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El Día de la Amnistía


Nate Weasley
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-Desmaius.

 

La mujer cayó al suelo en cuanto aparecieron sobre la tierra humedecida, sus lindos cabellos rubios se encontraban esparcidos en la tierra. La acomodé sobre la estatua de la parca, sobre la tumba de Riddle, y apunté nuevamente con mi varita a la mujer.

 

-Incarcerus- una cuerda envolvió sus muñecas, otra su abdomen asegurándolo al rededor de la guadaña de piedra y otra en sus tobillos para que no pudiera siquiera mover sus pies para patearme donde no alumbra el sol.

 

El silencio de aquella noche estrellada fue interrumpido por el crack de unas ramitas al romperse, rápidamente me di vuelta y apunte al lugar con mi varita encendida, una rata salió corriendo de la luz para esconderse detrás de unos arbustos y perderse por completo de mi vista.

 

Empezaba a hacer frío allí, habíamos aparecido demasiado lejos y parte de mi hombro derecho se había dislocado, me dolía horrores pero por suerte la zurda, mi mano buena, respondía con normalidad. Observé si la rubia se encontraba entera, sus largas piernas capturaron mi atención unos segundos y noté una pequeña fractura en su tobillo.

 

Shelle ya no estaba allí, había pasado demasiado tiempo desde que la periodista lo mandó por los muggles, debía traerlos vivos pero las cosas se habían salido de control ¿quién diría cuán débiles podían ser estas malditas criaturas? y esa rubia de allí... observó su pollera rota y con una floritura de varita la dejó como nueva, no deseaba que la señorita estuviera demasiado incómoda al despertar, quería respuestas y las tendría.

 

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con Eros Triviani en el Cementerio de los Riddle


Comenzaba a reaccionar cuando un dolor pareció atravesar todo su cuerpo, intentó ponerse en pie, o eso creía cuando un nuevo rayo impactó en ella, volviéndola a desmayar. Para cuando Tessa volvió a abrir los ojos se descubrió atada sobre algún pedestal, el dolor en el tobillo irradiaba a toda su pierna, la curación de la vampiresa llevaba una lenta mejoría, había descuidado la cacería desde que se había infiltrado en el consulado belga. En aquel momento no se podía dar el lujo de que sospecharan de ella, ahora estaba pagando un precio inesperado.

 

Intentó mover las manos, pero las tenía atadas contra su cuerpo, al igual que las piernas, al menos le hacía de férula improvisada, pensó mientras se mantenía quieta, con los cabellos cayendo sobre su rostro y evitando levantar la cabeza para que no notara que ya estaba despierta. Seguramente él tenía su varita y eso la hizo estremecer, se sentía como debieron sentirse las brujas de la edad media cuando eran acusadas de tal y las exponían atadas en las plazas para ser quemadas. Había leído sobre una de ella que lo disfrutaba y que se había dejado quemar varias veces, pero también pensó en aquellas que habían sido acusadas falsamente o que no habían podido hacer los hechizos para protegerse.

 

Cerró los ojos y dejó que el viento le llevara los aromas del lugar, podía sentir la presencia del mago allí, pasto seco y heladas, la gente no notaba ese sutil aroma a veces, pensó mientras seguía intentando mover sus muñecas para desatarse. Así como tampoco nadie podía sentir el olor a muerte que surgía a veces en los cementerios. Suspiró, no había nada que pudiera hacer, no lograba desatar sus manos y no valía la pena prolongar más el momento, no desistiría, pero ¿para qué seguir fingiéndose inconsciente?

 

Tessa simplemente levantó la cabeza para descubrir que no se había equivocado, estaban en un cementerio y había sido él quien la había llevado allí, giró la cabeza, buscando a su alrededor, parecía que sí estaban solos y que la había atado a algún mausoleo o monumento del lugar. Obviamente, por su herida en la pierna que tenía todo el aspecto de una departición, ya no estaban en Nantucket. Sus ojos se clavaron en el mago, como esperando una respuesta a una pregunta no hecha en voz alta ¿Qué pasaría ahora?

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En algún lugar de Londres.



