cómo terminará la asamblea. Es irónico. El hombre anhela poder, pero cuando éste no está en sus manos, no tiene reparos en destruir a qué y quién lo posea. Niara supo que, tarde o temprano, llegarían allí. Prohibir la magia, instar a las personas mágicas a tomar el medicamento desarrollado por Genetics Corporation, eran actos discriminatorios e intolerantes que todavía podían remediarse; todavía podían legislar leyes para proteger a los magos, brujas y otros seres mágicos; todavía podían intentar establecer relaciones con ellos. Quiso creer que un día despertaría y ese día habría llegado, pero ahora sus esperanzas están completamente muertas. Se acercan peligrosamente al punto sin retorno e, independientemente de lo que ocurriera después, no habría remedio.

 

Niara sabe cómo terminará la asamblea y, mientras escucha a los hombres —¿por qué no le sorprende?— hablar de la amenaza de la magia, reflexiona si vale la pena votar en contra. El voto no tiene que ser unánime; si la mayoría está a favor, sucederá. Manifestarse en contra es, más que un acto de esperanza, uno de rebeldía y protesta. Y, ¿está en la posición de hacerlo? Aunque cuenta con una gran plataforma en internet y una gran cantidad de seguidores y personas que la apoya, no tiene influencias donde hace falta: arriba, entre las grandes esferas. Se siente vulnerable.

 

«Si voto en contra, lo sabrán».

 

Hace menos de un mes, Niara Ihejirika fue invitada junto a otras personas con influencia del continente africano —y, por supuesto, con ciertas ideologías políticas y corrientes de pensamiento— a la Escuela de Magia Uagadou. Se reunieron con el director Ekon Alaneme y se les permitió conocer las nociones básicas la magia y lo que se enseña en aquel colegio, aunque él no mencionó a los Videntes en voz alta; Niara curioseó un poco en la biblioteca y encontró un tomo que hablaba de habilidades mágicas. Magos capaces de cambiar su aspecto físico, de leer la mente, de ver el futuro, de transformarse en animales… Era fantasioso, era terrorífico. Pero, ¿por qué debía ser malo? ¿Por qué debía temer? ¿Ella le temía a todos los estadounidentes por tener semejante presidente? ¿O a los rusos? ¿Qué había de las naciones con poderosas armas biológicas y nucleares? No tenía caso debatir si los magos eran una amenaza, cuando todo ser humano lo es. Incluso, la parte más oscura de su mente visualizó una idea muy clara: no podemos comenzar una guerra que no podemos ganar.

 

Niara estaba a favor de investigar a las figuras mágicas responsables de las catástrofes ocurridas recientemente, principalmente el ataque al Canal de la Mancha. Sin embargo, también cree que debe haber un castigo para el Inquisidor, que orquestó un ataque contra instituciones e incluso hospitales mágicos. ¿Cómo es que no estaban hablando de eso? ¿Cómo es que no ven que los magos sólo son personas como ellos?

 

Sobre su regazo, sus manos tiemblan. Normalmente no es tímida para hablar y, en sus años formando parte de la Comisión para los Derechos Humanos, no ha tenido reparos en debatir con pasión y defender sus ideales; es por eso que se siente tonta por sentir tanto miedo. No sabe de dónde viene, pero es innegable que le afecta incluso a un nivel físico.

 

«Estoy exagerando. No tienen cómo saber que he socializado con magos. Y, de todas formas, ¿cuál es el problema con ello? No me harán desaparecer por eso».

 

—… yo, estoy a favor —finaliza Roman Jones su discurso.

 

Por primera vez, Niara alza la vista a la pantalla del frente y los ojos se le llenan de lágrimas cuando la mayoría de los puntos están iluminados de color verde.

 

Y es su turno de hablar. ¿Vale la pena decir lo que de verdad piensa, aunque sea ya una causa perdida?

