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El Día de la Amnistía


Nate Weasley
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- Ustedes los francotiradores son bastante admirables. - Habló una voz detrás de aquellos hombres. La azotea del edificio tenía buen espacio y excelentes ventanales, asi como una vista magnífica desde ese ángulo para mirar el gran precipio que abajo, se transformaba en una bulliciosa calle. Por su lado, la luz del día dejaba ver mejor que en la noche. El rubio sonrió con cierto misterio escondido con elegancia.

 

Hacía dos horas que esperó en el ascensor mientras subía, para localizar lentamente a sus víctimas una a una. Esos ojos rojizos de un tono vino, atraían la atención de pocas personas, que solo pensaban que aquel efecto era de ojos marrones expuestos a la luz. Nadie le hacía caso. Todos lo tomaban como alguien mas. Un usuario simple, un funcionario, un contador, un cobrador elegante, de todo menos un absoluto peligro para lo que se avecinaba. Si es que llegasen a detectarlo. Simplemente era un humano, alguien común y corriente con pendientes que atender y una bolsa económica que mantener.

 

O eso es lo que aparentaba...

 

Mezclándose entre los pasillos, pidiendo algunas indicaciones, caminando tranquilamente había arribado a la azotea. Gracias al color de sus ojos y de mantener aún su habilidad despierta, encontró fácilmente entre el mar de cuerpos calientes y llenos de sangre, los aromas que tanto buscaba. Y ahora, alli estaba.

 

- ¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí? Esta es un área privada, le pido por favor que se retire... - Al mismo tiempo se escuchó un radio, un transmisor de cuyo aparato salió una voz medio entrecortada que daba instrucciones. La localización, el tipo de sonido y otras palabras, le dieron exactas pistas de donde cada uno se encontraba. Sonrió con ligera astucia, alertando un poco a los hombres al ver que no se marchaba. - Ustedes han sido muy amables al darme lo que buscaba... - Sacó una cajetilla del bolsillo, extrayendo un pequeño cigarro. Lo sostuvo entre los labios y a continuación sacó su encendedor, prendiéndolo. Acercó la punta del tabaco a la flamita y aspiró un par de veces, obteniendo humo. Con toda calma guardó sus enseres sonriendo. El cigarrillo humeaba. - Pero ahora, necesito que me entreguen otra cosa y no será por las buenas... -

 

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Uno de los hombres sacó de inmediato una pistola, pero ya el chico rubio lo tenía abrazado. Besó dulcemente su cuello, justo sobre la yugular, mas en vez de beber, deslizó sus manos hacia el cuello de este con ternura y lo giró con brusquedad, rompiéndole las cervicales al instante. El cuerpo cayó al suelo con pesadez, revelando a un chico sonriente de medio perfil, aun con el cigarrillo en la boca. - Ni se moleste. - Murmuró desapareciendo de su vista. Unos instantes después, la cabeza del segundo se movía repentinamente hacia arriba, perdiendo la vida. Esta vez el chico no lo soltó. Lo sostuvo entre sus manos como a un muñeco, deslizando sus dedos por la piel que lentamente se enfriaba, observando por detrás el costado y los ojos sin vida.

 

- Qué hermosa piel... - Los dedos bajaron lentamente del contorno del rostro hasta el cuello y luego hasta el pecho. El joven observaba a su víctima con una sonrisa plagada de morbosa obsesión. Lamió un costado antes de juguetear con el ojo apagado, aplastándolo con su dedo. La sangre se derramó. Lo acercó a su oído. - ... Ustedes los mortales son tan frágiles como ingenuos. Es por eso que el mundo estaría mucho mejor con los magos... - Sonrió desapareciendo. Se había lanzando ahora desde el ventanal, una sombra cruzando rápidamente el cielo en un salto, aterrizando en la azotea del costado. La sonrisa tétrica de placer en sus labios.

 

En una hora, todo el círculo de francotiradores que cuidaba el edificio había muerto. Una silenciosa y placentera muerte, robándoles además las armas, únicamente para destrozarlas con su fuerza, quedándose con las balas antimagia. No solo había descubierto eso, también encontró otros pequeños detalles que luego compartiría con su grupo. Mortales desdichados. Estaban jugando bastante sucio. Su última parada fue la azotea del edificio principal donde se encontraban sus víctimas. Aterrizando con suave elegancia, se dirigió a paso tranquilo hasta el sistema de conductos de ventilación. Miró a izquierda y derecha, antes de tomar el ventilador central y arrancarlo sin problemas. Extrajo ahora de su bolsillo un pequeño frasco aparentemente vacío, pero cuyo líquido poseía el color del agua, le quitó la tapa y lo vertió sin demora dentro del conducto. Mientras lo hacía, sonrió.

