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El Día de la Amnistía


Nate Weasley
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- Sí, bueno, claramente la lechuza no era la mejor de las ideas… Capaz es la Marca buscando nuestro paradero. Ya sabes, un allanamiento clandestino no pasa desapercibido. Por otro lado... –y dijo, pasando su vista desde los ojos de Gatiux a la ventana-. ¿Crees que atacaron alguna otra mansión?

 

Pensó en la Black, pero solía estar demasiado vacía si considerábamos sus dimensiones. Los muggles podían estar dando vueltas por una semana completa antes de encontrar a alguien vivo. Recibió con gusto los tickets y puso toda su atención en la información que tenían. Mensajes habían en todas partes… sólo había que tener los ojos abiertos para darse cuenta.

Tocaron la puerta y él se levantó de sorpresa. Lo habían sacado un poco de foco. Orión estaba detrás de Gatiux mientras ella hacía lo suyo, casi que con la varita preparada.

 

La muchacha hablo, describiendo el paquete y entonando un poco en ciertas palabras claves. Orión entrecerró los ojos cuando Gatiux cerró la puerta y dejo el paquete en la mesa. Intercambiaron miradas, obviamente. La gran pregunta gran flotaba entre ellos y ni siquiera la tenían que verbalizar ¿una trampa? Este no era su primer rodeo.

 

- Bueno, supuestamente nos conoce, ¿no será la Orden queriendo meter sus narices donde no los llaman verdad?

Se puso los lentes e inspeccionó el paquete.

 

- Veamos… dos porciones de pasta y un vino que parece bastante, bastante, caro. ¿Te invito una copa? Si es veneno seguro lo sabes en seguida, tú eres la de las pociones. Dicho… dicho sea de paso. Estamos en Londres, vamos, algún atentado tiene que ocurrir, sobre todo con los mundos en guerra, podemos organizarnos y entrar a las oficinas. Fácil entrar, fácil salir. Si tan sólo tuviéramos un poquitito de ayuda para una distracción leve…

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La chica rubia de trenzas insistió. Gatiux seguía sin desfruncir el ceño porque aquello le empezó a oler a chamusquina. Más aún cuando hizo hincapié en ser alguien de alta alcurnia y que no merecían el trato que estaban recibiendo ellos dos. Bien podría ser alguien intentando ayudarlos, pero también los muggles intentando tenderles una trampa para que se delatasen, u otros enemigos tratando de tomar ventaja de aquella situación. La banshee tomó la bolsa.

- Muy... amable. Gracias por traernos la comida.

Cerró tras la puerta de entrada y miró a Orión alzando las cejas. Dejó el paquete sobre la mesa y descubrió el contenido, olía delicioso pero no sabía si atreverse a probarlo o cocinar con los pocos ingredientes que había comprado en el supermercado aquella mañana. Al menos aquello estaba listo para hincarle el diente. Orión estaba inspeccionando el contenido mientras trazaba lo que parecía un plan.

- ¿Tu crees que sea La Órden del Fénix? Ya sería lo único que nos faltaba.

Se sentó en la silla y olisqueó los alimentos que les habían traído. No olía a nada fuera de lo común, pero muchos venenos podían no tener olor. Por suerte tenía el anillo antiveneno entre sus dedos, entre muchos otros que decoraban los dedos de la banshee. ¿Tener tantos anillos y colgantes les señalaba como magos? ¿O simplemente como una hippie new age?

- Yo me podría escapar en cualquier momento. Podría salir con forma de gato o transformarme en cualquier persona y colarme en cualquier sitio. Pero tú no, un oso en el centro de Londres es poco creíble. Además, el problema radica en que demasiada gente sabe que estamos aquí. -continuó diciendo Gatiux para completar el plan de Orión- La gente de las carpas que nos metieron aquí, los que están vigilando en las afueras del edificio, los francotiradores... Esfumarnos sin más sólo pondría la atención aún más sobre nosotros. Vendrían de nuevo a la Yaxley, esta vez para disparar a matar.

Gatiux se paseaba mientras hablaba. Hacer esto le ayudaba a exponer sobre su razonamiento. Había pasado varias horas despierta a lo largo de la noche anterior intentando atar los cabos sueltos, pensar sobre los diferentes futuros posibles que desatarían cada una de sus acciones, tanto si se quedaban quietos como si pasaban a la acción.

- Tenemos que... hacer una lista. Intentar averiguar quienes nos conocen para colarnos por detrás de ellos y eliminar sus recuerdos sobre nosotros. Y también borrar las bases de datos que nos mencionen. De paso podríamos quitar recuerdos sobre esto del gen antimagia. Esto es una tarea complicada para nosotros dos, y más si tienen fichadas nuestras caras. Necesitamos refuerzos para esta tarea...