 

La joven mujer se acomoda en su asiento, aunque su postura ya era incorregible, y comienza a respirar con lentitud para no hiperventilar. Siempre tiene mucho miedo antes de comenzar hablar, desde la escuela le ha sucedido, pero una vez que comienza a hilar sus ideas, gana seguridad y confianza hasta que es capaz de exponer su punto con todo corazón. El miedo desaparece y, al final, se siente como una tonta por haber estado asustada en primer lugar. No tiene por qué ser diferente ahora.

 

—Buenas noches —habla con voz clara, luego de darle un sorbo a su vaso de agua. La representante de Ghana se inclina ligeramente hacia adelante, para acercarse lo suficiente al micrófono, aunque no demasiado para no ocasionar problemas técnicos—. Estoy segura de que no he sido la única que se ha hecho las preguntas que expresó el señor Jones.

 

»¿Qué nos hace diferentes de las personas mágicas? Si se lo preguntan al director de Genetics Coporation, les hablará del llamado “gen mágico”. Un gen adicional, o uno diferente, lo que sea; no soy una experta en genética, pero sí sé que no todas las personas tienen el mismo código genético o la misma cantidad de cromosomas, hay diferencias a nivel biológico. Somos humanamente diferentes, únicos e irrepetibles, pero, a los ojos de la ley, iguales. A los ojos de esa comisión, todos merecemos equidad de derechos y oportunidades. En pocas palabras, considero que son sólo otro colectivo humano, como existen muchos en todo el mundo. Podríamos agruparlos como una comunidad, aunque sean de diferentes nacionalidades, razas y etnias. ¿Es justo que juzguemos a todos, por las acciones de sus mandatarios? ¿Acaso queremos volver a épocas más oscuras?

 

»¿Podemos juzgarlos? En nuestras leyes no se habla de personas mágicas, pero ¿por el simple hecho de ser personas, no merecen los derechos humanos que se supone que garantizamos? No me gusta oír que hablamos de ellos como algo separado, cuando deberíamos comenzar a incluirlos bajo nuestro amparo. Y aún así, si sabemos que tienen su propiedad sociedad, ¿cómo es que no ha sido nuestra primera opción formar una mesa redonda con ellos? No se equivoquen, creo que hay figuras en la comunidad mágica que deben ser juzgadas y, si se han tomado la molestia de investigar e informarse, estarían mencionando sus nombres. El ex Ministro de Magia de Gran Bretaña, Aaron Yaxley, por ejemplo. Los ejércitos mágicos de Italia y Bulgaria, que atacaron el Canal de la Mancha. Pero también creo que el Inquisidor debe ser juzgado, así como aquellas fuerzas que están suministrando a la fuerza el Compuesto Anti Magia a magos y brujas de todo el mundo, causándoles daños físicos y emocionales, atentando contra su dignidad y volviéndolos parias.

 

»No creo que haya lugar para pensar de forma bélica. No creo que debamos preguntarnos si podremos someterlos, si podemos eliminarlos, si nos devolverán el golpe. Es totalmente inhumano y atroz… Y es la salida más fácil —concluye, con ton mordaz. Luego, cuando vuelve a hablar, lo hace con la voz más calmada y lenta—. Me gustaría invitarlos a recordar dónde estamos y qué se supone que defendemos.

 

»Yo voto en contra.

 

Y una luz roja aparece, una entre muchas luces verdes.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Craig Kozlov

 

- Representante de la Federación Rusa ante la ONU.

 

Había ganado cierta habilidad en los últimos años con la pantalla táctil de su teléfono móvil personal que le era inevitable sonreír cuando con un simple movimiento de su dado índice hacía aparecer el menú desplegable con todas las opciones de conectividad, luminosidad y demás opciones que se había aprendido de memoria. Craig era un fanático de la tecnología y aunque para un representante mundial de su talla un conocimiento profundo del tema no era considerado necesario, siempre procuraba estar al tanto de las innovaciones que las empresas del mundo presentaban ante las juntas de gobierno en busca de algún contrato jugoso con el Estado. Le gustaba decir, por ese carácter indescifrable que posee el funcionamiento de la tecnología ante los ojos de los desconocedores de la materia, que aquello era como magia; claro, aquella afirmación había quedado obsoleta una vez la existencia de la verdadera magia ganó carácter de pública.