 

Lo último era actuar. Tendrían como mucho un margen de media hora de ventaja a partir de que el efecto de la poción nueva hiciera efecto. Hasta ahora solo sabía lo letal que resultaba ser el polen de esa pequeña criatura y lo usaría a su favor. Esperó con tranquilidad, fumando el cigarro al borde de aquel edificio.

 

15 minutos después, el pánico cundió en el edificio. La gente salía huyendo y otros se desmayaban para no despertar jamás. La calle misma se volvió un caos. Aprovechando esto, lanzó una aguja hacia la posición donde sentía el aroma de su grupo, una pequeña advertencia de que procedieran. Se colocó una máscara anti venenos, encantada justamente para proveer oxígeno durante algunas horas y se deslizó por la puertecilla de la azotea sigilosa, aprovechando el bullicio, para buscar a sus presas y por consiguiente a sus compañeros.

 

@@Ada Camille Dumbledore

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Arriesgarse y ver lo que pasaba, era lo único que podían hacer. Improvisar, esperar que todo saliese como tenían planeado de forma impulsiva. Lo más difícil era conseguir entrar en el edificio sin llamar demasiado la atención, sin que saltasen las alarmas. Una vez allí, solamente necesitarían encontrar a los sujetos que estaban buscando. Tragó saliva, no sabía lo que podía esperar una vez que abriesen la puerta pero si lo hacían de forma coordinada no había nada que temer.

 

Según su idea, no haría falta preocuparse demasiado por el ruido que harían. A la persona que se encontraba detrás de la puerta no le daría tiempo a reaccionar si todo lo hacían en el momento oportuno. Cerró los ojos unos instantes pensando en lo que haría a continuación. Era cierto que no se escuchaba nada en esos momentos, pero... ¿era esa razón para preocuparse? No estaba seguro de si el silencio era algo positivo o negativo en una situación así.

 

Se alejó de la puerta un par de metros para poder coger carrerilla. ¿Contar hasta tres y correr? No era mala idea, pero eso haría que la víctima tuviese ventaja para reaccionar. No, era al revés. Lo que el mago iba a hacer era empezar a correr en dirección a la puerta esperando que la rubia actuase lo suficientemente rápido como para abrirla antes de que el australiano se golpease. De esa forma, el hombre que estaba al otro lado recibiría el impacto nada más que se diese cuenta de que algo raro pasaba.

 

Respiró profundamente. Estaba preparado y listo para lo que iba a hacer.

 

Abre antes de que me choque con ella o tendremos un problema... —le pidió. Estaba seguro de que lo lograrían. Si se chocaba con la puerta llamaría la atención y entonces sí que empezarían a sospechar que estaban allí por algún motivo y no solamente buscando un lugar de intimidad. Su excusa de que eran una pareja inocente que únicamente se estaba abrazando en un lugar escogido al azar dejaría de ser creíble.

 

Sin más, empezó a correr con confianza ciega en la mujer.

 

¿Lograría abrir la puerta para que el mago cruzase en el momento oportuno y así derribara al hombre con un empujón? ¿O tardaría lo justo para que el ex-jugador de Quidditch se golpease de lleno contra la puerta?

 

 

@@Juv Macnair Hasani

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— James, espera—volvió sobre sus pasos, quedando frente al Mago Oscuro. No pudo evitar elevar sus brazos a la altura de su cuello, rodeando este con suavidad lo atrajo hacia ella. Algo le decía que se estaba precipitando, pero era mejor dejarse llevar por sus sentimientos y no frenarlos de golpe. Mirándolo fijamente sin dudarlo un solo instante juntaba su frente con la de su pareja— Esto te dará suerte—uniendo sus labios a los del castaño, le daba un beso que poco a poco aumentaba de intensidad. Le gustaba el sabor de su boca, aquel aliento que era un remanso de paz y al mismo tiempo un choque de adrenalina imposible de controlar.


Lo amaba en verdad, daría la vida de ser necesario por evitar que sufriera cualquier clase de daño. Estaban ahí para salvar a sus compañeros de bando, pero para ella era más importante el hombre que le robará el corazón en la gala de Halloween. Un mundo de recuerdos se agolparon en su memoria, no pudo despegar sus labios de los de su novio, no deseaba hacerlo y tan solo intentarlo, le provocaba un hueco inmenso en el pecho—Me atreví, espero que no lo tomes a mal—le susurró dejando otro pequeño beso en su boca. Si algún fisgón se atrevía a asomarse por la mirilla de la puerta, ya tendría una excusa perfecta, para dar por sentado que ese par, no tenían malas intenciones al colarse dentro de ese edificio.