5.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Apoyó su espalda contra la pared mientras la miraba. No, no estaba acostumbrado a seguir órdenes y no estaba acostumbrado a la cadena de mandos. Como jugador de Quidditch, dada su calidad por encima del resto de sus compañeros, se podía permitir el lujo de ir por su aire. La imagen de un entrenador o un capitán no provocaba respeto en el australiano. Y era la primera vez que estaba en una organización donde unos mandaban más que otros. Debería entenderlo más pronto que tarde sino quería meterse en más de un problema con sus compañeros o superiores.

 

Se encogió de hombros mientras la miraba. Lo había intentando, pero si ella no quería...

 

¿Te das cuenta de que sino hacemos mi sugerencia serás tú la que más opciones tenga de ser impactada? —para él sería más seguro mantenerse detrás, no le hacía gracia su propia idea de ir delante como escudo humano, pero seguía pensando que sería menos problemático para todos que fuese él quien perdiese sus poderes en caso de que alguno de los allí presentes lo perdiese. Por fortuna para todos parecía que había entrado en razón.

 

Dejó escapar una leve sonrisa, todo para demostrar que se sentía confiado. Pero no tanto como quería demostrar.

 

Si me impactan no tendrás ninguna responsabilidad para conmigo, me convertiré en un squib. O algo así. —solamente de pensarlo un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Quedarse sin magia sería como quedarse sin todo lo que había conocido desde que era un simple niño que corría por las tierras australianas. Pasaría de ser un mortífago recién iniciado a un ser que es odiado por los mortífagos, un ser que sería odiado y despreciado por sí mismo. Quedarse sin magia era por tanto lo más cercano a la muerte que tendría en vida.

 

Ella había decidido quitarse la máscara y, en cierto modo, había sido otra estrategia muy inteligente. ¿Quién podría sospechar que ambos dos eran magos o mortífagos? Nadie. Podrían ser una pareja normal y corriente dando un paseo por la ciudad. Nadie sabía cuál era la ideología que tenía el autraliano, al menos nadie que estuviera fuera de la Marca Tenebrosa. La pregunta era, ¿alguien sabía verdaderamente quién era ella? Porque de saberlo, hubiese dado lo mismo que llevase la máscara o no.

 

Esperemos que sirva. —si se encontraban con enemigos llevar el arma oculta detrás de la espalda del mago sería una buena forma de sorprenderles, pues no se imaginarían que tan rápido podía tener algo con lo que defenderse. Esperaba que fuese una tarea sencilla y rápida. Su cuerpo estaba empezando a tensarse y luchaba tratando de mantener calmada su respiración. Su corazón había comenzado a latir con más fuerza notando el riesgo, sintiéndose vivo. Por muy peligroso que pudiera ser, amaba sentirse así.

 

El ojiazul asintió, nada de magia. Hubiera preferido utilizarla, en esos momentos se sentía como si ya hubiese sido impactado. Sin magia no podían hacer nada contra aquel hombre que ella había estado mirando así que era mejor que comenzasen a caminar hasta la parte trasera del edificio, lugar por el que podrían acceder. Caminaba con calma, como si no fuese a ningún lado y solamente estuviese dando un paseo por sentir el aire fresco en su rostro. No llamar la atención era importante.

 

Estaban acercándose a su destino cuando se paró en seco. En su bolsillo siempre llevaba algo consigo, algo que utilizaba siempre que tenía oportunidad y era el momento perfecto para hacerlo. Lo que llevaba era su Mapa del Merodeador, su acompañante ya sabía que lo solía usar con cierta asiduidad.

 

Creo que será mejor que miremos mi mapa antes de continuar y busquemos un camino sin mucho tráfico de personas. —hizo una breve pausa. —Además deberíamos saber en qué parte exacta están del edificio. —no recordaba si les habían dado ese dato, lo que era un error bastante grave. Pero incluso aunque se lo hubiesen dado, no estaba de más mirar por si los habían movido a otra estancia o vete a saber, podía suceder de todo. —E incluso si hay francotiradores cerca tal vez los podamos ver en el mapa. —pero de eso último ya no estaba seguro. El mapa era bueno, pero quizá no tanto. Lo importante sería no ir tan a ciegas y saber de antemano qué podían encontrarse. —¿Le parece bien, superiora?