 

Le echó un último vistazo a la fotografía de su esposa que había seleccionado como fondo y presionó el botón para bloquear la pantalla, finiquitando aquella momentánea abstracción de todo lo que lo rodeaba. Lo dejó junto a su móvil oficial, un viejo móvil del 2010 de producción rusa con las capacidades limitadas de la época en la que había sido fabricado pero que sin embargo estaba encriptado mar. Alzó la vista de su escritorio y observó lo que tenía inmediatamente enfrente: el atril donde Amanda Hookstraten daba un soporífero discurso de apertura a aquella asamblea especial de la ONU. Craig se había puesto al hombro, apenas unos años atrás, la campaña en contra de la elección de aquella mujer para presidir el Alto Comisionado de Derechos Humanos en favor del candidato que el propio Vladimir Putin había propuesto. Experimentaba en relación a ella cierto rencor, pues antes que diplomático era humano, que censuraba cuando la cruzaba en los pasillos de la sede central y que ocultaba con una casi protocolar sonrisa. Apenas le dirigía un saludo con un inglés que mezclaba su basta formación en el idioma con la picardía de remarcar su acento ruso.

 

Abrazó con sus gruesos dedos el cáliz de la copa que una de las asistentes había dejado a su alcance y se la llevó a la boca mientras observaba las intervenciones de sus pares. Aguantó unos segundos antes de dejar vía libre para que el agua fresca hidratara su garganta, sabiendo que el momento de su alocución se aproximaba. Aprovechó ese pequeño periodo de tiempo para analizar cada una de las palabra que sus pares pronunciaban y el meta mensaje que escondían aquellos discursos que afloraban de manera tan antinatural de sus hipócritas bocas. Su cabeza funcionaba como la compleja maquinaria de una locomotora que iba a todo vapor hacia su destino: imponer su postura frente a la problemática que había puesto en jaque al gobierno rusa ante una inusitada revuelta que desafiaba la censura y la represión dispuesta por el Kremlin. Craig prescindía de cualquier ayuda o guía escrita para encarar sus recurrentes discursos frente a las distintas asambleas a las que solía asistir. Nuevamente su experiencia como diplomático elevaba su propia presencia, reconocida y respetada ampliamente tras los bastidores de la escena política internacional. Acomodó las solapas de su negro traje y se puso inmediatamente de pie cuando oyó su nombre pronunciado por la propia Amanda. Adoptó una postura erguida y su tosco rostro, afeitado con precisión, se endureció.

 

Vladimir Putin había sido contundente y ortodoxo con la determinación de una postura nacional sobre cómo proceder frente a la amenaza que los seres mágicos y la experimentación con la magia que éstos llevaban en sangre, sobre todo por parte de laboratorios mágicos que escapaban del estricto control estatal. Craig no la compartía con el fervor que se esperaba de uno de los funcionarios más cercanos de Putin pero tanto la devoción por su líder, el amor incondicional por su país y su situación como una de las grandes promesas para heredar el poder mayor en Rusia anulaban su propia opinión sobre la problemática. Rusia había puesto en funcionamiento su aceitada red diplomática para asegurarse el acompañamiento de otros representantes y lograr la mayoría necesaria para aprobar aquel referéndum. El presidente había puesto su firma a disposición de cuanto tratado fuese necesario para asegurarse una conclusión favorable para sus propios deseos.