Después de muchas preguntas y unas cuantas horas después, les acompañaron amablemente a un bloque de apartamentos, a medias entre un hotel y un hostal. Les habían dicho que les alojarían allí durante el tiempo que inspeccionaban la Manor, que eran libres de moverse donde quisieran. Y luego los habían dejado solos. Era un coqueto apartamento de una habitación, pero decorado de forma espartana, con los muebles justos y necesarios. Ni cuadros, ni alfombras, ni un triste paragüero.

Por suerte llevaba su bolso encantado. Allí tenía preciadas posesiones que le harían la vida más fácil en el caso de tener que irse de casa, cosas muy variadas y alguna que parecería inservible hasta cierta ocasión. Y por supuesto la varita. Si algún muggle demasiado curioso lo abría encontraría el interior de un bolso normal, unas llaves, un paquete de kleenex, algún carnet falso, un bolígrafo y unas cuantas libras esterlinas, no demasiadas para no llamar la atención. Las suficientes para pagar una comida y una cena.

Lo primero que hizo al llegar, por supuesto, fue buscar en lugares estratégicos un micrófono o una pequeña cámara pudiera caber: la rendija de ventilación del baño, la de la cocina, bajo los muebles y cualquier superficie sospechosa de esconder algo tan pequeño. Incluso dentro de las lámparas. Una vez comprobó que la pequeña vivienda estaba limpia de objetos de vigilancia siguió buscando otros indicios por la ventana. Contando la gente que pasaba, atenta a los que se pararan a mirar demasiado tiempo hacia la ventana de aquel piso.

Habían tenido tiempo de ponerse algo cómodos y dormir unas cuantas horas sin que nadie los molestara. Gatiux se levantó cuando la luz del sol se empezaba a colar por unas cortinas demasiado finas. Se aseó y con ayuda de la magia lavó su ropa y la secó un periquete. No sabían si habrían anotado la ropa con la que llegaron al apartamento, por lo que debería salir por la mañana con la misma y más tarde comprar algo en alguna tienda de ropa cercana.

Al regresar dejó las llaves sobre el aparador. Dejó la bolsa de plástico sobre la mesa principal, mirando a Orión mientras fruncía los labios en un gesto de disgusto, acababa de confirmar algo.

- El señor que estaba esta mañana cuando salí a por los cafés y los croissants sigue en el mismo sitio. Con el mismo periódico. -dijo Gatiux- Debe ser el lector más lento del mundo. O están vigilando nuestros movimientos.

Sacó de la bolsa un paquete de spaguettis, una lata de tomate triturado, una lechuga y una cebolla. Había salido a hacer aquella pequeña compra como excusa para volver a mirar si seguía allí el hombre del periódico con el que se había cruzado en la mañana bien temprano. Y sí. Si no les habían matado o inoculado el suero era porque alguien estaba creyendo aquella pantomima, aunque no lo suficiente como para dejarles sin vigilancia alguna.

- He notado algún otro movimiento extraño dentro del supermercado, pero aún no puedo confirmarlo del todo. -prosiguió- Seguramente no esté solo el de la cafetería. No tendría sentido.

Gatiux estudió otra vez los papeles que habían afanado al descuido el día anterior. Le resultaba totalmente inverosímil que los muggles, los est*pidos muggles, hubieran logrado crear algo que suprimiera la magia para siempre. Tampoco es que hubiera estado fuera de Londres por tanto tiempo, y algo así solía llevar años de investigación y estudio. Además de un gran presupuesto, y la colaboración de magos. Una locura total.

- ¿Qué deberíamos hacer? Matar siempre me parece una buena salida, aunque estamos muy expuestos al encontrarnos en el centro de Londres. No sabemos si tienen algún francotirador escondido con esas balas que inoculan la magia.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Orión se levantó más tarde. El invierno le provocaba eso: pereza de levantarse. No es que lo estuvieran esperando en algún lado específicamente. Además, el cacheo que había hecho Gatiux ni bien llegar al departamentucho le calmó cualquier ansiedad que pudiera tener. Cuando se despertó, soltó un largo y tendido bostezo. Se quiso girar para abrazar a la Malfoy, para encontrarse el hueco vacío donde se desplomó su brazo. Quedó boca abajo con un quejido casi adolescente.