— No dejaré que la puerta arruine ese hermoso rostro, prefiero hacerlo yo dándote un golpe accidental—bromeó mostrándose divertida ante la imagen— Sabes que no lo haré, antes de permitirme eso, creo que optaré por un beso o un abrazo—confesó acariciando el cabello de su pareja. Al menos pudo relajar un poco las cosas, la tensión levemente se estaba disipando dejando espacio para tomarse las cosas con más calma e inteligencia. La puerta, el choque contra el mirón y que ella por nada del mundo, dejará que su acompañante se rompiera todos los dientes y algo más en el proceso.


— Estamos listos, contaré con los dedos. Así no damos pie a que nos pillen desprevenidos, golpéalo gusto en el abdomen. Si lo haces de ese modo, le sacarás el aire y quedará sin poder moverse o intentar atacarnos—le propuso dejando un último beso en sus labios— Todo saldra bien, confiemos en ello—la certeza en sus palabras era evidente y palpable. Confiaba ciegamente en su novio, nada saldría mal y mucho menos les costaría verse apresados por los guardias. Hasta ahora todo marchaba a pedir de boca, deseaba que la buena fortuna les siguiera sonriendo y no volcarse en su contra bajo ninguna circunstancia.



Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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La forma de actuar de la Nigromante le sorprendió. No esperaba que cuando estaban a punto de acceder al edificio optase por hacer una muestra pública de amor. No podía ocultar que aquella sorpresa le había resultado agradable, como todas las que recibía por parte de la mujer. No estaba del todo seguro si se trataba de un arrebato de amor o una forma de que su coartada se mantuviese sin peligro de ser descubierta por ninguna de las personas que en esos momentos podían estar observándoles desde algún lugar. En todo caso, lo agradeció con una sonrisa mientras correspondía su gesto con un beso en sus labios.

 

Suponía que una de las ventajas de hacer misiones con su pareja era esa, tener una forma rápida y eficaz de relajarse impidiendo que la tensión vaya en aumento. A pesar de todo, aquello no le había servido para que su cabeza se desconcentrara. Lo que había recibido le había servido como motivación para que su seguridad fuese en aumento. Sabía que nada podría salir mal y menos cuando ambos estaban juntos peleando por el mismo objetivo. Una sonrisa se le escapó ante las palabras de la mujer, no había duda alguna de que golpear al rostro del australiano tenía que ser casi considerado como un delito. Eso no podía pasar.

 

Asintió ante las palabras de la Hasani sobre el lugar donde tenía que golpear al hombre. Tragó saliva, respiró profundamente y cuando la cuenta con sus dedos llegó al momento idóneo, comenzó a correr esperando que se abriese en el momento oportuno. Una vez que accedió por la puerta vio al hombre que se comenzaba a girar sorprendido por el hecho de que alguien inesperado hubiese abierto la puerta. El mago corrió directamente contra él y, aunque la idea de la Nigromante había sido perfecta, en el momento de la verdad lo que hizo fue un placaje como aquel que había visto caminando por Londres en uno de esos aparatos muggles.

 

Los muggles seguían diferentes deportes, eso lo sabía. Uno de ellos era una especie de quidditch sin escobas donde los jugadores con un balón en las manos corrían de un lado a otro. Para quitarse el balón, se hacían fuertes placajes unos a otros y eso había servido como inspiración para el ataque realizado por el Mago Oscuro. El mago era un hombre alto y corpulento, bien entrenado físicamente. Eso significaba que el golpe que pudo dar fue muy potente, haciendo que el desconocido cayera el suelo. La buena -o mala suerte- habían hecho que en la caida el hombre se golpease duramente con la cabeza, quedando inconsciente.

 

Como si hubiera recibido un Petrificus Totalus, así estaba. Posteriormente, asomó la cabeza por la puerta para avisar a la rubia y hacerle señas de que entrase, que todo estaba bajo control. Estaban dentro.

 

¿Sabes adónde tenemos que ir ahora? ¿En qué punto exacto se encuentran las personas que buscamos? —no recordaba si les habían dicho ese importante detalle. —¿Qué hacemos con él? —siguió preguntando mirando al hombre tendido en el suelo. Podría ser que no tardase demasiado en volver a la normalidad.