 

- Señora Secretaria General, mediante su honorable investidura la delegación rusa se dirigirá a esta honorable asamblea para declarar su postura sobre el tópico que nos reúne.- tuvo que hacer fuerza para no aclarar su garganta, pues largos años de ejercicio de la diplomacia le habían enseñado a medir hasta el más minúsculo de sus actos y comenzar un discurso de esa manera no era exactamente bien visto - Delegaciones aquí presentes: La situación en la que el mundo se ha vuelto envuelto en los últimos meses nos obliga como líderes mundiales a hacer frente a las demandas que una sociedad asustada, desprotegida y sumergida de manera vertiginosa en un turbio mar de incógnita y imprevisibilidad sin precedente en la historia de la humanidad.

 

»Nuestra responsabilidad como países protagonistas de un mundo globalizado nos demanda tomar acciones decisivas, coordinadas y determinantes con el fin de poner punto final al descontrol desatado en nuestras naciones. A la vista de ninguna de las delegaciones presentes puede escapar que la sucesión de hechos que nos llevaron a este punto, con la aparición del Inquisidor y de las actividades que lleva adelante el laboratorio Genetics. No se puede hacer oídos sordos a los reclamos y los pedidos de nuestros pueblos de darle claridad a nuestro futuro y darle un horizonte de orden a nuestros ciudadanos, que vieron arrebatada su paz y su seguridad. Debemos lidiar con convicción con este cambio radical en el mundo y LIDERAR el camino hacia una reconstrucción de una realidad justa, devolviendo la normalidad en que se desarrollaba nuestra vida antes de la aparición de la magia que ante todo representa un peligro desconocido y potencialmente desastroso independientemente de quien la porte.

 

» Teniendo en cuenta la situación de desastre en la que vive el mundo y habiendo hecho un análisis minucioso tanto del referendum como de los anteproyectos de resolución presentados en otras comisiones y por otras delegaciones, es la decisión de la honorable delegación de la Federación Rusa el voto afirmativo del referendum. Muchas gracias.

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Amanda Hookstraten
Secretaria General de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas


Para cuando la señorita Ihejirika emitió su voto, Amanda ya estaba resignada. Quizá, hasta antes de la votación, se había permitido estar en duda respecto de cuál era el accionar más prudente frente a la problemática de los magos, incapaz de decidir si pesaba más la amenaza del poder que ostentaban por sobre los no mágicos o su convicción de que todo ser humano era sujeto de derecho independientemente de sexo, género, raza, nacionalidad, religión, afiliación política, orientación sexual y, por qué no, genética mágica. Sin embargo, a medida que la votación avanzaba y veía unas pocas luces rojas en medio de un semicírculo de luces verdes, tenía cada vez más clara su postura: ese referéndum no debía de ser aprobado. Su opinión, no obstante, no contaba. Estaba allí en carácter de presidenta de la Asamblea Extraordinaria, más no en representación de su país de origen. Su única función aquella noche era mediar el debate, que había sido poco más que una proclamación unilateral de argumentos.

La votación ha concluido. Con seis naciones a favor y tres en contra, queda aprobado el documento. Es hora de hacer las veces de la cámara de revisión que, por única vez, lo hará esta misma comisión. – aquella había sido otra de las modificaciones sobre el protocolo tradicional con las que Amanda estaba categóricamente en desacuerdo. Su experiencia y sus estudios le enseñaban que aquello era un severo cuestionamiento a la democracia: los países con parlamentos unicamerales eran un ejemplo claro de ello. Sin embargo, no tenía opción más que proceder con la suerte de hoja de ruta que Muhammad-Bande había aprobado en conjunto con el presidente de Naciones Unidas.