 

Su mañana transcurrió casi normal. Hizo sus necesidades básicas (la primera, como todas las mañanas). Luego, se lavó las manos y cara, los dientes y se arregló como pudo el cabello cobrizo. Se vio un poco las arrugas y el pelo canoso. Se estiró la cara como si estuviera probando cómo sería el botox. Después la soltó. Y nuevamente lo hizo, mientras se reía como un tonto.

 

Por más que fuera invierno, abrió un poco las ventanas, para que cambie el aire en el departamento. Desde su vista podían ver el Támesis y el London Eye. También se dio cuenta que había empezado a nevar. Vio a lo lejos una lechuza que se acercaba a su departamento y él, un poco con pánico, le gritaba cosas y hacía señas para que no se acercara. No quería demostrar ni la más mínima vinculación con la magia. El animal se perdió entre los edificios.

 

Volviendo a bostezar se acercó a la mesa de la cocina y sacó su monedero Mocke con el diario del Profeta de ayer. Fue justo cuando entró Gatiux que separó su mirada del periódico. La vio extrañada.

 

- El señor que estaba esta mañana cuando salí a por los cafés y los croissants sigue en el mismo sitio. Con el mismo periódico. Debe ser el lector más lento del mundo. O están vigilando nuestros movimientos.

 

Orión escuchó atento mientras, intentando ser disimulado, se abalanzaba a la bolsita con la bollería. Le comentó un par de impresiones más sobre el supermercado, a las cuales él contestó asintiendo.

 

- ¿Qué deberíamos hacer? Matar siempre me parece una buena salida, aunque estamos muy expuestos al encontrarnos en el centro de Londres. No sabemos si tienen algún francotirador escondido con esas balas que inoculan la magia.

 

La cabeza del Yaxley estaba a mil por hora ideando un montón de planes para salir de esta. Pero no, estaban en una posición muy privilegiada. Si realmente había un gen antimagia, esa debía ser la causa de la guerra en la que todo el mundo estaba sumergido, estaban al alcance de conseguir más información.

 

- Recién se acercó una lechuza, la tuve que espantar. Sigo con la idea de recopilar toda la información posible y no podemos arriesgarnos a actuar a plena luz del día, figurativamente hablando. Ah, pero tengo una idea…

 

Tragó el crossaint que tenía a medio comer y se terminó el café de un tirón.

 

- Gracias por el desayuno, lo necesitaba –se pegó en el pecho, había sido demasiado bruto-. ¿Podrías infiltrarte en Scotland Yard? Intenta tomar la forma de algún oficial. Yo mientras puedo plantar un par de bombas mágicas para causar distracción, ah, ¿tienes el ticket del café? Capaz encuentro algo sobre el futuro de tu lector favorito.

 

Miró hacia la ventana, a la que fue a cerrar.

 

- Demasiadas coincidencias, ¿no crees muy pertinente que justo cuando los magos salen a la luz exista ya este gen que quita la magia?

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  • 2 semanas más tarde...

París, Ministerio de Magia Frances, Oficina de la Ministra

 

Un caballero corría dirigiéndose con prisa sosteniéndo un documento en la mano, se veía muy preocupado y llegando hasta la oficina de la Ministra se apresuró a dar un par de golpes en la Puerta.

 

-siga

 

La voz de la Dumbledore le indicó al caballero que ingresará,este con prisa lo hizo sin esperar mucho más, con una leve venia le entregó un sobre que llevaba un sello rojo que parecía iluminar como el fuego.

 

-Señora Ministra, el Jefe del servicio secreto le ha enviado este sobre, dice que sólo usted puede verlo y que es importante que conozca cuanto antes su contenido

 

Los ojos azules zafiro de la Dumbledore se fijaron en el sobre, se levantó de la silla y sin esperar lo tomo en su mano derecha y con la izquierda hizo una floritura con la varita para ver la información.