 

 

@@Juv Macnair Hasani

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Todo había resultado según lo planeado, la cuenta llego a tres y el Mago Oscuro, golpeó de lleno al sujeto en la zona cercana al abdomen y la cadera. Vaya forma de ponerlo fuera de combate, jamás dudo de las capacidades de su pareja y al ver el excelente trabajo realizado, no reparó en apartar la puerta y dar gracias por que no impactará con ella su hermoso rostro. Los reflejos de la Nigromante eran un arma infalible y siempre cumplían su función con alto estándar.
— Nada de magia, recuerdo que nos dijeron eso—observando el apartamento detectó que estaba completamente vacío. ¿Cómo demonios pudo vivir así?, ¿Qué comía?, ¿Qué bebía?. Tan solo pensar en lo siguiente, dejaba esa imagen mental en el olvido— No hay nada para atarlo y no creo de demore mucho en reaccionar—indicó notando un hilillo de sangre que escapaba por su cabeza— Muerto no está, pero tampoco muy vivo que digamos—cerrando la puerta detrás de ella. Quedaban dentro con el hombre, golpearlo de nueva cuenta solo empeoraría las cosas. Empero, si lo usaban como un señuelo, quedarían a salvo de las miradas de los francotiradores.
— Es él o nosotros—entrecerró sus ojos recordando la daga que traía en su bota—Esto es lo único que se me ocurre—extrayéndola la miraba fijamente, admirando el filo que destello con fuerza— Es lo mejor—mirando a James, no le quedó más que cortar las muñecas del hombre, lanzándolo de lleno al mundo de los muertos—Pensarán que es un mago y al perder la magia, pues decidió escapar por la puerta falsa—quejidos y balbuceos escaparon por los labios del desgraciado. Ahora iban a su ritmo, no podían negarse a usar magia, no teniendo ese cuerpo a sus pies. El Haz de la Noche pasaba por su mente como una ráfaga, moverse con ese portal, les haría más sencilla y llevadera la misión.
— Deben estar en el siguiente piso, pero no tengo el dato fresco en la memoria—intentaba recordar todas las instrucciones que le diera Aaron. A todo esto estaban solos desde que todo eso comenzó, no se toparon con nadie que les diera alguna clase de señal o guía. Y si todo era una pantalla de humo disfrazada de un ataque hacia los magos, buscando ponerlos contra la pared— Espera un poco...—tomándolo del brazo se puso frente a el— Porque no lo pensamos antes, estamos a inicios de una guerra entre muggles y magos. Y si solo han buscado alejarnos del resto de nuestros compañeros y todo es una farsa—caía en cuenta de golpe.
¿Por qué no se escuchaban más ruidos o se veía gente entrar o salir del edificio?
— Usaremos lo que aprendimos del libro del Druida, se que confías en mi y yo en ti—tomando la mano de su novio pensó con determinación—Haz de la Noche—invocando aquel portal del tamaño del arco de una puerta, quizás un poco más grande. Ambos lo cruzaron al mismo tiempo, viajando al momento exacto en que se planeó el supuesto secuestro de sus compañeros de bando. Recordando las palabras del Uzza, viajar al pasado suele ser peligroso, pero sabiendo manejar los conocimientos y las habilidades que esa invocación requiere, no le encontraba mayor riesgo.
Delante del par de hechiceros, varios hombres congregados sentados alrededor de una mesa circular— Los tiempos que vivimos, ya no nos permiten coexistir con ellos sin entrar en conflicto. Porque poseen dones que nosotros, no podemos controlar o combatir, no sin tener que usar armas que puedan matarlos como los criminales que son—esas revelaciones, no hicieron más que confirmar las sospechas de la Vidente. Malditos muggles, siempre arrastrándose como la escoria que eran, jugando a dos bandas colocando al mundo mágico en un peligro que amenazaba con acabarlo de forma definitiva.
— Hemos caído en su trampa—siseó cerrando sus ojos— Esto es la consecuencia de confiar en ellos durante años, jamás han estado de nuestro lado. Nunca fuimos aliados en ningún sentido o aspecto, solo desean exterminarnos—apretando su surda se veía tentada en ir en busca de esos sujetos— ¿Seguimos en la búsqueda o vamos por ellos?—le preguntó al Australiano. Estaban juntos en eso y continuarían de ese modo siempre y por siempre, no daría un solo paso, si el no le secundaba y viceversa.

 

@@David James Dumbledore

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