En primer lugar, debía consultar a todos y cada uno de los mandatarios si deseaban cambiar su voto, cosa que ninguno hizo. Luego, debía leer punto por punto del referéndum y preguntar si alguien deseaba realizar alguna modificación. Esta fue la parte que más tiempo tomó, dado que aquellos que se opusieron inicialmente al mismo propusieron modificaciones que no fueron aceptadas, o siquiera admitidas a debate, por parte de quienes lo apoyaron. He aquí porque la unicameralidad es una mentira. Esto es una pérdida de tiempo. >> pensó. Una hora después, y a pesar de los planteamientos morales del concejal Jones, el socialismo discursado de Kozlov y la frustración evidente en la señorita Ihejirika, el documento seguía exactamente igual.

El fin de la asamblea llegó justo antes de la media noche.

Queda oficialmente aceptado el Referéndum de la OTAN para la Acción contra... – el discurso de cierre era largo y tedioso. Tanto, de hecho, que Amanda no podía esconder su descontento con él por más que quería y sabía que debía mantenerse impasible. Aquella noche se fue a su casa con lágrimas que se resbalaban de sus ojos sin parar; tal y como había sospechado en un principio, las bolsas debajo de sus ojos no se irían a ninguna parte. Poco sabía ella, de hecho, que la culpa por las implicancias de lo que ocurrió aquella noche la acompañarían hasta el fin de sus días. En esos momentos, sólo deseaba no haber aceptado el café que Jones le había tendido por la mañana.

Editado por Nathan A. Weasley

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-En serio te digo que tienes que actuar. -me recline en mi asiento mientras miraba de reojo el titular de primera pagina del principal periodico muggle.

 

El porque ayudaba era aun desconocido para mi...o no. La verdad es que para mis negocios un poco de caos aumentaba las ganancias..una guerra prolongada no. Y ahora con el cambio de regimen en el mundo magico...quien sabe y todo podria regresar a una nueva normalidad. Claro primero habia que zanjar situaciones que no beneficiaban la labor Y bajo esa idea es que actuaba. Regresando al punto importante de la reunion, que era ese titular...Si, en este punto teniamos desventaja y habia que recuperar la ventaja.

 

-Mira, ahora mismo los muggles estan cocinando algo. Si los dejamos hacer no creo que se decanten por lanzarnos rosas. -dije levantandome y mirando por la ventana. -Ahora mismo se estan aferrando muchos de ellos al Inquisidor, y esa es la pieza que debemos atacar.

 

Que muchos dejaran su suerte en manos de ese sujeto en el mundo muggle era preocupante. Y mas por que ahora si sabiamos a ciencia cierta a los que iba. Claro no parecia que los muggles lo supieran y en ese mundo ajeno a nosotros....pero a la vez tan cercano..un titular bien armado..una noticia explosiva bien que pudiera cambiar los rumbos de las cosas. Quien diria que a estas alturas los medios pudieran lograr un papel importante.

 

-Yo te diria que contrataras a Redactando a Vuelapumas (@) , para el trabajo...tiene buen enganche en sus articulos y sabria como generar una matriz de opinion...y claro es vital que te reunieses lo antes posible con el Gobierno muggle.

 

Una recomendacion sensata...solo faltaba que aceptase. Aunque con esta persona las cosas nunca serian ir del punto A al B...sino que de seguro se darian muchas vueltas. En fin era hora de hacer trizas la imagen de salvador del tal Inquisidor..y mostrarlo como era. Un mosntruo. Asi, si lograbamos de alguna forma crear un frete magico comun podriamos encausar las cosas. Pero heme a mi divagando cuando apenas si tenia algo que ver con el gobierno...al menos titularmente. En fin....como gran admirador de Fouche. Trabajar desde las sombras...tras bambalinas....era una delicia.

 

@@Sagitas Potter Blue

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FgCYNNN.pngMi yerno no paraba de hablar mientras yo re-leía aquel periódico muggle. Mi frente se iba haciendo cada vez más fruncida a medida que leía toda la columna sobre la actitud ante la comunidad mágica. Aquella Reunión de la ONU debería haberse celebrado con presencia de la comunidad mágica para defenderse.