 

-Je vous remercie, puede retirarse

 

Apenas miro al mago que le había hecho llegar la información, sacó los documentos, en ellos un informe de unos magos que habían sido detenidos por el ejército Británico, una pareja quienes fueron llevados a un lugar y a quienes querían comprobarles ser magos, los nombres no le decían mucho, dejó a un lado el documento y vio las fotos. La sorpresa le hizo caer en la silla, ambos eran conocidos miembros de la marca tenebrosa, compañeros no sólo de orantes sino de armas. Esto no podía dejárselo a cualquiera, sólo personas de entera confianza podría ir con ella. Pensó en que sólo la familia podría hacerse cargo de algo como esto, sin esperar tomo su abrigo y se dirigió a la chimenea, debía ir de inmediato a Londres.

 

Calles de Londres

 

Era medio día, las calles abarrotadas de personas como todos los días, coches y gente por doquier caminando de prisa por las aceras.

 

Una joven rubia, peinada con trenzas, jeans desgastados, con gorra y chaqueta naranja con el logo de un restaurante, montaba una bicicleta dirigiéndose hacia un edificio.

 

Entró con sigilo buscando el lugar y golpeó en la puerta de uno de los departamentos, llevaba en la mano un paquete de comida, adentro dos generosas porciones de Fetuccini Alfredo y una botella de vino Romano Dal Forno, Amarone della Valpolicella. Solo esperaba a que le abrieran la puerta las personas que estaban allí.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Gatiux sacó del bolso un anillo y se lo puso, girándolo para proteger la conversación. Cualquier precaución la consideraba poca, aunque estuvieran ellos dos solos, quien sabía si alguien en el piso de al lado estaba con un vaso pegado a la pared, atento a lo que pudieran decir.

- Recién se acercó una lechuza, la tuve que espantar. Sigo con la idea de recopilar toda la información posible y no podemos arriesgarnos a actuar a plena luz del día, figurativamente hablando. Ah, pero tengo una idea…

La mención de la lechuza cayó como un jarro de agua fría a Gatiux. Muchas veces los magos habituados a comunicarse por aquel medio pasaban por alto aquel tipo de detalles, como que una lechuza resulta sospechosa en mitad de Londres, más si alguien está intentando encontrar a gente que haga magia para arrebatarles el poder.

- ¡Qué horror! Más cuando nos están acechando. Debe de haber tres personas mínimo vigilando la calle.

Los ojos amarillos de la banshee siguieron a Orión mientras éste se movía por la estancia. Seguía la línea de pensamiento que él mostraba. Trazando un plan que la llevara dentro de Scotland Yard en la que pudiera conocer a algún oficial de alto mando para luego robar su aspecto. Necesitaría una excusa plausible para entrar.

- Podría ser factible lo de Scotland Yard. Pero aún no se me ocurre como dar esquinazo a los que nos siguen. No me deben perder de vista como civil, ni puede entrar ni salir de aquí aquel que tome su aspecto...

Se levantó para buscar en los bolsillos de la chaqueta el ticket de lo que había comprado. Tenía dos, uno de la cafetería donde había comprado el café y los croissants, y otro de un supermercado cercano. Se los dio agarrándolos por la esquina superior, estaban bastante arrugados porque los guardó de cualquier manera en el bolsillo.

- Aquí tienes... Es lo que le dije a tu ahijado, algún mago estaba cansado de vivir y quiere llevarse consigo a cuantos pueda por delante. Hay locos en todas partes. El trabajo está hecho desde dentro.

Alguien llamó a la puerta. Los ojos amarillos de Gatiux se abrieron por la sorpresa. No esperaban a nadie, ¿quien podría ser? La Malfoy se levantó del sofá y se dirigió a la puerta, dedicándole una mirada seria a Orión. Ambos se habían puesto en alerta, y se habían movido en consecuencia. Al abrir la puerta, Gatiux puso un pie detrás de la misma para bloquear una apertura mayor.

Una muchacha rubia con trenzas, repartidora de restaurante, le esperaba al otro lado. La banshee de cabellos violetas le miró de arriba a abajo. No la conocía de nada. Pero lo que traía olía de maravilla.