 

 

 

 

@@Juv Macnair Hasani

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—James—le susurró acercando sus labios a su oído—Eso posee magia, no podemos usarlo. No sirve de nada si estamos bajo la mira de seres que desean clavarnos un dardo justo en el centro del pecho—tomando el mapa lo guardó en el bolsillo del pantalón del mortifago. Debían ser mucho más astutos que los sujetos que tenían la mira puesta en todo lo que les resultará sospechoso o no encajará en el paisaje. Los muggles iban y venían sin prestar demasiada atención a la pareja, justo ahí es donde se le encendió el foro imaginándose una bombilla sobre su cabeza.


Riendo ladeaba la cabeza intentando no perder la compostura— Sígueme y nada de volver a decirme superiora—dejando un beso en su cuello, se aseguraba de haberle erizado la piel al sentir el roce de sus labios. Posiblemente su accionar, no fuera el más adecuado, pero solo pensaba en que perderlo sería algo imposible de reparar. Debía centrarse en su misión, parecía que eran los únicos interesados en salvarle el pellejo a Gatiux y Orión.


— Ir por donde este menos transitado, no es mala idea—tomándolo de la mano comenzaron a caminar de forma despreocupada. Pero ella no perdía de vista a ese sujeto, algo le decía que su estadía ahí no era mera casualidad. Miraba el periódico y en un pestañeó, ya estaba pendiente de quien entraba y salía del edificio donde estaban recluidos sus camaradas— Podríamos hacerle la platica, pero puede resultar contraproducente—se detuvo por un instante frenando en seco. No podía usar su donde la Videncia, pero eso no le impedía hacer trabajar a 1000 por hora su inteligencia.


— Puede ser un espía, aunque no estoy del todo segura. De los nuestros no es, yo conozco a todos los mortifagos antiguos y actuales que forman parte de nuestra organización—indicó retomando con calma su paso, fingir que se había sentido mal, ayudaría a que la atención no se despegará del par— A la cuenta de tres corremos hacia la parte trasera, podemos fingir que estamos jugando a las carreritas y así el sujeto perderá interés en mirar ese edificio—susurraba señalándolo con su índice. Le gustaba esa faceta suya, sumergirse en un juego común y corriente que les daría un poco de ventaja.


— ¿Estás listo?, acaso temes que te gane como la última vez—bromeaba colocándose frente al Australiano— Vamos, vamos juguemos un poco—actuaba como una muggle normal, nadie podría sospechar de ella o su pareja. Quizás eso desconcertaría al Tempestad, pero deseaba que la conociera en otra faceta que no fuera la de una mortifaga dura e imperturbable. Ella era como era una vampiro poderosa, orgullosa, pero ante todo capaz de cualquier locura con tal de no perder a uno de sus compañeros de bando. La sangre que le corría por las venas era pura en su totalidad, aferrándose de ese modo a los ideales que defendió desde siempre.


— No te lo pediré una segunda vez—le miraba fijamente dejando un beso en su nariz. Aquel gesto de estaba volviendo una manía para la rubia, pero no le importaba demostrar lo que sentía. Además ahí estaba otra clase de despiste, pavonearse como una pareja de enamorados, para finalmente colarse con éxito a la prisión donde todo se complicaría si no se apresuraban. Algo le decía que las cosas eran como las imaginaba, ¿Por qué solo ellos estaban ahí?, ¿Dónde estaban el resto de sus compañeros?. Esperaba que el llamado fuera contundente y las palabras de su líder los hicieran llegar si o si a ese lugar.



Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Maldita sea, no sé vivir sin magia. —admitió en un susurro moviendo negativamente su cabeza de un lado a otro. Estaba tan acostumbrado a mirar el mapa cuando no sabía qué camino tomar, que hasta había pasado por alto la magia tan enorme que tenía un artilugio así. —¿Crees que con esas cosas que tienen son capaz de distinguirlo? —Le preguntó con curiosidad. Quería saber si con aquellos artilugios que utilizaban los muggles eran capaces de ver, en la distancia, si un simple papel tenía capacidades mágicas. Los puntitos que aparecían no eran muy grandes.

 

Sin embargo, estaba de acuerdo, era mejor no arriesgarse y no utilizar nada relacionado con la magia por lo que pudiera pasar. La mejor idea que tenía en aquella situación se había visto estropeada, pero no podía dejar que el desánimo le invadiera. Se sentía aún con las fuerzas y las ganas suficientes para ayudar a sus compañeros en todo lo que fuese necesario, además se encontraba con una persona que le aportaba demasiada confianza en sí mismo. Suspiró profundamente, había que hacer las cosas por instinto y eso no estaba nada mal. Además acababa de ganarse un premio en forma de beso en el cuello.