 

-- Si tal vez hubiéramos sabido que se iba a celebrar... podríamos haber intervenido para explicar nuestra postura.

 

Por supuesto, no le hablaba a Sean, a quien consideraba más un espejo al que hablar que a alguien a quien escuchar porque, ¿cómo escuchar a quien le gustaba apoyar causas sólo por los beneficios económicos que iba a recibir?

 

-- Bueno, no puedo culparles -- seguí hablando en voz alta. -- Al fin y al cabo, en nuestra Organización internacional hablamos de los temas muggles sin tener su presencia. Sigo pensando que esta decisión sobre el Estatuto de la Magia no debe de ser unilateral. Podemos decidir que sí o que no, pero escuchando sus valoraciones, sus puntos de vista.

 

Me recliné en el sillón de mi despacho y miré al techo. Me intimidaban las paredes y sus retratos y a veces pensaba que sería interesantes trasladarlos de lugar. Le daban mucho austeridad al puesto y me hacían sentir vigilada por otros ministros anteriores que, seguro, lo habrían hecho mil veces mejor que yo.

 

-- Al Inquisidor le debiéramos atacar las dos comunidades, ¿no crees? -- Vaya, pues sí le estaba escuchando, aunque pareciera que no. -- Los países libres y democráticos no pueden aprobar políticas de terrorismo contra grupos humanos, sean quienes sean. Además, una figura tan exaltada y con tal poder para destruir la magia, si acabara con nosotros, puede girarse contra ellos. ¿Quién garantiza que eso no vaya a suceder? No. Sin lugar a dudas, el Inquisidor ha de ser parado.

 

Me rasqué el antebrazo, instintivamente, en el lugar donde aquellos malditos me habían alcanzado con el dardo y habían mermado mi magia. Ahora, por algún motivo que no iba a dejar a nadie estudiar (por mucho que Hayame me hubiera pedido un poquitito de sangre para sus experimentos) porque yo no era ningún conejillo de laboratorio, iba recuperando cierta habilidad que esperaba que, con práctica, desataría todo el poder que había tenido meses antes a todo este caos.

 

-- ¿A Vuela Pluma? La conozco, lleva máscara. No sé si fiarme de ella aunque fue bastante fiel a mis palabras en la etapa electoral. -- Sí, le estaba escuchando, ¿quién lo diría? -- Pero tienes razón, es importante una campaña publicitaria. Espera... La hija de mi primo @@elvis Gryffindor tenía una hija... hum... creo que me había dicho que era periodista. ¿Shelle tal vez...? Deja que me lo apunto para preguntarle. Demonios... ¿Has visto mi vuela pluma...?

 

Abrí un par de cajones y miré al suelo por si se había caído. Bueno, no importaba, la habría cogido Perenela para limpiarla, así que tomé una pluma normal y escribí una nota para preguntarle a Elvis sobre si era cierto mi recuerdo y si me podría concertar una cita con ella. Pere la pasaría a limpio y la enviaría, sin lugar a dudas.

 

-- Sobre los muggles... Tengo ya una cita concertada con alguien importante. Isabelita me tiene en buen aprecio por haberle salvado en el último momento del anterior ministro, aunque no pudiera salvar su palacio de Buckhinham. Pero, en nuestros contactos, me ha dicho que mandará a una persona capacitada para hablar del tema muggle conmigo, que le ha sido sugerida por su confesor. En cuanto tenga más datos, me reuniré con él. Hay cosas que no se pueden dejar en manos de otros. Lo malo es que sólo será la postura inglesa frente a este problema.

 

Duro trabajo, el ser Ministra.

 

-- ¡Anda, mira, un crucigrama! ¡Me encantan! A ver... "nombre de criatura de 9 letras que puede matarte..."

 

Bajé la voz a un susurro mientras escribía la palabra con la pluma, dejando rastro de tinta por todas partes. Eso, con mi vuela-pluma preferida, no pasaba.