- ¿Sí? ¿Tal vez te hayas equivocado de piso? -Gatiux frunció el ceño- No hemos pedido nada.

3.

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El edificio era un lugar poco lujoso, la seguridad parecía poca, pero en realidad sospechaba que era custodiado por la policía secreta británica. No fue difícil llegar hasta el piso del apartahotel en donde estaban los magos, la misión era evaluar la situación e informarles a ellos de la manera mas tranquila que no estaban solos.

 

La posición en la que estaba no era nada fácil, el trabajo de campo no era lo mío, pero esta misión tenia mucho de personal y no permitiría dejarla en manos de alguien en quien no confiara. La estrategia era llevar hasta ellos una nota que solamente ellos pudieran encontrar, conocía las habilidades de la Malfoy y su compañero, tal vez ellos no supieran quien era ella, pero ella había crecido con su fama y sus historias y los admiraba.

 

La puerta se abrió frente a mi y los ojos de la dama me miraron con desconfianza, sonreí ampliamente al ver que se encontraba aparentemente bien.

 

- Dama estoy segura que el pedido es para usted y su compañero, es un pedido especial para los dos. Son personas que merecen mas de lo que han recibido aquí son personas que vienen de cuna y no merecen este trato.

 

Mis palabras salieron con dulzura y casi adoración, esperaba que entendieran y buscaran la nota que estaba escondida en un frasquito pequeño en medio de la comida. Le ofrecí el paquete para que lo tomara.

 

- Espero tener el gusto de volver a atenderlos.

 

sonreí de nuevo e hice una reverencia, alejándome de la puerta, ya podría hablar con ellos con calma, por ahora estaba tranquila al verlos bien. Me aleje bajando del piso y saliendo del edificio, observando cada detalle del lugar, lo necesitaríamos.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Ministerio de Magia Neozelandes

Oficina de la Primer Ministra

 

 

Los pendientes no dejaban de llegar a su escritorio, entre los encontronazos que se desataron por el conflicto entre Estados Unidos y Londres, no le quedaba nada más que mantener su postura. Apoyando de forma incondicional a la Primer Ministra Londinense, asegurándose de que sus emisarios de “paz” cumplieran su encomienda. Causando un poco de temor en los muggles que se empeñarían en no abandonar los lujos y los privilegios que tenían al poseer nexos con magos de alta estampa
 
— Azai, ¿Dónde está la misiva que era de suma importancia?—terciando una media sonrisa su tono de voz era apremiante. Los ojos de Hasani lo escanearon de arriba abajo, detectando un extraño gesto en sus facciones—Buen intento, hacerte pasar por uno de mis dos consejeros—soltaba mientras que su varita estaba debajo de su escritorio. Quizás buscaba que lo atacará y poder culparla de todo, pero no sería de ese modo.
 
— Hermosa, pero letal. Eso se dice de ti. Pero, parece que no cuentas con personas capacitadas para mantenerte a salvo o ¿si?—el hombre era demasiado confiado y altanero. Ponerse al tu por tu con una mujer de su calaña, posiblemente no se detuvo a leer su hoja de vida, dato curioso que la retrataba como una asesina psicótica y demencialmente peligrosa. Pero su suerte estaba echada, Hasani no se pensaría dos veces clavarle un cortador de cartas o quizás una de las tantas espaldas que decoraban su despacho.
 
— Te faltó un pequeño detalle, aparte de hermosa soy una maldita desquiciada. Parece que tus pasos te han traído a la antesala del inferno, no dudo que estés aliado con los malnacidos que desean ponerles el pie en el cuello a los magos y brujas que habitan todo el globo terráqueo—parlaba con suma tranquilidad. El objetivo de la Nigromante era hacerse con la ubicación exacta en donde estaban Orión y Gatiux, no descartaba que cierta aliada ya tuviera en su poder dicha información.
 
— No saldrás por esa puerta—la amenazaba extrayendo del bolsillo de su saco lo que parecía ser una especie de dardo. El relato del Black era verdad, francotiradores apostados en todas las azoteas, tiros al blanco en las espaldas y pechos de cada mago y bruja. La sentencia de muerte estaba dictada, pero ella no sería la victima en esa ocasión ella no seria la que perdiera algo más que la vida.
 