 

O puede ser un simple hombre extraño y peculiar. Si lo hay en el mundo de los magos, no me imagino en el mundo de los muggles... —empezó diciendo, añadiendo al final de la frase un —superiora. —Estaba bien, no lo diría más veces. Podía ser un espía o un simple rarito que leía, no lo podrían saber con total seguridad. Temía que estar en la misión les hiciese ver enemigos donde no los había, eso era algo que sucedía con más costumbre de la que debería. Pero como era mejor el remedio que la enfermad, haría lo que decía.

 

Se puso a su lado, a su altura. Si iban a jugar a las carreritas, mejor hacer que todo fuese lo más creíble posible.

 

Mejor salimos al mismo tiempo, si te adelantas mucho pueden pensar que te estoy persiguiendo. —y eso sí que llamaría demasiado la atención. Aunque era una forma de 'desaparecer' de la vista del posible espía y de parecer una inocente pareja que jugaba a ver quién era más rápido, el australiano se iba a tomar muy en serio la carrera. Siempre que había oportunidad para ello, ambos sacaban a relucir el lado más competitivo que tenían y en ambos casos era bastante grande.

 

Se rió mientras la miraba sin necesidad de pasar desapercibido, aquello era una mera distracción y nadie podría sospechar en esos momentos de los planes que tenían los dos mortífagos. Incluso en esos momentos era mejor que alguien los viese jugar, los tomarían por simples locos. De hecho, puede que un poco locos sí que estuviesen.

 

No recuerdo cuándo fue esa primera vez —soltó por sus labios con una media sonrisa. ¿Reconocer una derrota? Ese no era el estilo del Tempestad. Cuantas más facetas diferentes conocía de la Hasani, más le gustaba. Entre otras cosas, esa era una de las razones para no querer que ninguno de los dos saliese mal parado de la misión. Tenían por delante que dedicar mucho tiempo a conocerse aún más y a pasar tiempo juntos. No podían permitir que nadie se lo impidiera.

 

Acercó su rostro al de la mujer, llevando sus labios a la oreja de la rubia. Depositó un breve beso en la zona, pero a continuación...

 

3, 2, 1... ¡Ya! —le dijo al oído, antes de que a la Nigromante le diese tiempo a reaccionar el ex-jugador de Quidditch, un hombre con buenas facultades físicas, había comenzado a correr en dirección a su destino. Corrió todo lo rápido que pudo centrando su mirada en la parte trasera del edificio sin fijarse en qué punto estaba su pareja pero deseando que no le adelantase por la derecha, ni por la izquierda. Tocó la pared una vez que llegó como costumbre, era lo que solía hacerse en las carreras de ese tipo para indicar que habías llegado.

 

Lo habían conseguido, habían logrado llegar a la parte trasera del edificio y ahora solamente tenían que entrar. Por desgracia, solamente habían hecho lo más sencillo. Lo más complicado estaba por llegar. Se acercó a la puerta que daba acceso al edificio y la empujó muy suavemente.

 

Parece que está abierta. —murmuró sin atreverse a abrirla del todo. —Si yo fuese el que tuviese el control de este edificio habría dejado alguna persona encargándose de vigilar esta puerta para asegurarse de que todo iba bien, ¿concuerdas conmigo? —le preguntó. Si ambos estaban de acuerdo era mejor planear una estrategia en caso de que nada más abrir la puerta se encontrasen a un enemigo. Le gustaría sacar toda su impulsividad a relucir, pero por la persona que iba consigo no se atrevía. Si ella no creía que pudiera haber nadie era el momento de entrar a lo loco y ver qué les esperaba.

 

 