Editado por Sagitas Potter Blue
no sale la @Elvis Gryffindor

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En la comunidad mágica de Londres se rumoreaba que los muggles planeaban algo, pero nadie tenía muy claro de qué se trataba. Sebastian Crowld había leído el Profeta dos veces, del derecho y del revés, sin poder atisbar nada que dejara en claro la certeza de aquellos rumores. También revisó los periódicos muggles, pero lo más que explicaban es que había tenido lugar una reunión de urgencia de las Naciones Unidas. Nada que no fuera habitual en aquellos tiempos que corrían.

Había realizado también varias llamadas a tres o cuatro comisionados de las Naciones Unidas, pero todos le habían dado la misma respuesta: Lo siento, Sebastian, no se nada. Fue una reunión de urgencia para votar un Referendum de la OTAN, uno de esos papeles que las fuerzas de paz exigen siempre que realizan alguna misión internacional, no le di mayor importancia y no asistí a la reunión.

Por el Callejón Diagón, Sebastian había escuchado las más disparatadas conversaciones. Los muggles han encontrado la forma de convertirse en magos y van a matar al Inquisidor. Los mortífagos atentaron contra una base de la OTAN y ahora éstos claman venganza. El Inquisidor se ha aliado con la ONU y quieren atacar todos los ministerios de magia del mundo. La ONU se ha dado cuenta del enorme poder adquirido por Genetics en el mundo y quiere destruirla y hacerse con el control de la fabricación del compuesto antimagia.... Eran tantas las teorías y de tan diverso signo que cualquier información resultaba confusa.

Finalmente decidió dejarlo estar. Pensó en llamar a Laura, pero últimamente se encontraba demasiado ocupada supervisando la nueva planta de fabricación de Genetics. Los destrozos en los antiguos laboratorios habían obligado a Genetics Corporation a reubicarse y a incrementar más aún las medidas de seguridad.

Sebastian decidió acercarse a la redacción de El Profeta, por si acaso sabían algo más acerca de aquella misteriosa resolución que habían aprobado los muggles. Le sorprendió ver que las oficinas de El Profeta estaban hasta arriba de magos y brujas, la mayoría asustados y unos pocos hasta enfadados, todos ellos reclamando saber qué había de cierto en los rumores. Los pobres empleados no sabían qué hacer ni dónde meter a tanta gente. A Sebastian no le gustaban las aglomeraciones, le daban claustrofobia. Trató de hacerse paso hasta las oficinas de la dirección del periódico, pero la angustia de verse rodeado de tanta gente fue superior a lo que podía aguantar. Ajustándose el nudo de la corbata, salió de la redacción del profeta y comenzó a deambular por la calle.

Llevaba un rato caminando cuando se encontró, de pronto, en la puerta de Corazón de Bruja. Con tantos rumores, debía haber sido su subconsciente el que lo había guiado hasta allá. Nada como los Vuelapluma para seguir alimentando el caldo de la rumorología. Sonrió para sus adentros y miró sin disimulo hacia el interior del establecimiento.


OFF: Sorry estaba posteando antes de ver que habías posteado Sagitas. Leí para editar, pero no sé cómo meter a Sebastian en el ministerio, así que de momento seguiré deambulando por la calle, a ver qué se cuece xD

Editado por Mackenzie Malfoy
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Medite aun sin dejar de ver el clima cuasi invernal que nos regalaba el otoño en Londres. Pensar o no en que hubieramos hecho de saber la reunion poco ayudaria. Ya se estaba dando y nosotros no podriamos incidir ahi. Claro, la idea esa de desmitificar al Inquisidor y no dejarle ver como el salvador que se vendia en los tabloides podria llevar exactamente eso...a que fueran los muggles y nosotros lo que lo vieramos como la amenaza que era. Sonrei. Al fin algo sobre lo cual trabajar. Claro el asunto de la periodista tambien era importante, era bueno sazonar bien la informacion para que llegara picante y explosiva al consumidor final..ya fuese muggle o mago.