— Estás en lo cierto, no pienso salir por esa puerta—parafraseó elevando su surda—Pensabas que era una persona “mágica”, vaya broma que te ha gastado el destino. Por si, no lo sabías soy la Primer Ministra de Nueva Zelanda, no una mujer que anda lanzado hechizos a diestra y siniestra—confesaba manteniéndose impasible en todo momento. Era mejor mostrar un perfil bajo y pillarlo desprevenido, lanzando un ataque en el momento justo.
 
— Buen intento, pero te hemos rastreado desde hace tanto tiempo. Igual que al otro par de magos, justamente ellos son la punta de lanza que han desatado todo esto—jugaba con el dardo entre sus dedos. No dudaría en usarlo, el neutralizar el poder de una mujer como la Vidente era darle en uno de los fuertes de la marca tenebrosa. Conociendo de pe a pa, toda la trayectoria que pesaba sobre los hombros de la fémina. Su reputación sin duda la destacaba por todo lo alto.
 
— Inténtalo y verás lo que sucede—clavando sus orbes de diferentes tonalidades en el rostro del hombre, aquel dardo fue a parar justo en su frente. La magia no tuvo nada que ver en todo aquello, ya que al poseer el control mental de los de su raza, le dio el tiro perfecto—Nunca te atrevas a desafiar a una vampiro, puede que pierdas la partida y tu sangre se derrame bañando sus desnudas plantas—el néctar era delicioso, carmesí que se plasmaba en sus labios. La sensación de control era catártica y delirante, arrestándola hasta lo más bajo de sus instintos.
 
— Lo has eliminado—la voz de Aryma le sacaba de su trance. Había vuelto para hacerse cargo de su seguridad, confiando en que estando detrás de ella, no existiría malnacido que intentara causarle el menor daño a la mortifaga.

 

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Hysy se movía entre las sombras, asegurándose de que nadie les hubiera seguido la pista. Detrás de ella estaba Nemeus, avanzando al mismo ritmo que la Nigromante, sintiendo el viento agitar su capa de viaje volvía a echar un vistazo a sus espaldas. Había memorizado el holograma y cada uno de los edificios que estaban custodiados por francotiradores, no tenia miedo de perder su magia, sino de lo que eso les provocaría a esos malnacidos.
 
— Estamos juntos en esto—le miraba sin fijar demasiado su vista en su compañero. Además era imposible que divisará con claridad los ojos de Hasani. La máscara que portaba no daba esa clase de concesiones o lo consideraba un arma a su favor en todo momento— Debemos conservar nuestra magia pase lo que pase—desviando su vista hacia su varita, recordaba la daga que la acompañaba y guardaba en una de sus botas.
 
Continuando con su andar, buscaba con sigilo el edificio donde estaban confinados sus camaradas. El paisaje lucía más tranquilo de lo normal, silencioso como una fría noche de inverno en medio de un pueblo fantasma abandonado— Mantén los ojos bien abiertos—susurraba para no ser detectada. Las sombras que se reflejaban sobre el suelo adoquinado eran proyectadas por los postes de luz y algunos faroles. El aroma de una cafetería le llego como un golpe directo al estomago, provocándole una sensación extraña.
 
Los muggles eran expertos en crear toda clase de distracciones, pero por una extraña razón el sujeto que estaba fuera sentado en una mesa, no sacaba los ojos de un periódico. Curioso le resultaba ese accionar, ¿por qué demonios no estaba en su casa descansado o tumbando en un sillón viendo la televisión?. La duda rondaba su cabeza, alertándola sobre que posiblemente estaban cerca de un espía que esperaba dar la orden de atacar a cualquiera que se acercará a ese edificio.
 
— Quédate detrás de mi, no hagas nada arriesgado—acariciando con parsimonia la mano de su compañero. Sabía a la perfección que era un hombre cabal y jamás expondría a un peligro innecesario a nadie de su bando y mucho menos a las personas que amaba. Tenerlo ahí con ella aumentaba su seguridad y fuerza, extraño era sentirse de ese modo con tan poco tiempo de conocerlo. Pero Nemeus y ella compartían algo mucho más que la marca tenebrosa que descansaba en sus pieles, recordando el secreto que mantenían plasmado en alguna parte de su cuerpo.
 