@@Juv Macnair Hasani

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— Los francotiradores pueden verlo todo, no por nada posen ojos de águila— le dijo al notar que estaba un poco intranquilo, ella lo sabía porque perteneció al ejercito en el pasado. Era normal sentirse de ese modo, porque ninguno de los dos sería capaz de sobrevivir sin magia, al tenerla corriendo por sus venas desde el nacimiento, no era fácil de digerir la idea de perderla en un abrir y cerrar de ojos— Nadie va a perder su magia, no lo permitiremos— le confesó tomando su mano con firmeza. Deseaba que la confianza lo inundará por completo, ella creía en las capacidades de su pareja y estaba segura de que saldrían de ahí sin un solo rasguño.
— Nunca dejarás de llevarme la contraria—enarcando una ceja, le miraba falsamente molesta. James eta experto en retar ese lado razonable que poseía la Vidente, intentando obtener la razón en todo momento— Como sigas asi—se mordió la lengua, ya buscaría la mejor forma de cobrárselas. Siempre era divertido maneras de ponerlo en alguno que otro predicamento—Soy Vidente, aunque no lo creas él no se daría cuenta de eso, no hasta que ya fuera demasiado tarde—sonrió con suficiencia. Era capaz de ver las intenciones en los rostros de las personas, no necesitaba del uso de ningún artilugio mágico para eso.
— Al mismo tiempo, si claro—sabía que buscaría cualquier descuido de la mortifaga, solo para sacar un poco de ventaja. Aunque eso le resultaba divertido, porque desde que lo conoció no existió un solo instante aburrido o monótono entre ellos— Es solo un juego y el que gane, ya veremos que premio se lleva—saltaba de un lado a otro para calentar un poco. No lo necesitaba, pero era mejor aparentar ser una muggle desde la punta de los pies hasta la última de hebra de cabello rubio que había en su cabeza.
Jugar de ese modo era una nueva faceta en su relación, no dejar que todo fuera tan cuadrado o serio. Sino darse el tiempo para tener momentos felices y hasta chuscos, no quería imaginarse si los veía alguien conocido y comenzaba a burlarse de toda la escena montada por el par de hechiceros.
— Es una expresión, pero si habrá una primera vez. Te lo aseguro—asomándose por sus labios una sonrisa retadora. El jamás perdería ante ella y ella tampoco ante el, justamente por eso se potenciaban cada vez que estaban juntos, eran como la energía revitalizadora que necesitaban para tomar un impulso mayor al que ya poseían. Le fascinaba esa combinación perfecta que armaban, verse como un dúo imparable y eso el tiempo lo determino en un lapso relativamente corto. El perderlo era una posibilidad que consideraría nunca, se proponía conocerlo por completo y descubrir sus virtudes y defectos.
Para su buena suerte, ante sus ojos era único y perfecto. No le encontraba nada malo y eso hacia mucho mayor su atracción por el Australiano. Estaba completamente segura de que jamás se aburría de el y mucho menos de lo que estaban empezando a construir juntos, por extraño que pareciera su tatuaje estaba dormido, posiblemente para no exponerlos a ser presas de un ataque inesperado. Sin esperarlo siquiera, ya lo tenía cerca de ella dejando un beso en su oído, para luego dar la señal de arrancar con la carrera.
— Te mataré — bromeó corriendo con una rapidez moderada, no sin ir apretando poco a poco el paso. Sintiendo la mirada de aquel sujeto en su persona, pero no le prestó la mayor atención llegando contra la pared apoyaba ambas manos para frenar un impacto que podría causar llamar la atención de los transeúntes. La primera parte del plan estaba concretada, pero sin perder detalle de lo mencionando por su pareja, caía en cuenta que no había un guardia o alguna clase de alarma que diera aviso que los intrusos de habían colado por esa zona.
— Concuerdo contigo, no me da buena espina esto—escuchaba un goteó cerca de la zona de las escaleras de emergencia— ¿Escuchas eso?—preguntó en un susurro. Quizás era una fuga o algo parecido, pero por una extraña razón se sentía inquieta y ese sentimiento comenzaba a ir en aumento— No te muevas, quédate quieto confía en mi—le pidió viendo como una puerta se abría detrás de su ubicación. En un movimiento rápido se abalanzó sobre el castaño, abrazándolo para despistar a quien asomaba los ojos por la rendija de la puerta medio abierta, captado la imagen de la pareja en una escena amorosa— Luego de eso podemos armar una estrategia—se quedaron un par de segundos quietos. Era mucho mejor mantener un perfil bajo a perder todo lo ganado hasta el momento.

@@David James Dumbledore

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Patético... Un día patético... El mundo muggle es la misma deshonra de la existencia ¿En serio un grupo de magos, se afanaban por proteger a la raza mas destructora del planeta? Absurdo. Una raza cuya existencia es tan efímera, que un par de minutos transcurren para ellos como mil siglos, una especie tan débil, que con un manotazo podías apagar la llama de su vida. Una tontería que se creía dominante, la expresión mas insultante ¿Porqué el est****o Ministerio pedía la paz, cuando aquella raza pronto acabaría consigo misma? Nada bueno traía su existencia.

 

Lo peor no era eso. Sino el saber que dos grandes magos estaban atrapados bajo esas est****as manos.

 

¿Dónde demonios se habían metido sus compañeros? Se suponía que no llegarían tarde...