 

-Bueno Shelle podria servir...aunque no he leido algo de ella. -me lleve la mano a la barbilla y me gire.- pero mientras mas manos mejor...no es que vaya a escasear la necesidad de generar articulos explosivos y bien fundados.

 

Pero claro no estaba preparado que se diese cuenta que le faltaba su pluma magica. Me encogi de hombros sabiendo que tendria que devolversela a Perenela en algun momento junto al sello ministerial. Suerte que Sagitas siguio en lo suyo y no profundizo mas en esa situacion. Asi pasamos a sus intenciones con los muggles y aunque valoraba positivamente su acercamiento a la reina y otros muggles del gobierno ingles. No dude en corregirla cuando menciono que esa seria solo postura inglesa.

 

-Deberias saber que tienes posibles aliados en esta lucha. No la tienes que llevar tu sola. -Me detuve un momento haciendo memori. -Tenemos a @@Ada Camille Dumbledore, no es ella Ministra magica de Francia??..deberian trazar una via comun....asi como a @@Lucrezia Di Medici en las relaciones con Italia. Y aunque no me guste @@Lisa Weasley ella no era reina de algo???..quien sabe..puede que Xell pueda ayudarte con ella. No...no estas sola en esto.

 

@@Sagitas Potter Blue

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Tessa Brouwer

Delegación Belga – ex miembro del clan Akane.

 

La joven rubia tomaba notas de lo que el representante de su país quería dejar listo para el día siguiente. Aunque Belgica no fuera una de las potencias de Europa sí era miembro de la O.T.A.N. y había sido una de las suscriptoras del referéndum elevado al organismo. El hombre se veía algo nervioso y la muchacha intentó calmarlo ofreciéndole té, una aspirina y finalmente sirviéndole un café que le advirtió que le daría más ansiedad.

 

Tessa no era precisamente la secretaria clásica, no le terminaba de convencer el trabajo pero era obvio, tras hablar con sus “hermanas” que era la única manera viable. La anterior secretaria había renunciado de manera intempestiva por un deseo profundo de dedicarse a su familia en su patria y todas las demás candidatas habían sufrido algún percance para reemplazarla, por eso el señor Mertens había estado feliz cuando la agencia le había enviado finalmente a la señorita Brouwner.

 

La reunión en la Asamblea sería muy reducida, le había indicado a su secretaria y Tessa había asentido cuando él le indicó que quería que llegaran puntuales. —Por supuesto —había dicho tomando nota en la agenda y sonriendo con un gesto tranquilizador.

 

Esa noche la bruja no había pegado un ojo, las calles de New York tienen esa ventaja para los vampiros, siempre hay un lado oscuro en donde nadie puede quejarse del final de un delincuente. Cuando llegó la mañana estaba con su aspecto pulcro de secretaria ejecutiva nuevamente. Los cabellos rubios recogidos en un rodete, pollera y chaqueta haciendo juego color malva, unos zapatos cómodos de un tono violeta oscuro y una blusa blanca prolijamente abotonada hasta casi el cuello. Su bolso con documentación, libretas, agenda y varias docenas de bolígrafos colgaban de su hombro cuando llegaron en el mercedes junto a su jefe al lugar de la reunión.

 

Tess había logrado filtrarse y estuvo tomando más notas, como buena secretaria y taquígrafa, tratando de mantenerse inmutable ante cada comentario de los delegados y estudiando a los que hablaban, sus gestos, lo que sus expresiones revelaban que sus palabras no, pero tampoco es que hubiera mucho por ocultar ante semejante ataque. Pero la que más le había llamado atención había sido la que presidiera la reunión, una tal Amanda Hookstraten. Por algún motivo supo que debía centrar en ella su atención.

Editado por Darla Potter Black
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