— Vayamos por la parte trasera, tal y como suele pasar en las películas. Jamás cierran la puerta que está a espalda del edificio—bromeó esperado su respuesta. No deseaba imponerse, pero era mejor que el control lo tuviera de momento la Vidente. Aunque no descartaba compartir las responsabilidades con James, confiando plenamente en que le cubriría las espaldas como ella lo haría con el en caso de requerirlo.
 
Sus ojos permanecían clavados en ese sujeto, no le daba para nada buena espina y debía controlar sus ganas por volarle la cabeza con un Confringo, al ser un muggle el daño sería total y se lo achacaría a una granada lanzada por error cerca de ese local.
 
Editado por Juv Macnair Hasani

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Para portar una máscara hay que ganársela...

 

Las palabras resonaban en su cabeza una y otra vez. Estaba completamente de acuerdo con esas afirmaciones. Por ese motivo, a pesar de tener la suya preparada para poder utilizarla cuando considerase oportuno, el mago llevaba su rostro al descubierto como si fuese un ciudadano normal y corriente, alguien que estaba en el lugar equivocado en el momento menos indicado. La mortífaga que le acompañaba no era una compañera más, por eso tenía que explicárselo todo.

 

No voy a quedarme detrás de ti —susurró en tono firme. La Nigromante era más hábil con la varita, más poderosa y más importante para la Marca Tenebrosa. Si desde algún edificio disparaban, todo el mundo sabía cuál sería la víctima que menos dolor provocaría. Que el australiano se quedase sin magia sería una mala noticia, que la neozelandesa se quedase sin magia era un drama difícil de compensar. Los soldados existen para que las personas valiosas no estén en primera línea de combate.

 

Desde el momento que había salido de la Mansión Riddle tenía una estrategia que esperaba que funcionase. Podía llegar a ser arriesgado, pero todo lo que hiciesen en aquella misión podía acabar saliendo mal. Era un riesgo que podía asumir, que debía asumir. Estaba convencido en querer demostrarle a todos que habían hecho bien en abrirles la puerta a un mago de su talento. Estaba ante una buena oportunidad para dejar ver que sabía lo que se hacía y que podía ser de ayuda en situaciones complicadas.

 

Yo solo soy un simple hombre australiano dando un paseo por Londres —comentó con tranquilidad en voz baja para que fuera entendiendo por dónde iba. Si se encontraban con muggles trataría de convencerlos de que se trataba de un ex-jugador profesional de fútbol australiano, su cuerpo atlético le ayudaría con esa mentira. Si se encontraban con magos, solamente tenía que decir su pasado como jugador de Quidditch para que supieran quién era.

 

Muy pocas personas sabían que se había hecho con el poder de Australia, supuestamente el país aún permanecía en un pequeño caos donde nada parecía claro en temas políticos. Así que solo era eso, un simple australiano sonriente y despistado que trata de disfrutar de un viaje al país de sus antepasados. Seguro que no llamaría tanto la atención como sus compañeros con sus máscaras. ¿Qué podía acabar saliendo mal?

 

Así que... determina tú el camino, pero hazlo detrás de mí. Guíame, soy un rehén —fue explicando de forma lenta toda la idea que tenía. —Mantente cerca como para poder ocultar tu varita detrás de mí, ataca si lo crees necesario y úsame como escudo si lo consideras oportuno. —tras esas palabras rozó su mano de forma distraída como su única manera de darle buena suerte. Prometía que todo saldría bien, no había nada que temer.

 

¿Todo lo demás? Pues a improvisar, que siempre resultaba divertido y a veces hasta daba mejor resultado que planearlo todo.

 

Su idea podía no ser perfecta, pero hasta que se ganase el reconocimiento de los demás para portar la máscara había que pensar en cosas alternativas. No quería que lo relacionasen tan pronto con la Marca Tenebrosa, de ahí su treta como rehén.