 

Las calles estaban mas concurridas que de costumbre. Aquella locura se parecía un poco al callejón Diagón en época de estudiantes, con la única diferencia de que los que allí estaban eran nomajs, gente común y corriente, no obstante por experiencia al vivir sola, es que supo que no debía confiarse. "Igual que aquella vez" pensó. Ataviada con una capa que ocultaba toda su persona, se mantenía escondida en uno de los callejones adyacentes al edificio que le habían mencionado, quieta entre la penumbra. Desde su ubicación contempló todo, el ir y venir de la gente, las acciones, los autos, el ruido infernal que a cualquiera ponía tenso. Por fortuna no era una criatura propensa a morir bajo el sol o aquello habría acabado en cuanto diese un paso fuera. Permanecía tranquila. Su olfato sensible había detectado el aroma familiar de dos mortífagos algo cercanos, probablemente algunos de sus compañeros. Por su parte esperaba que los otros dos llegaran, pues con una calle tan similar en ruidos, sería sumamente sencillo localizar a los confiados enemigos. Especialmente debido a su don, su gran regalo adquirido desde que era una niña...

 

No. Aquella calma no podía ser solo eso. Desde que había leído algunos archivos privados de su madre, comprobó con gran fundamento, que sus teorías acerca de la organización de los nomajs era muy certera. En consecuencia, tenía conocimiento, gracias a ciertos archivos de su amado padre, que el Ministerio de Magia poseía infiltrados especiales en el mundo común, por lo que, si daba un paso en falso, cualquiera de los aurores que estaban vigilando, la atraparían. Por tanto, no pondría su atención en las posibilidades, sino en lo que la rodeaba. Lentamente cerró los párpados, respiró profundo ignorando todo el caos ciudadano a esa hora, se concentró poco a poco y abrió estos, mostrando una pupila rasgada como los gatos, con un iris ya no teñido de azul sino dorado.

 

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La forma de percibir el mundo a sus ojos, cambió por completo.

 

Ya no veía solo gente y objetos. No. Incluso los animales se movían ahora como siluetas de un color determinado, rojo vivo que emanaba calor. Los objetos menos móviles aparecían de azul. Algunos como los motores de los autos, aparecían en naranja. Sus pupilas tenían el don de percibir el estado normal y mágico de las criaturas, reforzando su instinto vampírico de reacción, supervivencia y defensa. Le era muy fácil no dejar pasar hasta el más mínimo detalle, incluyendo aquellos que se escondiesen. Era como una refracción de luz penetrante que sus pupilas tomaban, permitiéndole seguir el sistema cardíaco de cada ser vivo para alimentarse. Pero en este caso, no lo usaría solo para eso. A pesar de estar en pleno día y de la luz demasiado brillosa, había aprendido a separar. Por ello, en pleno uso de su don y sin necesidad de magia, escaneó con la mirada a su alrededor... Y su fría expresión sonrió levemente.

 

- Allí están... - Como un suspiro, como una simple sombra de la que solo estuviese el recuerdo, salió rápidamente del callejón, tan rápido que un ojo humano, por muy mago que fuese, no habría seguido su récodo por mucho que lo intentase. Sus ojos rasgados le daban una visión exitosa de sus objetivos, sus colmillos picaban del ansia de probar esa sangre espesa y dulzona con propiedades benéficas para ella. Pasó como una exhalación evitando a las personas apenas y levantando una ligera brisa...

 

- Buenas tardes señor. Disculpe ¿Me podría decir qué hora es? - Aquel inteligente pero lento auror que vigilaba los alrededores, se volteó a la dama de cabellos rubios y ojos celestes un tanto perplejo, pero cumpliendo con los modales de cortesía muggle, alzó la muñeca buscando el reloj. Tan pronto le daba la hora y sus miradas se encontraron, pareció que el tiempo se ralentizaba. Hubo un breve período en el que las pupilas de ambos se sonrieron antes de que la dama se marchara sombrilla en mano tras agradecerle. O eso pareció... Pues en medio del gentío, la doncella de cabellos rubios y ojos azules, había abrazado al primer auror, transformándolo en una víctima del mortal beso, bebiendo con tal rapidez su sangre, que mas pareció un gesto de dulce amistad entre dos conocidos, que un silencioso asesinato. Las marrones pupilas de esa persona, perdieron inmediatamente su brillo, quedando un cuerpo vacío, inerme y petrificado.

 

Ella le bajó los brazos, siempre aprovechando que tantas personas no le verían. Le quitó la varita y la guardó entre su capa. Se despidió cortésmente y volvió a desaparecer entre la gente que caminaba apresurada. Asi, uno a uno fueron cayendo los vigías mágicos que cuidaban el edificio. Siempre se presentaba como una chica rubia de ojos cafés, una niña o una adolescente. A veces era pelirrojiza, otras de cabello negro. Y a cada uno solía hacerle una invitación, una propuesta, una sonrisa amable. Siempre las miradas conectaban y era la perdición. Porque en realidad no es que ella cambiase de forma, sino que... Modificaba a su antojo los recuerdos de las personas. Crear una ilusión para engañar a sus víctimas, siempre era fácil.

 

Una hora y quince minutos después, treinta y dos cuerpos, permanecían impávidos y sin vida en las mismas posiciones en que vigilaban sin que nadie se diese cuenta. Sus varitas, habían sido arrebatadas y destruidas.

 

- Estoy saciada. - Se dijo asi misma devuelta en aquel penumbroso callejón. Tras comer lo suficiente para unas seis semanas, suspiró buscando con sus pupilas rasgadas hacia el centro y alrededores superiores de los edificios que colindaban a este. Notó algo extraño en la atmósfera, algo que le resultó divertido y un tanto retador a la vez. En consecuencia, veinte objetivos distribuidos en las alturas, se movían tranquilos y pendientes. Por su postura, estaba claro hacia qué parte vigilaban. Llevaban manchas alargadas de tono azul en las espaldas. Algunos la tenían a los pies y otros las sujetaban. Chasqueó la lengua. Siendo sinceros, no era tan glotona, asi que jugaría un poco con los incrédulos mortales y de paso, podría obtener lo que buscaba: los proyectiles que portaban.

 

Quitando a los guardias mágicos del edificio, le sería mas sencillo moverse. Muy cuidadosa para no haber dejado ningún rastro, le hacía el honor a su apodo "Sleepless" pues la cara de horror que dejaba en los cadáveres hablaría de sus pesadillas. Las mismas, que aquellos tontos guardias pronto sufrirían. Su rostro mostraba una actitud fría, inexpresiva. Por decirlo de una manera, le había dejado ciertos regalitos a su hermano si es que los encontraba, pues los guardias que cuidaban las entradas del edificio ahora eran esculturas mortuorias perfectas. Su firma, que nada ni nadie sabría como dejaba. - Juguemos. - Murmuró para si como un siseo y cual peligrosa serpiente que acecha a su presa para devorarla, se deslizó entre la gente, mezclándose con rapidez. Un chico de cortos cabellos rubios, ojos vino, buena estatura y elegante traje marrón había sustituído a la doncella. Una pequeña sonrisa esbozaron sus labios, cuando el gentleman inglés entró al edificio colindante, sin ser detectado.

 

@@Ada Camille Dumbledore @@Syrius McGonagall

Editado por Agatha Andrómeda Abbott

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El regreso a Londres había sido más pronto de lo que esperaba, un buen equipo se había formado y disfrutaba saber que no estaba sola en esta empresa. Había esperado tiempo para tener en mis manos unas pociones Multijugos para lograr lleva a cabalidad el plan que había sido diseñado para rescatar a dos de los nuestros que estaban custodiados por muggles con armas antimagia. Por esa razon debíamos ser más cuidadosos que nunca en nuestros planes. Arribe a aquel edificio observando alrededor. Vestida con pantalón gris y blusa de cuello alto negro , con un blazer de color rosa pálido, como una muggle más que pasaba por aquella concurrida calle londinense. Difería de la ropa que llevaba la primera vez que fui a ver a los señores Yaxley, pero esta vez las razones era diferentes.

 

Mire el edificio con cautela, esperaba el momento en que fuera propicio para entrar a hacer mi tarea.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Dejó escapar una pequeña exclamación de sorpresa. Había subestimado a los muggles. Desconocía que contaban con artilugios para la guerra que fuesen capaces de ver como una águila. Estaban mejor preparados y equipados de lo que pensaba, pero su destino estaba escrito. Por mucho que pudiesen avanzar en sus inventos, también la magia estaba en completa evolución y cada vez era más poderosa. Nunca dejaban de descubrirse, inventarse y potenciarse nuevos hechizos y nuevas formas de causar daño a los adversarios más peligrosos.

 

No mientas, sabes que jamás lo harías. —esa frase le servía para responder a dos cuestiones diferentes. Primero, el australiano le decía que era imposible que le ganase, nunca iba a haber una primera vez. Sabía que eso no era del todo cierto, pero quería motivarla para que cualquier juego o competición que hubiese entre ambos fuese emocionante, como era todo lo que solían hacer juntos. En segundo lugar, le decía que jamás se atrevería a matarlo. En este segundo caso confiaba en que sus palabras fuesen ciertas, no quería morir.

 

Se quedó completamente quieto mientras asentía, lo escuchaba. Había decidido obedecer completamente a lo que le había pedido para demostrar que confiaba en ella y para enseñarle que era capaz de seguir órdenes en momentos tan delicados y peligrosos como en el que se encontraban. Ahora que la cosa comenzaba a complicarse se sentía más seguro de sus posibilidades. Era una forma de confiarse a sí mismo, si alguien pensaba que todo iría mal... todo acababa yendo mal. La seguridad y la confianza en uno mismo era muy importante.