 

¿Qué ocurre? —estaba preparado para ir por la parte trasera como ella había sugerido, pero no dejaba de mirar a un hombre que se encontraba en una terraza. —Si crees que es un peligro podemos utilizar la Maldición Imperius y hacer que se aleje o que nos cuente todo lo que sabe en caso de que sea alguien de interés. —sugirió.

 

 

@@Juv Macnair Hasani

 

 

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¿Un rehén?

 

 

 

 

 

¿Qué demonios le pasaba por la cabeza?, exponerse de ese modo solo para ganarse el respeto y aprobación del bando. Vaya forma de intentar causar una buena impresión en Hysy, lanzándose como carne de cañón— No te ha quedado claro, ¿verdad?. Parece que la cadena de mando es algo que no sabes apreciar o piensas que aquí los patos le tiran a las escopetas—tomándolo por el hombro lo coloco contra la pared. Le trastocaba que se opusieran a sus decisiones, no siempre era cumplir las cosas a rajatabla, pero existían ciertas excepciones.

 

 

 

 

 

— Nada de magia o hacer alusión a que la poseemos—señalaba su máscara—Me costo ganarme esto y no pienso perderlo por nada del mundo. Yo me gane mi sitio en la marca, al igual que los jaguares se ganaron sus manchas al nacer. Nada es por casualidad y tu piensas que ese plan resultara efectivo—intentaba mantenerse centrada. Se conocía a la perfección, estallar dentro de ese campo minado no era una idea del todo inteligente.

 

 

 

 

 

— La respuesta es no—la dureza era semejante a un yunque de concreto—Nadie más caerá en las manos de esos malnacidos. Entiendo que te guste la idea de ser un héroe, pero este escenario no se presta para ello—intentaba hacerlo entrar en razón. Para su mala suerte conocía lo terco que podía ser James a veces, aunque no contará con la aprobación de Hysy, ya había tomado su decisión. Oponerse a ello, conllevaría a tener que dejarlo ir solo y eso tampoco estaba contemplado en los planes de la rubia.

 

 

 

 

 

— ¡¡¡ Maldita sea !!!—soltó para ella—Esta bien, hagamos lo que propones. Solo una cosa, si te pasa algo juro que te revivo y te dejo esa carita tan linda como un puzzle—dejándose una sonrisa cómplice detrás de la máscara. Odiaba tener que despojarse de ella, pero si dar la cara era preciso para que el plan diera resultado. Poniendo los ojos en blanco Hysy echaba un vistazo a todos lados, escaneando el terreno y no perderse un solo detalle.

 

 

 

 

 

— Aquí vamos—acariciando el mango de su varita, poco a poco su máscara se desvaneció dejando a la vista su marmóreo rostro— Usaré una daga, no pretendo que nos pillen con las varitas y bueno, ya me entiendes—sintiendo el roce en su mano, no le echaba en cara tener ese valor que le brotaba por los poros de la piel. Debía reconocer que su elección fue la correcta, desde que entró a la Mansión Riddle ya tenía en mente llevarlo con ella a cualquier misión que pudiera presentarse en el camino.

 

 

 

 

 

Clavando ligeramente la punta de la daga contra la espalda del Australiano, intentaban no llamar demasiado la atención de los transeúntes. Confiaba en la buena suerte que podría estar cerca de su ubicación, pero no dejaba de mirar al sujeto con el dichoso periódico en las manos— No, James nada de magia. Nada—le miraba clavando sus ojos en los suyos como si fueran un par de flechas ardientes. Mantener un bajo perfil en todo momento, deslizándose cual serpientes por el suelo adoquinado e ir a parar al interior del edificio.

 

 

 

 

 

El plan era sencillo, no abrir la boca a menos que estrictamente necesario. Debía mantener a salvo a James en todo momento, no permitiría que ninguno de los dos perdiera el eje o cayera en las manos enemigas. El objetivo era sacar de ahí a sus compañeros, aunque a simple vista el panorama, no presentaba más obstácu.los que el tipo que iba y venía dentro del tozo de papel.

 

 

 

 

 

 

Editado por Juv Macnair Hasani

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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