 

Con los brazos rodeando a la rubia observó cómo una persona miraba a través de la puerta. Había entendido a la perfección la estrategia de Hasani. Era sabido por todo el mundo que cuando una pareja hacía muestras de aprecio en público, la mayoría de las personas solían incomodarse. Eso mismo pareció suceder a la persona que miró, que tan solo un segundo después y al ver que se trataba de una pareja inocente a simple vista, volvió a retirarse para dentro. Sonrió. Si eso era lo que había planeado había sido un movimiento muy inteligente.

 

Sabemos que hay una persona. —comentó con una sonrisa sin separarse por si volvía a mirar y porque estando abrazados era mucho más sencillo hablar a su oído en voz baja de forma que lo escuchase sin ningún tipo de inconveniente. —Tengo una idea. Uno de nosotros se acerca y abre la puerta, el otro empieza a correr para que nada más que se abra la puerta pueda atacar y abalanzarse sobre el desconocido pillándole completamente desprevenido. Una vez que nos deshagamos de él, nuestro camino será mucho más sencillo. ¿Qué te parece? —preguntó en un susurro. Si estaba de acuerdo sólo había que decidir quién abría y quién corría y atacaba.

 

 

 

@@Juv Macnair Hasani

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Su plan había dado resultado incomodando a la persona que fisgoneaba desde la rendija de la puerta. No quedaba la menor duda de sus habilidades para percibir esa clase de detalles insignificantes, pero ante todo les colocaba con dos pies delante de los sujetos que amenazaban a sus compañeros de bando. La idea de James era perfecta, para sacarse de encima, al chismoso. Darle una buena paliza, pero sin la necesidad de emplear la magia y de paso colarse sin mayor esfuerzo a ese departamento, dando quizás con una vía de acceso más segura y que les mantuviera alejados de la mira de los francotiradores.


Le admiraba ver como los muggles deseaban ir por encima de los magos y brujas, lastimosamente jamás podrían descubrir con claridad los verdaderos planes de esa comunidad que ahora luchaba contra los tiempos difíciles que se avecinaban. Las guerras venideras estaban dando muestra del daño que causarían, separando a dos fracciones que en algún momento se beneficiaron entre ellas. La magia no podía llevarse bien con los muggles y viceversa, no sin tener que pelear siempre por demostrar quien era mejor o dominaba todo lo que les rodeaba.


— Apoyo tu idea, pero...—le miraba fijamente— ¿Quién abrirá la puerta sin hacer el menor ruido?, ¿Quién correrá para golpearlo?—las preguntas quedaron flotando en el aire. Había un detalle que no consideraron a la hora de fraguar su plan, ¿Cómo podían asegurar que el sujeto no estaba armado o había enviado alguna señal de alarma hacia el exterior?. Aquella posibilidad le caía como un balde de agua al par de mortifagos, debían hacer silencio e intentar escuchar si alguna clase de ruido provenía del interior del apartamento. Ella se mantuvo abrazada al Australiano, no deseaba levantar ninguna clase de sospechas o verse sorprendido por algún interrogatorio, si cualquier sujeto entraba al edificio.


— Esto se complica, no puedo escuchar nada de nada y ¿tú?—susurró sintiendo un ligero escalofrió subir por su espalda. El silencio se había apoderado de todo, ni el más mínimo susurro proveniente del exterior se colaba por las hendiduras de las paredes. La estructura, no estaba en su mejor estado y eso quedaba a la vista— Sigamos con tu plan, no queda de otra que arriesgarse y ver lo que pasa—su voz estaba desprovista de toda emoción. No le generaba el menor temor tener la mira de una M110 Semi-Automatic Sniper System, apuntándole directamente en el pecho. Los riesgos dentro de esa misión los conocían y era mejor hacerse a la idea de que cualquiera de los dos podría resultar herido o en el peor de los casos quedarse sin magia momentáneamente.


— A la cuenta de tres...—apretando la mano del Tempestad, confiaba en las habilidades de ambos— Abro la puerta y tu corres para golpearlo, estaremos bien...—mirándolo por última vez antes de avanzar con sigilo por el pasillo. Deseaba tanto poder usar su varita, maldecía verse atada de manos y no hacer las cosas de otro modo. Sin perder el hilo de las cosas, no perdía la concentración centrando sus sentidos en percibir alguna clase de ruido o murmullo. Nada de nada, al menos un problema menos del cual ocuparse de momento.



Flechas de Oro



Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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